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Etica PDF
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1. Introducción
Como cada principio de curso los profesores se empeñan en encargar
fotocopias a sus alumnos y tu amigo Carlos y tú bajáis a consejería para
hacerlas. La conserje ha salido un momento y no hay nadie, pero se ha dejado
el cajón donde guarda el dinero abierto. Tu amigo te pide que vigiles mientras
él coge dinero. Tú empiezas a dudar: por un lado es tu amigo y no te gustaría
que lo pillaran haciendo algo malo, además seguro que luego lo cuenta y tú no
quieres que la gente piense que eres un ladrón y desconfíen de ti. Pero hay
algo más, lo que hace Carlos no está bien ¿Qué es eso del bien y del mal? ¿Es
una tontería decir que algo está bien o mal? ¿Quién establece el bien y el mal?
Son nuestras creencias morales las que nos ayudan a distinguir entre el bien y
el mal, entre lo que debemos y no debemos hacer.
Todos tenemos una idea acerca de lo que nos parece aceptable e
inaceptable, admirable o despreciable. Todos sabemos, más o menos, cuándo
nos van bien las cosas y cuándo no. Tenemos una idea más o menos clara de
cuáles son nuestros derechos, es decir, qué esperamos que los demás hagan
por nosotros, y cuáles son nuestras responsabilidades y deberes (aunque nos
cueste un poco más reconocerlos). En definitiva, todos tenemos una idea
general de cómo vivir la vida, de qué es la felicidad y esto es lo que nos
permite distinguir entre el bien y el mal, de qué nos podemos avergonzar o de
qué nos podemos sentir orgullosos, qué podemos perdonar y qué no. Es decir,
establece nuestros modelos de conducta. De esto, en líneas generales, se
ocupa la ética y la moral. Podemos decir que la ética nos ayuda a orientarnos
en la vida. Antes de definirlas vamos a hablar un poco más de nosotros
mismos, de algunas peculiaridades de la especie humana.
2. Ética y moral
La palabra «ética» procede del griego «ethos» que significa «costumbre,
modo acostumbrado de obrar». Igual significado tiene la palabra latina «mos,
moris» que ha dado en castellano «moral». Ética y moral coinciden desde el
punto de vista etimológico. Ambas se refieren a nuestras costumbres y forma
de actuar, en la medida en que podemos considerarlas como buenas o malas,
correctas o incorrectas.
4. La conciencia moral
El hombre es libre, es decir, tiene la capacidad de elegir y de proponerse
objetivos, de hacer su propia vida, a pesar de las limitaciones que impone el
hecho de vivir en sociedad. Las normas y valores están ahí pero podemos
obedecerlas o no, podemos aceptarlos o no, e incluso, podemos crear nuevos
valores. Aquí entra en juego lo que llamamos la conciencia. Es difícil definir la
conciencia, aunque la podemos caracterizar como la capacidad que tenemos
las personas para conocer y juzgar la bondad y maldad de las
acciones, tanto propias como ajenas. También la podemos definir como el
conjunto de valores más básicos e irrenunciables, interiorizados por el sujeto,
que constituyen el criterio último para distinguir el bien del mal. Solemos
identificar la conciencia con una especie de voz interior que inspira y juzga la
moralidad de nuestras acciones. Savater dice que tener «conciencia es lo
contrario a ser moralmente imbécil», o sea, lo contrario a no tener un criterio
claro de elección y dejarse llevar por las situaciones.
5. Autonomía y heteronomía
Kant, un filósofo de la Ilustración, estableció que aunque el hombre es un ser
libre y, en ese sentido, todo lo que hacemos es nuestra responsabilidad se
puede ser más o menos consciente de esa libertad. Así habló de autonomía y
de heteronomía moral.
El término griego nómos puede traducirse como ley o norma. «Autonomía»
y «heteronomía» son términos compuestos que anteponen al concepto de
norma los conceptos, también griegos autós -que significa «uno mismo»- y
héteros que equivale a «otros». En el lenguaje cotidiano es mucho más
frecuente el uso del término autonomía que el de heteronomía. Así es normal
escuchar: «Mi padre es autónomo», o: «Vivimos en la Comunidad Autónoma
de Andalucía»
Una persona es heterónoma cuando se guía por:
- sus impulsos o deseos
- la tradición
- lo que hacen los demás
- la autoridad de otros: padres, Iglesia y Estado.
5. 1. Obediencia y desobediencia
Alguien pudiera pensar que toda obediencia a la norma es fruto de la
heteronomía y que toda desobediencia procede de la autonomía moral. Pero
esto no es así. Puedo obedecer una norma incondicionalmente (sea cual sea y
ordene lo que ordene) o poniendo ciertas condiciones: que sea justa, que me
parezca adecuada, que no haga mal a nadie, etc. La obediencia incondicional
espontánea es fruto de la heteronomía moral no de la autonomía.
Hay otras ocasiones en que la aceptación de una norma o un proyecto de
vida es en principio autónomo, pero dicho proyecto es tal que suprime para
siempre mi capacidad de decisión: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo, 16, 24). En principio es una
elección libre, pero es una decisión que condiciona toda elección futura. Si
voluntariamente elijo que mi voluntad dependa de otro, sólo esa primera
elección es verdaderamente libre, las demás ya no dependen de mí. Esto es lo
que ocurre, por ejemplo, cuando ingresamos en una secta.
En la obediencia condicionada las condiciones para dicha obediencia las
establece el sujeto y es, por tanto, él el que decide consciente, voluntaria y
racionalmente. Lo mismo podemos decir de la desobediencia. Puedo
desobedecer una norma porque lo hacen mis amigos, lo hace todo el mundo o,
simplemente porque siempre lo he hecho así. En este caso no se puede hablar
de autonomía moral. Sin embargo, puedo desobedecer porque creo que esa
norma es injusta, o va contra mis principios morales. En la medida en que dicha
desobediencia sea fruto de una decisión consciente y racional será fruto de mi
autonomía moral.
La desobediencia a las normas (tanto si es fruto de una decisión consciente y
libre como si no) puede ser costosa. Cuando desobedecemos nos podemos
encontrar con una reprimenda, el rechazo social, o incluso con una sanción
(multa o privación de la libertad) si se trataba de una norma legal. Aun así, si la
norma va contra nuestra propia conciencia hay gente que la desobedece
asumiendo todas las consecuencias que de ello se deriven.
Otra pregunta que podemos hacernos es: «¿Por qué los valores y normas de
unas sociedades son distintas a las de otras? Los valores y normas sirven
para organizar nuestra vida en común y para enfrentarnos a los retos que
esa vida nos plantea. Pero esos problemas variarán dependiendo de factores
como el tamaño del grupo, el medio en el que viva, etc. Un pueblo nómada
que vive en el desierto tiene problemas muy distintos a los que pueden tener
los ciudadanos de Málaga. Al existir sociedades diferentes se generan valores
y normas diferentes.
* Posible ejercicio para hacer en clase. Se les pide a los alumnos que describan
brevemente, cada uno en su cuaderno, lo que hacen un día normal de clase
desde que se levantan hasta que se acuestan. Que lo hagan en cinco o diez
minutos como mucho. Luego se les pide a uno o dos que lo lean y que levanten
la mano todos los que hacen más menos lo mismo. ¿Por qué todos hacemos lo
mismo? ¿Por qué nos vestimos más o menos igual?