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Esta categoría incluye a los archivos históricos documentales conformados en los diversos
países de América Latina.1 El Consejo Internacional de Archivos propone que un archivo
engloba un conjunto documental producido por una persona u organismo público o privado,
que se conserva y es transmitido por su valor archivístico; así mismo, es la institución
encargada de reunir, sistematizar y conservar el material documental, además de brindar
acceso a su consulta; finalmente, la definición comprende al edificio destinado para el
resguardo del fondo.2 De manera general, un archivo puede considerarse de tipo
administrativo o histórico, según el ciclo vital de los documentos contenidos, la diferencia
entre ambos implica el tiempo que ha transcurrido entre su creación y su consulta. Cuando
el contenido informa sobre lo ocurrido 40 ó 50 años antes de su revisión, el acervo adquiere
su carácter de histórico. Cabe mencionar que la clasificación temporal varía en cada
institución archivística.
A partir de las indagaciones, puede sugerirse que el calificativo “Nacional” de un archivo
hace referencia al acopio de la documentación generada por las oficinas del poder federal o
central, mientras que el apelativo “General” sugiere la recopilación de los anteriores
expedientes más los producidos en el interior, es decir, en las provincias, estados o
departamentos de un territorio nacional. Así, puede observarse que la tendencia en los
repositorios que existen en América Latina utilizan mayormente las denominaciones:
Archivo General de la Nación (Argentina,3 Colombia,4 El
5 6 7 8
Salvador, México, Nicaragua, Uruguay, República Dominicana,9 Perú,10 y
Venezuela11 ), Archivo Nacional (Bolivia,12Brasil,13 Chile,14 Costa
Rica, Cuba, Ecuador, Honduras, Panamá, y Paraguay20 ) o Archivo General (Puerto
15 16 17 18 19
Utilidad[editar]
La conservación de la memoria histórica es una de las preocupaciones universales de la
humanidad. Debido a su amplitud y a la intencionalidad de su preservación, el resguardo de
la información requiere de un proceso selectivo en que cada sociedad condiciona aquello
que quiere recordar u olvidar de su pasado.23 Históricamente, el Estadose ha encargado de
generar, seleccionar y transmitir las huellas que testifican y legitiman sus acciones ante las
generaciones futuras, quienes a su vez asimilan o interpretan tales registros. Baste retomar
el planteamiento de Max Weber sobre la creación de documentos en la burocracia moderna:
La administración del cargo moderno se funda en documentos escritos ("archivos") que se conservan en forma
original o como proyectos. Existe, así, un personal de subalternos y escribas de toda dase. El conjunto de los
funcionarios "públicos" estables, así como el correspondiente aparato de instrumentos y archivos, integran una
"repartición"; esto mismo es lo que en la empresa privada se llama "oficina". 24
Los archivos cumplen una doble función al almacenar los testimonios de determinados
acontecimientos; en primer lugar, como comprobantes de su efectiva ejecución y en un
segundo momento, sirven como base para la reconstrucción histórica, es decir, se
convierten en las fuentes documentales que sustentan la interpretación de sucesos realizada
por un historiador.
Establecimiento[editar]
Dentro del territorio que actualmente se comprende por América Latina, el interés por
preservar la memoria tiene sus antecedentes propios en la época precolombina. No
obstante, la mayor parte de la información conservada fue producida a partir del arribo de la
cultura europea, especialmente al introducirse la escritura alfabética y el ejercicio
burocrático, principal generador de documentación oficial. Gran parte de ésta fue generada
durante el periodo colonial y recuperada por los Estados nacionales, con la intención de dar
seguimiento administrativo a todos los ámbitos sociales de los países nacientes. El nuevo
orden político creó sus propias instituciones y herramientas documentales para lograr su
funcionamiento práctico, fortalecerse a sí mismo y establecer los parámetros en que se
preservaría su memoria oficial. Años más tarde y de acuerdo al ciclo vital de los
documentos, estos registros adquirieron su carácter histórico y dieron origen a los actuales
acervos ubicados en los distintos archivos latinoamericanos. Puede señalarse que el primer
archivo regional para Hispanoamérica fue el Archivo General de Indias, establecido por la
Monarquía española, en la ciudad de Sevilla, en 1785; su creación tenía como objetivo
centralizar el manejo de información y reunirla en un solo espacio acondicionado para tal
ejercicio. Tras las independencias, los Estados nacionales fueron los nuevos interesados en
crear y controlar la documentación, proveniente de las instituciones establecidas por cada
régimen en sus territorios recién configurados. De esta manera, surgieron los primeros
repositorios de carácter nacional, antecedente inmediato de los actuales archivos
latinoamericanos.
