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Antonio Gramsci

Retrato de Gramsci de comienzos de los años 1920.

Secretario general del Partido Comunista de Italia


agosto de 1924-noviembre de 1927

Predecesor Amadeo Bordiga

Sucesor Palmiro Togliatti

Información personal

Nacimiento 22 de enero de 1891


Ales, Reino de Italia

Fallecimiento 27 de abril de 1937 (46 años)


Roma, Reino de Italia

Causa de la
Hemorragia cerebral
muerte
Lugar de
Cementerio protestante (Italia)
sepultura

Nacionalidad Reino de Italia

Partido
PSI, PCd'I
político

Familia

Cónyuge Julia Schucht

Hijos Delkio Gramsci, Giuliano Gramsci

Educación

Educado en Universidad de Turín


Información profesional

Ocupación Periodista, escritor, filósofo, pedagogo, político

Distinciones Premio Viareggio

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Antonio Gramsci [an'tɔ:njo 'gra:mʃi] (Ales, Cerdeña, 22 de


enero de 1891 - Roma, 27 de abril de 1937) fue un filósofo,
teórico marxista, político y periodista italiano. Escribió sobre teoría
política, sociología, antropología y lingüística. Fue uno de los
fundadores del Partido Comunista Italiano, encarcelado bajo
el régimen fascista de Benito Mussolini.

Índice

 1Biografía
o 1.1Turín
 1.1.1Actividad periodística
o 1.2L'Ordine Nuovo
o 1.3Los Consejos de Fábrica
 1.3.1La Praxis
o 1.4La Fundación del Partido Comunista de Italia (PCd'I)
o 1.5Diputado al Parlamento
o 1.6El Congreso de Lyon
o 1.7La Cuestión Meridional
o 1.8El arresto, el proceso y la cárcel
o 1.9Fallecimiento
 1.9.1Supuesta conversión
o 1.10Obras
 2Contribuciones
o 2.1Hegemonía / bloque hegemónico
o 2.2Las Clases subalternas
o 2.3Conciencia de Clase
o 2.4El Partido Político
o 2.5Los Intelectuales
o 2.6Los intelectuales y la educación
o 2.7Literatura Nacional Popular
o 2.8La crítica a Croce
o 2.9Materialismo histórico
o 2.10El estado y la sociedad civil
o 2.11Historicismo
o 2.12Crítica del Economicismo
o 2.13Crítica del Materialismo
 3Referencias
 4Enlaces externos

Biografía[editar]
Sus padres fueron Francesco Gramsci (1860-1937) y Giuseppina
Marcias (1861-1932), una familia sumida en la miseria. Su juventud
estuvo llena de dificultades y sacrificios para superar la precaria
condición familiar, que no permitió llevar adelante sus estudios sino
muy intermitentemente.
Su padre Francesco era originario de Gaeta y había
estudiado derecho, pero por la pobreza de su familia debió buscar
rápidamente un trabajo y partió para Cerdeña. En el año 1881 se
empleó en la oficina de registro de Ghilarza(provincia de Oristán) y allí
conoció a la futura madre de Antonio, Peppina, que sólo había
estudiado hasta tercero de primaria. Se casaron pese a la oposición
de los padres de ella. Durante este período nacieron cuatro de sus
hijos: Gennaro (1884), Grazietta (1887), Emma (1889) y el 22 de enero
de 1891, en Ales, Antonio, que fue bautizado el 29 de enero.
Al año siguiente los Gramsci se mudaron a Sorgono (provincia de
Nuoro), donde nacieron sus otros tres hijos: Mario en 1893, Teresina
en 1895 y Carlos en 1897. El padre fue arrestado el 9 de
agosto de 1898 bajo la acusación de peculado, concusión y
falsificación y fue condenado el 27 de octubre de 1900 a una pena
mínima por la atenuante de «escasa cuantía»: 5 años, 8 meses y 22
días de cárcel, que expió en Gaeta. Privados del sueldo del padre, su
familia numerosa padeció una extrema miseria. Y entonces Antonio,
cuando apenas tenía tres años, sufrió una caída de cuyo traumatismo
le quedó como secuela una deformación de la columna que le impidió
crecer, de modo que su altura adulta no llegó a superar el metro y
medio.
Otra versión del hecho es sin embargo diferente, según la autopsia
realizada a sus restos y los datos que ofrece la Casa-museo de
Antonio Gramsci en Ghilarza. El trastorno sería en realidad
una tuberculosis osteoarticular que impidió su crecimiento normal y
habría afectado sus pulmones poco antes de su muerte.

Antonio Gramsci en 1906.


Antonio comenzó a asistir a la escuela primaria a los siete años y la
concluyó en 1903 con las máximas calificaciones. Pero la pobreza de
la familia le impidió inscribirlo en la enseñanza secundaria, ya que
debía contribuir a la economía doméstica trabajando en la Oficina del
Catastro por 9 liras al mes, el equivalente a un kilo de pan al día.
Trabajaba diez horas por día removiendo «registros que pesaban más
que yo y muchas noches lloraba a escondidas porque me dolía mucho
el cuerpo».[cita requerida]
El 31 de enero de 1904 Francesco concluyó su periodo de condena y
obtuvo un empleo de escribano en la Oficina de Catastro, así que
Antonio pudo inscribirse en la escuela secundaria municipal de Santu
Lussurgiu, a 18 kilómetros de Ghilarza, «una pequeña escuela en la
cual tres presuntos profesores regañaban, con caras exageradamente
sombrías, durante las cinco clases»[cita requerida]. Con esta preparación
logró graduarse en Oristán y en el verano de 1908 se inscribió en el
liceo Dettori de Cagliari, donde compartió una pensión con su hermano
Gennaro, quien trabajaba en una fábrica de hielo.
Al concluir su segundo año de instituto pidió a su profesor, director de
la Unión Sarda, que le permitiese colaborar en el verano en el
periódico con breves artículos y el profesor lo aceptó, de forma que
el 20 de julio de 1910 recibió su credencial de periodista. Al año
siguiente se graduó en el liceo con ochos, salvo un nueve en italiano.
Turín[editar]
En 1911 el Colegio Carlo Alberto de Turín ofrecía 39 becas para
estudiantes de 70 liras al mes durante once meses para poder asistir a
la Universidad de Turín. «Partí para Turín como si fuese en estado de
sonambulismo. De cien liras recibidas en casa tenía solo 55 liras en la
bolsa, ya que había gastado 45 en el viaje en tercera clase». El 27 de
octubre de 1911 concluyó los exámenes para la beca y los superó
clasificándose en noveno lugar; en el segundo estaba un estudiante
genovés llamado Palmiro Togliatti que después será su compañero en
el Partido Comunista Italiano (PCI).
Se inscribió en la Facultad de Letras, pero no le alcanzaban a cubrir
gastos las exiguas 70 liras mensuales de la beca, ni siquiera para
pagarse calefacción: «La preocupación del frío no me permite estudiar
porque paseo en la recámara para calentarme los pies o debo de estar
totalmente cubierto porque no logro aguantar la primera helada».
Sus opiniones políticas en aquel tiempo solo consistían en una
genérica adhesión a las ideas socialistas originadas en un fuerte
resentimiento por las injusticias que había padecido y que había visto
cometer en la región del Mezzogiorno y particularmente en Cerdeña,
afectada por los retrasos en las decisiones políticas y económicas que
tomaban los del continente.
Está de vuelta en casa durante las elecciones políticas del 26 de
octubre de 1913. Italia se encontraba en guerra contra Turquía a
causa de la conquista de Libia y votaron por primera vez incluso los
analfabetos; sin embargo, se reiteran como en elecciones precedentes
la corrupción y la intimidación electoral. Angelo Tasca, joven dirigente
socialista turinés, amigo y compañero de estudios de Gramsci,
escribió:
«[Gramsci] había sido muy golpeado por la transformación
producida en aquel ambiente de la participación de las masas
campesinas en las elecciones, aunque no supieran y no
pudieran todavía servirse por su cuenta de esa nueva arma. Fue
este espectáculo, y la meditación sobre esto, lo que hizo
definitivamente de Gramsci un socialista».
En los primeros días de noviembre de 1913 se instaló en una
buhardilla del último piso de un edifico situado en el n.º 14 de la
calle San Máximo, hoy monumento nacional; debe fecharse en este
periodo su inscripción en el Partido Socialista Italiano. Se incorporó
con retraso a los exámenes a causa de «un tipo de anemia
cerebral, que me quita la memoria, me devasta el cerebro, me hace
enloquecer hora tras hora, sin que logre encontrar descanso, ni
paseando, ni tendido en la cama, ni tendido en el piso,
arrollándome furibunda en ciertos momentoso». Para no perder el
abono mensual de la Fundación Albertina, logra aprobar diversos
exámenes entre marzo y abril de 1914.
Toma lecciones privadas de filosofía con el profesor Annibale
Pastore, acerca de quien escribió posteriormente:
«Su orientación era originalmente crociana [...] quería darse
cuenta del proceso formativo de la cultura para los fines de la
revolución [...] cómo hace el pensar para actuar [...] cómo las
ideas se vuelven fuerzas prácticas».
Gramsci escribirá también sobre la necesidad de superar un
modo de vivir y de pensar atrasado como era el propio de un
sardo de principios de siglo, a fin de alcanzar un modo de vivir y
de pensar que no fuera ya regional y aldeano, sino nacional, y
también de cómo «provocar en la clase obrera la superación de
aquel provincianismo al revés de la “bola de plomo” [así era
considerado generalmente el Sur de Italia por parte del
Norte] que tenía sus profundas raíces en la tradición reformista y
corporativa del movimiento socialista».
Frecuenta a los jóvenes compañeros del Partido, entre los
cuales se encontraban Ángelo Tasca, Palmiro Togliatti —futuro
secretario general del PCI— y Umberto Terracini: «Salíamos
juntos de las reuniones del partido [...]; mientras los últimos
noctámbulos se detenían a observarnos [...], continuábamos
nuestras discusiones, mezclándolas de propuestas feroces, de
carcajadas estrepitosas, de galopes en el reino de lo imposible y
del sueño».
En la Italia que se ha declarado neutral en la Primera Guerra
Mundial —neutralidad que también afirmaba el Partido
Socialista—, escribe por primera vez en el periódico socialista
turinés Il Grido del Popolo ("El Grito del Pueblo") el 31 de
octubre de 1914 el artículo "Neutralidad activa y operante" en
respuesta al artículo de Benito Mussolini "De la neutralidad
absoluta a la neutralidad activa y operante", sin poder imaginar
sin embargo la evolución política que habría de tener el que era
entonces un importante y popular líder del socialismo.
El 13 de abril de 1915 aprueba su último examen en la
Universidad; Italia entra en guerra y Gramsci siente, como nunca
antes, la necesidad de un compromiso político directo y asiduo.
Actividad periodística[editar]

Retrato de Gramsci (1915).


Desde los primeros meses de 1916, en plena guerra mundial,
fue uno de los tres redactores del semanario de la sección
socialista de Turín El Grito del Pueblo y de la hoja turinesa
del Avanti en la sección "Bajo la mole"; publicó breves panfletos
y crítica teatral. Más tarde diría haber escrito, en diez años de
periodismo, «quince o veinte volúmenes de 400 páginas, pero
escritas en un día para morir con el día» y se jactaría de haber
contribuido a hacer popular el teatro de Pirandello, entonces
incomprendido o escarnecido. Se liberó del aislamiento de su
vida de estudiante pobre y huraño visitando obreros y dictando
conferencias en los círculos socialistas.
En estos escritos ponía de manifiesto su intransigencia política y
su ironía incluso en contra de los socialistas reformistas, su
fastidio hacia cada expresión meramente retórica, pero también
su formación idealista, su deuda cultural respecto a Benedetto
Croce, mayor aún que la que mantenía con Karl Marx. «En
aquel tiempo» –escribirá– «el concepto de unidad de teoría y
práctica, de filosofía y política, no me resultaba claro y yo era
por tendencia crociano».
En marzo de 1917 el zar de Rusia fue derribado y se instauró un
gobierno liberal moderado; las noticias llegaban parciales y
confusas, pero el 29 de abril Gramsci escribió que «la revolución
rusa es [...] un acto proletario y naturalmente debe desembocar
en un régimen socialista» y en mayo sostiene que Lenin «ha
suscitado energías que jamás morirán. Él y sus compañeros
bolcheviques están persuadidos que es posible en todo
momento realizar el socialismo».
El 25 de agosto de 1917 Turín se alzó espontáneamente contra
la guerra y el hambre y la represión militar causó más de
cincuenta muertos y centenares de heridos. La ciudad fue
declarada zona de guerra. Los dirigentes socialistas fueron
arrestados en masa y la dirección de la sección socialista quedó
a cargo de un comité de doce personas del que formaba parte
Gramsci.
Los bolcheviques tomaron el poder en Rusia el 7 de noviembre,
pero durante semanas a Europa llegaban tan solo noticias
confusas hasta que el 24 de noviembre la edición nacional
del Avanti! publicó un editorial con el título “La Revolución contra
el capital” firmado por Gramsci.
«La revolución de los bolcheviques es la revolución contra El
Capital de Carlos Marx. El Capital [...] era la demostración crítica
de la fatal necesidad de que en Rusia se formase una burguesía,
se iniciase una era capitalista, se instaurase una ciudadanía de
tipo occidental [...] Si los bolcheviques renegaron de algunas
afirmaciones de El Capital, pero no de su pensamiento
inmanente, vivificador [...] Vivían el pensamiento marxista, aquel
que no moría nunca [...] que en Marx se había contaminado de
incrustaciones positivistas y naturalistas».
También en Italia las dificultades de la guerra y el eco de
la Revolución Rusa llevaron a sublevaciones espontáneas
duramente reprimidas por el orden constituido; la revuelta por
el pan de Turín de septiembre de 1917 desencadenó una
dura reacción: 50 muertos y más de 200 heridos,
declaraciones de Turín como zona de guerra y la
consiguiente aplicación de la ley marcial, arrestos en cadena
que golpearon no solo a los que habían participado en el
levantamiento, sino también a los elementos políticos de la
oposición (y en especial a todo el núcleo de la fracción
socialista) con la acusación de instigación a la revolución.
Después de los arrestos efectuados en Turín, Gramsci pasó
a ser el único redactor de El Grito del Pueblo, que cesó de
publicarse el 19 de octubre de 1918. Terminada la guerra,
Gramsci trabajó únicamente en la edición piamontesa
del Avanti! desde el 5 de diciembre; pero los jóvenes
socialistas turineses Gramsci, Tasca, Togliatti y Terracini
intentaron expresar, después de la revolución rusa, nuevas
exigencias en la actividad política socialista, que no sentían
representadas en la Dirección Nacional:
«Queríamos hacer, hacer, hacer, nos sentíamos angustiados, sin
una orientación, hastiados en la ardiente vida de aquellos meses
después del armisticio, cuando parecía inmediato el cataclismo
de la sociedad italiana».
Escribió por sí mismo el número único del periódico de los
jóvenes socialistas La Città Futura, publicado el 11 de
febrero de 1917.
L'Ordine Nuovo[editar]
Artículo principal: L'Ordine Nuovo

Fundó junto a Angelo Tasca, Palmiro Togliatti y Umberto


Terracini el periódico L'Ordine Nuovo (reseña semanal de
cultura socialista) en 1919 y la línea política de la revista,
después de un camino incierto, se definió adoptando
posiciones netamente obreras. El primero de mayo de
1919 se publicó el primer número de Orden Nuevocon
Gramsci como secretario de redacción y animador de la
revista.
Los obreros sintieron predilección por el semanario porque
«los artículos no eran frías arquitecturas intelectuales, sino
que desobstruían nuestra discusión con los mejores
obreros, creaban sentimientos, voluntad, pasiones reales
de la clase obrera turinesa [...] eran casi una toma de
conciencia de sucesos reales».
Los Consejos de Fábrica[editar]
Participó asimismo en el movimiento de los Consejos de
fábrica de Turín (1919-1920). De hecho, si la democracia
burguesa tiene su punto de apoyo institucional en
el Parlamento, la democracia proletaria asigna a los
consejos de fábrica esta posición democrática necesaria
para el nacimiento del nuevo orden. De aquí surgen las
batallas por la introducción y la difusión de estos consejos,
la proximidad con los sentimientos y las opiniones de los
obreros, la crítica al Partido Socialista Italiano(partido para
los proletarios, pero no del proletariado) completamente
homologado a la lógica del poder burgués y por eso
mismo incapaz de expresar una alternativa política real.
La Praxis[editar]
Gramsci apoyó la huelga de abril de 1920, la ocupación de
las fábricas del septiembre siguiente y la frustrada huelga
de abril de 1921. Además polemizó con la dirección del
Partido Socialista, tanto contra los maximalistas como
contra los reformistas. Indicó un programa que sacudió la
explícita aprobación de Lenin al II Congreso de la III
Internacional comunista, que había pedido la expulsión del
partido de los reformistas y de algunos maximalistas.
La Fundación del Partido Comunista de
Italia (PCd'I)[editar]
La resolución de la Internacional comunista que pedía a
los partidos socialistas el alejamiento de los reformistas y
más en general de los gradualistas (los que pretendían la
toma del poder político por la vía democrática electoral
para efectuar las reformas sociales) fue desoída por
el Partido Socialista Italiano. A pesar de la aprobación y el
aval de Lenin a los ordinovisti en el II Congreso de la
Internacional (organización a la cual el PSI había decidido
adherirse en el congreso de Boloniade octubre de 1919),
los vértices del PSI estaban en manos de dirigentes
formados en el viejo estado liberal, incapaces de
comprender el momento crucial político-social de la
posguerra.

