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Unidad 1

El tiempo en la
construcción de la
subjetividad.

TEMARIO
1. El tiempo desde el punto de vista físico.

2. El tiempo como fenómeno biológico.

3. El tiempo como percepción psicológica.

4. El tiempo desde la perspectiva cultural.


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Introducción

Para hablar de la administración del tiempo es importante tomar plena


conciencia de la complejidad del tema que estamos tratando.

¿El tiempo es sólo lo que marcan nuestros relojes?...¿con qué variable de


origen físico se relaciona ese ritmo que marca un artefacto creado por los
humanos?...”pasa” igual el tiempo cuando estamos aburridos que cuan-
do estamos haciendo algo que despierta nuestro interés?...¿no hay un
ritmo que nos fija nuestro cuerpo?...sin ir más lejos, el ciclo de sueño y
vigilia, y su relación con la luz natural, ¿no es un ejemplo de estos ritmos
que impone nuestra, naturaleza?...¿usamos igual el tiempo los latinos
que los asiáticos, o los habitantes de Europa del este?.

Para estas, y otras preguntas, intentaremos encontrar alguna respuesta


en ésta Unidad inicial...los invito a recorre este apasionante camino, que
espero que sea de vuestro interés.

Objetivos específicos.
• Entender la complejidad inherente a la definición del tiempo como
variable.

• Comprender la raíz física del tiempo, y el condicionamiento que im-


ponen la biología y la psicología para su percepción.

• Conocer y aceptar, la diversidad de abordaje del uso del tiempo por


parte de las diversas culturas.
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El tiempo en la construcción de la
subjetividad.

Para entrar en tema....


Nada mejor que un video...
http://www.youtube.com/watch?v=WvCfts-MJcM
ya veremos, el tiempo no es un tema tan sencillo....

a. Conceptos básicos.
Las especulaciones acerca del fenómeno del tiempo son muy antiguas.
Las teorías respecto del mundo físico en general, y del espacio en parti-
cular, a menudo se presentan como elaboraciones discutibles de las con-
cepciones del tiempo y del espacio. La percepción del tiempo, a su vez,
es también un importante componente del mundo físico de la causalidad
y del mundo social. Empero, ciertos pensadores creen que, alguna vez,
los seres humanos vivieron en un estado de presente atemporal, con
poco o ningún sentido del pasado y del futuro.
La historia de los conceptos de la materia, el espacio y el tiempo es la de una
especulación metafísica que dura varios cientos de años, señala Wartofsky.
Antes del uso del lenguaje, suponemos que nuestra especie, si bien percibe
con exactitud el entorno, al mismo tiempo ostenta una forma de conciencia
sin forma ni definición. Son los preludios de nuestra más elemental cultura.
El uso del lenguaje -añade Wartofsky- nos saca de nosotros mismos y
enmarca nuestra experiencia dentro del mundo común de los objetos,
de los actos y de las demás personas. El lenguaje es el que altera las
circunstancias de la percepción, ordena los datos de la experiencia, los
codifica y cimienta una específica concepción del mundo.
Es así como el “homo sapiens” construye su primer marco de referencia
y supera el autismo inicial, ese estado de conciencia difusa que caracte-
riza, supuestamente, sus primeros momentos como especie.
Entendemos que es así como se introduce en nuestra cultura la no-
ción del tiempo, si bien desde nuestros más remotos antepasados hasta
nuestros días, la idea del tiempo ha evolucionado de manera significativa
en esa historia especulativa a la que se refiere Wartofsky.
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b. Primeras reflexiones.
Tenemos que remontarnos a la Edad Antigua para encontrar las prime-
ras reflexiones humanas sobre el tiempo. Platón dice que el tiempo es la
imagen móvil de la eternidad. Refleja el debate de la época entre el tiem-
po subjetivo (el de cada persona), el tiempo objetivo (cronos o duración
de los acontecimientos), y el concepto de eternidad (tiempo inmortal y
divino, sin principio ni fin) introducido por Aristóteles.

Las unidades de tiempo más corrientes, como las diferentes épocas del
año, o el día y la noche, contribuyen a introducir en la cultura de nues-
tros antepasados la mentalidad cíclica asociada a tales fenómenos. Un
ciclo sigue al otro en un proceso infinito, cada época no es sino una parte
del todo. Pericles expresa así ésta concepción: …“todas las cosas de éste
mundo están abocadas al declive”...

Para la mentalidad cíclica, repetitiva, sin ilusión ni creatividad, el tiempo


humano es tan exacto como el del entorno, sin opción a variaciones de-
liberadas. Todo se considera condicionado por el destino.

Desde éstos primeros momentos, la cultura del tiempo combina los ele-
mentos objetivo y subjetivo, así como la dimensión de eternidad, en un
conjunto de ideas integradoras en las que se entremezclan los ciclos del
entorno, las percepciones temporales de cada persona y la noción de que
el tiempo se opone a eternidad: según Platón, el tiempo que pasa es la
manifestación de una Presencia que no pasa.

c. Tiempo y movimiento.
La relación entre tiempo y movimiento la señala por vez primera Aristóteles,
cuando establece: el tiempo es el número (la medida) del movimiento
según el antes y el después. El ser que mide es, para Aristóteles, la con-
ciencia interna del tiempo. Sin embargo, no llega a explicar qué es lo que
señala el antes y el después, como advierte Prigogine.

