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Entrevista a Gilbert Achcar

“La región ha entrado en un proceso


revolucionario a largo plazo”

International Socialist Review


Viernes 8 de febrero de 2013
http://alencontre.org/moyenorient/toute-la-region-est-en-
ebullition.html

Hay muchas cosas que discutir. El Oriente Medio está en todas


las portadas, ya sea por el ataque contra Gaza o la situación en
Túnez, la toma del poder de Morsi en Egipto o las amenazas
contra Irán. Comenzaré por una pregunta sobre la apreciación
general de la primavera árabe, de lo que se ha llamado la
primavera árabe, que comenzó casi exactamente hace dos
años, el 17 de diciembre de 2010 en Túnez [esta entrevista fue
realizada en diciembre de 2012] ¿Puedes indicarnos algunos
elementos para una comprensión general de lo que ha
significado todo esto para la región?

Gilbert Achcar: El comentario más general que puedo hacer es que,


por primera vez en la historia de la región, las cosas están realmente
cambiando y moviéndose, y a un ritmo muy rápido, de forma que la
región ha entrado en lo que llamo un proceso revolucionario a largo
plazo. Se trata de un cambio enorme en la historia de la región.
Bloqueos de todo tipo están estallando. Pienso que esta situación se
mantendrá numerosos años.

Mencionas bloqueos, ¿piensas en parte en la existencia de


regímenes dictatoriales esclerotizados y envejecidos? El
primero sería Túnez ¿Puedes decirnos algo sobre este tema así
como sobre la situación presente en ese país?

Sí, pero debo decir que no se trata sólo de regímenes dictatoriales. Por
supuesto, éstos constituyen la parte más visible del bloqueo, la que ha
sido más directamente afectada por los levantamientos de los países
que han obtenido victorias hasta ahora. Pero es sólo una parte de un
bloqueo más general, que incluye un bloqueo económico. La región
sigue a la cola en términos de crecimiento económico en relación al
resto del mundo y, más en general, de desarrollo, a pesar de que
posee recursos naturales muy importantes. Tiene el récord mundial de
tasas de paro y esto desde hace decenios. Estamos así en presencia de
un bloqueo social, por no hablar del muy evidente bloqueo ligado a la
condición de las mujeres. Hay pues todo un conjunto de bloqueos y no
he mencionado hasta ahora más que algunos de ellos, los más
llamativos. Todo esto está estallando en una gigantesca explosión que
comenzó en Túnez.

Todo comenzó en Túnez el 17 de diciembre de 2010. Es la fecha en la


que Mohamed Bouazizi se inmoló quemándose, incendiando así el
conjunto del país y luego a toda la región.

El hecho de que esto comenzara en Túnez está ligado a las luchas que
se desarrollaron en ese país durante los años 2000, luchas ligadas a la
existencia de una importante tradición de izquierdas, principalmente
activa en la central sindical del país, la UGTT (Unión General Tunecina
del Trabajo). Es esta situación específica la que explica porqué fue en
ese país antes que en los demás donde tuvo lugar la explosión, pero
esto no significa que en Túnez las condiciones estuvieran más maduras
que en las otras partes, como lo demuestra el hecho de que la
explosión de Túnez desencadenó una serie de explosiones en
diferentes países. No hay casi ningún país de lengua árabe que no se
haya visto afectado por el levantamiento, de Mauritania a Marruecos
en el oeste de la región hasta Siria e Irak en el este.

Ha parecido, en un determinado momento, sin duda debido a


los resultados electorales en Egipto y, antes, en Túnez, que los
vencedores inmediatos de la primavera árabe han sido
organizaciones islamistas como los Hermanos Musulmanes en
Egipto ¿Puedes decirnos algo sobre esto, en primer lugar
referido a Túnez y luego a Egipto?

