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UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Seminario Optativo: Cuerpo y Subjetividades contemporáneas. Discursos del


cuerpo e intervenciones clínicas

Reflexión: ¿Por qué considera que la depresión es uno de los principales


analizadores de la clínica contemporánea?

Estudiante: Alejandra Fleitas De Souza


Fecha: 22 de octubre de 2018
Al momento de reflexionar sobre la depresión, lo primero que puede considerarse, es que
existen claros indicios de que esta enfermedad es tan antigua como la historia de la humanidad. A
su vez, puede apreciarse a través de relatos mitológicos y cuerpos de conocimiento ancestralesi,
que este tema ha sido de interés no sólo en términos descriptivos, sino también, para proponer
posibles tratamientosii. Siendo el problema tan antiguo (y los tratamientos propuestos, tanto como
el problema), es inquietante apreciar, que con el paso del tiempo la humanidad, lejos de haber
avanzado en la prevención, detección y tratamiento; sufre de este mal con cada vez con mayor
intensidad.
Gabbard (2002) hace una reseña sobre el resultado de las investigaciones en torno a la
etiología de la depresión, evidenciando la estrecha relación entre factores estresores ambientales
y el funcionamiento intrapsíquico en la predisposición a la mencionada enfermedadiii.
Profundizando sobre esta interrelación, la OMS (2018) destaca que se conoce la enfermedad, su
prevención y tratamiento, y que aun así, la cifra de enfermos es alarmante afectando a las mujeres
más que a los hombresiv. Por lo tanto, si el problema no es el conocimiento de la enfermedad, ni
puede explicarse el aumento de casos por factores estrictamente genéticos, es pertinente
considerar cuáles son los factores ambientales que estarían haciendo posible comprender el
incremento de la enfermedad; y en este sentido, considerar de qué forma la depresión puede
constituirse en un analizador de la evolución de las sociedades actuales.
Teniendo en cuenta el diferencial de género –según los estudios, la prevalencia femenina
obedece a que la mujeres están más sometidas a factores estresores que el hombre-, y partiendo
desde una perspectiva constructivista (Córdova, 2003), observar la depresión desde una
perspectiva de género y constructivista podría aportar a la compresión de qué cambios sociales
están favoreciendo esta enfermedad.
En este sentido, comenzamos considerando la agobiante búsqueda de “ser uno mismo”
desarrollada por Eremberg (2000). Un “uno mismo” idealizado, hasta fantasioso, que pretende
excluir la tristeza y el fracaso como parte de la existencia saludable, de la mano de la esperanza
de que es posible liberarse del sufrimiento psíquico a través de una medicación milagrosa que
permite alcanzar el estado ideal. En este punto se entrecruzan la construcción social de la
enfermedad (encargada de ubicar al que se aparta del ideal social en alguna categoría patológica
–ya creada, o por crear a través de las actualizaciones de los sagrado manuales de psiquiatría,
nueva verdad revelada de la modernidad y posmodernidad-, Castro, 2013); con la necesidad del
Estado de discriminar lo productivo de lo no productivo, lo normal de lo desviado, que –a su vez-
se subordina a la necesidad del mercado de construir productos de consumo (enfermos que
consuman tratamiento farmacológicos). En esta lógica de mercado (ya descripta en los dos
trabajos anteriores) se construye una nueva forma de estar en el mundo: el deprimido –así como
su contracara: el adicto-. El sujeto deprimido, según Eremberg, ya no es el mismo de la sociedad
disciplinaria, deprimido por su incapacidad de lidiar con el conflicto intrapsíquico derivado de la
represión que no lo deja “ser”; sino que está paralizado ante la imposibilidad de ser lo que está