Aunque algunos pensadores de la Antigüedad, como Estratón, conside-


ran que el tiempo es una realidad completa en sí misma, otros, como
Aristóteles, prefieren concebirlo más bien como una relación, aunque sin
llegar a definirlo como exclusivamente subjetivo.

En cualquier caso, ésta reflexión humana, que se prolonga hasta San


Agustín, considera que el tiempo es desde siempre una gran paradoja:
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parte del tiempo es pasado y ya no existe, y la otra parte es futuro y no


existe todavía, reflexiona Aristóteles. San Agustín enfatiza la percepción
subjetiva: el alma y no los cuerpos es la verdadera medida del tiempo.

d. El tiempo lineal.
Un salto esencial en la interpretación del tiempo se produce gracias a
los profetas del judaísmo, que rompen con la idea del eterno retorno y
rechazan la noción de destino implantada por los griegos. Esta visión del
mundo, sobre la que se construye más adelante la concepción cristiana,
realza el valor del futuro e introduce la esperanza como referencia de la
evolución humana.

La persona ya no es considerada prisionera de los ciclos y de la fatalidad,


sino que se encuentra en peregrinación hacia el futuro y espera con in-
tensidad el próximo cambio del mundo. Es la idea del tiempo lineal, que
se contrapone a la idea del tiempo cíclico.

El cambio de mentalidad que introduce el tiempo lineal es considera-


ble: no sólo integra la esperanza en la cultura de la especie, sino que al
mismo tiempo la hace subversiva. El mundo está inacabado y debemos
perfeccionarlo.

Esta noción del tiempo como fuente de progreso añade la dimensión so-
cial al debate de la Antigüedad sobre los elementos objetivo, subjetivo
y eterno (o cíclico) del tiempo. La polémica se prolonga hasta la época
moderna, cuando el tiempo es percibido, bien como realidad absoluta
(una realidad completa en sí misma), bien como propiedad (de las cosas)
o también como relación, como decía Aristóteles (más que una realidad,
el tiempo es una relación).

e. El tiempo continuo.
El denominador común es la descripción del tiempo como algo conti-
nuo, ilimitado, de una sola dirección y dimensión, homogéneo y fluyendo
siempre del mismo modo, explica Ferrater Mora.

Newton profundiza en esta descripción y establece el tiempo como


algo absoluto, verdadero y matemático, que transcurre uniformemen-
te. Descarta el factor subjetivo e introduce la medición matemática del
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tiempo con ayuda de relojes. Para Newton el tiempo es sólo una magni-
tud, una unidad de medida, puesto que en un mundo en movimiento no
hay lugar para el presente.

La visión newtoniana recupera el determinismo de los primeros momen-


tos porque considera que la historia cósmica está ya escrita: podemos
saber en qué momento ocurrirá el próximo eclipse o el paso del siguien-
te cometa. Como explica Ivar Ekeland, es la época de la transparencia
perfecta, el tiempo se inscribe en el espacio, el pasado y el futuro están
escritos en el instante presente para el que sepa leerlos.

f. El tiempo cuántico.
Una nueva y significativa ruptura en la concepción del tiempo se produ-
ce en la primera mitad del siglo XX, cuando la teoría de la Relatividad
Especial de Einstein establece la unión del tiempo y el espacio en un
nuevo concepto que evoca a Aristóteles.

Hace ya 2.200 años, Aristóteles afirmó que el tiempo tiene que ser movi-
miento, uniendo así dos conceptos relacionados entre sí pero que se nos
presentan separados, diferentes.

Einstein establece una revolución conceptual similar cuando señala que


el tiempo es la cuarta dimensión de la realidad. Los objetos no sólo tie-
nen longitud, altura y profundidad, sino que además están inmersos en
un proceso temporal inevitable que tiene tanta importancia como las
otras tres dimensiones físicas.

Bertrand Russell lo explica así: …”espacio y tiempo no son independien-


tes, como tampoco lo son las tres dimensiones del espacio. Seguimos
necesitando las cuatro dimensiones para determinar la posición de un
hecho... pues no existe el mismo tiempo para diferentes observadores”...

g. El espacio – tiempo.
La gran trascendencia del aporte de Einstein radica en la unificación que
realiza de conceptos básicos aplicados a la realidad: no sólo establece
que la materia es simultáneamente onda y partícula, sino que el tiempo
y el espacio son también facetas diferentes de un todo de cuatro dimen-
siones que es el llamado espacio - tiempo.
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Algunos físicos consideran incluso al espacio - tiempo como la matriz de


toda la realidad. De hecho, el espacio y el tiempo aparecieron simultá-
neamente en la evolución del Universo.

La física actual se plantea además que el tiempo puede estar formado


por partículas elementales que, al igual que los objetos materiales, per-
cibimos como algo continuo y fluyente a nivel macrofísico (es decir, en la
vida cotidiana), pero que, a nivel microfísico (que sólo podemos percibir
en el laboratorio), es granulado (está formado por partículas) e irregu-
lar (porque tiene periodos de diferentes proporciones). Si esto es así, la
misma dualidad onda - partícula aplicable a la luz, valdría también para
el tiempo.

h. El tiempo como ilusión.


Wartofsky advierte que nuestra imagen actual del espacio y del tiempo
ha sido creada por la ciencia, y que las concepciones del espacio y el
tiempo no están siempre de acuerdo con las simples verdades espacio
temporales que tomamos como inevitables y necesarias.

