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iosYa en 1842 Marx escribió en la Gaceta Renana que: “Exigimos de la crítica sobre

todo que secomporte de manera crítica respecto de sí misma y que no pase por alto las
dificultades de suobjeto”. La “crítica” no es otra cosa que la dialéctica en su acción.
Marx resalta aquí de formadirecta y explicita, el componente autocrítico de la crítica, es
decir, que la dialéctica debeserlo consigo misma, no debe dedicarse sólo a la crítica de
lo exterior, de lo objetivo, sino quea la vez ha de volver a su interior, a lo subjetivo.
Poco tiempo después, en su estudio sobre lafilosofía del Derecho de Hegel, Marx es
tajante: “Crítico frente a su adversario, no ha sido encambio autocrítico”. La unidad
entre crítica y autocrítica aparece como una de las constantesesenciales en el marxismo
desde sus primeros momentos y como veremos, esa unidad seinsertará siempre en el
corazón mismo de la dialéctica como unidad y lucha de contrarios.Volviendo a la crítica
de la filosofía del Derecho de Hegel, inmediatamente después de esainsistencia en la
interacción entre crítica y autocrítica, Marx afirma que: “El arma de la críticano puede
sustituir la crítica por las armas; la violencia material no puede ser derrocada sinopor
violencia material. Pero también la teoría se convierte en violencia material, una vez
que prende en las masas. La teoría es capaz de prender en las masas, en cuanto
demuestra
A
El reformismo es congénitamente burocrático, ordenancista y aburrido, aunque menos
que lacasta burocrática surgida en la URSS y que luego dio el salto cualitativo a nueva
claseburguesa. Por una parte, tiene que demostrar a la burguesía su fidelidad a la
propiedad privaday por otra parte tiene que impedir que las clases trabajadoras giren a la
izquierda,manteniendo el saco de votos que extrae de ellas. Ello le obliga a vigilar con
especial atenciónque no haya prácticas autoorganizativas de cualquier índole que
puedan incomodar al capitaly que puedan facilitar la emancipación obrera, lo que hace
que opte por la vía delaburrimiento, la repetición y la disciplina interna. Mientras que la
burguesía puede permitirseel lujo extravagante de tolerar a los típicos “artistas
contestatarios” que boquean siempre en lapequeña pecera del mercado del arte
comercial, cebándolos o asfixiándolos, el reformismo nose atreve ni a eso. Tampoco
podría intentarlo porque el grueso de sus ideas al respectoproviene de la tesis stalinista
del “realismo socialista”, es decir, de la aceptación de la fearealidad cotidiana de un
sistema estancado en la transición del capitalismo al socialismo, queempezó a retroceder
al capitalismo hasta reinstaurarlo en sus peores expresiones.Resulta imposible entender
la necesaria libertad creativa del arte como fuerza emancipadorasi, además de estar
formado en el gradualismo mecanicista y materialista vulgar delstalinismo, se acepta su
tesis del “realismo socialista”. Consiguientemente, el reformismo, quenació con esa
limitación genética, no puede ni siquiera imaginar otra práctica del arte que nosea la
tutelada y dirigida por alguna autoridad superior. Cuando era stalinismo puro
odescafeinado, esa autoridad era “el Partido”, como lo es “el Papa” para un católico;
cuando esreformismo, la autoridad artística es la burguesía que ha mercantilizado el
arte, tema con elque acabaremos este cuarto capítulo sobre la dialéctica marxista

3.4.- LOGICA FORMAL Y DIALECTICA ESPONTANEA


Las leyes de la dialéctica, por lo que hemos visto, chocan abiertamente con la visión
mecanicista y parcial que aún subsiste en sectores de la ciencia, aunque en retroceso, y
en la
inmensa mayoría del pensamiento formal. Según esta visión, toda realidad o problema
está
constituido por un conjunto de partes uniformes y homogéneas, no contradictorias, que
existen aisladamente, uniéndose para crear dicha realidad o problema al que nos
enfrentamos,
y cuando esas partes se separan para volver a su situación anterior la realidad
desaparece
manteniéndose las partes aisladas y estáticas. Al existir éstas previamente al problema,
en
realidad confieren a éste sus exclusivas propiedades individuales, que determinan e
identifican al problema que estudiamos. Según esta concepción, la realidad o problema
que
estudiamos nunca puede ser cualitativamente superior a la suma de las partes
preexistentes.
En esta visión parcelada y troceada, que no acepta la existencia de totalidades sistémicas
superiores cualitativamente a las partes que le forman, lo decisivo son estas partes
aisladas y
previas, ellas son los sujetos y las causas que propician la existencia del problema,
mientras
que éste es sólo el objeto y el efecto resultante de lo anterior. Las leyes de la lógica
formal
corresponden a esta concepción disgregada e inmóvil de la realidad, un método simple
que

