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Esclavos Contemporáneos
Esclavos Contemporáneos
Para muestra un botón: No pasó hace mucho, era aún menor de edad cuando salí con mi mamá a
pasear por las calles chacaoenses cuando se consiguió, en la cola del Excelsior Gama, a una amiga
suya más chavista creo que el propio Chávez. Entre sus palabras compartidas con mi progenitora,
comentó que tenía a su marido en un lado, a su suegra en otro y a su hijo en otro. “Si no hago así,
no tengo qué coño comer”. Por primera vez vi los ojos de Chávez en el pueblo de la gente que
creyó en las no muy convincentes palabras suyas sobre su futuro sucesor arrecharse por comida.
Ojos que creyeron en pájaros preñados y ahora se arrepienten cual británico por haber votado a
favor del Brexit.
Los venezolanos nos convertimos en esclavos de lo decadente, de agarrar lo que haya y sin medir
calidad ni precio. Perdimos lo bonito de decidir para acostumbrarnos, lamentablemente, a tener
que aceptar que eso es lo que hay. Lo hacemos por necesidad, porque sí, y no exigimos ni
explicaciones del por qué llegamos a esta situación ni mucho menos el cuándo esto va a cambiar.
El arrancarle la harina PAN a la bachaquera de enfrente se ha convertido en más importante que
exigirle a Maduro, a Pérez Abad o a cualquiera del gabinete ministerial que nos de comida (o le de
materia prima a los productores para ello), que arreglen el problema del agua o la electricidad, o
que al menos le metan mano dura a la inseguridad.