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Universidad Central del Ecuador

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Carrera de Sociología

Por: Neidé Guerrero Siza

27/07/2018

La experiencia de vivir ilegítima en el círculo privado de las élites.

El presente escrito responde a la necesidad de preguntarse por la construcción de


una identidad que debe enfrentarse a una condición de ilegitimidad que le ha sido
transferida como resultado de relaciones sociales y sexuales indebidas y condenadas por
una cultura aristocrática que demanda prácticas de encubrimiento y despliegue de
violencia sobre el resultado del pecado.

Para mostrar estas relaciones jerárquicas en la esfera privada debido a un estigma,


se explica cómo en la estructura social tradicional de América Latina opera desde la
jerarquía de género y la demanda de honor a las mujeres de élite, lo cual garantiza
mantener la diferencia entre la oligarquía y el pueblo, entre las mujeres virtuosas y las
mujeres públicas.

Esta relación jerárquica en la esfera privada que estigmatiza con el deshonor a los
ilegítimos, y por lo tanto su crianza va a estar atravesada por la violencia y el rencor –
faceta que por falta de información ni Twiman ni Mannarelli pueden reconstruirla dejando
la pregunta planteada- se muestra a través de la biografía de Gladys Guerrero Villagómez,
hija ilegítima que transita el siglo XX y siente la frontera de diferencia que su familia
construyo con ella por el hecho de haber sido un error, un producto de ilegitimidad
horizontal. Las diferentes situaciones que vive en el entorno familiar debido a su marca
le hacen preguntarse constantemente por su identidad e influye en las decisiones
personales que debe tomar y que repercuten en la plataforma pública y privada de su vida.

Relaciones que gestan la ilegitimidad en Latinoamérica

Mannarelli Emma en, “Pecados Públicos: la ilegitimidad en Lima, siglo XVII”,


recupera una declaración en un proceso referente a la ilegitimidad, en el cual se dice:
“EI hombre adquiere la honra por muchos títulos, unos las armas, otros por las letras, otros por las
riquezas y finalmente la adquieren muchos por la nobleza de sus pasados, pero la mujer solo la adquiere
por solo un título que es el de ser casta, honesta y virtuosa y en comparación de esta verdad
experimentamos cada día en una mujer que aunque sea de humilde nacimiento siendo virtuosa se le da
título de honra y los príncipes y señores la respetan y la veneran.” (Mannarelli, 2004:195)

El problema de la ilegitimidad y su resultado en la configuración de una nueva


población mestiza que valoriza la estructura cultural blanca en un proceso de supresión
de la indígena, ha sido el resultado de relaciones jerárquicas en donde lo denominado
“blanco” o “élite” en Latinoamérica funciona reproduciendo el sistema cultural europeo.
O como lo propone Mignolo, la colonialidad se hace interna cuando las élites despliegan
una “doble conciencia” que permite la ejecución del proceso independentista y a la vez
inicia un proyecto de traslación de Europa a Latinoamérica, haciendo hegemónico a este
proyecto civilizatorio subordinando y en algunos casos extinguiendo a las civilizaciones
“otras” (Mignolo, 2000:55-69)
Así, la forma de estructuración social implementada en el “nuevo” territorio
demanda que el patriarcado y la estructura de género echen raíces en las relaciones
sociales que se construyen en la esfera privada y pública entre los diferentes grupos
sociales; lo cual desemboca en una “complementariedad jerárquica”1 que configura tipos
de comportamiento ideales o expectativas de acción de cada grupo social.
La élite, al reproducir los valores aristocráticos españoles, tiene como eje de
acción el cuidado de la honra y la virtud; prácticas y valores que se reproducen de forma
histórica desde la colonia hasta la contemporaneidad con trasformaciones de forma y no
de fondo, especialmente en la construcción del género femenino.
Esta estructura cultural y simbólica que por procurar la honra de una familia
justifica prácticas como el control de la sexualidad femenina, y ya que “las restricciones
que controlaban la sexualidad femenina son sociales, y por consiguiente, necesariamente
históricas.” (Twiman, 2009:100) esta estructuración se mantiene en la actualidad con
juicios de valor sociales que condenan al género femenino por actos “pecaminosos”.
Esta práctica social de la élite hacia sus mujeres da cuenta de la estructura de
género en acción, ya que “las mujeres de la élite tenían personalidades públicas y
posiciones en la esfera civil precisamente porque poseían un honor que debían mantener
y pasar a la generación siguiente.” (Twiman, 2009:105-106); los hombres, por otro lado,

