Está en la página 1de 3

LA ÉTICA AXIOLÓGICA

Postura correspondiente a Max Scheler, filósofo alemán que vivió los finales del
siglo XIX y los comienzos del XX
La ética de Scheler se llama axiológica por el origen griego de la palabra. En griego
esta palabra se emparenta con la noción de eje, punto de referencia, actualmente
se relaciona con el término “valor”.
Por lo tanto, una ética axiológica es una ética de los valores.
Scheler conoce todos los principios de la ética de la felicidad, pero centra su
pensamiento en la “objetividad de los valores”.
Recordemos que detrás de cada hombre hay una escala de valores, pero el
problema para Scheler es aceptar o no que existe una escala de valores universal.
Según Scheler, hay una escala que está allí, para todos. Se puede aceptar o no,
pero existe. Esto es muy importante, porque de ser así se podría evaluar la escala
de cada persona. Se podría decir que es correcta o incorrecta, según esté de
acuerdo o no con la escala universal.
Scheler piensa que los valores no son creados por los hombres, sino que están
en el mundo y el hombre, en algún momento, los descubre.
Cuando decimos: “¡Qué gran inteligencia y sensibilidad tiene esta persona!”.
¿No estamos afirmando que esos valores están en ella y que en ese momento los
descubrimos? De ningún modo decimos: “¡Qué grandes valores quiero yo que tenga
esta persona!”.
El juicio de valor descubre y no proyecta. Por lo tanto, para Scheler los valores
están en el mundo antes de que nosotros los descubramos; es decir son
absolutamente objetivos.
Poniendo un ejemplo: Los adolescentes suelen subestimar a sus padres.
Cuando se llega a adulto hay una recuperación de las figuras paternas: “¡Cuánta
sabiduría tenía mi padre!”. Esa sabiduría estaba allí y lamentamos descubrirla un
poco tarde. No la inventamos, siempre estuvo en la persona, pero en un momento
determinado se nos muestra.

Por lo tanto:

“Si los valores están en el mundo,


también hay una escala de valores en las cosas,
que nadie puede haber creado y que todos deben respetar.”
Scheler afirma que los valores se captan con los sentimientos. Si el valor es
un bien atractivo, la atracción la experimenta “el corazón humano”.
Nuestros sentimientos seleccionan, captan y ordenan el valor de las cosas.
Luego, la inteligencia asume el valor reflexivamente.
Ahora bien, los valores ¿se aman antes de ser conocidos?
O mejor dicho ¿se conocen cuando se los ama?
El objeto del amor humano es el otro ser humano. Para que un valor sea
atractivo, debe estar presente en una persona. Al amar a una persona se aman sus
valores. Resulta entonces primordial que existan personas que encarnen valores:
que existan modelos.

Cuando la persona se identifica en grado supremo con un valor surge “el santo”, “el
héroe”, o “el genio”.

“El santo, encarna el encuentro con lo divino;


el héroe, encarna el valor de la voluntad por lograr lo noble;
el genio, encarna la búsqueda de la verdad, de lo bello”.

Todo esto tiene una real aplicación en el aspecto educativo. La educación


comienza por el amor, no se puede aprender del que no se ama. Porque el amor es
quien recibe los valores, no la mera inteligencia.
La educación es una relación humana, un encuentro entre personas. El educador
que gana el corazón de sus alumnos, tiene ganada la mayor parte de su tarea;
porque encontrará corazones abiertos para recibir valores. Pero, no es suficiente lo
afectivo si no hay valores para transmitir.
Scheler entiende que hay en el hombre cuatro niveles de realidad:

1) El nivel Sensorial: lo agradable, lo placentero etc.


2) El nivel Vital: la salud, el bienestar, la prosperidad, etc.
3) El nivel del Alma: la belleza, la justicia, la verdad, etc.
4) El nivel del Espíritu: lo sagrado, la fe. En este último nivel el hombre se afirma
como persona y afirma su libertad.

En consecuencia los valores espirituales son los primeros para Scheler. De aquí
que la “santidad”, sea para este autor el modelo humano más rico.
En la perspectiva de Scheler, santo sería aquel que vive más intensamente; es
decir, será más santo aquel que sea más realizado, más humano, más plenamente
persona.
En la medida en que el hombre es capaz de amar, es capaz de captar los valores
que están en el mundo, y de este modo es capaz de “hacerse cada vez más santo”

También podría gustarte