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BIBLIOGRAFÍA

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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 2000

S. S. FRANCISCO., Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, 2016

CORAZÓN R., Nulidades Matrimoniales, Editorial: Desclée S.A. Bilbao 2001

S. S. JUAN PABLO II., Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 1981

CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO (1991)

LARRABE, J. L., El Matrimonio Cristiano y la Familia, 2° Edición. B. A. C. Madrid,

1986

S. S. JUAN PABLO II., Carta Encíclica Ecclesia De Eucharistia, 2003.

S. S. JUAN PABLO II., Exhortación Apostólica Postsinodal Reconciliatio et Paenitentia,

1984

ROSELL DE ALMEIDA, C., Seguir a Cristo. 20 temas de moral fundamental, 1ra. ed,

Lima, 2016
CASO 2: UNION CONYUGAL DE JUAN Y MARCIA
Juan y Marcia conviven desde hace seis años en España. Tienen una niña que acaba de
cumplir los tres, a la que bautizaron a las pocas semanas de nacer. Recientemente han
contraído matrimonio civil, después de que Juan obtuviera el divorcio de su anterior
matrimonio, que también fue celebrado en la Iglesia. El matrimonio civil era conveniente
– desde el punto de vista legal – para poder ser reconocidos algunos derechos y que
Marcia pudiera conseguir el permiso de residencia en el país ya que ella es peruana. Tanto
Juan como Marcia provienen de familias cristianas y desean regularizar su situación y
poder recibir los sacramentos: se les hace muy duro no poder comulgar y confesarse.
Recurren a Uds, que son buenos consejeros católicos; Juan explica que acudió a si primer
matrimonio con poca preparación, su mujer no tenía sólidos principios cristianos se negó
a tener hijos y se separaron al poco tiempo, al año de casarse. Un sacerdote amigo les ha
explicado que sería posible obtener la declaración de nulidad matrimonial, para eso, ellos
deben prepararse espiritualmente. Por ese motivo han pensado acudir a los sacramentos
y así participar perfectamente en la Santa Misa; además, afirma Marcia, el papa ya lo
permitió en un documento.

DESARROLLO DE LA EXPOSICIÓN:
Para nuestro caso lo abordaremos en cuatro aspectos generales:
I.-presentación de algunas definiciones (fundamento bíblico, derecho canónico)
II.-valoración moral (fuentes de la moralidad, derecho canónico
III.-Exposición teórica
IV- aspecto pastoral

I.- EL MATRIMONIO
El matrimonio, por su propia naturaleza, es una institución querida por Dios para que se
realice su designio de amor en y para la humanidad. Este designio se cumple en el amor
conyugal, que es expresión de la recíproca donación personal y propia de los esposos.

 Fundamento Bíblico. Mateo 19, 4-8


“El respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón
y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a
su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una
sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por
qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo
en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres;
pero al principio no fue así.”

-por eso los esposos son signos del amor de Cristo por su Iglesia (Ef. 5,32. GS 48)

 Elementos que constituyen la sacramentalidad del matrimonio

 El consentimiento matrimonial (signo sacramental): la materia, la forma, los ministros.

 Elementos exigidos por la disciplina de la Iglesia para la celebración del matrimonio:


la forma canónica, y el rito o forma litúrgica.
 Efectos del matrimonio

 Vínculo matrimonial: una sola carne para toda la vida.


 Amor conyugal: donación recíproca.
 La gracia del sacramento del matrimonio: para ayudar a los cónyuges a cumplir con
las obligaciones del matrimonio.

 Propiedades del matrimonio: unidad, indisolubilidad y apertura a la vida.


Estas propiedades esenciales configuran el matrimonio por su propia naturaleza y sin las
cuales éste no puede existir. (c.1056)
1056. Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, que
en el matrimonio cristiano alcanzan una particular firmeza por razón del sacramento.

II.- VALORACION DEL CASO


 Valoracion moral

 Identificación del caso: divorciado vuelto a casar civilmente

 Fuentes de la moralidad.
Objeto: es lo elegido voluntariamente; Fin: es la intención por la que se realiza el acto;
Circunstancia: viene a ser todo lo que rodea al acto humano.
Objeto: Proceso de nulidad matrimonial (cc. 1060-1061, 1085,1096, 1101, 1156-1165)
Fin: regularizar su situación y poder recibir los sacramentos: confesión y Eucaristía.
Circunstancias: están en adulterio (Mt 19,9; Mc 10,11; Lc 16, 18), Juan tiene un vínculo
anterior, conviven desde hace 6 años, tienen una niña de 3 años y están casados
civilmente.
 Validez del matrimonio canónico: sin vicio del consentimiento, sin ningún
impedimento dirimente, sin defecto de la forma canónica (cc. 1156 -1165)

