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Juicios

“... la visión del Espíritu Santo es misericordiosa y Su remedio no se hace


esperar. No ocultes el sufrimiento de Su vista, sino llévalo gustoso ante Él.
Deposita ante Su eterna cordura todo tu dolor, y deja que Él te cure. No
permitas que ningún vestigio de dolor permanezca oculto de Su Luz, y
escudriña tu mente con gran minuciosidad en busca de cualquier pensamiento
que tengas miedo de revelar. Pues Él sanará cada pensamiento insignificante
que hayas conservado con el propósito de herirte a ti mismo, lo expurgará de su
pequeñez, y lo restituirá a la grandeza de Dios” (T.13.III.7:2,3,4,5,6).

El Curso nos dice que elegir apartarnos de la luz del Espíritu Santo en nuestras
mentes, tirar fuera nuestra paz negando nuestra unidad con Dios, precede a esa
situación o interacción que parece causar nuestra reacción. La culpabilidad y el
dolor de esa elección es el origen de lo que parece ira, molestia o irritación.
Entonces ocurre una situación o interacción con otra persona, que utilizamos
para proyectar nuestra culpa en ella en la forma de una reacción, o como el
Curso nos dice “una interpretación”: “Tal vez sea útil recordar que nadie puede
enfadarse con un hecho. Siempre son las interpretaciones las que dan lugar a
emociones negativas, aunque estas parezcan estar justificadas por lo que
aparentemente son los hechos, o por la intensidad del enfado suscitado. Éste
puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como
para ni siquiera poderse notar claramente. O puede también manifestarse en
forma de una ira desbordada, acompañada de pensamientos de violencia,
imaginados o aparentemente perpetrados. Esto no importa. Estas reacciones
son todas lo mismo. Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca
una cuestión de grados. O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. No puede
ser reconocida sólo a medias. El que no es consciente de la verdad no puede
sino estar contemplando ilusiones” (M.17.4). La verdad que está oscurecida se
puede comprender en dos niveles: 1) hemos tomado una opción que, como se
ha explicado antes, nos causa dolor, ira o molestia y ahora le echamos la culpa
a una persona o situación; 2) ni la opción que hemos tomado ni la culpabilidad
que sentimos a causa de ella pueden tener ningún efecto sobre el amor que nos
tiene el Padre ni sobre el amor que le tenemos al Padre; en otras palabras: no
ha ocurrido nada. Está claro que no hay grados ni diferencias en nada de esto; o
expresamos amor o pedimos amor, estamos en paz o no lo estamos, estamos
con la verdad o con la ilusión, viendo con el ego o con el Espíritu Santo.

Mirar al EGO

El ego solamente sabe juzgar, lo cual se basa en su error fundamental de hacer


real el error. Lo que hay que hacer es vivir la vida prestando atención a lo que se
piensa y a cómo se siente uno. Si uno se encuentra enojado, temeroso, alegre,
etc. con los problemas del mundo, ya sean personales o en general, hay que
reconocer que se ha elegido al ego. Este reconocimiento es el "mirar al ego".

Mira las elecciones de tu ego con Jesús junto a ti, y mirarás sin juzgar, como se
ilustra en esta cita: “No llames pecado a esa proyección, sino locura, pues eso
es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco la revistas de culpabilidad, pues la
culpabilidad implica que realmente ocurrió. Pero sobre todo, no le tengas miedo”
(T.18.I.6:7,8,9).

Recordando que el ego es una elección, uno simplemente reconoce la opción


que ha tomado sin darle poder para quitarle a uno la paz.

EL FINAL DE NUESTRA RESISTENCIA AL AMOR


KENNETH WAPNICK

Del Capítulo 4: El rol de Un curso de milagros

Es importante advertir que el ego nunca cambia. Es cien por cien odio y
asesinato. Por otro lado, el Espíritu Santo es cien por cien Amor. Nunca cambia.
Su sistema de pensamiento de perdón, sanación, paz y amor nunca cambia.
Ambos están totalmente presentes en todo el mundo: cien por cien odio, cien
por cien amor. Esto no disminuye; tú no lo socavas. Lo que cambia es la
cantidad de tiempo que pasas en uno u otro lado. Es un error pensar que
puedes mermar tu odio. Nunca mermarás tu odio. Es cien por cien, sólido como
el granizo. No hay herramienta lo suficientemente poderosa para hacer nada
contra esa muralla cien por cien granito sólido de odio y asesinato.

