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17. Compresién espacio-temporal y condicién posmoderna De qué modo han cambiado los usos y significados del espacio y ‘1 tiempo con la transicién del fordismo a la acumulacién flexible? ‘Mi idea es que en estas dos ‘iltimas décadas hemos experimentado tuna intensa fase de compresién espacio-temporal, que ha generado un impacto desorientador y sorpresivo en las précticas econdmico- politicas, en el equilibrio del poder de clase, asi como en la vida cul- tural y social. Si bien las analogfas hist6rieas siempre resultan poli- krosas, creo que no es casual que la sensibilidad posmoderna mani- fieste fuertes simpatias hacia algunos de los movimientos confusa- mente politicos, culturales y filoséficos que surgicron a comienzos de este siglo (en Viena, por ejemplo), cuando la compresién espacio temporal era también muy exacerbada. Adems advierto el renov: dointerés por la tearia geopolitica a partir de 1970 aproximadamen- te, por la estética del lugar, asi como un renacimiento de la voluntad (hasta en la teorfa social) de someter el problema de la espacialidad una reconsideracién general (véanse, por ejemplo, Gregory y Urry, 1985, y Soja, 1988). La transicién a la acumulacién flexible se realizé en parte a tra- vvés de un rapido despliegue de nuevas formas de organizacion y tec- nologias produetivas. Aunque estas iiltimas pueden haberse origi- nado en el propésito de alcanzar una superioridad militar, en su aplicacién procuran evitar la rigidez del fordismo y acelerar el tiem- po de rotacién para dar solucién a los malestares del keynesianis- ‘mo-fordismo que entré en franca crisis en 1973. La rapidez on la produccién se lograba mediante desplazamientos dirigidos a la de- sintegracién vertical —subcontratacién, financiacién externa, ‘ete.— que revertia la tendencia fordista hacia la integracién vertical yy producia un incremento en el carécter indirecto de ln produecién, pose a la ereciente centralizacién financier. Otros cambios de orga- nizacién —como el sistema de entregas «justo-a-tiempo», que reduce Jas existencias del inventario—, articulados con las nuevas teenolo- gas de control electrénico, produccidn en series pequellas, etc, re dujeron los tiempos de rotacién en muchos sectores de la producci6n (clectrénica, maquinas herramientas, automéviles, construceién, 3M ® vestido, ete.), Para los trabajadores esto implicaba una intensifi- cacién (acoleracién) de los procesos laborales y un ineremento en la dis-capacitacién y re-capacitac‘on requiridas para responder a las nuevas necesidaides del trabajo (véase In Segunda parte). ‘La aceleracién del tiempo de rotacién en la produccién supone aceleraciones paralelas en el intereambio y el consumo, El mejora- miento de los sistemas de comunicacién y de informacién, junto con la racionalizacién de Ins téenicas de distribucién (embalaje, control de inventarios, uso de contenedores, retroalimentacién del mereado, etc.) daba lugar a una aceleracién en Ia eirculacién de mereancias a través del sistema de mercado. Las operaciones de banca electrénica y el dinero plastico fuoron algunas de Ins innovaciones que acelera- ron el flujo inverso del dinero. También se aceleraron los servicios y ‘mereados financieros (ayudados por las transacciones computari- zadas), dando lugar a las «veinticuatro horas es mucho tiempo, le- ‘ma predominante en los mercados de valores globales, De las muchas innovaciones en el mbito del consumo, dos tie- nen especial importancia. La movilizacién de la moda en los mer- eados masivos (por oposicién a la elite) constituyé un medio de acelerarel ritmo del consumo no sélo en el vestido, el ornamento y la ecoracién, sino en todo el vasto espectro de estilos de vida y activi- dades de recreacién (ocio y habitos deportivos, misica pop, video y juegos para nifios, etc.). Una eegunda tendencia fue el desplaza- miento del consumo de mercancias hacia el consumo de servicios —no sélo personales, empresarios, educativos y de salud, sino tam- bién relacionados con los entretenimientos, los espectaculos, los happenings y las distracciones—. El «tiempo de vida» de esos servi- ‘ios (visitar un museo, ir a un concierto de rock o al cine, asistir a conferencias 0 a clubes de salud), si bien resulta dificil de estimar, es mucho mas corto que el de un atomévil o de una maquina de lavar. Si hay limites para la acumulacin y la rotacién de los bienes fisicos {aunque se trate de los famosos seis mil pares de zapatos de Imelda “Marens), tiene sentido que los capitalistas se vuelvan hacia el sumi- nistro de servicios de consumo muy efimeros. Esta biisqueda puede estar en la raiz de la acelerada penetracién capitalista, observada porMandel y Jameson (véase supra, pag. 81), en muchos sectores de Ja produceién cultural a partir de mediados de la década de 1960. Entre las innumerables consecuencias que surgieron do esta aceleracién general en los tiempos de rotacién del capital, me con- centraré en aquellas que tuvieron una influencia particular en las formas posmedernas de pensar, sentir y actuar. La primera