 algunos aspectos puntuales sobre el caso que propone el derecho canónico

1096. Para que pueda haber consentimiento matrimonial, es necesario que los
contrayentes no ignoren al menos que el matrimonio es un consorcio permanente entre
un varón y una mujer, ordenado a la procreación de la prole mediante una cierta
cooperación sexual.
Esta ignorancia no se presume después de la pubertad.
1098. Quien contrae el matrimonio engañado por todo provocado para obtener su
consentimiento, acerca de una cualidad del oro contrayente, que por su naturaleza puede
perturbar gravemente el consorcio de vida conyugal, contrae inválidamente.
III.- EXPOSICIÓN TEÓRICA
Un modo de vivir al margen de la realidad sacramental del matrimonio es el divorcio civil
entre personas que han contraído matrimonio canónico y se han vuelto a casar
(civilmente). Se extiende dolorosamente la mentalidad de que tras un fracaso en la vida
matrimonial se ha de rehacer la vida con un nuevo matrimonio, aunque sea sólo civil.
Si el fracaso conyugal en general da ya lugar a profundos sufrimientos, el problema de
los divorciados vueltos a casar es quizá más delicado aún. En efecto, cualesquiera que
sean las razones, a veces comprensibles, que les han llevado a contraer civilmente una
nueva unión, su situación contradice objetivamente la indisolubilidad de la alianza
querida por Cristo. Para un bautizado, pretender romper el matrimonio sacramental y
contraer otro vínculo mediante el matrimonio civil es, en sí mismo, negar la alianza
cristiana, el amor esponsal de Cristo a su Iglesia, que se manifiesta en el estado de vida
matrimonial.
“El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la
gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de
adulterio público y permanente” (CEC 2384). Las palabras del evangelio son terminantes:
“El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquella: y si la mujer repudia
al marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10, 11-12). Y así se ha considerado
siempre en la doctrina y praxis de la iglesia. Por ejemplo enseña San Basilio: si el marido,
tras haberse separado de su mujer, se une con otra mujer, es adúltero, porque hace cometer
un adulterio a esta mujer; y la mujer que habita con él es adúltera, porque ha atraído a sí
al marido de otra (moral. Regla 73. Cf. CEC 2384)
¿Podría, sin embargo, existir alguna causa que justifique esa situación y, como
consecuencia, los que se encuentran en esa situación irregular, podrían ser de manera
excepcional? El problema se planea porque, quizás debido a la falta de formación, no son
pocos los que después de haber atentado civilmente un segundo matrimonio, se decidan
a vivir de nuevo la vida cristiana y pidan recibir sacramentos. A veces, incluso, porque
son los pastores los que proponen esas soluciones no coherentes con la doctrina de la
iglesia.
Ciertamente los pastores, como continuadores de la misión de la iglesia, instituida para
conducir a todos a la salvación, no pueden “abandonar asimismo a quienes – unidos ya
con el vínculo matrimonial sacramental – han intentado pasar a nuevas nupcias” (Fc 84).
Conscientes de que cumplen un grave deber procurarán infatigablemente poner a su
disposición los medios de salvación. El primero de los cuales, en este caso,
indudablemente, el cumplimiento de la ley de Cristo sobre la indisolubilidad. No pueden
actuar con los divorciados que se han vuelto a casar como si no se encontraran en una
situación de grave desorden moral.
Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En
efecto, hay diferencia entre: a) los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer
matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, b) los que por culpa grave han
destruido un matrimonio canónicamente válido y c) los que han contraído una segunda
unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en
conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido
nunca válido.
Cuatro son las condiciones que deben darse conjuntamente para que sea posible a los
divorciados casados de nuevo acceder a los sacramentos:
a. Abrazar una forma de vida que no esté en contradicción con la doctrina de la
indisolubilidad.
b. El compromiso sincero de vivir en continencia total.
c. La imposibilidad de cumplir la obligación de separarse.
d. Que no se dé escándalo, es decir, que los demás fieles no se sientan inducidos a
pensar que la Iglesia renuncia, en la práctica, a los postulados fundamentales de
su fe y su moral1.
Es evidente que el cumplimiento de esta última condición resulta muy difícil en las
comunidades pequeñas, en las que es bien conocida la situación irregular.
En la relación con el llamado “caso de buena fe “es decir, el de aquellos que, habiendo
contraído matrimonio canónico, están seguros moralmente de que fue invalido, si bien no
es posible demostrarlo en fuero externo, la disciplina vigente es que quienes se hallen en
esta situación no pueden contraer nuevo matrimonio canónico, y si contraen matrimonio
civil, no pueden recibir los sacramentos, es una exigencia clara del bien común. En la
hipótesis contraria, el matrimonio quedara reducido a un asunto meramente privado.