Conviene tenerlo en cuenta porque para Einstein la distinción entre pa-


sado, presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que ésta sea.
Esta afirmación choca con el sentido común, que nos indica que el tiem-
po es tan real como la materia y el espacio.

Sin embargo, añade Wartofsky 1, el sentido común es un término relati-


vo, que indica solamente la visión prevalece en un período determinado
del desarrollo conceptual. Desde ésta perspectiva, el sentido común es
sólo el conocimiento adquirido por la especie que ha resultado útil en de-
terminados períodos históricos, pero no necesariamente es sinónimo de
verdad. ¿Es el tiempo una cultura, una ilusión de la especie?

i. Dos presentes.
Aceptar que el espacio y el tiempo forman una única realidad supone
no sólo convertir a ambos en fenómenos físicos, sino también revisar la
noción de simultaneidad.

1. Marx W. Wartofsky, Introducción a la filosofía de la ciencia, Alianza Universidad 39,


Tomos I y II, Madrid 1979.
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Hasta Newton se pensaba que existía un presente universal: dos aconte-


cimientos no pueden ocurrir al mismo tiempo en dos lugares diferentes.

Sin embargo, la teoría de la relatividad establece que no existe ningún


momento que tenga validez universal: dos acontecimientos pueden ocu-
rrir simultáneamente para un observador, pero otro observador que se
mueva respecto al primero de ellos percibirá esos dos acontecimientos
sucesivamente, no al mismo tiempo.

Es decir, aunque en la vida cotidiana, donde las distancias y las veloci-


dades son demasiado pequeñas para apreciar la relatividad, no ocurren
éstas cosas, sin embargo acontecimientos que tienen lugar en lugares
muy alejados entre sí pueden estar en el pasado para un observador y
en el futuro para otro. Bertrand Russel afirma al respecto que el orden -
tiempo de los acontecimientos depende en parte del observador.

En consecuencia, el concepto de presente es una cuestión meramente


personal y sólo tiene significado para el marco de referencia en el que
se encuentra el observador, explica Davies. Y añade: siendo esto así,
resulta insensato dividir ordenadamente el tiempo en pasado, presente
y futuro.

j. Arqueros del Universo.


La estructuración de los acontecimientos en pasado, presente y futuro
no deja de ser una construcción mental sin ningún significado para las
ciencias naturales, lo que explica la ilusión a la que se refería Einstein.

El mundo no sucede, simplemente existe, dice el matemático Herman


Weyl. La flecha del tiempo la ponemos nosotros. Somos los arqueros
que permiten que el Universo tenga una historia con pasado, presente y
futuro.

Un nuevo elemento desconcertante porque, a pesar de su carácter ilu-


sorio, la direccionalidad del tiempo impregna todo el Universo y es la
que establece el principio básico de causalidad, origen de cada uno de
nosotros.

Casi todos los físicos están convencidos de que la causalidad es una


ley inviolable de la naturaleza, pero a decir verdad carecen de una de-
mostración que así lo pruebe, advierte Gribbin. Y añade: no existe en
realidad nada en las leyes de la física que exija que la causalidad sea
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verdadera... La ley de causalidad no es más que la concepción vulgar del


tiempo expresada en jerga científica.

Nuestra magnitud respecto al Universo guarda así una estrecha relación


con nuestra capacidad de interactuación con él: según la relatividad no-
sotros somos el tiempo del Universo.

k. El tiempo creativo.
Ya no podemos pensar, con Einstein, que el tiempo irreversible es una
ilusión, sentencia sin embargo Ilya Prigogine. Para mí -añade- …”el hom-
bre forma parte de esta corriente de irreversibilidad que es uno de los
elementos esenciales, constitutivos, del Universo”...

Premio Nobel de Química en 1977 por su contribución al estudio de los


procesos irreversibles y de la termodinámica de los sistemas complejos,
Prigogine añade a la teoría clásica, relativista y cuántica la así llamada
física de los procesos alejados del equilibrio. Ha podido establecer que
en condiciones alejadas del equilibrio, la materia es capaz de apreciar di-
ferencias en su entorno y de reaccionar con grandes efectos a pequeñas
fluctuaciones.

Toda la teoría de Prigogine se basa en la termodinámica, una ciencia ma-


temáticamente rigurosa iniciada en 1811 por Jean Joseph Fourier y ba-
sada en el tratamiento teórico de la propagación del calor en los sólidos.

Esta ciencia añade otro componente universal a la física, además de la


gravitación: el calor. Para Prigogine, las grandes líneas de la historia del
universo están hechas de una dialéctica entre la gravitación y la termo-
dinámica.

La termodinámica se basa en tres principios básicos: el de conservación


(que no es sino una generalización del principio de conservación de la
energía conocido en la física mecánica), el principio de evolución (también
conocido como segundo principio de la termodinámica) y el principio de
Nernst-Planck.

l. Tres principios.
En sus comienzos, la termodinámica se centra en los procesos de equi-
librio y descuida los procesos irreversibles típicos de las situaciones
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alejadas del equilibrio. Sin embargo, es sobre estos procesos, a partir


de los cuales se formula el segundo principio de la termodinámica, que
Prigogine fija su atención: revolucionan de tal forma el conocimiento del
mundo que trascienden con mucho la teoría relativista y cuántica sobre
la que se cimienta el pensamiento científico del siglo XX.