consecuencia importante ha sido la acentuacién de la volatilidad y transitoriedad de Ins modas, productos, téenieas de 315 produccién, procesos laborales, ideas e ideologias, valores y précti- cas establecidas. La nocién de que «todo lo sélido se disuelve en el aire» rara ver ha estado mas presente (lo cual seguramente da cuen- ta del volumen de trabajos sobre ese tema producidos en los iltimos afios). Ya hemos evaluado el efecto de este proceso en los mereados laborales y en las habilidades (véase la Segunda parte). Mi interés aqui consiste en analizar los efectos mas generales en la sociedad, En el reino de la produccién de mercanefas, el efecto fundamen- tal ha sido la acentuacién de los valores y virtudes de la instanta- neidad (comidas y otras gratifieaciones al instante y répidas) y de lo desechable (tazas, platos, cubiertos, envoltorios, servilletas, ropa, etc.) La dindmica de una soviedad de «desperdicio», como la catalo- gan escritores como Alvin Toffler (1970), empez6 a ponerse de mani- fiesto en el curso de la década de 1960. Significaba algo mas que tirar a la basura biones producidos (lando lugar al problema mo: numental del tratamiento de lo desechado);significaba también ser capaz-de desechar valores, estilos de vida, relaciones estables, apego ‘por las cosas, edificos, lugares, gente y formas de hacer y de ser tra- dicionales. Estas fueron las formas inmediatas y tangibles en las ‘ue el «impulso de aceleracion en la sociedad més vasta» se estrella- ba contra la «experiencia cotidiana comtin del individuo» (Toffler, pag. 40). A través de estos mecanismos (que demostraban ser muy efieaces desde el punto de vista de la aceleracién de la rotacién de bienes en el consumo), los individuos se veian obligados a tratar con lo desechable, con la novedad y con la perspectiva de la obsolescen- cia instantnea, «Comparadas con la vida en una sociedad de trans- formaciones menos veloces, hoy se presentan mis situaciones que se canalizan a través de un intervalo de tiempo determinado: y esto implica profundas modificaciones en la psicologia humanay. Esto, sugiere Tofiler, crea «una temporariedad en la estructura de los sis- temas de valor piiblicos y personales» que a su vez proporciona un contexto para el «resquebrajamiento del consenso» y In diversifica- cidn de los valores dentro de una sociedad en fragmentacién. El bombardeo de estimulos, s6lo en el plano de las mereanefas, crea unos problemas de sobrecarga sensorial frente a los cuales parece insignificante la diseccién que hizo Simmel a comienzos del siglo de Jos problemas de la vida urbana modernista. Sin embargo, precisa- mente a causa de las cualidades relativas del desplazamiento, las respuestas psicolégicas se sittian en lineas generales dentro del re- pertorio de las que identifies Simmel: bloqueo de los estimulos sen- soriales, negacién, y cultivo de Ia actitud de hastio, de la especiali- zacién miope, regreso a imagenes de un pasado perdido (de alli la importancia de los recordatorios, de los museos y de las ruinas) ¥ 316 simplificacién excesiva (tanto en la presentacidn de la persona como en la intexpretacién de los acon:ecimientos). Bn este sentido, es ins. tructivo ver cimo Toffler (pags. 326-9), en un momento muy poste- rior de la compresién espacio-temporal, se hace eco del pensamiento de Simmel, cuyas ideas se formaron en un momento de trauma si- milar, mas de setenta aos antes, Desde Inego, la volatilidad hace extremadamente dificil la plani- ficacidn de largo plazo. Sin duda, aprender a manejar bien la vola- tilidad es hoy tan importante como acelerar el tiempo de rotaeién. Esto significa 0 volverse eminentemente adaptable y moverse con coloridad para responder alos desplazamientos del mereado 0 domi: nar la volatilidad. La primera estrategia busca fundamentalmente Ja planificacién de corto plazo mas que la de largo plazo, y el cultivo del arte de hacer beneficios en el corto plazo donde se pueda. Este ha sido un rasgo notable de In gerencia estadounidense de los diltimos afios. La estabilidad promedio en los eargos de los funcionarios eje cutivos de las compaiias se ha reducido a cinco afios, y companias nominalmente involucradas en la produecién suelen buscar ganan- cias de corto plazo a través de fusiones, adquisiciones u operaciones ‘en los mercados financieros y monetarios. La tensién de la perfor- mance gerencial en este ambiente es considerable y produce toda clase de efectos eolaterales, como la llamada «gripe del yuppie» (ensién psicolégica que paraliza el desempeiio de gente talentosa y que produce sintomas erénicos semejantes a los de la gripe) oel esti lo de vida frenético de los operedores financieros a quienes la adic: cidn al trabajo, las largas horas de labor ¥ el cultivo del poder los convierte en candidatos ideales para el tipo de mentalidad esquizo- frénica que deseribe Jameson, Por otra parte, dominar Ia produceién de la volatilidad o interve- nir activamente en ella entratia la manipulacin del gusto y de la opinion a través de, por ejemplo, el liderazgo de la moda o la satura- cién del mereado con imagenes que