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La insondable soledad de

la prosa de Marguerite Duras


Fabienne Bradu

Confieso que hacia fines de los ochenta, el robado en la Riviera francesa. En un lapso vencijadas corazas, atrincherada en sus alti-
personaje y la prosa de Marguerite Duras breve el dueño recobró el automóvil, cosa vos silencios, Marguerite Duras, por fin o
se me volvieron francamente insoporta- que suele suceder con semejantes marcas, h é l a s,se coronaba reina de las letras france-
bles. El éxito de El Amante, en 1984, exa- pero se quejó amargamente de que su ejem- sas. En pocas palabras, parecía convertirse
cerbó lo peor de su personalidad y no creo plar de El Amante había desaparecido de la en el peor pastiche de sí misma y la avalan-
exagerar si afirmo que buena parte de los guantera. También recuerdo el deleite de cha de devotos que su éxito acarreó terminó
lectores de sus primeras novelas termi- Marguerite Duras al narrar el incidente de sumergir a la figura bajo el lodo de la
namos con una indigestión al punto de la como si la realidad acabara de vengar todos caricatura.
náusea. Ella siempre había resarcido los des- los sinsabores de una vida: una novela suya Pero el tiempo rescata lo mejor de los
denes de la crítica con desafiantes mues- resultaba más codiciada que un Rolls-Royce. muertos y, al paso de los años, Marguerite
tras de narcisismo, pero se antojaba que Fuera cierto o no el episodio, ella se rego- Duras fue resurgiendo como las irisadas
había perdido la medida que separa la terc a deaba en la venganza como si ésta fuera un medusas que suben hacia la superficie del
y justa apuesta por una obra de la fanfa- viático para las provocaciones y las neceda- mar y brillan bajo los fulgores de la aurora.
rronería ególatra. Recuerdo que en esos des, una descalificación masiva de los demás Mi particular reconciliación con Marguerite
años, en un programa televisivo de gran escritores franceses y la confirmación defi- Duras sucedió hace relativamente poco,
audiencia, Marguerite Duras contó una nitiva de su propio genio. Asimismo, le gracias a la involuntaria intervención de dos
anécdota que bien podría resumir sus de- daba pie para explayarse en sus extravíos escritores. El primer intercesor fue Enrique
lirios de diva de las letras. Poco después de estalinizantes y su ciega devoción hacia el Vila-Matas quien, en su reciente novela París
la publicación de El Amante, cuando las gobierno de François Mitterand. Pe rt recha no se acaba nunca, evoca las lecciones de
prensas de las ediciones de Minuit trabaja- tras sus gruesos anteojos, tan arrugada como ética literaria que le propinaba su casera de
ban día y noche para abastecer la demanda una iguana camboyana, hinchada por el la rue Saint-Benoît. Marguerite Duras le ha-
de los libreros, un Rolls-Royce negro fue alcohol y los chalecos encimados como des- bía apuntado en una exigua hoja de papel,

Con su esposo Robert Antelme De niña, con su madre y hermanos, en Indochina

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En 1942 con Robert Antelme y Dionys Mascolo En marzo de 1990

