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Hannah Arendt Entre el pasado y el futuro Ocho ejercicios sobre la reflexin politica ‘Traduccién de Ana Poljak pe EDICIONES PENINSULA BARCELONA VI. LA CRISIS EN LA CULTURA: §U SIGNIFICADO POL{TICO Y SOCIAL feocupacién atin reciente entre los intelectuales res- ‘del fenéineno, relativamente nuevo, dela cultura de s. La propia denominacién deriva de una expresion nucho més vieja: «Sociedad de masas»; el Supuesto bé- ue es fundamento técito de todas las discusiones so- este tema es que Ta cultura de masas, logica e inevita~ jente; es la cultura de la sociedad de masas. El hecho fis significativo de la breve historia de ambas expresio- G5 €s qué, mientras hace unos pocos aos atin se usaban adiccién en sus términos—, hoy ya se han vuelto réspe- able tema de inmimeros estudios y proyectos de investi- j6n, cuyo principal efecto, como sefialé Harold {gsenberg, ¢s «aftadir a lo kitsch una dimensién intelec- Esta «intelectualizaci6n de lo kitsch» se justifica di- endo que, nos guste o no, la sociedad de masas va a se- i presente en el futuro previsible y, por consiguiente, pefiar un-papel tan-decisivo en-el desarrollo del arte derno, y por qué pueden proyectar su influencia.en ses cuya vanguardia intelectual. y_artistica adopté jrtas actitudes antiamericanas, Sin embargo, tiene la nsecuencia poce feliz de que-el malestar profando que propia palabra «cultura» puede evocar precisamente tre quuienes son. sus méximos representantes. veces ” su seuleura», la en lugar de luchar simple y abiertamente por sus | propios intereses fuera de Ja regiones bajas) donde se sue ponia que estaba la realidad, para ascender hacia las rex giones més elevadas, las no-reales, donde se consideraba J ‘que tenfan su espacio propio la belleza:y el espiticu. Esta hnuida de a realidad a través del arte yla cultura.es impor= tante no silo porque dio a a fisonomia del filisteo cultus ral oeducado susrasgos mis distintivos, sino también por- que probablemente fuel factor decisivo en la rebelién de Jos artistas contra los patrones recién encontrados; todos ellos olfan el peligro de que los expulsaran de Ia realidad, para mandarlos a una esfera de refinado lenguaje, en don de lo que ellos hacfan hubiese perdido toda significacién, _ Era algo bastante dudoso lo de ser reconocido por una so ciedad que se habia vuelto tan «refinada» que, por ejem= plo, durante la escasez.de patatas en Irlanda, no iba a de= gradarse ni a correr el riesgo de que la identificaran con una realidad tan desagradable usando esa palabra, sino que 310 _tangibles—librosy cuadtos, estatuas en la época se refetf al tan cofriente vegetal diciendo «ese tabérculor. Esta anéedota contiene, en estado latente; la | definicién de cultura filistea.» Sin duda, lo que se juega aqui, mucho més que el esta- do psicolégico de los artistas, es la condicién objetiva del mundo cultural que, en fa medida en que contiene cosas iclos y mitsica— es continente y da testimonio de todo tn pasado conocido © depaises ynaciones y dela hnmanidad misma, En este sen tido, el nico criterio no social y auténtico para juzgar esos objetos especificos de la cultura es su relativa permanencia ‘y su final inmortalidad. En iltima instancia, sélo lo que perdura por siglos puede definirse como un objeto cultu- ‘al. Elnicleo de la cuestion es que, en cuanto se convirtie- ronen el objeto de un refinamiento social individual y de Ja posicion que a él se le acuerda, las obras inmortales dél pasado perdieron su cualidad més importante y elemental, Jade atrapary conmover al lector ol espectadoralo largo | del tiemnpo. La propia palabra «cultura» se volvi6 sospe- ‘chosa, precisamente porque connotaba esa «biisqueda de la perfecci6n que para Matthew Arnold era idéntica a Ia «biisqueda dea dulzurayy dela luz». Las grandes obras de | arte no son merios maltratadas cuando sirven a fines deau- ‘toeducacién 0 autoperféccién que cuando sirven a otros propésitos; mirar un cuadro para aumentar él conocimien- ‘to que s¢ tenga acerca de un periodo determinado puede ser tan ity legitimo comollo es usar un cuadro para tapar |] unagujero dela pared. En ambos casos el objeto de arte se 3, Estos datos los he tomado de G. M. Young, Victron Englend. | Pareraitof n dpe, Nueva York, 1954. gir ‘usa para fines ulteriores, Texlo esaceptable en la med ‘qiue se sepa que e50s us0s,legitimos ono, no const adecuada relacién con larte, Flproblema del flisteoed ado no era que leyese los clisicos, sino que lo hacia‘ eado por Ia meta posterior del autoperfeccionamient notomaba conciencia de que Shakespeare o Platén podian tener para decirle cosas més importantes que la