Sí. Era completamente previsible. La previsión más compartida sobre


la región era que habría o que habrá explosiones sociales, explosiones
políticas: leyendo los informes de las embajadas de los Estados Unidos
en la región, hechos públicos por Wikileaks, se puede ver que los
Estados Unidos no se hacían muchas ilusiones. Se sabía hasta qué
punto la situación era tensa y peligrosa. En relación con esto, la
previsión más común era que esas explosiones propulsarían el
movimiento integrista islámico al primer plano, en una época en que –
visto desde Washington– esto era considerado como una amenaza
para los intereses americanos. Pero una vez que el levantamiento
comenzó, hubo tendencia a tomar los deseos por realidades y creer
que, por algún tipo de milagro, nuevas fuerzas emergentes serían
capaces de dirigir y conducir el conjunto del proceso, empujando a las
fuerzas islámicas a un segundo plano.

Es cierto que han emergido nuevas fuerzas, en particular entre la


nueva generación, entre los jóvenes. Es cierto que nuevas redes de
jóvenes, utilizando todos los recursos proporcionados por Internet, han
jugado un papel clave moldeando, organizando y coordinando todos
esos levantamientos; no hay duda sobre ello. Pero con insurrecciones
que exigían elecciones libres –una reivindicación normal para un
pueblo sediento de democracia, como es el caso–, era evidente que las
elecciones a corto plazo serían ganadas por quienes tenían los medios
para ganarlas. No se pueden ganar elecciones sólo por medio de
internet, como lo sabéis bien en los Estados Unidos. Son precisos
aparatos políticos, dinero, organizaciones implantadas en la base, allí
donde se encuentran las masas de electores, como en las regiones
rurales, etc. Esto no puede inventarse o improvisarse en algunas
semanas. Y es la razón de que fuera completamente previsible que las
fuerzas integristas islámicas, en particular los Hermanos Musulmanes
con sus diversas ramas y organizaciones, ganarían las elecciones. Esas
fuerzas disponían de un potencial acumulado a lo largo de numerosos
años consagrados a la construcción de redes, en particular en países
como Egipto en donde podían actuar abiertamente. No era el caso en
Túnez, pero esto ha sido compensado por el hecho de que esas fuerzas
disfrutaban del maná de los países petroleros y del impacto de la
televisión. Numerosas cadenas de televisión en la región sirven a esos
tipos de grupos, tanto a través de programas religiosos –hay
numerosas cadenas religiosas– o por medio del control político
específico jugado por la principal cadena por satélite de la región que
es Al Jazeera. Al Jazeera actúa de forma completamente abierta a favor
de los Hermanos Musulmanes, que tienen una presencia notable en su
equipo de periodistas y están patrocinados por el gobierno de Qatar,
que posee y gestiona Al Jazeera. Disponían pues de esos recursos
cruciales, así como, por supuesto, de mucho dinero proveniente de las
monarquías del Golfo.

Era completamente previsible que los Hermanos Musulmanes


obtuvieran la mayor parte de los votos; esto no era una sorpresa. La
gente que toma fácilmente sus deseos por realidades ha reaccionado a
esas elecciones abandonando las visiones idílicas que había adoptado
para pasar a una visión muy sombría de la situación, con comentarios
del tipo “la primavera se transforma en invierno”. Lo más
sorprendente, de verdad, ha sido la debilidad de las victorias
electorales de las fuerzas religiosas. El caso más llamativo es, por
supuesto, Egipto, donde se ha podido ver lo rápida que ha sido la caída
de la influencia y de los resultados electorales de los Hermanos
Musulmanes. No hay más que considerar el número de votos que
tuvieron los Hermanos Musulmanes en las elecciones parlamentarias y
luego en las elecciones presidenciales, en la primera vuelta de las
presidenciales y finalmente en el referéndum sobre la Constitución: es
evidente que pierden influencia a una gran velocidad. Pierden terreno,
y esto es lo más sorprendente.

