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EL SOFTWARE

JESUS ENRIQUE CANAL DAZA

CUCUTA NORTE DE SANTANDER


COLEGIO PRIMERO DE MAYO
2018
EL SOFTWARE

JESUS ENRIQUE CANAL DAZA

TRABAJO DE TECNOLOGIA DE
INFORMATICA PRESENTADO A
MARIA FERNANDA BARRERA ROJAS
CUCUTA NORTE DE SANTANDER
COLEGIO PRIMERO DE MAYO
2018

CONTENIDO :

- Concepto de software
- Clasificación de software
- Definición de software
- División de software de sistema
- Características de software de sistemas
- Concepto de software
El software es una palabra que proviene del idioma inglés, pero que gracias a la
masificación de uso, ha sido aceptada por la Real academia española. Según la
RAE, el software es un conjunto de programas, instrucciones y reglas informáticas
que permiten ejecutar distintas tareas en una computadora

- Clasificación de software
Clasificación del Software. El Software es el soporte lógico e inmaterial que permite que
la computadora pueda desempeñar tareas inteligentes, dirigiendo a los componentes
físicos o hardware con instrucciones y datos a través de diferentes tipos de programas.
...Software de Sistema

- Definición de software
Software es un término informático que hace referencia a un programa o conjunto de
programas de cómputo que incluye datos, procedimientos y pautas que permiten
realizar distintas tareas en un sistema informático.

Comúnmente se utiliza este término para referirse de una forma muy genérica a
los programas de un dispositivo informático.

Es un término procedente del inglés, aceptado por la RAE y formado por oposición al
término hardware.

- División de software de sistema

Sirve para controlar e interactuar con el sistema operativo, proporcionando control sobre
el hardware y dando soporte a otros programas. ...Software de sistema Su objetivo es
desvincular al usuario y al programador de detalles del sistema informático en particular.

- Características de software de sistemas

Software de sistema: Su objetivo es desvincular adecuadamente al usuario y al


programador de los detalles del sistema informático en particular que se use, aislándolo
especialmente del procesamiento referido a las características internas de: memoria,
discos, puertos y dispositivos de comunicaciones, impresoras

ENLACES DE LAS PAGINAS WEB


https://definicion.de/software

https://www.google.com.co/search?q=clasificacion+de+software&rlz=1C1CH
BD_esCO754CO755&oq=clasificacion+de+so&aqs=chrome.0.0j69i57j0l4.1225
9j0j8&sourceid=chrome&ie=UTF-8

https://www.significados.com/software/

https://www.google.com.co/search?q=division+de+software+de+sistema&rlz
=1C1CHBD_esCO754CO755&oq=divion+de+software&aqs=chrome.3.69i57j0l
5.14312j0j8&sourceid=chrome&ie=UTF-8

https://www.google.com.co/search?q=caracteristicas+de+software+de+siste
ma&rlz=1C1CHBD_esCO754CO755&oq=caracteristicas+de+software+de&aqs
=chrome.2.69i57j0l5.13731j0j8&sourceid=chrome&ie=UTF-8
El ratón campestre y el cortesano
Publicado por: Esopo

Había un grupo grande de ratones, pero entre ellos había uno que era amigo de un ratón de
la corte que era millonario y nunca le faltaba comida. El otro solo era un campesino que tenía
que buscárselas cada día comiendo solo lo necesario.

Un buen día el ratón campesino motivado por el gran aprecio que le tenía a su amigo invito
al ratón cortesano a que almorzaran juntos, pero el ratón millonario, al recordar que su amigo
era pobre, le dijo que mejor fueran a su casa porque allí tenía de todo, es más hasta le ofreció
que podía llevar algo de comida a su regreso, por eso el ratón campesino acepto con mucho
gusto. Al llegar a su casa, el ratón campesino maravillado con tantos quesos, higos y otras
variedades solo atino a suspirar embelesado y feliz porque su amigo no padecía para comer.

