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LA NARRATIVA DE LA VIOLENCIA

Gabriela Velasco Mera


Nathalie Martínez

8-7

I.E.T.C HERNANDO NAVIA

2019
LA NARRATIVA DE LA VIOLENCIA

Gabriela Velasco Mera


Nathalie Martínez

I.E.T.C HERNANDO NAVIA

Trabajo escrito

La narrativa de la violencia

Presentado a:
CONTENIDO

 INTRODUCION

1 La narrativa de la violencia

2 La literatura y la violencia en Colombia

3 La violencia en la narrativa

4 Literatura sobre la época de violencia en Colombia

 Conclusión

 Anexos

 Bibliografía
INTRODUCION

la historia de Colombia conocida como La Violencia dejó profundas consecuencias


que subsisten de una u otra forma en la sociedad colombiana contemporánea,
especialmente a través de la tradición oral y de la literatura, las cuales, como
testimonio histórico, ha recopilado el material de los acontecimientos sangrientos
que ocurrieron en el país a lo largo de dos décadas.
Si bien la llamada Violencia en Colombia comenzó mucho antes de 1948, la
muerte de Jorge Eliécer Gaitán fue un detonante para que se generara el conflicto
civil que por más de 10 años sumergió al país a un baño de sangre sin
precedentes.

Liberales y conservadores empezaron una lucha frontal en el campo colombiano


que no fue nunca declarada como guerra civil y que dejó cerca de 300 mil muertos
y la migración interna de millones de personas a las grandes ciudades del país.
Los historiadores han confirmado que esta etapa histórica del país estuvo también
motivada por terratenientes que expulsaron a los campesinos de sus tierras ante
la falta de una reforma agraria efectiva en la nación.
LA NARRATIVA DE LA VIOLENCIA

Eduardo Caballero Calderón fue uno de los colombianos más compro-


metidos con los problemas sociales, políticos, económicos y culturales de su
tiempo. Para lo cual llegó a rememorar, narrar, fundar gobernar e internacio-
nalizar a Tipacoque: un pueblo incrustado en el cañón del río Chicamocha.

Pueblo imaginado que dejó de ser fruto de la memoria, la cotidianidad y la


tradición literaria promovida por el hacendado-literato para constituirse en
la jurisdicción municipal regida por el político-militante nombrado como su
primer gobernante de 1969 a 1971 (Pérez, 2011).

Para ello, Eduardo Caballero asumió la responsabilidad de ser su primer


mecenas al formalizar un emblemático proceso de reforma agraria que
garantizó una porción de terreno para sus primeros habitantes, paisanos y
coterráneos, especialmente para los miserables y desterrados que describía en
LA LITERATURA Y VIOLENCIA EN COLOMBIA

La violencia ha sido una constante en la historia de Colombia. Ya desde la conquista


española el derramamiento de sangre ha sido una constante que ha impregnado las
diferentes áreas socioculturales del devenir del país. Después de las guerras de
independencia, empezaron a aparecer enfrentamientos bipartidistas que, en gran
parte, han generado la guerra civil que de cierta manera aún se vive en el país.

Uno de los eventos clave en lo que se conoce como “La Violencia”, fue el asesinato
del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Este evento
fue a su vez la cúspide y el generador de los odios bipartidistas entre conservadores
y liberales. Una vez ocurrido el asesinato y el caos posterior (conocido como El
Bogotazo), se inició una ola de violencia entre partidos que produjo miles de
muertos, desaparecidos y desplazados. Estas luchas y persecuciones fueron las
que causaron la formación de grupos guerrilleros como las FARC y el M-19, en un
principio compuestos por liberales campesinos que intentaban resistir los ataques
del ejército nacional al mando de un estado conservador.

