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TRAMAS

Fue… una revelación.


Se me ocurre decirle “una revelación” a eso que me paso.
Fue ver un mapa, una trama, un diseño intencional, ejecutado con precisión, con
esfuerzo… con saña.
Un acontecer subterráneo, velado, secreto….
Un plan … ¿Un plan en marcha, iniciado… hace … más de 5000 años?
O antes, … O el plan fue primero y lo visible, lo aparente, ¿lo cotidiano…
después?
Quizá… el plan y lo evidente, hayan ido desarrollándose juntos.
Quizá…los primeros en pensar ser comandos de “la realidad” lo intuyeron
oscuramente, sin precisión… Quizá fue una banda de cazadores del fin del
paleolítico…Talvez las pinturas en las piedras fue su primera manera de “crear” un
mundo secreto que se mostraba a la luz… que se ocultaba en su mostrarse…
Talvez si… tal vez fue así…
Yo, lo había sospechado siempre… desde que era un niño miraba a la gente, los
miraba a todos… Y de vez en cuando, con periodos variables de tiempo entre una
intuición y otra… descubría ciertos gestos, ciertos silencios, ciertas palabras,
miradas, señas…
Podía suceder que el sujeto en cuestión fuera solo uno… “un” sospechoso… o
podía suceder que fueran dos, tres o todo un grupo.
Había un taller chapista-mecánico… donde iba con mi viejo de pibe.
7 u 8 años tendría yo… recuerdo que ese era un lugar donde entre “algunos” de
los que trabajan allí y “algunos” de los “amigos” que iban… existía una conexión
secreta. Algo entre ellos se tramaba, se sostenía, se ocultaba a la vista de los
demás que miraban… pero no “veían”.
Fue de niño que empecé a aprender esto, a darme cuenta, de que la mayoría de
las personas… ven… pero no miran, no entiende las razones profundas de lo que
ven, ¡se quedan con la mentira opaca que las cosas muestran… que los que
comandan “lo que pasa” … hacen que se vea!
¡Un juego de prestidigitación… el “mago” muestra… para que no se vea!
¡Cuanto más se muestra! ¡Menos ... se ve!
¡Lo dice Tzun Zu en “¡El arte de la guerra” … se debe mostrar mucho donde no
importa que se vea, para ocultar lo que no debe ser visto!
Esto se repite en diversos escritos sagrados y esotéricos…
Se repite en “todas las tradiciones culturales” pero… no “se dice” …
El secreto funciona desde el comienzo… desde la primera pintura rupestre.
Mi primer intento de ser parte de los iniciados, de los poseedores del secreto, fue
a los 12 años… quise perder mi virginidad y así acceder a “ese” conocimiento que
decían tener los que “la habían puesto”.
¡Y bueno… estaba bañado, peinado… me puse una chalina que tenía entonces y
que yo entendía… me quedaba muy elegante y … arranque pal quilombo!
12 años tenía! ¡Todo un hombre! ¡Y bueno… llegué, manotie el picaporte y entre…
fui hasta el mostrador (lo de Pepe… se llamaba el lugar) y ya sabedor de la
terminología del lugar… dije “voy a pasar!”. Había “otros hombres” sentados en las
mesas (era también bar), todos iniciados en ese arte…claro. Alguno me miro un
tanto asombrado por mi entrada…solo, decidido, un poco fuera de lugar…Sentía
ojos en mi espalda…pero “mis ojos” … solo miraban adelante, allí, donde debía
aparecer “la mujer”, la pitonisa, la sacerdotisa, la Machi, la puta, que me iba a
llevar a ser parte de ese otro mundo, de ese otro saber, de esa dimensión
especial, de ese otro lugar… Y apareció… no recuerdo la cara, por supuesto ni
idea del nombre que me dio si es que me dio alguno… si recuerdo su desprecio
ante mi inexperiencia, su forma cruel, violenta de hablar. Se me paro, la entre, me
moví, disfrute… pero no acabé, aún no había tenido nunca un orgasmo
eyaculatorio, así que considere normal que todo fuera gozar de penetrarla y de
sentirla dura tocando su piel, mirando sus tetas… no esperaba nada más…
Talvez fue por eso… por no acabar. O talvez porque ese lugar no pertenecía a la
organización,(quizá era solo un quilombo) o la mujer no pertenecía a los dueños
del secreto (solo cogía por plata) o, porque me lo negaron a mi… me lo
escamotearon, solo me vendieron lo que pague…un polvo ( ni polvo al fin y al
cabo porque no polvie nada)…Me mostraron solo lo que se ve…no conseguí
ninguna revelación, después estaba igual… con la misma incertidumbre, la misma
ignorancia, la misma sospecha. “Me están vendiendo humo!!!”.
Resulta que había cogido (¡yo creía!) y “a la final” … ninguna novedad! ¡No veía, ni
sentía, ni pensaba, ni me pasaba, ni entendía, nada nuevo!... Todo igual que
antes, cuando coger era una expectativa, una pregunta, un deseo amado y temido
(como todos los verdaderos deseos). ¿Qué había pasado o que no había pasado?
Esa vez lo deje así… espere… seguí yendo al quilombo, empecé a acabar… me
gusto… pero… nada nuevo, salvo una sensación corporal, un orgullo de varón que
empezaba a ejercer de eso, una expresión sobradora para los que aún no sabían
de ese gusto… y nada más. ¡De revelación… nada!
Pero la pregunta insistía.
La evidente (aunque disimulada y oculta) relación secreta, cómplice, entre algunos
sujetos de algunos grupos (invisible para la mayoría), la gestualidad enigmática de
ciertos evidentes iniciados (¿quiénes eran los “otros” que “veían” igual que yo?),
las acciones concertadas (con apariencia de casuales) la intencionalidad oculta de
reacciones colectivas (incentivadas, estimuladas, “fabricadas” por los
complotados) … todo, todo eso… me exigía saber!
Dos exigencias tenía… ¿Quiénes eran los otros como yo? Y ¿Quiénes eran los
complotados?
En esa época inicial… pensaba en “los complotados” … un único grupo secreto…
una trama única subterránea, una única asociación…
Creía que tenia que haber “un grupo”, una secta una organización que operaba
por debajo de la línea de visibilidad de “lo público” y comandaba las cosas, sabían
“como era”, incluso… mas que “saber” lo “hacían ser”.
Con ese pensamiento empecé a investigar, a buscar, a observar, a escuchar de
espaldas, a escondidas…
Quería sorprender una conversación, descubrir un pase de información (un papel
escrito, una foto, una cita …) una marca, un signo/seña/ que me diera una pista…
Dicen que los masones, daban la mano de una manera especial que hacia saber
al otro (si conocía el código) que eran de la misma organización.
Dude incluso, acerca de si no seria posible, que, si yo inventaba un código y lo
aplicaba, eso no redundara en la conexión con ese mundo secreto…
Empecé a practicar ciertos gestos, ciertas maneras de decir algunas palabras,
ciertas maneras de saludar a los desconocidos, que dejaran abierta una pregunta,
una sospecha, una posibilidad.
Mientras hablaba con alguien, solía sacarme el reloj y cambiarlo de muñeca… 3
veces …de izquierda a derecha … de derecha a izquierda… de izquierda…tocaba
la derecha y vuelta a la izquierda…Lo hacia mientras hablaba de cualquier
nimiedad de manera visible/invisible. Lo hacía como sin darle importancia, sin
mirarme las manos, pero con gran solvencia y velocidad (para ello practique
muchas horas… sentado, parado, en una escalera, caminando, etc.) Al terminar…
carraspeaba suavemente y decía MENFIS… A la distancia, cuando saludaba a
alguien, lo hacía mostrando la palma de una mano y le daba una pequeña
cachetada con los dedos de la otra. Estas cosas mías, tuvieron algún efecto…Me
permitieron establecer algunas relaciones con algunas personas que sentían ,
creían, decían… entender mas que el resto… Ser parte de un conocimiento
selectivo, particular, oculto…
Me acuerdo de el grupo compuesto por el loco Buone, Martin Videla y Rogelio
Mestre…Unos sujetos especiales, con un secreto compartido, con una manera por
fuera de la general…