de ¢6 ediucarse. El problema estaba en que esa persona habia es: capado hacia una regién de «poesta pura» para mantener fuera desu vida ala realidad —por ejemplo algo tan «pros silico» como tuna escasez de patatas—o para verla a tra deunvelode 4u2 ; tn bien social que podia ponerse en circulacién y con tirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, socia= es ¢ individuales. En owas palabras, en un principio el filisteo desprecié “Jos objetos culturales hasta que el filisteo culto se apode~ 16-de ellos como valor de cambio, con el que se compraba ‘una posicién més alte en la sociedad o adquirfa un mayor _gtado.de autoestima (mayor que el que-en su propia opi- nin se merecfa por su indole o por su nacimiento). En ‘este proceso, los culturales reciban.el mismo trato que ‘cualquier otro valor, eran Jo que siempre habian sido: va= lores de cambio, yal pasarde mano en mano se desgasta- " ban como monedas antiguas: Asi perdieron la que en su "origen es la facutad peculiar de todos los objetos culeura- | les: la facultad de captar nuestra atencién y conmovernos. Cuando sucedié esto, a gente empezé a hablar dela ade- vyaluacién de los valores» y el final de todo el proceso se | produjo.con las «rebajas de los valores» (dusverkauf der Werte) en os afios veinte y treinta en Alemania, en os cua ‘enta y.cincuenta en Francia, cuando los «valores» cultu- | ralesy morales se liquidaban a bajos precios. Como el filistefsmo cultural ha sido un asunto del pa~ sado en Europa, y mientras tanto se puede ver en las «te- bajas de los valores» el fin melancélico dela gran tradicién de Occidente, todavia es tema de discusién si el hecho de descubrir a los grandes autores del pasado sin ayuda de | ninguna tradicién es mas dificil que rescatarlos de todas Tas necedades del filistefsmo educedo. ¥ la tarea de con- servar el pasado sin Ja ayuda de'la tradicién, y:a menudo incluso contra las normas einterpretaciones tradicionales, | ¢sla misma para toda la civilizacién occidental. En el pla- 333 no intelectual, aunque no en el social, Estados Unidosy scindibles como el pan y la came. Gomo se suele decir, ici “sven para pasar el rato, vel tiempo libre que se pasa por pasar noes tiempo de ocio, en sentido estricto-—el tiems | poren que estamos libres de todas las preocupaciones y.ac- ‘ividades propias del proceso vital, y por consiguiente li- bres para el mundo y su cultura; sino més bien tiempo sobrante, ain biol6gico en su naturaleza, después de ha= ber cumplido con el trabajo y el descanso. El tiempo va- -efo que, se supone, lena el entretenimiento es un hiatoen el ciclo biologicamente condicionado del trabajo, en el ‘«metabolismo del hombre con la naturaleza», como solia decir Marx. En las condiciones modernas, este hiato crece sin ce= | sar; cada vez hay més tiempo libre que se ha de llenar con | algcin entretenimiento, pero ese enorme aumento de ho- as vacias no cambia la naturaleza del tiempo. Como el | trabajo y el suetio, el entretenimiento es una parte indis- cutible del proceso de la.vida biol6gica, un metabolismo | que siempre se alimenta de cosas devorsndolas,ya ea du- rante a actividad o en el-deseanso, ya esté inmersa en el consumo 0 en Ja recepcién pasiva de las diversiones. Los productos que ofrece Ia industria del entretenimiento no son «cosas», objetos culturales cuyo valor se mide por suv capacidad de soportar el proceso vitaly convertirse en ele- ‘mentos permanentes del mundo, y no tendrian que juz _ garse segéin esas normas; tampoco son valores que estén all para ser usados e intereambiados: son bienes de con- sumo que tienen que ser agotados, como cualquier otro objeto de consumo. Panis et circenses, es verdad, van juntos; ambos son ne~ ‘cesarios para la vida, para su conservacidn y recuperacién, esté cortado y debemos deseubrir el pasado por n ‘ismos, es decir, leer a quienes lo integran como si nad Jos hubierslefdo antes, En esta labor, la sociedad de ma poco habitual en los Estados Unidos del siglo xrx, precie samente porque el pais atin era esa «vastedad sin historia» de la que tantos escritores y artistas americanos trataron de huir; puede que por esto la ficcién y la poesia nortea- mericanas hayan mostrado sus valores propios ya desde ‘Whitman y Melville. Habria sido muy poco afortunado quesaparte de los dilemasy de las perearbaciones de la cule turay dell sociedad de masas, hubiera aparecido tn ine justificado y ocioso anhelo de una situaci6n que no es me= jor sino s6lo un poco més anticuada. La diferencia principal entre sociedad y sociedad de | ‘maasas es quizd que la sociedad queria la cultura, valorizaba ydesvalorizaba los objetoscultuales como bienes