3.4.- LOGICA FORMAL Y DIALECTICA ESPONTANEA


Las leyes de la dialéctica, por lo que hemos visto, chocan abiertamente con la
visión
mecanicista y parcial que aún subsiste en sectores de la ciencia, aunque en
retroceso, y en la
inmensa mayoría del pensamiento formal. Según esta visión, toda realidad o
problema está
constituido por un conjunto de partes uniformes y homogéneas, no
contradictorias, que
existen aisladamente, uniéndose para crear dicha realidad o problema al que
nos enfrentamos,
y cuando esas partes se separan para volver a su situación anterior la realidad
desaparece
manteniéndose las partes aisladas y estáticas. Al existir éstas previamente al
problema, en
realidad confieren a éste sus exclusivas propiedades individuales, que
determinan e
identifican al problema que estudiamos. Según esta concepción, la realidad o
problema que
estudiamos nunca puede ser cualitativamente superior a la suma de las partes
preexistentes.
En esta visión parcelada y troceada, que no acepta la existencia de totalidades
sistémicas
superiores cualitativamente a las partes que le forman, lo decisivo son estas
partes aisladas y
previas, ellas son los sujetos y las causas que propician la existencia del
problema, mientras
que éste es sólo el objeto y el efecto resultante de lo anterior. Las leyes de la
lógica formal
corresponden a esta concepción disgregada e inmóvil de la realidad, un
método simple quesirve para situaciones simples y estáticas, de fácil e
inmediata comprensión ya que no es
necesario bucear en lo profundo de sus contradicciones e interacciones en
movimiento.
No podemos extendernos ahora en las diferencias y relaciones entre las leyes
y las reglas de la
lógica formal, que en un momento concreto del proceso de pensamiento se
convierten unas en
otras, según los casos. Las leyes de la lógica formal son varias, pero las más
básicas son las
tres sistematizadas por Aristóteles y la cuarta añadida muy posteriormente por
Leibniz,
aunque estrictamente no es una ley específica de la lógica formal sino que
vale para toda
forma de pensamiento científico. El contenido social del pensamiento humano,
su carga de
subjetividad, lo constatamos en el hecho de que Aristóteles sistematizó las tres
leyes formales
impelido por la necesidad de la lucha filosófica y social que mantenía con los
sofistas griegos.
La primera ley de la lógica formal es la ley de la identidad: “A es A”, y que es
válida siempre
que analizamos A al margen del tiempo, de la transformación interna de A y de
la interacción
de otras realidades externas a A, por ejemplo de B que puede impactar desde
fuera. Con estas
y otras limitaciones, esta ley es y seguirá siendo válida porque todos
necesitamos saber, por
ejemplo, que el poste que hay en la carretera es un semáforo y no un árbol, y
que seguirá
siendo un semáforo aunque pueda parecer un árbol.
La ley de la contradicción, la segunda, dice que “A no es no-A”, porque,
siguiendo con el
semáforo, si creemos que ese semáforo en rojo ha dejado de serlo para
aparecer como un
árbol verde, puede ocurrir que nos aplaste un camión o que aplastemos
nosotros a una
ancianita. Esta ley sigue siendo válida pero con las mismas limitaciones que la
anterior, y que
la tercera, la del tercero excluido, según la cual no pueden tener razón dos
afirmaciones que
digan lo contrario, a la fuerza una tiene que ser falsa, o de otro modo si un
semáforo está en
rojo y otro en verde a la vez, alguno se equivoca: “A o B”. La persona que se
rija sólo por la
lógica formal se quedará quieta a la espera de los colores cambien o de que
alguien le diga
qué ha de hacer. Un dialéctico espontáneo o no dirá que en un momento
preciso ambas se
juntan en el tercer color, el ámbar, y que en todo caso la veracidad hay que
demostrarla
pasando la calle, con precaución, pero pasando en vez de quedarse quieto. Es
la práctica la
que decide la veracidad de las limitaciones de la lógica formal. Y aquí
interviene la ley que
añadió Leibniz, la de la razón suficiente, que explica que la razón lógica ha de
estar
demostrada en un suficiente número de acciones prácticas que la confirmen.
En este caso, con
el paso de la carretera cuando dos semáforos tienen a la vez colores opuestos
y hay que saber
si se puede pasar o no. Lo cierto es el que el añadido de Leibniz viene a
confirmar la
dependencia de la lógica formal hacia la práctica social, y por tanto,
indirectamente hacia la
dialéctica aun conservando ambas sus diferentes campos de aplicación.
En estas acciones simples y superficiales usamos un concepto de verdad
superficial y simple,
que es el expresado por la lógica formal que se mueve con conceptos más
abstractos que los
de la dialéctica. La lógica formal tiene una validez innegable. Surgió a la misma
vez que la
dialéctica espontánea y convivió con ella porque sirve efectivamente para una
serie de
prácticas cotidianas simples, que corresponden a las demandas presentadas
