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Contacto con el síntoma.

El consultante está relajado. Se le pide que represente delante de él, el


síntoma a tratar. No que lo visualice sino que lo represente. Con un
objeto, forma, ser o lo que se le ocurra. Y se le pide que una vez que lo
haya representado, lo vea y describa su forma y su color. Se le pide que
aumente el volumen y oiga si emite un sonido. Que observe las
sensaciones, su temperatura, su olor, su sabor.
Este es el primer paso. Que lo tenga enfrente de él con los ojos cerrados. Y
que le haga el VAK. Se le da todo el tiempo que necesite para describirlo y
sentirlo.
El segundo paso es preguntarle al síntoma que quiere qué uno haga o deje
de hacer. Es una pregunta desde uno mismo y se escuchan las respuestas
que el síntoma (la forma que lo representa) nos dice. Se anotan las
respuestas.
El tercer paso es salirse del propio cuerpo, y saltar a la forma que
representa el síntoma. Imaginar y visualizar que uno se pone allí y que se
observa desde allí. Una vez logrado y recordando el VAK para hacerlo, es
el síntoma el que nos dice lo que quiere que hagamos. Lo escuchamos y lo
sentimos.
El cuarto paso es volver a nuestro cuerpo. Volver a mirar al síntoma.
El quinto paso es comenzar la negociación entre lo que escuchamos (lo
que quería el síntoma que hagamos desde nosotros y desde el síntoma) y
lo que creemos posible hacer. No prometer nada que no creemos
sinceramente poder hacer.
El último paso es agradecer al síntoma porque se ha entendido cual es el
sentido de su presencia.

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