Lo que haces es elegir pasar cada vez menos tiempo identificándote con ella y
más y más tiempo identificándote con la corrección, el Espíritu Santo. Ese es el
significado que tiene el progreso en este Curso. Por lo tanto, estar identificado
con el Espíritu Santo significa mirar al ego sin juzgarlo. Después de un tiempo,
te darás cuenta, como dice Un curso de milagros, de que la sólida muralla de
granito no es sólida: es un fino velo que no tiene poder para obstaculizar la luz.
Nuestra percepción cambia, pero el ego no cambia: el odio es odio, el asesinato
es asesinato. La separación de Dios fue un acto de homicidio celestial: creímos
que habíamos destruido a Dios y que este mundo surgió de Sus cenizas. Ese es
el saldo final. Lo que cambia no es el ego; lo que cambia es nuestra percepción
de él. Nuestra percepción cambia gradualmente a medida que aprendemos a
tomarlo cada vez menos en serio, lo cual significa que aprendemos a darle cada
vez menos poder sobre nosotros. Pues es sólo la creencia de nuestras mentes
en el ego lo que le dio su poder.
La meta de Un curso de milagros no es que estemos sin un ego. La meta es no
sentirnos culpables con respecto a nuestra decisión contra el Espíritu Santo y a
favor del ego.

Tu función no es ser perfecto, no es estar sin las sombras del odio y la culpa. Tu
función es escapar de la carga de culpa que pusiste sobre ti mismo. Es una
distinción muy importante. “Tu función es escapar de ellas, no que no las
tengas”. En este mundo, en este sueño, no se espera que estés sin tu culpa,
odio ni impulsos asesinos, sino más bien que escapes de la carga de juicio que
pusiste sobre ellos.

Todos estamos perturbados por la sombra original, que es habernos privado a


nosotros mismos de la luz de Dios. Eso es lo que es una sombra: la privación de
la luz. Nos sentimos abrumados por la culpa, huimos y nos ocultamos en el
mundo, y nos llevamos la culpa con nosotros sin saber que lo habíamos hecho.
Por eso vinimos: por causa de la sombras. Pero podemos aprender –eso es lo
que Un curso de milagros nos ayuda a hacer- a no sentirnos perturbados por las
sombras. Podemos aprender a no sentirnos perturbados por nuestro odio,
especialismo y juicios. Eso comienza a inclinar la balanza para que podamos
pasar más tiempo con Jesús y menos tiempo con el ego…

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La enfermedad se puede considerar que es juzgar, como dije anteriormente –el


juicio original que dice que sé lo que más me conviene; Dios no lo sabe, yo sí sé,
y estoy mucho mejor al valerme por mí mismo: autónomo, libre e independiente
del Cielo. Eso es locura absoluta, y todos los juicios que jamás hemos emitido
proceden de ese pensamiento demente, y todo lo que se ha derivado de ese
primer juicio comparte esa demencia. Pensemos en el hecho de que el
fenómeno de la percepción en sí es el juicio.

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HACER JUICIOS
Libera Tu Ser - Kenneth Wapnick "Hacer Juicios"

Publicado por la Foundation For a Course in Miracles, escrito por Kenneth


Wapnick y traducido al castellano por Juan Illan Gómez.

Mi manera de ver Un curso de milagros ha cambiado de forma considerable tras


escuchar la grabación de Ken “El significado de hacer juicios”. La idea clave de
esta grabación es contemplar el ego sin sentir ninguna necesidad de juzgarlo.
Dicho de otra manera, contemplar nuestros pensamientos sin juzgarlos y darnos
cuenta de manera definitiva de que lo que creemos no tiene efecto alguno sobre
la realidad. Parece que nuestros poderosos pensamientos quedan desactivados
cuando nos damos cuenta de que no impresionan ni sacuden a la realidad. No
obstante, Ken sigue recordándonos que no juzguemos a los demás. Parece
como que, si lo hacemos, vamos a necesitar una defensa contra esos
pensamientos. Al decir que no deberíamos juzgar a los demás, ¿no estamos
haciendo real el hacer juicios? Se supone que hemos de contemplar nuestros
egos sin juzgarlos. ¿No se incluye en esto contemplar –sin darles realidad– los
juicios que hacemos de los demás? Algunos de los juicios que hacemos pueden
ser muy fuertes, pero si podemos contemplarlos y darnos cuenta de que no
pasa nada, ¿no estamos progresando

RESPUESTA: Podrías haber entendido mal. La grabación a la que te refieres


argumenta que la meta, al contrario de lo que muchos estudiantes creen que
dice el Curso, no es dejar de juzgarnos a nosotros mismos y a los demás, sino
más bien aprender a no juzgarnos a nosotros mismos por hacer esos juicios. Tal
como tú señalas, al resistirnos e intentar cambiarlos los estamos haciendo
reales para la mente, y eso sigue dándole poder a los juicios y al ego. De
manera que el objetivo es contemplar –sin tomarlos en serio– los juicios que
hace el ego, es decir, sin culpabilidad y sin intentar justificarlos ni racionalizarlos
de manera alguna. Una parte muy importante de este proceso de observación
es reconocer el coste que tiene el hacer juicios. Los juicios mantienen la
realidad de la idea de la separación, y así destierran a la paz e invitan a
quedarse al dolor y la culpabilidad.