por un escaso y
limitado desarrollo de las fuerzas productivas, en contextos de pocas
inquietudes culturales y
demandas de investigación crítica y en situaciones históricas de
contradicciones sociales en
las que la explotación aparece descarnada y directamente al estar basada más
en la fuerza y en
el engaño religioso que en la fetichización de la mercancía, en la alienación y
en la falsa
conciencia necesaria. Por ejemplo, la abstracción-mercancía ni la ley del valor-
trabajo, así
como otras características del modo de producción capitalista, pueden ser
comprendidas desde
la lógica formal, sólo pueden serlo desde la lógica dialéctica, por eso Marx usó
la dialéctica
como armazón metodológica de su obra, y por eso Lenin dijo que sin leer la
Lógica de Hegelno se puede entender El Capital de Marx. Esta afirmación
cierta de Lenin sería luego
corroborada y superada por la demostración rigurosa de R. Rosdolsky en su
estudio de los
Grundrisse de Marx, indicando que en estos manuscritos está expuesto el
método dialéctico
de Marx en su evolución interna previa a su síntesis en El Capital. Si Lenin
hubiera podido
leer los Grundrisse, sigue Rosdolsky, se habría podido evitar parte del duro
trabajo intelectual
que exige la lectura de la Lógica de Hegel.
Constatamos así dos cosas: una, que el método de pensamiento formal en la
vida cotidiana
encuentra su límite cuando las contradicciones que la determinan pierden su
forma directa de
expresión, que las ocultan tras complejas dinámicas que invierten las
interacciones de los
procesos, presentando a los efectos como causas, y viceversa, a la vez que los
aíslan
mutuamente, rompiendo los procesos y los movimientos y viendo sólo cosas
estáticas y
separadas entre ellas. Es en estos niveles simples en donde la lógica formal
muestra toda su
potencia innegable, y también en los momentos del análisis de las partes que
componen las
totalidades sistémicas ya que en ellos hay que, por un momento, separar el
todo de las partes,
aislar estas del moviendo, paralizarlas y estudiarlas en esa situación transitoria.
La otra
cuestión es que las leyes de la dialéctica se aplican desde el mismo instante en
el que el
movimiento de lo real y su complejidad y contradicción obstruye definitivamente
la limitada
efectividad de la lógica formal. Más aún, que ese método dialéctico se va
desarrollando y
enriqueciendo con el tiempo, como estamos viendo a lo largo de este texto y
en especial en la
propia evolución del trabajo intelectual de Marx que culmina en El Capital.
En realidad, la acción simultáneamente destructiva y creativa de la dialéctica
está dada en la
misma lógica formal, minándola desde dentro, pero ocurre que generalmente
porque no es
necesario en cuanto a economía de medios intelectuales, y también por
indolencia, tendemos a
conformarnos con la simple verdad de la lógica formal mientras resuelva
nuestras pequeñas e
insustanciales dudas cotidianas, de “andar por casa” en suma. Pero la realidad
siempre
termina imponiéndose y entonces recurrimos sin saberlo a una torpe dialéctica
que nadie nos
ha enseñado y que nosotros hemos desarrollado mal que bien en base a
nuestros errores y
fracasos, y también a los de las personas de nuestro entrono, una dialéctica
espontánea que
nace inconscientemente de la objetividad del reflejo de las contradicciones
internas y externas
que nos sacuden permanentemente. Pero la dialéctica espontánea tiene la
limitación insalvable
de que no capta que el método dialéctico es un todo en el que destaca también
la teoría del
conocimiento verdadero que se centra en el criterio de la práctica, es decir, en
el hecho de
que, en definitiva, es la práctica social de la humanidad la que termina
reconociendo la verdad
o la mentira de todas las teorías científicas existentes.
Por práctica social no hay que entender sólo el proceso productivo sino la
dialéctica entre la
producción de su existencia por la humanidad y su reproducción psicofísica. La
tesis
idealistas objetivas que sostienen que le verdad depende de espíritus, ideas,
dioses, etc.,
externas y superiores a la especie humana; las tesis idealistas subjetivas que
sostienen que la
verdad depende del sujeto individual y aislado que no necesita del contraste
práctico con la
realidad objetiva; las tesis positivistas y neopositivistas que sostienen entre
otras cosas que la
verdad depende del lenguaje humano y no de la práctica social; las tesis
construccionistas que
sostienen que la verdad es una convención social establecida por los
científicos al margen de
la práctica colectiva humana, y, por no extendernos, las tesis posmodernistas
que sostienen
que la verdad no existe en cuanto tal sino a lo sumo múltiples afirmaciones
desconectadas
entre sí, estas tesis se caracterizan por negar o desconocer la teoría de la
verdad como
proceso, la única que ha resistido la prueba de la historia.

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