1
es decir la forma asimétrica en que se relacionan los diferentes grupos sociales en un espacio, lo cual
permite identificar al grupo hegemónico. (Barragán, 1997: 420)
tenían la flexibilidad de menor control sexual y costo social, producto del cual la mayoría
de la población mestiza Latinoamericana deviene de una “ilegitimidad vertical”2.
La historia de vida de Gladys nos muestra cómo las prácticas que se usaron para
proteger el honor de América (madre biológica) y las prácticas que se despliegan hacia
su abuelo, quien tuvo una hija ilegítima y sin reconocer, difieren en tanto que el honor de
una familia, de un apellido, recae sobre las mujeres pues son ellas las que transfieren el
prestigio a las generaciones siguientes, o en su defecto el estigma de la ilegitimidad.
Así, cuando Gladys se entera de que Mercedes (su prima) es hija de su abuelo
declara que:
“He pasado gran parte de la noche pensando en mi abuelo, abuela, Josefina, Mercedes, en fin en
toda la familia. Todos son increíbles, me hacen pasar como hija, y a la hija como sobrina pobre, que mi
abuela tan generosamente ayuda. De una cosa si estoy segura: todo debe ser culpa de Josefina y mi abuela,
mi abuelo fue la víctima de estas dos mujeres, él no tiene la culpa, lo obligaron a actuar de esa manera.”
(Guerrero, 2009:77)

El coste social y familiar hacia Julio Guerrero no existió, no hubo reclamos; sin
embargo este episodio tuvo cabida cuando al desplegar prácticas de encubrimiento para
cuidar la honra de América, llevando a cabo un embarazo privado -el cual lo vive en una
hacienda que tienen en el Guayas- acompañado tan solo por su madre y una sirvienta.
Este traslado, que deja sin mujer a Julio Guerrero, se debe a que en Quito al tener un
círculo social perteneciente a la élite, y por lo tanto reducido, hubiera sido fácil levantar
la sospecha; es por eso, dice Guillermo Guerrero (primo), “que se dijo a los amigos que
se iban de viaje por un año a Estados Unidos, tiempo en que el abuelo tuvo una relación
con Julia, la hermana de la abuela” (G. Guerrero, comunicación personal, 30 de junio del
2018).
Las prácticas de encubrimiento que se despliegan patológicamente en las élites en
donde ha existido una “ilegitimidad horizontal”3, hacen del “embarazo privado […] una
conspiración social que permitía a las mujeres estar embarazadas y dar a luz al tiempo
que mantenían su reputación publica como vírgenes y mujeres de honor.” (Twiman,
2009:109), mientras que “la promiscuidad sexual asociada con el machismo era típica de
los hombres coloniales [y de la masculinidad hasta la actualidad], [por lo cual pagan] un
precio mucho menor por su actividad sexual que las mujeres.” (Twiman, 2009:100)