Cuando, con el tiempo, reconocemos el coste que tiene el hacer juicios,


aumenta nuestra motivación para unirnos a Jesús, o al Espíritu Santo, y
abandonar el interés que ponemos en juzgar. Así que no se trata de que no
debamos hacer juicios, sino más bien de para qué querríamos hacerlos si
comprendiésemos bien lo que los acompaña. Por cierto, no es que nuestros
juicios no impresionen ni sacudan a la realidad, ¡es ni siquiera los ve ni los
reconoce! Porque nuestros juicios no tienen ninguna realidad. Y por eso, cerca
del final del Curso, Jesús señala: “Es necesario que el maestro de Dios se dé
cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. Al renunciar a los
juicios, renuncia simplemente a lo que nunca tuvo. Renuncia a una ilusión; o
mejor dicho, tiene la ilusión de renunciar a algo. […] Al reconocer que nunca le
fue posible juzgar, deja de intentarlo.” (M.10.2:1-3,5).

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Entonces puedes simplemente mirar la dinámica del ego sin juzgarte a ti mismo
por ella, sabiendo de antemano que Jesús tampoco te juzga por eso. El Amor
nunca juzga. En algún momento te darás cuenta que tus juicios acerca de tu
empresa te impedían estar en paz y que no vale la pena continuar haciéndolo.
Llegarás a darte cuenta entonces de que “tiene que haber otra manera.” Esto no
quiere decir ---vamos a repetirlo--- que te tienes que quedar en una determinada
situación hasta que perdones. La misma lección aparecerá en otras
circunstancias, de eso puedes estar seguro, así que no le hagas caso a la voz
del ego que te dice que tengas miedo de perder la única oportunidad que tienes
de deshacerte de él.

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Cuando le ofrecemos nuestros juicios (no nuestras vidas) al Espíritu Santo,


dejamos caer las barreras que resguardan nuestro ser separado. Y para
entregarle esos juicios a El, tenemos primero que haberlos contemplando y
haber reconocido nuestra inversión en ellos. Y este es el proceso de traer las
ilusiones a la verdad (T.17.I.5), de tal forma que la verdad pueda brillar sobre la
ilusión y permitirle al amor reemplazar el pecado, la culpa y el miedo. E

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Nuestra parte en este proceso es muy simple; lo que se nos pide es que
observemos al ego operando, reconociendo sus perversos juicios y
pensamientos como expresiones del miedo, que esperemos, lo cual quiere decir
que no intentemos arreglarlo, cambiarlo o imponerle nuestras soluciones y no lo
condenemos como pecado. Entonces permitimos que el Espíritu Santo haga Su
parte, lo cual no es sino compartir Su percepción. Ya que somos sumamente
hábiles en hacer que nuestras vidas demenciales funcionen de acuerdo con las
estrategias invertidas del ego, es muy difícil para nosotros “no interferir.” La
mayor parte de nosotros somos grandes “hacedores,” y necesitamos aprender
de Jesús a esperar pacientemente.

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Preguntas y respuestas Facim: ¿Qué medidas debería tomar cuando me doy


cuenta de mi ego?
Pregunta#720: Durante estas últimas semanas, he comenzado a darme cuenta
de la frecuencia con la que estoy clamando por atención, tratando de hacerme
superior, tratando de denigrar a otros, tratando de resaltar, etc. Todo esto,
aparentemente, es la consecuencia de mi necesidad de sentirme “especial.” El
hecho de que pueda ver esto tan claramente me hace muy feliz, y el hecho de
que no me reprendo a mí mismo cuando me doy cuenta de lo que estoy
haciendo, me hace aún más feliz. Mi pregunta es: ¿Qué debo hacer una vez
que me doy cuenta de esto? Tengo la sensación de que necesito hacer algo
para “cambiarlo,” pero empiezo a conjeturar que esto es en realidad lo que no
debería hacer. Si es así, ¿Qué hago entonces con estas tomas de conciencia?
Respuesta: Permanece ahí. Tienes razón en cuanto a que no es necesario
cambiar nada. De hecho, no podemos cambiar las ilusiones que el ego nos
pone delante, y el tratar de hacerlo les da un poder que en verdad no tienen. Lo
único que se requiere es que estemos dispuestos a reconocer las travesuras del
ego por lo que son en realidad (efectos de la elección que hace la mente a favor
de la separación), ver que el propósito que sirven es el de mantenernos
apegados a nuestra identidad corporal, y pedirle ayuda al Espíritu Santo para
hacer otra elección. Esto es suficiente. El problema es que, con nuestro feroz
apego al especialismo, no siempre vamos a desear la ayuda del Espíritu Santo,
puesto que aún valoramos al especialismo muy por encima de Él. Sin embargo,
si persistes en mirar y en ser consciente, te podrás dar cuenta de cómo este
especialismo es la causa de los sentimientos que van desde un leve malestar
hasta una intensa sensación de culpa, aunque no te estés juzgando a ti mismo
por el especialismo. Ya que el dolor proveniente de esos sentimientos tiende a
volverse insoportable, ello despierta en nosotros un profundo deseo de sanar, lo
cual nos aparta de las tinieblas de nuestra atracción por el especialismo hacia la
luz de quién verdaderamente somos como el Hijo inocente de Dios.