utilizan la volatilidad para fines particulares, Esto significa, en ambos casos, la construccién de nue- ‘vos sistemas de signos e imagenes, lo que por si constituye un aspee- toimportante de la condicién pasmoderna: que debe ser considerada desde varios éngulos diferentes. Para empezar, Ins imagenes de la publicidad y de los medios (como hemos visto en la Primera parte) desempefian un rol mucho més integral en las préctieas culturales, y hoy aleanzan una importanca mucho mayor en la dindmica de crecimiento del capitalismo. Mis aun: la publicidad ya no se cons- truye en torno de la idea de informar o promover en el sentido usual, sino que es un engranaje que manipula los deseos y gustos a través de imagenes que pueden relacionarse 0 no con el producto que se ai7 proponen vender (véase la lamina 1.6). Si despojéramos a la pu. blicidad moderna de sus tres temas de referencia, el dinero, el sexo y «el poder, poco quedaria de ella. Ms atin, las imagenes, en un sen. tido, se han convertido en mereancias. Este fenémeno ha evado a Baudrillard (1981) a sostener que el andlisis de la produecién de ‘mercanefas de Marx esté pasado de moda porque hoy el capitalise se dedica sobre todo a la produccién de signos, imagenes y sistemas do signos ¥ no a las mercanefas en si mismas. La transicién que sefiala Baudrillard es importante, aunque en realidad no es dificil extender la teoria de la produecién de mereaneias de Marx para cexplicar este fenémeno. Bs cierto que los sistemas de produccién y ‘comercializacién de imagenes (como los mercados de la tierra, los biones ptiblicos o la fuerza de trabajo) presentan algunos rasgos especiales que es preciso tener en cuenta. Sin duda, el tiempo de rotaci6n de ciertas imagenes por parte del consumidor puede ser muy breve ( aproximarse casi al ideal del «abrir y cerrar de ojos» que Marx consideraba éptimo desde el punto de vista de la circula- cién del capital), Muchas imagenes también pueden ser comerciali- zadas masivamente a través del espacio en forma instantinea. Si se tionen en cuenta las prosiones para acelerar el tiempo de rotacién (y superar lag barreras espaciales), la mereantilizacién de las ima genes de tipo més ofimero pareceria ser una bendicién divina desde el punto de vista de la acumulacién del capital, en particular cuando otros caminos para aligerar la hiper-acumulacién parecen bloquea- dos, La condicién efimera y la comunicabilidad instantanea a través del espacio se convierten entonces en virtudes que pueden ser explo- radas y explotadas por los capitalistas para sua propios fines. Pero las imgenes deben desempofar otras funciones. Las eorpo- ‘raciones, los gobiernos, los dirigentes politicns ¢intelectuales, todos, valoran una imagen estable (aunque dinamica) integrada en su au- ra de autoridad y poder. La mediatizacion de la politica hay esta en todas partes. En realidad, ella se convierte en el medio huidizo, su- perficial e ilusorio a través del cual una sociedad individualista, de gente de paso, exhibe su nostalgia por los valores eomunes. La pro- duccién y la comercializacién de esas imagenes de permanencia y poder exigen un refinamiento considerable, porque la continuidad y Ia estabilidad de 1a imagen deben ser conservadas a la vox que se acentitan las caracteristicas de adecuacidn, flexibilidad y dinamis- mo de quienquiera o de cualquier cosa que sea puesta en la imagen. ‘Mas aun, la imagen se vuelve absolutamente importante en la com: petencia, no slo a través del reconocimiento de Ia marea, sino tam- bién a través de las diversas asocinciones de urespetabilidady, «a- lidad, «prestigion, «confiabilidad» ¢ «innovacién». La competencia 318 en el rubro de Ia construceién de la imagen se vuelve un aspect vi- tal de la competencia inter-empresaria, Hl éxito es tan altamente redituable que la inversién en la construceién de la imagen (patro- cinio de las artes, exposiciones, producciones televisivas, nuevos edificios, comercializacin directa) resulta tan importante como la inversién en nuevas instalaciones y maquinarias. La imagen sixve para instaurar una identidad en el mercado, Esto es vélido también para los mereados laborales. La adquisicién de una imagen (por la compra de un sistema de signos, como el del diseitador de ropa y el auto adecuado) os un elemento de singular importancia en la pre- sentacién de la persona en los mercados laborales y, por extensién, constituye un componente integral en la biisqueda de identidad in: dividual, auto-afirmacién y sensido. Abundan las sefiales divertidas aunque tristos de este tipo de busqueda. Una firma de California produce imitaciones de teléfonos para automéviles, que no pueden, distinguirse de los verdaderos, y os vende como pan caliente a una poblacién desesperada por adquirir esos signos de prestigio. Las consultorias de imagen personal se han convertido en un gran nego- cioen la ciudad de Nueva York, anuncia el International Herald Tri une, ya que alrededor de un mill6n de personas por aio de esa re ssn urbana se anotan en cursos que se dictan en firmas como Ar ticulaci6n de la Imagen, Constructores de