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Ocho Armas Desconocidas y Letales de La Época de Los Tercios de Flandes
Ocho Armas Desconocidas y Letales de La Época de Los Tercios de Flandes
Una cita del autor clásico Tibulo (siglo I a. C.), con la que empieza la película de
culto «El oficio de las armas» (2001), sintetiza la melancolía que, a principios de siglo
xvi, se extendió entre los condotieros, que veían cómo un cobarde con un arcabuz a 50
metros podía acabar incluso con el más valeroso guerrero:
«¿Quién fue el primero que inventó las espantosas armas? Desde aquel
momento hubo estragos y guerras y se abrió un camino más corto a la cruel muerte.
¡Aun así, el miserable no tiene la culpa! Somos nosotros los que usamos mal aquello
que él nos dio para defendernos de las feroces fieras»
Martillo de lucerna
La ahlspiess y el candeliere
Según explica Molina Fernández es una de las entradas sobre armas raras, el
probable origen de ambas armas está en la evolución de una lanza corta para enfrentarse
a hombres de armas a pie, de modo que el candeliere sería el «arma madre» del
ahlspiess, diseñada para enfrentarse a los coseletes de las primeras filas de un cuadro de
picas con un arma de la longitud normal de una pica común. Estas armas fueron
desapareciendo de los campos de batalla cuando lo hicieron los coseletes completos,
esto es, cuando el poder de penetración de las armas de fuego dejaron sin empleo a las
armaduras de metal. Conforme ganaron precisión los cañones, se hizo más
recomendable moverse rápido que esperar blindado los cañonazos.
La estrella del alba
La estrella del alba, también conocida como hisopo porque a algunos les
recordaba al objeto litúrgico con el que se lanza agua bendita, se suele vincular
exclusivamente a la Edad Media, pero la realidad es que fue un arma muy utilizada en
tiempos de los Tercios de Flandes, especialmente en la zona de Centroeuropa y el norte.
Se trata de un arma compuesta por un asta (de una longitud de entre 1,50 y 1,80 metros)
con un extremo más ancho o bien con una cabeza metálica en el extremo, que además
tiene púas por toda su zona de ataque y una punta de lanza. En resumen, una mezcla
entre una lanza y una maza a dos manos.
El mangual y el mayal
Dentro de la misma familia que la estrella del alba, pero con cadenas, deriva el
mangual (también llamado látigo de armas) y el mayal. Al igual que la anterior, también
el mangual y el mayal se suelen vincular erróneamente a la Edad Media, cuando la
realidad es que la mayoría de los ejemplares que hoy se conservan proceden de los
siglos XVI y XVII. Incluso en ese periodo eran, como reseña Molina Fernández en su
página, armas relativamente raras, salvo quizás el mayal de guerra, aunque fueron muy
representado en tratados alemanes del siglo XVI.
El órgano
En una lista de armas raras del Siglo de Oro no puede faltar un represente de la
artillería. Molina Fernández cita, entre otros, el órgano o ribadoquín por sus peculiares
características. Esta pieza de artillería formada por más de cuatro tubos estaba diseñado
para lanzar una descarga de pólvora a corta distancia contra tropas en cercanía. Su uso
más propicio era, por tanto, en la defensa de fortificaciones, en brechas de muralla o
zonas especialmente estrechas, donde las tropas enemigas no podían maniobrar para
evitar la descarga. No en vano, su punto débil procedía de su lentitud de recarga, que
con el tiempo se mecanizó y perfeccionó algo. A mediados del siglo XVII, estas armas
fueron sustituidas paulatinamente por armas más polivalentes como cañones armados
con botes de metralla.
Espadas gemelas
Para llevar a cabo esta técnica eran necesarias dos espadas de guarniciones
simples diseñadas para engarzarse entre sí en sus mangos de tal forma que pueden
envainarse en la misma vaina como si fueran una misma espada, pero en realidad son
dos. Como recuerda Molina Fernández, «la habilidad y destreza necesarias para usar
dos espadas a la vez es más elevado que con otras armas por lo que la mayoría de
esgrimistas preferían la clásica daga de mano izquierda o un broquel». Para gustos, los
colores.