El segundo principio de la termodinámica es la ley del crecimiento irrever-


sible de la entropía (desorden), formulada por Rudolf Clausius en 1865. La
entropía de un sistema aislado aumenta con el tiempo, explica Penrose:
un sistema aislado (por ejemplo un gas) que ha sufrido una evolución, no
retorna espontáneamente a su estado inicial, sino que amplifica sus fluc-
tuaciones. Esta amplificación de las fluctuaciones provoca a su vez una
situación nueva y una serie de nuevas posibilidades de evolución.

Para la nueva ciencia del calor, los sistemas disipan energía, son irrever-
sibles y evolucionan hacia el desorden. La evidencia que se desprende
de la termodinámica es que, lejos del equilibrio, la materia desarrolla
nuevas propiedades: sensibilidad a influencias del entorno, posibilidad
de estados múltiples, historicidad de las elecciones adoptadas por los
sistemas (se crean nuevos estados irreversibles).

ll. Fenómenos irreversibles.


Una de las consecuencias de los estudios de la termodinámica es que
el tiempo no puede ser subjetivo, como sugiere la física de partículas.
Según la física del calor, la irreversibilidad es la base de la mecánica
cuántica, de la mecánica clásica y de la relatividad, por lo que ya no
podemos considerar el tiempo como una aproximación: la relatividad
general no da sentido a la irreversibilidad y no puede explicar la gigan-
tesca producción de entropía que caracterizó el nacimiento de nuestro
universo.

Los fenómenos irreversibles que se aprecian en los sistemas alejados del


equilibrio conducen a nuevas estructuras materiales que perduran y evo-
lucionan hacia nuevos estados, lo que lleva a Prigogine a afirmar que ya
no nos está permitido creer que somos los responsables de la aparición
de la perspectiva del antes y del después.

De la termodinámica se desprende que, a niveles macroscópicos, la ma-


teria sometida a calor es inestable, fluctúa y engendra nuevos estados.
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A diferencia de lo que ocurre con la física cuántica, estos procesos me-


tamórficos ocurren al margen de que sean observados o no, son inevi-
tables e imprevisibles y pueden desarrollarse de una forma totalmente
incontrolada.

Aunque la estructura subatómica de la materia sea paradójica porque no


sigue las leyes físicas conocidas, a niveles macroscópicos la materia se
transforma por efecto del calor y sintoniza con el orden espacio-temporal
humano. Para Prigogine, este orden macroscópico otorga objetividad al
mundo físico y disuelve las paradojas que se observan en el mundo
cuántico, considerado como una especie de mundo alejado de los proce-
sos de observación.

m. Tiempo irreversible.
En consecuencia, según la termodinámica todo discurre realmente del
pasado al presente y del presente al futuro de manera inevitable e irre-
versible. Roger Penrose aclara sin embargo que la irreversibilidad es sim-
plemente una cuestión práctica: no podemos en la práctica des-revolver
un huevo, aunque es un procedimiento perfectamente admitido por las
leyes de la mecánica.

La inestabilidad, las fluctuaciones y la irreversibilidad, cualidades que


descubre la termodinámica, desempeñan un papel en todos los niveles
de la naturaleza: la química, la ecología, la climatología, la biología y la
cosmología. Desde esta perspectiva, el universo surge de una inestabili-
dad (no de una singularidad, como expone la teoría del “big bang”), que
crea simultáneamente materia y entropía.

Nuestro Universo es el resultado de una transformación irreversible y pro-


viene de otro estado físico, no del vacío cuántico. La transformación del
espacio - tiempo en materia, en el momento de la inestabilidad del vacío,
corresponde a una explosión de entropía, a un fenómeno irreversible.

En consecuencia, el universo no está condenado a la extinción, como ex-


pone la teoría clásica, sino que puede renacer si la inestabilidad original
se llega a reproducir. Para Prigogine, el nacimiento de nuestro tiempo
(del tiempo de nuestra vida, de nuestro planeta, de nuestro universo) no
equivale al nacimiento del tiempo en sí mismo, ya que en el vacío cuán-
tico el tiempo existía en estado potencial.
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n. Azar y tiempo.
La física de los sistemas alejados del equilibrio aporta otra novedad: el
azar introducido por la física en la mecánica cuántica no se limita al nivel
de las partículas elementales, sino que es también una propiedad de la
materia a nivel macroscópico, de los sistemas observados por la termo-
dinámica. A nuevos estados físicos de la materia le corresponden nuevos
comportamientos.

La idea que se desprende de esta teoría es que reafirmamos el carácter


abierto y creativo del Universo que nos sugieren las partículas elementales.

Sin embargo, si la física nos ha hablado hasta ahora del tiempo ilusión de
Einstein y del tiempo degradación de la entropía (extinción del Universo
por disipación del calor), estos dos modelos de tiempo no rigen ya: el
Universo no sólo no se degrada, sino que aumenta en complejidad con
nuevas estructuras que emergen en las estrellas, las galaxias y los sis-
temas biológicos.

El desorden no es sinónimo de caos, sino de reorganización e incremento


de la complejidad de los sistemas. Como señala Prigogine, los desarro-
llos recientes de la termodinámica nos proponen un Universo en el que
el tiempo no es ilusión ni disipación, sino creación.

ñ. Una cultura abierta del tiempo.


Estas reflexiones nos señalan que el debate iniciado por Platón se pro-
longa todavía, que continuamos viviendo, compartiendo e inventando la
historia del tiempo en una persistente especulación metafísica. Sin em-
bargo, al igual que ocurre con nuestras facultades superiores, seguimos
sin saber exactamente lo que es el tiempo.