Años más tarde y de acuerdo al ciclo vital de los documentos, estos registros adquirieron su
carácter histórico y dieron origen a los actuales acervos ubicados en los distintos archivos
latinoamericanos. Puede señalarse que el primer archivo regional para Hispanoamérica fue
el Archivo General de Indias, establecido por la Monarquía española, en la ciudad
de Sevilla, en 1785; su creación tenía como objetivo centralizar el manejo de información y
reunirla en un solo espacio acondicionado para tal ejercicio. Tras las independencias,
los Estados nacionales fueron los nuevos interesados en crear y controlar la documentación,
proveniente de las instituciones establecidas por cada régimen en sus territorios recién
configurados.25 De esta manera, surgieron los primeros repositorios de carácter nacional,
antecedente inmediato de los actuales archivos latinoamericanos.
La fase inicial de la organización de archivos nacionales y generales en América Latina
comenzó en la década de 1820 y continuó durante los tres decenios siguientes. Debido a las
inestabilidades políticas de los países emergentes, la consolidación de estas instituciones se
tornó difícil y fue necesaria una reconfiguración de la normatividad archivística, a partir de
1880, con el objetivo era conseguir el afianzamiento de los archivos como herramientas de
los Estados nacionales. Para ilustrar este proceso, puede mencionarse al Archivo General de
la Nación Argentina, fundado en 1821 y refundado en 1884; un caso similar fue el
experimentado por el Archivo de la nación boliviana, cuya instauración ocurrió en 1825 y
su posterior reorganización en 1883; un tercer ejemplo es el caso del acervo brasileño,
constituido en 1838 y reconfigurado en 1893.
Utilización y mejoramiento[editar]
Aunado a este primer periodo de los archivos latinoamericanos, puede observarse un
proceso de evolución en el aprovechamiento de los fondos documentales, donde la
información contenida, además de sustentar las acciones del Estado, se convirtió en una
fuente para la investigación histórica. Como evidencia de esta transformación se encuentra
el surgimiento de las primeras historias nacionales en América Latina, entre las que pueden
destacarse: La historia general del reino de Chile, coordinada porBenjamín Vicuña
Mackenna y publicada entre 1877-1878, así como México a través de los siglos, dirigida
por Vicente Riva Palacio y publicada en 1884.26
El proceso de profesionalización archivística, propio del siglo XX, caracterizó una tercera
etapa general de los archivos latinoamericanos. Durante la primera mitad de esta centuria,
los repositorios incorporaron y sistematizaron con mayor cuidado la documentación, se
agilizó su consulta y se generaron organismos de difusión e investigación. Además,
surgieron proyectos para la reproducción de materiales significativos del acervo y, sobre
todo, se iniciaron algunas publicaciones periódicas de contenido archivístico e histórico.
Como muestra de este fenómeno pueden mencionarse tres ejemplos: el Archivo General de
la Nación de México comenzó a publicar, en 1930, Legajos. Boletín del Archivo General
de la Nación; un evento similar ocurrió en República Dominicana, donde el Archivo
General sacó a la luz la revista Clío en 1933 y el Boletín del Archivo General de la Nación
en 1938; un tercer ejemplo puede observarse en el acervo peruano, con la aparición de la
Revista del Archivo Nacional del Perú en 1920.
En la segunda mitad del siglo XX, puede verse otra etapa en las publicaciones producidas
en los acervos latinoamericanos, enfocada en la construcción de guías e inventarios
documentales, manuales archivísticos, folletería, boletines diversos, monografías, memorias
de congresos especializados, etcétera. En esta fase, la disciplina archivística evidencia su
consolidación, a través de la catalogación óptima de los documentos, la realización de
congresos archivísticos, el surgimiento de normatividades para la homologación del
tratamiento y manejo de la información, la llegada a consensos y la creación de redes
internacionales para la mejora de los procesos de conservación y de consulta. Respecto a
este último apartado, pueden mencionarse dos ejemplos: el Programa Memoria del Mundo,
creado por la UNESCO en 1992, que impulsado por “la conciencia creciente del lamentable
estado de conservación del patrimonio documental y del deficiente acceso a éste en
distintas partes del mundo”,27 apoyó con recursos y asesoría en la ordenación de los
expedientes almacenados en toda América Latina; en segundo lugar, se encuentra la
Asociación Latinoamericana de Archivos (ALA),28 creada en 1973 como una entidad de
carácter profesional y cultural que busca servir como promotor del desarrollo archivístico
de Iberoamérica.29 Se encuentran agremiados a esta asociación todos los países
latinoamericanos, con excepción de Venezuela.
