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SOBRE EL A DVIENTO
P ARA LA ORACIÓN Y LA PREDICACIÓN
Índice
1. Adviento
Ø Esto es lo que quiere hacer el Señor en Adviento: hablar al corazón de su
pueblo y, a través de él, a toda la humanidad, para anunciarle la salvación.
(BENEDICTO XVI, 7 de diciembre de 2008)
Ø Los cristianos adoptaron la palabra “Adviento” para expresar su relación con
Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre “provincia”
denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su
Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en
la asamblea litúrgica. Con la palabra adventusse quería decir
substancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha
dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las
realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.
(BENEDICTO XVI, 28 de noviembre de 2009)
Ø El significado de la expresión “Adviento” comprende también el de visitatio,
que simplemente quiere decir “visita”; en este caso se trata de una visita de
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2. Alegría
Ø La actitud espiritual que caracteriza este tiempo de gracia: “vigilancia en la
oración” y “júbilo en la alabanza” (cf. Misal romano, Prefacio II de
Adviento) (BENEDICTO XVI, 26 de noviembre de 2005)
Ø En la actual sociedad de consumo, este período sufre, por desgracia, una
especie de “contaminación” comercial, que corre el peligro de alterar su
auténtico espíritu, caracterizado por el recogimiento, la sobriedad y una
alegría no exterior sino íntima. (BENEDICTO XVI, 11 de diciembre de 2005)
Ø La alegría que la liturgia suscita en el corazón de los cristianos no está
reservada sólo a nosotros: es un anuncio profético destinado a toda la
humanidad y de modo particular a los más pobres, en este caso a los más
pobres en alegría. Pensemos en nuestros hermanos y hermanas que,
especialmente en Oriente Próximo, en algunas zonas de África y en otras
partes del mundo viven el drama de la guerra: ¿qué alegría pueden vivir?
¿Cómo será su Navidad? Pensemos en los numerosos enfermos y en las
personas solas que, además de experimentar sufrimientos físicos, sufren
también en el espíritu, porque a menudo se sienten abandonados: ¿cómo
compartir con ellos la alegría sin faltarles al respeto en su sufrimiento? Pero
pensemos también en quienes han perdido el sentido de la verdadera alegría,
especialmente si son jóvenes, y la buscan en vano donde es imposible
encontrarla: en la carrera exasperada hacia la autoafirmación y el éxito, en
las falsas diversiones, en el consumismo, en los momentos de embriaguez,
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3. Amor
Ø La palabra latina ”adventus” se refiere a la venida de Cristo y pone en primer
plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está
llamado a responder con la apertura, la espera, la búsqueda y la adhesión. Y
al igual que Dios es soberanamente libre al revelarse y entregarse, porque
sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su
asentimiento, aunque tenga la obligación de darlo: Dios espera una respuesta
de amor. (BENEDICTO XVI, 4 de diciembre de 2005)
Ø No cabe duda de que la ciencia contribuye en gran medida al bien de la
humanidad, pero no es capaz de redimirla. El hombre es redimido por el
amor, que hace buena y hermosa la vida personal y social. Por eso la gran
esperanza, la esperanza plena y definitiva, es garantizada por Dios que es
amor, por Dios que en Jesús nos visitó y nos dio la vida, y en él volverá al
final de los tiempos. (BENEDICTO XVI, 2 de diciembre de 2007)
Ø El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó
su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él,
nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos
dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando,
con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían
entre la multitud a su bautismo. (BENEDICTO XVI, 9 de diciembre de 2007)
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4. Belén
Ø Construir el belén en casa puede ser un modo sencillo, pero eficaz, de
presentar la fe para transmitirla a los hijos. (BENEDICTO XVI, 11 de diciembre de
2005)
Ø El belén nos ayuda a contemplar el misterio del amor de Dios, que se reveló
en la pobreza y en la sencillez de la cueva de Belén. (BENEDICTO XVI, 11 de
diciembre de 2005)
Ø El belén puede ayudarnos a comprender el secreto de la verdadera Navidad,
porque habla de la humildad y de la bondad misericordiosa de Cristo.
(BENEDICTO XVI, 11 de diciembre de 2005)
Ø Me alegra saber que en vuestras familias se conserva la costumbre de montar
el belén. Pero no basta repetir un gesto tradicional, aunque sea importante.