La fase siguiente a la violencia bipartidista y guerrillera es la causada por la


aparición del narcotráfico y los paramilitares. En ese momento el país se sumió en
una lucha por el poder a través del negocio, donde las ideologías se olvidaron para
dar paso a una guerra por la supervivencia y el dinero. Esta guerra afectó a todo el
país y sus consecuencias todavía están presentes en la sociedad. Ahora que los
carteles de las drogas han sido acabados y las FARC han firmado la paz con el
gobierno, la violencia ha disminuido considerablemente, aunque no ha
desaparecido.

Como se puede ver, la violencia en Colombia ha sido “pan de cada día”. Resulta
entonces obvio que mucha de la narrativa de ficción producida durante los siglos
XX y XXI, esté influenciada en mayor o menor medida por la guerra. Ha de notarse
que, así como la violencia se ha convertido en algo rutinario, su uso en las artes y
en la literatura también. No han existido tabús a la hora de tratar la violencia y lo
que ha cambiado ha sido el punto de vista y el estilo de la narración, más no los
contenidos que se han podido – o no – tratar en los textos.

Ya en 1924 se publicó La Vorágine de Jorge Eustolio Rivera, considerada por


muchos una de las dos obras más importantes de la literatura colombiana junto a
Cien años de soledad de García Márquez. La Vorágine enmarca su trama amorosa
con las difíciles condiciones que enfrentaban los indígenas y campesinos en la
región cauchera colombiana, en las fronteras con Ecuador y Perú. Estas dificultades
estaban estrechamente relacionadas con la violencia, en este caso, entre patrones
y trabajadores. Cien años de Soledad, por su parte, hace referencia a otro evento
trágico de la historia colombiana llamada La matanza de las bananeras, ocurrido a
principios del siglo XX y en el cual la intervención de empresas norteamericanas en
la región del Urabá, produjo huelgas por parte de los cultivadores, que fueron
acalladas con las armas del mismo ejército nacional.

Sobre la violencia generada a partir del Bogotazo y la influencia que tuvo en la


sociedad (sobre todo rural), escribió Gustavo Álvarez Gardeazabal en su libro
Cóndores no entierran todos los días (1971). En esta obra se cuenta la historia de
León María Valencia, un sicario al servicio de los conservadores que estaban en el
poder hacía 1950, que se hizo famoso por su mano dura y por la violencia de los
asesinatos que cometía.

La época de los enfrentamientos más voraces entre la guerrilla y el ejército aparecen


en un sinfín de novelas. Entre las más reconocidos se encuentra Delirio (2004) de
Laura Restrepo, El olvido que seremos (2006) de Héctor Abad Facio lince o El ruido
de las cosas al caer (2011) de Juan Gabriel Vásquez. Aunque estas novelas no
tengan como eje central el conflicto armado, sí que dependen de dicho conflicto
para el desarrollo de sus personajes y sus historias.

Por otro lado, aparece la literatura “sicarista”, cuyo eje narrativo principal son los
sicarios (asesinos en motocicleta, usualmente hombres jóvenes de bajos recursos),
y, por ende, el narcotráfico que generó dicho fenómeno. La característica principal
de este periodo de violencia y, por ende, de la literatura que lo trata, es la aparición
del aspecto urbano. Hasta ese momento, la guerra era vista como un problema rural;
la guerrilla solía esconderse y combatir en las montañas. El narcotráfico y su
violencia eran propios de los barrios pobres de las ciudades. Al ser un negocio, era
importante para los narcotraficantes estar cerca de sus clientes y así mismo de los
centros de negocios. Por tal razón, mucha de esta literatura se detiene en describir
el barrio, la importancia del mismo, así como de la ciudad y de las formas de habla.
Es el caso de No nacimos pa´ semilla (1990), obra cumbre del “sicarismo”, donde
destaca, entre otras cosas, un glosario al final del libro a manera de apéndice, de
términos usados por los sicarios. Dentro de este género aparece también la famosa
novela La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, con temáticas muy
similares a las tratadas por Salazar, estudiando la vida de los sicarios y del
narcotráfico.
LA VIOLENCIA EN LA NARRATIVA

Lamentablemente sea posible que esta historia de violencia nunca termine y por lo
tanto, la lista de literatura que cuenta sobre ella siga creciendo. Como remedio solo
queda leer los libros, entender los fenómenos e intentar no cometer los mismos
errores de nuevo.