Se puede decir lo mismo respecto a Túnez, a pesar del problema de las


divisiones en el seno de la izquierda, que estaba ridículamente
fraccionada en un número increíble de grupos y de organizaciones:
docenas de listas de la izquierda y de la izquierda radical se han
enfrentado en las elecciones en la capital. Si se suman los votos
obtenidos por las diferentes listas de izquierdas, se obtiene un
resultado que se habría traducido en un número importante de
escaños en el parlamento, si los votos se hubieran sumado. A pesar de
todo eso, los Hermanos Musulmanes tunecinos del movimiento
Ennahda han obtenido el 40% de los votos con una participación
electoral inferior a la mitad, lo que significa que han obtenido el 20%
de los votos de los electores inscritos. No se trata precisamente de un
maremoto. Túnez ha conocido desde entonces un deterioro de las
condiciones sociales y la coalición que ha llegado al poder, dirigida por
la fuerza islámica dominante, ha perdido terreno. Está cada vez más
desacreditada a causa de su incapacidad para dar algún comienzo de
solución a los problemas reales a los que hace frente el país: paro,
problemas económicos, problemas sociales, etc.

Hemos asistido tanto en Túnez como en Egipto a un ascenso de las


luchas sociales, de las luchas de los trabajadores y las trabajadoras,
con enfrentamientos crecientes entre esas luchas sociales y los
gobiernos dominados por los Hermanos Musulmanes en los dos países.

Ese fenómeno ha alcanzado niveles dramáticos en Túnez, con un


enfrentamiento entre la UGTT y el gobierno que se ha hecho violento.
El país se dirige hacia nuevas elecciones pero, antes incluso de esta
nueva ronda electoral, los enfrentamientos sociales y políticos son
enormes, de forma que la situación de conjunto ha alcanzado el punto
de ebullición. Todo cambia a una velocidad muy grande. Tanto la
tendencia a tomar los deseos por realidades al comienzo, como los
comentarios catastrofistas posteriores son impresionistas y erróneos.
La realidad es que hacemos frente a una conmoción revolucionaria a
largo plazo, un proceso revolucionario prolongado en el tiempo, que
comenzó en diciembre de 2010 y que va a proseguir, tanto en los dos
países que han visto como su levantamiento lograba las primeras
victorias, como en los que no han sido aún gravemente afectados.
Toda la región está en ebullición.

¿Qué ha ocurrido con el llamamiento de la UGTT a una huelga


general, a comienzos de diciembre? ¿Ha sido anulado?

En efecto, ha sido anulado como consecuencia de un compromiso. En


el fondo, la dirección de la UGTT ha temido que la confrontación
tuviera malas consecuencias, porque solo ha habido un precedente de
llamamiento a la huelga general en el país, en 1978, que llevó a un
enfrentamiento muy duro. Había pues algunos temores respecto a lo
que podía producirse. Es la razón por la que aceptaron replegarse
sobre la base de un compromiso que salvaba la cara de las dos partes.
Pero, no obstante, la advertencia ha sido hecha y la UGTT no se ha
mordido la lengua en sus ataques contra le gobierno, en sus críticas
sobre la forma en que se comporta el poder. Continúa exigiendo la
disolución de las milicias controladas por el partido islámico. Los
Hermanos Musulmanes, tanto en Egipto como en Túnez, se han
mostrado más eficaces incluso que Mubarak en el recurso a ese tipo de
organizaciones de matones.

Así es como se presenta la situación. La perspectiva en Túnez es muy


interesante, porque es el único país de la región en el que un
movimiento organizado de trabajadores dirige realmente el proceso. Se
encontraba ya a la cabeza del levantamiento de diciembre de
2010/enero 2011. Ben Ali huyó del país el día en que la huelga general
llegó a la capital, el 14 de enero. Fueron los sindicalistas quienes
dirigieron la lucha, desde Sidi Bouzid, la ciudad en la que comenzó
todo tras el suicidio de Bouazizi, hasta el día en que el levantamiento
culminó en la capital. Los militantes sindicales de base y cuadros
intermedios han sido la dirección verdadera de la lucha. Sin embargo,
tras la caída de la dictadura, hubo un cambio en la dirección de la
UGTT que colocó a la izquierda, incluso a la izquierda radical, en el
timón. La izquierda tunecina sacó finalmente las lecciones de su
reciente experiencia y ha logrado unificarse en lo que han llamado el
Frente Popular. El hecho de que esta coalición de las fuerzas de
izquierda sea dominante en el seno de la UGTT es extremadamente
importante: esto coloca a Túnez en un estadio de la lucha más
avanzado que en cualquier otro país de la región.

