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Domiciano Martínez Cruz1

 

Desde inicios de la década de los noventas, el sistema bancario internacional ha estado


sometido a continuos cambios motivados por factores tales como la implantación de
nuevas tecnologías, la globalización de la economía y la desregulación. Esto ha
conducido, como consecuencia, su acelerada integración internacional. En efecto, dada
la disposición global a la reducción de las barreras de entrada, el sector ha ido
consolidándose mediante los procesos de fusiones y absorciones, tanto entre entidades
nacionales como internacionales. Esto supone un cambio estructural en las condiciones
en que compiten los bancos, apreciándose dos fuerzas aparentemente contrapuestas. Por
un lado, la posible reducción de la competencia debido al aumento de la concentración,
como consecuencia de los procesos de fusiones entre bancos nacionales. Pero, por otro
lado, el fomento de la libre competencia propiciada por la reducción de las barreras de
entrada, la cual ha impulsado la entrada de bancos extranjeros mediante las fusiones y
absorciones entre entidades internacionales.

En el contexto, es importante mencionar que en la literatura existente aún no hay


unanimidad respecto al resultado global, es decir, si estas transformaciones han
supuesto un aumento o una disminución de los niveles de competencia. Analicemos dos
casos extremos de estructura de mercado a partir de la teoría de la organización
industrial. Supongamos que en este proceso un sólo banco gana poder de mercado y,
por lo tanto, la competencia cae al extremo monopólico. Entonces ese banco sería capaz
de cargar precios superiores a los competitivos que derivarían en costos sobre el
bienestar, descompensando cualquier beneficio asociado a dicho proceso. Este
comportamiento es ampliamente analizado por Berger, A. N. y Timothy H. Hannan
(1998).

1
Doctorado en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana
Ahora supongamos el otro extremo: que entran tantos bancos a la economía de modo
que la competencia se aproxima al sistema perfecto. Teóricamente, el efecto es muy
conocido: los bancos se comportaran competitivamente, serán tomadores de precios
cuando maximicen sus beneficios, de modo que los precios y los costos son mínimos.
Una oferta muy grande de créditos son ofrecidos. El bienestar es máximo, pues la
competencia asegura que estos créditos serán ofrecidos a precios inferiores.

No obstante, investigaciones más recientes han creado cierta incertidumbre respecto a


que la competencia en el sistema bancario conduzca necesariamente al máximo
bienestar. Cetorelli (2001), por ejemplo, hace una compilación de los principales
artículos que tratan el problema. El corolario que extrae es que ni la competencia
perfecta ni el monopolio son las estructuras de mercado más deseables. Un ambiente
competitivo promueve la eficiencia en la asignación de recursos, pues fomenta una
mayor oferta de crédito a una tasa de interés inferior. Sin embargo, dicho ambiente
también puede conducir a los bancos a asumir mayores riesgos para mantener la
rentabilidad perdida debido a la entrada de competidores. Un sistema bancario que
exhibe cierto poder de monopolio, en cambio, puede mejorar la disponibilidad de
crédito para ciertas firmas, y puede proveer incentivos a los bancos para proteger los
préstamos, mitigando el comportamiento a asumir riesgos excesivos, que también ayuda
a la asignación eficiente de los recursos. Según esto, algún grado de poder de mercado
es necesario para alcanzar cierta estabilidad, por lo que puede ser socialmente preferible
a la competencia perfecta.

Este ³trade off´ competencia-estabilidad es, por mucho, también una preocupación de
los encargados de formular políticas públicas. Además de procurar conductas
competitivas, un objetivo que también persiguen es asegurar cierta estabilidad en el
conjunto financiero, donde los bancos son el subconjunto articulador. No obstante las
diversas investigaciones, aún no hay unanimidad en los resultados. En general, la
recomendación más frecuente es que el objetivo prudente sea no eliminar el poder de
mercado, cuando este sea la estructura prevaleciente, sino facilitar un entorno que
promueva la competencia. De esta forma, sus potenciales costos pueden ser mitigados,
aunque quizá se realicen residualmente algunos de sus beneficios. En cambio, si se está
en un entorno competitivo, sus efectos nocivos para la estabilidad podrían ser
manejados a través de una regulación prudencial. En cualquier caso, significa introducir
en el sistema a un agente externo, es decir, un poder coercitivo sobre la libre actuación
de los agentes