Los poemas épicos, de los que voy a hablar o de los que ya he


hablado en el transcurso de la presente obra, constituyen la
literatura de otra edad heroica de la Humanidad: la de Sumer.
Llegada a su apogeo en el primer cuarto del tercer milenio a. de J.
C., precedió, pues, en más de mil quinientos años la más antigua de
las edades heroicas indoeuropeas, o sea la de Grecia. Y, no obstante,
presenta con estas edades heroicas, de hace tiempo conocidas,
semejanzas muy significativas. Estas últimas, tal como ha
demostrado Chadwick a través del estudio de las correspondientes
literaturas, son períodos esencialmente bárbaros: sus rasgos
comunes saltan a la vista. Políticamente se trata, tanto en uno como
en otro caso, de reinos minúsculos, cuyos soberanos han logrado
escalar el poder y siguen conservándolo gracias a su bravura en la
guerra. Para reinar, cada uno de estos soberanos se apoya en el
comitatus o grupo de partidarios suyos armados que le siguen
ciegamente en todas sus empresas. Algunos de estos soberanos
disponen de una especie de consejo, que suelen convocar cuando
les da la real gana y que no tiene otro objeto que el de ratificar sus
decisiones. Los dueños de estos pequeños reinos mantienen
constantes relaciones entre sí, relaciones que, a menudo, son
amistosísimas. De este modo tienden a formar una casta
aristocrática internacional, como si dijéramos, una casta cuyos
miembros tienen ideas propias y se comportan de un modo distinto
del modo de comportarse de los sujetos que ellos gobiernan.
Sigue…

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