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T E N E M O S E S P E R A N Z A

1ª Tesalonicenses 4:13-18
Introducción:
Ante la situación desesperante que ocurre a nuestro
alrededor, en ocasiones nos preguntamos: ¿dónde
está Dios?.
Está en nuestra humanidad buscarle.
El pueblo de Israel lo hizo siendo esclavo en Egipto y
andando por el camino hacia Canaán. Miles de
sociedades antiguas buscaron al creador y,
encontrando solo un atisbo de Él en la creación,
forjaron y moldearon estatuillas creyendo que se le
pudiese encarnar al rey del universo.

Hoy en día, no importa la lengua ni nacionalidad,


seguimos en busca de respuestas. Buscamos dónde
escribir con tinta y sangre “¿dónde están las
respuestas a mis preguntas?” Y colocamos nuestra
esperanza en naciones norteñas, colocamos
esperanza al realizar marchas, colocamos esperanza
en la política y en la familia. Colocamos la esperanza
en personas que realicen el trabajo por nosotros y
nosotras.
La colocamos y descolocamos hasta que encontramos
un lugar confortable según nuestros escrúpulos para
vivir “confiadamente”, sin llegar nunca a colocar
nuestra esperanza en Jesucristo.
Las preguntas más comunes según estadísticas son:
ante la muerte y ante el futuro. Y exactamente, Pablo
tocó ambos temas.

I. Esperanza ante la muerte (v 13-14)


La iglesia de tesalónica era una congregación joven y
llena de entusiasmo, pero ante la adversidad y las
diferencias con los grupos sociales que regían la
localidad, habían comenzado no solo a perder la
esperanza sino también a colocarla erróneamente.
Muchos de ellos y ellas habían concluido la carrera
terrenal y se encontraban con Dios. Los más jóvenes,
unidos por amor a ellos y ellas, se encontraban
desfallecidos y agobiados. Sería normal para alguien
que no conoce los caminos del Hijo del hombre que,
se encontrara ante la adversidad, un callejón sin salida
de tristeza. Pablo les exhorta que no sean ni se
comporten como aquellos que no tienen esperanza,
sino que vivan cada día en alegría pues aquel que es
nuestra esperanza, ha vencido a la muerte.

Ahora también, nosotros y nosotras, al conocer al


autor y núcleo de la esperanza, no existe razón
aparente para vivir en tristeza.
Pablo les recuerda que ante la muerte, tenemos
esperanza.
Y que esa misma esperanza debe ser colocada en
Jesucristo.
En ocasiones uno llega a pensar sobre el día en que
uno muera.
Yo padezco de ansiedad, y recuerdo una crisis que
tuve a los 6 años. Pensaba sobre el día en que todo
terminara, en que mis hermanas y mis padres no
existieran ya más, el día en que al fin la estrella mayor
colisionara con la tierra y en un instante, todo
acabaría.
Todos y todas tenemos miedo a la muerte. Estamos
tan acostumbrados
a vivir que, nos aterra un cambio tan inmenso.
Jesús mismo tuvo terror ante el sufrimiento y la
muerte, Jesús también tuvo dolor inmenso y también
lloró. Y es por ello que podemos llegar a identificarnos
con él.
Las personas en el tiempo de Jesús, sus discípulos,
colocaron su esperanza en él, y su fe fue creciendo
más y más cada día que pasaban con él. Sin embargo,
parece ser que todo se vino al suelo al no tener visible
al Cristo.
Al verlo colgado y sufriendo en la cruz su fe se vio
afectada y en lugar de que aumentara, decayó.
Sin embargo, Jesús al regresar de la muerte, dio una
esperanza mucho más fuerte a sus seguidores. Ellos y
ellas encontraron de nuevo la firmeza que
necesitaban, la que tanto anhelaban y que, por mucho
tiempo habían colocado erróneamente en otras cosas,
o personas. Y no fue el “dónde” la habían colocado
sino “cómo” la habían colocado.

Bienaventurados nosotros que sin verle, hemos


colocado nuestra esperanza en él. Pablo, recuerda a la
iglesia de tesalónica que, tenemos esperanza ante la
muerte por aquel mismo que la venció. Por lo tanto,
como está escrito, es necesario que cada uno de
nosotros y nosotras un día muramos pero así, seremos
resucitados y reunidos estaremos con aquellos y
aquellas que ya ascendieron.
Tenemos esperanza en Cristo ante la muerte
porque,
Porque cargó la cruz de nuestras penas,
Porque saboreó la hiel de nuestros males,
Porque aceptó cubrir nuestra condena,
Porque murió por todos los mortales.