Entre las obras que pueden citarse se encuentran las siguientes:

 Viento seco: Novela de Daniel Caicedo, una narración cruda que describe los
hechos de violencia y la migración forzada de los campesinos hacia los
principales centros urbanos colombianos; se considera la primera novela de
Violencia aparecida en Colombia, y una de las más populares en la primera
década, de 1950 a 1960.1
 Cóndores no entierran todos los días: Novela de Gustavo Álvarez
Gardeazábal y que fue llevada al cine en 1984. El protagonista es León María
Lozano, apodado "el Cóndor", jefe de los denominados “pájaros”, grupo de
matones orientados bajo la ideología conservadora y de extrema derecha
durante el período de La Violencia.
 Cien años de soledad: La obra más recordada del Premio Nobel de Literatura
de 1982, Gabriel García Márquez, si bien retoma en sentido largo elementos
históricos colombianos, refleja sin duda este periodo.
 En la tormenta: Película escrita y dirigida por Fernando Vallejo. La película tuvo
que ser rodada en México ya que a Vallejo le generaron varios obstáculos para
impedir su realización en el país, una vez terminada le prohibieron exhibirla en
Colombia.
 La mala hora: de Gabriel García Márquez
 Espuma y nada más: Un cuento de Hernando Téllez en lo cuál el protagonista
(un revolucionario) tiene que afeitar al capitán del ejército. Aunque no habla
específicamente de la época de violencia, se trata de los claves psicológicos que
tenemos que tener en mente cuando pensamos de esta época.
 El 9 de abril: de Pedro Gómez Correa.
 Viernes 9: de Ignacio Gómez Dávila.
 El Monstruo: de Carlos H. Pareja.
 Chambacú, corral de negros: Novela que toma lugar durante la Guerra de
Corea y habla del olvido de la gente negra de la isla de [Cha', crónicas de las
violencia escritas por Alfredo Molano las cuales reflejan la tensión política y que
se vivió en las décadas de los 40's y 50's.
LITERATURA SOBRE LA EPOCA DE VIOLENCIA EN COLOMBIA

 El Extermino Colonial

Urzúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos conforman la trilogía de William


Ospina sobre la nihilista campaña de los españoles en las tierras del Sur. Se sabe
por los testimonios de los Cronistas de Indias que el aniquilamiento físico y moral
de los pueblos indígenas –que ocupaban las tierras de lo que luego se llamó
América o Colombia– fue motivada por el oro y la religión. Estos tres opúsculos de
William Ospina recorren territorios plagados de pueblos originarios que llevaban
una vida comunitaria en armonía con la naturaleza. Todo esto fue roto por la mano
violenta del colonialismo. «Maldito sea Colón por su curiosidad»: así reza un grafiti
Bogotá, la capital de Colombia.

 El Extermino Colonial

«En junio de 1818 arcabucearon a cinco en la huerta de Jaime, tres negros y dos
blancos, entre ellos un tal Vásquez, del Socorro, después los colgaron en las
horcas». Esto lo escribió un parroquiano en un diario personal que llevó desde
1810 hasta 1819, en el periodo de la guerra anticolonial. José María Caballero, un
anónimo pulpero que nada tenía que ver con los ejércitos en lid, se puso a la tarea
de registrar en una libreta lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban. Eran
tiempos en los que se mataba por el sólo hecho de ser español o canario tal como
lo ordenaba el Libertador Simón Bolívar en su «Decreto a Muerte». Diario de
Independencia se titulan las anotaciones de José María Caballero. El dietario
describe como los perros, los gatos y los pollos huían por la plaza de mercado
cuando las tropas españolas comandadas por Pablo Morillo entraron a Santafé de
Bogotá para castigar a los rebeldes.
 La Guerra de los Mil Días
Fue una carnicería. Más de cien mil colombianos murieron en mil días. Una guerra
ocasionada por el odio y el sectarismo de unos «hombres miopes para el bien y
para el mal» como bien los describiera Josep Conrado en su novela Nostromo. Fue
por esta majadera contienda que los Estados Unidos -mediante una maniobra
geopolítica- consiguieron que el departamento de Panamá se separara de
Colombia. Inspirado en la obra de Conrado, el escritor colombiano Juan Gabriel
Vásquez escribió Historia secreta de Costa guana, un libro que muestra como la
retórica partidista puede llevar a la desgracia a una nación y dejarla sometida a los
designios de un poder imperial. Desde entonces Colombia quedó partida
territorialmente y su gente dividida por el odio. Un odio incitado desde las alturas del
poder.

