David, Josué, Matías y Andrés jugaban en el bosque, tomados de las
manitas entonando canticos infantiles; hacían bromas, saltaban y estaban muy entretenidos divirtiéndose por las ocurrencias que como niños venían a su mente. Estaban muy felices. De pronto cesaron los cánticos, risas y se hizo un silencio en el cual solo se escuchaba los cánticos de Luis pájaros y el sonido de un riachuelo de agua cristalina que bajaba por una pequeña montaña. Todos los chiquillos se quedaron quietos al ver una figura cubierta de pelo de un color amarillo fuerte al cuál solo se le veían unos grandes ojos que los miraban y que se arrastraba pesadamente en dirección a ellos con fuertes sonidos que asustaban a los niños y ellos se abrazaron permaneciendo así, hasta que llegó a ellos un joven cazador que les dijo que no tuvieran miedo que todo estaría buen.