Es importante recordar que el haberte vuelto más consciente, tal y como


mencionas, no significa que ahora valores más a tu especialismo, sólo que
ahora lo puedes ver mejor y que te das cuenta de lo que está haciendo tu ego, y
esto es muy significativo. Cuando la mente elige identificarse con el cuerpo,
niega automáticamente su verdadera identidad como espíritu, obliterando de
ésta manera el recuerdo de que eres espíritu en tu consciencia. Esta es la razón
por la que no somos conscientes de la actividad de elección que está tomando
lugar en la mente, pero sí que podemos darnos cuenta, tal y como describes, de
los efectos que ha tenido la elección que ha hecho la mente. El mirar la forma
específica que nuestra elección a favor de la separación ha tomado en nuestras
relaciones, es lo que provoca y fomenta estas tomas de consciencia, y esa es la
única manera de la que disponemos para aprender a identificarnos con la mente
en lugar de con el cuerpo. Es únicamente aprendiendo que somos mente como
podemos usar su poder para no elegir la separación. La toma de consciencia
que mencionas es un paso muy importante para salir de la negación, que es una
piedra angular en el sistema de pensamiento del ego. Si el “no ver” es lo que
nos mantiene anclados en el problema de la separación, el “ver” es claramente
el principio de la solución. El ego prospera con la negación; el Espíritu Santo
nos ofrece el que nos demos cuenta. Para poder en última instancia darnos
cuenta del recuerdo del Amor de Dios que se encuentra presente en nuestra
mente, primero tenemos que llegar a ser conscientes de todas las defensas que
hemos erigido contra el Amor. Por lo tanto, lo único que importa por los
momentos es que continuemos mirando sin juicios, pero con la vigilancia que sí
se requiere: “… la vigilancia es esencial, … no es necesaria a favor de la verdad,
pero si es necesaria en contra de las ilusiones” (T6.V.C8:6,9).
A medida que continúes con la vigilancia, es importante que recuerdes la
siguiente “sucesión de eventos”: (1) Lo que ves (especialismo, juicios,
proyección) es el efecto de la elección que ha hecho la mente a favor de la
separación. (2) Esta elección es la verdadera causa de todo el dolor y la
angustia en nuestras vidas y en nuestro mundo. (3) La mente tiene el poder de
elegir de manera diferente. El poder ser consciente es, por lo tanto, “la perla de
gran valor” en el plan de estudios que Un Curso de Milagros nos presenta para
que se nos pueda guiar finalmente a tomar la decisión a favor de Dios.

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Preguntas y respuestas Facim: ¿Cómo hacemos para mirar dentro?


Pregunta #474: En relación con la pregunta #258, cómo hacemos
específicamente para “mirar dentro”? Podrías dar un ejemplo específico del
proceso de “mirar dentro” ilustrándolo con ese ejemplo? Hablamos nosotros con
Jesús? Qué es lo que hacemos? Cómo “permitimos que la luz del verdadero
perdón brille sobre nuestra culpa”?

Respuesta: Quizás el proceso de mirar dentro se torna más claro cuando se


tiene en cuenta qué es lo que debe corregir y con qué tiene que ser contrastado.
El ego siempre hará que miremos afuera ---ya que su propósito es que veamos
todos nuestros problemas relacionados con algo externo ---nuestro propio
cuerpo y personalidad en relación con otros cuerpos y eventos, en el pasado
presente o futuro. Y así entonces “el perdón” se enfoca siempre en lo que
alguien nos ha hecho o ha dejado de hacernos. Incluso nuestra propia culpa, de
acuerdo con el ego, emana de cosas que nosotros ---o alguien más--- hemos
hecho o fracasado en hacer (incluyendo la noción del pecado original del
Cristianismo, el cual todos hemos supuestamente heredado como
consecuencia de la pecaminosa desobediencia de nuestros primeros padres.
Adán y Eva). Esta gran miríada de formas de mirar afuera constituyen la
defensa del ego para mantenernos inconscientes de que tenemos una mente
para mirar dentro. No es nada sorprendente entonces que pidas una aclaratoria
de lo que “mirar dentro” significa.