Podemos pasar de Túnez a Egipto donde, desde la elección de


Morsi como presidente el verano pasado, ha habido una
tentativa de unificar la oposición contra los Hermanos
Musulmanes. ¿Puedes decirnos algo sobre las fuerzas de
izquierda después de la revolución?

Sí, pero hay una diferencia muy importante entre Egipto y Túnez. El
papel de la izquierda en Túnez es mucho más importante porque la
izquierda allí ha sido muy activa, durante mucho más tiempo, varios
decenios, en el seno del movimiento sindical, en la federación sindical,
la UGTT. Y eso aunque la mayor parte del tiempo la dirección
burocrática del sindicato estuvo bajo el control o la influencia del
gobierno. La izquierda permaneció muy activa de forma constante en
las secciones sindicales locales; los militantes sindicales más conocidos
pertenecen a la izquierda.

Una situación así no existe desgraciadamente en otros países de la


región, y esto incluye a Egipto. En Egipto la oposición se ha organizado
en una coalición entre la izquierda y las fuerzas liberales, incluyendo
algunos restos del antiguo régimen. Por supuesto esto podría
producirse también en Túnez, en la medida que algunas personas de
izquierda o del sindicato podrían verse tentadas por una alianza con
restos del antiguo régimen en la confrontación con los Hermanos
Musulmanes, las fuerzas integristas islámicas. Esto ocurre ya en
Egipto, donde Amr Moussa forma parte de la coalición. Moussa, hay
que decirlo, representa la fracción liberal del antiguo régimen. No es
como Ahmed Chafik, el antiguo candidato presidencial, que era
percibido como el representante oficial de la continuidad del régimen
de Mubarak. Moussa se ha presentado como candidato contra Ahmed
Chafik en las elecciones presidenciales. Lo que vemos en Egipto es una
coalición entre izquierda y liberales. En la medida que se trata de un
frente unido alrededor de reivindicaciones democráticas, la alianza
puede ser percibida como legítima. El problema sin embargo es que ha
ido bastante más allá de eso, al transformarse en alianza electoral.

La izquierda amplia está representada sobre todo por Hamdin Sabahi,


el candidato que ha sorprendido a todo el mundo en la primera vuelta
de las presidenciales llegando en tercera posición y ganando incluso
las elecciones en El Cairo y Alejandría, las dos concentraciones
urbanas más importantes. Fue una sorpresa muy grande. Sabahi ha
logrado representar a quienes buscan una alternativa de izquierdas
tanto al antiguo régimen como a las fuerzas islámicas. Tras las
elecciones ha fundado la Corriente Popular, a la que se han sumado la
mayor parte de los grupos de la izquierda radical. Desgraciadamente,
la Corriente Popular ha sido eclipsada hasta ahora por la dinámica de
crear una coalición amplia, no habiendo podido desarrollar el potencial
de izquierdas reunido alrededor de Sabahi en la primera vuelta de las
presidenciales.

En Egipto, el enfrentamiento con el régimen dirigido por los


Hermanos Musulmanes plantea la cuestión del papel del
ejército ¿Podrías compartir con nosotros tus reflexiones sobre
ello? Tanto sobre la correlación de fuerzas como sobre la
evolución probable en vista de los problemas económicos y
políticos no resueltos, y de un régimen que pierde su apoyo
electoral así como, de alguna forma, su legitimidad electoral y
política?

La rapidez con la que Morsi pierde terreno y legitimidad es la


verdadera sorpresa. He pensado siempre –y no soy el único– que la
gente tenía necesidad de pasar por una experiencia con esos tipos en
el poder para poder comprender lo que son realmente, y no dejarse
engañar por consignas vacías como “el islam es la solución”, que
ocultan la ausencia de programas alternativos concretos. Pero eso
ocurre aún más rápidamente de lo previsto.