 La Masacre de la Bananeras
La Mamita Yunai, mencionada una y otra vez por Eduardo Galeano en Las venas
abiertas de América Latina, también dejó sus difuntos entre las plantaciones de
banano que explotaban en Colombia. La tristemente célebre United Fruit Company
clavó su republiquita en el Caribe colombiano. La matanza de obreros en huelga
se produjo cerca de la estación del ferrocarril de la población de Ciénaga. Corría el
año 1928 y el fuego de las ametralladoras barría a los centenares de
manifestantes reunidos en la plaza. En Cien años de soledad, una de las más
grandes obras de la literatura universal, García Márquez relata como los
cadáveres eran amontonados en los vagones del tren con el mismo orden y
sentido que se transportaban los racimos de banano. Hasta la muerte funcionaba
como una cadena de montaje. Esta vez era el Ejército de Colombia, al servicio de
una banda de mercachifles extranjeros, quien disparaba contra su misma gente.
 El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán
El caudillo Jorge Eliecer Gaitán, con su oratoria de heraldo bíblico, no sólo denunció
la masacre cometida en la Zona Bananera, sino que también reivindicó la lucha por
la tierra y llamó a la unión del pueblo colombiano contra la oligarquía de los partidos
tradicionales. Un sicario, guiado por una fuerza reaccionaria y conspiradora, lo
asesinó en plena calle, en el corazón de Bogotá. Arturo Álabe, un escritor que
experimentó un breve recorrido por la trashumancia guerrillera, escribió muchos
libros, pero su obra monumental está contenida en dos de ellos: Bogotazo: Memoria
del olvido y El Bogotazo: La paz, la violencia. Testigos de excepción. álabe
escudriño en su memoria y la de otros para reconstruir el hecho que desencadenó
una violencia indefinida y extendida en la mayoría del territorio colombiano.

 La Operación Marquetalia
Los autores vieron desde los macizos de la Cordillera de Los Andes como caían
las primeras bombas contra su comuna campesina. Manuel Marulanda Vélez, Ciro
Trujillo y Jacobo Arenas dejaron testimonio escrito de cómo comenzó y cómo
acabo todo. Cuadernos de campaña, Páginas de su vida y Diario de la resistencia
de Marquetalia componen la trilogía que explica los llamados sucesos de la aldea
de Marquetalia. Es la voz de las protagonistas. Ellos estaban allí. Dos campesinos
y un sindicalista que se volvieron guerrilleros por las circunstancias del destino. Un
destino en manos insensatas y tremendistas que ordenaron atacar con todas las
armas de la república una mera comuna campesina, basada en un ideal utópico y
habitada por un centenar de almas. De ese ataque matrero vienen las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo que podía resolverse mediante
unas pequeñas obras sociales se hizo por las malas.
 El bandolerismo

Las leyendas europeas cuentan de señores ilustrados que, iluminados por una luz
justiciera, se fueron a los caminos para robar a los ricos y distribuir el botín entre los
pobres. Los bandidos latinoamericanos fueron casi todos analfabetas y procedían
de las clases desheredadas. Campesinos audaces que se juntaban y armaban
mesnadas para quitarles a los propietarios, fueran estos ricos o pobres. Bandoleros,
gamonales y campesinos escrito al alimón por Gonzalo Sánchez y Donny Meertens
da cuenta de los bandidos criollos que hicieron de las suyas en las comarcas
agrícolas de Colombia. Los bandidos colombianos fueron aprovechados por los
jefes políticos locales para homogenizar sus áreas de influencia. Cuando algunos
de ellos hicieron conciencia de su condición de excluidos, volvieron sus armas
contra el establecimiento. El Estado los persiguió y los abatió. Había el peligro que
de bandidos pasaran a guerrilleros.