Aunque no constituyan el problema real, nuestras aparentes reacciones a lo


externo, tales como nuestra ira a lo que alguien más nos ha hecho, resultan
unos primeros pasos muy útiles en el proceso de mirar dentro, ya que tales
reacciones son las señales que nos alertan de la existencia de algo dentro que
tiene que ser contemplado, si es que estamos dispuestos a soltar al ego como
nuestro maestro y aceptar al Espíritu Santo como nuestro Guía. Mirar dentro
significa que retiramos todas nuestras proyecciones dejando de responsabilizar
a lo externo por como nos sentimos y esto incluye tanto a nuestro propio cuerpo
como el de la otra persona. Y entonces, miramos a nuestra disposición de
aceptar que todo lo que sentimos emana de la culpa acerca de una decisión
escondida en nuestra mente, de valorarnos más que cualquier otro o que
cualquier otra cosa, independientemente de cuál sea su costo. Es con alguna
variante de este pensamiento específico con lo que tenemos que entrar en
contacto.

Puede ser de ayuda hablar con Jesús o pensar que él o el Espíritu Santo ---o
alguna otra presencia libre de prejuicios--- se encuentra a nuestro lado, mirando
con nosotros a medida que descubrimos nuestro ser egoísta. Podemos describir
cómo nos estamos sintiendo y qué es lo que estamos creyendo que se
encuentre ahí, reconociendo la culpa que produciría el asociarse con tal
pensamiento egocéntrico, o podemos simplemente “pedir ayuda.” Las palabras
no son importantes. Lo que en realidad importa es que no intentemos mirar
dentro por cuenta propia, porque seguramente nos asustaremos e incluso, nos
aterrorizaremos a nosotros mismos. El “permitir que la luz del verdadero perdón
brille sobre nuestra culpa” es solamente una manera poética de decir que ya no
nos encontramos juzgándonos a nosotros mismos por la decisión de ver que
nuestras propias necesidades son prioritarias. Nota que esto no está diciendo
nada acerca de detener estos pensamientos o de negar que todavía sentimos
que tenemos estas necesidades, simplemente habla acerca de aprender a
reconocerlas (y a los sentimientos que las acompañan) sin condenarnos a
nosotros mismos por abrigarlas.

Este es nuestro papel en el proceso de mirar, a medida que permitimos que lo


que estemos descubriendo sea liberado y sanado. Y lo que nos aguarda, pero
que no es nuestra responsabilidad producir, es la paz y el amor que también se
encuentran dentro, pero que han sido escondidos detrás de las capas de culpa
que hemos puesto ahí para mantener al amor oculto de nuestra consciencia.
Por lo tanto, el problema, la solución y la meta del proceso, todo ello reside
dentro de nuestra propia mente. Pero no habrá ninguna esperanza ni resolución
hasta que aprendamos a mirar ahí en lugar de fuera de nosotros mismos. Y esto
se logra con el tiempo gracias a la disposición y a la práctica. Ya que el deseo
de culpar al mundo y la resistencia a mirar dentro son ambos enormes ---de
hecho, conforman el mismo obstáculo. Pero cuando internamente elegimos un
Maestro diferente, el mundo que vemos fuera será transformado de un lugar de
ataque y odio a un lugar de perdón y amor (T.12.VII.5,12).

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Preguntas y respuestas Facim: ¿Qué significa mirar al ego sin juicio?


Pregunta#642: Estoy intentando entender exactamente lo que se quiere decir
con mirar al ego sin juicios. Cuando intento hacer eso, hay dos opciones que
aparentan surgir: (1) siento que tengo que ejercer mi voluntad para hacer esto,
pero el no juzgar es entonces algo forzado e intelectual, o (2) le dejo al Espíritu
Santo que me muestre cómo mirar al ego sin juicio, pero por momentos no he
obtenido mucha ayuda por este lado; pues me siento más triste y culpable que
antes acerca de lo que mi ego hace. ¿Estoy malentendiendo algo? ¿Estoy
simplemente siendo impaciente? ¿Estoy haciendo algo mal?

Respuesta: Tu experiencia es bastante común entre los estudiantes de Un


Curso de Milagros. Independientemente del poco éxito que pudiera parecer que
hemos tenido, cada esfuerzo de hacer lo que el Curso nos pide es una
expresión de la “pequeña dosis de buena voluntad” (T.26.VII.10:1) y es un paso
en la dirección correcta. De hecho, una de las formas en las que podemos mirar
al ego sin juicios, es no intentar evaluar nuestros progresos con el Curso. Tal y
como se nos dice en el texto, “Has considerado algunos de tus mayores
avances como fracasos, y has evaluado algunos de tus peores retrocesos como
grandes triunfos” (T.18.V.1:6).