Imagen, Artistas de la Imagen y Creadores cle Imagen. «in la actualidad, la gente se hace luna idea acerea de usted aproximadamente en un décimo de segun- do», dico un consultor de imagen, «Simiilela mientras la fabrico, e3 eLeslogan de otro. Desde luogo, os simbolos deriqueza, status, prestigio y poder asi como de clase fueron importantes en la sociedad burguesa, pero es posible que nunca lo hayan sido tanto como ahora. La opulencia ma- terial ereciente generada durante el boom fordista de posguerra planteé el problema de convertir los mayores ingresos en una de- manda efectiva que diera satisiaccién a las erecientes aspiraciones de Ia juventud, las mujeres y Ins trabajadores. La eapacidad para produir mas o menos a voluntad imégenes como mereancias da Iu- gar a que la acumulacién proceda, por lo menos en parte, sobre la base de la pura produccién y ecmercializacién de la imagen. Es ast como el caréctar efimero de esas imagenes ve puede inerpretar en parte como una lucha de los grupos oprimidos de cualquier indole por establecer su propia ident:dad (con arreglo a la cultura de la calle, los estilos musicales, los usos y las modas que ellos mismos construyen) y eonvertir ripidamente esas innovaciones en ventajas comerciales (Carnaby Streat a fines de la déeada de 1960 demostr6 ser una excelente pionera). Hl efecto es que parece que viviéramos 819 en un mundo de efimeras imagenes creadas. Los impactos psi- coldgicos de sobrecarga sensorial, como los que sefialan Simmel y ‘Toler, funcionan con un efecto redoblado. [Los materiales para producie y reproducir esas imagenes, en los casos en que no se disponia ya de ellos, fueron en si mismos el objeto dela innovacién: cuanto mejores la répica de la imagen, mas puede crecer el mercado masivo para la creacién dela imagen. liste consti- tuye un tema importante que nos lleva a considerar en forma més explicita el rol del «simulacro» en el posmodernismo, Por wsimula- cro» se entionde un grado de imitacién tan perfecto que se vuelve ea- si imposible detectar Ia diferencia entre el original y la copia. La pro- duccién de imagenes como simulacros es relativamente fil gracias a las téenicas modernas. En la medida en que la identidad depende cada vex mis de las imagenes, las réplias seriales y veiteradas de las identidades (individuales, empresarias, institucionales y politi cas) se convierten en una posibilidad y en un problema real. Pode- ‘mos ver funcionar esto en el campo de la politica a medida quo los constructores de imagen y los medios adquicren mis importancia en la configuracién de las identidades politias. Pero hay muchos ‘campos més tangibles donde el simulacro tiene un papel més impor- tante, Con los materiales de construccién modernos es posible hacer 1a replica de edificios antiguos con tanta exactitud como para poner en duda la autenticidad o os origenes. La manufactura de antitie- dades u otzos objetas artisticos es absolutamente posible, de modo que las imitaciones muy bien realizadas se convierten en un serio problema para el negocio de los coleccionistas de arte, Por lo tanto, no sélo tenemos la capacidad de acumular imagenes del pasado o de otros lugares en forma eeléctica y simulténea a través de la pantalla do latelovision, sino que hasta podemos transformar esas imagenes fen simulacros materiales bajo la forma de construeciones de edifi- ins, acontecimientos y espectsculos que, en muchos aspectos, casi no se pueden distinguir de los originales. Una cuestién que vetoma- ‘remos luego es qué ocurre con las formas culturales cuando las imi- taciones se vuelven reales y las formas reales asumen muchas de las cualidades de una imitacién. ‘También es un tema muy especial la organizaciOn y as condicio nes del trabajo que prevalecen en lo que podriamos llamar en forma general la «industria de produccién de la imagem En todo caso, una industria de este tipo tione que confiar en los poderes de innovacién de los productores directos. Estos iltimos tienen una existencia in- ciorta, mitigada por reeomponsas muy altas pava los exitosos y por ‘un aparente control sobre sus propios procesos laborales y poderes creativos. Hl erecimionto de la produccién cultural ha sido efectiva- 820 mente impresionante. Taylor (1987, pag. 77) compara las condicio- nes del mercado artistico de Nueva York en 1945, cuando habia sélo un puitado de galerias y no masde una veintena de artistas que ex- ponian de una manera regular, y los dos mil artistas, aproximada- ‘mento, que trabajaban en Parison sus alrededores a mediados del siglo XIX, con los ciento cincuenta mil artistas de la region de Nueva, ‘York que reclaman status profesional, exponen en unas 680 galerias, y producen més de quince millones de obras de arte (comparadas ‘con las doscientas mil de fines del siglo XIX en Paris). ¥ esto es sélo Ja punta del iceberg de la produccién cultural, que incluye entreteni- mientos locales y diseindores gritficos, miisicos eallejeros y de pubs, fotégrafos, asi como escuelas de arte, miisica, teatro, y otras més es- tablecidas y reconocidas, En forma condensada es lo que Daniel