Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Juicios Ken Wapnick
Juicios Ken Wapnick
El Curso nos dice que elegir apartarnos de la luz del Espíritu Santo en nuestras
mentes, tirar fuera nuestra paz negando nuestra unidad con Dios, precede a esa
situación o interacción que parece causar nuestra reacción. La culpabilidad y el
dolor de esa elección es el origen de lo que parece ira, molestia o irritación.
Entonces ocurre una situación o interacción con otra persona, que utilizamos
para proyectar nuestra culpa en ella en la forma de una reacción, o como el
Curso nos dice “una interpretación”: “Tal vez sea útil recordar que nadie puede
enfadarse con un hecho. Siempre son las interpretaciones las que dan lugar a
emociones negativas, aunque estas parezcan estar justificadas por lo que
aparentemente son los hechos, o por la intensidad del enfado suscitado. Éste
puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como
para ni siquiera poderse notar claramente. O puede también manifestarse en
forma de una ira desbordada, acompañada de pensamientos de violencia,
imaginados o aparentemente perpetrados. Esto no importa. Estas reacciones
son todas lo mismo. Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca
una cuestión de grados. O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. No puede
ser reconocida sólo a medias. El que no es consciente de la verdad no puede
sino estar contemplando ilusiones” (M.17.4). La verdad que está oscurecida se
puede comprender en dos niveles: 1) hemos tomado una opción que, como se
ha explicado antes, nos causa dolor, ira o molestia y ahora le echamos la culpa
a una persona o situación; 2) ni la opción que hemos tomado ni la culpabilidad
que sentimos a causa de ella pueden tener ningún efecto sobre el amor que nos
tiene el Padre ni sobre el amor que le tenemos al Padre; en otras palabras: no
ha ocurrido nada. Está claro que no hay grados ni diferencias en nada de esto; o
expresamos amor o pedimos amor, estamos en paz o no lo estamos, estamos
con la verdad o con la ilusión, viendo con el ego o con el Espíritu Santo.
Mirar al EGO
Mira las elecciones de tu ego con Jesús junto a ti, y mirarás sin juzgar, como se
ilustra en esta cita: “No llames pecado a esa proyección, sino locura, pues eso
es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco la revistas de culpabilidad, pues la
culpabilidad implica que realmente ocurrió. Pero sobre todo, no le tengas miedo”
(T.18.I.6:7,8,9).
Es importante advertir que el ego nunca cambia. Es cien por cien odio y
asesinato. Por otro lado, el Espíritu Santo es cien por cien Amor. Nunca cambia.
Su sistema de pensamiento de perdón, sanación, paz y amor nunca cambia.
Ambos están totalmente presentes en todo el mundo: cien por cien odio, cien
por cien amor. Esto no disminuye; tú no lo socavas. Lo que cambia es la
cantidad de tiempo que pasas en uno u otro lado. Es un error pensar que
puedes mermar tu odio. Nunca mermarás tu odio. Es cien por cien, sólido como
el granizo. No hay herramienta lo suficientemente poderosa para hacer nada
contra esa muralla cien por cien granito sólido de odio y asesinato.
Lo que haces es elegir pasar cada vez menos tiempo identificándote con ella y
más y más tiempo identificándote con la corrección, el Espíritu Santo. Ese es el
significado que tiene el progreso en este Curso. Por lo tanto, estar identificado
con el Espíritu Santo significa mirar al ego sin juzgarlo. Después de un tiempo,
te darás cuenta, como dice Un curso de milagros, de que la sólida muralla de
granito no es sólida: es un fino velo que no tiene poder para obstaculizar la luz.
Nuestra percepción cambia, pero el ego no cambia: el odio es odio, el asesinato
es asesinato. La separación de Dios fue un acto de homicidio celestial: creímos
que habíamos destruido a Dios y que este mundo surgió de Sus cenizas. Ese es
el saldo final. Lo que cambia no es el ego; lo que cambia es nuestra percepción
de él. Nuestra percepción cambia gradualmente a medida que aprendemos a
tomarlo cada vez menos en serio, lo cual significa que aprendemos a darle cada
vez menos poder sobre nosotros. Pues es sólo la creencia de nuestras mentes
en el ego lo que le dio su poder.