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convencido instituídamente que puede ser. Ha interiorizado el estereotipo de una realidad
construida artificialmente por el poder Mercado-estado y sucumbe ante la culpa de no poder
alcanzar el estereotipo, cansado y desvalido ante su propia impotencia. Esta es la descripción de
la culpa que siente el sujeto de las sociedades del cansancio y del rendimiento (B. C. Han). Sin
embargo, una perspectiva de género nos permite apreciar que esta tecnología de poder no tiene
nada de novedosa, ya la Iglesia católica impuso a las mujeres un estereotipo de mujer en la
imagen de la Virgen María que envió a las sombras (en términos de Jung) a las posibles mujeres
que sensuales, iracundas, guerreras, sacerdotisas, deprimidas, rebeldes o inteligentes. Palomar
(2004) y Rich (1986) explican que desde entonces la mujer ha internalizado el estereotipo
sintiendo culpa por no alcanzar el ideal señalado por la virgen (maternidad como destino único,
sumisa, servil, satisfecha y feliz con su destino y algo tonta). Por lo tanto, si la novedad actual no
reside en la tecnología de poder, queda por considerar si el cambio puede apreciarse en quiénes
son los alcanzados por esta tecnología, en las características del estereotipo internalizado
actualmente, o en el procedimiento de internalización.
En este contexto, podríamos analizar si la construcción del “sujeto de rendimiento” que Han
atribuye a la posmodernidad, podría ser la clave del cambio que percibimos. Sin embargo, la
descripción que Han hace de este sujeto, tampoco es novedosa. Nuevamente, desde una
perspectiva de género, puede apreciarse que, según Rich, la mujer del siglo XX, no sólo continuó
absorbiendo la frustración del hombre y la formación del ciudadano productivov en el ámbito
privado, sino que el mercado promovió que sumara su actividad laboral en el ámbito público (bajo
el lema “We can do it” de la revolución feminista), feliz de haber logrado un sueldo “propio”, pero
sin descuidar sus tareas del ámbito privado para no sentirse culpable. ¡El sujeto de rendimiento
fue primero mujer! Lo que sí viene cambiando gradualmente, en el marco de la sociedad de la
transparencia, es la caída entre lo público y lo privado: ya no quedan espacios donde parte de la
población pueda dar rienda suelta a sus conductas infantiles, agresivas, o de abuso; y las mujeres
progresivamente van saliendo del rol de madre-terapeuta-sirvienta que sostiene esas conductas
resolviendo la vida doméstica-emocional del hombre, o de víctima sufrida que esconde y absorbe
los problemas de autorregulación de impulsos agresivos y sexuales de parte de la sociedad. El
hogar deja de ser la alfombra bajo la que se esconde la basura. En la sociedad de la
transparencia, la basura queda a la vista. A su vez, estos cambios progresivamente liberan a los
hombres del estereotipo de hombre-fuerte-invulnerable-que-no-llora-ni-sufre; progresivamente el
sufrimiento de los hombres va adquiriendo voz propia y se hace visible en el ámbito público. Lo
que sí podemos considerar, es que en este contexto, los hombres han sido alcanzados por
tecnologías de poder que antes afectaban más explícitamente a las mujeres (quienes siguen
siendo más en cantidad, porque aún son las que más sufren la agresión ambiental). Ese podría
ser, en parte, la novedad de las sociedades de control, del cansancio y de la transparencia; una
nueva capa que logró incluir a más sujetos bajo su control y su agresión estresante. Además,

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podemos acordar que actualmente, el sufrimiento psíquico (tanto masculino como femenino) es
más visible porque está logrando enunciarse en el espacio público.
Finalmente, considerando las características narcisistas de la depresión, lo que más ha
caracterizado, desde siempre, a esta enfermedad es la soledad. Sin embargo, la soledad de la
sociedad de la transparencia y el cansancio, sí tiene características diferenciales respecto a las
soledades de otros momentos históricos: la soledad posmoderna no tiene negatividad (no es la
soledad del albatros que mira de lejos y con desdén al barco pesquero y las gaviotas atrapadas en
el sistema). En términos de Han (2014) esta soledad se caracteriza por la erosión del “otro”, la
ausencia de negatividad (en tanto alteridad que de sentido a lo percibido a través del enigma del
otrovi), con la consecuente pérdida del Eros como motor vital que impulse el enlace libidinal (como
salida del narcisismo). A su vez, se han perdido los rituales y misterios, las sociedades del
cansancio y la transparencia no habilitan, siquiera, el espacio terapéutico porque no hay tiempo ni
consciencia de la falta.
En este contexto, podemos considerar que estamos enfermos de un tipo de soledad, de la que
ni siquiera somos conscientes, un vacío -del otro y de su misterio- que no podemos representar,
una ausencia de extensión temporal que habilite el discurso y el sujeto del aserto, y una falta de
vida que nos transforma en una gran masa de zombies solitarios e inconscientes de su calidad de
tal. La novedad: las leyes del mercado en la aplicación de las tecnologías de poder y la
positividad. Cuanto más desfavorecido eres, más recae sobre ti mismo el deber de salir adelante;
por lo tanto, los más vulnerables son los más sobrecargados.
Todos hemos visto a Nick Vujicic siendo feliz con su familia y surfando olas, ese es el
imperativo: si él puede hacerse cargo y salir adelante, tú también. Si no lo logras: no has puesto
suficiente empeño… en ese caso, el mercado siempre puede ofrecerte algo para ayudarte con tu
flojera.