sociales, ‘usaba y abusaba de ellos para sus propios fines egofstas, perono los «consumfan. Aun en su mayor desgaste, esas cosas segufan siendo cosas y conservaban cierto cardeter “objetivo; se desintegraban hasta convertirse en un montén_ de escombros, pero no desaparecian. Por el contrario, la sociedad de masas no quiere cultura sino entreteni= ‘miento, y Ia sociedad consume los objetos oftecidos por la industria del entretenimiento como consume cualquier otro bien de consumo,jLos productos necesarios para el entretenimiento son ttiles para el proceso vital de la sociedad, aun cuando para la vida puedan no ser tan im= 314 a5 yambos se desvanecen en el curso del proceso vital, es ir, hay que producirlos y ofrecerlos una y otra vez para que el proceso no se cierre para siempre. Las normas q para juzgarlos se apliquen han de ser la frescura y la nove dad, yla medida en que hoy usamhos esas normas parajuz gar los objetos culturales y artisticos, cosas:que—se st pone—deben permanecer en el mundo incluso después de que lo hayamos dejado, indica con claridad hasta qué punto la necesidad de entretenimiento ha empezado a ser ‘una amenaza para el mundo cultural. No obstante, el pro= blema no nace en realidad de la sociedad de mases nidela industria del entretenimiento que abastece las necesida= des de-esta sociedad. Por el contrario, la sociedad de mae sas, al no querer cultura sino sélo entretenimiento, prox bablemente es menos amenazante para la cultura que él filisteismo de la buena sociedad; a pesar del muchas veces escrito malestar de los artistas e intelectuales en parte quizéa causa de su incapacidad para penetrar en la ruido= sa trivialidad de los entretenimientos masivos—, son las artes y as ciencias, diferenciadas de todos los asuntos po= liticos, las que siguen floreciendo. En cualquier caso, mientras la industria del entretenimiento produzca sug propios articulos de consumo, ya:no podremos repra~ charle la calidad poco duradera de e30s bienes, val como, no podemes reprochar al panadero que produzea una ‘mereanefa que, sino queremos que pierda calidad, debe- ‘mos consumir recién hecha. Una marca del filisteismo, educado fue siempre el desprecio hacia el entretenimien= toyla diversién, porque no se podia sacar de ellos ningiin ~evalop+. Laerdad es que todos tenemos necesidad de ene ‘retenimiento y diversion de una w otra clase, porque to= 316 dos estamos sometidos al gran ciclo de la vida,y es pura hhipocresfa o esnobismo social negar que nos pueden di- vertiry entretenier exactamente lis mismas cosas que divier ten y entretienen a las masas de nuestros congéneres: En loquesetefiere a susupervivencia, sin duda la cultura esta ‘menos amenazada por los que ocupan su tiempowacio con entretenimientos que porlos que lo llenan con algtin me= ‘eanismo educative fortuito para mejorar en su-considera= " ci6n social. En lo que se refiere ala productividad artist a, resistir ante las tentaciones masivas.de la cultura de " masas, 0 evitar que el estrépito y las patrafias dela socie= | dad de masas nos descoloquen, no deberia ser ms dificil que soslayar las tentaciones mas sofisticadas y los sonidos iis insidiosos de los esnobs culturales en la sociedad re~ | finada. Por desgracia, la cosa no es tan sencilla. La industria del entretenimiento se enfrenta a apetitos pantagruélicos -y como sus bienes desaparecen por el consumo; tiene que | ofrecer nuevos articulos constantemente. En esta disyun> tiva, los que producen para los medios masivos exploran todo el campo det pasado y del presente de la culeura con, Ja esperanza de encontrar material adecuado, Ademis, ese ‘material no se puede ofrecer tal como es, sino modificado para que sea entretenido, preparado para su fécil consumo. Lacultura de masas se conereta cuando la sociedad de | masasse apodera delos objetos culeurales, ysu peligro esté ‘en que el proceso vital de ta sociedad (que, insaciable como todos los procesos bioldgicos, en su ciclo metabsli- co arrastra todo lo que puede) consuma literalmente los | objetos culturales, los fagocite y los destruya, Por supues- to queno me refiero a la distribucién masiva, Cuando los 37 libros.o las reproducciones de-cuadros se llevan al do a precios bajos y se venden grandes cantidades, est afecta ala naturaleza de los objetos en cuesti6n.