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Un Paso y Luego Otro Seis Meditaciones Didacticas Escogidas para Ti
Un Paso y Luego Otro Seis Meditaciones Didacticas Escogidas para Ti
Efraín Marcilla
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Título: Un paso y, luego, otro
Autor: Efraín Marcilla
© Efraín Marcilla
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ÍNDICE
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¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN DIDÁCTICA?
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La Meditación Didáctica, coherentemente, no es un
sistema de meditación abstracto. Cuando se medita
didácticamente, se percibe realmente lo que se somete a
meditación y, además, se aprende. Por ello, uno, poco a poco,
va asumiendo enseñanzas universales; o sea, enseñanzas
objetivas que cualquier ser humano puede constatar también.
Y, de igual forma, la Meditación Didáctica no es un
sistema de meditación complejo. Cuando se medita
didácticamente, se hace de una forma sencilla y razonable,
teniendo claro que lo fundamental es comprender; porque,
cuando se comprende, se avanza; cuando existe comprensión,
existe aprendizaje. Lo realmente bello es que, en la
comprensión, surge la simpatía, la empatía, la solidaridad y un
estado incondicionado mental que posee una tremenda y
maravillosa energía.
Como en toda ciencia, si uno no comprende, no
avanza. De modo que, aplicando un poco de sentido común,
uno debe sentir que la meditación y la comprensión “caminan
juntas”; y que el Amor no puede manifestarse si no existe
comprensión.
Sencillamente, comprender es Amar. Y éste es el
propósito fundamental de la Meditación Didáctica.
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EL AIRE QUE NOS RODEA
Respiro…
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Respiro otra vez…
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Observándolo ampliamente, comprendo que el aire es
una creación de la Vida que compartimos todos de una forma
equitativa y natural.
¿Qué ocurriría si el aire tuviera color?
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Ahora que ya he observado eso, ¿realmente
comprendo lo que significa?
Si sigo reflexionando y meditando, me doy cuenta que
soy tan frágil físicamente como cualquiera, ya que, ante la
ausencia de aire, moriría en menos de tres minutos. También
percibo que soy tan afortunado como los demás, porque,
gracias al aire, estoy vivo.
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Y, ante todo esto, me pregunto: ¿qué responsabilidad
tengo con respecto al aire que nos rodea?
Sé que forma parte de mi responsabilidad, si realmente
comprendo que el aire de esta hermosa Tierra es parte común
y esencial de todos, actuar siempre para favorecer la pureza
del aire que nos rodea y que nos da la vida. Mi
responsabilidad también radica en dejar una atmósfera sana a
mis hijos y a las futuras generaciones de humanos. Esta
responsabilidad es un acto de Amor a la Tierra y a la
humanidad.
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EL HUMO DEL TABACO
Respiro…
Respiro y me pregunto…
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negarlo, no puedo discutirlo, porque es un hecho irrefutable
que el ser humano nace con dos pulmones.
De modo que tengo dos pulmones…
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De igual forma, es maravilloso sentir y comprobar
cómo el aire que respiro por la nariz o por la boca llega hasta
los pulmones, hasta mis pulmones. ¿Y qué pasa después?...
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¿Puedo vivir sin respirar? ¡Qué pregunta más absurda!
Porque en menos de tres minutos, si no respirara, moriría.
Como no puedo vivir sin respirar, mis pulmones son
uno de los bienes físicos más grandes de mi vida. ¿Se puede
poner precio a mis pulmones? No; rotundamente, no… Mis
pulmones no tienen precio, porque son mi vida. Sin mis
pulmones, no soy yo; y yo no soy físicamente nada sin mis
pulmones. Esto es un hecho irrefutable e indiscutible.
Entonces, ¿por qué fumo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué
estoy haciendo con mi vida, con mis pulmones?
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¿Soy inmune al cáncer? Si digo que sí, nuevamente es
mi pensamiento el que responde; y, naturalmente, me estaría
engañando a mí mismo con mi propio pensamiento.
Ciertamente, no soy inmune al cáncer; y esto sí que es otro
hecho irrefutable.
¿Qué pasaría si tuviera cáncer? Posiblemente, estaría
cagado de miedo, pensando, incluso, en la muerte. ¿Quiero
tener cáncer? Rotundamente, no. ¿Quiero morir?
Rotundamente, no.
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Entonces, ¿cómo me enfrento a los hechos? ¿Cómo
supero mi adicción? ¿Cómo supero el hecho de que me gusta
fumar?
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Lo único que puedo hacer es ser consciente siempre
que fume; es decir, intentar comprender qué estoy haciendo
cada vez que me fumo un cigarro.
Es un hecho irrefutable que hasta ahora estoy fumando
desde la inconsciencia; por lo tanto, desde ahora voy a fumar
desde la conciencia de saber qué estoy haciendo. Así que, allá
voy…
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Y ahora espiro, ahora expulso el humo del tabaco
cargado también con el anhídrido carbónico que la sangre
devuelve a los pulmones.