Mirar al ego sin juicios es un proceso que requiere práctica porque no es algo
fácil de hacer. La propia vida del ego está basada en un juicio; es decir, en la
creencia en que la separación es un pecado real y grave, que nos ha costado
nuestra inocencia y nuestra paz y que nunca seremos capaces de recuperarlas.
La culpa y el miedo que se originan con éste juicio, dan lugar a todas las
travesuras del ego que se experimentan en el mundo en una miríada de formas.
Cuando las estratagemas del ego son descubiertas y se reconocen las
proyecciones por lo que verdaderamente son, existe una tendencia a sentirnos
aún más culpables y abatidos: “...al dejar de echarle la culpa a lo que se
encuentra afuera, existe una marcada tendencia a albergarla dentro. Al principio
es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay
diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera”
(T.11.IV.4.5,6). Así como la luz es inicialmente dolorosa para el que ha estado
ciego, poner al ego al descubierto puede ser doloroso. La resistencia a mirar es
una expresión del deseo de que la interpretación que hace el ego de quienes
somos es correcta, justo lo opuesto a la identidad que Dios nos ha dado. El
juicio, la culpa, la resistencia y la insistencia en tener razón son todas
fabricaciones en defensa de la separación. Todas ellas tienen el propósito de
lograr hacer la separación real. No es entonces sorprendente lo difícil que es
contemplarlas.

El Curso no nos pide que no juzguemos, pero si nos pide que reconozcamos los
juicios que emitimos, incluido los juicios que hacemos sobre nosotros mismos
por habernos juzgado. Este reconocimiento es un paso importante en el proceso
de deshacer la estrategia defensiva del ego, para que con el tiempo podamos
entonces hacer otra elección. La disposición para ver el ego en funcionamiento
sin llamarlo por otro nombre, ni justificarlo, ni culpar a nadie más por eso, es una
manera de no juzgar, a la vez que es una invitación al Espíritu Santo a que
transforme nuestra percepción. Al representar Él la parte de nuestra mente que
no cree en la mentira de la separación del ego, es entonces Él Quién en realidad
puede mirar sin juicios. Reconocer nuestros juicios errados acerca de nosotros
mismos y del mundo y estar dispuestos a no decidir por nosotros mismos el
significado de nada, es lo que debilita las defensas del ego y nos permite
comenzar a escuchar la “apacible y queda Voz” (T.21.V.1:6) diciéndonos que
estamos equivocados acerca del “pecado” de la separación. No hay nada
externo a nosotros mismos que pueda hacer que esto suceda, ni siquiera
mediante un trabajo especial que haga el Espíritu Santo, sólo puede suceder
una vez que en nuestras mentes hagamos la elección de decidir en contra de la
interpretación del ego. Entonces automáticamente la percepción del Espíritu
Santo reemplaza la nuestra.
Ya que nos encontramos en el proceso del deshacimiento de una creencia que
en realidad no existe, no tenemos la necesidad de caer presas del pánico; Jesús
nos dice muchas veces y de muchas maneras distintas que tenemos que
proceder gentilmente durante este proceso. En “Reglas Para Tomar Decisiones”:
“No luches contra ti mismo” (T.30.I.1:7) y en el manual para el maestro “...Dios
ha enviado Su Juicio [al Espíritu Santo] para reemplazar al tuyo. Con gran
ternura, Su Juicio sustituye al tuyo.” (M.11.3:4,5). Para decirlo otra vez, todo lo
que se requiere es “la pequeña dosis de buena voluntad” para reconocer que lo
que el Espíritu Santo representa es cierto, mientras que los dementes juicios del
ego, independientemente de cuán perversos y odiosos pudieran ser, no son
ciertos.

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Preguntas y respuestas Facim: ¿Cómo puedo determinar responsabilidades sin