\Pero sy. naturaleza se ve afectada cuando los objetos mismos sus fren cambios como tna nueva escricura, la condensacién ‘0 resumen, la reproduccién hecha sinceridad o-la adaptae cién para el cine: Esto no significa que la cultura se difne daenJas masas, sino que se destruye la cultura para brindar ‘entretenimiento§ La consecuencia no es la desintegracién sino el deterioro, y quienes lo promueven no son los cotn- ‘positores populares sino un tipo de intelectuales especial, a ‘memido bien formados ¢informados, cuya tinica funciénies ‘organizar, difundir'y cambiar-los objetos culturales para ‘convencer alas masas de que Hamlet puede ser tan diverti= da como My Fair Lady, y quizé igualmente educativa, Hay muchos grandes autores del pasado que sobrevivierom a si glos de olvido y abandono, pero atin no esta probado que podrian sobrevivira‘una versiOn para entretenimiento de. Jo queellos tenian que decir. ‘La cultura se relaciona con objetos y es un fenémena | del mundo; el entretenimiento se relaciona con personas. ‘yesuin fendmeno dela vida. Un objetoees cultural en la ‘medida en que puede perdurar; su durabilidad es la anti« tesis misma dela funcionalidad, lacualidad que lo hacede= saparecer de nuevo del mundo fenoménico una ver usado y-desgastado. La gran usuaria y consumidora de objetoses lpropia vida, la vida del individuo y la vida de la sociedad ‘como un conjunto. ¥ lavida es indiferente al earécter mise ‘mo del objeto: pone el acento en que todo sea funcionaly responda a determinadas necesidades. La cultura conte peligro cuando todas las cosas y objetos mundanos, pro~ 318 | sidad y es lo que las hizo perdurar a través de los si ducidos por el presente 0 por el pasado, se ven amenaza- dos como meras funciones para el proceso vital de la so- tiedad, como si fueran los vinicos capaces de satisfacer Cierta necesidad, y para esa fancionalizacion casicarece de importancia que las necesidades en cuestidn sean ‘de una ‘categoria suprema o infimna. Que las artes han de ser fun- cionales, que las catedtales colman una necesidad religio- sa del cuerpo social, que un cuadro nace de la necesidad " de autoexpresarse de un pintor determinado y que el ob servador lo contempla por un deseo de autoperfeccionar- | se, son todas ideas tan poco conectadas con el arte his- téricamente tan nuevas que Solemos tener la tentacién de rechazarlas como prejuicios modernos. Las catedrales se construfan ad maiorem gloriam Dei; si bien como edificios | llenaban las necesidades de la comunidad, sin duida, su ela- borada belleza jams se puede explicar através deesas me= | cesidades, que también podia haber colmado otro edificio distinto; La belleza de las catedrales trasciende toda nece- pero mientras a belleza—Ia belleza de una eatedral como lade cualquier edificio secular— trasciende necesidadesy | funciones, nunca trasciende al mando, hi siquiéra cuando | cl contenido de la obra es religioso. Por el contrario, la propia belleza del arte religioso es lo que transforina los | intereses y contenidos religiosos y no mundanos en reali= dades mundanas tangibles;en este sentido, todo arte esse- cular, la diferencia del arte religioso est en su eapacidad de «secularizar» —reificar y transformar en una presen- cia mundana «objetivas, tangible— lo que antes habia | existido fuera del mundo, y por tanto no tiene importan- cia que sigamos la religion tradicional y localicemos ese 319 Be se las isla dela esfera de las necesidades vitales humanas. Este alejamiento se puede lograr de muy distintos modos, y sblo donde se produce de verdad nace la cultura en su sentido especifico. ‘Aqui no se trate de si la mundanidad, la capacidad de fabricary crear un mundo, ¢s parte de la «naturaleza» hu- | mana, Sabemos que existen personas sin mundo como sa- bemos que existen hombres no mundanos; la vida hum: ‘na en sf misma requiere un mundo, porque necesita un espacio sobre la tierra mientras dure su estancia en ella Cualquier cosa que hagan los hombres para darse un eo- bijoy poner un techo sobre sus eabezas —incluso las tien das de las tribus némadas— puede servi como un hogar sobre la tierra para los que vivan en esos momentos; pero | estono implica queesos actos den origen al mundo, ymu= | cho menos ala cultura, En el sentido propio de la palabra, ese hogar mandano se convierte en un mundo sélo cuan= doa totalidad de las cosas fabricadas se organiza de modo ‘que pueda resistir el proceso consumidor de la vida de las | personas que habitan en él y, de esa manera, sobrevivirla, Hablamos de cultura en el-caso exclusivo de que esa su pervivenciaesté asegurada;y cuando nos enfrentamos con cosas que existen independientemente de todas las refe- rencias utilitarias y funcionales, y cuya calidad se mantie- ne siempre igual, hablamos de obras de arte, Por esta causa, cualquier anilisis de la culeura viene que partir del fenémeno del arte. Mientras el earfcter de cosa de todas las cosas con que nos rodeamos estriba en | que tengan una forma para mostrarse, s6lo las obras de arte estin hechas