2
Relaciones “amorosas” entre hombres de la élite y mujeres públicas que gestaban hijos ilegítimos.
(Barragán, 1997: 410).
3
“relaciones amorosas entre hombres y mujeres de grupos sociales relativamente similares que no se
enmarcaban dentro del “matrimonio” y que podían tener hijos llamados naturales” (Barragán, 1997:
410).
La experiencia antes descrita, que ocurre a mediados del siglo XX, muestra como
las élites latinoamericanas reproducen la jerarquía de género en el círculo privado y
esperan que sus mujeres, a través de un control sexual desde la moral y el honor familiar,
sean las encargadas de mantener el prestigio social, orillándolas a ser el objeto de la
violencia en el círculo privado, ya que son a ellas a las que se les demanda para borrar el
estigma, el pecado el abandono de sus hijos por ser bastardos (caso de Gladys), o negarlos
hasta la ceremonia de casamiento donde la ilegitimidad es borrada y el honor
recompuesto.
Ilegitimidad y estigmatización en la esfera privada, un estudio de caso
“Dedicado a los niños que les hicieron creer y sentir que no merecían ser amados”
Con esta frase Gladys inicia su obra autobiográfica, y es desde este lugar de
escritura que bosquejamos e intentamos responder a la pregunta que se hace Ann Twiman;
“¿Quién los amaba? Nuestra preocupación los sigue en una exploración de las maneras
como la ilegitimidad afectaba o no a las relaciones privadas que se encontraban en el
corazón de la infancia de la mayoría de los hispanoamericanos.” (Twiman, 2009:225)
Pregunta que ella responde desde las prácticas de comportamiento con los
ilegítimos como la de enviarlos lejos del núcleo familiar en edades de 11 a 14 años, o la
forma en que se les niega una herencia, sin embargo la biografía que cuenta Gladys nos
permite visibilizar prácticas en el círculo privado y responder ¿Quién los amaba?.
El crecer como ilegítimo dentro del circulo privado significa dos formas de trato
opuestas; la cálida que no implementa diferencia con los otros, y la amarga que implica
una estigmatización del ilegítimo en la esfera privada lo cual marca prácticas de trato
diferenciadas que construyen su subjetividad.
Transferencia del estigma
La familia Guerrero, al cuidar el honor de su hija en la esfera pública opera bajo
la Patria Potestad que el padre detenta y la madre ejerce en la esfera privada, siendo este
el título
“que determina la jerarquía entre los distintos componentes de la sociedad y la familia, su relacionamiento
y el uso de la violencia. Es decir que la matriz que articula las relaciones de la sociedad en su conjunto,
como las relaciones de género, han estado regidas por este principio de tal manera que tanto la “esfera
pública” como la “esfera privada” constituyen ámbitos regulados por este principio de potestad
generacional de autoridad y violencia.” (Barragán, 1997:408)
La violencia -el hecho de impedir un casamiento debido a que el padre de Gladys
es de un estrato social más bajo, haciendo que América abandone a su hija- y el estigma4

4
Goffman identifica tipos de estigmas que marcan la discriminación por caracteres físicos hasta los valores
sociales que se le asigna a un sujeto, lo cual implica que su configuración y relacionamiento social va a
se despliegan en el mundo privado hacia América y solo se borra esta imagen en el
momento en el que ella recupera su honra al casarse; así América expresa su
insatisfacción contra el trato de su madre diciendo que “No es correcto que yo tenga que
ser la sirvienta de la casa, después de todo no es justo tener que pagar de esta manera mi
pecado” (Guerrero, 2009:5); y mostrando que a pesar de haber cuidado su imagen pública,
en la esfera familiar América se merecía un trato diferenciado, haciéndola sentir
estigmatizada, por su inadecuado comportamiento, trato que se despliega a la vez por la
patria potestad que tienen sus padres sobre ella.
Ann Twiman explica que el restablecimiento de la honra es factible en las mujeres
de la élite a través del matrimonio principalmente, lo cual permite que su prole no sea
afectada debido a que es la mujer la que transmite la honra; lo mismo se puede decir de
la transmisión del estigma, es la madre la que pare ilegítimos y los marca.
Una crianza diferente
El estatus de nacimiento de un individuo se caracteriza por cuatro elementos dice
Ann Twiman, el que nos interesa es el “estatus social” “que dependía de si el
reconocimiento por parte de los padres y parientes era privado o público.” (Twiman,
2009:184)
El caso expuesto es paradigmático debido a que ella es aceptada en la esfera
pública llevando los apellidos de sus abuelos, más sin embargo puertas adentro es a ella
a quien se la interpela como deshonrosa y vergonzante para la familia ya que es
concretamente la que tensiona el estatus de la familia. La marca que deben llevar los
ilegítimos, Gladys, depende de cómo es el trato en la esfera privada.
Así, la transferencia del estigma es identificable en el momento en que su madre
contrae matrimonio, dando paso a que su abuela con la misma patria potestad que
castigaba a su hija castigue a Gladys. Forma de trato amarga que construye una
subjetividad interpelada por su círculo familiar en la niñez, adolescencia y adultez.
A los 7 años, su tía abuela, con palabras crudas y fuertes le hace saber que ella es
hija de la que conocía como hermana, temporada que coincide con el casamiento de
América y por lo tanto la restauración de su honor y el traslado de su estigma a Gladys.

