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Al analizar la lectura se propone una serie de leyes y legislaciones, se intenta crear un tipo
de contrapoder “verídico” que permitan que las víctimas no se dejen comer completamente
por un discurso y un padecimiento del poder, por tanto, se expiden leyes como la Ley de
víctimas y restitución de tierras, la cual busca, en resumidas cuentas, reparar a las víctimas
del conflicto, “reivindicando la dignidad humana y asumir la ciudadanía plena de las
víctimas” (Franco, 2016, p. 37). Pero nuevamente entramos en el plano de lo discursivo,
lugar imaginario en el que las víctimas ven la verdad como la construcción social que
legitima la estructura del poder, pues si bien han “logrado” salir del programa aversivo al
que han sido sometidos, este no se queda ahí, y la reivindicación estatal comienza a ser su
nuevo instaurador de relaciones de dominancia Estado-víctimas.
La legitimación discursiva, al mayor estilo de dominancia, legitima dicha verdad y
derechos como la ilusión de que nadie está por encima del Estado de derecho, él hombre
solo hace uso de sus recursos para solventar sus beneficios, pero estos beneficios pasan de
largo a las víctimas, las cuales escuchan verbalizaciones de “enfoque diferencial”, en el que
se busca crear un vislumbrar de lo particular, de lo idiosincrático, un acercamiento
individualizado que busca que el individuo sienta justa y cómoda la dominancia.
El intento de dar solución a esta problemática fue la búsqueda de entender las dinámicas del
poder expresadas en el contexto, dinámicas de poder político y cultural; por ello se buscó el
acercamiento integral de las víctimas y los funcionarios del Estado (Franco, 2016). Y es
que, como ya habíamos logrado evidenciar en el trabajo de Ortega (2014), la función de la
verdad es completamente necesaria para el proceso de resiliencia, que es el primer paso
para la reconstrucción de las víctimas.
Desde esta óptica, el daño se entenderá entonces como el “resultado de procesos que niegan
la dignidad humana y que afectan negativamente las relaciones satisfactorias al punto de
generar situaciones de carencia o agudizar los estados carenciales previos, Así la situación
indeseable que constituye el daño en una persona ocurre en el contexto de una relación del
ser humano con los otros o con su contexto” (Bello y Chaparro 2009, 50).
Esta definición de daño considera varios elementos que son fundamentales para una
adecuada valoración:
Que el sentido del daño debe entenderse como un proceso, y no sólo como un hecho
puntual en donde se marca la afectación, lo que implica que quien valore debe procurar la
reconstrucción de un proceso con sentidos previos y con re significaciones posteriores que
son parte misma del daño
Que la afectación causada por el daño no sólo tiene una repercusión individual en la persona
victimizada, sino que constituye una afectación clara en su capacidad de establecer relaciones
satisfactorias; por tanto, las afectaciones no se restringen únicamente a la esfera individual, sino
que se extienden al sistema al que pertenece ese individuo.
Que la afectación causada por el daño en las relaciones significativas tiene un impacto tan fuerte en
la persona que altera su existencia misma en cuanto la expone a nuevos contextos de privación o
deteriora los ya afectados, lo cual implica una afectación de la persona en su experiencia de
interacción con su propia realidad.
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