con el fin ‘nico de su aspecto, Bl crite- ‘io pertinente para juzgar el aspecto es la belleza; si que- «fuera» al otro lado de un mis allé, 0 que sigamos las plicaciones modernas y lo situemos en lo mas recéndita, ;unaags ‘irud distinta ante labellezay la sabiduria, alas que se pne= de amar s6lo dentro de los limites establecidos por la ins- titucién de la pals. En otras palabras, era una especie de hiper-refinamiento, una sensibilidad indiscriminada que no sabja cémo elegirlo que se condenarfaaser barbaro, yno ‘una primitiva falta de cultura tal como la entendemos nosotros ni cualquier cualidad especificaen las propias co- ‘a culturales. Quiz més sorprendente sea que, en esta sentencia, la falta de viilidad, el vicio de la afeminacion, que asociarfamos con un amor demasiado grande hacia la belleza o el esteticismo, se menciona en esta frase como el peligro espectfico dela filosofia;y que el conocimiento del ‘modo de legar al objetivo o, en nuestras palabras, del modo de juzgar—algo que podriamos haber supuesto como un. asgo propio de lafilosofia, disciplina que tiene que saber como se legs @ la verdad— se considere necesario parala telacién con la belleza. 'Nos preguntamos si a filosofia en el sentido griego —aue empieza por , Ocruottew, y termina (al ‘menos para Platén y Aristételes) en la contemplacién ‘nda de una verdad desvelada— puede llevarnos ala inac= tividad mis facilmente que el amor a la belleza. De otta parte, epodria ser que el amor a la belleza siga siendo bar baroa menos que esté acompaiado por a eU7eheva, a fa~ cultad de tener agudeza de juicio, discernimiento y, en una 328 palabra, diseriminacién, por esa rara y-mal definida capa- eidad que porlo comin lamamos gusto? Por sktimo, zpo- dria ser que ese justo amor a a belleza, la relacién ade- cuada con las cosas bellas —a cultura animi que hace que el hombre se ocupe de cuidar las cosas del mundo, la que ‘Cicerén, a diferencia de los griegos, adscribi6 a la filoso- fia; tenga algo que ver con la politica? ¢Podria ser que | el gusto fuera una de las facultades politicas? ara entender los problemas que presentan estas pre- _guntas es importante recordar que la cultura y el arte no son la misma cosa. Una forma de comprender a diferen- cia entre ambas es tener presente esto: Jos mismos hom- ‘bres que exaltaban el amor labelleza ya cultura delamen- te compartian la honda y antigua desconfianza sentida hacia los atistasy los artesanos fabricantes de las cosas que después se mostraban y admiraban. Los griegos, aunque no los romanos, tenfan una palabra para nuestro concep- to defilistefsmo, y el vocablo, cosa muy curiosa, deriva de Seéveruros, una vor aplicable al artista yal artesano; ser un filisteo, un hombre adherido a la banausia, ala vulgaridad, indieaba entonces y ahora una mentalidad exclusivamente utiitaria, una ineapacidad de pensar y juzgar las cosas como no sea porsu funcién o utilidad, Pero el artista mis- ‘mo, por ser un fivauvos, no estaba exento de que sele re- | prochara su filisteismo, un rasgo que, precisamente, se consideraba como un vicio muy habitual en los que domi- naban una téxvm, en los fabricantesy artistas. Para la en talidad griega, no habfa contradicci6n entre alabat Ia ac- ci6n de gxdoxehetv, de amar la belleza, y desdefiar a los «que producen con sus manos la belleza. La desconfianza y el desprecio conereto alos artistas surgia de consideracio- 329 nes politi ticas e incluso és opuesta a ellas. La principal raz6n ‘desconfianza ante la fabricacién en todas sus formas esque _| se trata de una actividad utilitaria por su naturaleza mista La fabricaci6n, pero no a accién oel discurso, siempreim= plica medios y fines; en rigor, la categoria de medios y fic nes obtiene su legitimidad del Ambito de la acci6n y de la {fabricacin, en el que un fin claramiente reconocible, el producto final, determina y organiza todo lo que desem= ppfia un papel en el proceso: el material, las herramientas, lapropia actividad e incluso las personas que participan en 41; todos estos elementos se convierten en simples medios paraun fin y estén justficados como tales. Los fabricantes no pueden dejar de considerar que todas esas cosas son ‘medios para sus fines 0, como suele suceder, de valorar to das las cosas por su utilidad especifica. En el momento en ‘que este punta de vista se generaliza y extiende-a otros campos distintos del de la manufactura, aparece la bana sia. ¥los griegos sospechaban con razén que ese fiisteise ‘moesuna amenaza para el campo politico por un lado, ob viamente, porque juzga la accién con las mismas horinas de wtilidad vlidas para la fabricacion, porque pide que la aecién aleance un