II. Esperanza ante el porvenir (v. 15-16)


Pablo también recuerda a la iglesia sobre lo que habría
de suceder en el futuro con el Mesías y su ahora
iglesia, ya que estaban reflexionando e interpretando
erróneamente la profecía sobre la segunda venida del
Dios encarnado.
Les recuerda que nosotros que hayamos quedado no
estamos exentos o fuera de la magnifica gracia y
esperanza que encontramos en nuestro Dios. Inclusive
les proporciona información sobre las características
de dicha venida. Hecho que hemos de celebrar y
temblar ante tal poderío.
Con voz de mando, con trompeta vendrá y los que ya
habían ascendido y que habían puesto su esperanza
en el compositor del universo, ascenderán primero, y
después nosotros que vivamos.
Colocando ahora nuestra esperanza en aquel cuyo
sacrificio retumbó desde el pasado, nuestro presente y
lo seguirá haciendo en el futuro, no nos dejaremos
engañar por aquellos que niegan el camino del
carpintero y sus obras.

El futuro, el porvenir es incierto y al ser humanos, nos


aterra. No solo por el cambio inminente que se acerca
sino también porque está fuera de nuestro control. Nos
aterra iniciar algo nuevo y terminar lo que ya se ha
hecho nuestro.
Somos humanos, es nuestra naturaleza sentirnos
agobiados y desesperados pero, ante la incertidumbre
del día de mañana, Jesús nos invita a dejar nuestras
cargas en él, las cargas futuras a corto, mediano y
largo plazo. Jesús nos invita a colocar nuestra
esperanza en él sobre el futuro de su segunda venida.

Tenemos esperanza en Cristo ante el porvenir


porque,
Porque una aurora vio su gran victoria,
Porque fue ante el miedo, la muerte y la mentira.
Porque nada puede detener su historia,
Porque nada puede detener la venida de su Reino.

III. Esperanza con la comunidad (v. 17-18)


Usualmente pensamos que la esperanza solo está en
el futuro, y la imaginamos como algo distante o muy
divino, cuando en realidad, también la encontramos en
la comunidad de fe. No es que coloquemos nuestra
esperanza con el prójimo, sino que podemos ver un
atisbo de esa esperanza y lo que nos espera, en el
rostro de mi hermano y de mi hermana.
Siendo la cultura de los judíos una cultura (como se
conoce en la misionología) de clima cálido, es muy
obvio que se piense más en comunidad y en la
sociedad grupal. Se nos recuerda en este pasaje que
juntamente recibiremos al Señor, no individualmente.
Sino como una comunidad.

Vivimos en un país que se está llenando del


posmodernismo e individualismo, y aunque Tapachula,
Chiapas y su gente, son y creo firmemente que viven y
hacen comunidad, no están exentos. Debemos
recordar que pertenecemos a un cuerpo, no hay
individualismos.
Pablo nos exhorta a compartir esa esperanza con
la comunidad de fe.

Tenemos la esperanza de que todos, juntos, como


comunidad de fe, sin importar denominaciones, raza e
idioma; todos los discípulos verdaderos de Jesús,
estaremos con él algún día. No cabe el individualismo
en una situación como esta, dependemos unos de
otros, dependemos para aprender de Dios al ver el
rostro del prójimo, revelamos a Jesús al tratar con
nuestro hermano.

Es en la comunidad de fe donde debemos y podemos


no solo ver el rostro de nuestro salvador, sino que
también es donde podemos recordar y reflexionar las
enseñanzas del hijo del carpintero. Es donde podemos
recibir y dar aliento.

Debemos compartir la esperanza porque,


Porque el entró al mundo y cambió la historia.
Porque al silencio lo quebró y nos salvó de la
agonía.
Porque aunque naciendo en un pesebre oscuro,
vivió sembrando amor y vida.

Conclusión:
Que podamos encontrar y colocar nuestra esperanza
en el Cristo resucitado,
Que sigamos las pisadas de humildad del carpintero,
Que mantengamos la llama de la inclusión,
Que perseveremos en oración y comunión,
Que alentemos a los tristes de corazón,
Que coloquemos la esperanza en el Salvador.

Como lo escribió en su himno el obispo y teólogo


argentino, Federico Pagura:
Por eso es que hoy tenemos esperanza,
Por eso es que hoy luchamos con porfía,
Por eso es que hoy miramos con confianza,
El porvenir en esta tierra mía.

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