Pero el amigo le dijo:

-Mi estimado amigo, tu vida es como la de las hormigas, tienes que trabajar mucho para
comer tan poco y a veces nada, mejor vente a vivir conmigo. Si vienes nunca te faltara
alimento, y lo mejor es que estaremos juntos y lo compartiremos todo si así lo quieres,
mientras a su vez le mostraba un cuarto lleno de frutas, legumbres y abundante miel. El
ratoncito pobre estaba emocionado y feliz. Solo que algo extraño sucedió de pronto que
irrumpió la amena conversación, alguien entro haciendo ruido creyendo que la casa estaba
sola e hizo que corran los ratones directo a sus escondites, de hecho era un ladrón que quería
robarles la comida y así fue.

Luego salieron los ratones a comer algo de miel e higos, pero otro ladrón ingreso a robar una
vez más. Al ver esto el ratón campesino lo pensó mejor y le dijo a su amigo:

-Lo pensé mejor amigo, tu tienes comida pero no vives tranquilo, en cambio yo, aunque tengo
poco lo consigo y como en paz. En realidad prefiero mi vida como es, sin temores. De nada
me sirve vivir así como tu, te hartas de comida hasta que el temor te hace correr. Lo lamento
pero . . .me voy.

Moraleja:

Es mejor comer poco y vivir en paz, que tener abundancia y vivir en temor. Tu decides.
Los dos mulos | Fábula corta

Dos mulos caminaban por un terreno con cargas sobre sus espaldas. Uno, que trabajaba para
un humilde molinero, cargaba avena. El otro, que servía al rey del lugar, cargaba monedas
de plata.

Paseábase muy orgulloso y altivo el segundo de los mulos con su carga, haciendo sonar al
paso su gran cencerro de oro. Pero aquel sonido alertó a unos ladrones que iban por su mismo
camino. Tras observar bien lo que llevaban, ni cortos ni perezosos, decidieron atacar al
segundo de los mulos. Éste, procurando defender su valiosa carga, resultó finalmente
malherido por los bandidos, quedando tendido y desconsolado sobre el suelo del camino.

-¿Para esto he trabajado tan duro y he soportado tanta carga sobre mis espaldas?- Exclamó
el mulo del rey aturdido.

-Tal vez, lo que aparenta ser un gran negocio, no siempre resulta serlo…- Le contestó el mulo
del molinero.

autor: jean de la fontaine


Fábula La Liebre y el León

Un león vio una liebre dormida y, cuando quiso cazarla, pasó cerca de él un ciervo. Al ver
que se le ofrecía mayor volumen de carne, abandonó a la liebre y corrió en persecución del
ciervo. En ese mismo instante, la liebre, despertada por el bullicio, emprendió rápida huida.
Mientras tanto, el león, cansado de perseguir al ciervo volvió tras la liebre que, corriendo
más que de prisa, se puso a salvo de sus dientes. —Bien me lo merezco —dijo la fiera—.
¿Por qué abandoné la presa segura y corrí tras el cervatillo? Fui ambicioso, en verdad, y me
quedé sin nada que mitigue mi hambre. ¡Que esta experiencia me sirva de lección!

MORALEJA

Ocasión que se va,


quién sabe si volverá.
EL FLAUTISTA DE HAMELIN
Cuento adaptado de los Hermanos Grimm

Érase una vez un precioso pueblo llamado Hamelin. En él se respiraba aire puro todo el año puesto que
estaba situado en un valle, en plena naturaleza. Las casas salpicaban el paisaje rodeadas de altas montañas y
muy cerca pasaba un río en el que sus habitantes solían pescar y bañarse cuando hacía buen tiempo. Siempre
había alimentos de sobra para todos, ya que las familias criaban ganado y plantaban cereales para hacer panes
y pasteles todo el año. Se puede decir que Hamelin era un pueblo donde la gente era feliz.