La meta de Un curso de milagros no es que estemos sin un ego. La meta es no
sentirnos culpables con respecto a nuestra decisión contra el Espíritu Santo y a
favor del ego.
Tu función no es ser perfecto, no es estar sin las sombras del odio y la culpa. Tu
función es escapar de la carga de culpa que pusiste sobre ti mismo. Es una
distinción muy importante. “Tu función es escapar de ellas, no que no las
tengas”. En este mundo, en este sueño, no se espera que estés sin tu culpa,
odio ni impulsos asesinos, sino más bien que escapes de la carga de juicio que
pusiste sobre ellos.
--
--
HACER JUICIOS
Libera Tu Ser - Kenneth Wapnick "Hacer Juicios"
--
Entonces puedes simplemente mirar la dinámica del ego sin juzgarte a ti mismo
por ella, sabiendo de antemano que Jesús tampoco te juzga por eso. El Amor
nunca juzga. En algún momento te darás cuenta que tus juicios acerca de tu
empresa te impedían estar en paz y que no vale la pena continuar haciéndolo.
Llegarás a darte cuenta entonces de que “tiene que haber otra manera.” Esto no
quiere decir ---vamos a repetirlo--- que te tienes que quedar en una determinada
situación hasta que perdones. La misma lección aparecerá en otras
circunstancias, de eso puedes estar seguro, así que no le hagas caso a la voz
del ego que te dice que tengas miedo de perder la única oportunidad que tienes
de deshacerte de él.
--
--
Nuestra parte en este proceso es muy simple; lo que se nos pide es que
observemos al ego operando, reconociendo sus perversos juicios y
pensamientos como expresiones del miedo, que esperemos, lo cual quiere decir
que no intentemos arreglarlo, cambiarlo o imponerle nuestras soluciones y no lo
condenemos como pecado. Entonces permitimos que el Espíritu Santo haga Su
parte, lo cual no es sino compartir Su percepción. Ya que somos sumamente
hábiles en hacer que nuestras vidas demenciales funcionen de acuerdo con las
estrategias invertidas del ego, es muy difícil para nosotros “no interferir.” La
mayor parte de nosotros somos grandes “hacedores,” y necesitamos aprender
de Jesús a esperar pacientemente.
--
--
Puede ser de ayuda hablar con Jesús o pensar que él o el Espíritu Santo ---o
alguna otra presencia libre de prejuicios--- se encuentra a nuestro lado, mirando
con nosotros a medida que descubrimos nuestro ser egoísta. Podemos describir
cómo nos estamos sintiendo y qué es lo que estamos creyendo que se
encuentre ahí, reconociendo la culpa que produciría el asociarse con tal
pensamiento egocéntrico, o podemos simplemente “pedir ayuda.” Las palabras
no son importantes. Lo que en realidad importa es que no intentemos mirar
dentro por cuenta propia, porque seguramente nos asustaremos e incluso, nos
aterrorizaremos a nosotros mismos. El “permitir que la luz del verdadero perdón
brille sobre nuestra culpa” es solamente una manera poética de decir que ya no
nos encontramos juzgándonos a nosotros mismos por la decisión de ver que
nuestras propias necesidades son prioritarias. Nota que esto no está diciendo
nada acerca de detener estos pensamientos o de negar que todavía sentimos
que tenemos estas necesidades, simplemente habla acerca de aprender a
reconocerlas (y a los sentimientos que las acompañan) sin condenarnos a
nosotros mismos por abrigarlas.
--
Mirar al ego sin juicios es un proceso que requiere práctica porque no es algo
fácil de hacer. La propia vida del ego está basada en un juicio; es decir, en la
creencia en que la separación es un pecado real y grave, que nos ha costado
nuestra inocencia y nuestra paz y que nunca seremos capaces de recuperarlas.
La culpa y el miedo que se originan con éste juicio, dan lugar a todas las
travesuras del ego que se experimentan en el mundo en una miríada de formas.
