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El trabajo en la clase media

El 27% de los adolescentes de clase media trabaja para ayudar a la familia o pagarse sus gastos.
Tienen entre 14 y 17 años, hacen tareas remuneradas y tienen obligaciones fijas en su casa, como
lavar, limpiar o cuidar a sus hermanos. Pero eso trae consecuencias por el impacto que esas
actividades extra provocan en sus estudios: retrasos en el aprendizaje, repitencia y hasta abandono
de la escuela. En los chicos de entre 14 y 17 años de sectores medios, trabaja el 27%. En su mayoría
lo hacen en un negocio familiar o como cadetes o repartidores, aunque también deben cumplir con
tareas domésticas intensas, como lavar, limpiar o cuidar a sus hermanos.

La tecnología y el trabajo
La discusión sobre cómo la tecnología afecta a la demanda de mano de obra comienza con el mismo
origen de la Economía Política. Desde un principio, la tecnología ha sido considerada la principal
fuente de progreso económico, aunque no ha dejado de generar ansiedad cultural (desempleo
generado por la tecnología). Este difícil equilibrio entre progreso y desempleo tecnológico, así como
la celeridad que ha tomado el cambio tecnológico hacen que, hoy más que nunca, investigar y, por
ende, entender cómo la tecnología modela el mercado laboral sea fundamental. Así, en la
actualidad, existe una gran preocupación sobre si la tecnología está reemplazando a un gran
número de empleos desempeñados por trabajadores de la clase media. Si así fuera, la sustitución
de mano de obra por máquinas, no solo desplazará a la clase media, también provocará un
significativo aumento de la desigualdad económica.

Podemos así concluir que el mercado de trabajo ha experimentado un cambio espectacular con el
devenir tecnológico. En la mayoría de los países de nuestro entorno, se ha encontrado evidencia de
que muchos puestos de trabajo, aquellos más rutinarios, han sido sustituidos, al menos
parcialmente, por “máquinas”, mientras que otros están siendo cada vez más demandados. Entre
los últimos se encuentran tanto empleos poco cualificados, aunque ligados a la atención
personalizada (lo que les hace difícilmente sustituibles por máquinas), como empleos que requieren
el uso de capacidades cognitivas (que exigen una alta cualificación). Es el llamado proceso de
polarización del empleo.
Diferencias en los trabajos.
Una reciente encuesta realizada en Inglaterra por la Social Mobility Commission, en colaboración
con la London School of Economics y el University College de Londres, nos ayuda a asomarnos un
poco mejor a las desventajas que sufren los miembros de las clases más bajas. El estudio, que ha
analizado los sueldos de 65.000 trabajadores, ha descubierto una diferencia de hasta un 17%
entre empleados de un mismo sector, un total de 6.800 libras (casi 8.000 euros anuales). La
diferencia se reducía en el caso de que ambos desempeñasen el mismo trabajo, pero tampoco por
completo: entre dos empleados virtualmente idénticos, con una formación equivalente y una
responsabilidad semejante, los miembros de clases más bajas ganan un 7% menos que sus
compañeros.

Las profesiones en las que esta diferencia era más sustancial eran las finanzas (con 13.713 libras,
es decir, 16.108 euros), seguido por la medicina (10.218 libras, poco más de 12.000 euros). Hay un
gran salto entre estas ocupaciones y la que sigue, las tecnologías de la información (4.736 libras,
5.563 euros). Las tres cuartas partes de los médicos y dos tercios de los periodistas provienen de
familias de clase media, por un 6 y un 12% respectivamente entre las bajas. Entre las profesiones
con menos diferencias se encuentran la enfermería, la docencia, el trabajo social y las ciencias
sociales.

La mayor parte de investigaciones sobre la brecha salarial se refieren, en primer lugar, al género.
La página del Instituto Nacional de Estadística recuerda que “existe un complejo y a menudo
interrelacionado de factores que originan diferencias salariales de hombres y mujeres dando
origen a la brecha salarial de género”. Entre ellos se encuentran algunos relacionados con los
prejuicios sobre las mujeres, como la valoración de las competencias laborales o las características
de los empleos en los que trabajan, condicionadas por la conciliación familiar.

Otra gran diferencia se encuentra dentro de la Comunidad Trans. Según la Red Latinoamericana y
del Caribe de personas trans (REDLACTRANS) "los promedios de esperanza de vida según los datos
que poseen algunas referentes arrojan un mínimo de 35,5 y un máximo de 41,25 años. Mientras
tanto la esperanza de vida en Latinoamérica en términos generales ronda los 75 años". Esta
discriminación que en general se manifiesta contra la comunidad LGBTI+ a la hora de buscar un
empleo se ejerce de mayor forma contra las personas trans. La transfobia y la ignorancia que le
subyace a la misma sobre la comprensión de la diversidad de género llevan a que al momento de
pedir trabajo se nieguen empleos por la manera de vivir el género. No sólo ocurre que se niega el
empleo a una persona trans después de entrevistas de trabajo estigmatizándola y considerándola
como inferior a las personas cisheterosexuales* en su desempeño de laboral, también ocurre que
aquellas personas que transitan en su trabajo suelen ser hostigadas y con el tiempo despedidas.
Un estudio del 2009 titulado “Investigación: Discriminación y exclusión laboral de la población
travesti, transgénero y transexual de la Ciudad de México” en donde se entrevistaron a 52
personas trans señala que: “Existe una alta tasa de desempleo, y ante la falta del mismo se opta
por el autoempleo. 54.88% de la población se autoemplea, 25.48% de la población cuenta con un
empleo asalariado y un 19.60% de la población se encuentra desempleada. Esto conlleva que un
alto porcentaje de la población encuestada no cuenta con ningún tipo de prestación social. Un
64.68% de las personas entrevistadas manifiestan haber sufrido discriminación laboral”.
(*) Personas que se identifican con su género asignado al nacer.

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