fin predeterminado y porque permite hhacer uso de cualquier medio que favorezca sus fines; por ‘otra parte, también amenaza al campo cultural mismo, porque lleva a una devaluaci6n de'las cosas como cosas ‘que, si se impone la mentalidad que dio vida a esos obje= 105, tna vez. mas se juzgard de acuerdo con la norma utile ‘aria y, por tanto, perders su valor intrinseco, indepen diente, y por ltimo se convertiré en un puro medio, Eh 330 1a fabricacién de objetos, ineluida Ia produc. ‘in artisica, no esta en el campo de las actividades he le conviccién tan honda que, en la Repabli | mantuvo vivo el enfrentamiento y no se Heg6 a un ‘ras palabras; la mayor amenaza para la existencia de un ttabajo consumado surge, precisamente, dela mentalidad aque le dio origen. De esto se deduce que las normas y re~ ‘glas que por fuerza deben prevalecer para azar, edificar y decorar el mundo de los objetos en que nos movemnos pier © den su validea,y se vuelven de verdad peligrosas cuando se aplican al propio mundo como producto. Sin duda, esto no refleja todo el curso de la relaci6n entre politica y arte. En su primera etapa, hubo en Roma el convencimiento de que los artistasy los poetas se ocu- paban de un juego infantil en nada acorde con la gravitas, laseriedad y dignidad propies de unromano, y fue una antes de que se impusiera la influencia griega, se suprimieron todos los | talentos artsticos que asomaban. Por el contrario, en Ate | nas-l onficto entre politica y arte munca se zanjédema- nefa inequivoce en favor de una u otra~lo que, ala vez, pudo ser una de las razones del extraordinario-despliegue de genios artisticos en:la Grecia clisica—, siempre se ferent ‘mutua entre ambos campos. Los griegos, por de~ | cirlo asi, podian afirmar: «el que no haya visto ab Zeus Olimpico de Fidias ha vivido en vano» y al mismo tiempo: «las personas como Fidias —es decir, los escultores— no | se merecen la ciudadania». Por su parte, en elmismo pe- | riodo en que alaba el buen grrorogety ygudoxaneCy, a | relacién activa cona sabiduria ya belleza, Pericles se pre- cia de que Atenas sabria cémo poner en su lugar a «Ho- mero y'su ralea», de que la gloria de las hazafias dela ciu- | dad ser tan grande queno necesitara de los fabricantes de gloria profesionales, los poetas y artistas que reifican la pa- 332 Jabra viva yet hecho vivo, transformndolos y convirti dolos en objetos lo bastante permanentes como pata lies var Ja grandeza hasta la inmortalidad de la fama. Hoy somos mis propensos a sospechar que el eamy de la politica y de la participacién activa en los asuntosy blicos origin6 el flisteismo y evité el desarrollo de una mentalidad cultivada, que pueda mirar las cosas seqzin su ‘verdadero valor, sin considerar su funcién y su utilidad Claro esta que una de las causas de este traslado del énfae sis es que por motivos ajenos a estas consideraciones-— a. mentalidad de fabricacion invadi6 el campo politico hasta el punto de que damos por sentado que la accién, més atin que la fabricacion, esta determinada por la eate= goria delosmedios los fines. Sin embargo, esta situacion tiene la ventaja de que los fabricantes y los artistas pudiex ron dar salida a sus propios criterios sobre estos temas y articular su hostilidad contra los hombres de accién. Tras esta hostilidad hay algo més que la competicién por el pix blico. Elproblema es que el Homo faber no mantiene:con el-campo poblico y.su carscter de tal la misma relacién ‘que, a través de su aspecto, configuracién y forma; man= tienen con ese émbito las cosas que él hace, Para estaren condiciones de afiadir constantemente ¢osas nuevas’ al mundo existente, él mismo tiene que estar aislado de la gente, debe buscarun refugio y apartarse. Las actividades politicas verdaderas, aetuar y hablar, por otra parte, nose pueden llevar adelante sin la presencia de otros, sin gen= te, sin un espacio constituido por la mayorfa, La actividad del artista yla del artesano, por tanto, estén sujetas a com= diciones muy distintas de las que rodean las actividades politicas, y es muy comprensible que el artista, tan prom= 332 ‘10 como empiece a expresarsus criterios sobre cosas poli= ticas, sienta porel campo especificamente politicoy su ca- ‘récter piblico la misma deseonfianza que siente la pals por Ja-mentalidad y las condiciones de la fabricaci6n. Fsta’es: Ja-verdadera desaz6n del artista, no con respecto a Iy's0- ciedad sino a la politica, y'sus eserdpalos y desconflanza ‘J ante ia actividad poltica no son menos legitimos que la desconfianza delos hombres de aceién ante la mentalidad "del Hono faber: De agut nace el éonflieto entre arte y'po- Iitica; un conflicto que no pudo