Bell, (1978, pg. 20) Hama «la masa cultural» definida como: «ao los creadores de cultura sino los transmisores: los que trabajan cen la instruceién superior, la publicidad, las revistas, los medios de emisin, el teatro y los museos; ellos procesan la recepcién de pro- ductos culturales serios ¢ influyen sobre ella, Se trata de una masa Jo suficientemente grande pare constituir un mercado de cultura: compra de libros, de publicaciones y de grabaciones de mitsica seria. Yes también el grupo que, como los escritores, redactores de revis- tas, realizadores cinematogréfieos, miisicos, etc., produce los mate- riales populares para el pablico mas amplio de la cultura masivay. ‘Toda esta industria se especializa en Ia aceleracién del tiempo de rotacién a través de la produecién y comereializacion de imagenes. ‘Se trata de una industria donde las reputaciones se hacen y se pier- den de un dia para otro, donde el dinero grande habla en términos claros, y donde hay un fermento de creatividad intensa, a menudo individual, que se derrama en el gran recipiente de la cultura de ma- sas serializada y ropetida. Bs la que organiza las novedades y modas yy, como tal, produce activamente la condicién efimera que siempre hha sido fundamental en la experiencia de Ia modernidad. Se convier- teen un medio social destinado a producir esa sensacién de horizon- tes temporales que colapsan, de los que a su voz tan fvidamente se alimenta, La popularidad de un libro ccmo el de Alvin Toffler, Future shock, reside precisamente en su apreciacién augural de la velocidad con la, que el futuro se descuenta en el presente, De alli surge también un colapso de las distinciones culturales entre la «ciencia» y Ia fiecién ‘«omtim» (por ejemplo, en la obra de Thomas Pynchon y Doris Les- sing), asi como una fusién del cine de entretenimiento con el cine de 821 Jos universos futuristas. Podemos ligar la dimensién esquizofrénica de la posmodernidad, en la que insiste Jameson (supra, pags. 71-2), con las aceleraciones en los tiempos de rotacién de la produecién, el, intercambio y el consumo, que causan, por asi decirlo, la pérdida de un sentido de futuro, excepto cuando el futuro puede descontarse en el presente. La volatilidad y ol caréeter efimero también hacen difi- cil mantener un sentido de continuidad firme. La experiencia pasa da se comprime en un presente sobrecogedor. Italo Calvino (1981, ig. 8) registra de esta forma el efecto en su arte de escribir novelas; escribir largas novelas hoy es quizés una eontradiceién: la dimen- sidn del tiempo ha sido destrozada, no podemos vivir ni pensar si no es en fragmentos de tiempo, cada uno de los cuales sigue su propia trayectoria y desaparece inmediatamente. Podemos redescubrir la continuidad del tiempo sélo en las novelas de ese periodo en que el tiempo ya no parecia detenido y no parecfa haber explotado, un perfodo que duré no mas de unos cien afios». Baudrillard (1986), que no le teme a la exageracién, considera a los Estados Unidos como una sociedad que, con su devoeién por la velocidad, el movimiento, las imagenes cinematograficas y los arre- los tecnolégicos, ha podido generar una crisis de la Iégica explicati- va, Representa, sugiere, «el triunfo del efecto sobre la causa, de la instantaneidad sobre el tiempo como profundidad, el triunfo de la superficie y de la pura objetualizacién sobre Ia profundidad del de- sea». Por supuesto, este es el tipo de contexto en el que el deconstruc- cionismo puede florecer. Si no es posible decir nada sélido y perma- nente en medio de este mundo efimero y fragmentado, entonces, apor qué no sumarnos al juego (de lenguaje)? Todo, desde Ia eseritus rade novelas y la filosofia hasta Ia experiencia del trabajo de hacer tuna casa, debe enfrentar el desafio de la aceleracién del tiempo de rotacién y la veloz.desaparicién de los valores tradicionales ¢ histéri- ‘camente adquiridos. El contrato temporario en todo, como observa Lyotard (véase supra, pég. 134), se convierte en el signo de la vida posmoderna. Pero, como ocurre tan a menudo, la sumersién en el torbellino de Ja eondicién effmora ha provocado una explosién de sentimientos ¥ tendencias opuestas. Para empezar, surgen todo tipo de medios tée- nicos para defendernos de impactos futuros. Las firmas subeontra- tan orecurren a précticas de empleo flexibles para deseontar los cos- tos potenciales del desempleo, de los futuros desplazamientos del mereado, Los mereados de valores futuros de todo, desde cereales 0 ‘ripas de cerdo hasta monedas y deudas del gobierno, junto con la 322 «securitizaciém de toda clase de deudas temporarias y flotantes, ilustran téenicas para descontar el futuro en el presente. Hay una amplia disponibilidad de compensaciones del sistema de seguros contra la volatilidad futura, ‘También aparecon cuestiones de significado ¢ interpretacién mds profundas. Cuanto mayor es el caracter efimero, mayor es 1a presidn para descubrir o producir algtin tipo de verdad eterna que pudiera haber en esto. El renacimiento religioso que se ha dado cada ‘vez con mas fuerza desde fines de Ia década de 1960, y