Retrato de Gramsci en 1922.


En este sentido el fracaso de muchos obreros de agosto a
septiembre de 1920 (no comprendido y por tanto
duramente contrariado tanto por los dirigentes del Partido
Socialista Italiano como por los dirigentes de
la Confederación General del Trabajo), en este sentido el
aislamiento de los ordinovistas del partido, y la escisión a
la izquierda preparada en un congreso de facción en
noviembre de 1920 en Imola.
La escisión tuvo lugar el 21 de enero de 1921, en el
Teatro San Marco de Livorno, con el nacimiento
del Partido Comunista de Italia (PCI), sección italiana de la
Internacional. En el comité central entran dos ordinovistas,
Gramsci y Terracini, mientras que el Ejecutivo está
conformado por Amadeo Bordiga, Bruno Fortichiari, Luigi
Repossi, Ruggiero Grieco y Umberto Terracini desde el
primero de enero de 1921 Gramsci dirige L’Ordine Nuovo,
que se había convertido en uno de los diarios comunistas
junto a Il Lavoratore de Trieste e Il Comunista de Roma,
este último dirigido por Palmiro Togliatti. La línea del
partido es dictada por Amadeo Bordiga. Aunque Gramsci
no compartía sus posiciones sectarias, no se enfrentó
abiertamente con ellas. En la dirección del periódico mira
con respeto las posiciones de los católicos de izquierda de
la corriente de Guido Miglioli del Partido Popular Italiano,
no tolera las tradicionales posiciones anticlericales del
movimiento socialista, y confía al liberal Piero Gobetti la
crítica teatral. No es electo diputado en las elecciones del
15 de mayo: no tiene capacidades oratorias, todavía es
joven y tampoco su constitución física le gana el aprecio
de muchos electores.
Pesa, además, el abstencionismo bordiguiano que (en
contraste con las mismas teorías leninistas de utilizar el
parlamento poner al desnudo el carácter mistificador de
las instituciones representativas). En nombre de una
presunta pureza política no sólo no quiere participar en la
formación de la representación y la vida parlamentaria del
estado burgués, sino que evita asumir responsabilidades
operativas directas, relegando así al partido a un
sustancial inmovilismo que desorienta a las masas.
Agotado el empuje revolucionario en los escenarios
europeos, se plantea una reacción política para enfrentar
lo que sería necesario: que los partidos socialistas y
comunistas hagan un frente común. Pero Amadeo
Bordiga está en contra de todo acuerdo. También en
contraste con la dirección de la Internacional, en el
segundo congreso nacional comunista de Roma, en
marzo de 1922, una vez más Gramsci, pese a discrepar
privadamente, no se expresa contra las posiciones de la
mayoría bordiguiana.
Al fin de mayo parte rumbo a Moscú, designado para
representar al partido italiano en el ejecutivo de la
Internacional comunista. Llega ya enfermo y en el verano
se recupera en un sanatorio para enfermedades nerviosas
de Moscú. Allí conoce a una paciente rusa, Eugenia
Schucht, una violinista que había vivido algunos años en
Italia y, a través de ella, a su hermana Julia (1894-1980),
también ella violinista, que había permanecido varios años
en Roma graduándose en el Liceo musical de Roma.
Julia, de 26 años, es bella, alta, tiene un aspecto
romántico; Gramsci se enamora. Recordará el «primer día
que [...] no me atrevía a entrar en tu habitación porque me
habías intimidado [...] Al día que partiste a pie y yo te
acompañé a pie hasta la gran calle a lo ancho del bosque
y me quedé tanto tiempo detenido para verte alejarte sola,
con tu carga de transeúnte, por la gran calle, hacía el
mundo enorme y terrible [...] He pensado mucho en ti, que
entraste en mi vida y me diste el amor y eso que siempre
me había faltado y que me hacía malo y opaco».
Se casaron en 1923 y tendrían dos hijos, Delio el 5 de
septiembre de 1924, y Juliano el 30 de agosto de 1926.
Ante el advenimiento al poder de Benito Mussolini, la
Internacional estableció que los comunistas italianos se
unieran con la corriente socialista de los internacionalistas
y ordenó la constitución de un nuevo ejecutivo, poniendo
en minoría a Bordiga, todavía contrario a todo acuerdo.
Pero, mientras tanto, en Italia, febrero de 1923 fueron
detenidos tanto Amadeo Bordiga como los representantes
del nuevo ejecutivo. Gramsci quedó así como el máximo
dirigente del partido y en noviembre se transladó
a Viena para seguir más de cerca la situación italiana.
Diputado al Parlamento[editar]
Gramsci fue electo diputado en las elecciones del 6 de
abril y pudo volver a entrar en Roma, protegido de la
inmunidad parlamentaria, el 12 de mayo de 1924. El
mismo mes, en los alrededores de Como, se realiza una
convención ilegal de los dirigentes de las federaciones
comunistas italianas: los delegados se fingen
dependientes de una empresa milanesa turística en
excursión. Con todos los discursos públicos fascistas e
himnos a Mussolini, discuten la táctica del partido. La línea
de Bordiga, aunque excluido del Ejecutivo, resulta todavía
mayoritaria.
El 10 de junio un grupo fascista secuestra y mata al
diputado socialista Giacomo Matteotti. Parece que el
fascismo está por derrumbarse por la indignación moral
que entonces atraviesa el país, pero no es así; la
oposición parlamentaria opta por la línea estéril de
abandonar el Parlamento: los liberales esperan un apoyo
de la Corona, que no llega; los católicos son hostiles tanto
a los fascistas como a los socialistas y éstos últimos son
hostiles a todos, comunistas incluidos; Gramsci presentó a
la oposición que había salido del parlamento la propuesta
de huelga general, pero fue rechazada porque, según
escribía, no tenía voluntad de actuar: tiene un «miedo
increíble de que nosotros tomemos el control y por lo tanto
maniobra para obligarnos a abandonar la reunión».
A pesar de las divisiones de la oposición antifascista,
Gramsci creía que la caída del régimen era inminente: el
fascismo «ha logrado constituir una organización de masa
de la pequeña burguesía. Es la primera vez en la historia
que esto se verifica. La originalidad del fascismo consiste
en haber encontrado la forma adecuada de organización
para una clase social que siempre ha sido incapaz de
tener una buena relación y una ideología adecuada» Pero,
según él, «las clases medias que habían puesto en el
fascismo todas sus esperanzas fueron arrolladas [...] El
Partido fascista nunca logrará convertirse en un partido
normal de gobierno. Mussolini sólo tiene del estadista y
del dictador algunas pintorescas poses exteriores; él no es
un elemento de la vida nacional, es un fenómeno del
folclore campesino destinado a pasar a la historia en la
categoría de las diversas máscaras provinciales italianas y
no en la de los Cromwell, los Bolívar, los Garibaldi».
Se engañaba, porque la inercia de la oposición no fue
capaz de dar alternativas a aquel bloque social y los
fascistas retomaron valor y sobre todo la violencia de
los squadristi; en uno de los incontables actos de violencia
fue agredido incluso Gobetti: Cuando, el 13 de
septiembre, el militante comunista Giovanni Corvi, para
vengar la muerte de Giacomo Matteotti, mató en un tren al
diputado fascista Armando Casalini, la represión se
agudizó.
El 20 de octubre Gramsci propone vanamente que la
oposición aventiniana se constituya en Antiparlamento. El
26 parte para Cerdeña para intervenir en el congreso
regional del partido y para volver a ver a sus familiares. El
6 de noviembre se despide de su madre, sin saber que
jamás la volvería a ver.
El 12 de noviembre de 1924 el diputado comunista Luigi
Repossi vuelve a entrar en el Parlamento, donde se
sientan sólo los diputados fascistas y sus aliados, para
conmemorar a Matteotti, y el 26 vuelve a entrar todo el
grupo parlamentario comunista.
El 27 de diciembre de 1924 el cotidiano Il Mondo publica
las declaraciones de Cesare Rossi, ya jefe del servicio de
prensa de Mussolini, a propósito del asesinato de
Matteotti: «Todo cuanto ha sucedido ha ocurrido siempre
por la voluntad directa o con la aprobación o la
complicidad del Duce» y el 3 de enero de 1925 Mussolini,
en un discurso que se hizo famoso, declara en la Cámara
que asume «la responsabilidad política, moral, histórica de
todo lo ocurrido», desatando una nueva oleada represiva.
De febrero a abril de 1925 Gramsci se encuentra
en Moscú para conocer finalmente a su hijo Delio y volver
a encontrarse con su esposa. El 16 de mayo, en Italia,
realiza su primer –y único- discurso en el parlamento, ante
su ex compañero de partido Mussolini. A pretexto de
reprimir la Masonería, el gobierno había elaborado un
proyecto de ley para disciplinar las actividades de las
asociaciones, entes e institutos. Según Gramsci, «con
esta ley ustedes esperan impedir el desarrollo de grandes
organizaciones obreras y campesinas [...] Ustedes pueden
conquistar al estado, pueden modificar los códigos,
pueden tratar de impedir que las organizaciones existan
en la forma en que han existido hasta ahora, pero no
podrán prevalecer sobre las condiciones objetivas con que
están forzados a moverse. Ustedes no harán otra cosa
que obligar al proletariado a buscar un camino diferente
[...] Las fuerzas revolucionarias italianas no se dejaron
aplastar; vuestro turbio sueño no llegará a realizarse».
El Congreso de Lyon[editar]
Del 20 al 26 de enero de 1926 se desarrolla
clandestinamente en Lyon (Francia) el III Congreso del
Partido, donde la mayoría que tiene como líder a Gramsci
presenta sus tesis.
Con un capitalismo débil y la agricultura como base de la
economía nacional, en Italia persiste el compromiso entre
industriales del norte y latifundistas del sur, perpetuándose
los males de la mayoría. El proletariado, en cuanto fuerza
social homogénea y organizada respecto a la pequeña
burguesía urbana y rural, que tiene intereses
diferenciados, aparece en las tesis de Gramsci como el
único elemento que tiene una función unificadora de toda
la sociedad.
Según Gramsci el fascismo no es, como sostiene Bordiga,
la expresión de toda la clase dominante, sino que es el
producto político de la burguesía urbana y agraria que ha
entregado el poder a la alta burguesía, y su tendencia
imperialista es la expresión de la necesidad de las clases
industriales y agrarias «de encontrar fuera del campo
nacional los elementos para la solución de la crisis de la
sociedad italiana» que sin embargo permite, por su
naturaleza opresora y reaccionaria, una solución
revolucionaria de las contradicciones sociales y políticas.
Las dos fuerzas sociales idóneas para dar lugar a esta
solución son el proletariado del norte y los campesinos del
sur. Para alcanzar este fin, el partido será bolchevizado,
es decir, organizado por células de fábrica y disciplinado
negando en su interior la posibilidad de la existencia de
fracciones.
El congreso aprueba las tesis por mayoría absoluta y elige
al Comité General con Gramsci como secretario del
Partido.
La Cuestión Meridional[editar]

Giustino Fortunato
Cuando regresa a Roma, pasa algunos meses con su
familia. Su esposa, que espera el segundo hijo, Giuliano,
deja Italia el 7 de agosto de 1926, mientras la cuñada
Eugenia regresa a Moscú el mes siguiente con el hijo
Delio; Gramsci escribe del hijo que «me parece que ahora
se inicia para él una fase muy importante, aquella en que
deja los recuerdos más tenaces, porque durante su
desarrollo se conquista el mundo grande y terrible». Pero
no será jamás parte de los recuerdos de su hijo, que no
volverá a verlo.
En septiembre Gramsci comienza a escribir un ensayo
sobre la cuestión meridional, en que analiza los años del
desarrollo político italiano desde 1894, año de los
movimientos campesinos sicilianos, seguido de la
insurrección de Milán de 1896, reprimida a cañonazos por
el gobierno. Según Gramsci, la burguesía italiana,
personificada políticamente por Giovanni Giolitti, ante los
sufrimientos de las clases marginadas de los campesinos
meridionales y de los obreros del norte, en lugar de
respaldar a las fuerzas agrarias (lo que habría supuesto
una política librecambista y de bajos precios industriales),
optó por el bloque industrial–obrero, con un consiguiente
proteccionismo arancelario unido a la concesión de
libertades sindicales.
Ante la persistencia de la oposición obrera, que se
manifiesta también contra los dirigentes socialistas
reformistas, Giolitti buscó un acuerdo con los campesinos
católicos del centro-norte. El problema es entonces, para
Gramsci, una política de oposición que rompa la alianza
burguesa-campesina, procurando la convergencia del
campesinado con la clase obrera.
La sociedad meridional, según Gramsci, está constituida
por tres clases fundamentales: jornaleros y campesinos
pobres, políticamente inconscientes; pequeños y
medianos campesinos que no trabajan la tierra pero que
obtienen de ella una renta que les permite vivir en la
ciudad, normalmente como empleados estatales, y que
desprecian y temen al trabajador de la tierra y hacen de
intermediarios en el consenso entre campesinos pobres y
la tercera clase, la de los grandes terratenientes. Esta
clase a su vez contribuye a la formación de
la intelectualidad nacional, con personalidades de la talla
de Benedetto Croce y de Giustino Fortunato que son los
principales y más refinados defensores de la conservación
de este bloque agrario.
Para poder romper este bloque se necesitaría la formación
de una clase de intelectuales medios que interrumpan el
consenso entre las dos clases extremas favoreciendo así
la alianza de los campesinos pobres con el proletariado
urbano.
El arresto, el proceso y la cárcel[editar]
Escribe una carta al comité central del partido bolchevique
en el cual, después de la muerte de Lenin, inició una lucha
entre las diversas corrientes: «hoy ustedes están
destruyendo vuestra propia obra y corren el riesgo de
anular la función dirigente que el partido comunista de la
URSS había conquistado [...] vuestros deberes rusos
pueden y deben ser llevados a cabo sólo en el cuadro de
los intereses del proletariado internacional». Pero Togliatti,
delegado del PCI en Moscú, prefiere no entregar la carta.
Esto creó un conflicto entre Gramsci y Togliatti que nunca
se resolvió en su totalidad.
El 31 de octubre de 1926 Mussolini sufre en Bolonia un
atentado sin consecuencias personales, que es utilizado
como pretexto para eliminar los últimos residuos de
democracia: el 5 de noviembre el gobierno disuelve los
partidos políticos de oposición y suprime la libertad de
prensa. El 8 de noviembre, en violación de la inmunidad
parlamentaria,1 Gramsci es arrestado en su casa y
encerrado en la cárcel de Regina Coeli. Después de un
periodo confinamiento en Ustica, el 7 de febrero de 1927
es encerrado en la cárcel milanesa San Vittore.
El proceso a veintidós imputados comunistas, entre los
cuales incluían a Umberto Terracini, Mauro
Scoccimarro, Giovanni Roveda y Ezio Riboldi, inicia en
Roma el 28 de mayo de 1928; el presidente del Tribunal
Especial Fascista, instituido el 7 de febrero de 1927, es el
general Alessandro Saporiti y tiene por jurados cinco
cónsules de la milicia fascista. Gramsci es acusado de
actividad conspirativa, instigación a la guerra civil,
apología del delito e incitación al odio de clase.
El ministerio público Michele Isgrò, en conclusión de su
requisitoria, declara que «por veinte años debemos
impedir a este cerebro funcionar»2 y de hecho Gramsci, el
4 de junio, es condenado a veinte años, cuatro meses y
cinco días de reclusión; el 19 de julio alcanza la cárcel
de Turi, en la provincia de Bari. El mismo médico de la
cárcel de Turi llegó a decir a Gramsci que su misión como
médico fascista no era mantenerlo con vida.2
El 8 de febrero de 1929 obtiene finalmente lo necesario
para escribir e inicia la escritura de sus Quaderni del
carcere. Desde 1931 Gramsci sufre una grave
enfermedad, el mal de Pott, la misma que afectó
a Francisco de Quevedo y a Giacomo Leopardi, además
de principios de tuberculosis y de arteriosclerosis, por todo
esto puede obtener una celda individual, trata de
reaccionar a la detención estudiando y elaborando sus
propias reflexiones políticas, filosóficas e históricas, sin
embargo las condiciones de salud empeoran y en agosto
Gramsci tiene una imprevista y grave hemorragia.

