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RECORDANDO A BOLÍVAR

“Los que han servido a la Revolución


han arado en el mar”.
-Del epitafio de Simón Bolívar-

Por: ALFONSO ATENCIO ESQUIAQUI


Email:aatencio1966@hotmail.com

El mayor regalo que le podemos brindar al libertador para dignificar y conmemorar


los 175 años de su fallecimiento, es precisamente rescatar su pensamiento político.
Por ello, estas notas, fruto del estar estudiando sigilosamente sus cartas, proclamas,
discursos. Como demócrata que soy no podía dejar pasar, para nada, su fecha de
fallecimiento. De pronto este artículo despierte simpatía para algunos y para otros no;
este es, precisamente el juego de la democracia, legado bolivariano. Lo contrario sería
seguir arando en el mar. Amables lectores, saquen ustedes sus propias conclusiones.

Indudablemente el leer nuevamente al Libertador nos sumerge en la faceta del


hombre maduro, en el estratega militar, el político, el antiimperialista y el
humanista.

Repasemos la Concepción Bolivariana de Ejército. Bolívar, lo consideraba como el


defensor de lo social: “el ejército es el pueblo en armas defendiendo las garantías
sociales”, y más adelante afirmó: el ejército debe emplear la espada para reivindicar
los derechos del pueblo.

Recalcaba, “Es glorioso, sin duda, servir a la patria, salvarla en el combate, pero es
más odioso el cargo de mando sin otros enemigos que los propios ciudadanos y
hombres del pueblo que llaman victimas”. Y por ello remata diciendo en el Congreso
constituyente de Bolivia que, “el destino del ejército es guarnecer la frontera. Dios
nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos”.
Ahora, Bolívar es considerado por algunos como el Padre de antiimperialismo en
América. Cuando Bolívar lanza aquella sentencia conocida que dice: “Los Estados
Unidos parecen destinados por la providencia para plagar a América de miserias a
nombre de la libertad”, sabía que, una vez liberados de España, estabamos en la mira
de los E.E.U.U. Hoy este insigne pensamiento, infortunadamente, se hizo realidad. Él
deseaba ver a Latinoamérica unida para enfrentar a Norteamérica, en un solo bloque
en el contexto económico y político.

Fue tanto el espíritu de unidad latinoamericana que tuvo el Libertador que, inclusive,
llegó, a hablar con José de San Martín, libertador del sur, a quien auxilió con 1800
soldados colombianos en 1822.

De otro lado y a pesar de las traiciones descubiertas, debemos resaltar en Bolívar es la


faceta del hombre humanista. El haber perdonado la vida a Santander, a quien se le
había sentenciado a la pena de muerte es una demostración del hombre humanista,
que trata de resolver las diferencias por la vía política. Aunque se lamentara
posteriormente de esta decisión al plantear que “cada día me parece más imprudente
haber salvado a Santander; este hombre será la ruina de Colombia; el tiempo lo hará
ver”. (Carta de Bolívar al General Rafael Urdaneta, Diciembre 14 de 1828). Esas
diferencias políticas se profundizaron con el perdón de la vida de Santander; “porque
la vida de Santander, es el perdón de las impunidades más escandalosas”, dijo
Bolívar.

Su espíritu de humanista lo demuestra, igualmente, al amnistiar a José Hilario López


y José María Obando, quienes se sublevaron contra el gobierno y continuaron libres
para seguir urdiendo la traición (LEÓN GÓMEZ; Alvaro 1980. Bolívar 150 años de
gloria).

Para 1830, Bolívar no aguantaba otra traición. Para rematar le asesinan a su más
cercano colaborador y amigo, Antonio José de Sucre, “el Mariscal de Ayacucho”,
considerado por él como su heredero natural. “Yo pienso que la mira de este crimen
ha sido privar a la patria de un sucesor mío”. (Carta de Bolívar al General, Juan José
Flores. Julio 1 de 1830).

Su última proclama se constituyó en el desahogo de las más grandes traiciones de la


historia colombiana. “He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna, y aún mi
tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi
desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credibilidad, y hollaron lo que
me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis
perseguidores y me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”. Y más
adelante expresó: “¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria.
Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré
tranquilo al sepulcro”. (Última proclama del Libertador, Santa Marta, Diciembre 12
de 1830).

Ya agotado “física y moralmente” y, decepcionado de no poder ir a Venezuela, donde


lo habían declarado proscrito, muere en la Quinta de San Pedro Alejandrino
(propiedad de Don Joaquín Mier) un 17 de Diciembre de 1830, tomado de las manos
de Próspero Reverend, su último médico.

Paz en la tumba de “el desnudo”, “el bandolero”, “el ladrón”, “el malvado de la
montaña”, el guerrillero como lo llamaban los españoles. Aquel que nos liberó de ese
país y vaticinó las ambiciones del Norte, a aquel que fue traicionado por sus mejores
amigos de batalla, pero que a pesar del tiempo, sigue vivo en cada compatriota.

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