incurrir en juicios?
Pregunta#584: En la pregunta #371 se responde lo siguiente: “Continuarás
actuando en formas que ayudarán a determinar la responsabilidad y las
consecuencias apropiadas dentro del sistema para el caso de abuso y, a la
vez, protegerás al niño de abusos posteriores --- pero harás todo eso sin juicios.
Y te convertirás en un recordatorio para cualquiera que se vea envuelto, que
hay otra manera de mirar a lo que ha estado sucediendo de forma tal que no
contenga acusación ni ataque.”
Qué es exactamente ataque y acusación? Si yo determino responsabilidades y
consecuencias apropiadas, no es acaso esto un juicio y no me encuentro
acusando a otro ni atacándole? O quizás estoy confundiendo niveles. Al nivel de
la mente verdadera yo no juzgo a nadie puesto que no hay nadie a quién juzgar.
En la ilusión yo represento el rol determinado por la situación en la que me
encuentro pero permanezco consciente de la ausencia de juicio de la mente
verdadera. Es esto correcto? Si es así, porqué nunca puedo hacer esto a pesar
de que es un hecho para mi conocido desde hace tiempo?
Respuesta: Antes que nada, podría ser de ayuda aclarar que “sin juicios” tal y
como se usa en la cita anterior, significa sin condena. Incluso dentro del mismo
Curso, el juicio se usa de dos formas, una, de la mente errada, que si
contempla ataque y acusación y la otra, de la mente recta, que contempla el
discernimiento entre lo que es verdadero y lo que es falso ( por ejemplo,
T.4.IV.8:7,8). El juicio del ego refuerza la creencia en la separación, en el
pecado y la culpa al ver al acusado diferente de nosotros mismos. El juicio de la
mente recta siempre deshace nuestra identificación con el ego al ayudarnos a
reconocer cómo, a nivel de contenido, somos básicamente todos lo mismo, en
pugna todos con el mismo sistema de pensamiento del ego, aunque la
expresión específica que tiene el ego en cada uno de nosotros pueda ser
distinta.

Jesús nos dice reiteradamente en Un Curso de Milagros que somos


responsables de las elecciones que hacemos y de las consecuencias que les
siguen a dichas elecciones (por ejemplo, T.4.IV; T.21.II.2:3,4,5,6), pero él nunca
nos condena porque que elijamos al ego ---no hay acusación alguna ni tampoco
ataque en ese juicio. Pero es únicamente cuando comenzamos a reconocer que
somos responsables por lo que experimentamos, cuando podemos comenzar a
elegir de manera diferente. Es el ego, con su creencia en el pecado, la culpa y el
miedo, quien equipara responsabilidad con acusación y, consecuencias, con
castigo y ataque. Jesús está intentando ayudarnos a que miremos a las
consecuencias de nuestras decisiones, sin que quedemos atrapados en los
juicios morales acerca del bien y del mal que el ego nos empujaría a hacer.
Jesús usa calificativos como tonto (ver por ejemplo, W.pI.156.6:4,5), absurdo
(ver por ejemplo, T.21.I.2:1; W.pI.65.7) y demente (ver por ejemplo, T.27.VI.6:3)
cuando describe nuestras elecciones a favor del ego, pero él no nos condena,
cualquier sensación de que nos juzga es nuestra proyección.

No se trata de que estés confundiendo niveles, sino de que confundes forma y


contenido. No es la acción específica de evaluar la responsabilidad de otro en
una situación y comunicarle las consecuencias de su transgresión lo que
constituye una condena o un ataque. Lo que siempre necesitamos hacer, es
mirar honestamente a nuestro propósito detrás de nuestras decisiones y
acciones. Quizás pueda ser de utilidad el pensar acerca de cómo podríamos
hacer que un niño pequeño tome responsabilidad de un acto de agresión, como
por ejemplo pegarle a su hermano menor, y entonces asignarle una
consecuencia de su acto, tal como podría ser tiempo fuera de sus actividades
regulares, a modo de reforzar en la mente del niño la importancia de considerar
sus acciones más cuidadosamente. Todo esto puede hacerse sin ataque ni
acusación. Si estamos actuando desde la mente recta, nuestro propósito
podría ser ayudar al niño a entienda y haga, en el futuro, una elección diferente
acerca de cómo lidiar con la ira y con la frustración.
La situación con el abusador puede ser vista exactamente de la misma manera.
Podríamos concluir que, de hecho, el abusador es un adulto que ha herido a un
niño, pero podemos llegar a esa conclusión sin ira ni acusación. Sí, en otro nivel,
la mente del niño ha elegido ser la víctima --- como lo hemos elegido todas las
mentes identificadas con el ego, y, en un nivel aún más profundo, nada de esto
es real. Pero Jesús no nos está pidiendo que neguemos nuestras experiencias
aquí en el mundo. Él simplemente nos pide que tengamos la disposición de
soltar los juicios de nuestro propio ego en una situación donde ya estamos
predispuestos a condenar y, entonces, le pidamos a él ayuda para poder ver de
otra manera a todos los envueltos en esa situación.