Tumba de Gramsci en Roma.


El 30 de diciembre de 1932 muere su madre y los
familiares prefieren no informarle. El 7 de marzo de 1933
tiene una segunda crisis grave, con alucinaciones y
delirios: en París se constituye un comité, del cual forman
parte, ente otros, Romain Rolland y Henri Barbusse, para
obtener su liberación junto con la de otros detenidos
políticos, pero sólo hasta el 19 de noviembre Gramsci es
transferido a la enfermería de la cárcel de Civitavecchia y
el 7 de diciembre a la clínica del doctor Cusumano en
Formia, vigilado tanto desde la recámara como desde el
exterior.
El 25 de octubre de 1934 es acogida por Mussolini la
petición de libertad condicional pero no es libre de
moverse, en tanto que se le impide ir a curarse a otro
lugar ya que el gobierno temía una fuga; solo el 24 de
agosto de 1935 puede ser transferido en la clínica
“Quisisana” de Roma. Está en graves condiciones:
además del morbo de Pott, la tisis y la arteriosclerosis,
sufre de hipertensión y de gota.
Fallecimiento[editar]
El 21 de abril de 1937 Gramsci adquiere la plena libertad
pero está ya gravísimo en el hospital: muere al alba del 27
de abril, con apenas cuarenta y seis años, de hemorragia
cerebral.
Incinerado, al día siguiente se efectúan los funerales, a los
cuales participan sólo el hermano Carlos y la cuñada
Tatiana: las cenizas fueron inhumadas en el Cementerio
de verano y de aquí transferidas al Cementerio no católico
(Cimitero acattolico) de Roma.
Supuesta conversión[editar]
Según afirmó el cardenal De Magistris, Antonio Gramsci
se convirtió al catolicismo antes de morir y pidió los
sacramentos.3 Esta afirmación se basa en el testimonio de
una monja, de apellido Pinna, ya fallecida, quien se lo
narró a su hermano, el obispo Giovanni Maria Pinna,
también fallecido. La religiosa prestaba sus servicios en el
hospital en que Gramsci murió y -según esta versión- el
pensador comunista pidió que le trajeran una imagen
del Niño Jesús y la besó conmovido.4 Los investigadores,
incluidos algunos de confesión católica, aseguran que no
hay ningún documento que acredite este hecho.5 Por el
contrario, en toda la documentación que existe al respecto
no se menciona nada de lo que narró el cardenal; Carlo
Gramsci, hermano de Antonio, afirma expresamente que
él estaba presente en el momento de su muerte y relata:
«Tras el último intento por parte de las monjas para que
se convirtiera, reaccionó girándose hacia el muro».67
Obras[editar]
Los 32 Cuadernos de cárcel, de complejas 2848 páginas,
no fueron destinados a la publicación. Contienen
reflexiones y apuntes elaborados durante su reclusión y se
iniciaron el 8 de febrero de 1929 para ser definitivamente
interrumpidos en agosto de 1935 a causa de la gravedad
que había alcanzado su estado de salud. Su cuñada
Tatiana Schucht los numeró sin tener en cuenta su
cronología cuando los sustrajo, con ayuda de Piero Sraffa,
de las inspecciones policíacas para entregarlos al
banquero Raffaele Mattioli, secreto financiador de las
redacciones de Gramsci, el cual las confió en Moscú
a Palmiro Togliatti y a los otros dirigentes comunistas
italianos.
Tras diversas discusiones los Cuadernos fueron revisados
por Felice Platone y publicados por la casa editora Einaudi
junto a sus Cartas de la cárcel remitidas a los familiares
en seis volúmenes ordenados por temas homogéneos,
bajo los títulos:

 El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto


Croce (1948)
 Los intelectuales y la organización de la cultura (1949)
 Il Risorgimento (1949)
 Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el
Estado moderno (1949)
 Literatura y vida nacional (1950)
 Pasado y Presente (1951)
En 1975 los Cuadernos fueron publicados en su original
italiano en edición de Valentino Gerratana según el orden
cronológico de su elaboración. Y también fueron recogidos
en volumen todos los artículos escritos por Gramsci
en Avanti!, en Grido del Popolo y en L'Ordine Nuovo. En
idioma español esta edición crítica de Valentino Gerratana
se publicó en México, en el año 2000.
En 2013, recopilados por Diego Bentivegna, se publica
una recopilación de sus Escritos sobre el
lenguaje (Buenos Aires: Eduntref), tema que fue
preocupación constante en su obra desde sus tiempos de
estudiante y discípulo avanzado de Matteo Bartoli en
Turín.

Contribuciones[editar]
En prisión escribió 30 libretas de historia y análisis
conocidos como Los cuadernos de la cárcel (Quaderni del
carcere), que incluyen su recuento de la historia italiana y
el nacionalismo, así como ideas sobre teoría marxista,
teoría educativa y de crítica.
Hegemonía / bloque hegemónico[editar]
Artículo principal: Hegemonía cultural

Se le conoce principalmente por la elaboración del


concepto de hegemonía y bloque hegemónico, así como
por el énfasis que puso en el estudio de los aspectos
culturales de la sociedad (la llamada "superestructura", en
la terminología de Karl Marx) como elemento desde el
cual se podía realizar una acción política y como una de
las formas de crear y reproducir la hegemonía.
Conocido en algunos espacios como el "marxista de las
superestructuras", Gramsci atribuyó un papel central a los
conceptos de infraestructura (base real de la sociedad que
incluye fuerzas de producción y relaciones sociales de
producción) / superestructura ("ideología", constituida por
las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias
de una sociedad), a partir del concepto de "bloque
hegemónico".
Según ese concepto, el poder de las clases dominantes
sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el
modo de producción capitalista, no está dado simplemente
por el control de los aparatos represivos del Estado pues,
si así lo fuera, dicho poder sería relativamente fácil de
derrocar (bastaría oponerle una fuerza armada
equivalente o superior que trabajara para el proletariado);
dicho poder está dado fundamentalmente por la
"hegemonía" cultural que las clases dominantes logran
ejercer sobre las clases sometidas, a través del control
del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de
los medios de comunicación. A través de estos medios,
las clases dominantes "educan" a los dominados para que
estos vivan su sometimiento y la supremacía de las
primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así
su potencialidad revolucionaria. Así, por ejemplo, en
nombre de la "nación" o de la "patria", las clases
dominantes generan en el pueblo el sentimiento de
identidad con aquellas, de unión sagrada con los
explotadores, en contra de un enemigo exterior y en favor
de un supuesto "destino nacional". Se conforma así un
"bloque hegemónico" que amalgama a todas las clases
sociales en torno a un proyecto burgués.
La hegemonía es el concepto que permite comprender el
desarrollo de la historia de Italia y
del Resurgimento particularmente, que habría podido
asumir un carácter revolucionario si hubiese adquirido el
apoyo de vastas masas populares, en particular de los
campesinos, que constituían la mayoría de la población. El
límite de la revolución burguesa en Italia consistió en no
ser guiada por un partido jacobino, como en Francia,
donde el campesinado, apoyando la revolución, fue
decisivo para la derrota de las fuerzas de la reacción
aristocrática.
El partido político más avanzado fue el Partido de Acción,
el partido de Mazzini y Garibaldi, que no tuvo sin embargo
la capacidad de plantear el problema de la alianza de las
fuerzas burguesas progresistas con el campesinado:
Garibaldi en Sicilia distribuyó las tierras a los campesinos,
pero “los movimientos de insurrección de los campesinos
contra los barones fueron despiadadamente aplastados y
fue creada la guardia nacional anticampesina.
Si el Partido de Acción fue un elemento progresista en las
luchas del Risorgimento, no representó la fuerza dirigente,
porque fue guiado por los moderados, tanto que los
cavourianos supieron meterse a la cabeza de la revolución
burguesa, absorbiendo tanto a los radicales como a sus
adversarios. Esto sucede porque los moderados
cavourianos tuvieron una relación orgánica con sus
intelectuales, como con sus políticos, terratenientes y
dirigentes industriales. Las masas populares fueron
pasivas en la realización del compromiso entre
los capitalistas del norte y los latifundistas del sur.
La supremacía de un grupo social se manifiesta en dos
modos, como dominio y como dirección intelectual y
moral. Un grupo social es dominante de los grupos
adversarios que tiende a liquidar o a someter hasta con la
fuerza armada y es dirigente de grupos afines y aliados.
Un grupo social puede y debe ser dirigente desde antes
de conquistar el poder gubernamental (ésta es una de las
condiciones principales para la misma conquista del
poder); después, cuando ejercita el poder… se vuelve
dominante pero debe continuar siendo dirigente.
La función de Piamonte en el proceso del Risorgimento
fue aquella de clase dirigente, aunque existían en Italia
núcleos de clase dirigente favorables a la unificación,
“estos núcleos no querían dirigir nada, o sea no querían
acordar sus intereses y aspiraciones con los intereses y
aspiraciones de otros grupos. Querían dominar, no dirigir y
todavía: querían que sus intereses dominaran, no sus
propias personas, es decir, querían que una fuerza nueva,
independiente de todo compromiso y condición, se
volviese árbitra de la Nación: esta fuerza fue Piamonte”,
que tuvo una función comparable a la de un partido.
“Este hecho es de la máxima importancia para el concepto
de revolución pasiva, pues no fue un grupo social el
dirigente de otros grupos, sino un estado, sea pues
limitado como potencia, sea el dirigente del grupo que
debería ser dirigente y pueda poner a disposición de éste
un ejército y una fuerza político-diplomática… Es uno de
los casos en los cuales se tiene la función de dominio y no
de dirigencia de estos grupos, dictadura sin
hegemonía...[cita requerida]
Las Clases subalternas[editar]

Placa conmemorativa de Gramsci en Moscú.


En Gramsci la hegemonía es el ejercicio de las funciones
de dirección intelectual y moral unida a aquella del
dominio del poder político. El problema para Gramsci está
en comprender cómo puede el proletariado o en general
una clase dominada, subalterna, volverse clase dirigente y
ejercitar el poder político, o convertirse en una clase
hegemónica.
La crisis de la hegemonía se manifiesta cuando, aun
manteniendo el propio dominio, las clases sociales
políticamente dominantes dejan de ser dirigentes de todas
las clases sociales, es decir no logran resolver los
problemas de toda la colectividad e imponer a toda la
sociedad la propia compleja concepción del mundo. La
clase social subalterna, si logra aportar soluciones
concretas a los problemas irresolutos, convierte en la
clase dirigente e, incrementando su propia cosmovisión
también a otros estratos sociales, crea un nuevo bloque
social, volviéndose hegemónico. El momento
revolucionario aparece inicialmente, según Gramsci, a
nivel de superestructura, en sentido marxista, es decir,
político, cultural, ideal, moral, pero traspasa a la sociedad
en su complejidad, embistiendo hasta su estructura
económica, o sea embistiendo a todo el bloque histórico,
término que para Gramsci indica el conglomerado de la
estructura y de la superestructura, las relaciones sociales
de producción y sus reflejos ideológicos.
En Italia, la clase dominantes es y ha sido parcial: entre
las fuerzas que contribuyen a la conservación del bloque
social están la Iglesia católica, que se bate para mantener
la unión doctrinal en modo de evitar entre los fieles
fracturas irremediables que sin embargo existen y que
aquélla no está en grado de subsanar, pero solo de
controlar: “La Iglesia romana ha sido siempre la más tenaz
en la lucha para impedir que oficialmente se formen dos
religiones, aquella de los intelectuales y aquella de las
almas simples”, una lucha que si bien, ha tenido también
graves consecuencias, conectadas “al proceso histórico
que transforma toda la sociedad civil y que en bloque
contiene una crítica corrosiva de las religiones”, sin
embargo, ha hecho resaltar “la capacitad organizadora en
la esfera de la cultura del clero” que ha dado “ciertas
satisfacciones a las exigencias de la ciencia y de la
filosofía, pero con un ritmo tan lento y metódico que las
mutaciones no son percibidas por la masa de los simples,
aunque ellas parezcan revolucionarias y demagógicas a
los integralistas”
Tampoco la cultura de sello idealista, en tiempos de
Gramsci, dominante y ejercitada por las escuelas
filosóficas crocianas y gentilianas, no ha “sabido crear una
unidad ideológica entre el bajo y el alto, entre los simples
y los intelectuales”, tanto que esta cultura, aunque
considerando la religión una mitología, no ha ni siquiera
“intentado construir una concepción que pudiese sustituir
la religión en la educación infantil”, y estos pedagogos,
aunque sin ser religiosos, ni confidenciales y ateos,
“conceden la enseñanza de la religión porque la religión
es la filosofía de la infancia de la humanidad, que se
renueva en cada infancia no metafórica”. También la
cultura laica “dominante” utiliza pues la religión, porque no
se pone el problema de elevar a las clases populares al
nivel de aquél dominante pero, al contrario, quiere
mantenerla en una posición subalterna.
Conciencia de Clase[editar]
Opuesta a la de la Iglesia y del idealismo italiano está la
posición del marxismo, que “no tiende a mantener los
simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino
conducirlos a una concepción superior de la vida”. Esto
afirma la exigencia del contacto entre aquellos hombres
que cumplen la función social de intelectuales y aquellos
que no, para “construir un bloque intelectual y moral que
haga políticamente posible un progreso intelectual de
masa y no solo de escasos grupos intelectuales”.
El hombre activo – o sea la clase obrera, - escribe
Gramsci, “no tiene una clara conciencia teórica de su
forma de obrar… su conciencia teórica hasta puede estar
en contraste con su forma de obrar”; él obra prácticamente
y al mismo tiempo tiene una conciencia teórica heredada
del pasado, acogida por lo más en un modo acrítico. La
real comprensión crítica de sí mismo ocurre “a través de
una lucha de hegemonías políticas, de direcciones
contrastantes, primero en el campo de la ética, luego de la
política para llegar a una elaboración superior de la propia
concepción real”. La conciencia política, es decir el ser
parte de una determinante fuerza hegemónica, “es la
primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia
donde teoría y práctica finalmente se unen.
Pero autoconciencia crítica significa creación de una elite
de intelectuales, porque para distinguirse y hacerse
independientes se necesita organización, y no existe tal
sin intelectuales, “un estado de personas especializadas
en la elaboración conceptual y filosófica”.
El Partido Político[editar]
Maquiavelo ya indicaba que en los modernos Estados
unitarios europeos la experiencia que Italia habría de
hacer propia para superar la dramática crisis emergida de
las guerras que devastaron la península desde finales del
siglo XV. El príncipe de Maquiavelo “no existía en la
realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con
caracteres de inmediatez objetiva, pero era una pura
abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe,
del condottiero ideal; pero los elementos pasionales,
míticos… se reasumen y se convierten vivos en la
conclusión, en la invocación de un príncipe realmente
existente.
En los tiempos de Maquiavelo Italia no tuvo
una monarquía absoluta que unificase la nación, porque,
según Gramsci, en la disolución de la burguesía comunal
se creó una situación interna económico-corporativa,
políticamente “la peor de las formas de sociedad feudal, la
forma menos progresiva y más estancada; faltó siempre, y
no podía constituirse, una fuerza jacobina eficiente, la
fuerza precisa que en las otras naciones ha suscitado y
organizado la voluntad colectiva nacional-popular y ha
fundado los estados modernos”.
A esta fuerza progresiva se opuso en Italia la “burguesía
rural, herencia del parasitismo dejado en los tiempos
modernos por la derrota, como clase, de la burguesía
comunal”. Las fuerzas progresivas son los grupos sociales
urbanos con un determinado nivel de cultura política, pero
no será posible la formación de una voluntad colectiva
nacional-popular, “si las grandes masas de campesinos
trabajadores no irrumpen simultáneamente en la vida
política. Eso entendía Maquiavelo a través de la reforma
de la milicia, eso hicieron los jacobinos en la Revolución
francesa; Comprendiendo esto se identifica un
jacobinismo precoz en Maquiavelo.... “.
Modernamente, el Príncipe invocado por Maquiavelo no
puede ser un individuo real, concreto, sino un organismo y
“este organismo está ya dado por el desarrollo histórico y
es el partido político: la primera célula en la cual se
reasumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden
a volverse universales y totales”; el partido es el
organizador de una reforma intelectual y moral, que
concretamente se manifiesta con un programa de reforma
económica, volviéndose así “la base de un laicismo
moderno y de una completa laicización de toda la vida y
de todas las relaciones de costumbre”.
Para que un partido exista, y se vuelva históricamente
necesario, deben confluir en él tres elementos
fundamentales:

 "Un elemento difuso, de hombres comunes, medios,


cuya participación sea ofrecida por la disciplina y por la
fidelidad, no por el espíritu creativo y altamente
organizativo... ellos son una fuerza en cuanto hay
quien los centraliza, organiza, disciplina, pero en
ausencia de esta fuerza cohesiva se esparcirían y se
anularían en un polvillo impotente...”.