casi como una receta médica, los pasos a Estaba sola en esta casa. Me encerré en ella Sin embargo, en otro pasaje, precisa:
seguir para volverse escritor. Tiempo des- —por supuesto también tenía miedo. Y
pués, ella los desarrollaría en un libro que luego la quise. La casa se volvió la casa de la Escribir lo vuelve a uno salvaje. Se regresa
publicó con el título de Escribir, tres años escritura. Mis libros salen de esta casa. Ta m- a un estado salvaje anterior a la vida. Y uno
antes de su muerte. A Julieta Campos le bién de la luz del parque. De esta luz refle- siempre lo reconoce, es lo salvaje de las sel-
debo el descubrimiento de estos párrafos fi- jada en el estanque. Escribir esto que acabo vas, tan antiguo como el tiempo. Es el sal-
nales, donde Marguerite Duras concentra de decir, me demoró veinte años. vajismo del miedo hacia todo, distinto e
lo esencial y lo más sublime de la aventura inseparable de la vida misma. Uno se en-
de su vida de escritora. La casa de Neauphle fue el escenario de carniza. No se puede escribir sin la fuerza
En Escribir, Marguerite Duras recuer- muchas luchas encontradas, sin las cuales del cuerpo. Es preciso ser más fuerte que
da el único consejo que le dio Raymond la empecinada batalla con las palabras nun- uno mismo para emprender la escritura,
Queneau y que ella atendió: “No haga más ca hubiera sucedido. Allí se dio el combate hay que ser más fuerte que lo que uno es-
que eso, escriba”, y que después puso en sus cuerpo a cuerpo con el miedo: “Cuando me cribe. Sí, es una cosa extraña. Y la escritura
propios términos: “Diga lo que diga, nun- acostaba, me tapaba el rostro.Tenía miedo no es sólo escribir, también son los gritos de
ca sabré por qué se escribe y cómo no se es- de mí misma”. Y luego con el alcohol que los animales nocturnos, los de todos, us-
cribe”. También revela que para dedicarse servía para embrutecerse y conjurar el tedes y míos, los ladridos de los perros. Es la
en cuerpo y alma, quizás antes que de tiem- miedo. Y también con la locura nacida de vulgaridad masiva, desesperante, de la socie-
po completo, a la escritura, primero le fue la angustia de la soledad alcohólica pero, dad. El dolor es Cristo también y Moisés y
preciso construirse una soledad radical que sobre todo, de la desesperanza de ir ron- los faraones y todos los judíos y todos los
se cifraba en un lugar: la casa de Ne a u p h l e- dando lo desconocido para llegar a escribir niños judíos y, asimismo, lo más violento
le-Château, de donde salieron, entre otro s, algo que “no se parecía a nada”. de la felicidad. Siempre, creo yo.
los dos libros más difíciles y admirables
de Marguerite Duras: Le ravissement de Escribir —sostiene Marguerite Duras— Recojo, aquí y allá, otras aseveraciones
Lol. V. Stein y Le Vice-consul. incluso a pesar de la desesperanza. No: sobre la experiencia de escribir: “Es un
con la desesperanza. ¿Qué desesperanza? estado de dolor sin sufrimiento”, “Es aullar
Un día decidí que aquí iba a estar sola, que No sé cómo se llama esta clase de deses- sin ruido”, “Escribir también es callar, es
estaría sola para escribir libros. Así sucedió. peranza. no hablar”, “Es lo más difícil. Es lo peor”.

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SOBRE MARGUERITE DURAS

Escribir es ir en busca de lo desconocido donde estarían el sentido y lo indecible que Delta, Lola Valérie Stein, esta reina de mi
que existe dentro de nosotros. pertenecen a las tinieblas, a la cerrazón del infancia y de S. Thala, la mujer del gober-
secreto, a lo presentido y nunca revelado. nador de Vinh Long.
No es siquiera una reflexión, es algo así La maestría de Marguerite Duras en al-
como una facultad que está a un costado gunos de sus mejores libros consiste en Y concluye Marguerite Duras:
de uno, paralela a uno, que pertenece a rondar esta oquedad, en acercarse cada vez
otra persona que aparece y avanza, invisi- más y peligrosamente a esta materia resis- Fue un libro muy difícil de hacer. No había
ble, dotada de pensamiento, de cólera, y tente al lenguaje y, aunque nunca la pene- plan posible para decir la amplitud de la
que a veces, por voluntad propia, está en tre del todo, en dejar esta oquedad visible, desgracia porque ya no quedaba nada de
peligro de perder la vida. palpable, vibrante como una ausencia los acontecimientos visibles que la hubie-
imprescindible para que surja el cerco de ran provocado. No quedaba nada sino el
Escribir, añade, la escritura. Es la genuina escritura de lo Ha m b re y el Dolor. Tampoco existían
desconocido, de lo salvaje, de lo anterior al encadenamientos entre los acontecimien-
es intentar saber lo que se escribiría si se tiempo y a la vida. Marguerite Duras tiene tos de índole salvaje y, por lo tanto, nunca
escribiera —uno sólo lo sabe hasta des- el don de transmitirnos el secreto de Lol. V. hubo programación de nada. Nunca la hubo
pués— antes, es la pregunta más peligrosa Stein sin nunca revelarlo, porque ni siquiera en mi vida. Nunca. Ni en mi vida ni en mis
que uno pueda plantearse. También es la ella lo conoce del todo. Tiene el don de libros, ni una sola vez.
más socorrida. hacernos oír los aullidos del vice-cónsul
en la noche oscura y asfixiante de Lahore. Por esto, vale la pena seguirla, abando-
La biografía de Marguerite Duras con- narse a su hechizante prosa, para quizás un
firma que todas estas palabras nunca fuero n En este libro —dice Marguerite Duras— día desembocar en el claro del bosque y re-
proferidas en vano. Pero, si acaso necesi- el vice-cónsul le dispara a la lepra, a los lepro- cobrar la insondable soledad de nuestro
táramos otra, la mejor prueba está en los sos, a los miserables, a los perros y luego le secreto.
libros que salieron de la casa de Neauphle- dispara a los blancos, a los gobernadores
le-Château. En el centro de todos ellos hay blancos. Lo mataba todo salvo ella, salvo
una oquedad, algo así como un hoyo negro, aquella que una madrugada se ahogó en el

En Neauphle-le-Château, ca. 1976

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