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Referencias

Castro, R. (2013) De cómo la sociología construye sus objetos: el carácter problemático de los
determinantes sociales de la salud- enfermedad. Idéias, Campinas (SP). Nro. 6 Nova
série, 1º semestre. (Recuperado de:
http://www.ifch.unicamp.br/ojs/index.php/ideias/article/view/1391/965, el 1 de junio de
2017)
Córdova-Plaza, R. (2003). Reflexiones teórico-metodológicas en torno al estudio de la sexualidad.
Revista Mexicana de Sociología, año 65, núm. 2, abril-junio, 2003, México, D. F : 339-
360.
Eremberg, A. (2000) La fatiga de ser uno mismo. Depresión y Sociedad. Buenos Aires, Argentina:
Ed. Buena Visión SAIC.
Freud, S. (1917) Duelo y Melancolía. Obras completas, tomo XIV, p. 234-255. Buenos Aires,
Amorrortu.
Gabbard, G. O., (2002). Psiquiatría psicodinámica en la práctica clínica. Buenos Aires, Argentina:
Ed. Médica Panamericana.
Han, B. C. (2014) La agonía del Eros. Barcelona: Herder Editorial S.L.
Lacan, J. (1971). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma.
Escritos I. Buenos Aires: Siglo veintiuno.
Laplanche, J. (1996). La prioridad del otro en psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu.
OMS (22 de marzo de 2018) Depresión. (Recuperado de: http://www.who.int/es/news-room/fact-
sheets/detail/depression, el 20 de octubre de 2018)
Palomar, C. (2004). Malas madres: la construcción social de la maternidad. (Recuperado de:
http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-
content/uploads/2016/03/articulos/030_02.pdf, el 15 de mayo de 2018)
Rich, A. (1986) Nacemos de mujer: La maternidad como experiencia e institución. España: Ed.
Cátedra, Universitat de Valéncia, Instituto de la Mujer.

NOTAS
i Si observamos el discurso mitológico grecorromano, en tanto reflexión primaria de la depresión en el la

cosmovisión occidental, es posible observar varios relatos donde se distingue la depresión con conductas
patológicas de la tristeza del duelo normal. Por citar tan sólo uno de los tantos ejemplos, es arquetípico el
sufrimiento de Deméter ante un evento horrendo que le sustrajo abruptamente la inocencia (representado
en el trauma del rapto de Perséfone). La diosa, ahogada en su pena, desinvistió al mundo, dejando sin
cosecha a los hombres: el invierno. Además, diversos mitos la describen como envejecida, disfrazada de
otra persona, irreconocible ante el Otro. Si observamos la cosmovisión oriental, en esta ocasión, a través del
taoísmo, vemos una significación de la depresión en términos energéticos. Esta era entendida como un
desequilibrio de la energía de fuego, cuya emoción cuando estaba en déficit, era la melancolía. Esta forma
de dar sentido a la depresión tiene de interesante que los antiguos taoístas ya comprendían la depresión
como síntoma de un desequilibrio global que implicaba primero un exceso de agua (cuya emoción era el
miedo y se asociaba a la retracción de la energía primordial -la libido actual ¿quizás?- ); que ocasionaba un
déficit en la energía de madera (que afectaba los músculos y tendones -acorazamiento de Reich ¿quizás?-,
generando ansiedad e inhibición); para, recién luego desequilibrar el fuego (gobernado por el corazón);
afectando a su vez la energía de tierra (la reflexión, en su aspecto psicológico) y su capacidad de sostener
el equilibrio en forma flexible y adaptativa.

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ii Entre los tantos relatos gregorromanos, aquellos que describen los misterios eleusinos, señalan que ni

la ley del padre (Zeus) logró hacer que la diosa volviera a su trabajo, a producir para la humanidad. Los
misterios eleusinos proponían la salida de este trance a través de un camino iniciático protagonizado por la
risa picaresca (el relato cuenta que la sirvienta Baubo hizo reír a la diosa con un gesto obsceno al levantar
su falda y mostrar sus genitales), la sabiduría de la vieja Hécate (diosa poco nombrada que representa la
sabiduría oculta, intuitiva, del “lado oscuro”, para resolver la entrecruzada existencial) y la ingesta de una
bebida a base de cebada que expandía la conciencia (¡ya entonces había una medicina!). El tratamiento
taoísta para la depresión, proponía un enfoque integral, del cuerpo y de la mente, para recuperar el
equilibrio energético perdido. Este tratamiento se basaba en fuerte trabajo en el eje Metal (respiración) -
Tierra (trabajos de enraizamiento, abrazo del árbol, y técnicas que promuevan la recuperación del eje, del
“centro”) y Madera (elongación y esfuerzo muscular, visión).
iii Gabbard, en su descripción de la etiología de la Depresión Mayor, reseña el resultado de