estar atravesado por la estigmatización que los otros le hagan, para una mayor profundidad en esta tería
revisar: Goffman, Erving, “Estigma, la identidad deteriorada.”. 1ª ed. 10ª reimp.- Buenos Aires: Amorrortu,
2006.
El trato diferente que le da su abuela, quien delega el maltrato físico a su hijo
Cesar, no lo entiende hasta que se entera de su condición de nacimiento. Tiempos en que
“Como las palizas ya no surtían tanto efecto, decidieron encerrarme en un cuarto oscuro. Yo daba gritos,
no de miedo sino de rabia y la impotencia. Recuerdo que cuando ya me cansaba de gritar, mi abuela decía:
“Por fin se calló esta muchacha de mierda”. Yo oía y le contestaba: “Solo estoy descansando, vieja hija
de puta” esas palabras le producían mucha rabia a la abuela y ordenaba a su cómplice: “Cesar Aníbal,
sácala del cuarto y llévala a la pileta y métela la cabeza”. Él, obedeciendo sus órdenes, me sumergía hasta
que yo casi moría asfixiada.” (Guerrero, 2009:35-36)

Violencia que se mantuvo durante toda su infancia haciendo de Gladys una


persona rencorosa, y cuando la abuela se enteró de que Gladys sabía la verdad se elevaron
al nivel psicológico lo cual llevaba a más enfrentamientos violentos, reclamándole le
decía:
“- Tienes la sangre maldita de tu padre, eres igual al miserable de tu padre. Levanté la voz y dije:
-Cállese la boca y no se meta en mi vida
América viendo mi reacción tan violenta y grosera de mi parte dice:
-Gladys Enith, no seas tan grosera con mamacita
-América, también te callas la boca, tú eres mi hermana, por eso no tienes ningún derecho de opinar en mi
vida; yo no tengo madre, ni padre, por lo tanto nadie puede ordenarme nada. Papacito es el único que
puede ordenarme, y eso porque yo he decidido que puede hacerlo. Además y para que se enteren, Papacito
y yo somos los únicos cuerdos de esta familia. Yo porque no me parezco a ustedes, por lo tanto me parezco
a mi padre, quien –estoy segura- es una magnífica persona y Papacito porque es Guerrero, todas ustedes
son Villagómez, y todas las Villagómez son locas.” (Guerrero, 2009:72)