Uno de los mayores condicionantes de nuestra existencia, de nuestro co-


nocimiento, de nuestra percepción y de nuestra cultura, es también uno
de nuestros mayores misterios.

Bergson lo expresa así, elocuentemente: …“nosotros no pensamos el


tiempo real, pero lo vivimos porque la vida desborda a la inteligencia”...

Parece decirnos que, ya seamos los arqueros del universo que ponemos
la flecha del tiempo, como decía Einstein, o ya seamos parte de la co-
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· Mg. Ing. Jorge Alberto Galatro · UNIDAD

rriente de irreversibilidad que cruza el Universo, como dice Prigogine, la


vida nos desborda y conduce por senderos en los que el tiempo emerge
más como una cultura que evoluciona con nuestros conocimientos, que
como uno de los fundamentos metafísicos del mundo real.

Esto es lo que podemos aprender de la historia del tiempo, que sigue


abierta a nuevas interpretaciones porque es una historia que construi-
mos nosotros con nuestras inquietudes, investigaciones y reflexiones.

Así escapamos también del determinismo cultural que rechazan la física


cuántica y la termodinámica porque, como ha expresado la antropóloga
María Jesús Buxó, las culturas no son inmutables, sino el vehículo para
la creación consciente y constante de estructuras de realidad y, por ello,
de futuros probables.

o. El tiempo subjetivo.
A diario asociamos el tiempo con lo que nos dicta el reloj, lo que nos
permite juzgar la duración de un segmento determinado. La percepción
temporal suele describirse mediante variables biológicas y psicológicas.
La relación “tiempo psicológico” (subjetivo, percibido), “tiempo universal
objetivo” (físico, reloj); depende no sólo del factor biológico sino tam-
bién del aprendizaje, habilidad cognitiva, experiencia, ambiente físico y
social, personalidad, cultura y otros.

El tiempo subjetivo se refiere a la estimación objetiva sin las “claves”


externas del reloj. De hecho, casi siempre las estimaciones subjetivas
difieren de las objetivas. Desde lo teórico, el tiempo psicológico está
más bien constituido por eventos físicos y psicológicos que ocurren in-
ternamente. Veamos un ejemplo: en ciertas condiciones, el tiempo pasa
más rápidamente que en otras. ¿Por qué? Según Fraisse -un estudio-
so-, porque la situación de esperar, y la expectativa en general, enfoca
la atención en el paso del tiempo y esto aumenta la duración. Por otra
parte, cuando la atención se aparta del paso del tiempo, y se dirige a
un evento determinado -una fiesta, un concierto-, la experiencia de la
duración parece más corta. Investigaciones sobre la percepción temporal

Nuestras investigaciones sobre la percepción del tiempo para duraciones


cortas (del orden de 1 a 20 segundos) detectaron una diferencia entre
dos grupos de niños: uno, de 7 y 8 años de edad; otro, de 10 a 14 años.
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También observamos diferencias entre varones y mujeres. Además, no


se percibe del mismo modo el tiempo que acaba de pasar que el que está
por venir. Como se preveía, los segmentos temporales estimados por el
grupo de los menores fue más corto que el de los mayores. No encontra-
mos diferencia entre los chicos más grandes y los adultos.
Jean Piaget -pedagogo- había sugerido que, ya alrededor de los 7 a 8
años, pueden estimarse correctamente la sucesión y la duración de los
eventos.
Sin embargo, para Fraisse, a esa edad (los niños) todavía no se dan
cuenta de que el tiempo es independiente del cambio; a este nivel de
abstracción se llega por grados. Este autor opinaba que los niños meno-
res estiman el tiempo sobre la misma base que los niños mayores pero
que aún no han aprendido a relacionar todas las posibles estimaciones
de duración. Nosotros interpretamos la diferencia entre los dos grupos
de niños como un cambio cognitivo en la comprensión de la naturaleza
abstracta del tiempo.
Contrariamente a lo esperado, también encontramos que, para la misma
duración de reloj, los varones dan duraciones menores que las mujeres.
En cuanto a esta diferencia, se puede postular que, durante su vida, las
mujeres acumulan una mayor cantidad y variedad de experiencias que
los hombres.
Por lo tanto, hacen un mayor número de asociaciones (con eventos) por
unidad de tiempo de reloj. Dando por sentado que la unidad subjetiva
de tiempo depende de la cantidad de asociaciones, las mujeres -para la
misma duración física- van a requerir más unidades subjetivas de tiempo
porque tienen asociaciones más variadas que los hombres.
En lo que respecta a las variedades temporales clásicas: la prospectiva
-el tiempo por venir- y la retrospectiva -el tiempo que ya pasó-, puede
afirmarse que no se perciben del mismo modo.
Nuestros resultados muestran que -en la segunda- las duraciones resul-
tan más cortas. Esto se debería a que, en el cálculo del tiempo que ya
pasó, intervienen también otros factores cognitivos como la memoria. En
cambio, en el tiempo que va a llegar, interviene sólo el reloj biológico.
En nuestra cultura -altamente tecnológica- estamos obsesionados mi-
rando el reloj y contando el tiempo hasta los microsegundos. Pero toda-
vía desconocemos hechos esenciales acerca del procesamiento biológico
y psicológico de la información temporal. Por ello se debe insistir en que
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se trata de un conocimiento muy importante, al cual hay que abocarse,