 “El elemento cohesivo principal... dotado de fuerza


altamente cohesiva, centralizadora y disciplinadora y
también, más bien tal vez por esto, inventiva... con sólo
este elemento no formarían un partido, sin embargo lo
formarían más que el primer elemento considerado. Se
habla de capitanes sin ejército, pero en realidad es
más fácil formar un ejército que a los capitanes.

 “Un elemento medio, que articule el primer con el


segundo elemento, que los meta en contacto, no sólo
física, sino moral e intelectualmente...”.
Los Intelectuales[editar]
Para Gramsci, todos los hombres son intelectuales,
considerando que “no hay actividad humana de la cual se
pueda excluir de toda intervención intelectual, no se puede
separar al homo faber del homo sapiens” en cuanto,
independientemente de su profesión específica, cada
quien es a su modo “un filósofo, un artista, un hombre de
gusto, participa de una concepción del mundo, tiene una
consciente línea moral” pero no todos los hombres tienen
en la sociedad la función de intelectuales.
Históricamente se forman categorías particulares de
intelectuales, “especialmente en conexión con los grupos
sociales más importantes y sufren elaboraciones más
extensas y complejas en conexión con el grupo social
dominante”. Un grupo social que tiende a la hegemonía
lucha “por la asimilación y la conquista ideológica de los
intelectuales tradicionales... tanto más rápida y eficaz
cuanto más el grupo dado elabora simultáneamente los
propios intelectuales orgánicos”.
El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y
por eso, nota Gramsci, “los periodistas, que retienen ser
literatos, filósofos, artistas retienen también ser los
verdaderos intelectuales”, mientras modernamente es la
formación técnica la que sirve para formar la base del
nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador,
persuasor”, que debe llegar “de la técnica-trabajo a la
técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la
cual permanece especialista y no se vuelve dirigente”. El
grupo social emergente, que lucha por conquistar la
hegemonía política, tiende a conquistar la propia ideología
intelectual tradicional mientras, al mismo tiempo, forma
sus propios intelectuales orgánicos.
La organicidad del intelectual se mide con la mayor o
menor conexión que mantiene con el grupo social al cual
se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el
conjunto de los organismos privados en los cuales se
debaten y se difunden las ideologías necesarias para la
adquisición del consenso que aparentemente surge
espontáneamente de las grandes masas de la población a
las decisiones del grupo social dominante – que en la
sociedad política o estado, donde se ejercita el “dominio
directo o de mando que se expresa en el Estado y en el
gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como “los
apostadores del grupo dominante para el ejercicio de las
funciones subalternas de la hegemonía social y del
gobierno político”.
Como el Estado, en la sociedad política, tiende a unificar a
los intelectuales tradicionales, con aquellos orgánicos, así
en la sociedad civil y el partido político, todavía más
completa y orgánicamente que el Estado, elabora “los
propios componentes, elementos de un grupo social
nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos
en intelectuales políticos calificados, dirigentes,
organizadores de todas las actividades y las funciones
inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral,
civil y política”.
Los intelectuales y la educación[editar]
Gramsci estudió extensamente el papel de
los intelectuales en la sociedad. Afirmó por un lado que
todos los hombres son intelectuales, en tanto que todos
tenemos facultades intelectuales y racionales, pero al
mismo tiempo consideraba que no todos los hombres
juegan socialmente el papel de intelectuales. Según
Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente
escritores, sino directores y organizadores involucrados en
la tarea práctica de construir la sociedad.
También distinguía entre la intelligentsia tradicional, que
se ve a sí misma (erróneamente) como una clase aparte
de la sociedad, y los grupos de pensadores que cada
clase social produce 'orgánicamente' de sus propias filas.
Dichos intelectuales 'orgánicos' no se limitan a describir la
vida social de acuerdo a reglas científicas, sino más bien
'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las
experiencias y el sentir que las masas no pueden articular
por sí mismas. La necesidad de crear una cultura obrera
se relaciona con el llamado de Gramsci por una educación
capaz de desarrollar intelectuales obreros, que compartan
la pasión de las masas. Sus conceptos sobre educación
han sido objeto de dos interpretaciones distintas y a veces
antagónicas, una mayoritaria, representada por ejemplo
por Henry Giroux, que lo sitúa dentro del ámbito de
la pedagogía crítica y la educación popular teorizado y
practicado más contemporáneamente por el
brasileño Paulo Freire, y otra más minoritaria,
representada por Harold Entwistle, que lo considera
defensor de una escuela de corte clásico, capaz de poner
la cultura en manos de las clases trabajadoras.
Literatura Nacional Popular[editar]
Si los intelectuales pueden ser mediadores de cultura y de
consenso hacia los grupos sociales, una clase
políticamente emergente debe valerse de intelectuales
orgánicos, para la valoración de sus valores culturales,
hasta poder imponerlos a la sociedad entera.
Estando siempre ligados a las clases dominantes,
obteniendo de seguido honores y prestigio, los
intelectuales italianos no se pueden sentir nunca
orgánicos, siempre han rechazado, en nombre de su
abstracto cosmopolitismo, cada vínculo con el pueblo, del
cual no han querido nunca reconocer las exigencias ni
interpretar las necesidades culturales.
Desde el siglo XIX en Europa se ha asistido a un
florecimiento de la literatura popular, desde los romances
de apéndice de Eugène Sue o de Pierre Alexis Ponson du
Terrail, a Alejandro Dumas, a los cuentos policíacos
ingleses y americanos, con mayor dignidad artística, a las
obras de Chesterton y de Dickens, a aquellas de Víctor
Hugo, de Zola y de Balzac, hasta las obras maestras
de Dostoievski y de Tolstói. Nada de esto ha ocurrido en
Italia: aquí la literatura no se ha difundido y no ha sido
popular, por la carencia de “un bloque nacional intelectual
y moral” al grado que “el elemento intelectual indígena es
más extranjero que los extranjeros de frente al pueblo-
nación”.
El público italiano busca su literatura en el extranjero
porque la siente más suya que aquella nacional: es ésta la
demostración del desapego, que hay en Italia, entre
público y escritores. “Cada pueblo tiene su literatura, pero
ella puede llegar desde otro pueblo... puede estar
subordinado a la hegemonía intelectual y moral de otros
pueblos. Es esta la paradoja más estridente para muchas
tendencias monopólicas de carácter nacionalista y
represivo: que mientras se construyen planos grandiosos
de hegemonía, no se dan cuenta de ser objeto de
hegemonías extranjeras; así como, mientras se hacen
planos imperialistas, en realidad se es objeto de otros
imperialismos”.
Permanecieron famosas las notas de Gramsci
sobre Alessandro Manzoni: el escritor más competente,
más estudiado en las escuelas y en teoría el más popular,
es una demostración del carácter no nacional-popular de
la literatura italiana. “El carácter aristocrático del
catolicismo manzoniano aparece en la compasión chistosa
hacia las figuras de hombres del pueblo (eso que no
aparece en Tolstoi), como fra Galdino (en confrontación
con frate Cristoforo), el sastre, Renzo, Agnese, Perpetua,
la misma Lucía... los pueblerinos, para Manzoni, no tienen
vida interior, no tienen personalidad moral profunda, ellos
son animales y Manzoni el benévolo hacia ellos,
justamente como la benevolencia de una sociedad
católica de protección de animales.... nada del espíritu
popular de Tolstoi, es decir, del espíritu evangélico del
cristianismo primitivo.
La postura de Manzoni hacia sus pueblerinos es la
postura de la Iglesia católica hacia el pueblo: de
condescendiente benevolencia, no de inmediatez
humana... ve con ojo severo todo el pueblo, mientras ve
con ojo severo la mayoría de aquellos que no son pueblo,
él encuentra magnanimidad, otros pensamientos, grandes
sentimientos, solo en algunos de la clase alta, en ninguno
del pueblo... no hay pueblerino que no sea burlado y
ridiculizado... Vida interior tienen solo los señores: fra
Cristoforo, el Borromeo, el Innominado, el mismo Don
Rodrigo... La importancia que tiene la frase de Lucía en la
turbación de la conciencia del Innominado, y en el
secundar la crisis moral, es de carácter no iluminante y
fulgurante como la aportación del pueblo, fuente de vida
moral y religiosa en Tolstoi, pero mecánico y de carácter
silogístico... Su postura hacia el pueblo no es popular-
nacional, sino aristocrática.
Una clase que mueva a la conquista de la hegemonía no
puede no crear una nueva cultura, que es ella misma
expresión de una nueva vida moral, un nuevo modo de ver
y representar la realidad; naturalmente, no se crean
artificialmente artistas que interpreten este nuevo mundo
cultural, pero “un nuevo grupo social que entra en la vida
histórica con postura hegemónica, con una seguridad de
sí que antes no tenía, no puede no suscitar desde su seno
personalidad que antes no hubiera encontrado una fuerza
suficiente para expresarse plenamente...”. En tanto, en la
creación de una nueva cultura, es parte la crítica de la
cultura literaria presente, y Gramsci ve en la crítica
desarrollada por Francesco de Sanctis un ejemplo
privilegiado: “La crítica de De Sanctis es militante, no
frígidamente estética, es la crítica de un periodo de luchas
culturales, de contrastes entre concepciones de la vida
antagonistas. La análisis del contenido, la crítica de la
estructura de las obras, es decir, de la coherencia lógica e
histórica actual de las masas de sentimientos
representados artísticamente, están vinculados a esta
lucha cultural: justamente en eso parece que consista la
profunda humanidad y el humanismo, de De Sanctis... que
tiene firmes convencimientos morales y políticos y no los
esconde...”
Para Gramsci, una crítica literaria debe fusionar, como De
Sanctis hizo, la crítica estética con la lucha por una cultura
nueva, criticando la costumbre, los sentimientos y las
ideologías expresadas en la historia de la literatura,
individualizando las raíces en la sociedad en los cuales los
escritores se encuentran para operar. No por casualidad,
Gramsci proyecta en su cuadernos un ensayo que intitula
“los sobrinitos de padre Bresciani”: Antonio
Bresciani (1798-1862), jesuita, fundador de la revista La
Cultura Católica, fue un escritor de novelas populares de
impronta reaccionaria; una de ellas, El hebreo de Verona,
fue reprimida en un célebre ensayo de De Sanctis. Los
sobrinitos del padre Bresciani son los intelectuales y los
literatos contemporáneos portadores de una ideología
reaccionaria.
Entre los “sobrinitos” Gramsci individualiza, además a
muchos escritores ya olvidados, Antonio Beltramelli, Ugo
Ojetti, Alfredo Panzini, Goffredo Bellonci, Massimo
Bontempelli, Umberto Fracchia, Adelchi
Baratono (“el agnosticismo del Baratono no es otra cosa
que bellaquería moral y civil... Baratono teoriza solo la
propia impotencia estética y filosófica y la propia
conejería”), Riccardo Bacchelli ("en Bachelli hay mucho
brescianismo, no solo socio-político, pero también literario:
la Ronda fue una manifestación
de jesuitismo artístico), Salvatore Gotta, Giuseppe
Ungaretti; escribe que "la vieja generación de intelectuales
ha fracasado (Giovanni Papini, Giuseppe
Prezzolini, Ardengo Soffici, etc.) pero ha tenido una
juventud. La generación actual no tiene, ni siquiera esta
edad de las brillantes promesas Titta Rosa, Giovanni
Battista Angioletti, Curzio Malaparte, etc.). Asnos brutos
desde pequeños".
La crítica a Croce[editar]
Pariente del filósofo neo-hegeliano Bertrando Spaventa,
alumno del hermano de éste, Silvio Benedetto Croce llega
al idealismo, a través del marxismo de Antonio Labriola, al
fin del siglo XIX, en el momento en el cual, en Europa, se
afirma el revisionismo del marxismo por obra de la
corriente socialdemócrata alemana guiada por Eduard
Bernstein y desde aquí, al revisionismo socialista italiano
de Bissolati y Turati.
Para Gramsci, Croce, que nunca ha sido socialista, otorga
a la burguesía italiana los instrumentos culturales más
refinados para delimitar los límites entre los intelectuales y
la cultura italiana, por una parte, y el movimiento obrero y
socialista por la otra.
Croce combate el marxismo tratando de negar la validez
del elemento que él señala como decisivo: el referente a la
economía; El Capital de Marx sería para él una obra de
moral y no de ciencia, un intento de demostrar que la
sociedad capitalista es inmoral, diferente de la comunista,
en la cual se realizaría la moralidad plena humana y
social. La carencia de cientificidad de la obra maestra de
Marx estaría demostrada por el concepto de plusvalía:
para Croce, solo desde un punto de vista moral se puede
hablar de plusvalía, respecto al valor, legítimo concepto
económico.
Esta crítica de Croce es, para Gramsci, un simple sofisma:
la plusvalía es ese mismo valor, es la diferencia entre el
valor de las mercancías producidas por el trabajador y el
valor de la fuerza de trabajo del trabajador mismo. La
teoría del valor de Marx se deriva directamente de la del
economista inglés David Ricardo, cuya teoría del valor-
trabajo «no levantó ningún escándalo cuando fue
expresada, porque entonces no representaba ningún
peligro, aparecía sólo, como era, una constatación
puramente objetiva y científica. El valor polémico y de
educación moral y política, sin perder nunca su
objetividad, debía adquirirla sólo con la Economía Crítica
[El Capital]»
Si la filosofía crociana se presenta como historicismo, es
decir, para Croce la realidad es historia y todo lo que
existe es necesariamente histórico, pero, conforme a la
naturaleza idealista de su filosofía, la historia es la historia
del espíritu y por lo tanto es historia de abstracciones, es
historia de la libertad, de la cultura, del progreso, es una
historia especulativa, no es la historia concreta de las
naciones y de las clases.
«La historia especulativa puede ser considerada como un
retroceso, en formas literarias hechas con más astucia y
menos ingenuas, que el desarrollo de la capacidad crítica,
con formas de historia en descrédito, como vacíos y
retóricos y registrados en diversos libros del mismo Croce.
La historia ético-política, en cuanto prescinde del concepto
de bloque histórico [unión de estructura y supraestructura
en sentido marxista], en cuyo contenido económico-social
y forma ético-política se identifican concretamente en la
reconstrucción de varios periodos históricos, no se trata
de nada más que de una presentación polémica de
razonamientos más o menos interesantes, pero no es
historia.
En las ciencias naturales eso equivaldría a un retorno a
las clasificaciones según el color de piel, de las plumas,
del pelo de los animales, y no según la estructura
anatómica [...] en la historia de los hombres [...] el color de
la piel hace bloque con su estructura anatómica y con
todas las funciones fisiológicas; no se puede pensar en un
individuo desollado como el verdadero individuo, pero ni
siquiera el individuo deshuesado y sin esqueleto [...] la
historia de Croce representa figuras deshuesadas, sin
esqueleto, de carnes flácidas, incluso abajo de los
coloretes literarios del escritor».
La operación conservadora del Croce histórico hace
pareja con aquella del Croce filósofo: si la dialéctica del
idealista Hegel era una dialéctica de los contrarios – un
desarrollo de la historia que procede por contradicciones –
la dialéctica crociana es una dialéctica de los distintos:
conmutar la contradicción en distinción significa operar
una atenuación si no una anulación de los contrastes que
en la historia, y en las sociedades se presentan. Para
Gramsci, tal operación se manifiesta en las obras
históricas de Croce: su Historia de Europa, iniciando
desde 1815 y cortando el período de la Revolución
francesa y el imperio napoleónico, «no es otra cosa que
un fragmento de historia, el aspecto pasivo de la gran
revolución que se inició en Francia en 1789, desembocó
en el resto de Europa con las armadas republicanas y
napoleónicas, dando un potente empujón a los viejos
regímenes y determinando no el derrumbe inmediato
como en Francia, pero la corrosión reformista que duró
hasta 1870».
Del mismo modo, su Historia de Italia desde 1871 a 1915
«prescinde del momento de la lucha, del momento en el
cual se elaboran, reúnen y disponen las fuerzas en
contraste [...] en el cual un sistema ético-político se
disuelve y otro se elabora [...] en el cual un sistema de
relaciones sociales se desconecta y decae y otro sistema
surge y se afirma, en cambio Croce asume plácidamente
como historia el momento de la expansión cultural o ético-
político».
Materialismo histórico[editar]
Artículo principal: Materialismo histórico