A pesar de que Gladys expresa su diferencia cuestionando la autoridad, la Patria


Potestad que ejercen contra ella refuerza su estigma lo cual la orilla a buscar a su padre
legítimo optando por preguntarle directamente a América, de quien no recibe respuesta,
hasta leer toda la biblioteca, que su Papacito puso a su disposición, en busca de
información. Al no saber quién es su padre, y con 14 años, opta por tomar medidas
diferentes para librarse de su familia materna; así conquista al que será su marido, el cual
le lleva 10 años, y sabiendo que no le iban a consentir el matrimonio decide embarazarse
para que la obliguen a casarse y al fin marcharse de este lugar que la hacía sentirse odiada,
trasladándose a Estados Unidos.
Esta experiencia, según Twiman, da cuenta de “momentos en los que [los
ilegítimos] sentían que realmente no pertenecían a ningún lugar.” (Twiman, 2009:226),
además de coincidir con el momento y edad en que normalmente “los adultos hacían los
preparativos obvios para que los niños a su cargo dejaran el círculo protector privado de
la familia y los amigos y entraran al mundo adulto y público.” (Twiman, 2009:226)
La noticia de su boda a la abuela la puso de buen humor, ya que al fin se libraría
de ella. Sin embargo, el estigma que su familia despliega permanentemente sobre ella en
la esfera privada, hace que soporte un matrimonio violento y que sea preferible ese trato
al que volvería a recibir si regresa con su familia y declara:
“Mis amigas no pueden comprender cómo es posible que continúe viviendo con Rodrigo, ninguna
de ellas sabe la verdad de mi vida, por lo tanto no comprenden por qué razón no vuelvo a Ecuador con mis
padres. No contesto nada, es demasiado doloroso explicar por qué. Regresar me aterrorizaba. Era peor
que vivir con él. […] no puedo darles a mis hijos la vida que me dieron a mí, […] no estoy segura si mi
familia, excepto mi abuelo, harían lo mismo que hicieron conmigo.” (Guerrero, 2009:160)

Situación que confiesa a su Papacito -único que ama y respeta porque siente lo
mismo por parte de él- en 1967 cuando su matrimonio se termina de forma definitiva y
decide que no volverá con su familia.
La etapa madura de su vida se centra en su trabajo, incursiona en el sindicalismo
y encuentra una nueva pareja, con la que se traslada a Belice e incursionan en varios
negocios; sin embargo ella mantenía la necesidad de saber quién era su familia paterna,
su primer motivo para la época era por su hijo ya que padecía de epilepsia y necesitaba
conocer el historial médico del resto de su familia, el otro y más importante es que aún
no sabía quién era ella.
El estigma vuelve a flor de piel cuando el hombre con el que decide rehacer su
vida no está a la altura de la familia y el apellido Guerrero, obtiene el reclamo de su
abuela, mientras que el resto de la familia llegó a ignorarla al punto de hacer como si no
existía a excepción de su Papacito.
Por último la muerte de sus abuelos marca el fin de su relación con el resto de
personajes familiares; primero el de la abuela, experiencia en que encuentra repugnante
la acción de los hijos ya que se disputan la herencia de su madre ni bien enterrada.
Segundo, la de su Papacito, sabiendo que está enfermo reclama su herencia materna para
invertirla en enfermeras para su padre, motivo por el cual fue
“a la oficina para hablar con Cesar. Para mi asombro también se encontraba ahí mi medio
hermano Edmundo, hijo de América. Recuerdo que comencé pidiendo: “necesito mi parte de la herencia
de mi abuela”, lo siguiente que recuerdo es que me encontraba en un estado desastroso de llanto. Sé que
Cesar y Edmundo me ofendieron de tal manera que lograron hacer de mí un guiñapo humano. ¿Qué me
dijeron? No lo recuerdo y creo que es mejor así, sé que hablé con Bob [esposo] por teléfono y dijo “Regresa
y renuncia a todo lo de estos miserables”. Efectivamente lo hice y cuando alguien me increpa más que
pregunta que cómo se me ocurrió ceder tanto dinero, contesto que fue el valor de mi integridad y mi paz”
(Guerrero, 2009:489)

Días después muere su padre, ella se entera tres días después por el pésame que
le da una amiga entrañable, y una vez más siente el daño, exclusión, diferencia y frontera
que su familia ha construido alrededor de ella, y dice:
“No pude llorar, me hubiese gustado darle un beso en la frente y despedirme de él; es increíble, esta familia
a la que tuve la suerte o la desgracia de pertenecer, hasta el último momento tratan de hacerme daño,
todos sabían cómo papá me quería y cómo yo lo amaba, y no me informaron para que no fuera a su entierro.
Me negaron hasta ese derecho.” (Guerrero, 2009:491)