Hay que tratar de vivir en la realidad de cada día lo que el belén representa,
es decir, el amor de Cristo, su humildad, su pobreza. Es lo que hizo san
Francisco en Greccio: representó en vivo la escena de la Natividad, para
poderla contemplar y adorar, pero sobre todo para saber poner mejor en
práctica el mensaje del Hijo de Dios, que por amor a nosotros se despojó de
todo y se hizo niño pequeño. (BENEDICTO XVI, 13 de diciembre de 2009)
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7. Encarnación
Ø En la carta a los Filipenses san Pablo afirma que Cristo, “a pesar de su
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos” (Flp 2, 6). Actuando como un hombre cualquiera, añade el Apóstol,
se rebajó. En la santa Navidad reviviremos la realización de este sublime
misterio de gracia y misericordia. (BENEDICTO XVI, 20 de diciembre de 2006)
Ø Dios se hizo Hijo del hombre para que nosotros nos convirtiéramos en hijos
de Dios. (BENEDICTO XVI, 23 de diciembre de 2007)
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8. Escucha
Ø La Virgen, que permaneció a la escucha, siempre dispuesta a cumplir la
voluntad del Señor, es ejemplo para el creyente que vive buscando a Dios.
(BENEDICTO XVI, 4 de diciembre de 2005)
Ø En el tiempo de Adviento, también nosotros estamos llamados a escuchar la
voz de Dios, que resuena en el desierto del mundo a través de las Sagradas
Escrituras, especialmente cuando se predican con la fuerza del Espíritu
Santo. De hecho, la fe se fortalece cuanto más se deja iluminar por la Palabra
divina, por «todo cuanto –como nos recuerda el apóstol san Pablo– fue
escrito en el pasado... para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el
consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Rm 15, 4). El
modelo de la escucha es la Virgen María: «Contemplando en la Madre de
Dios una existencia totalmente modelada por la Palabra, también nosotros
nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene
a habitar en nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que
cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en sí mismo»
(Verbum Domini, 28). (BENEDICTO XVI, 5 de diciembre de 2010)
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9. Espera
Ø La espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra. (BENEDICTO XVI, 27 de noviembre de 2005)
Ø Caminemos juntamente con ella [la Madre de Jesús] en la oración, y
acojamos la repetida invitación que la liturgia de Adviento nos dirige a
permanecer a la espera, una espera vigilante y alegre, porque el Señor no
tardará: viene a librar a su pueblo del pecado. (BENEDICTO XVI, 11 de diciembre
de 2005)
Ø Pero la pregunta es: la humanidad de nuestro tiempo, ¿espera todavía un
Salvador? Da la impresión de que muchos consideran que Dios es ajeno a
sus intereses. Aparentemente no tienen necesidad de él, viven como si no
existiera y, peor aún, como si fuera un “obstáculo” que hay que quitar para
poder realizarse. Seguramente también entre los creyentes algunos se dejan
atraer por seductoras quimeras y desviar por doctrinas engañosas que
proponen atajos ilusorios para alcanzar la felicidad. Sin embargo, a pesar de
sus contradicciones, angustias y dramas, y quizá precisamente por ellos, la
humanidad de hoy busca un camino de renovación, de salvación; busca un
Salvador y espera, a veces sin saberlo, la venida del Señor que renueva el
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10. Esperanza
Ø En el Adviento el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu:
por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su peregrinación en la
historia, que es la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por otra, recordando con
emoción su nacimiento en Belén, se arrodilla ante el pesebre. La esperanza
de los cristianos se orienta al futuro, pero está siempre bien arraigada en un
acontecimiento del pasado. (BENEDICTO XVI, 27 de noviembre de 2005)
Ø En Adviento la liturgia con frecuencia nos repite y nos asegura, como para
vencer nuestra natural desconfianza, que Dios “viene”: viene a estar con
nosotros, en todas nuestras situaciones; viene a habitar en medio de nosotros,
a vivir con nosotros y en nosotros; viene a colmar las distancias que nos
dividen y nos separan; viene a reconciliarnos con él y entre nosotros. Viene a
la historia de la humanidad, a llamar a la puerta de cada hombre y de cada
mujer de buena voluntad, para traer a las personas, a las familias y a los
pueblos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz. Por eso el
Adviento es, por excelencia, el tiempo de la esperanza, en el que se invita a
los creyentes en Cristo a permanecer en una espera vigilante y activa,
alimentada por la oración y el compromiso concreto del amor. (BENEDICTO
XVI, 3 de diciembre de 2006)
Ø La esperanza cristiana está inseparablemente unida al conocimiento del
rostro de Dios, el rostro que Jesús, el Hijo unigénito, nos reveló con su
encarnación, con su vida terrena y su predicación, y sobre todo con su
muerte y resurrección. La esperanza verdadera y segura está fundamentada
en la fe en Dios Amor, Padre misericordioso, que «tanto amó al mundo que
le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16), para que los hombres, y con ellos todas
las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Por tanto, el
Adviento es tiempo favorable para redescubrir una esperanza no vaga e
ilusoria, sino cierta y fiable, por estar «anclada» en Cristo, Dios hecho
hombre, roca de nuestra salvación. (BENEDICTO XVI, 1 de diciembre de 2007)
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11. Evangelización
Ø Ser alcanzados por la presencia de Dios, que viene a nosotros en Navidad, es
un don inestimable, un don capaz de hacernos “vivir en el abrazo universal
de los amigos de Dios” (cf. Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la
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12. Fe
Ø ¡Qué importante es, por tanto, ser realmente creyentes! Como creyentes,
reafirmemos con fuerza, con nuestra vida, el misterio de salvación que trae
consigo la celebración de la Navidad de Cristo. En Belén se manifestó al
mundo la Luz que ilumina nuestra vida; se nos reveló el Camino que nos
lleva a la plenitud de nuestra humanidad. Si no se reconoce que Dios se hizo
hombre, ¿qué sentido tiene festejar la Navidad? La celebración se vacía.