Una razón de ello es la forma muy torpe en que los Hermanos


Musulmanes hacen frente a la situación. Han dado pruebas de mucha
arrogancia, creyendo que con la ayuda de dios había llegado su
momento y que tenían las cosas bajo control. Esa es una muestra de
gran miopía política. Si hubieran sido más inteligentes, habrían
comprendido que en realidad era contrario a sus intereses gobernar en
ese momento.

Cualquiera que intente dirigir el país con el tipo de programa que


tienen –que es más la continuación del programa del régimen
precedente– está condenado a un fracaso contundente. El
acontecimiento más significativo que ha ocurrido últimamente en
Egipto ha sido la firma por Morsi del acuerdo con el FMI. Ha firmado un
acuerdo que comprende condiciones consideradas fundamentales por
todos los inversores potenciales de Egipto. Han firmado el acuerdo
porque corresponde, por supuesto, a sus propios puntos de vista
neoliberales, que no difieren en nada de los del antiguo régimen. La
firma del acuerdo se ha producido en el peor momento. Precisamente
cuando los Hermanos Musulmanes comenzaban su enfrentamiento con
la oposición, el gobierno Morsi ha decidido aumentar los precios de los
alimentos de base y modificar el sistema de impuestos de una forma
que no afecta a los más ricos. Eso ha suscitado un follón tal que Morsi
ha debido anular esas medidas algunos días más tarde –¡en su página
Facebook! Se ha convertido en un chiste. Lo que muestra hasta qué
punto esos tipos no tienen la menor idea sobre la solución real a los
profundos problemas sociales y económicos del país.

Veamos ahora el asunto del ejército. Hay mucha agitación sobre la


cuestión del “golpe de estado revolucionario” que habría significado la
decisión de Morsi de destituir a Tantaui y a su adjunto en la cabeza del
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el CSFA. Sin embargo, el
hecho es que eso se realizó de pleno acuerdo con la jerarquía militar,
que quería verdaderamente librarse de esos tipos, que se encontraban
en su puesto solo porque habían sido impuestos por Mubarak contra la
voluntad de los militares. No hay más que ver la edad de Tantaui, muy
superior al límite de edad para un puesto en el ejército. Sabemos,
sobre la base de los informes diplomáticos americanos publicados por
Wikileaks, que los oficiales llamaban a Tantaui el “caniche de
Mubarak”. El hecho de jubilarle no tenía por tanto absolutamente nada
de “revolucionario”. Los dos oficiales han recibido medallas y obtenido
generosas sinecuras, así como una inmunidad que les dispensa de
rendir cuentas sobre lo que hicieron cuando estaban a la cabeza del
CSFA. La convicción de que la posición del ejército ha sido debilitada es
por tanto muy errónea.

Pensemos en lo que sucedió recientemente cuando el enfrentamiento


entre Morsi y la oposición pareció agudizarse al extremo. El nuevo jefe
del ejército tomó la iniciativa de presentarse abiertamente como
árbitro de la situación y convocó una conferencia que habría reunido,
de un lado, al presidente y al gobierno, y del otro a la oposición. Antes
de esto el ejército había hecho comentarios que son la réplica exacta
de los que había hecho cuando la insurrección contra Mubarak,
diciendo que no reprimirían al pueblo. El mensaje era el siguiente. “No
aceptamos ser utilizados políticamente por Mubarak y no aceptaremos
serlo por Morsi”. El ejército juega pues ese juego. Se puede suponer
que Washington le aconseja insistentemente que permanezca al
margen de la querella, que se mantenga en posición de árbitro de
forma que pueda jugar el papel de “salvador” si la situación
degenerara completamente, con la repetición de la secuencia
tradicional de revolución, caos, golpe de estado. El pueblo egipcio es
sin embargo, por lo menos en este momento, demasiado crítico hacia
el ejército para que algo de ese tipo se produzca a breve plazo. Pero
nadie puede predecir lo que ocurrirá a largo plazo.