IV.- PARTE PASTORAL DEL CASO


1. Iniciar el procedimiento de nulidad matrimonial.
Si hay elementos necesarios para declarar la nulidad, se debe iniciar el proceso pronto,
teniendo en cuenta dos cosas; que no es correcto decir “anulación matrimonial”, porque
“anular” es declarar no válido a lo que antes sí lo ha sido; el matrimonio no puede
anularse. Lo correcto decir es “declarar nulo”, es decir que nunca existió por causa de un
vicio o defecto grave que impidió que naciera ese matrimonio, solo fue aparente2.
En el caso de Juan que está unido a una mujer por matrimonio canónico, pero se ha
divorciado civilmente de ella y vuelto a casar civilmente con otra; es necesario que su
matrimonio anterior se haya declarado nulo, por sentencia del tribunal eclesiástico de
primera instancia y luego que el tribunal de apelación confirme esa sentencia3.
Esto sería el primer paso, para regularizar su situación y posteriormente poder recibir los
sacramentos. Teniendo en cuenta que el derecho al verdadero matrimonio es uno de los
derechos fundamentales de la persona humana: hombre y mujer; estas personas tienen el
derecho a formar un verdadero hogar, dentro del seno de la Iglesia, siempre que se
demuestre que el matrimonio anterior realmente era nulo4.

2. Explicarles bien su situación.


En primer lugar aclarar que la Iglesia no se olvida de sus hijos aún en situaciones
irregulares; pero que mantiene su enseñanza que viene del mismo Señor: “Quien repudie
a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido
y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10, 11-12). Por tanto no puede reconocer como
válida esta nueva unión (en el caso de que sea válido el matrimonio de Juan)5. Y volver a

1
Cf. Sarmiento, A. (2007) El Matrimonio Cristiano. Editorial: EUNSA. Pamplona. 3° Edición. pp. 353-354.
2
Cf. Nota 1; Corazón R. (2001) Nulidades Matrimoniales. Editorial: Desclée De Brouwer S.A. Bilbao. p. 144.
3
Cf. Nota 3; Corazón R. (2001) Nulidades Matrimoniales. Editorial: Desclée De Brouwer S.A. Bilbao. p. 145.
4
Cf. Larrabe, J. L. (1986) El Matrimonio Cristiano y la Familia. B. A. C. Madrid. 2° Edición. p. 454.
5
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. n° 1650.
insistir que la Iglesia no los rechaza, pero deben entender que ellos mismos con su
situación irregular hacen que se les impida la admisión a la comunión plena6.
Mientras Juan y Marcia se encuentran en esta situación irregular, se ponen ellos mismos
en una situación que contradice la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la
Comunión eucarística mientras persista esta situación. Tampoco podrían acercarse a la
reconciliación mediante el sacramento de la penitencia por el mismo hecho de haber
violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo7.
Sin embargo, es necesario que en su situación, no se sientan rechazados o excomulgados,
sino que siguen siendo parte de la comunidad eclesial8. Es más, como bautizados que son,
tienen deberes y derechos dentro de la Iglesia, pudiendo participar de distintas maneras
en su vida, como en la escucha de la Palabra de Dios, en la frecuencia del sacrificio
Eucarístico, la perseverancia en la oración, incrementos en obras de caridad y en
iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, también en la educación de la fe
cristiana a sus hijos, cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este
modo cada día la gracia de Dios9.
Debe quedar claro que la Iglesia no inventa nada o se mueve por motivos humanos al
actuar de esta manera, sino que se funda siempre en la Sagrada Escritura, para reafirmar
su práctica de no admitir a la comunión eucarística a los que se encuentran en esta
situación irregular, dado que por su estado contradicen objetivamente la unión de amor
entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía10.
Un motivo pastoral por el cual no se les podría admitir a la Eucaristía es el escándalo, con
respecto a los otros fieles, pues serian inducidos a error y confusión, puesto que podrían
pensar que la doctrina acerca de la indisolubilidad del matrimonio en la Iglesia se ha
flexibilizado o relajado11. Por ello se les debe recordar que los matrimonios cristianos
tienen la misión específica de dar ejemplo y testimoniar la unidad e indisolubilidad del
matrimonio en el amor en medio de un mundo secularizado y pluralista12.