Gramsci, desde los años universitarios, fue un decidido


opositor de aquella
concepción fatalista y positivista del marxismo, presente
en el viejo partido socialista, para la cual
el capitalismo necesariamente estaba destinado a caer,
dando lugar a una sociedad socialista. Esta concepción
enmascaraba la impotencia política del partido de la clase
subalterna, incapaz de tomar la iniciativa para la conquista
de la hegemonía.
Aunque el manual del bolchevique ruso Nikolái Bujarin,
editado en 1921, La teoría del materialismo histórico,
manual popular de sociología, se coloca en el mismo filón
«La sociología fue un intento de crear un método de la
ciencia histórico-política, en dependencia de un sistema
filosófico ya elaborado, el positivismoevolucionista... se
convirtió en la filosofía de nuestros filósofos, un intento de
describir y clasificar esquemáticamente los hechos
históricos, según criterios construidos sobre el modelo de
las ciencias naturales. La Sociología es pues un intento de
recabar experimentalmente las leyes de evolución de la
sociedad humana en modo de prever el advenimiento con
la misma certeza con el cual se prevé que de una bellota
se desarrollará una encina. El evolucionismo vulgar está a
la base de la sociología que no puede conocer el principio
dialéctico con el pasaje de la cantidad a la calidad, pasaje
que turba cada evolución y cada ley de uniformidad
entendida en sentido vulgarmente evolucionista.»
La comprensión de la realidad como desarrollo de la
historia humana solo es posible utilizando
la dialéctica marxista, excluida en el manual de Bujarin,
porque ella recoge tanto el sentido de las vivencias
humanas como su provisoriedad, su historicidad
precisamente, determinada por la praxis, la acción política,
que transforma las sociedades.
La dialéctica es pues instrumento de investigación
histórica, que supera la visión naturalista y mecanicista de
la realidad; es unión de teoría y praxis, de conocimiento y
acción. La dialéctica es «doctrina del conocimiento y
sustancia medular de la historiografía y de la ciencia de la
política» y puede ser comprendida solo concibiendo el
marxismo
«Como una filosofía integral y original que inicia una
nueva fase en la historia y en el desarrollo mundial en
cuanto supera (y superando incluye en sí los elementos
vitales) sea el idealismo que el materialismo tradicionales
expresión de viejas sociedades. Si la filosofía de la praxis
[el marxismo] no está pensada como subordinada a otra
filosofía, no se puede concebir la nueva dialéctica, en la
cual precisamente aquella superación se efectúa y se
expresa.»
El viejo materialismo es metafísico, para el sentido común
la realidad es objetiva, independiente del sujeto, existente
independientemente del hombre, es un obvio axioma,
confortado por la afirmación de la religión por la cual el
mundo, creado por Dios, se encuentra ya dado ante
nosotros. Pero Gramsci excluye los idealismos
berkelianos y gentilianos, también rechaza «la concepción
de la realidad objetiva del mundo externo en su forma más
trivial y acrítica» desde el momento que «a esta puede ser
opuesta la objeción del misticismo». Si nosotros
conocemos la realidad en cuanto hombres, y siendo
nosotros mismos un devenir histórico, también la
conciencia y la realidad son un devenir.
¿Cómo podría de hecho existir una objetividad
extrahistórica y extrahumana y quién juzgará tal
objetividad?:
«La formulación de Engels que la unidad del mundo
consiste en la materialidad demostrada por el largo y
laborioso desarrollo de la filosofía de las ciencias
naturales contiene precisamente el germen de la
concepción justa, porque se recurre a la historia y al
hombre para demostrar la realidad objetiva. Objetivo
significa siempre humana objetivo, es decir, que puede
corresponder exactamente a históricamente
objetivo [...]. El hombre conoce objetivamente en cuanto el
conocimiento es real para todo el género humano
históricamente unificado en un sistema cultural unitario,
pero esto proceso de unificación histórica ocurre con la
desaparición de las contradicciones internas que
despedazan la sociedad humana, contradicciones que son
la condición de la formación de los grupos y del
nacimiento de las ideologías [...]. Hay pues una lucha por
la objetividad (para librarse de las ideologías parciales y
falaces) y esta lucha es la misma lucha para la unificación
cultural del género humano.»
El estado y la sociedad civil[editar]
La teoría de la hegemonía de Gramsci está ligada a su
concepción del estado capitalista, que según afirma,
controla mediante la fuerza y el consentimiento. El estado
no debe ser entendido en el sentido estrecho de gobierno.
Gramsci más bien lo divide entre la 'sociedad política', que
es la arena de las instituciones políticas y el control legal
constitucional, y la 'sociedad civil', que se ve comúnmente
como una esfera 'privada' o 'no estatal', y que incluye a la
economía.
Sin embargo, Gramsci aclara que la división es
meramente conceptual y que las dos pueden mezclarse
en la práctica. Gramsci afirma que bajo el capitalismo
moderno, la burguesía puede mantener su control
económico permitiendo que la esfera política satisfaga
ciertas demandas de los sindicatos y de los partidos
políticos de masas de la sociedad civil. Así, la burguesía
lleva a cabo una 'revolución pasiva', al ir más allá de sus
intereses económicos y permitir que algunas formas de su
hegemonía se vean alteradas. Gramsci ponía como
ejemplos de esto a movimientos como el reformismo y
el fascismo, así como a la 'administración científica' y los
métodos de la línea de ensamblado de Frederick
Taylor y Henry Ford.
Siguiendo la línea de Maquiavelo, argumenta que el
'Príncipe moderno' -el partido revolucionario- es la fuerza
que permitirá que la clase obrera desarrolle intelectuales
orgánicos y una hegemonía alternativa dentro de la
sociedad civil. Para Gramsci, la naturaleza compleja de la
sociedad civil moderna implica que la única táctica capaz
de minar la hegemonía de la burguesía y llevar al
socialismo es una 'guerra de posiciones' (análoga a la
guerra de trincheras), la 'guerra en movimiento' (o ataque
frontal) llevado a cabo por los bolcheviques fue una
estrategia más apropiada a la sociedad civil 'primordial'
existente en la Rusia zarista.
A pesar de su afirmación de que la frontera entre las dos
es borrosa, Gramsci alerta contra la adoración al estado
que resulta de identificar a la sociedad política con la
sociedad civil, como en el caso de los jacobinos y
los fascistas. Él cree que la tarea histórica del proletariado
es crear una 'sociedad regulada' y define al 'estado que
tiende a desaparecer' como el pleno desarrollo de la
capacidad de la sociedad civil para regularse a sí misma.
Historicismo[editar]
Gramsci, al igual que el joven Marx, era asiduo
proponente del historicismo. Desde su perspectiva, todo
significado se deriva de la relación entre la actividad
práctica (o 'praxis') y de los procesos sociales e históricos
'objetivos' de los que formamos parte. Las ideas no
pueden ser entendidas fuera del contexto histórico y
social, aparte de su función y origen. Los conceptos con
los cuales organizamos nuestro conocimiento del mundo
no derivan primordialmente de nuestra relación a las
cosas, sino de las relaciones sociales entre los usuarios
de estos conceptos. El resultado es que no hay tal cosa
como una 'naturaleza humana' que no cambia, sino una
mera idea de ésta que cambia históricamente. Además, la
filosofía y la ciencia no 'reflejan' una realidad
independiente del hombre, sino que son 'verdad' en tanto
que expresan el proceso de desarrollo real de una
situación histórica determinada. La mayoría de los
marxistas sostienen la opinión de sentido común de que la
verdad es la verdad sin importar cuando y donde se les
plantee, y que el conocimiento científico (que incluye al
marxismo) se acumula históricamente como el progreso
de la verdad en este sentido cotidiano, y por lo tanto no
pertenecía al dominio ilusorio de la superestructura. Para
Gramsci, sin embargo, el marxismo era 'verdadero' en el
sentido pragmático social, en que, al articular la
conciencia de clase del proletariado, expresa la 'verdad'
de su época mejor que ninguna otra teoría. Esta
posición anticientífica y antipositivista se debía a la
influencia de Benedetto Croce, probablemente el
intelectual italiano más ampliamente respetado de su
época. Aunque Gramsci repudia esta posibilidad, su
descripción histórica de la verdad ha sido criticada como
una forma de relativismo.
Crítica del Economicismo[editar]
En un famoso artículo escrito antes de su encarcelamiento
titulado 'La Revolución contra El Capital ', Gramsci afirma
que la revolución bolchevique representaba una
revolución contra el libro clásico de Karl Marx,
considerado la guía básica de la socialdemocracia y
el movimiento obrero antes de 1917. Iba en contra de
varias premisas al efectuarse una revolución socialista en
un país atrasado como Rusia que no reunía las
condiciones económicas y sociales que se consideraban
indispensables para el tránsito al socialismo. El principio
de la primordialidad de las relaciones de producción,
decía, era una malinterpretación del marxismo. Tanto los
cambios económicos como los cambios culturales son
expresiones de un 'proceso histórico básico', y es difícil
decir qué esfera tiene más importancia. La creencia
fatalista, común entre el movimiento obrero en sus
primeros años, de que triunfaría inevitablemente debido a
'leyes históricas', era, para Gramsci, el producto de
circunstancias de una clase oprimida restringida
principalmente a la acción defensiva, y sería abandonada
como un obstáculo una vez que la clase obrera pudiera
tomar la iniciativa. La 'filosofía de la praxis' (un eufemismo
por "marxismo" que usaba para eludir a los censores de la
prisión) no puede confiar en 'leyes históricas' invisibles
como los agentes del cambio social. La historia está
definida por la praxis humana y por lo tanto incluye
el albedrío humano. Sin embargo, el poder de la voluntad
no puede lograr nada que quiera en una situación
determinada: cuando la consciencia de la clase obrera
alcance el nivel de desarrollo necesario para la revolución,
las circunstancias históricas que se encuentren serán
tales que no se puedan alterar arbitrariamente.
Como quiera, no se puede predeterminar por inevitabilidad
histórica cuál de los muchos posibles desarrollos tomará
lugar.
Crítica del Materialismo[editar]
Con su creencia de que la historia humana y la 'praxis'
colectiva determinan si una cuestión filosófica es relevante
o no, Gramsci se opone al materialismo metafísico y
'copia' la teoría de la percepción desarrollada
por Engels y Lenin, aunque no lo afirma explícitamente.
No es que Gramsci discuta la existencia de una realidad
"exterior", ni que reivindique la subjetividad del
conocimiento, sino que lo que le interesa es la relación
que establecemos históricamente con la realidad, y qué
conceptos se han establecido para referirse a esa
relación. Su preocupación es sobre la categoría de
"objetividad" como un concepto histórico. El punto que
enfatiza es en qué medida es "objetivo" el conocimiento
de la realidad que hemos dado en llamar "objetivo". La
historia natural es sólo relevante en relación a la historia
humana. El materialismo filosófico, como el 'sentido
común' primitivo, resultan de una falta de pensamiento
crítico, y no se puede afirmar, como lo hacía Lenin, que se
contrapone a la superstición religiosa. A pesar de esto,
Gramsci se resigna a la existencia de esta forma 'cruda'
de marxismo: es estatus del proletariado como clase
dependiente implica que con frecuencia el marxismo,
como su representación teórica, sólo pueda ser expresado
en la forma de superstición popular y sentido común. Sin
embargo, para poder desafiar de manera efectiva las
ideologías de las clases educadas, y para esto los
marxistas deben presentar su filosofía de forma más
sofisticada, y tratar de entender genuinamente las
opiniones de sus oponentes.
Gramsci da un paso adelante en el terreno epistemológico
al afirmar que "el marxismo también es una
superestructura", lo que quiere decir que no es
exactamente la verdad, sino un punto de vista que, como
todo punto de vista puede tener sus falacias. Al oponerse
al realismo epistemológico defendido por los leninistas, y
al positivismo, abre paso a un grado mayor de relativismo
epistemológico, que no constituye para Gramsci una
renuncia ética o política, sino la asunción cabal del
carácter provisorio y construido del conocimiento humano.

LAS IDEAS PEDAGÓGICAS DE ANTONIO GRAMSCI

SIGNOS TEORIA Y PRACTICA DE LA EDUCACIÓN .Número 4 .


Página 4/11 . Julio - Diciembre 1991 . ISSN 1131-8600

JOSÉ MARÍA LASO PRIETO*

En este año que concluye se celebra el centenario del


nacimiento del pensador Antonio Gramsci, el teórico
marxista en quien se conjugó el pesimismo de la
inteligencia con el optimismo de la voluntad. Sus escritos
sobre el papel de lo ideológico en los procesos de cambio
social abren el camino a la reflexión sobre el papel
legitimador/transformador de los aparatos escolares. Sin
embargo, Gramsci, a causa de las duras condiciones de su
vida política y carcelaria, no tuvo tiempo ni oportunidad de
desarrollar sistemáticamente sus concepciones
pedagógicas . Éstas se hallan implícitas en sus conceptos
de hegemonía y revolución cultural, y explícitas , aunque
dispersas, en diversos textos de sus "Cartas desde la
Cárcel" y en sus célebres "Cuadernos de Cárcel". Para
Gramsci, el problema escolar se halla conectado con la
relación neurálgica que existe entre pedagogía y política, tal
y como la elaboró en su concepción central de hegemonía.

Así lo explicita, en uno de sus textos publicado en el volumen El


materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, al precisar que
"este problema puede ser relacionado con el del planteamiento
moderno de la doctrina y de la práctica pedagógica, según la cual la
relación entre maestro y escolar es una relación activa, de
interacciones recíprocas, por las cuales todo maestro es al mismo
tiempo alumno, y todo alumno maestro. Pero la relación pedagógica
no puede reducirse al ámbito de las interacciones específicamente
escolásticas, por las cuales las nuevas generaciones entran en
contacto con sus predecesores, cuyas experiencias y valores
históricos necesarios absorben para madurar una personalidad propia,
histórica y culturalmente superior. Esta relación existe en toda
sociedad en su conjunto y para cada individuo con respecto a los
demás, entre las clases intelectuales y las no intelectuales, entre los
gobernantes y los gobernados, entre las élites y los seguidores, entre
los dirigentes y los dirigidos, entre las vanguardias y los cuerpos de los
ejércitos. Toda relación de hegemonía es necesariamente una relación
pedagógica y se verifica, no sólo en el interior de un país, entre las
diferentes fuerzas que lo componen, sino en todo el campo
internacional y mundial, entre grupos de civilización nacionales y
continentales".

Educación de élites y educación de masas

Gramsci se planteaba también el problema de la educación como un


problema esencial en el proceso de elevación cultural del pueblo, que
en el período del "Risorgimento" —típico movimiento de élites— había
sido descuidado. Empero, para Gramsci, hacer política no era sólo
educar a una vanguardia sino tratar de elevar a las masas al nivel de
una cultura integral. Y así lo subraya con la siguiente matización:
"Crear una nueva cultura no significa hacer sólo individualmente
descubrimientos originales, sino también, y especialmente, difundir
críticamente verdades ya descubiertas, socializarlas, por así decirlo, y
por lo tanto convertirlas en base de acciones vitales, elementos de
coordinación y de orden intelectual y social. Que una masa de
hombres sea conducida a considerar unitariamente el presente real es
un hecho filosóficamente mucho más importante y original que el
hallazgo por parte de un genio filosófico de una nueva verdad que se
conserve como patrimonio de pequeños grupos intelectuales".

Hegemonía y escuela

La profesora Cristhine Buci Glusckmann, analizando tales textos,


considera que para Gramsci el sistema escolar es —como las demás
organizaciones culturales que actúan en la sociedad civil— uno de los
factores de hegemonía de una clase social y constituye el hilo
conductor en la elaboración de los Cuadernos de la Cárcel. Y es lógico
que así sea, pues la supremacía de una clase social no es sólo
dominación sino —como hegemonía— dirección intelectual y moral.
Para imponerla no basta la coerción —de los aparatos regresivos del
Estado— sino que es preciso también el consenso o consentimiento
de las clases subalternas.

Para el logro de esa hegemonía, es fundamental la función que


desempeñan los intelectuales. Actuando como "funcionarios de las
superestructura" cimientan la unidad de la estructura y la
superestructura, que constituye un bloque histórico determinado,
mediante la elaboración y difusión de la ideología de la clase
dominante dando lugar a su hegemonía. De ahí la importancia de la
educación, ya que ésta desempeña una función esencial en la
formación de los intelectuales del bloque emergente como ya lo
habían desempeñado en la gestación del bloque dominante. Con la
particularidad de que, para los intelectuales del nuevo bloque
emergente, la cultura constituye un integrante básico del socialismo,
pues éste debe integrar una concepción integral de la vida que
comprenda no sólo la organización política sino también la
organización del saber a través de la actividad cultural.

El hombre en la sociedad y en la escuela

Antes de iniciar, en 1929, una reflexión sistemática sobre los


problemas pedagógicos, Gramsci se había planteado —reflexionando
sobre la "filosofía de la praxis"— el problema de la naturaleza humana.
Para Gramsci no existe una "naturaleza humana universal" (concepto
metafísico) ni tampoco una individualidad preconstituida al proceso de
formación histórica de cada uno de los hombres. Preguntarse ¿qué es
el hombre? es preguntarse si el hombre puede modelar su propio
destino. Es decir, si puede crearse una vida propia. Según Gramsci, la
respuesta es que "el hombre es un proceso, el proceso de sus actos".
O, dicho de otro modo, el hombre es, sobre todo, espíritu, o sea,
creación histórica, no naturaleza. Aunque el hombre es un ser
material, esta materialidad no puede reducirse al significado que la
materia tiene en las ciencias naturales o en las metafísicas
materialistas premarxistas. No existe, por lo tanto, una naturaleza
humana de base, determinada y fija ontológicamente en la variedad de
sus manifestaciones durante el conjunto de su historia sino que la
naturaleza humana es un continuo transformarse que se va
determinando poco a poco a través de la dialéctica de las relaciones
sociales: la naturaleza humana es el conjunto de las relaciones
sociales que determina una conciencia históricamente definida.
Además, el conjunto de las relaciones sociales es contradictorio en
todo momento y se halla en continuo desarrollo, de forma que
la naturaleza del hombre no es algo homogéneo para todos los
hombres y todos los tiempo.