Antes de plantearte una pregunta sobre Siria, quería


preguntarte qué papel juega la cuestión de los palestinos y de
Gaza en esta situación. La forma en que Morsi ha ayudado a la
negociación de un acuerdo ha sido interpretada como una
buena baza a su favor. La revista Time, como sabes, ha
bautizado a Morsi como el hombre más importante de Oriente
Medio antes de criticarle una semana más tarde. La cuestión
de Israel y los palestinos ocupa un lugar más importante en
este cuadro. ¿Puedes decirnos algo sobre esto?

Esta pregunta trata un punto importante. He mencionado la altivez y la


arrogancia de los Hermanos Musulmanes. Sin embargo un elemento
clave que explica su actitud es el apoyo de que disponen por parte de
Washington. Es un elemento central en su convicción de que están en
el puesto de mando, de que pueden dirigir. Washington ha sido
sorprendido por el levantamiento en un momento en que los Estados
Unidos se encontraban –y siguen todavía– en su punto más bajo desde
el apogeo de su influencia en 1991, bajo Bush padre, cuando medio
millón de soldados estadounidenses fueron desplegados en el Golfo
con ocasión de la primera guerra dirigida por los Estados Unidos contra
Irak. Entonces, ese apogeo de la hegemonía de los Estados Unidos
condujo al autodenominado proceso de paz entre Israel y los estados
árabes, y luego al acuerdo de Oslo de 1993. Todo eso es ya agua
pasada. El factor principal en este resultado es la política llevada a
cabo por la administración de George W. Bush y la catástrofe mayor
que la ocupación de Irak ha demostrado ser para el imperio americano
en general, para el imperialismo de los Estados Unidos. Se ha
convertido en un desastre. Las fuerzas armadas de los Estados Unidos
han tenido que retirarse de Irak sin haber alcanzado ni uno solo de los
objetivos fundamentales que se habían fijado al ocupar el país. Han
debido abandonarle sin siquiera mantener una sola base, nada, sin
siquiera ejercer un control sobre el gobierno, que está bastante más
bien bajo la influencia de Irán. La primera cosa que el gobierno de Irak
ha hecho tras la salida de las tropas americanas ha sido negociar un
acuerdo de armamento nada menos que con Rusia. Irak ha sido un
desastre para los Estados Unidos.

Se encuentran por tanto en una posición de gran debilidad. Los


Estados Unidos se sienten muy débiles en la región y han permanecido
en un segundo plano durante las operaciones de la OTAN en Libia,
manteniendo un perfil bajo, contrariamente a cualquier otra operación
precedente, fuera llevada a cabo por la OTAN (como en Kosovo o en
Afganistán) o no (como en Irak). Se puede constatar muy claramente la
impotencia de Washington en el caso de Siria. En esta situación, la
única fuerza por la que podían apostar eran los Hermanos
Musulmanes.

El emir de Qatar es quien ha arreglado el acuerdo, gracias a su


posición de principal patrocinador de los Hermanos Musulmanes desde
mediados de los años 1990. Washington ha llegado a apostar por los
Hermanos Musulmanes porque ha perdido sus aliados habituales,
como Mubarak y Ben Ali. Como hemos entrado en una nueva fase en la
historia de la región, Washington tiene necesidad en adelante de una
fuerza que disponga de una base popular real. La única fuerza
disponible que han encontrado son los Hermanos Musulmanes, con los
que están bien dispuestos porque tienen con ellos una larga historia de
colaboración. En el curso de los años 1950, 60 y 80 y hasta los años
1990, los Hermanos Musulmanes estaban alineados de hecho con los
Estados Unidos, en particular durante los años 1950 y 1960, cuando
eran vistos en el conjunto de la región como colaboradores de la CIA.
Fue el papel que jugaron en realidad, cuando trabajaron contra el
presidente egipcio Nasser y contra la influencia soviética en estrecha
colaboración con la CIA, con los Estados Unidos y con el reino saudita.
Entonces estaban patrocinados por los sauditas, antes de que pasar a
estarlo por Qatar en los años 1990.