que juega un papel significativo en el desarrollo de técnicas y méto-
dos psicológicos, en la educación, en la conducta vial, en la interacción
hombre-máquina, en la producción industrial, en los tratamientos clínico
- médicos, etcétera.
El sentido del tiempo, lo mismo que el auditivo, visual, olfativo y el del
gusto, constituye una función psicológica fundamental para el desarrollo
de la conducta humana. Cuando aparecen deterioros en el tiempo psi-
cológico los síndromes suelen ser críticos, y surgen en muchas clases de
psicopatologías como, por ejemplo, en pacientes con lesiones cerebra-
les orgánicas, esquizofrenia y depresión. Desde este punto de vista, la
alteración del tiempo psicológico, o del sentido del tiempo, influye en la
conducta y lleva a la desintegración de la personalidad. 2

p. El tiempo biológico.
El psicobiólogo John Gibbon solía llamar al tiempo “el contexto primordial”:
un hecho incrustado en la vida y experimentado por todos los organismos
de cualquier época. Para la flor que extiende sus pétalos al amanecer,
para los gansos que vuelan al sur en otoño, para las langostas que se
asocian en enjambres cada 17 años, e incluso para los mohos del suelo
que esporulan en ciclos diarios, la sincronización lo es todo.
En el organismo humano los relojes biológicos marcan los segundos, los
minutos, los días, los meses y los años. Gobiernan los movimientos de
fracción de segundo de un servicio en el tenis y explican los desarreglos
producidos por el cambio de los husos horarios en los viajes, la aparición
mensual de las hormonas menstruales y los accesos de melancolía que
nos llegan con el invierno. Los cronómetros celulares pueden decidir
incluso cuándo se apaga nuestro tiempo y morimos.

Los marcapasos implicados divergen entre sí no menos que un reloj so-


lar y un cronómetro. Los hay exactos e inflexibles. Otros, aunque no tan
fiables, se hallan sujetos a un control consciente. Algunos se activan por
ciclos planetarios, otros por ciclos moleculares.

2. http://www.santafe-conicet.gov.ar/. Dra. Anna Eisler, investigadora y profesora


de la Universidad de Estocolmo (Suecia) -Departamento de Psicología. Dra. Miguelina
Guirao, Laboratorio de Investigaciones Sensoriales (LIS-CONICET), de Buenos Aires
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Son esenciales para la mayoría de las complejas tareas que realizan el


cerebro y el organismo. Los mecanismos de determinación de los ritmos
nos ayudan a entender el envejecimiento y la enfermedad. El cáncer, la
enfermedad de Parkinson, la depresión estacional y el problema de la
deficiencia de atención se han vinculado a fallos en el funcionamiento de
los relojes biológicos.
Cualquier ser vivo experimenta el tiempo como algo fundamental en sus
vidas. Los seres humanos no son ajenos a la dependencia cronológica
del resto de animales o plantas, siguiendo todos internamente un ritmo
marcado por los relojes biológicos.
Desde los estados emocionales de carácter estacional, a las cascadas
hormonales del torrente sanguíneo de los adolescentes, todo está regu-
lado por ciclos, relojes y marcadores cronobiológicos. Los sistemas me-
didores de tiempo que habitan en el interior de nuestras células deciden
también la fecha de nuestra muerte, siempre y cuando una enfermedad
o un accidente no la hayan adelantado.
Vivimos sujetos a todos estos mecanismos que rigen nuestros ciclos bio-
lógicos. No hay un solo mecanismo que gobierne la vida del individuo
de forma monolítica. Más bien, es la suma de muchos y muy diferentes
sistemas lo que nos mantiene vivos, atados a las cadenas del tiem-
po. Aunque los fisiólogos todavía no conocen con exactitud todos estos
mecanismos, pueden ya ofrecer respuestas bastante claras acerca de
nuestro comportamiento biológico con respecto a los ciclos diurnos, las
estaciones o el paso de los años.
Suele decirse que, al realizar una tarea agradable, el tiempo pasará vo-
lando. Sin embargo, ante algo pesado o incómodo, el paso del tiempo se
nos hará interminable. El culpable de esta sensación irregular acerca del
transcurrir temporal, lo tiene un circuito de intervalos alojado en nuestro
cerebro. Es este circuito el que regula en el tiempo las actividades que
realicemos, afectando a nuestra percepción, memoria y pensamiento.
¿Se ha localizado en la intrincada maraña cerebral ese vital circuito?
Básicamente sí, está constituido por unas áreas pequeñas de los ganglios
basales y el cuerpo estriado. En esa región de nuestro cerebro habitan
pequeños grupos de células nerviosas, neuronas, con aspecto espinoso.
Las largas ramas de las neuronas del cuerpo estriado poseen miles de
conexiones con todas las demás porciones del cerebro, convirtiéndose
en un circuito vital para nuestras funciones de pensamiento y relación.
El consumo de drogas afecta al funcionamiento del circuito temporal. Por
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ejemplo, el consumo de marihuana reduce la cantidad de dopamina, sustan-


