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El Estornudo Mágico
El Estornudo Mágico
Nadie en el pueblo sabía lo que era un estornudo. Nadie pero nadie. Se los aseguro. Lo
cierto es que a Maite, como a todos, le pasaba lo que le pasaba cada vez que se
engordados. El aire que no salía tenía que ir por algún lado. Hacia arriba, hasta
los pelos se le erizaban; y hacia abajo, el aire construía un colchón suave bajo
Luego, por lo general, ocurrían dos cosas: o bien Maite iba cayendo lentamente hasta
apoyar los pies en la tierra (esto la divertía un poco), o se escapaba tan de golpe que
aterrizaba de cola (lo que era fatal porque tenía que andar de cama toda la semana hasta
recuperarse).
Por supuesto, en el pueblo, Maite no era la única con problemas. A su padre le pasaba lo
caída.
Lo cierto es, también, que los domingos, en la plaza, todos sabían quién estaba
resfriado. Sólo bastaba con mirar hacia arriba y comprobar quién se inflaba y subía.
Entonces, ahí mismo, se agrupaban los más fuertes sosteniendo esos aros inmensos de
tela de los bomberos y esperaban, pacientemente, que cayeran los resfriados de muchas
maneras.
Hasta que, un día, los vecinos decidieron buscar una mejor solución. Consultaron al
alcalde y no se le ocurría nada. Los ancianos no se acordaban de haber vivido algo así
¡ATCHIS!
Al rato se acordó de su sueño: “Había dos, uno era muy narigón; el otro cantaba así:
Vengo acompañado
Si sienten cosquillas
abran la sombrilla,
y también la boca,
¡ATCHIS! Mi saludo.
Soy el estornudo.
A la noche siguiente, a Maite le volvió a pasar lo mismo. Y volvió el Narigón. Esta vez
ella se acordó un poco más: “Don Resfriado era una nariz roja pegada a un cuerpo
petizo; Estornudo era una bolita peluda de ojos saltones. Los dos me mostraron cómo
fabricar estornudos”.
(Ahí mismo toda la familia dijo ¡Ah!). Y les empezó a leer las instrucciones que el
Narigón le había dictado y que ella fue anotando, medio dormida, en su libretita de
espiral:
Tercero: Dejar que la corriente de aire vaya para adentro; cuando salga, pegar la lengua
contra el paladar anterior y dejar salir el aire, que por supuesto, por la fuerza que lleva,
se escapará explosivamente."
Todos iban tratando de seguir la receta que leía Maite, pero no lo entendían así nomás.
Tuvieron que esperar varias tardes y varias noches, cuando después de la escuela, la
suavecito de la cabeza a los pies. Casi casi llegó volando hasta el techo de la cocina,
acompañado por Don Resfriado, la nariz se le arrugó y los labios se le abrieron como
¡AAATCHCHÍSSSS! El estornudo mágico salió como nunca. Menos mal que su papi la
El resto fue fácil. La familia estornudó (por supuesto que no todos al mismo tiempo). Su
hermanita fue la primera porque se destapaba siempre a la noche. Y los vecinos tuvieron
que acostumbrarse a volar cada vez menos en la plaza los domingos. Jugaban a bajarse
del aire y a hacer castillos humanos para atajarse. De vez en cuando, cuando alguien se
olvidaba la palabra, jugaban al espejo imitándose unos a otros. Se sentían con los pies
Y tenían una palabra más, que empezó a formar parte de todos los del pueblo.
de su historia?