la busqueda de autenticidad y autoridad en la politica (con todos sus avios de na- ionalismo y localismo, y de admiracién por los individuos earis. tics y wersitiles», y su «voluntad de poderion nietzscheana), son ejemplos de ello. El renovado interés por las instituciones funda: rmentales (como la familia y la comunidad), y Ia bitsqueda de raicos histérieas, son signos de la biisqueda de vinculos mas seguros y de valores més duraderos en un mundo cambiante, Rochberg-Halton (1986, pag. 173), en un estudio por muestreo sobre los residents de Chicago del Norte en 1977, encontré, por ejemplo, que los objetos realmente valorados en Ia casa no eran los etrofeos pecuniariosy de ‘una cultura materialista que hacian las veces de «indices visibles de a clase socioeconémica, la edad, el género, ete», sino los artefactos que encarnaban los lazos con las personas amadas y los familiares, las experiencias y actividades valoradas, y los recuerdos de aconte- cimientos significativos de la vida y de la genten. Fotografias, objetos particulares (como un piano, ua reloj, una silla), y acontecimientos (escuchar un disco con una pieza de mésica, cantar una cancién) son elcentro de una memoria contemplativa y, porlo tanto, generadores de un sentimiento de identidad que es ajeno a la sobrecarga senso- vial de la cultura y de la moda consumistas. La easa resulta un mu- seo privado para protegorse de los estragos de la compresién espa- cio-temporal. Es més, al mismo tiempo que el posmodernismo pro- clama la «muerte del autor» y el auge del arte anti-auratico en el Ambito piiblico, el mercado artistico toma mayor conciencia del po- der monopélico de la firma del artista y de los problemas vinculados a Ja autenticidad y la imitacién (mas alla de que un Rauschenberg sea un mero montaje de reproducciones). Quizé sea apropiado que la construccién posmodernista, s6lida como el granito rosa del edi- ficio de AT&T de Philip Johnson, se financie con deuda, se levante con capital ficticio, y arquiteeténicamente se conciba, al menos en lo exterior, en el espiritu mas de la ficcién que de la funcion, Los ajustes espaciales no han sido menos traumsticos. Los siste- ‘mas de comunicaciones satelitales desplegados desde principios de Ia década de 1970 permitieron que el costo unitario y el tiempo de 823 comunicacién fueran invariables con respecto a la distancia. Via sa. télite, cuesta lo mismo comunicarse 800 que a 8000 km, Las tari- fas de flete aéreas sobre las mercanefas también han disminuide notablemente, mientras que el sistema de contenedores ha reducido el costo de las eargas maritimas y del transporte por earretera. Hoy es posible que una gran corporacién multinacional, como Texas Ins- truments, opere plantas con toma de decisién simulténea sobre los costos financieros, de comercializacién, de insumos; sobre el control de calidad y sobre las condiciones del proceso laboral en més de cin. cuenta puntos diferentes del globo (Dicken, 1986, pags. 110-3). La, difusidn masiva de la televisién unida a la comunicacién satelital permite experimentar un torrente de imagenes pertenecientes espacios diferentes casi de manera simultnea, de modo que los es- pacios del mundo pasan a ser una serie de imagenes sobre la panta- la televisiva. Todo el mundo puede ver los Juegos Olimpicos, la Copa del Mundo, la cafda de un dictador, una cumbre politica, una tragedia fulminante. .. mientras que el turismo masivo, los filmes hechos en lugares espectaculares, construyen un amplio espeetro de experiencias simuladas 0 viearias de lo que el mundo ofrece para muchos. La imagen de lugares y espacios resulta tan abierta a la, produecién y al uso efimero como cualquier otxa, En resumen, hemos asistido a otro feroz episodio del proceso de aniquilamiento del espacio por el tiempo, que siempre ha estado en el centro de la dinamica del capitalismo (véase la lémina 3.2). Mar- shall McLuhan refiere que, a modiados de la déeada de 1960, habia ‘concebido la transformacién de la caldea global» en una realidad de Jas comunicaciones: «Al cabo de tres mil afios de explosidn, por medio de las teenologias fragmentarias y mecénicas, el Mundo Occidental pasa a un proceso de implosién. En el curso de las épocas mecéinicas, habfamos exten- dido nuestros cuerpos en el espacio. Hoy, tras més de un siglo de tecnologia electrénica, hemos extendido nuestro sistema nervioso central hasta una inclusin global, aboliendo tanto el espacio como el tiempo, por lo menos en lo que respecta a nuestro planeta. En Jos diltimos aiios, una profusién de trabajos escritos, por ejemplo la Bsthétique de la disparition de Virilio (1980), se proponen explo- var las consecuencias culturales de la presunta desaparicién del tiempo ye espacio como dimensiones materializadasytangbls de la vida social. Sin embargo, el colapso de las barreras espaciales no quiere decir ue la signifieacién del espacio disminuya, No es la primera vez.en 824 Ja historia del capitalismo que encontramos testimonios que avalan la tosis contraria, La competencia acrecentada en condiciones de crisis ha obligado a los capitalistas a