El para llegar al poder era un novato en política, ha tenido pocas
ocasiones de pronunciar grandes discursos. El que dijo al asumir el cargo sorprendió por su virulencia y su estilo abrupto, mientras el que pronunció ante el Congreso, semanas más tarde, también sorprendió, pero por su tono moderado. El marco solemne del edificio de la ONU debería llevarlo a mantener la vista fija en el texto. Tal vez haga mención a los emblemáticos discursos que realizó el el presidente Franklin D. Roosevelt, muerto el 24 de octubre de 1945, unos meses antes de su nacimiento, o John F. Kennedy, que el 25 de septiembre de en 1961 pronunció un vibrante elogio de la diplomacia y llamó a dotar a la ONU de una nueva fuerza y nuevos papeles. “El desarrollo de esta organización es la única verdadera alternativa a la guerra y la guerra ya no es una alternativa racional”, había dicho Kennedy en esa ocasión. Muchas precisiones Se esperan con especial interés lo que Trump diga sobre sus relaciones con Putin, un tema que no ha dejado de envenenar su presidencia desde el primer día, o sobre el cambio climático, luego que anunciara en junio el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, firmado por 194 países. Pero más allá de estos asuntos espinosos, la traducción de su eslogan de campaña “Estados Unidos primero” al terreno diplomático necesita aún muchas precisiones. Máxime cuando el septuagenario presidente ha propuesto drásticos recortes (de un 30%) al presupuesto diplomático, presta muy poca atención a la secretaría de Estado y no se ha privado de criticar duramente a la ONU, una organización sobre la cual opinó, hace solo un año, que no es más que “un club en el que la gente se junta, conversa y pasa un buen momento.