ni debia resolverse. Sin embargo, el micleo del asunto es que el conflicto, | que separaba'a los hombres de Estado'y'a los artistas por sus respectivas actividades; ya no esté presente cuando | trasladamos nuestra atenci6n dela actividad artistica pro- piamente dicha alos objetos mismos que deben encontrar un Tugar en el mundo. Esos objetos comparten con los -eptoductos» politicos —las palabras ylos hechos—lair- | -cunstancia-de que les es necesario cierto-espacio piiblico | enel que puedan estar y servistos; pueden aleanzarsu pro= pio ser; que es la apariencia, slo.en un mundo comin a todos; en el espacio limitado de la vida y la posesién pric | vadas, los objetos artisticos no pueden alcanzar suvvalidez | inherente; por el contrario; han de Ser protegidos de la po- | sesividad de las personas, y:no importa si esa proteccién | consiste en instalarlos en lugares sacros —monasterios € iglesias~ o bajo el cuidado de museos y de curadores de ‘monumentos, aunqueel lugaren que los guardamos sea racteristico de nuestra «cultura», es decir, de Ta forma en | que nos relacionamos con ellos, En términos generales,la | cultura indica que el eampo pablico, al que los hombres | de accién hacen seguro, ofrece su espacio de exhibicién 333 para las cosas cuya esencia implica tener una aparieng ser bellas, En otras palabras, la cultura indica que el ag politicas que siseabandonan a s{mismas, van yvienen sin dejar huella en el mundo, la belleza es Ia. manifestacign, misma de la indestructibilidad. La fugaz grandeza dela palabra della obra puede permanecer en el mundo siem- pre que esté unida a lo bello, Sin belleza, es decir, sin.esa ¢loria radiante en que se manifiesta la inmortalidad po- tencial en el mundo humano, toda lavida humana seria fie tila grandeza no podria perdurar, Lo que conecta al arte y a la politica es que ambas on fenémenos del mundo pablico. Lo-que media en el.con- flicto entre el artista y el hombre de accién es la cultura ‘animi, 0 sea, una mente tan adiestrada y cultivada que se puede confiar en ella para que se ocupe y cuide-de-un mundo de apariencias cuyo criterio bésico ¢slabelleza. El motivo por el cual Cicer6n atribuy6 esta cultura a un os nocimiento de la filosofia fue que para él s6lo los filéso- fos, los amantes de la sabidurfa, se acereaban a las cosas como meros «espectadotes», sin ningsin deseo de adqui- tir algo para si mismos, por lo que comparé alos ilésofos con Jos que, cuando van a los grandes juegos y festivals, ino buscan «ganar la distinci6n gloriosa de una corona» ni ‘obtener «ganancias comprando o vendiendo», sino que acuclen atraidos por el . En losjui- ios estéticos, tanto como en los politicos, se adopta tuna decisién y, aunque siempre esté determinada por cierta | subjetividad, por el mero hecho de que cada persona ocu- | pa unugar propio desde el que observa y juzga.al mundo, ‘esa decisin también deriva del hecho de que-él mundo mismo es un dato objetivo, algo comin-a todos sus habi- tantes, Laactividad del gusto decidela maneraen queeste | mundo tiene que verse y mostrarse, independiente de su utilidad y de nnestro interés vital en’él: la manera en que los hombres versn y lo que oirsn‘en él. El gusto juzga al ‘mundo en sus aparienciasy en su mundanidad; su interés ‘en el mundo es puramente «desinteresadom, y eso signifi- ‘ea que no hay en él una implicaci6n ni de los intereses vi- tales del individuo ni de los intereses morales del yo. Para as. Kant opi 6,78. 339. los juicios det gusto, el objeto primordial es él mun ‘el hombre ni'su vida ni suyo! “Ademis, los juicios de gusto en general se-consi arbitrarios porque no vinculan, en el sentido em que Ios hechos demostrables la verdad probada mediante argu ‘mentaci6n obligan'a mostrar acuerdo. Comparten con as ‘opiniones politicas su persuasividad; la persona que juggs como lo dice Kant con mucha elegancis— s6lo puede sgalantear en busca del consentimiento del otro con la ‘esperanza de legar, por iltimo, aun acuerdo con él." Este -«galanteo» o ppersuasién se corresponde en todo-con lo {que los griegos Ilamaron mecBeww, convencer y persuadir por la palabra, algo que vefan como la forma tipicamente politica en que las personas hablaban entre sf La persia: si6n regia las relaciones de los ciudadanos de la poli, que ‘exclu la violencia fisica; pero los filésofos sabfan que tam= bign se distinguia de.otra forma no-violenta de coaccién, lacoaccién mediante la verdad. La persuasi6n aparece en, ‘Arist6teles como lo opuesto a Buadeyeoau; la forma fis los6fica de hablar, precisamente porque este tipo de dislo= ose referfa al conocimiento y a la bisqueda dela verdadly, por tanto; exigia un proceso de pruebas indiscutibles. La altura ya politica, pues, van juntas porque no es el 60> nocimiento o la verdad lo que en ellas esta en juego, sino és bien el juicio y a decisién, el cuerdo intereambio dé opiniones sobre la esfera de la vida publica y el mandoco- iin y la decisién sobre la clase de acciones que se ems prenderin en él, ademés de cudl debers ser su aspecto en adelante, qué clase de cosas deben aparecer en él 16, Bid, 2. 