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Asiria

es una antigua región del norte de Mesopotamia, que toma su nombre de la ciudad de Aššur —
del mismo nombre que Assur, su deidad tutelar—, que data de 2600 a. C. Fundada a orillas del
río Tigris, originalmente era una serie de ciudades de habla acadia en la región. En los siglos XXV
y XXIV a. C., los reyes asirios fueron líderes pastorales. Desde finales del siglo XXIV a. C., los
asirios se convirtieron en súbditos de Sargón de Acad, que unió a todos los pueblos acadios y
sumerios de Mesopotamia bajo el Imperio acadio, que duró desde ca. 2334 hasta 2154 a. C.1 A
partir de esa región se formó, en el II milenio a. C., un poderoso reino que luego se convirtió en
un imperio, que por antonomasia se asocia con Asiria. También fue conocido como Subartu y,
tras su declive, como Athura, Syria (en griego antiguo), Assyria (en latín) y Asuristán. En el
momento de máxima expansión, en los siglos VIII y VII a. C., Asiria controlaba un territorio que
hoy son, en todo o en parte, los países de Siria, Líbano, Turquía, Irak e Irán.

La asiriología —disciplina que estudia la Asiria antigua y más ampliamente la Mesopotamia


antigua—, distingue tres fases en la historia asiria, sabiendo que antes de alrededor del 700 a. C.
las fechas son aproximadas: el período paleoasirio, desde el siglo XX a principios del siglo
XIV a. C.; el período medioasirio, hasta 911 a. C.; y el período neoasirio, hasta 612-609 a. C.,
fecha del final del reino asirio. Esquemáticamente, durante el primer período, Asiria se resume
a la ciudad-estado de Aššur, conocida principalmente por el dinamismo de sus mercaderes. El
segundo período vio el nacimiento del reino asirio como tal, un poderoso estado territorial, que,
sin embargo, se debilitó significativamente en el cambio del II al I milenio a. C.. El tercer período
vio a Asiria convertirse gradualmente en un imperio, gracias en particular a su formidable
ejército. Fue este período por el que Asiria es más conocida, gracias a los descubrimientos del
siglo XIX en las capitales sucesivas, Aššur, Kalkhu (Nimrud), Dur-Sharrukin (Jorsabad) y Nínive
(destruida en 612 a. C.; sobre gran parte de sus ruinas se asienta Mosul). Fue también el poderío
de este Imperio y de sus soberanos lo que permitió que la memoria de Asiría continuara a través
de la tradición de la Biblia hebrea y de los autores griegos clásicos.

La gran cantidad de documentación epigráfica y arqueológica recogida del período asirio


durante casi dos siglos permite conocer muchos aspectos de este reino, que fue un componente
esencial de la civilización mesopotámica antigua, al igual que el que se convirtió en su rival al
sur, el reino de Babilonia. Esta fue la última fase del reino que, sin embargo, es con mucho la
más conocida. Se puede dibujar una imagen importante de varios aspectos de la administración
del reino, de las actividades económicas, de los componentes de la sociedad, de la cultura asiria,
incluida la religión y el arte. Muchas áreas grises permanecen porque la documentación no se
distribuye homogéneamente según los lugares, los períodos y los aspectos de la vida de los
antiguos asirios, debido tanto a la desaparición de muchas fuentes desde la Antigüedad, como
también porque que los descubrimientos se refieren principalmente al medio de las élites.

La región de Asiria cayó luego bajo el control sucesivo de los imperios medo, aqueménida,
macedonio, seléucida, parto, romano y sasánida. Entre mediados del siglo II a. C. y finales del
siglo III surgió un mosaico de pequeños reinos asirios independientes en la forma de Ashur,
Adiabene, Osroene, Beth Nuhadra, Beth Garmai y Hatra. La conquista islámica árabe a mediados
del siglo VII finalmente disolvió Asiria (Asuristán) como una entidad única, después de lo cual los
restos del pueblo asirio (ya entonces cristianos) gradualmente se convirtieron en una minoría
étnica, lingüística, cultural y religiosa en la tierra asiria, sobreviviendo hasta el día de hoy como
un pueblo nativo de la región.

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