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Yuri Causil.
Yamileth Betancourt.
¿Signo?
El signo consiste en una representación. También se puede definir como lo que está por lo que no
está. Un ejemplo cotidiano lo encontramos en la señales de tránsito: cuando los conductores se
detienen al ver el semáforo en rojo, el color se convierte en un signo, debido a que posee un valor
agregado, que es detenerse.
El ser humano es un animal simbólico, teniendo la capacidad de convertir en signo todo lo que
tocamos. Esto quiere decir que, no importa qué, no puede dejar de establecer procesos de
significación, ya que toda nuestra realidad se construye con signos. Vemos signos, y también lo
somos. La mayoría instituciones sociales se fundan a partir de procesos simbólicos. La escuela, por
ejemplo, los jóvenes reconocen a una persona como docente, lo cual representa autoridad.
Tipos de signos
Existen signos voluntarios o involuntarios, que se determinan según la relación con el sujeto. Por
ejemplo, tener la mejillas rojas es signo involuntario, dado que no depende del individuo, al igual
que cuando se sonroja, etc. Es clasificación se da por la finalidad que se propone el sujeto. Por otro
lado, están los signos-función y los signos históricos, división propuesta por Barthes. Los signos
función engloban aquellos objetos que no han sido históricamente determinados como signos.
Mientras que los signos históricos, como su nombre lo dice, representan aquellos que se han
consolidado en el aspecto cultural con el pasar del tiempo, como el vestir de negro en un funeral.
San Agustín diferencia los signos naturales y los signos artificiales, basándose en una relación signo
y el objeto significado. También encontramos los signos instrumentales y formales, el primero que
se caracteriza por remitir a otro signo, y el segundo por relacionar el signo anterior con el mundo.
Hay una clasificación relevante que se da según la relación del signo con el objeto de significado: 1)
Iconos, cuya relación con el objeto se basa en la semejanza figurativa, por ejemplo, la papelera del
computador tiene cierta semejanza con la real. 2) Índices, aquellos que muestran evidencias físicas
del objeto, por ejemplo, las pisadas en la arena representa que alguien camino por allí. 3) Símbolos,
signos resultados de una convención, y no guardan semejanza, por ejemplo, el color rojo en el
semáforo simboliza pare.
Propuesta de Sausurre.
Sausurre concibe la relación semiológica como una relación diádica. Para él, el signo lingüístico
relaciona un concepto y una imagen acústica. Se hace la analogía con una moneda. Ambos términos
tendrán una función, el concepto es definido como el significado, y la imagen acústica, como el
significante. Es de esta manera que, cuando se produce la imagen acústica, necesariamente va
acompañada de una conceptualización, es el ejemplo de que cuando una persona dice “gato” y uno
se imagina un conjunto de características y logra identificar de lo que se habla.
Se logra salir del círculo vicioso proponiendo una distinción entre la palabra y el concepto,
partiendo de la idea que ambos son signos, sin embargo, de diferente naturaleza. El primero es un
instrumental, es decir, conlleva a otro signo, mientras que el segundo, es un signo formal que remite
instantáneamente hacia las cosas. Al concebir al concepto como un signo formal se sale del círculo,
ya que el individuo no se queda solo en el lenguaje, sino que evidencia al objeto. El problema se
remota cuando se objetiva el concepto tomando el ejemplo de términos matemáticos; sin embargo,
Frege propone que no se puede concebir al signo formal de esa naturaleza, ya que éste depende de
sensaciones e imágenes sensibles. Se considera, de mejor manera, al concepto como mediador de
las palabras y conceptos.
El signo lingüístico es instrumental, debido a que su función es dirigir al interpretante hacia otro
signo. Es el caso de la palabra, por ejemplo, cuando en una conversación alguien menciona un
objeto, la persona no se dirige en primer lugar hacia al objeto, sino al concepto del objeto que tiene
en su pensamiento
El signo conceptual es formal debido a que remite instantáneamente al objeto. Primeramente está el
signo instrumental, que conlleva al conceptual, y luego este, por su carácter formal, relaciona a la
palabra con la cosa.
Este enfoque propone una relación dualista entre el lenguaje y el pensamiento. En primer lugar, en
el proceso de comunicación se daría el pensamiento fuera del lenguaje, y después, en el segundo
momento, lo pensado sería expresado. Esto conlleva a pensar que en una conversación, las personas
codifican sus pensamientos en un signo lingüístico, que es descifrado por el receptor. Este
planteamiento significa un problema en la traducción, debido a que se asume que el lenguaje es
privado. Wittgenstein propone una analogía en la que cada uno tiene una caja en su interior, y nadie
la puede ver. Entonces si no puedo mirar la caja del otro, no estoy seguro que estaré descifrando su
mensaje bajo los mismos patrones.
Hay 4 críticas que atacan la idea radical de que todo pensamiento depende del lenguaje. En primer
lugar, se resalta la contradicción en la que entra Whorf, al él mismo afirmar que hay realidades
radicalmente distintas. Si la lengua fija la interpretación del mundo, la persona siempre estaría
inmersa esa visión del mundo y no se podría comprender que no hay solo una visión de la realidad,
ni mucho menos, lograr asimilar una visión distinta de la que se tiene. En segundo lugar, no se
podría estudiar objetivamente el lenguaje, ya que si el lenguaje coincide con el pensamiento, no hay
discurso en torno al lenguaje independiente a este. La tercera crítica intenta desmentir la idea de que
el único medio para objetivar y formalizar las cosas del mundo es el lenguaje, atacando el supuesto
del que el mundo es un caos de sensaciones, y por tanto, la sensación y la percepción carecen de
formalidad. Por último, que el mundo sea estructurado de forma diferente en las diversas lenguas,
no implica un determinismo lingüístico porque las diferencias son descriptibles.
Para Peirce el lenguaje se comporta como el vehículo del pensamiento, porque toda idea es signo y
participa esencialmente de la naturaleza del lenguaje. Por ejemplo, si una persona dice “¡Tengo frío!
no sólo es una expresión, sino que contiene lo que la persona piensa y siente. De esta manera, la
relación es intrínseca. Esta concepción conlleva a pensar que el hablar no es una mera actividad
técnica, sino que necesita de una actividad mental altamente consciente. “Hablar es la actividad
racional por excelencia”. Dada la premisa de Peirce, no hay cábida del hablar por hablar, ya que el
desarrollo de la lengua involucra el dominio de un conocimiento.