340 Tan extrafto puede resultar que se clasifique'el gusto, Taactividad culeural mas importante, que debo afiadir aes- ¥4as consideraciones otto hecho mucho més familiar pero "menos contemplado en términos tebricos. Todos sabemos ‘bien que las personas se reconocen con gran rapidez,y que “de manera inequivoca pueden sentir que estén’hechas la una para la otra, cuando descubren una concordancia en Jo quelles agrada y desagrada. Desde el punto de vista de esta experiencia comin, es como si el gusto decidiera no s6lo qué aspecto ha de tener el mundo sino también quié- | nes pertenecen en é1 conjuntamente. Si pensamos en este | sentido de pertenencia en términos politicos, estamos ten- J tadosdemirar el gusto como un principio deorganizacién esencialmente aristocritico. Pero su significado politico quiza tiene tuna proyeccién mayor y ala vez més profun- da. Cuando las personas juzgan las cosas del mundo que Jes son comunes, en sus juicios hay otras implicaciones, aparte de esas Cosas. Hasta cierto punto, por su modo de juzgar una persona.se revela.asiimisma, muestra sumodo de ser, esta manifestaci6n, que esinvoluntaria, gana va~ | lidez hasta el punto de liberarse de las meras caracterist as individuales. Pues bien, precisamente es en el:eampo dela acci6n y el discurso, es decir, el campo de las activi- ddades poltticas, donde esta cualidad personal pasa a primer | plano pablico, donde se manifiesta «el que uno és», mas | que las cualidades y talentos singalares que pueda tener. Enh este sentido, el espacio politico, una vee mas, es la an- titesis del campo en el que viven y trabajan el artista y el fabricante, y en el que, en iltima instancia, siempre cuen- tan la calidad y los talentos del que hace y a calidad de las cosas que hace. Sin embargo, el gusto no implica s6lo juz- 340 ‘notas— que elija un ejemplo romano para ilustear el senti= -d0 en que el gustoes a capacidad politica que humaniza de verdad la belleza y crea una euleuta. Conocemos tna pe- ciliarsentencia ciceroniana que parecerfa una formulacién deliberada para contradecir el lugar comin por entonces muy difundido en Roma: «Amicus Socrates, amicus Plato, sed ‘mugis aestimanda veritas». Este viejo adagio, se esté de acuerdo con él o no, puede haber ofendido el sentido ro- F mano de bumanitas, de la integridad de la persona como persona, porque en él se sacrifice el valor humano y a ca- {tegoria personal, junto con Ia amistad, en aras de la prima- cia de una verdad absoluta. De todos modos, nada puede “estar mas alejado del ideal de una verdad absoluta, peren- toria, que lo que dijo Cicerén: )y, como see fala Harder (obra cit), a gravedad de Atco consiste en ques plicga on dignide ala filosfia de Epicur, en tanto que su humanidad se mest a través dea reverenca que sene por latin, lo que es pres a de su libertad interior 344 345 VII. VERDAD ¥ PoLfTI¢a* Elttema de estas reflexiones es un lugar comin. Nadie ha dadado jamés que la verdad y a politica nunca sellevaron demasiado bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes politicas, Siempre se vio a la mentira como una herramienta necesaria y justificable no sélo para la actividad de los politicos y los demagogos sino también para la del hombre de Estado, :Por qué? ¢Qué + Bote ensayo nacié de a presunta controversiasrgida tras lap blicaciin de Bicbman in Jerwslem. Su fialidad es poner en claro.dos temas distintes, pero conexos, de los que no tomé conciencia antes y ‘uya importancia pareiatrascender la ocasén, Fl primero se refere ala euestin de siempre ei legitimo decir la verdad, des ereo sin te- rants en lo de iat veritas, e perent mundus. segundo surgi de a ‘enorme cantidad de mentiras que se uraron en Is «controvsrsiav:men- tirasrespecto alo que yo habia escrito, por una parte, respect alos Ihechos sobre los que informaba, por otra. Las siguientes reflexiones ‘procurarin abordar ambos asontes, También pueden erie como ejem- | plodeloque ocure con un tems inuy epic cuando selolew ala bre- ‘ha existente entre l pasado yl ura, que tl verse el gat mésade- cezado para cualquier reflesién. Fl lector encontearé una breve consideracin preininar acerca de esa brecha en el Prélogo, 347

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