Para Franco Lombardi. es ésta una historización de la realidad


humana en la que adquiere sentido y significado preciso la primitiva
observación gramsciana de que "el hombre es creación histórica,
expresión de las relaciones entre la voluntad humana —situada en la
superestructura de una formación económico-social— y la estructura
económica de la sociedad. La escuela o, más genéricamente, la
educación desempeña una función muy importante en el desarrollo de
esas relaciones al asegurar la transmisión del acervo cultural de una a
otra generación" (Gramsci).

Educación y formación de la personalidad

La concepción que Gramsci tenía de la función de la educación


emerge así de todo el conjunto del pensamiento gramsciano y enlaza
estructuralmente con la "filosofía de la praxis", en cuanto que ésta
aspira a ser una reforma moral cuyo fin será elevar la conciencia
crítica de las clases populares para que los individuos que la
constituyeron lleguen a adquirir una concepción superior de la vida. En
ese sentido, debe precisarse que la característica educativa implícita
en la "filosofía de la praxis" (marxismo) se manifiesta, sobre todo, en el
proceso de formación de la personalidad. Para Gramsci, el hombre,
que es el resultado de unas condiciones de vida, es también el sujeto
de una transformación determinada, ya por un cambio del conjunto de
las relaciones sociales, ya por la toma de la conciencia de estas
situaciones objetivas y por la voluntad de querer servirse de ellas.

De este modo, apoyándose en las condiciones objetivas de existencia,


el hombre pone en movimiento la propia voluntad como aplicación
efectiva del querer en abstracto y forma así su propia personalidad.
Esta formación no es sólo individual y subjetiva sino una operación
compleja en la que los elementos individuales y subjetivos se asocian
a los elementos de masas, objetivos o materiales. con los que el
individuo se encuentra en unas relaciones de acción recíproca.
Conviene también precisar que, si bien la síntesis de dichos elementos
es individual, ésta se realiza por medio de una actitud que está en
conexión recíproca con el exterior —la naturaleza y los otros
hombres— realizando un progreso ético que sería vano considerar
individual.

Rechazo del determinismo y del innatismo pedagógico

El rechazo que Gramsci realiza tanto del determinismo como del


innatismo pedagógico es una consecuencia de su concepción de la
naturaleza humana. Según Gramsci, no se puede hablar de una
naturaleza "a priori" del niño, ni del hombre en general, innata, cuya
simple función sería la de manifestarse. Es evidente que en el
individuo humano hay elementos naturales de carácter innato, pero
después de un examen detenido se muestran menos innatos de lo que
parecen, y, por lo tanto, su importancia debe limitarse al máximo,
incluso porque no todo lo que en el niño parece ser natural resulta ser
tal y, a veces, es mejor considerarlo como historia.

Dado que la conciencia del niño no es algo "individual" sino reflejo de


la parte de la sociedad civil en la que el niño estaba integrado, de las
relaciones sociales que se crean en la familia, en la vecindad, el
pueblo, etc., se deduce que la posición innatista que propone
"renunciar a formar al niño" significa únicamente permitir que su
personalidad se desarrolle tomando caóticamente del ambiente
general todos los aspectos de la vida. En consecuencia, Gramsci se
opone a la pedagogía que considera la educación como el desarrollo
de algo ya existente bajo la forma de una fuerza latente originaria,
teniendo en cuenta que esta originalidad no es más que un
indiferenciado e informe complejo de sensaciones e imágenes
obtenidos durante la primera fase de la vida del niño. Este modo de
concebir la educación, no es válido, en todo caso, sino para
contraponerlo a otro peor —que Gramsci denomina "jesuítico", basado
en una coacción externa brutal— pero que acaba por exasperar tanto
la espontaneidad que corre el peligro de caer en el fatalismo, mientras
que, por el contrario, la educación debería ser organizada y dirigida,
incluso a través de una cierta forma de coacción.
Gramsci argumenta también esta tesis en una carta dirigida a su
esposa sobre la educación de los hijos. Decía entonces así: "Pero en
conjunto (sus cartas) me han dado la impresión de que tú y otros
miembros de tu familia sois demasiado metafísicos, al presuponer que
el niño contiene al hombre entero en potencia, siendo preciso por tanto
ayudar al desarrollo de ese contenido latente sin ejercer ninguna clase
de coacción, dejando actuar a las fuerzas espontáneas de la
naturaleza o qué sé yo. Por mi parte, pienso que el hombre es toda
una formación histórica, obtenida a través de la coerción (entendida en
el sentido más general que el de brutalidad y violencia externa), y
además pienso que de otro modo se caería en una forma de
trascendencia o de inmanencia. Lo que se toma por una fuerza latente
no es, en su mayor parte, sino el complejo informe e indiferenciado de
las imágenes y sensaciones de los primeros días, de los primeros
meses, de los primeros años de la vida; imágenes y sensaciones que
no siempre corresponden a lo mejor según nuestros deseos. Esta
manera de concebir la educación como el desenredar una madeja ya
preexistente tuvo su importancia cuando se trataba de oponerla a la
escuela jesuítica, por cuanto negaba una filosofía aún peor, pero hoy
está superada a su vez. Renunciar a formar al niño no significa otra
cosa sino permitir que se desarrolle su personalidad acogiendo
caóticamente del ambiente general todos los motivos que han de
formar su vida. Es extraño e interesante que el psicoanálisis de Freud
haya creado, especialmente en Alemania, tendencias similares a las
que rigieron en Francia en el siglo XVIII, y que aparezca de nuevo el
tipo del buen salvaje corrompido por la sociedad, esto es, por la
historia. Resulta una nueva forma de desorden intelectual muy
interesante".

Educación crítica

Al poner el acento sobre el elemento voluntarista de la educación


Gramsci resalta la necesidad de que no provenga de la familia del niño
y de que no actúe como puro individuo, sino que sea portador de los
ternas más importantes del grupo social. Según Gramsci, para educar
es necesario un aparato cultural a través del cual la generación
anterior transmita a la generación de los jóvenes toda la experiencia
del pasado —de las generaciones pasadas— y les haga adquirir sus
inclinaciones y hábitos. Incluso los físicos y técnicos que se adquieren
con la repetición. Esta transmisión de contenidos culturales de la vieja
a la nueva generación se realiza especialmente a través de la escuela.
Es decir, de la obra del maestro que en su trabajo realiza el nexo
instrucción-educación, ya que para Gramsci no puede existir, al menos
en teoría, una instrucción sin educación.

En definitiva, para Gramsci, maestro no es sólo el que enseña en la


Escuela, sino que el verdadero maestro, el educador, es aquel que
representando la conciencia crítica de la sociedad, y teniendo en
cuenta el tipo de hombre colectivo que se encuentra representado en
la Escuela, asume el papel de moderador entre la sociedad en general
y la sociedad infantil en desarrollo. Es también educador y quien
secunda estimula el proceso evolutivo a través de la búsqueda de un
equilibrio dinámico y dialéctico entre imposición social e iniciativa
autónoma del individuo. Gramsci considera también al maestro como
intelectual, es decir, como un dirigente (especialista político) que
trabaja en el campo de la educación difundiendo la ideología del
bloque histórico dominante o tratando de elaborar la hegemonía del
nuevo bloque emergente. De ahí la necesidad de que el educador sea
también educado ya que, según la célebre Tercera tesis de Marx
sobre Feuerbach, "la doctrina materialista de que los hombres son el
producto del ambiente y que, por lo tanto, los cambios en los hombres
son el de otros cambios en el ambiente no tiene en cuenta que
también los hombres puedan modificar el ambiente y de que el
educador de ser a su vez educado".

La Escuela única o unitaria

El concepto dé Escuela única, o unitaria, desempeña una función


relevante en las concepciones pedagógicas de Gramsci. En realidad,
es una consecuencia de la visión que el pensador italiano tiene del
desarrollo de la sociedad. Según Betti, la sociedad que se plantea
Gramsci es una comunidad nueva, animada de un espíritu de justicia
social, una sociedad donde la escuela se inserta como elemento activo
y propulsor para la educación de las nuevas generaciones, una
sociedad que no entre en contradicción con la escuela, sino que sea
capaz de revivir y prolongar las recíprocas interacciones que
la escuela establece. En la visión gramsciana, el problema de la
sociedad es esencial. Gramsci, al igual que Makarenko, está
convencido de que la cuestión de la revalorización del trabajo como
actividad humana y social, de la construcción de una sociedad capaz
de realizar las más válidas aspiraciones del hombre no puede
encontrar una solución satisfactoria en el mero activismo pedagógico
por cuanto que la educación social ha de ir unida a la idea de
transformación social.

Con Makarenko, ya no se piensa en actuar por actuar sino que se


aspira a una actividad concreta, socialmente interesante, que una vez
más la escuela a la vida y a las rápidas transformaciones sociales se
producen. Ahora está claro que no es posible plantearse el problema
de la escuela sin vincularlo al de las exigencias de la sociedad, de la
cual debe ser expresión y motor la escuela. Todos los aspectos, desde
los ideales educativos hasta los programas, han de valorarse a la luz
de los problemas presentes y futuros de la comunidad. La vitalidad de
una escuela se mide por su sensibilidad frente a estas nuevas
solicitudes que proceden de la vida, lo mismo que la causa de su
decadencia haya que buscarla en la ruptura entre escuela y sociedad.
Gramsci advierte que el retraso de la escuela debe ser diagnosticado
en razón de su no adecuación a la vida. Ello ocurre cuando se
presenta como escuela culturista que insiste en presentar problemas
que, si tuvieron importancia en otros tiempos, han dejado de tenerla.
Del aislamiento de la escuela respecto a la vida nace lo que Dewey
llamó "despilfarros de la educación", que impiden al niño
el aprovechamiento de su experiencia cotidiana e inversamente no
le permiten servirse en la vida de lo que aprende en la escuela.

Para Betti, de cuanto queda dicho, y ante la necesidad de difundir los


valores humano a fin de que nadie se vea privado de condiciones para
el desarrollo de su personalidad, nace la exigencia grarnsciana de una
escuela unitaria elemental-media como instrumento para formar a las
nuevas generaciones a través de la acción consciente del adulto, de la
sociedad. ¿En qué razones se funda esta reivindicación?: Por una
parte, en tratar de eliminar la orientación clasista de la escuela, que
procura dar un tipo diferente de educación a cada estrato social para
cristalizar a cada uno de éstos "en una función social determinada, o
directiva o instrumental, en vez de ofrecer a todos los niños iguales
oportunidades de elección de su propio provenir". Por otra, la escuela
única es concebida por Gramsci como un medio insustituible para la
creación de nuevas relaciones, de relaciones más justas entre trabajo
intelectual y trabajo industrial, a fin de superar, como bien precisaba
Hessen, "la antigua y decisiva oposición entre la cultura general y la
instrucción profesional", entre escuelas para las élites y escuelas para
artesanos.

Además del rechazo de la tradicional escuela media para las élites,


distanciada de la vida y empeñada en "instruir a la juventud sobre
materias alejadas de cuanto sea útil y relacionado con el presente",
aflora en el pensamiento de Gramsci un nuevo concepto de la escuela
profesional entendida no ya como escuela meramente artesana,
sórdidamente practicista, sino como medio para asegurar a los
jóvenes aprendices una específica cultura general. Es significativo
que, aunque Gramsci no estima que pueda ser competencia exclusiva
de la escuela la reconstrucción social, pues la considera insuficiente
como instrumento para eliminar las diferencias de clase, que piense
que sin embargo la escuela única podría dar lugar a una mejor
comprensión entre los jóvenes de las diferentes capas, con efectos
beneficiosos que tal vez se harían sentir "no sólo en la escuela sino en
toda la vida social". Esta posibilidad de entendimiento no será
inconsciente ni impuesta por una fuerza exterior, sino que se originará
como fruto o resultado de la escuela unitaria, porque antes de adoptar
el camino de la especialización intelectual y profesional los jóvenes
habrán adquirido una conciencia moral y social sólida y homogénea
que les habrá permitido entenderse, comprenderse y ser
comprendidos, estableciéndose un encuentro anterior a las divisiones
religiosas, políticas e ideológicas.

Para Gramsci, la escuela única constituye una gran exigencia de la


sociedad moderna, que necesita aprovechar todas las posibilidades de
los jóvenes para mantenerse sólida y progresiva. En consecuencia, la
educación debe entenderse como una presión enérgica "sobre todo el
sector escolar para hacer emerger a esos millares, centenares, o
aunque sólo sean docenas de estudiosos de altos vuelos, necesarios
para la continuidad de cualquier cultura". Desde esta perspectiva,
según Betti, no debe creerse que Gramsci, al mencionar esa intención
de seleccionar enérgicamente, pretende reducir la escuela a una
pequeña élite, aunque fuese la élite de la inteligencia. Grámsci está
íntimamente convencido de que el problema de llevar la cultura a
todos coincide con el de seleccionar los grandes dirigentes de la
sociedad. Pues en realidad, cuando se dice que todos deben seguir el
mismo curso, no significa que todos vayan a alcanzar los mismos
objetivos y los mismos resultados, sino que todos deben tener la
oportunidad y los medios para constituirse como personas, deben
estar sometidos a la disciplina y al trabajo intelectual ser puestos en
contacto con el patrimonio cultural acumulado por las generaciones
precedentes, y estar cada cual en condiciones para poder expresar "su
verdadera y esencial capacidad. asegurándole para ello el desarrollo
natural tantas veces comprometido por los shocks psíquicos debidos a
hechos de la vida del alumno en la familia y en la escuela".

En esta concepción gramsciana, la escuela no puede concebirse ni


siquiera en sus primeros años, como una diversión, como una
enseñanza fácil y atrayente en todo momento y a cualquier precio,
sino como una acción que, dentro del respeto al educando, impone
sacrificios, renuncias y esfuerzos. Pues nunca dejará de ser cierto que
el entendimiento del niño no progresa sino "por medio del esfuerzo", al
mismo tiempo que lucha por "sujetarse a privaciones y limitaciones del
movimiento físico, es decir, que se somete a una disciplina
psicofísica". Basándose en sus propias experiencias, Gramsci concibe
el estudio como una tarea muy seria y fatigosa que no se lleva a cabo
espontáneamente, sino que exige una preparación no sólo intelectual
sino también muscular y nerviosa: es como un proceso de adaptación,
un hábito adquirido a través del esfuerzo, superando el tedio e incluso
el sufrimiento. De ahí la posición negativa de Gramsci ante la idea de
que la escuela, por ser para todos, haya de ser fácil. De ahí también la
sugerencia de generalizar la enseñanza preescolar, a fin de que todos
los niños adquieran esos hábitos necesarios para facilitar la
adaptación psico-física a la escuela, así como al proyecto de crear una
serie de actividades integradoras, tales como bibliotecas, guarderías,
etc, para favorecer el proceso de homogeneización de los diversos
elementos de la vida escolar y elevar a los más desposeídos al nivel
de los mejores. Desde esta perspectiva resulta claro que el objetivo de
la escuela unitaria es crear un estrato de intelectuales, elevando las
masas a la cultura para hacerles adquirir una concepción superior de
la vida, en contra de las tendencias que se proponen mantener a los
simples, a los humildes, en su filosofía primitiva. En consecuencia, la
escuela unitaria es "un elemento básico en la lucha por la hegemonía
de las clases populares".

En ese sentido, Gramsci supera netamente el concepto de la cultura


subalterna, destinada a las clases más pobres, y el de la cultura
humanística, desinteresada, como privilegio de las clases dirigentes.
No sólo rechaza la idea de la escuela hecha a medida de las clases
populares —luchando decididamente desde las páginas de "L'Ordine
Nuovo" contra tales tendencias, que se manifestaban incluso en el
seno del movimiento obrero— sino que además se oponía a toda
concepción de la cultura como saber enciclopédico, como adquisición
de nociones inconexas que forman hombres mecánicamente
determinados, cuando no desarraigados, gentes que se creen
superiores al resto de la humanidad porque han acumulado en la
memoria cierta cantidad de datos y fechas, que desgranan en toda
ocasión para alzar una barrera, entre ellos y los demás.