cia utilizada por el circuito como reguladora de su función, con lo que éste
se vuelve lento, haciendo que un individuo sienta cómo el tiempo se “frena”.
Las drogas estimulantes, como la cocaína, actúan de forma contraria,
aumentando la disponibilidad de dopamina y haciendo que el tiempo
parezca discurrir con mayor rapidez. Las emociones fuertes o el estrés
afectan a su vez a la cantidad de dopamina a disposición de este sistema
cerebral. Con esto, se explica que algunas veces los segundos nos parez-
can horas o lo contrario, que el día se pase “volando”.
Cuenta nuestro cerebro con otro reloj, encargado de los ciclos diarios.
El reloj circadiano está regulado por los ciclos de luz y oscuridad, el día
y la noche. Es el encargado de programar nuestra necesidad de sue-
ño nocturno y el que nos despierta, o lo intenta, por las mañanas. Sus
funciones van mucho más allá de intentar hacernos dormir o de actuar
como despertador. Regula la temperatura corporal, haciendo que ésta
sea máxima por la tarde y mínima al amanecer. Controla la presión ar-
terial, que se eleva a partir de las primeras horas de la mañana. La se-
creción de hormonas relacionadas con el estrés es mucho mayor por la
mañana que al anochecer, todas las funciones orgánicas se activarán o
desactivarán, acentuarán o disminuirán según dicte el ciclo del día, con-
trolado por el reloj circadiano.
La maquinaria celular de este reloj funciona incluso sin estímulos externos.
No hace falta que el amanecer sea perceptible para que el reloj circadiano
nos avise para levantarnos. En experimentos realizados en cuevas,
con voluntarios que han pasado largas semanas sin ver la luz solar, el
sistema continúa funcionando. Al contrario que con el reloj cerebral, el
sistema circadiano se localiza en el interior de los millones de células que
construyen nuestro cuerpo, manteniéndose en funcionamiento incluso
cuando son cultivadas en laboratorio.

Como cualquier reloj, el circadiano también puede atrasarse o adelantarse.


Es para mantenerlo en hora, sincronizado con el ciclo diario, cuando nuestro
organismo utiliza la luz diurna. Los relojes celulares son coordinados por
dos circuitos cerebrales. Uno se localiza en el hipotálamo, en los núcleos
supraquiasmáticos y es el culpable de que nos mantengamos despiertos,
de las fluctuaciones en la presión arterial y de la temperatura corporal. El
otro se encuentra en la glándula pineal, habitante del centro del cerebro.
Esta glándula segrega a la sangre la hormona melatonina, sólo por la
noche, para inducir nuestro sueño.
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¿Cómo saben esas células en el interior de nuestro cerebro si fuera es


de día o de noche? ¿Cómo reciben el estímulo? Lo hacen a través otras
células especializadas, recién descubiertas, que viven en la retina de
nuestros ojos y que están en permanente comunicación con los relojes
cerebrales. Como en cualquier organización compleja, en nuestro cuerpo
también existe la rebelión. Una cosa es lo que el cerebro mande y la
otra lo que cada órgano decida, aunque en general son muy obedientes.
Se han descubierto grupos de genes que actúan como reguladores
circadianos en varios tejidos.
Dependiendo de las horas de alimentación u horario laboral, así se
regulará cada ciclo en el hígado o en otros órganos, con independencia
de la orden cerebral. Hasta ahora se pensaba que los relojes cerebrales
reinaban sobre todo el cuerpo. Hoy se reconoce que son vitales en el
mantenimiento de la presión arterial o la temperatura, el sueño y la
vigilia, pero el resto de los órganos parecen ir “por libre”. Esto parece
explicar el molesto desfase que se produce en los viajes largos. La
fisiología está así controlada por los relojes circadianos, manteniendo el
control de nuestras actividades a lo largo del día.
Ésta sería, brevemente, la secuencia de acontecimientos cíclicos que nos
suceden a diario:

“Ciclo” diario
24:00 Medianoche.
02:00 Sueño profundo.
04:30 Temperatura corporal más baja.
06:45 Elevación aguda de la presión arterial.
07:30 Cesa la secreción de melatonina.
08:30 Inicio de la actividad intestinal.
10:00 Alto estado de vigilia.
12:00 Mediodía.
14:30 Coordinación óptima.
15:30 Tiempo de reacción más rápido.
17:00 Eficiencia cardiovascular y muscular óptimas.
18:30 Presión arterial máxima.
19:00 Temperatura corporal máxima.
21:00 Comienza la secreción de melatonina.
22:30 Cesa la actividad intestinal.
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Los bruscos cambios que los viajes largos causan en nuestros ritmos cir-
cadianos, se repiten por culpa de los cambios de estación, aunque esta
vez de forma menos súbita. Cuando la hora oficial cambia en muchos
países, dicen que para ahorrar energía, gran número de personas sien-
ten trastornos. Aunque su hora de acostarse haya cambiado, tenderán
a levantarse a la misma hora de siempre, muchas veces bastante antes
del amanecer.

Esta falta de sincronía entre el horario cotidiano y el ciclo diario podría


explicar una curiosa enfermedad, el trastorno afectivo estacional.

Apatía, cansancio, tristeza, aumento de peso, son los síntomas sufridos


por millones de personas, mayoritariamente en el Hemisferio Norte, en-
tre los meses de octubre a marzo. Algunos científicos piensan que estas
personas podrían salir de su estado depresivo si se levantaran a la hora
del alba en invierno, por tratarse de un problema de adaptación de los
ciclos de sueño y vigilia.

Aun así, por mucho que a algunos de nosotros las estaciones nos creen
problemas, somos una de las especies vivas a la que menos afectan los
cambios estacionales. Estamos libres de hibernar, mudar de pelo o piel y
rendirnos a los ciclos de apareamiento.

