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Leyenda
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”
(Lectura de los Hechos de los Apóstoles 27: 6-12)
“Allí encontró el centurión una nave de Alejandría que
navegaba a Italia y nos embarcó en ella. Por varios días
avanzamos poco y nos costó llegar a Cnido; como el viento no
era favorable, costeamos Creta a lo largo de Salmona, y pegados
a la costa alcanzamos con dificultad un lugar llamado Puerto
Bueno, próximo a la ciudad de Lasaya. Habíamos perdido mucho
tiempo y la navegación se volvía peligrosa. Como había pasado
la época del ayuno, Pablo aconsejó: -‘Observo, señores, que la
navegación va a acarrear peligros y pérdidas, no sólo a la carga y
a la embarcación, sino a nuestras vidas.’
Pero el centurión confiaba más en el capitán y en el patrón
del barco que en Pablo. Como el puerto no era apto para
invernar, la mayoría prefería hacerse a la mar, con la esperanza
de alcanzar e invernar en Fénix, un puerto de Creta orientado a
noroeste y suroeste.”
(Lectura de los Hechos de los Apóstoles 27: 13-26)
“Se levantó un viento sur, y pensando que el plan era
realizable, levaron anclas y costearon de cerca Creta. Muy
pronto, del lado de la isla, se desató un viento huracanado, que
llaman ‘Euroaquilón’. El barco fue arrastrado, y como no
podíamos navegar contra el viento, nos dejamos llevar a la
deriva. Mientras pasábamos al reparo de un islote llamado
Clauda, logramos con mucho esfuerzo controlar el bote
salvavidas. Lo izaron a bordo y aseguraron la embarcación con
sogas de refuerzo. Por temor a encallar en las Sirtes, soltamos
los flotadores y navegamos a la deriva. Al día siguiente, como la
tormenta arreciaba, empezaron a tirar parte del cargamento; al
tercer día, con sus propias manos, se deshicieron del aparejo del
barco. Durante varios días no se vio el sol ni las estrellas, y como
la tormenta no amainaba, se acababa toda esperanza de
salvación.
Llevábamos días sin comer cuando Pablo se puso de pie en
medio y dijo: -‘Amigos, debían haberme hecho caso y no salir de
Creta; nos hubiéramos ahorrado estos peligros y pérdidas. De
todas maneras, les ruego que tengan ánimo, que no se perderá
ninguna vida; sólo la embarcación. Anoche se me apareció un
ángel del Dios a quien pertenezco y venero y me dijo: ‘No temas,
Pablo; tienes que comparecer ante el emperador; Dios te
concede la vida de los que viajan contigo.’ Por tanto, ¡ánimo,
amigos! Confío en Dios que sucederá lo que me han
dicho. Encallaremos en una isla’.”
Queridos amigos:
Hace unos años hice una Misa de Sanación en la Provincia de
Quebec. Vino a mí un hombre a quien le dolía mucho un pie y casi no
podía caminar, pidiéndome que rezara por su curación. Recé y le pedí
al Señor que le sacara todo dolor para que pudiera caminar sin
dificultad. Unos días más tarde me llamó diciéndome que se había
curado completamente y que podía caminar y correr sin
problemas. ¡Gracias Señor!
(A continuación encontraréis el mensaje de Nuestro Señor y Salvador
entregado al Padre Melvin. Jesús le habló con estas palabras:)
“Aceptad Mi mensaje y seguidlo, Mi hermano Melvin y todos
Mis hermanos que Me conocéis y Me seguís. Si no cumplís con lo
que os digo, algo terrible os podría pasar. Mirad lo que sucedió
cuando San Pablo iba en barco camino a Roma. Tenían muy mal
tiempo, San pablo había recibido palabras de Mí y le dijo al
centurión que no debían continuar navegando porque se perdería
la carga e incluso algunas vidas. El centurión se negó a
escucharlo y se desató una tormenta terrible, como un huracán,
que provocó grandes daños. Deberían haber escuchado a San
Pablo y habrían salvado el barco y su carga.
Estoy siempre presente para ayudaros pero con frecuencia
no escucháis Mis palabras. Si así lo hacéis debéis esperar algo
terrible. Es muy bueno, cuando viajáis, pedir protección para
llegar a destino sin dificultades. Estoy siempre allí para
ayudaros. Os bendigo a todos.”
“Es muy importante que escuchéis Mis palabras, mi
hermano Melvin y todos Mis hermanos que creéis en Mí como
vuestro Salvador. Le había hablado a San Pablo para decirle que
las personas a cargo del barco no debían salir porque estarían en
peligro, pero no lo escucharon. Salieron y en poco tiempo los
golpeó un huracán y ya no pudieron controlar el
barco. Anduvieron a la deriva varios días y creían que morirían
en esa tormenta. Arrojaron por la borda parte del cargamento y
pensaban que estaban perdidos. San Pablo les habló otra vez
diciendo que un ángel le había hablado durante la noche y le
había dicho que nadie moriría pero que el barco encallaría. El
ángel le dijo a San Pablo que llegaría a Roma para poder ver al
César. Al final eso fue lo que sucedió y todos se
salvaron. Protegí a San Pablo para que pudiera llegar a Roma y,
al hacerlo, salvé a todos los otros que estaban en el barco. No
hubieran sufrido tanto si hubieran escuchado a Pablo y se
hubieran quedado donde estaban.
Os exhorto a todos a escucharme y os protegeré de
cualquier daño. Soy vuestro Amigo y deseo ayudaros. Os amo a
todos.”
Padre Melvin
Pequeño Santuario de Nuestra Señora de la Isla del Príncipe Eduardo
Sitio Web: www.ourladyofpei.com