Este humo nocivo ha entrado por mi boca –pasando
por la laringe, la tráquea y los bronquios– y ha llegado hasta
mis pulmones; y, luego, al expulsarlo, incluso pasa por mi
nariz. Y esto se repite en cada calada.
En cada calada, el humo del tabaco, con sus más de
cuatro mil componentes químicos tóxicos, y cancerígenos,
empaña las células que componen mi cuerpo físico: el templo
de mi espíritu, de mi vida.
En cada calada que le doy a un cigarro, visualizo y
comprendo este proceso…, y soy consciente que estoy
favoreciendo la creación de un cáncer en mi cuerpo. Soy
consciente que el guerrero maldito que quiere matarme
está ganando poco a poco la batalla de mi vida: y esto no lo
puedo consentir.
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MIRAR, ESCUCHAR Y RECORDAR
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¿Y qué quiero estudiar? ¿Qué quiero conocer? Es
obvio que quiero conocerme íntegramente, es decir, desde los
tres estados del ser que me caracterizan a mí y a todos los
seres humanos. Estos tres estados del ser son: el físico, el
mental y el espiritual.
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¿Por dónde empiezo entonces?
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materiales; es decir, puedo ver todo aquello que me rodea: el
mundo exterior.
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Quiero seguir descubriéndome y, por ello, me
pregunto: ¿cómo son los recuerdos de los sonidos que oigo a
través del sentido auditivo?
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repetir “no voy a fumar más en mi vida” con mi voz interior; y
esos son exactamente los sonidos que acabo de escuchar de
mi amiga.
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UNA COMPRENSIÓN FUNDAMENTAL
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Voy a comenzar observándome físicamente. Hasta
donde puedo ver –incluso utilizando un espejo para ello–,
compruebo que no hay nada corporal que me diferencie de los
demás. Como todos, tengo dos pies y dos piernas; tengo
glúteos y genitales; tengo un ombligo, pecho, dos brazos y
dos manos; tengo abdomen, tórax, espalda, hombros, cuello…
y una cabeza con ojos, orejas, nariz, boca y cabello.
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¿Podría considerarme distinto por tener el pelo, los
ojos o la piel de una determinada forma o color?
Nuevamente, no. Porque la función física que
desarrollan, tanto el pelo, los ojos o la piel, es idéntica en
todas las personas.
¿Puedo decir entonces que, por ser un hombre, soy
diferente a una mujer?
Y, naturalmente, desde cualquier aspecto, sé que no.
Podría engañarme y pensar que los genitales me hacen
físicamente diferente a la mujer, pero esto es muy inmaduro,
porque eso no puede considerarse una diferencia física; ya que
el sistema reproductor del hombre y el de la mujer son
específicamente de una determinada forma.
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músculos y huesos que forman parte de mi cuerpo humano.
Todos tenemos un esqueleto óseo, dos pulmones, un corazón,
intestino grueso y delgado, dos riñones, cerebro, etc.
Por lo tanto, físicamente no soy diferente al resto de
personas; y esto lo comprendo profundamente.
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Si quiero encontrar alguna diferencia que me distinga
de los demás, considerándome mentalmente, es muy oportuno
que antes tenga claro cuál es el centro de la mente, ya que
necesito ser muy razonable en todo esto.
¿Es la memoria el centro de la mente? ¿Puedo “ser”
mentalmente sin memoria?
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Antes de mirarla, esa manzana no formaba parte de mi
memoria; pero, tras mirarla, ya puedo recordarla; y esto me
demuestra que, efectivamente, he memorizado su imagen.
Si reflexiono y medito didácticamente un poquito más,
sé que, si alguien me preguntara si me voy a comer esa
manzana, esa cuestión sonora del lenguaje castellano la podría
memorizar; y, de hecho, como la he memorizado, tengo la
facultad de repetirla: “¿te vas a comer esa manzana?”… Y
resulta muy razonable y evidente exponer que, sin memoria,
no hubiera podido repetir esa frase.
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Y, razonadamente, con este ejemplo también descubro
que la imaginación y el pensamiento se apoyan en la memoria
para tomar forma.
De una manera sencilla, he comprendido que la
memoria es el centro de la mente. Todos los seres humanos
tenemos la capacidad de memorizar y, absolutamente todos,
nos apoyamos en la memoria para recordar y pensar.
Esta comprensión fundamental me confirma que,
mentalmente, tampoco soy diferente de los demás.
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coherentemente, puedo afirmar –y comprendo– que todos
somos iguales.
Y, si todos somos iguales, ¿por qué seguimos
hipnotizados en las falsas diferencias psicológicas?
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LA LIBERTAD PSICOLÓGICA
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Como es evidente que no tengo alas para volar, para
hacerlo, para experimentar la libertad espacial que poseen los
pájaros, necesitaría, por ejemplo, un ala delta o un parapente.
Ahora bien, ¿es posible volar en sueños? Naturalmente
que sí. Yo sé que he volado como un pájaro en muchos
sueños; que ha bastado una simple carrera para alzarme
volando por encima de la gente, de los edificios o de la
naturaleza. Esos sueños son especiales y espaciales; y, al
despertar, me hacen sentir tan afortunado como un ave.
