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LA INQUISICIÓN EN EL PERÚ

En el Perú, la Inquisición fue creada por el Rey Felipe II en 1569 y no era sino una filial provincial
del Consejo de la Suprema y General Inquisición española.

La Inquisición de Lima entró en funciones el 29 de enero de 1570, siendo Virrey del Perú
Francisco de Toledo. El primer inquisidor fue el licenciado Serván de Cerezuela.

Hay que señalar que la gran mayoría de la población estaba constituida por indígenas, los cuales
quedaron fuera de la esfera de acción del Tribunal conforme a lo dispuesto por los reyes de
España. También resulta llamativo el alto porcentaje de procesados extranjeros, el cual supera
su correspondiente participación demográfica. Ello se explica por razones de Estado que hacían
indispensable controlar a posibles espías de las potencias enemigas de España.

Fue el Tribunal del Santo Oficio más importante de América, por encima del de México y el de
Cartagena de Indias. En el siglo XVII surgió la idea de crear un Tribunal de la Inquisición, ya fuera
en Córdoba o en Buenos Aires. Los motivos alegados eran que por el puerto del Río de la Plata
ingresaban portugueses judaizantes y también se introducían libros prohibidos; finalmente ésta
idea no fue aprobada por la Suprema española.

Durante el primer auto de fe celebrado en Lima el 15 de noviembre de 1573 se arrojó por


primera vez a un ciudadano en la hoguera: el luterano francés Mateo Salado.

La Inquisición fue abolida por decreto de las Cortes de Cádiz, el 22 de febrero de 1813. Abascal,
el 30 de julio de ese año, ordenó la publicación en Lima del decreto de abolición. Días después,
al permitirse a un grupo de personas que ingresasen al local, se produjo el lamentable saqueo
de las instalaciones con la consiguiente pérdida de valiosa documentación sobre el accionar
inquisitorial. En 1814, cuando el Rey Fernando VII fue restablecido en el trono, se dispuso que
volviese a funcionar el Santo Oficio, pero su existencia ya fue más nominal que real.

Para el Perú fue abolido definitivamente en 1820 a raíz del proceso emancipador con el cual se
suprimió todo tipo de dependencia política de España.

LA DESCRIPCIÓN DEL SISTEMA INQUISITIVO.

Es un método de enjuiciamiento unilateral mediante el cual la propia autoridad –actuando cual


lo haría un pretendiente– se coloca en el papel de investigador, de acusador y de juzgador.

De tal modo, y conforme a lo que ya se ha visto al recordar cómo se amplió paulatinamente el


método con el correr de los siglos, puede decirse que sus características son:

 El mismo juez comienza, oficiosamente o por denuncia, las actuaciones del caso y se
preocupa por hacer adelantar el juicio mediante el puntual ejercicio del impulso procesal;

 El mismo juez se encarga de buscar las pruebas que le puedan resultar aceptables para
lograr el convencimiento de la rectitud de su acusación y, así, poder dormir en paz sin sufrir
el peso de un cargo de conciencia por eventuales injusticias cometidas (cuando hay parte
interesada también en la producción de alguna prueba, la actividad se cumple igual
mediante el ejercicio de las denominadas medidas para mejor proveer);

 El mismo juez –que primero investigó, luego imputó y después probó la imputación– es
quien ahora juzga;
 Ya no interesa que el juicio sea escrito u oral, secreto o público. En rigor, el sistema pasa
por el papel preponderante que el juez ejerce durante todo el proceso, para poder cumplir
el compromiso que –se le ha enseñado– tiene con la Verdad y la Justicia. Hasta aquí, lo que
surge evidente de la simple visión del método descrito.

Pero como éste se presenta perverso y claramente disvalioso para cualquier estudioso que
encare el tema, ha sido menester disfrazarlo con palabras que tapen u oscurezcan el horror.

Y eso se ha hecho en las leyes que regularon la materia durante los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y
XX y en toda la doctrina que la glosó.

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