Un día, sucedió algo muy extraño. Cuando los habitantes de Hamelin se levantaron por la mañana, empezaron
a ver ratones por todas partes. Todos corrieron presos del pánico a cerrar las puertas de sus graneros para que
no se comieran el trigo. Pero esto no sirvió de mucho porque en cuestión de poco tiempo, el pueblo había sido
invadido por miles de roedores que campaban a sus anchas calle arriba y calle abajo, entrando por todas las
rendijas y agujeros que veían. La situación era incontrolable y nadie sabía qué hacer.

Por la tarde, el alcalde mandó reunir a todos los habitantes del pueblo en la plaza principal. Se subió a un escalón
muy alto y gritando, para que todo el mundo le escuchara, dijo:

– Se hace saber que se recompensará con un saco de monedas de oro al valiente que consiga liberarnos de esta
pesadilla.

La noticia se extendió rápidamente por toda la comarca y al día siguiente, se presentó un joven flaco y de ojos
grandes que tan sólo llevaba un saco al hombro y una flauta en la mano derecha. Muy decidido, se dirigió al
alcalde y le dijo con gesto serio:

– Señor, vengo a ayudarles. Yo limpiaré esta ciudad de ratones y todo volverá a la normalidad.

Sin esperar ni un minuto más, se dio la vuelta y comenzó a tocar la flauta. La melodía era dulce y maravillosa.
Los lugareños se miraron sin entender nada, pero más sorprendidos se quedaron cuando la plaza empezó a
llenarse de ratones. Miles de ellos rodearon al músico y de manera casi mágica, se quedaron pasmados al
escuchar el sonido que se colaba por sus orejas.

El flautista, sin dejar de tocar, empezó a caminar y a alejarse del pueblo seguido por una larguísima fila de
ratones, que parecían hechizados por la música. Atravesó las montañas y los molestos animales desaparecieron
del pueblo para siempre.

¡Todos estaban felices! ¡Por fin se había solucionado el problema! Esa noche, niños y mayores se pusieron sus
mejores galas y celebraron una fiesta en la plaza del pueblo con comida, bebida y baile para todo el mundo.

Un par de días después, el flautista regresó para cobrar su recompensa.

– Vengo a por las monedas de oro que me corresponden – le dijo al alcalde – He cumplido mi palabra y ahora
usted debe cumplir con la suya.

El mandamás del pueblo le miró fijamente y soltó una gran carcajada.

– ¡Ja ja ja ja! ¿Estás loco? ¿Crees que voy a pagarte un saco repleto de monedas de oro por sólo tocar la flauta?
¡Vete ahora mismo de aquí y no vuelvas nunca más, jovenzuelo!

El flautista se sintió traicionado y decidió vengarse del avaro alcalde. Sin decir ni una palabra, sacó su flauta
del bolsillo y de nuevo empezó a tocar una melodía todavía más bella que la que había encandilado a los ratones.
Era tan suave y encantadora, que todos los niños del pueblo comenzaron a arremolinarse junto a él para
escucharla.

Poco a poco se alejó sin dejar de tocar y todos los niños fueron tras él. Atravesaron las montañas y al llegar a
una cueva llena de dulces y golosinas, el flautista les encerró dentro. Cuando los padres se dieron cuenta de que
no se oían las risas de los pequeños en las calles salieron de sus hogares a ver qué sucedía, pero ya era demasiado
tarde. Los niños habían desaparecido sin dejar rastro.

El gobernante y toda la gente del pueblo comprendieron lo que había sucedido y salieron de madrugada a buscar
al flautista para pedirle que les devolviera a sus niños. Tras rastrear durante horas, le encontraron durmiendo
profundamente bajo la sombra de un castaño.

– ¡Eh, tú, despierta! – dijo el alcalde, en representación de todos – ¡Devuélvenos a nuestros chiquillos! Los
queremos mucho y estamos desolados sin ellos.

El flautista, indignado, contestó:


– ¡Me has mentido! Prometiste un saco de monedas de oro a quien os librara de la plaga de ratones y yo lo hice
gustoso. Me merezco la recompensa, pero tu avaricia no tiene límites y ahí tienes tu merecido.