Aparte de los fondos nacionales, otros acervos privados y locales se han beneficiado de
proyectos internacionales que han permitido el resguardo documental, a través la
microfilmación y la digitalización; entre estos pueden destacarse los programas
emprendidos por FamilySearch30 y Fundación MAPFRE.31
Tendencias actuales[editar]
En América Latina, este proceso de evolución institucional es resultado del avance de dos
procesos. El primero relacionado con el desarrollo de la disciplina histórica y el segundo
ligado a la apertura legal de acceso a la información. Como se mencionó, la documentación
del pasado es la fuente primordial en el ejercicio de los historiadores y, por tal razón, el
proceso de profesionalización de la disciplina histórica ha impulsado el mejoramiento del
resguardo, manejo y acceso a la información de los archivos. Así, a partir de la segunda
mitad del siglo XX, la multiplicación de espacios de investigación ha revalorado la
importancia que tiene la preservación de los fondos documentales. Por otra parte, las
legislaciones locales han contribuido a la accesibilidad pública de la información y
permitido el tránsito a una nueva etapa, caracterizada por la descentralización de las
instituciones archivísticas, donde éstas han adquirido progresivamente un carácter
autónomo frente a los Estados nacionales.
Dada la utilidad demostrada desde su apertura, los archivos nacionales continúan
engrosando sus acervos, con la documentación generada por las administraciones actuales;
los archivos son instituciones vivas que siguen creciendo y evolucionando en sus formas de
almacenamiento y consulta, apoyadas en las nuevas tecnologías que tienden a la
digitalización de los documentos y a permitir su consulta desde plataformas virtuales.
Aunado a esto, siguen multiplicándose los esfuerzos de conservación internacional para
mejorar la preservación documental nacional. En este escenario sobresale el papel que
desde 1990 desempeña el Programa Iberarchivos-Programa ADAI,32 surgido por acuerdo
de las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y Gobierno,33 cuyo objetivo es reforzar
la solidaridad entre los 17 países que conforman el programa.
1945
Venezuela 1836 1877
- Libro de los Privilegios del Temple, siglo XIII, son unos 200 y todos relativos a los
privilegios otorgados a la Orden del Temple. Contiene 5 cartularios.
- De todos los registros del archivo, hasta el siglo XV, se realizaron unos índices
(por Diego García y su hijo), pero siguiendo la costumbre de la época, es decir,
indicando por el nombre y no por el apellido. Aún se conservan. También se
conserva un índice de materias, pero sólo del Patrimonio del Rey.
». Cuando en 1785 Carlos III creó el Archivo General de Indias de Sevilla, que
reuniría la documentación relativa a la América española, a la función
administrativa de los archivos se agregaban los intereses de la investigación
histórica.
La maquinaria administrativa colonial hispanoamericana, caracterizada por el
centralismo, el afán reglamentarista, el intervencionismo de Estado y el
consecuente burocratismo, necesitaba el apoyo documental para su
funcionamiento y control. De ahí el temprano surgimiento de los archivos en las
sedes de los organismos del gobierno colonial y en los principales centros
urbanos.
Desde 1779 Juan Bautista Muñoz tenía como misión encargar la Historia del
Nuevo Mundo (para rebatir la escrita por Robertson), recorre bibliotecas y archivos
y en Simancas se encuentra un gran desastre. Ante esta segunda denuncia se
crea una comisión para habilitar un nuevo lugar para esa documentación. En 1781
una Real Orden de Carlos III funda un nuevo archivo en la Casa Lonja de Sevilla.
«(..) por cuanto en estas casas reales, con acuerdo suyo de los Oficiales Reales
de Su Majestad desde Reino, que al presente se ha hecho un aposento para
donde esté la caja real y Hacienda de Su Majestad, donde al presente está, y para
quintar el oro y plata y esmeraldas que en este Reino hay, e para que los dichos
Oficiales oigan los pleitos y diferencias tocantes a la dicha Real Hacienda,
conforme a una Cédula Real de Su Majestad que sobre ello hay y nuevamente ha
enviado, y para que en todo haya buena cuenta y razón es necesario que en el
aposento susodicho, donde la dicha caja y Tribunal está, se tenga un archivo en el
cual estén todos los papeles, cuentas y libros tocantes a la dicha Hacienda Real
después que este Reino se descubrió y los que adelante se ofrecieron e hicieren
de nuevo, porque de no sé haber hecho hasta aquí ha habido grandes
inconvenientes y no tan buen recaudo en los dichos papeles y cuentas como
convenía, y se han quemado y perdido muchos por estar en bohíos y casas de
paja,' por tanto su señoría mandaba y mandó a los dichos Oficiales Reales, que
dentro de seis días, después que les sea notificado, hagan el dicho archivo y le
pongan en el dicho aposento, junto con la dicha caja real, para que perpetuamente
estén juntos y metan en él, dentro del dicho término, por inventario, todos los
papeles, cuentas, recaudos, libros de Hacienda Real que se han hecho en este
Reino, después que se descubrió hasta el día de hoy y todo lo demás que fuere
menester tocante a la dicha Hacienda Real, y así mandó se les notifique por
auto.» 1