 Los curas toman las armas

Joe Frederick nació en Australia, pero bebe whisky irlandés. Llegó a Colombia como
misionero en 1963 y desde entonces su vida ha estado vinculada con los curas
rebeldes. Camilo, el cura guerrillero y El guerrillero invisible son dos libros escritos
por Frederick que muestran los pormenores de un par de sacerdotes, uno
colombiano y otro español, que dejaron la sotana y se echaron al monte con los
guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Camilo Torres Restrepo y
Manuel Pérez Martínez hicieron la guerra sin renunciar al crucifijo. Detrás de Camilo
Torres, muerto en una emboscada en 1966, vinieron otros curas más que murieron
en su ley. Joe Frederick dedicó muchos años de su vida para reconstruir estas
singulares historias
 Los estudiantes toman las armas

Las décadas de 1960 y 1970 fueron las de los estudiantes. La década de 1980 fue
el período de las opciones de las guerrillas latinoamericanas luego del triunfo de la
insurrección sandinista en 1979. Se necesitaban narrativas que se encargaran de
dar el último empujón hacia la guerrilla a los estudiantes contestatarios. La guerrilla
de los ochenta se nutría de jóvenes universitarios que creían en la revolución social
y vieron con rabia y frustración cómo el experimento pacífico de Salvador Allende
fue malogrado a sangre y fuego. Los funerales de América, de Fernando Soto
Aparicio, es una novela que algunos podrían calificar de panfletaria o inspirada en
el romanticismo guevarista, pero necesaria para una generación que no quería
llegar tarde a la fiesta revolucionaria. Un libro de su época. Una época que
reclamaba acción.

 La guerra de los narcos


Los sicarios de los poderosos carteles colombianos de la droga eran chicos de las
barriadas. Pablo Escobar, el Cartel de Medellín, el Cartel de Cali y otros tantos
carteles más emprendieron una feroz lucha por el control del negocio de la cocaína.
Guerra entre carteles, guerra de carteles contra el Estado, guerra de carteles contra
la guerrilla, guerra de carteles contra los paramilitares, guerras abiertas y guerras
silenciosas. Los capos daban las órdenes y los sicarios ejecutaban el trabajo
homicida. Gatilleros que mataban sin causa alguna salvo la de una recompensa en
metálico. El precio de las cabezas. Cabezas que valían muchísimos millones y otras
que sólo valían unas cuantas calderillas. No nacimos para semilla de Alonso
Salazar y La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo sitúan al lector en ese
mundo de pistolas nueve milímetros, motocicletas velocísimas, escapularios
protectores, palabrerío barriobajero, cabezas rapadas, cuerpos tatuados y
música underground
 Todas las violencias

Alfredo Molano Bravo es el autor colombiano que describe en su obra todas las
violencias. Las viejas violencias, las de ahora y las que vendrán. En realidad, son
luchas que terminan en violencia. La lucha por sobrevivir en un país cruel e injusto.
Los campesinos que se van a la selva para tumbarla y hacerse a un pedazo de tierra
y darle de comer a los suyos. La madre soltera con un poco más de veinte años que
transporta entre sus intestinos un kilo de cocaína y es descubierta en un aeropuerto
de España, Estados Unidos o Japón. La chica que se fue a la guerrilla porque los
paramilitares les mataron a sus padres. El chico que se va a los paramilitares porque
allí tiene un arma y un sueldo seguro. Los pobres que se van por las aguas arriba
en busca de Eldorado. El día a día de la gente en las prisiones. Los escritos de
Molano tales como: Siguiendo el corte; Relatos de guerras y de tierras; Aguas
arriba: entre la coca y el oro; Trochas y fusiles; Rebusque mayor: relatos de mulas,
traquetos y embarques; Penas y cadenas y Ahí le dejo esos fierros, son lecturas
inevitables si se desea conocer las voces de todas las violencias del conflicto
colombiano.
CONCLUSION