Cuando las estratagemas del ego son descubiertas y se reconocen las
proyecciones por lo que verdaderamente son, existe una tendencia a sentirnos
aún más culpables y abatidos: “...al dejar de echarle la culpa a lo que se
encuentra afuera, existe una marcada tendencia a albergarla dentro. Al principio
es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay
diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera”
(T.11.IV.4.5,6). Así como la luz es inicialmente dolorosa para el que ha estado
ciego, poner al ego al descubierto puede ser doloroso. La resistencia a mirar es
una expresión del deseo de que la interpretación que hace el ego de quienes
somos es correcta, justo lo opuesto a la identidad que Dios nos ha dado. El
juicio, la culpa, la resistencia y la insistencia en tener razón son todas
fabricaciones en defensa de la separación. Todas ellas tienen el propósito de
lograr hacer la separación real. No es entonces sorprendente lo difícil que es
contemplarlas.
El Curso no nos pide que no juzguemos, pero si nos pide que reconozcamos los
juicios que emitimos, incluido los juicios que hacemos sobre nosotros mismos
por habernos juzgado. Este reconocimiento es un paso importante en el proceso
de deshacer la estrategia defensiva del ego, para que con el tiempo podamos
entonces hacer otra elección. La disposición para ver el ego en funcionamiento
sin llamarlo por otro nombre, ni justificarlo, ni culpar a nadie más por eso, es una
manera de no juzgar, a la vez que es una invitación al Espíritu Santo a que
transforme nuestra percepción. Al representar Él la parte de nuestra mente que
no cree en la mentira de la separación del ego, es entonces Él Quién en realidad
puede mirar sin juicios. Reconocer nuestros juicios errados acerca de nosotros
mismos y del mundo y estar dispuestos a no decidir por nosotros mismos el
significado de nada, es lo que debilita las defensas del ego y nos permite
comenzar a escuchar la “apacible y queda Voz” (T.21.V.1:6) diciéndonos que
estamos equivocados acerca del “pecado” de la separación. No hay nada
externo a nosotros mismos que pueda hacer que esto suceda, ni siquiera
mediante un trabajo especial que haga el Espíritu Santo, sólo puede suceder
una vez que en nuestras mentes hagamos la elección de decidir en contra de la
interpretación del ego. Entonces automáticamente la percepción del Espíritu
Santo reemplaza la nuestra.
Ya que nos encontramos en el proceso del deshacimiento de una creencia que
en realidad no existe, no tenemos la necesidad de caer presas del pánico; Jesús
nos dice muchas veces y de muchas maneras distintas que tenemos que
proceder gentilmente durante este proceso. En “Reglas Para Tomar Decisiones”:
“No luches contra ti mismo” (T.30.I.1:7) y en el manual para el maestro “...Dios
ha enviado Su Juicio [al Espíritu Santo] para reemplazar al tuyo. Con gran
ternura, Su Juicio sustituye al tuyo.” (M.11.3:4,5). Para decirlo otra vez, todo lo
que se requiere es “la pequeña dosis de buena voluntad” para reconocer que lo
que el Espíritu Santo representa es cierto, mientras que los dementes juicios del
ego, independientemente de cuán perversos y odiosos pudieran ser, no son
ciertos.
--
--
Esto es por lo que Jesús enfatiza una y otra vez en Un Curso de Milagros, que
todo lo que se requiere que hagamos es que miremos con él a lo que nuestros
egos hayan hecho sin tratar de cambiarlo (por ejemplo, T.4.III.7,8; T.11.V.1,2),
al tiempo que podemos reconocer su costo. Si tratamos de cambiarlo, estamos
entonces diciendo que el ego es el problema, cuando el único problema es
nuestra creencia en él. Y no podemos deshacer esa creencia por nuestra
cuenta, pues ésa es la creencia ---que podemos estar por cuenta propia. Así
que lo que en realidad queremos hacer es mirar a nuestro ego con Jesús o con
el Espíritu Santo a nuestro lado, y compartir Su visión de la irrealidad del ego, no
juzgarlo como indeseable e intentar cambiarlo o arreglarlo de alguna forma que
sea más aceptable para nosotros --- y nuestro ego!