prestar mucha més atencién a Jas ventajas relativas de la localizacién, procisamente porque dismi- rnuir las barreras espaciales permite que los eapitalistas exploten las menores diferenciaciones espaciales con buenos resultados. Asi, Jas pequetias diferencias en aquello que el espacio contione bajo la forma de abastecimientos, recursos, infraestructuras y cuestiones semejantes han adquirido una mayor significacién. La superioridad en el control del espacio se converte en tn arma atin més importan- teen la lucha de clases. Se trata de uno de los medios para imponer la intensificacién y la redefiniciin de las competencias a fuerzas de trabajo rebeldes. La movilidad geogréfica y la descentralizacion se utilizan contra un poder sindieal que, tradicionalmente, se concen- traba en las fabricas de produccién masiva. La huida de capitales, la desindustrializacién de algunas regiones y la industrializacién de otras, la destrucei6n de las comunidades obreras tradicionales como fundamentos de poder en la lucha de clases, ee convierten en temas recurrentes de la transformaciin espacial en las condiciones de la acumulacién flexible (Martin y Rowthorn, 1986; Bluestone y Haxxi- son, 1982; Harrison y Bluestone, 1988) La disminucién de las barre-as espaciales nos sensibiliza mucho :més para los contenidos de los espacios mundiales. La acumulacién flexible suele explotar un amplio espeetro de cixcunstancias googré ficas presuntamente contingents, reconstituyéndolas como ele- ‘mentos estructurados internos de su propia logiea abareadora, Por ejemplo, la diferenciacionos geogréficas on la modalidad y la efica cia en el contvol sobre ln mano de obra, junto con las variaciones en 1 calidad ast como en la eantidad de Ia fuerza de trabajo, asumen ‘una significacién mucho mayor en las estratogias de localizacion de Jas corporaciones. Surgen nuevos complejos industriales, a veces de Ja nada (como los diversos Silicon Valleys) pero, ms a menudo, s0- bro la base de una mezcla de capacidades y recursos preexistentes. La «Tercera Italia» (Bmilis-Romagna) se erige a partir de una mez- cla peculiar do empresas cooperativas, trabajo artesanal y adminis. traciones comunistas locales ansiosas por generar empleo, ¢ intro- duce sus productos vineulados al vestido, eon increible éxito, on una economia mundial altamente competitiva. Flandes atrae capitales extranjeros sobre la base de una oferta laboral eapacitada, dispersa y flexible, con una fuerte hostildad hacia el sindicalismo y el socia- lismo. Los Angeles importa los sistemas de trabajo patriareales s mamente exitosos del Sudeste Asidtico, a través de la inmigracion masiva, mientras que el sistersa de control laboral paternalista de 825 Joa japoneses y los taiwaneses es trasladado a California y a Gales del Sur. La historia, en cada caso, es diferente, de modo tal que el carfcter singular de esta o aquella circunstancia geogrifica importa més que nunea, Sin embargo, eso ocurr, irénicamente, sélo por el colapso de las barreras espaciales. Si bien el control sobre 1a mano de obra siempre constituye un, elemento fundamental, hay muchos otros aspeetos de la organiza. cin geogréfica que han adquirido una nueva importancia en las condiciones de mayor acumulacién flexible. La necesidad de infor- ‘macién precisa y de comunicaciones rapidas ha acentuado el rol de Jas llamadas wiudades mundiales» en el sistema financiero y corpo- rativo (centros equipados con telepuertos, aeropuertos, lazos fijos de ‘comunicacién, asi como un amplio repertorio de servicios financic- 10s, legales, de negocios e infraestructurs). La disminucién de las barreras espaciales da lugar a la reafirmacién y realineamiento de la jerarquia dentro de lo que es hoy un sistema urbano global. La disponibilidad local de recursos materiales de calidad especial, 0 a costos marginales mas bajos, comienza a ser cada vez mas impor- tante, como so vuelven importantes las variaciones locales en el gus- to del mercado que hoy pueden ser explotadas més ficilmente con uuna produecién en series pequefias y disefio flexible. También cuen- tan las diferencias locales on eapacidades empresariales, capital de riesgo, know-how cientifico y téenico, actitudes sociales, mientras que las redes locales de influencia y poder, las estrategias de acu. ‘mulacién de las elites gobernantes locales (entendidas como opues- tas a las politicas del Bstado nacional) también intervienen con mayor profundidad en el régimen de acumulacién flexible, Pero esto también plantea otra dimensién referida al rol cam- biante de la espacialidad en la sociedad contemporanea, Silos eapi- talistas se muestran cada vex més sensibles a las cualidades espa- cialmente diferenciadas que componen la geografia mundial, es po- sible que los pueblos y los poderes que controlan esos espacios los ‘modifiquen a fin de que resulten més atractivos para el capital de gran movilidad. Por ejemplo, las elites gobernantes locales pueden implementar estrategias de contro! local sobre In mano de obra, de mejora de las capacitaciones, de suministros de infraestructura, de politica de