Por consiguiente, podríamos ser de apoyo para el abusador haciendo que


cumpla una pena y sin que nuestro objetivo sea castigar. Conocer nuestro
propósito requiere que hagamos una evaluación honesta de nuestros
pensamientos acerca del abusador. Para decirlo nuevamente, no es la forma de
nuestra decisión lo que en realidad importa sino el contenido subyacente
---acaso nosotros vemos al abusador como un pecador diferente de nosotros y
merecedor de castigo o igual a nosotros y simplemente necesitado de ayuda? Si
no podemos llegar a ver al niño que agrede a su hermano menor y al adulto
abusador como iguales, es únicamente porque estamos identificados con
nuestro ego, el cual asegura que existe una jerarquía de ilusiones (T.23.II.2).

Ahora bien, la mayoría de la gente en el mundo vería una diferencia entre el


niño que le ha pegado a su hermanito y el adulto que ha abusado de un niño,
pero eso únicamente demuestra cuántos de nosotros estamos aún identificados
con el sistema de pensamiento del ego. Y el cambio a una nueva perspectiva no
es algo que podamos hacer nosotros por nuestra cuenta. Debemos recurrir a
esa gentil Presencia en nuestra mente que nos puede ver a todos como niños,
aún convencidos que podemos deshacernos de nuestra culpa e ira lastimando a
otros de alguna manera. Todos nosotros necesitamos ayuda y eso es
justamente lo que nos hace iguales. Y en mi disposición para liberar a mis
hermanos y hermanas de la condena, aprendo cómo liberarme también a mi
mismo (T.12.I.4,5,6,7).

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Preguntas y respuestas Facim: Aprender a no juzgarnos a nosotros mismos por


caer en la trampa de los juicios
Pregunta # 400: Tengo problemas entendiendo el “mirar sin juzgar.” En una de
las respuestas dadas, has dicho “observa a tus vacilaciones sin juzgarte, sin
imponerle las categorías de deseable o indeseable...(pregunta 216).” Podrías
comentar un poco más acerca de “sin establecer categorías de deseable e
indeseable?” Gracias!
Respuesta: El problema con todos nuestros juicios no es que ellos sean malos
en sí mismos, sino que nuestra creencia en ellos hace que el error de la
separación sea real una y otra vez en nuestras mentes. Cuando identificamos
algunas experiencias como buenas o deseables y otras como malas e
indeseables, hemos caído en la trampa de los opuestos ---o de la oposición---
del ego, la cual es necesariamente una invitación al conflicto. Mientras
tengamos una mente dividida, vamos a estar casi seguramente alternando entre
experiencias del pensamiento de la mente errada y experiencias de
pensamiento de la mente correcta. En realidad ---y esto no es otra cosa que la
unicidad del Cielo--- ninguna de esas experiencias es real ni son verdad. En el
contexto de la pregunta previa a la que haces referencia, imponer categorías de
deseable o indeseable a dichas experiencias es dotarlas de una realidad que no
tienen. El único juicio del Espíritu Santo es que la mentalidad errada es falsa y
que la mentalidad correcta, aunque es igualmente una ilusión, es un reflejo de lo
que es verdad.

Es cierto que, desde nuestra perspectiva dentro de la mente dividida, el Espíritu


Santo está intentando guiarnos hacia un reconocimiento de que el pensamiento
de la mentalidad errada nos trae dolor y que el pensamiento de la mentalidad
correcta nos trae dicha, ya que en nuestro confuso estado mental creemos justo
lo opuesto (T.7.X). Únicamente un tonto, una vez que entendamos nuestra
confusión, negaría que uno de esos estados es preferible o más deseable que el
otro. Pero si comenzamos a juzgar al estado del ego como indeseable en el
sentido de que querer resistirle y nos condenamos a nosotros mismos por
experimentarlo, entonces hemos caído completamente en las manos del ego,
pues ahora aparece un estado real que reclama nuestros esfuerzos en su
contra.

Esto es por lo que Jesús enfatiza una y otra vez en Un Curso de Milagros, que
todo lo que se requiere que hagamos es que miremos con él a lo que nuestros
egos hayan hecho sin tratar de cambiarlo (por ejemplo, T.4.III.7,8; T.11.V.1,2),
al tiempo que podemos reconocer su costo. Si tratamos de cambiarlo, estamos
entonces diciendo que el ego es el problema, cuando el único problema es
nuestra creencia en él. Y no podemos deshacer esa creencia por nuestra
cuenta, pues ésa es la creencia ---que podemos estar por cuenta propia. Así
que lo que en realidad queremos hacer es mirar a nuestro ego con Jesús o con
el Espíritu Santo a nuestro lado, y compartir Su visión de la irrealidad del ego, no
juzgarlo como indeseable e intentar cambiarlo o arreglarlo de alguna forma que
sea más aceptable para nosotros --- y nuestro ego!

Por consiguiente, la meta no es estar libre de juicios, ya que eso es lo que


tenemos en el mismo final del proceso del perdón, sino más bien aprender cada
vez más a no juzgarnos a nosotros mismos por tener nuestros juicios del ego.

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