Todos los padres y madres comenzaron a llorar desesperados y a suplicarle que por favor les devolviera a sus
niños, pero no servía de nada.

Finalmente, el alcalde se arrodilló frente a él y humildemente, con lágrimas en los ojos, le dijo:

– Lo siento mucho, joven. Me comporté como un estúpido y un ingrato. He aprendido la lección. Toma, aquí
tienes el doble de monedas de las que te había prometido. Espero que esto sirva para que comprendas que
realmente me siento muy arrepentido.

El joven se conmovió y se dio cuenta de que le pedía perdón de corazón.

– Está bien… Acepto tus disculpas y la recompensa. Espero que de ahora en adelante, seas fiel a tu palabra y
cumplas siempre las promesas.

Tomó la flauta entre sus huesudas manos y de nuevo, salió de ella una exquisita melodía. A pocos metros
estaba la cueva y de sus oscuras entrañas, comenzaron a salir decenas de niños sanos y salvos, que corrieron a
abrazar a sus familias entre risas y alborozos.

Era tanta la felicidad, que nadie se dio cuenta que el joven flautista había recogido ya su bolsa repleta de dinero
y con una sonrisa de satisfacción, se alejaba discretamente, tal y como había venido.
La chica de la bicicleta
Paseaba, como todas las tardes, un rato junto al río cuando, de repente, escuché el sonido
de un timbre de bicicleta a mis espaldas. Sin girarme, casi por instinto, me aparté del
camino. Una muchacha sonriente pasó pedaleando. Llevaba puesta una camiseta blanca y
una falda recogida

La seguí con la mirada mientras se hacía pequeña a mis ojos hasta que, al girar en la curva
del molino, dejé de verla por completo. Entonces, inmediatamente, escuché el sonido brutal
de unos hierros estamparse contra el suelo. No lo pensé. Salí corriendo hacia la curva y, al
tomarla, mi sorpresa fue que allí no había nadie

Estaba solo. Miré el sendero, que seguía hacia adelante, y no vi nada. Traté de calcular lo
largo que era para verificar si, en el escaso tiempo que tardé en llegar allí, a la chica le
había podido dar tiempo a recorrerlo. Era imposible. No me salían las cuentas. La única
realidad era que, hasta donde me alcanzaba la vista, allí no había nada

Por un instante comencé a dudar de mis sentidos. Tenía, como por dentro de las tripas, una
sensación compleja de entender, tan desagradable que, sin pensarlo, decidí que la
muchacha estaba allí, de bruces en el camino, junto a su bicicleta rota

Apenas podía verla el rostro, ni siquiera cuando se incorporó un poco, lo justo para sentarse
en el suelo y abrazar su pierna derecha. Me pareció escuchar de su boca un silencioso
llanto

Me agaché para ayudarla, puse mi mano sobre su pierna desnuda, casi sin darme cuenta
de lo que hacía. De la rodilla magullada salían unos hilos de sangre que recorrían su piel
hasta casi los tobillos. Entonces algo me sobresaltó, apenas un susurro, algo que me decía
al oído, simplemente, que debía de parar

Me separé de la muchacha. Dejé de sentir en la palma de mi mano el calor y la dureza de


su gemelo. Fue sólo un segundo, necesitaba incorporarme, tomar aire, pero entonces, en
un torpe pestañeo, la perdí

Me parecía imposible. Sobre el camino ya sólo había una hilera de hormigas que se
desplazaba hacia un saltamontes muerto. Entonces comenzó a martirizarme la extraña idea
de haberla perdido para siempre

Tuve que sentarme. Cerré los ojos, para poder recuperar su imagen en mi memoria; al
principio eran solo fragmentos inconexos; sus manos, sus piernas, y así hasta que
recompuse mis recuerdos en una única figura, clara y global de ella. Pensé que, sólo así,
podría dejarla marchar para siempre.

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