3. El bien de la Eucaristía.
Recordarles que el fruto principal de la Eucaristía es la unión íntima con Cristo Jesús; es
decir que la vida de cada hombre en Cristo, encuentra su fundamento en el banquete
eucarístico13. El bien de este sacramento es enorme si se tiene en cuenta que es el mismo
Cristo quien se entrega a su Esposa que es la Iglesia; por ello, uno debe examinarse no
vaya a ser que se encuentre en pecado grave, por ello exhorta el apóstol san Pablo “quien
coma el pan y beba el cáliz de Señor indignamente, come y bebe su propia condenación”
(1 Cor 11, 28 - 29).
Además que en la Eucaristía el misterio de la comunión es tan perfecto que conduce a la
cúspide de todos los bienes; se puede afirmar que en ella culmina todo deseo humano,
porque aquí llegamos a Dios y Dios se une a nosotros con la unión más perfecta 14.

6
Cf. Sarmiento, A. (2007) El Matrimonio Cristiano. Editorial: EUNSA. Pamplona. 3° Edición. p. 353.
7
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. n° 1650.
8
Cf. Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia. n° 243.
9
Cf. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. n° 84.
10
Cf. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. n° 84.
11
Cf. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. n° 84.
12
Cf. Larrabe, J. L. (1986) El Matrimonio Cristiano y la Familia. B. A. C. Madrid. 2° Edición. p. 451.
13
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. n° 1391.
14
Cf. Carta Encíclica Ecclesia De Eucharistia. N° 34.
Aunque en este caso concreto no puedan recibir el sacramento eucarístico, por estar en
un estado irregular, por lo cual se hacen no aptos para recibir el cuerpo de Cristo; no
obstante se puede cultivar el deseo de recibirlo; de ahí que puedan practicar la llamada
“comunión espiritual” tan recomendada por los santos. Al respecto escribió santa Teresa
de Jesús: “Cuando (…) no comulgáredes y oyéredes misa, podéis comulgar
espiritualmente, que es de grandísimo provecho (…), que es mucho lo que se imprime el
amor ansí deste Señor”15.
Teniendo en cuenta que en la Eucaristía se perpetúa el sacrificio de la Nueva Alianza, la
cual tiene una forma esponsal; la condición de los divorciados vueltos a casar se
contrapone precisamente a la Alianza esponsal entre Cristo y la Iglesia. Por ello si
pretendieran acercarse a recibir este sacramento, parecería que quieren participar en la
unión de amor entre Cristo y la Iglesia, que contradicen con su condición irregular, esta
actitud sería falsa e injuriosa contra la Eucaristía16.

4. El bien de la Confesión.
En este punto recordar lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia, que el pecado es, ante
todo ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él, al mismo tiempo, atenta contra la
comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la
reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa litúrgicamente este sacramento17.
En la Exhortación Apostólica Postsinodal Reconciliatio et Paenitentia, encontramos dos
principios que se pueden aplicar a los llamados casos delicados; el primero es el principio
de la compasión y de la misericordia, por el que la Iglesia, trata siempre de ofrecer, en la
medida en que le es posible, el camino de retorno a Dios y de la reconciliación con Él. El
otro es el principio de la verdad y de la coherencia, por la cual la Iglesia no acepta llamar
bien al mal y mal al bien18.
Basándose en estos principios, la Iglesia invita a todos aquellos que se encuentran en estas
situaciones irregulares, acercarse a la misericordia de Dios por otros caminos, hasta que
no hayan alcanzado las disposiciones requeridas19. Así mismo, la Iglesia está convencida
de que los que se encuentra en estas situaciones irregulares, pueden obtener de Dios la
gracia de la conversión y de la salvación, si perseveran en la oración, en la penitencia y
en la caridad20.

5. Condiciones para recibir los sacramentos.

Finalmente se les debe animar a que perseveren dentro de la comunidad de la Iglesia y


que si se presenta el caso, puedan recibir el sacramento de la penitencia y después la
comunión eucarística, siempre y cuando con corazón sincero abrazan una forma de vida
que no está en contradicción con la indisolubilidad del matrimonio, es decir, cuando
ambos no puedan cumplir la obligación de separarse, se comprometan a vivir en
continencia total y además no se dé escándalo21.

15
Cf. Carta Encíclica Ecclesia De Eucharistia. N° 34.
16
Cf. Miralles, A. (1997). El Matrimonio. Teología y vida. Ediciones Palabra. Madrid. p. 298.
17
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. n° 1440.
18
Cf. Exhortación Apostólica Postsinodal Reconciliatio et Paenitentia. n° 34.
19
Cf. Exhortación Apostólica Postsinodal Reconciliatio et Paenitentia. n° 34.
20
Cf. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. n° 84.
21
Cf. Sarmiento, A. (2007) El Matrimonio Cristiano. Editorial: EUNSA. Pamplona. 3° Edición. p. 353. (Nota a pie de página n° 5:
Juan Pablo II, Aloc. 25.X.1980, n. 7: EF 3, 2887-2888).

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