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Dania Karen Mateo Delgado

Grupo 1753 12/11/2019


Referencia: Osborne, R. (2009). Apuntes sobre violencia de género. España: Edicions Bellaterra.

El ciclo de la violencia
Los expertos coinciden en que no hay un «perfil» del maltratador, pero sí unas pautas de conducta
que se repiten de forma casi clónica entre muchos —pero no todos— los maltratadores. El
maltratador aplica sobre su víctima un proceso sistemático de destrucción de la personalidad que
no sólo consigue su objetivo sino que además la «engancha», creando una fuerte dependencia en
la víctima. Puesto que la violencia procede en fases, y el victimario destruye la autoestima de la
víctima y la aísla de sus relaciones previas, ésta acaba contando con su verdugo tanto para lo
positivo como para lo negativo, que es lo que describe el ciclo de la violencia.

La estrategia del agresor —el aislamiento paulatino de la víctima, la posesividad, los celos, las
amenazas y coacciones— son pasos en el camino hacia el control absoluto de la mujer, para
algunos el rasgo esencial que distingue a una situación de maltrato. Leonore Walker en 1979
resumió en tres fases lo que denominó «el ciclo de la violencia» (Torres San Miguel y Antón
Fernández, 2005):
1. Fase de acumulación de tensión, en la que el maltratador crea un clima de hostilidad por medio
de continuos pequeños conflictos, basados en abusos psicológicos; la víctima, en la creencia irreal
de que ella puede controlar la agresión, asume un rol sumiso, intenta calmar al agresor y
complacerlo en todo, reforzándole entonces en su conducta, que va a más.
2. Fase de explosión violenta o agresión: momento de grave castigo físico, psicológico y sexual del
maltratador a su pareja; desbordada por el miedo y la rabia, es la fase en que la mujer puede decidir
contar lo que le pasa y denunciar a su pareja.
3. Fase de reconciliación o luna de miel, caracterizada por la manipulación afectiva. El agresor se
retracta de lo hecho y retorna a la pareja con disculpas y cariños, regalos y promesas de cambio.
Ello supone un refuerzo positivo que hace que la mujer se tranquilice, pensando que él está
verdaderamente arrepentido y no volverá a las andadas. Le permite también ver el lado bueno de
su pareja, lo cual alimenta la ilusión de que él va a cambiar. Claro que las cosas no van a suceder
así y tarde o temprano el ciclo recomienza, cada vez con más frecuencia, con unas relaciones cada
vez más deterioradas y una más baja autoestima por parte de la mujer.

La perversa dinámica creada por el maltratador entre él y su víctima, recreada por «la teoría de la
unión traumática», ayuda a entender el «enganche» psicológico que vincula la víctima a su agresor.
La dependencia emocional se crea con estos episodios de reconciliación, que harán recordar a la
víctima al hombre del que en su día se enamoró, experimentando un alivio y un bienestar enormes
cuando se producen (Dutton y Painter, 1981, cit. en Villavicencio, 2001). El ciclo de la violencia
ayuda a explicar por qué algunas mujeres retiran su denuncia —que interponen en la fase de
agresión como ya hemos comentado— al encontrarse en la fase de luna de miel. También explica
por qué las mujeres, tras verbalizar lo que han guardado durante mucho tiempo y/o ser capaces de
denunciar a sus compañeros, los disculpan, minimizando o justificando su comportamiento violento,
hasta el punto de volver a la situación anterior (Ruiz-Jarabo y Blanco, 2005, p. 48). ¿Cómo se sale
de este ciclo infernal? Cuando las cosas empeoran, deja de aparecer la fase de reconciliación y ya
no hay posibilidad de acercamiento para la mujer sino sólo tensión y miedo. En ese momento es
cuando es más probable que busque ayuda, y si cuenta con ella, es posible que el círculo se rompa.

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