En general, la introducción de un regulador en la teoría económica, se justifica sobre la


base de la existencia de fallos de mercado que impiden que los agentes alcancen niveles
de equilibrio considerados socialmente óptimos (teoría del interés público). Dichos
fallos se deben a 1) la presencia de comportamientos no competitivos, 2) mercados con
información incompleta (asimetrías de información) y, 3) la importancia de las
externalidades. En la teoría bancaria, a estos tres argumentos se agregar un cuarto: 4) el
carácter de bien público del dinero que como señala Steinherr (1990) convierte en
improbable que un equilibrio de mercado sin regulación sea óptimo. Los bancos crean
dinero y participan activamente en los mecanismos de control monetario y creación de
medios de pago en una economía. Para optimizar el valor del dinero como bien público
y garantizar la eficacia del mecanismo de control monetario hace necesario la
supervisión especial de estas entidades.

Se deriva, entonces, que el objetivo de la regulación bancaria está enmarcado en una


doble perspectiva: una vertiente microeconómica (debido a los puntos 1 y 2) y una
macroeconómica (debido a los puntos 3 y 4). Desde la perspectiva microeconómica, el
regulador persigue preservar la firmeza del sistema bancario, mediante promover la
confianza del público en su adecuado funcionamiento. Igualmente, debe velar porque
los bancos compitan entre sí, eliminando ineficiencias originadas por su poder de
mercado de las que puedan derivarse sucesivas rentas de monopolio.

En la perspectiva macroeconómica, el regulador busca garantizar la estabilidad del


sistema financiero. Esto se hace minimizando la probabilidad de que ocurran pánicos
bancarios articulando instrumentos que eviten potenciales efectos contagio o quiebras
bancarias encadenadas vía conexiones interbancarias. Es quizás en el caso de estos
efectos contagio en el que posiblemente esté más justificada esta intervención externa,
pues puede ser vista como una prima de seguro ante pánicos, en ocasiones irracionales,
que pueden acelerar la probabilidad de quiebra del sistema.

En suma, la introducción del regulador debe ser para promover la competencia


(eficiencia económica) en el mercado, haciendo compatible este principio con el de la
firmeza del sistema bancario (estabilidad). No obstante, mientras el primer objetivo es
un ensayo secundario, el segundo es prioritario. Esto debe remarcarse desde el
principio; es decir, que la regulación especial sólo debería justificarse para asegurar la
estabilidad del sistema bancario y monetario más no para eliminar exclusivamente
determinadas estructuras monopolistas dentro del sector. Dos importantes costes
sociales pueden derivarse de la inestabilidad del sistema bancario: la potencial quiebra
del sistema de pagos y la posible ruptura del mecanismo de crédito de la economía.

Ahora bien, encontrar el papel óptimo del regulador no es, en absoluto, muy sencillo.
En efecto, una regulación, por ejemplo, que se convierta en una garantía de protección,
no sólo reduce la autodisciplina de estas entidades; en el peor de los casos, podría
alentarlos hacia ciertos patrones de riesgo moral, comportamientos que, en última
instancia, pueden incrementar la probabilidad de una quiebra. De la misma forma, una
mayor protección a los depositantes (como el seguro de depósitos) también tiene
importantes contrapartidas como la reducción de los incentivos de supervisión por parte
de ellos o la eliminación de los mecanismos de autodisciplina de los propios bancos,
efectos, que en conjunto, han dado lugar a una asunción de mayores niveles de riesgo.

Entonces, a pesar de que es posible justificar la introducción del agente regulador en la


teoría bancaria, el problema que enseguida aparece es explorar el contexto regulatorio
óptimo2. Más aún, es necesario examinar si el mercado no puede alcanzar igualmente
los mismos objetivos que un agente regulador. Si así fuera, la regulación bancaria no
estaría justificada; su presencia sólo introduciría importantes distorsiones en el libre
funcionamiento de los mercados. En este contexto, por mercado se entiende al conjunto
de agentes privados que ejercen una supervisión y control de la entidad, incluido el
propio banco que puede autorregularse.

Las preguntas que aparecen enseguida no siempre tienen respuestas triviales e implica
algunas cuestiones fundamentales. ¿Cuál es la estructura competitiva que equilibra
óptimamente la eficiencia con la estabilidad: es la competencia perfecta, el monopolio

2
A este respecto Hellman, Murdock y Stiglitz (2000) proveen resultados útiles para esta exploración. Los
autores examinan instrumentos regulatorios entre requerimientos de capital y seguro de depósitos con
ambos extremos de estructura de mercado.
puro o algo intermedio? Considerando la estructura competitiva prevaleciente en el
sistema bancario, ¿Existe alguna regulación que facilite dicho equilibrio?

