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todo que secomporte de manera crítica respecto de sí misma y que no pase por alto las
dificultades de suobjeto”. La “crítica” no es otra cosa que la dialéctica en su acción.
Marx resalta aquí de formadirecta y explicita, el componente autocrítico de la crítica, es
decir, que la dialéctica debeserlo consigo misma, no debe dedicarse sólo a la crítica de
lo exterior, de lo objetivo, sino quea la vez ha de volver a su interior, a lo subjetivo.
Poco tiempo después, en su estudio sobre lafilosofía del Derecho de Hegel, Marx es
tajante: “Crítico frente a su adversario, no ha sido encambio autocrítico”. La unidad
entre crítica y autocrítica aparece como una de las constantesesenciales en el marxismo
desde sus primeros momentos y como veremos, esa unidad seinsertará siempre en el
corazón mismo de la dialéctica como unidad y lucha de contrarios.Volviendo a la crítica
de la filosofía del Derecho de Hegel, inmediatamente después de esainsistencia en la
interacción entre crítica y autocrítica, Marx afirma que: “El arma de la críticano puede
sustituir la crítica por las armas; la violencia material no puede ser derrocada sinopor
violencia material. Pero también la teoría se convierte en violencia material, una vez
que prende en las masas. La teoría es capaz de prender en las masas, en cuanto
demuestra
A
El reformismo es congénitamente burocrático, ordenancista y aburrido, aunque menos
que lacasta burocrática surgida en la URSS y que luego dio el salto cualitativo a nueva
claseburguesa. Por una parte, tiene que demostrar a la burguesía su fidelidad a la
propiedad privaday por otra parte tiene que impedir que las clases trabajadoras giren a la
izquierda,manteniendo el saco de votos que extrae de ellas. Ello le obliga a vigilar con
especial atenciónque no haya prácticas autoorganizativas de cualquier índole que
puedan incomodar al capitaly que puedan facilitar la emancipación obrera, lo que hace
que opte por la vía delaburrimiento, la repetición y la disciplina interna. Mientras que la
burguesía puede permitirseel lujo extravagante de tolerar a los típicos “artistas
contestatarios” que boquean siempre en lapequeña pecera del mercado del arte
comercial, cebándolos o asfixiándolos, el reformismo nose atreve ni a eso. Tampoco
podría intentarlo porque el grueso de sus ideas al respectoproviene de la tesis stalinista
del “realismo socialista”, es decir, de la aceptación de la fearealidad cotidiana de un
sistema estancado en la transición del capitalismo al socialismo, queempezó a retroceder
al capitalismo hasta reinstaurarlo en sus peores expresiones.Resulta imposible entender
la necesaria libertad creativa del arte como fuerza emancipadorasi, además de estar
formado en el gradualismo mecanicista y materialista vulgar delstalinismo, se acepta su
tesis del “realismo socialista”. Consiguientemente, el reformismo, quenació con esa
limitación genética, no puede ni siquiera imaginar otra práctica del arte que nosea la
tutelada y dirigida por alguna autoridad superior. Cuando era stalinismo puro
odescafeinado, esa autoridad era “el Partido”, como lo es “el Papa” para un católico;
cuando esreformismo, la autoridad artística es la burguesía que ha mercantilizado el
arte, tema con elque acabaremos este cuarto capítulo sobre la dialéctica marxista