impuestos, regulacion estatal, ete, y promover asi el de- sarrollo de este espacio particular. En medio de las crecientes abs- tracciones del espacio, deben acentuarse las cualidades del lugar. La produccién activa de lugares con cualidades especiales constituye un objetivo importante en la competencia espacial entre zonas, cit: dades, regiones y nacionos. Formas de mando corporativas pueden florecer en estos espacios y asumir roles empresariales en la produe- 826 cidn de climas favorables a los negocios y otras cualidades especiti- ‘eas. Y es en este contexto donde podemos concebir mejor el esfuerzo, que anotamos en la Primera parte (pigs. 108-13), destinado a que Jas eiudades forjen una imagen distintiva y creen tna atmésfera del lugar y la tradicién, que actuaré como un sefiuelo tanto para el capi- tal como para Ia gente «adecuala» (es decir, rica e influyente). La fuerte competencia entre lugares deberia conducir a la produccién de espacios mas diversificados dentro de la ereciente homogeneidad del intercambio internacional. Sin embargo, como el nivel de esta competencia abre las ciudades a los sistemas de acumulacién, ter- mina genevando lo que Boyer (1988) lama una monotonia «recursi- va» y «eriab, que a partir de pautas o moldes conocidos produce lugares casi idéntioos de una ciudad a otra: ol South Street Seaport de Nueva York, el Quincy Market de Boston, el Harbor Place de Bal- timoreo. ‘Nos aproximamos asf ala paradoja central: cuanto menos impor tantes gon las barreras espaciales, mayor es la sensibilidad del ca- pital alas variaciones del lugar dentro del espacio, y mayor el incen- tivo para que los lugares se diferencien a fin de hacerse atractivos para el capital. El resultado ha sido producir una fragmentacién, una inseguridad y un desarrollo desigual efimero en un espacio ‘econémico global altamente unificado de flujos de capital. La ten- sién histériea dentro del capital:smo entre la centralizacién y la des- centvalizacién ahora es abordada en nuevas formas, La extraorti- naria descentralizacién y proliferacién de la produecién industrial hace que los productos de Benetton o de Laura Ashley se encuentren ten casi todos los shoppings producidos de manera serial en el mundo capitalista avanzado. Bs eviderte que la nueva vuelta de tuerca en a compresién espacio-temporal estd prefiada de peligros, al mismo tiempo que ofrece posibilidades de supervivencia a lugares especifi- 0s 0 da solucién al problema de la hiper-acumulacién. La geografia de la desvalorizacion a través de la desindustriali- zacién, el crecimiento del desempleo local, los défict fiscales, la de- saparicion de los activos locales, y otras cuestiones semejantes, constituyen sin duda un panorama lastimoso. Pero al menos pode- ‘mos observar su logica dentro del marco de la biisqueda de una solu- cién para el problema de la hiper-acumulacidn a través del impulso de sistemas flexibles y més méviles de acumulacién. Y también hay rrazones a priori para sospechar (ademas existen testimonios que avalan la idea) que las regiones ce méxima agitacién y fragmenta- cién son también regiones que rarecen estar mejor situadas para so- brevivir a los traumas de la depreciacién en el largo plazo. Parece cevidente que, en Ia lucha por la supervivencia local en un mundo 827 donde las oportunidades de crocimionto positivo estan seriamente limitadas, més vale una pequefia depreciacién ahora, que una de- preciacién masiva después. La roindustrializacién y reestructura. cién no pueden realizarse sin una desindustrializacién y deprecia- cid previas. Ninguno de estos desplazamientos en la experiencia del espacio ‘yel tiempo tendrian el sentido o el impacto que tienen sin un despla- zamiento radical en la forma en que el valor es representado como dinero. Aunque haya dominado por tanto tiempo, el dinero nunca constituyé una representacién clara o univoca del valor, y en algue nas ocasiones se vuelve tan confuso que se convierte en una gran. fuente de inseguridad e incertidumbre, Con posterioridad a la gue- ra, la cuestién del dinero mundial se instauré sobre una base regu. larmente estable. El délar norteamericano se convirtié en el inter ‘mediario del comercio mundial, respaldado téenicamente por una convortibilidad fija en oro y respaldado en lo politico y lo econémico por el poder avasallante del aparato productive de los Estados Uni- dos. El espacio del sistema de produccién norteamericano se convir- 16, efectivamente, en el garante del valor internacional. Ahora bien, como vimos, uno de los signos de desmoronamiento del sistema key. nesiano-fordista fue el desmoronamiento del acuerdo de Bretton Woods, de la convertibilidad de los délares norteamericanos en oro y elpaso a un sistema global de tipos de cambio flotantes. If] desmoro- namiento sobrevino en parte a causa de las dimensionalidades cam- biantes del espacio y el tiempo, generadas por la acumulacién del capital. El erecimiento de la deuda (en especial dentro de los Esta- dos Unidos) y la mayor competencia internacional desde los espa-

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