En los humanos existe otro ciclo, el más misterioso de todos. En las mu-
jeres y en otras hembras de los primates, el ciclo de ovulación dura cerca
de un mes. Este ciclo está controlado por mecanismos bioquímicos muy
bien conocidos, que pueden ser regulados por tratamientos hormonales,
la actividad física o la presencia de otras mujeres que estén menstruan-
do. Lo que es verdaderamente enigmático es el por qué de su duración,
que “coincide” con el ciclo lunar.

q. El tiempo en las diversas culturas.


Las distintas culturas pueden clasificarse como monocrónicas o poli-
crónicas, de acuerdo a su manera de relacionarse con el tiempo.

En las civilizaciones monocrónicas, el reflejo de los individuos consiste


en abordar una sola situación, un solo campo de interés o un solo inter-
locutor a la vez. Estas culturas perciben el mundo de manera fragmen-
tada, clasifican y organizan los eventos o los problemas como unidades
separadas, exigen un estricto respeto de los horarios y programan las
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actividades en forma secuencial.

En las civilizaciones policrónicas, como la griega, la latina o la de Medio


Oriente, las personas tienen una relación mucho más compleja con el
tiempo: acostumbran comprometerse en muchos eventos, situaciones
o relaciones simultáneamente y son flexibles en la programación de las
actividades y los horarios. El trabajo se encuentra tajantemente separa-
do de las relaciones interpersonales, de la familia y el entretenimiento.

La superioridad de los sistemas monocrónicos es indiscutible en térmi-


nos de eficacia: sin horarios, sin programas o un modelo de organización
monocrónico, la civilización industrial probablemente no hubiera podido
desarrollarse tanto.

Consideremos, por ejemplo, el concepto de orden. Para una civilización


monocrónica, el orden es una cualidad fundamental. La ausencia de esta
cualidad es percibida no como una carencia, sino como un defecto tam-
bién fundamental: el desorden. Sin embargo, desde una perspectiva
policrónica, esto es más bien una cualidad: la anarquía organizada.
De una manera general, aquello que para la concepción monocrónica es
la ausencia de una cualidad (es decir, un defecto) para la visión policró-
nica es una cualidad, en particular una posibilidad de apertura.

A criterio de la mayoría de los autores, los latinos son policrónicos. Sin


embargo, en algunas investigaciones apoyando a algunas empresas glo-
bales en sus programas de integración cultural se pudo corroborar que
la percepción de las características de una cultura por parte de otra de-
pende fundamentalmente del posicionamiento relativo de cada una en el
eje monocronía – policronía.

Este criterio es sostenido por el llamado Modelo de Hall, que indica el


posicionamiento relativo de las distintas culturas en el eje policrónico
– monocrónico:

MÉXICO ARGENTINA ITALIA FRANCIA EE.UU. ALEMANIA

Policronía Monocronía
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Este esquema presenta cómo se ubican los países según su cultura, to-
mando en cuenta las características de la policronía o monocronía.

Por ejemplo, los franceses describen a los argentinos como policrónicos y


los argentinos a los franceses como monocrónicos. Los argentinos perci-
ben a los franceses como inflexibles, duros, intolerantes, fríos, distantes,
cerrados, burocráticos. Pero cuando preguntamos a los mexicanos cómo
perciben a los argentinos, nos encontramos con las mismas palabras
con las que éstos últimos habrían definido a los franceses. Por lo tanto,
si bien según Hall todos los latinos son policrónicos, su posicionamiento
relativo en el eje policronía – monocronía determina cómo son percibidos
por la otra cultura.

Solo de manera ilustrativa, se puede apreciar en el siguiente cuadro


cómo los argentinos describen a los franceses, y cómo los franceses des-
criben a los argentinos:

Franceses percibidos por argentinos Argentinos percibidos por franceses


Normativos – cartesianos - estructu- Pragmáticos – flexibles – improvisados
rados – adaptables – intuitivos – no respetan
normas
Fríos – distantes - cerrados Cálidos – sociables - abiertos
Críticos Evitan los conflictos
Rigurosos - intolerantes Inconstantes – informales - impuntuales
Reservados – con dificultades para co- Comunicativos - simpáticos
municarse
Gruñones - malhumorados Alegres - divertidos
Falta de apertura al exterior Hospitalarios - abiertos
Preocupados - escépticos Optimistas
Tacaños Solidarios
Respetuosos de las instituciones Individualistas
Responsables – serios - organizados Informales
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Ideas fuerza de la Unidad Didáctica I.

En esta Unidad Didáctica avanzamos en el desarrollo conceptual para in-


tentar comprender la complejidad que existe involucrada en el concepto
del tiempo.

Ciclos naturales, ciclos biológicos, ritmos cerebrales, entre otros, nos


recuerdan que somos seres naturales que, más allá del alejamiento de la
Naturaleza, que la sofisticación de nuestra organización social ha provo-
cado a nuestra especie, hay algo muy profundo y atávico que nos vincula
a ella.

También pudimos aproximarnos a una segunda percepción, que resulta


de nuestra subjetividad, que reinterpreta lo que nuestros sentidos nos
permiten percibir.

Por último, y como mensaje de utilidad para la integración a escala glo-


bal, aproximamos las ideas más generales que nos permitan entender
por qué operamos en torno del tiempo en forma tan diversa, en función
de cuál es la cultura en la cual nos hemos socializado.

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