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en la barandilla del balcón. Desde ahí, extendiendo los brazos,
me impulso con un pequeño salto al exterior y comienzo a
volar. Mentalmente, puedo verme planeando por encima de
los árboles, del tráfico y de la gente que camina o está sentada
en los bancos del parque. Con un poco más de imaginación,
puedo incluso quedarme estático en el aire y, al poco tiempo,
con total tranquilidad, deslizarme, en un vuelo perfecto, hasta
el balcón de mi hogar, terminando con ello esta vivencia
interior que he construido con el pensamiento.
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experiencias y conocimientos pasados, no puedo pensar. Y
esto, sencillamente, constituye un hecho universal que nadie
puede negar.
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entonces, que los pensamientos participan en la generación de
memoria; en mi memoria, que soy yo.
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Si en mi memoria hay conocimientos y experiencias
ilusorias, irreales y relativas, resulta evidente exponer que,
cuando pienso al respecto, estoy equivocado. En
consecuencia, si eso es así, yo mismo, sin ser consciente, me
engaño; y, además, lo que es peor, puedo influir y engañar a
los demás cuando me apoyo y me aferro a esos conocimientos
o experiencias.
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consecuencia, esos conocimientos falsos pueden estar
haciéndome pensar de una forma equivocada. Y al llegar a
esta comprensión, es natural que me pregunte si puedo limpiar
mi mente; es decir, si puedo recuperar la “visión universal de
la Vida”.
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DESCUBRIR QUE LA VIDA ES ETERNA
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Si tuviera la capacidad de volar y salir del planeta
Tierra para encontrar los límites del universo, ¿encontraría un
final, un fin espacial? Naturalmente que no… Y esto, para el
razonamiento humano, supone algo incomprensible.
¿Existe en mí algo de idéntica naturaleza? ¿Hay una
parte de mí que sea ilimitada, que no esté definida por algo
material o temporal?
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¿Posee mi mente una naturaliza ilimitada?... Si me
observo mentalmente, teniendo muy claro que el centro de mi
mente es la memoria, que se refleja interior y exteriormente
(comunicación y acción) a través de recuerdos y
pensamientos, puedo comprender que la naturaleza de mi
mente también es limitada, pues, con un poco de sentido
común, entiendo que mi memoria, el centro de mi mente, está
muy definida; ya que mi memoria es el producto de mi actual
vida física. Por ello, tampoco puedo decir que mi mente posea
una cualidad atemporal, infinita o ilimitada.
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encontrar –si es que existe– algo que no está sujeto al tiempo
ni a limitación alguna. Es exactamente lo mismo que intentar
encontrar y comprender los límites del universo: es imposible.
Porque algo limitado no puede “tocar” lo ilimitado. Sólo algo
infinito, inconmensurable, no limitado por el tiempo ni el
espacio, ni condicionado por lo material, puede “tocar o
abarcar”, es decir, puede tener cierta relación de “contacto”
con lo limitado. Exponiéndolo de una forma sencilla: la luz sí
que puede tocar o tener una relación de contacto con algún
objeto; pero el objeto no puede “llegar” a la luz.
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inmóvil en un solo pensamiento. Y este pensamiento va a ser
la imagen de una vela encendida en una habitación oscura
(recurro a este pensamiento porque sé que es muy sencillo
recrearse en él).
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Y ahora sí; ahora lo percibo, ahora lo ilimitado se
expresa en mí.
Porque, ese silencio interior que se precipita sobre mí
mientras estoy pensando en una vela encendida, ¿posee
limitaciones?
Porque, el espacio donde imagino la vela encendida y
desde donde la puedo “ver” mentalmente, interiormente,
¿posee limitaciones?
Porque, la comprensión que se precipita sobre mí,
haciéndome consciente y sabedor que lo que estoy
imaginando es algo que surge de mi memoria y de mi mente
limitada, ¿posee limitaciones?
Porque, la Inteligencia y el Amor que se expresan
desde mí para no hacerme sufrir ni dañar a nadie con ese
pensamiento, ¿posee limitaciones?
La respuesta, naturalmente, es: no. El silencio y el
espacio interior, la comprensión, el Amor y la Inteligencia no
poseen limitaciones.
De modo que, de una forma sencilla, he sentido y soy
consciente de que mi ser posee una naturaleza ilimitada,
atemporal, infinita; y este descubrimiento es trascendental.
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¿Es ese silencio, ese espacio, esa comprensión,
Inteligencia y Amor de la misma naturaleza en todos los seres
humanos?
Evidentemente, lo es.
Hasta ahora, he sido un ser de la tercera y cuarta
dimensión, un ser que se creía solamente físico y mental. Pero
he descubierto que en mí existe una naturaleza espiritual. Si
esta naturaleza espiritual actúa o se expresa desde mí,
entonces estoy en otra dimensión, en la dimensión donde no
existen diferencias; en la dimensión donde la Vida es eterna,
desde donde todos los seres humanos somos iguales.
He descubierto que la Vida, mi vida, es eterna… Y
esto posee una belleza sin igual.
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