Para Betti, en el Gramsci joven es más evidente la influencia idealista


y la valoración de la espontaneidad, de la subjetividad, que el Gramsci
maduro colocaría luego en sus más justos términos de relación
concreta con el mundo humano y natural. Pero, por el contrario, se
mantuvo siempre firme en el rechazo de una cultura subalterna para
las clases populares. Rechazó el concepto de "escuela popular"
porque se daba a ésta un carácter de escuela profesional,
inmediatamente práctico, quedando las clases populares en su
sempiterna posición de inferioridad. A su juicio, la escuela popular
obedecía al propósito de someter a los desheredados, de inculcarles
resignación y respeto frente a la situación existente. En cambio, la
escuela propugnada por Gramsci trataría de implantar en todo joven
"una psicología de constructor". Todos deberían estar en condiciones
de ser "gobernantes", aunque sea en un sentido abstracto. Así se
funden los ideales humanístico y democráticos, y la tradicional
dualidad entre el hombre aristocrático y el hombre común se superaba
en el hombre moderno.

José María Laso es presidente de la Fundación Isidoro Acevedo y


autor , entre otros libros , de " Introducción al pensamiento de
Gramsci" , Teléfono de contacto: 98-5253943

Bibliografía comentada

ANTONIO GRAMSCI: La alternativa pedagógica. Selección de textos


e introducción de Mario A. Manacorda. Nova Terra. Barcelona. 1973.

El autor de esta antología ha querido expresar con ella el sentido


último de todas las páginas que Gramsci dedicó al tema de la
pedagogía y de sus implicaciones. Se trata de cartas, artículos, notas
de los "Cuadernos de Cárcel"... que bajo su ocasionalidad y dispersión
aparente poseen una gran coherencia.

ANTONIO GRAMSCI: La Formación de los intelectuales. Grijalbo.


México, 1967.

Integran este libro una selección de textos de "Los Cuadernos de


Cárcel" de Antonio Gramsci. Para Gramsci, todos los hombres pueden
llegar a ser intelectuales, pues aún el trabajo más elemental y tosco
exige la participación del pensamiento. Los textos han sido agrupados
desde esta tesis.

ANGELO BROCCOLI: Antonio Gramsci y la educación como


hegemonía. Nueva Imagen. México, 1977.

En esta obra Angelo Broccoli se esfuerza por reconstruir las líneas


fundamentales de la teoría educativa gramsciana, a partir del análisis
de los conceptos de hegemonía y de bloque histórico.

FRANCO LOMBARDI: Las ideas pedagógicas de Gramsci. A.


Redondo, editor. Barcelona, 1973.

Franco Lombardi argumenta que, para Gramsci, la escuela no es sólo


un órgano de instrucción y educación sino también un vehículo de
enlace entre el mundo del trabajo y la construcción del nuevo
humanismo y la nueva cultura.

G. BETTI: Escuela, educación y pedagogía en Gramsci. Martínez


Roca. Barcelona, 1981.

En esta obra, Gramsci y Betti, coherentemente compaginados entre sí,


critican la pedagogía idealista, con argumentos que alcanzan a ciertas
escuelas rouseaunianas como la de A.S. Neill y la de Iván Ilich.
Directamente en el primer caso, indirectamente en el segundo. Otros
pedagogos, identificados como progresistas, como Decroly, Freinet,
Dewey y Makarenko, tampoco salen muy bien parados.

M. A. MANACORDA: Marx y la pedagogía moderna. Colección Libros


Tau. Barcelona, 1969.
Contiene un apartado dedicado a "La pedagogía marxista en Italia".
Comprende los siguientes epígrafes: 1. Del premarxismo de Labriola al
marxismo de Gramsci. 2. Enseñanza y trabajos en Gramsci. 3. El
desarrollo armonioso e integral del individuo. 4. Contra el innatismo y
el individualismo. 5. Una escuela de rigurosos principios. 6. Utilidad
con una lectura "gramsciana" de Marx.

CRISTHINE BUCI-GLUSCKMANN: Gramsci et la cuestion scolaire.

Número semimonográfico dedicado por la Revista


"Litterature/science/ideologie" (número 3/4 de 1972) dedicado a las
ideas pedagógicas de Gramsci. Además del trabajo de Buci-
Glusckmann, contiene dos textos de Gramsci sobre temas escolares.

REFLEXIONES EDUCATIVAS DE ANTONIO GRAMSCI

Con esta nota, nos proponemos retomar la lectura y difusión de


los grandes pensadores del campo educativo .En esta
oportunidad, hemos seleccionado algunos principios y
postulados de Antonio Gramsci, puntualmente los referidos a sus
posturas respecto de la Cultura, los Intelectuales y la Escuela. A
priori, sabemos que puede resultar una impertinencia intelectual
tratar de dialogar con sus ideas, pero lejos de ello nos parece un
homenaje y una excusa para retomar sus lecturas y apropiarnos
de lo que nos posibilite optimizar nuestra tarea

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Reflexiones educativas de Gramsci

por Marcelo Albornoz

Con esta nota, nos proponemos retomar la lectura y difusión de los


grandes pensadores del campo educativo .En esta oportunidad,
hemos seleccionado algunos principios y postulados de Antonio
Gramsci, puntualmente los referidos a sus posturas respecto de la
Cultura, los Intelectuales y la Escuela. A priori, sabemos que puede
resultar una impertinencia intelectual tratar de dialogar con sus ideas,
pero lejos de ello nos parece un homenaje y una excusa para retomar
sus lecturas y apropiarnos de lo que nos posibilite optimizar nuestra
tarea.

Datos Biográficos

Nació de una familia humilde en la isla de Cerdeña, una región de


Italia tradicionalmente ignorada por el gobierno. Fue el cuarto de siete
hijos de una familia pobre lo que le provocó una vida errante para por
fin establecerse en Ghilarza. Gramsci fue un estudiante brillante, y ello
le permitió ganar un premio que le facilitó sus estudios en Turín. En
aquel entonces, Turín estaba en proceso de industrialización y las
fábricas automotrices iniciaban su expansión. La incipiente
industrialización no tardó en generar conflictos sociales que los
sindicatos denunciaban generando en él expectativas que lo
marcaron. Ante esos sucesos comienza a vincularse con movimientos
socialistas en donde rápidamente adquirió fama por sus escritos
políticos y periodísticos en periódicos izquierdistas como L'Avanti
(órgano oficial del Partido Socialista).Junto a otros dirigentes
disidentes, funda en 1921 el partido comunista italiano

En 1922 conoció a su esposa Giulia Schucht, una joven violinista con


quien tendría dos hijos. Ya en esa época, el fascismo italiano adquiere
una dimensión preocupante lo que motiva a Gramsci a trabajar por la
unión de los sectores de izquierda .Fue así que accede a una banca
como diputado por el comunismo en el año 1924. Su actividad
parlamentaria mereció la cárcel para el régimen fascista,
permaneciendo detenido hasta prácticamente su muerte a los 46 años,
durante su cautiverio escribió sus famosos cuadernos.

Ideas Principales

Antonio Gramsci se preocupó del tema educativo entre otras cosas


porque consideraba que existía una crisis de profundo tinte cultural,
provocada por una crisis estructural y política de la sociedad de su
tiempo. La misma atravesaba todas las capas sociales y signaba
profundamente a la educación en general tiñéndola de un fuerte sesgo
clasista y burgués. Ante esto le opone una concepción filosófica de la
praxis que resultaba de la unión entre conceptualización y acción que
procuraba, no solo comprender la realidad, sino y por sobre todo
transformarla.

Sus ideas aspiraban lograr un cambio cultural profundo , que superará


el concepto cultural del mero dominio de saberes enciclopedistas .El
adjetivo precedente denotaba lo intrascendente que él consideraba
esos “saberes” . Esto era así porque a sus poseedores los erigía en
autómatas, reproductores acríticos del seudoconocimiento, en
definitiva seres sin poder de discernimiento, más cercano a lo
autómata y mecánico que a lo humano .

Por el contrario, para él, la cultura es algo muy distinto, es la obtención


de una conciencia superior por la cual se llega a comprender el propio
valor histórico; el de la propia existencia, en definitiva para propiciar
cambios políticos que redunden en liberación.

El concepto precedente de cultura requiere de intelectuales que lo


practiquen y enseñen, pero ya no como instrumentos de supremacía y
dominación de los sectores dominantes y burgueses. En esta nueva
concepción cultural todos los hombres están dotados de
intelectualidad, pero no todos tienen en la sociedad la función y el rol
de intelectuales.

La caracterización de estos últimos ( los intelectuales) debe diferir


absolutamente del rol que hasta entonces habrían tenido, ésta podría
definirse como meramente teórica y abstracta. Muy por el contrario de
aquello, los intelectuales deben sumergirse e interiorizarse de los
problemas sociales. Para que esto se concretice, hay que disolver las
diferencias entre intelectuales y masa, entre teoría y práctica. De esta
manera se generaría una cohesión sociocultural, que imperiosamente
promoverá una nueva filosofía superior de vida, de se esa manera,
cualquier ciudadano tendrá las mismas posibilidades de acceder a los
cargos gubernamentales. Para el autor, el hombre es producto de su
momento socio histórico y cualquier pedagogía que así no lo
concibiese redundará en absolutos fracasos.

En este sentido, la educación debe procurar una integración entre


trabajo e instrucción; instrucción y educación, interrelacionando la
capacidad de dirigir y producir, uniendo de esa manera el pensamiento
y la acción, la teoría y la practica.

El proceso educativo para alcanzar la igualdad social, debe ser


gradual, destacándose en los primeros años de estudio un carácter
activo y estimulante de la disciplina para el aprendizaje y la libertad.

En una segunda etapa, la escuela activa debe dejar paso a la escuela


creativa. La primera tiene por principal fin nivelar los conocimientos, la
segunda, debe promover la asunciòn de una personalidad autónoma y
creativa. Para ello el maestro debe erigirse en un guía que oriente los
aprendizajes ya que el niño no es un recipiente mecánico y pasivo,
sino por el contrario se lo debe tratar como un ser activo.

Por último no es menor reseñar el tratamiento que Gramsci le otorga a


la escuela única en abierta oposición a la oferta multidisciplinar, que
según él, no hacen más que reproducir las diferencias sociales,
porque a través de aquella, cada grupo social recibía un tipo diferente
de educación de acuerdo a su posición y poder, éstas jerarquías
definían a quienes les correspondía educarse para dirigir y a quienes
para mandar. Para contrarrestar esto, propone la Escuela Única, como
una forma de nivelar las diferentes instrucciones y privilegios. Esta
propuesta, la de la escuela única, tendrá dos fases. La primera, será
de carácter humanística y de cultura general y una segunda fase en
donde se desarrollarán los valores esenciales del humanismo, la
autodisciplina y la autonomía moral, esta educación persistirá hasta
las puertas de la elección profesional. Estas dos etapas escolares,
podrían compararse con nuestros actuales niveles primario (escuela
única elemental) y secundario (escuela única preparatoria).

Por último, para poder desarrollar toda esta transformación, Gramsci,


propone la indispensable interdependencia entre la Escuela y el
Estado. En cuanto a los estudios superiores, propicia cambios
radicales entre los que destacamos la transformación universitaria,
para ello, las altas casas de estudio deberán dejar de ser meros
centros formadores y difusores de retórica y apolítica para modificarse
en verdaderos selectores y formadores del personal dirigente y de
gobierno al servicio de la clase obrera.

Bibliografía de consulta

 Gramsci Antonio, “Antología “ , Siglo XXI , Madrid 1974.


Selección ; Traducción y notas de Manuel Sacristán.
 Gramsci Antonio . “Cartas de la cárcel “, editorial cuadernos para
el dialogo, Madrid 1976.

por Marcelo E. Albornoz

TEORIA Y EDUCACION
antonio gramsci

ANTONIO GRAMSCI

Nace Gramsci en Ales, Cerdeña, el 22 de enero de 1891, en un


mundo salvaje, cruel y brutal, donde los hombres mandan con
puño de hierro en sus hogares y las madres enseñan a sus hijos
el etnos de la violencia. Esta es una sociedad donde "debilidad
significa destrucción". Su primera infancia, según nos cuenta su
biógrafo, fue el aprendizaje del cristianismo y la violencia. Sus
padres provenían de familias terratenientes de la pequeña
burguesía. La madre de Antonio es sarda, pero habla italiano y
sabe leer. En una sociedad ignorante como la de Cerdeña, saber
leer y ser ávida lectora de la literatura italiana, como es su caso,
constituye una excepción, y para Antonio una influencia perenne
y admirada.

el teórico marxista en quien se conjugó el pesimismo de la


inteligencia con el optimismo de la voluntad. Sus escritos sobre
el papel de lo ideológico en los procesos de cambio social abren
el camino a la reflexión sobre el papel legitimador/transformador
de los aparatos escolares. Sin embargo, Gramsci, a causa de las
duras condiciones de su vida política y carcelaria, no tuvo tiempo
ni oportunidad de desarrollar sistemáticamente sus concepciones
pedagógicas. Éstas se hallan implícitas en sus conceptos de
hegemonía y revolución cultural, y explícitas, aunque dispersas,
en diversos textos de sus "Cartas desde la Cárcel" y en sus
célebres "Cuadernos de Cárcel". Para Gramsci, el problema
escolar se halla conectado con la relación neurálgica que existe
entre pedagogía y política.

FUNDAMENTOS FILOSOFICOS

Gramsci destaca la importancia de la filosofía, es decir, de "la


teoría". Todos los hombres son filósofos y poseen una
concepción de la vida recibida socialmente. En el proletariado
existe una notable contradicción entre teoría y praxis
revolucionaria, porque la concepción del mundo que tienen los
proletarios no es otra que la impuesta por la hegemonía
intelectual de la burguesía.

Dice Gramsci que los intelectuales tienen el deber de crear en


continua relación dialéctica con las masas, una nueva filosofía
que esa la crítica y la superación de la religión del sentido común
de manera tal que no se separe de la praxis política. Esto es
la filosofía de la praxis llevará al proletariado a una nueva
concepción de la vida. Se trata de una filosofía creadora que
modificará la realidad misma y que enseñará que no existe
realidad en sí misma, sino siempre en relación con los hombres
que modifican la historia.
Educación de élites y educación de masas
Gramsci se planteaba también el problema de la educación como
un problema esencial en el proceso de elevación cultural del
pueblo, que en el período del "Resurgimiento" —típico
movimiento de élites— había sido descuidado. Empero, para
Gramsci, hacer política no era sólo educar a una vanguardia sino
tratar de elevar a las masas al nivel de una cultura integral. Y así
lo subraya con la siguiente matización: "Crear una nueva cultura
no significa hacer sólo individualmente
descubrimientos originales, sino también, y especialmente,
difundir críticamente verdades ya descubiertas, socializarlas, por
así decirlo, y por lo tanto convertirlas en base de acciones vitales,
elementos de coordinación y de orden intelectual y social. Que
una masa de hombres sea conducida a considerar unitariamente
el presente real es un hecho filosóficamente mucho más
importante y original.

Hegemonía y escuela

Considera que para Gramsci el sistema escolar es —como las


demás organizaciones culturales que actúan en la sociedad
civil— uno de los factores de hegemonía de una clase social y
constituye el hilo conductor en la elaboración de los Cuadernos
de la Cárcel.

E Para Gramsci no existe una "naturaleza humana universal"


(concepto metafísico) ni tampoco una individualidad
preconstituida al proceso de formación histórica de cada uno de
los hombres. Preguntarse ¿qué es el hombre? es preguntarse si
el hombre puede modelar su propio destino. Es decir, si puede
crearse una vida propia. Según Gramsci, la respuesta es que "el
hombre es un proceso, el proceso de sus actos". O, dicho de otro
modo, el hombre es, sobre todo, espíritu, o sea, creación
histórica, no naturaleza. Aunque el hombre es un ser material,
esta materialidad no puede reducirse al significado que la materia
tiene en las ciencias naturales o en las metafísicas materialistas
premarxistas. No existe, por lo tanto, una naturaleza humana de
base, determinada y fija ontológicamente en la variedad de sus
manifestaciones durante el conjunto de su historia sino que la
naturaleza humana es un continuo transformarse que se va
determinando poco a poco a través de la dialéctica de las
relaciones sociales: la naturaleza humana es el conjunto de las
relaciones sociales que determina una conciencia históricamente
definida. Además, el conjunto de las relaciones sociales es
contradictorio en todo momento y se halla en continuo desarrollo,
de forma que la naturaleza del hombre no es algo homogéneo
para todos los hombres y todos los tiemposhombre en la
sociedad y en la escuela

Educación y formación de la personalidad

La concepción que Gramsci tenía de la función de la educación


emerge así de todo el conjunto del pensamiento gramsciano y
enlaza estructuralmente con la "filosofía de la praxis", en cuanto
que ésta aspira a ser una reforma moral cuyo fin será elevar la
conciencia crítica de las clases populares para que los individuos
que la constituyeron lleguen a adquirir una concepción superior
de la vida

Rechazo del determinismo y del innatismo pedagógico

El rechazo que Gramsci realiza tanto del determinismo como del


innatismo pedagógico es una consecuencia de su concepción de
la naturaleza humana. Según Gramsci, no se puede hablar de una
naturaleza "a priori" del niño, ni del hombre en general, innata,
cuya simple función sería la de manifestarse

Educación crítica

Gramsci, maestro no es sólo el que enseña en la Escuela, sino


que el verdadero maestro, el educador, es aquel que
representando la conciencia crítica de la sociedad, y teniendo en
cuenta el tipo de hombre colectivo que se encuentra representado
en la Escuela, asume el papel de moderador entre la sociedad en
general y la sociedad infantil en desarrollo. Es también educador
y quien secunda estimula el proceso evolutivo a través de la
búsqueda de un equilibrio dinámico y dialéctico entre imposición
social e iniciativa autónoma del individuo. Gramsci considera
también al maestro como intelectual, es decir, como un dirigente
(especialista político) que trabaja en el campo de la educación
difundiendo la ideología del bloque histórico dominante o
tratando de elaborar la hegemonía del nuevo bloque emergente.