investigaciones que develan que los mayores predictores, tanto en hombres como en mujeres, son factores
estresantes del ambiente el último año de vida; así como cierto grado de neurotismo que no permitiría al
sujeto tolerar la frustración eficientemente, e incluso, le haría empeorar las condiciones ambientales (por
ejemplo, la persona que abandona a su pareja para evitar ser abandonado, etc.). A su vez, el autor señala
que las experiencias tempranas de abuso, abandono o separación (materna o paterna), indican una
predisposición a desarrollar una depresión mayor durante la adultez ante un ambiente estresante. Esto es
explicado por el autor como cierto rasgo de sensibilidad neurobiológica (patrón de respuesta hormonal)
característico de personas que afrontaron situaciones traumáticas en forma temprana.
iv Según la OMS, no sólo es alarmante el número de personas que padecen esta enfermedad, sino que

las mujeres son las más afectadas, es la mayor causa de discapacidad y existen tratamientos eficaces.
v Rich (1986) explica que en momentos anteriores a la Modernidad, el trabajo era una tarea de toda la

familia, en ese contexto las mujeres y los niños no eran excluidos. Sin embargo, el proyecto de la
Modernidad, quitó a la mujer de la esfera pública como forma de regulación de la vida en pos de personas
productivas para el sistema. En ese sentido, ya no era rentable que las personas se enfermaran y murieran
indiscriminadamente, por lo tanto la mujer, al ser desplazada al ámbito privado pasó a ser el “agente estatal”
que al internalizar las tareas de cuidado como propias de su condición de género, pasó a ser la encargada
de asegurar el desarrollo saludable de los futuros trabajadores (salud, educación, etc.). A su vez, con la
separación de lo público de lo privado, y la relegación de la mujer al ámbito privado, ésta pasó a ser el
amortiguador de las frustraciones de los hombres, que en este ámbito podían volcar sus reacciones
sexuales y agresivas, sin afectar su rol y desempeño en el ámbito público. A su vez, la mujer fue instituída
como madre y contenedora emocional de los trabajadores hombres adultos que sostenían sus crisis
emocionales. En suma, los aspectos infantiles, impulsivos e incluso patológicos de los trabajadores fueron
ubicados en el ámbito privado y la mujer, era la terapeuta-víctima-madre de los hombres. Las enfermedades
mentales estaban, pero fuera de la mirada pública y atendidas por las mujeres. En el siglo XX, a estas
tareas, sin restársele ninguna, se sumaron las tareas de las mujeres en el ámbito público. La internalización
del estereotipo moderno exigía ser capaz de ser buena esposa, buena madre, buena empleada y buena
profesional. El lema de la revolución feminista era “We Can Do it”. El sujeto de rendimiento, fue primero
mujer.
vi Laplanche (1996) recorre obras de Freud en las que el enigma, la falta y la pérdida son abordadas en

relación a su temporalización: Tótem y Tabú (1913), Duelo y Melancolía (1917) y La Transitoriedad (1916).
En Duelo y Melancolía, Freud (1917), a los efectos de diferenciar un duelo normal de uno patológico, ilustra
el desacomodo temporal promovido por la pérdida, la forma en que la realidad psíquica, anclada por la
investidura libidinal al objeto del pasado, se impone a la realidad objetiva. Comienza describiendo el proceso
de duelo, donde el nudo con el objeto del pasado se desata progresivamente y en forma consciente. Freud
continúa describiendo, ahora en el caso de la depresión, que puede apreciarse más claramente como una
pérdida es capaz de llegar a imponer una realidad psíquica anudada en el pasado por sobre la realidad
objetiva, cuando la pérdida de objeto se sustrae de la conciencia. En este sentido, Laplanche considera la
función del enigma, qué preguntas posibilita, en el caso de la función del enigma del duelo: “¿qué quiere el
muerto? ¿qué quiere de mí? ¿qué quiso decirme?”. Según Laplanche, el enigma reconduce entonces a la
alteridad del otro. Este proceso puede comprenderse mejor si se considera el tiempo subjetivo según Lacan
(1971), donde la capacidad de dar sentido a la realidad requiere de un proceso ordenado temporalmente, en
el que lo percibido es significado a través del otro, para recién después alcanzar el sujeto del aserto (el “je”).

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