Atender adecuadamente estas preguntas es inevitable, ya que es indispensable


comprender de qué modo los objetivos que se plantean podrían afectar al sistema
financiero en general. La presente investigación centra su atención en estas preguntas,
tomando en cuenta que las respuestas hasta ahora dadas no son en algún modo
concluyentes. Al admitir que los extremos de la estructura industrial no son deseables,
la solución óptima puede estar en algún punto medio entre la competencia perfecta y el
monopolio puro. El tipo de regulación que mejor optimice el trade off debe, además,
considerar hacia qué extremo está más sesgada la industria.

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La teoría económica actual, es decir, aquella en la que se basa la mayoría de las políticas
económicas de los países, busca explicar cómo a partir de decisiones individuales e
independientes se llega a la compatibilidad de dichas decisiones, con una asignación
eficiente de los recursos. El mercado es el mecanismo que coordina los intentos de estos
agentes individuales e independientes para maximizar su propio bienestar, dada sus
preferencias y sus recursos. Entonces, la teoría muestra que con un sistema completo de
mercados, que coordina las actividades de estos agentes, dado un conjunto finito de
recursos, puede conducir al equilibrio en todos los mercados. Así, el mercado y el
equilibrio son situaciones naturales.

En un modelo de equilibrio general como el de Arrow±Debreu, el teorema fundamental


del bienestar muestra que la competencia perfecta es una condición necesaria para la
eficiencia. Bajo esta condición inicial, la conducta de agentes maximizadores resultará
sistemáticamente en un equilibrio Walrasiano. En cambio, bajo condiciones iniciales de
competencia imperfecta, la teoría trata de explicar los fenómenos alejados de esa Y 
o economía objetivo, y cómo llegar a ella.

En esa perspectiva la firma bancaria no es muy distinta a cualquier otra empresa, en


tanto que es un productor racional. En el modelo de equilibrio general el banco es un
agente de conducta racional. Busca el máximo de sus beneficios sujeto a su restricción
tecnológica; es precio aceptante, considera dados los tipos de interés que enfrenta (de
préstamos, de depósitos y el interbancario, fundamentalmente). Espera recibir de los
consumidores una oferta de depósitos de pendiente positiva respecto a su tasa de interés.

Estos recursos son demandados por las empresas en función de una curva de demanda
de pendiente negativa. La empresa que necesita financiamiento para llevar a cabo su
producción, elige el nivel de inversión y su financiación que mejor maximicen sus
beneficios mediante dos fuentes: el crédito bancario y la emisión de títulos. El
consumidor, que también es un agente racional, elige un perfil de consumo y una
distribución de sus ahorros, entre depósitos bancarios y títulos o bonos, que maximicen
su función de utilidad, sujeta a su restricción presupuestal. El cuadro se completa con la
presencia del gobierno. Este financia su déficit emitiendo títulos y dinero de alta
potencia que utilizan los bancos para financiar sus reservas obligatorias en el banco
central.

Se supone que todos los agentes cuentan con información perfecta, si bien podría
introducirse la incertidumbre sin alterar significativamente los resultados, dado que los
mercados son completos. Pero aquí surge un problema. Bajo este supuesto, el único
equilibrio posible es aquel donde los bancos obtienen unos beneficios nulos. Esto se
debe a que los títulos y los depósitos son sustitutos perfectos3, y la única solución
interior es cuando la tasa de interés de los depósitos son iguales a la tasa de rendimiento
de los bonos. Para la empresa, los préstamos bancarios y los títulos son también
sustitutos perfectos, por lo que, de igual forma, la única solución interior es cuando la
tasa de interés por los préstamos es igual a la tasa de rendimiento de los bonos.