Colombia, en campos como la literatura, la crónica, la historia y las ciencias sociales,


otorgan a la “violencia” un papel central en la configuración de la vida social, política,
económica y cultural del país. Las razones de esta recurrencia resultan evidentes. La
violencia en Colombia ha tenido efectos catastrófica dos sobre la configuración social
del país y sobre las vidas individuales de la gran mayoría de sus habitantes.1 Se trata
de una situación de extrema vulnerabilidad, que ha originado una también extrema
cantidad de escritura al respecto. Es el resultado de procesos cuyo origen puede
remontarse a la época de la Colonia. Sin embargo, la proliferación de estudios y
narraciones sobre la violencia es relativamente reciente. En este artículo analizaré de
qué manera dicho discurso constituyó una mudanza con respecto a la forma como se
refería a los hechos violentos la historiografía heredada del siglo XIX. Dicha mudanza
indicaría una “crisis” en las narrativas de nación prevalecientes 1 Cuando se narra el
proceso por el cual Colombia ha llegado a tales extremos, se plantean preguntas
sobre aquello que es excepcional con respecto a la historia de este país que desde la
época de la Independencia ha tenido siempre algún tipo de conflicto armado, de mayor
o menor intensidad, en su territorio. Algunos de los estudios más interesantes al
respecto coinciden en señalar la forma en que se definieron los vínculos de
pertenencia y los antagonismos en el siglo XIX como uno de los factores más
determinantes en este sentido. Daniel Pécault (2001) afirma que a partir de mediados
del siglo XIX las señales de identificación colectiva en Colombia giraban en torno a los
dos partidos, liberal y conservador, y no en torno al estado-nación, lo cual habría
llevado a una falta de legitimidad en el ejercicio del poder y la violencia por parte del
gobierno. Cristina Rojas (2002) plantea que el enfrentamiento entre conservadores y
liberales, en los esfuerzos discursivos por definir el camino hacia la “civilización”,
terminó por construir un sistema simbólico en el cual el exterminio del adversario se
entendía como la única opción. Marco Palacios y Frank Safford (2002) señalan que a
lo largo de la historia de Colombia los patrones de identificación comunitaria se
desarrollaron más con las regiones que con la nación. En general se habla de una
comunidad nacional definida en torno a antagonismos irreconciliables, ante los cuales
la violencia aparecía como un componente ineludible de la vida social. Esto llevó a un
constante estado de guerra que aún se perpetúa. La idea de la “naturalización” de la
violencia es también recurrente en las referencias a la situación colombiana. Se
utilizan también términos como “normalización” o “banalización” de la violencia, es
decir el hecho de que el asesinato y el crimen se han convertido en prácticas
cotidianas de la vida social en Colombia. El término “naturalización” es utilizado en la
introducción del libro Nuevas visiones sobre la violencia en Colombia
ANEXOS

 el exterminio colonial

 las guerras de la independencia

 la guerra de los mil días


 la masacre de las banderas

 El asesinato de Jorge Eliecer


Gaitán

 La operación marquetería
 EL BANDOLERISMO

 CURAS TOMAN LAS ARMAS

 LOS ESTUDIANTES
TOMAN LAS ARMAS
Bibliografía

https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Literatura_sobre_la_%C3%A9poca_de_la_violencia_en_Colo
mbia

https://yezidarteta.wordpress.com/2016/01/15/literatura-de-la-violencia-colombiana-cronologia/

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