Washington apuesta pues, de nuevo, por ellos. El papel jugado por


Morsi en el episodio de Gaza no es de hecho más que la prosecución
del papel que jugaba el régimen de Mubarak en el pasado, pero con
una eficacia mayor debido a que Hamas constituye la rama palestina
de los Hermanos Musulmanes. Disponen por tanto de una mayor
influencia sobre Hamas y han podido, por consiguiente, negociar este
acuerdo y obtener las felicitaciones de los Estados Unidos. Washington
apuesta por esos tipos, tanto en Túnez, como en Egipto, y como en
Siria en el futuro, cuando caiga el régimen. No hay un país de la región
en el que los Hermanos Musulmanes no estén presentes y no jueguen
un papel importante. Por eso Washington apuesta por ellos y se ha
mostrado extremadamente reservado en sus comentarios sobre lo que
ocurre en Egipto. La administración Obama se mostró de hecho más
dura en sus críticas a Mubarak que en las que dirige a los Hermanos
Musulmanes.

¿Puedes decir algo sobre Siria? En este momento preciso el


conjunto del proceso es increíblemente difícil y violento del
lado del gobierno, y no existe unanimidad en el seno de la
oposición, ni siquiera en el seno de la izquierda opuesta al
régimen, en la medida que segmentos de la izquierda parecen
apoyar al régimen ¿Puedes comentar la situación en Siria?

Siria no constituye una excepción en relación al conjunto de los


levantamientos de la región, en el sentido que nos encontramos frente
a un régimen dictatorial, en realidad uno de los más despóticos de la
región (junto a la Libia de Gadafi y el reino saudita). De otra parte, se
trata de un país en el que la crisis socioeconómica ha sido muy
profunda, con una tasa de paro muy elevada, una tasa de pobreza que
se eleva al 30% y, además, una familia reinante que concentra el
poder y la riqueza en un grado increíble. El primo del presidente sirio
controla el 60% de la economía del país. Su riqueza personal está
estimada en 6 millardos de dólares. Los ingredientes de un cocktail
explosivo estaban reunidos. Y ha estallado.
En la izquierda, están los comunistas que participan en el gobierno
sirio. Es una tradición que existe desde los tiempos de la Unión
Soviética, que mantenía relaciones estrechas con el régimen sirio –
relaciones que han proseguido con la Rusia de Putin. La mayoría de la
izquierda, por no decir toda la izquierda en el sentido verdadero del
término, está en contra del régimen. El partido de izquierda más
importante está representado en el Consejo Nacional Sirio: se trata del
ala disidente de los comunistas, que se escindió en los años 1970 y se
ha opuesto a la colaboración con el régimen.

Creer que el régimen sirio es “de izquierdas” o, peor, que Assad es “un
socialista, un humanista y un pacifista” como ha declarado Chávez de
forma tan fatal es, en el mejor de los casos, ignorancia. Cualquiera que
se reclame de la izquierda no debería tener la menor duda en apoyar
totalmente al pueblo sirio en su lucha contra esta brutal dictadura,
explotadora y corrupta. Más allá de esto, en Siria como en cualquier
país de la región, entre las fuerzas que luchan contra el régimen hay
integristas islámicos. También ocurría tanto en Túnez como en Egipto.
Esto no debe ser tomado como un pretexto para denigrar al conjunto
del levantamiento. En Siria, como en todas partes, la izquierda debe
apoyar sin dudar al movimiento popular contra la dictadura y, mientras
lo hace, especialmente cuando las dictaduras son derrocadas, debe
apoyar a las fuerzas más progresistas del movimiento, siguiendo el
proceso de radicalización en el seno mismo de la revolución que Marx
llamó “revolución permanente”.

12/2012

Traducción de la versión publicada en A l´encontre y revisada por G.


Achcar de la entrevista inicial publicada en International Socialist
Review.

http://alencontre.org/moyenorient/toute-la-region-est-en-
ebullition.html

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

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