LOS CUADERNOS DE LA CARCEL

Los 32 Cuadernos de cárcel, de complejas 2.848 páginas, no


fueron destinadas para ser publicadas, contienen reflexiones y
apuntes elaborados durante su reclusión, iniciados el 8 de febrero
de 1929, fueron definitivamente interrumpidas en agosto de 1935
a causa de la gravedad de su salud. Fueron enumerados, sin
tener en cuenta su cronología, por su cuñada Tatiana Schucht
que, junto con Piero Sraffa, logró sustraerlos de las inspecciones
policíacas y entregarlas al banquero Raffaele Mattioli, secreto
financiador de las redacciones de Gramsci, el cual las confió en
Moscú a Palmiro Togliatti y a los otros dirigentes comunistas
italianos.

Después del final de la guerra los Cuadernos, revisados por


Felice Platone, fueron publicados por la casa editora Einaudi –
unidas a sus Cartas de cárcel remitidas a los familiares – en seis
volúmenes, ordenados por argumentos homogéneos, con los
títulos:

 El materialismo Histórico y la filosofía de Benedetto Croce


(1948)
 Los intelectuales y la organización de la cultura (1949)
 Il. Risorgimento (1949)
 Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado
moderno (1949)
 Literatura y vida nacional (1950)
 Pasado y Presente (1951)

En 1975 los Cuadernos fueron publicados con edición de


Valentino Gerratana según el orden cronológico de su
elaboración. Fueron recogidos en volumen también todos los
artículos escritos por Gramsci en el Avanti!, en el Grido del
popolo y en el Ordine nuevo.

En 2010, Ediciones Godot publicó Las maniobras del Vaticano,


una recopilación de sus notas dedicadas exclusivamente a
estudiar la relación entre Iglesia y Estado e Iglesia y Occidente, y
su injerencia en la economía, la cultura y la política de la
sociedad.

LA ESCUELA UNICA

La escuela unitaria propuesta por GRAMSCI recibe este nombre


no sólo por su carácter estatal sino también porque propone una
perspectiva programática según la cual, antes de iniciarse el
estudio de las especialidades, todos los alumnos deben formarse
en una dimensión cultural única, que tiende al HOMBRE
INTEGRAL. La Escuela Unitaria, que abarca unos DIEZ AÑOS,
realiza en esta etapa la homogeneización del alumnado en los
principios y la orientación pedagógica y educativa en los
principios comunes. Sostiene GRAMSCI que, en un primer
período, junto con la instrucción elemental o enseñanza primaria
y la sociedad, “como los elementos primordiales de una nueva
concepción del mundo que entra en lucha con las concepciones
venidas de los diversos ambientes sociales tradicionales de los
diversos ambientes sociales tradicionales: es decir, de las
concepciones que podemos llamar folklóricas”.

Explícitamente y sin escrúpulos, GRAMSCI afirma que en esta


primera etapa la tarea de la escuela es “niveladora”, tiende a
disciplinar y a obtener un “conformismo” con los principios y el
sistema de la filosofía de la praxis o marxismo.

El propone la creación de una escuela unitaria: “escuela única


inicial de cultura general, humanista, formativa, que equilibre
justamente el desarrollo de la capacidad de trabajo manual.
A la escuela unitaria la concibe como activa, ser una escuela
ligada a la vida y sostenida por el Estado.
Considera que la escuela unitaria debe tener varias etapas:

Se disciplina al niño

El niño ya es responsable y autónomo

El maestro se convierte en guía

Gramsci marca en la vida del niño dos etapas: antes y después de


la pubertad: en la primera etapa, la educación debe caracterizarse
por cierta acción y disciplina necesaria para formar la
personalidad del niño; después de la pubertad, toda intervención
se hace odiosa, tiránica, insoportable, en esta etapa, la educación
debe ser más creativa y libre, fomentando la autodisciplina y la
autonomía.
ANALISIS DE ESTA TEORIA EN EL MARCO DE LA EDUCACION
CONTEMPORANEA

Gramsci lo sabe es el proceso histórico natural de la actividad del


hombre que persigue sus fines. Proceso sujeto a leyes que se
producen y se realizan a través de la actividad de los individuos,
las comunidades, los grupos y clases sociales, quienes, lejos de
constituir un momento pasivo, un simple instrumento de la
astucia de una razón espiritual o económica, constituyen sus
propios productores, sus propios creadores. Conciencia y
voluntad organizadas, sí, pero organizadas en correspondencia
con el sistema de determinaciones económicas, políticas y
sociales producidas y reproducidas por la propia actividad
humana, y susceptibles de ser transformadas por ella. Significa
no fetichizarlos.

Significa enfrentarse a las tendencias objetivistas, que ya en


época de Gramsci comienzan a usurpar el nombre de marxismo.
Significa asumir la condición de pensador revolucionario, la
posición leninista que pone todo su empeño en la organización
de la subjetividad revolucionaria, frente al "curso natural" del
desarrollo capitalista.

El pensamiento gramsciana –marxista, en general–, toda la teoría


y la práctica de lucha anticapitalista y de construcción socialista
debe partir de un estudio del capitalismo en sus determinaciones
esenciales, y del análisis concreto de las lógicas e históricas en
que tiene lugar la acción revolucionaria en cada momento y lugar.

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Gramsci y la educación: escuela y hegemonía

Por S. Baranga | Octubre nº 89


El pensamiento de Antonio Gramsci ha dejado una huella muy
importante en el campo de la educación, aunque se trate,
frecuentemente, de círculos limitados y no siempre se haga explícita
su influencia. En nuestro país, han sido quizá los colectivos orientados
a una didáctica crítica –como los que estuvieron integrados en
Fedicaria– quienes más y de forma más coherente han concretado las
implicaciones de las tesis gramscianas en las prácticas pedagógicas,
partiendo de los desarrollos llevados a cabo por la sociología crítica de
la educación desde los años setenta.
¿Qué interés tiene preguntarse hoy, en España, por las aportaciones
de Gramsci y sus desarrollos posteriores a la teoría sobre la
educación? Creemos que uno similar al que en su día tuvo para el
gran comunista italiano: el de combatir la ideología de la clase
dominante en una de las instituciones fundamentales a través de las
que sostiene su hegemonía: la escuela. Y ello, con vistas a construir
una nueva hegemonía y un nuevo «bloque histórico» que permita a la
clase obrera de nuestro país recuperarse de la derrota infligida por el
capital.
Porque la perspectiva de Gramsci es, sin ningún género de dudas, la
de un leninista que, en el curso de sus teorizaciones sobre cómo
desarrollar la revolución en Italia, hizo valiosísimas aportaciones al
movimiento comunista internacional. Conviene tenerlo en cuenta para
poner en su sitio a los Laclau, errejones y cía., que convierten a
Gramsci en algo así como un teórico de la cultura, ocultando su
posición de clase y su visión –marxista– de la interdependencia entre
la organización de la producción y la superestructura (instituciones,
ideología…): relaciones no mecánicas, en efecto, pero insoslayables.
En ese sentido, una aportación fundamental de Gramsci respecto a la
educación es la consideración de las instituciones educativas como
parte de esa superestructura. En las sociedades industrializadas
“avanzadas”, la dominación de la burguesía se ejerce no tanto por
medio de la coerción (que sin embargo no sólo no desaparece, sino
que puede intensificarse de acuerdo con la situación de la lucha de
clases, como hemos visto últimamente en Europa), sino sobre todo por
el asentimiento de las clases subordinadas, que asumen los valores y
la concepción del mundo de la clase dominante, tomándolos como
“sentido común”, de forma generalizada.
La escuela es, desde luego, un instrumento privilegiado de distribución
de estos elementos culturales que constituyen la “ideología”, y que
contribuyen a la reproducción de las relaciones sociales impuestas por
el capitalismo. No sólo por el tipo de conocimiento impartido en ella
(separado de la vida real y orientado a justificar la sociedad y los
valores burgueses como algo “natural”), sino también por las propias
prácticas y actitudes que se dan en la escuela, y que buscan inculcar
los valores que luego los estudiantes deberán poner en práctica, una
vez convertidos en mano de obra: los rígidos horarios, la disciplina, las
relaciones de autoridad y control en el aula, no son sino formas de
acostumbrar a los futuros trabajadores a las exigencias de la
producción y, por supuesto, enseñarles a respetar al patrón. Como
vemos, se trata de una perspectiva que nada tiene que ver con las
ilusiones propugnadas por la socialdemocracia, que considera la
escuela como una institución que redistribuye «oportunidades»,
haciendo posible el ascenso social de los hijos de trabajadores.
Muy al contrario, y por si todo ello no bastara, los centros educativos
sirven también “directamente” a la perpetuación de las divisiones de
clase, al clasificar y orientar a los estudiantes de modo que el grueso
de los hijos de trabajadores recojan el testigo de sus padres, mientras
los de las familias acomodadas se preparan para engrosar las filas de
los cuadros dirigentes de la economía y la política. Una selección que
tiene mucho que ver con el modelo de escuela «jesuítica», como
denominaba Gramsci a la escuela tradicional y elitista, y que
posteriormente se ha relacionado también con el sacrosanto examen
(que también tiene, por cierto, un origen eclesiástico).
«La escuela tradicional era “oligárquica” porque sólo la frecuentaban
los hijos de la clase superior destinados a convertirse en dirigentes
[…]. No es la adquisición de capacidades directivas, ni es la tendencia
a formar hombres superiores lo que da carácter social a un tipo de
escuela. El carácter social de la escuela lo da el hecho de que cada
estrato social tiene su propio tipo de escuela, destinado a perpetuar en
aquel estrato una determinada función tradicional.»
Es el conocido soniquete de los “itinerarios”, tan del gusto de los
ministros y asesores neoliberales, supuestamente para favorecer la
«vocación» o los «intereses» del alumnado. Frente a la segregación,
Gramsci abogaba por la «escuela única, intelectual y manual, […] que
pone al niño simultáneamente en contacto con la historia humana y
con la historia de las “cosas”».
Al hallarse íntimamente relacionado con la producción y las relaciones
sociales propias del capitalismo, el sistema educativo refleja los
avatares de aquélla tanto en sus contenidos como en su organización
e incluso la edad de escolarización obligatoria. Así, la Ley General de
Educación (1970) implantó en España la educación «tecnocrática de
masas» para hacer frente a las necesidades derivadas de la
industrialización de los sesenta, y cambios importantes se han dado
asimismo para responder a la reestructuración de la producción tras la
crisis de los setenta, por ejemplo con crecientes privatizaciones. La
LOMCE no es ni más ni menos que una consecuencia de esas
necesidades, a las que se suman otras consideraciones ideológicas
relativas a cuestiones sociopolíticas: la cuestión territorial, el papel de
la religión, el culto al empresario o la legitimidad del régimen del 78,
por ejemplo. Las diferentes reformas educativas han insistido en la
profesionalización, en la diferenciación del alumnado en función de
sus «intereses» y perspectivas; y, así, tiende a crear
«nuevas estratificaciones internas, y de ahí nace la impresión de su
tendencia democrática. Peón y obrero cualificado, por ejemplo. […]
Pero la tendencia democrática, intrínsecamente, no puede sólo
significar que un peón se convierta en obrero cualificado, sino que
cualquier “ciudadano” pueda llegar a “gobernante” y que la sociedad lo
coloque, aunque sea "abstractamente", en las condiciones generales
de poder llegar a serlo […] asegurando a cada gobernado el
aprendizaje más o menos gratuito de la preparación "técnica" general
necesaria. Pero en la realidad, […] se trata de una ilusión verbal. La
escuela va organizándose cada vez más en forma de restringir la base
de la clase gubernamental técnicamente preparada, o sea con una
preparación universal histórico-crítica.»
De acuerdo con ello, el hurtar a los estudiantes una formación
«humanística», o «histórico-crítica», como precisamente hace la
LOMCE al atacar materias como la Historia y la Filosofía, tiene un
sentido que no es sólo formativo, sino también de clase. Porque, como
también recordaba Gramsci, el alumnado de las clases acomodadas
no sólo recibe en su entorno social los elementos de cultura (en
sentido amplio) que le preparan para ser dirigente, sino que además
es orientado a formarse para ello. Incluso aspectos formalmente
progresistas, como las metodologías basadas en la cooperación,
resolución de problemas, etc., adquieren un sentido bien distinto al
observarlos desde una perspectiva gramsciana: lejos de fomentar los
valores proletarios de cooperación y solidaridad, o un pensamiento
crítico, lo que se busca es adiestrar en las formas de trabajo propias
del toyotismo y producir obreros más «versátiles» para un mercado
laboral precarizado.
Lo cual no quiere decir, como a veces se ha sostenido, que Gramsci
abogara por una enseñanza tradicional, memorística y de clases
magistrales. Muy al contrario, la formación «histórico-crítica» pasaba
por un cambio metodológico y en la relación profesor-alumno, al
menos a partir de ciertas edades. Gramsci se refería a una vida
escolar «liberada de las actuales formas de disciplina hipócrita y
mecánica y con la cooperación de los alumnos no sólo en clase, sino
también en las horas de estudio individual, con la participación en esta
ayuda de los mejores alumnos». Así, «en el Liceo la actividad escolar
fundamental se desarrollará en los seminarios, en las bibliotecas, en
los gabinetes experimentales, en los laboratorios».
Los sociólogos y pedagogos neogramscianos han profundizado en
estas cuestiones, partiendo tanto de las aportaciones de los soviéticos
Vigotsky y Luria sobre el aprendizaje, como de la necesidad de
enseñar a pensar críticamente y de combatir las «ideologías
prácticas» que se ejecutan en el aula: valores y actitudes de las que el
profesorado es portador, aun cuando se contradigan con su ideario
explícito, y que “educan” al alumnado en el respeto a la autoridad, la
disciplina, el individualismo, etc.
Por otro lado, y como señalaba Gramsci, el estudiante no es un
receptor pasivo de datos, sino que incorpora el conocimiento escolar a
concepciones y esquemas que, en gran medida, obtiene fuera de la
escuela. Como, por otra parte, es necesario movilizar la conciencia
revolucionaria desde dentro de la clase trabajadora, haciéndola
consciente de los elementos que han configurado su «falsa
conciencia» (es decir, la aceptación de la ideología dominante como
“sentido común”), Gramsci concluye que «todo profesor es siempre un
alumno y todo alumno un profesor».
«El Estado tiene su propia concepción de la vida y trata de difundirla:
es su tarea y su deber. Esta difusión no ocurre sobre una tabla rasa:
entra en competencia y choca, por ejemplo, con el folklore y "debe"
superarlo. Conocer el folklore significa para el maestro conocer cuáles
otras concepciones actúan en la formación intelectual y moral de las
generaciones jóvenes.»
Desde esta perspectiva, es evidente que la introducción de
determinadas metodologías puede tener un carácter de clase
completamente opuesto al mencionado anteriormente. Los estudiantes
deben poder manifestar abiertamente sus preocupaciones y puntos de
vista sobre los problemas sociales y acerca del conocimiento mismo,
para hacerlos conscientes de «la concepción del mundo dada por el
ambiente tradicional (folklore en toda su extensión)» de la que son
portadores, y luchar contra ella. Son aspectos sobre los que se puede
trabajar incluso en la escuela capitalista, desarrollando prácticas
contrahegemónicas que combatan, como decíamos, la ideología
dominante.
¿Significa ello que la escuela debe huir del esfuerzo? Muy al contrario,
para Gramsci la formación crítica del alumnado, el conseguir su
autonomía moral y la autodisciplina intelectual requieren de un gran
esfuerzo, que es más considerable cuando se trata de crear cuadros
de la clase obrera, «intelectuales orgánicos» que luchen por una
nueva hegemonía:
«Si se quiere crear un nuevo cuerpo de intelectuales, hasta las más
altas cimas, de un estrato social que tradicionalmente no ha
desarrollado las aptitudes psicofísicas adecuadas, deberán superarse
dificultades inauditas.»
Esa es la tarea que, en su labor cotidiana en el aula, incumbe a los
profesores y estudiantes revolucionarios.

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