Se desprende inmediatamente que el único equilibrio posible es aquel en el que todos


los tipos de interés son iguales (Freixas y Rochet, 1997). En otras palabras, cuando la
tasa de interés por los depósitos es igual a la tasa de interés por los préstamos y a la tasa
de rendimiento por los bonos. En consecuencia, las decisiones de los bancos no influyen
en otros agentes, ya que las economías domésticas son totalmente indiferentes en lo que
se refiere a la distinción entre el crédito bancario y los títulos. Con este breve análisis de

3
El supuesto de bienes sustitutos es otra condición restrictiva pero necesaria, sin el cual difícilmente se
garantizaría la unicidad de equilibrio en esta teoría.
la empresa bancaria, el paradigma de Arrow-Debreu conduce a un mundo en el que
estas instituciones son superfluas, no se toma en cuenta sus complejidades.

La teoría propone esencialmente dos maneras (complementarias) de evitar el


decepcionante resultado. El primero es el paradigma de la información incompleta, que
explica por qué los mercados financieros no pueden ser completos y muestra por qué
existen los bancos. El segundo está basado en el enfoque de la organización industrial,
que considera que los bancos ofrecen esencialmente servicios a los consumidores
(depositantes y prestatarios) y que las transacciones financieras no son más que el
homólogo visible de estos servicios. A partir de ello, una variedad de desarrollos
relacionados con la medición de la actividad bancaria han conformado tres grandes
corrientes de investigación (véase Freixas y Rochet).

La primera, cuyo enfoque es el de la producción, define la producción bancaria como


los servicios prestados tanto a los depositantes como a los prestatarios. Se basa en el
supuesto de la sucursal local, que transfiere el dinero percibido a la sucursal principal y,
por tanto, su actividad se concentra en la atención a los depositantes y prestatarios, y sus
factores son únicamente el capital y el trabajo.

La segunda corriente es el enfoque de la intermediación, que al igual que la anterior


desarrolla la teoría microeconómica clásica de la empresa aplicada a la banca y se
diferencia únicamente en la definición de la actividad bancaria. Este enfoque es
aplicado fundamentalmente al concepto de la sucursal principal, que no se encarga de la
atención de los clientes sino del proceso de transformación de activos. Los factores son
los depósitos recibidos por las sucursales y los fondos que el banco consigue como una
alternativa de fuente de recursos; así, el producto es definido por el volumen de
préstamos e inversiones.

El tercero es el enfoque técnicamente más avanzado en la teoría bancaria. El enfoque


³moderno´, incorpora en la teoría microeconómica clásica las características de la
actividad, tales como el riesgo y el manejo de la información, y tiene en cuenta algún
tipo de problemas de agencia. Se introduce el paradigma de la información asimétrica,
que convierte al banco en un intermediario financiero experto en la producción de
información acerca de las empresas, de modo que puede distinguir los riesgos buenos de
los malos, resolviendo en la economía el problema de la información asimétrica entre
prestamistas y prestatariosÖ. Así, el banco es capaz de prestarle fondos principalmente a
las empresas buenas, por ello está en condiciones de ganar un rendimiento más alto
sobre sus préstamos que el interés que tiene que pagar a los depositantes. La utilidad
resultante le da el incentivo a participar en esta actividad de producción de información.

Esta nueva forma de modelar la actividad bancaria permite desaparecer cualquier


constricción que pudiera existir en las tasas de interés entre prestamistas y prestatarios;
se trata de un tipo de imperfección en el mercado de capitales que permite al banco
obtener un beneficio. La eficiencia económica (en la producción y en la asignación) ya
no depende solamente en la escala de producción y la oferta masiva de capital para las
empresas a tasas más bajas; el grado en que el crédito es provisto a los proyectos más
productivos y menos riesgosos se vuelve también relevante. La idea de que los bancos
pueden mejorar la eficiencia en la asignación de capital se basa en la premisa de que no
sólo intermedian ahorro e inversión, sino que, además, producen información.

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Son dos los problemas que se originan debido a la información asimétrica. El primero es la Y
  y ocurre antes de la transacción: los riesgo de crédito potencialmente malas, son los que buscan
más activamente un préstamo. Así, las partes que tienen más probabilidades de producir un resultado
indeseable son también los que tienen más probabilidades de comprometerse con una transacción. El
segundo es el    que se presenta después de la transacción: el prestamista corre el riesgo de
que el prestatario participe en actividades que son indeseables desde su punto de vista porque hace menos
probable que el préstamo sea devuelto. Como veremos más adelante, la solución es parcial, pues resuelve
solamente del lado de la relación banco-empresa. El problema ahora se traslada en la relación banco-
depositante, ya que éste último no sabe cómo se comporta el banco en la toma de riesgos.

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