Twiman encuentra dos constantes en su estudio sobre las prácticas en los círculos
privados en las élites, diciendo que los ilegítimos “podían no recibir un tratamiento igual
a la de sus medios hermanos legítimos; podían no heredar si uno de los padres moría”
(Twiman, 2009: 225). Contrastando con el caso de Gladys, se cumplen ambos patrones;
ella nunca es tratada de la misma forma que al resto de sus hermanos, y, cuando enferma
y muere su “padre” se le niegan los derechos legales que tenía sobre la herencia familiar
ya que ella era legalmente una Guerrero Villagómez; mostrando como el proceso de
estigmatización en el círculo privado despliega prácticas de diferenciación y violencia en
contra del sujeto al que se le asigna el estigma, en este caso el del deshonor; o como lo
explica Barragán: “si la distinción tenía importancia a nivel de la herencia, ilegítimos y
naturales fueron despreciados por los grupos dominantes porque constituían la expresión
del deshonor, del pecado, de la vergüenza y de uniones generalmente inter-clases e inter-
raciales ilícitas.” (Barragán, 1997: 417)

Conclusiones
La experiencia de la ilegitimidad horizontal en la élites latinoamericanas se ve
determinada por la probabilidad de que la mujer sea capaz de recuperar su honor en
matrimonio y así trastocar el proceso de condena social para ella y su prole, o, si por
causas diversas la mujer debe hacer uso de prácticas encubridoras de su embarazo y por
consiguiente obtener la complicidad de su familia para que la criatura que resultó de un
desliz en la moral femenina sea desvinculada completamente de la madre haciendo que
sea criada por personas de su familia entre otras opciones.
Esta condición que deja a personas con el título de ilegitimidad nos muestra cómo
la honra de la mujer puede ser restaurada a través de mantener su imagen en el mundo
público, mientras que en la esfera privada la que debe cargar con el estigma, transferido
por la madre, es la criatura que no tiene conciencia de la marca que le entregaron al nacer.
La pregunta de Twiman, ¿Quién los ama? Nos permite mostrar cómo (cuándo se
los cría como el resultado de un pecado) las élites despliegan prácticas discriminadoras
que responden a la transferencia del estigma en el círculo familiar; lo cual significa, para
el que la detenta, un trato diferenciado que lo marcará en las decisiones que tome en su
vida privada y por lo tanto en la pública; debido a que su subjetividad se verá interpelada
de forma constante por el estigma.
Bibliografía:
Barragán, Rossana, “Miradas indiscretas a la Patria Potestad: articulación social y
conflictos de género en la ciudad de La Paz, siglos XVIII - XIX”. En Más allá del silencio,
compilado por Denise Arnold, 407 – 454. La Paz; ILCA – CIASE, 1997.
Goffman, Erving, “Estigma, la identidad deteriorada.”. 1ª ed. 10ª reimp.- Buenos
Aires: Amorrortu, 2006.
Guerrero, Gladys. (2009), “Yo… Gladys Enith”. BRC Printing Ltd., Benque
Viejo, Belice.
Mannarelli, Emma, “Pecados Públicos: la ilegitimidad en Lima, siglo XVII”. En
Escuela cusqueña, siglo XVIII - Colección Barbosa-Sternfata Jorge Deustua, capítulos I
– V y VI. Lima – Perú; [1993] 2004.
Mignolo, W. La colonialidad a lo largo y ancho: el hemisferio occidental en el
horizonte colonial de lo modernidad en Lander, E. (2000). La colonialidad del saber:
europocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires:
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, pp. 55-69.
Twinam, Ann, Vidas públicas, secretos privados. Género, honor, sexualidad e
ilegitimidad en la Hispanoamérica colonial. Argentina, Fondo de Cultura Económica,
2009.

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