Ante todo nosotros, los cristianos, debemos reafirmar con profunda y sentida
convicción la verdad del Nacimiento de Cristo para testimoniar delante de
todos la conciencia de un don inaudito que es riqueza no sólo para nosotros,
sino para todos. De aquí brota el deber de la evangelización, que es
precisamente comunicar este eu-angelion, esta “buena nueva”. (BENEDICTO
XVI, 19 de diciembre de 2007)
Ø Para comprender mejor el significado de la Navidad del Señor quisiera hacer
una breve referencia al origen histórico de esta solemnidad. De hecho, el
Año litúrgico de la Iglesia no se desarrolló inicialmente partiendo del
nacimiento de Cristo, sino de la fe en su resurrección. Por eso la fiesta más
antigua de la cristiandad no es la Navidad, sino la Pascua; la resurrección de
Cristo funda la fe cristiana, está en la base del anuncio del Evangelio y hace
nacer a la Iglesia. Por lo tanto, ser cristianos significa vivir de modo pascual,
implicándonos en el dinamismo originado por el Bautismo, que lleva a morir
al pecado para vivir con Dios (cf. Rm 6,4). (BENEDICTO XVI, 23 de diciembre
de 2009)
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13. Felicidad
Ø La beata madre Teresa de Calcuta fue testigo inolvidable de la verdadera
alegría evangélica. Vivía diariamente en contacto con la miseria, con la
degradación humana, con la muerte. Su alma experimentó la prueba de la
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14. Jesucristo
Ø Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8); en cambio, la historia
cambia y necesita ser evangelizada constantemente; necesita renovarse desde
dentro, y la única verdadera novedad es Cristo: él es su realización plena, el
futuro luminoso del hombre y del mundo. Jesús, resucitado de entre los
muertos, es el Señor al que Dios someterá todos sus enemigos, incluida la
misma muerte (cf. 1 Co 15, 25-28). (BENEDICTO XVI, 2 de diciembre de 2007)
Ø El Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro.
Abraza todas las dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es
“el Viviente” y, compartiendo nuestra precariedad humana, permanece para
siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios. Es “carne” como
nosotros y es “roca” como Dios. Quien anhela la libertad, la justicia y la paz
puede cobrar ánimo y levantar la cabeza, porque se acerca la liberación en
Cristo (cf. Lc 21, 28), como leemos en el Evangelio de hoy. Así pues,
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15. José
Ø En los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie
de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud
este gran misterio de la fe. (BENEDICTO XVI, 18 de diciembre de 2005)
Ø Su silencio estaba impregnado de contemplación del misterio de Dios, con
una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el
silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la
plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y
todos sus actos. Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María,
guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras,
confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús;
un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor,
de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su
providencia. (BENEDICTO XVI, 18 de diciembre de 2005)
Ø Dejémonos “contagiar” por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en
un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y
la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad
cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en
nuestra vida. (BENEDICTO XVI, 18 de diciembre de 2005)
Ø San Ambrosio comenta que «en José se dio la amabilidad y la figura del
justo, para hacer más digna su calidad de testigo» (Exp. Ev. sec. Lucam II, 5:
ccl 14, 32-33). Él –prosigue san Ambrosio– «no habría podido contaminar el
templo del Espíritu Santo, la Madre del Señor, el seno fecundado por el
misterio» (ib., II, 6: CCL 14, 33). A pesar de haber experimentado turbación,
José actúa «como le había ordenado el ángel del Señor», seguro de hacer lo
que debía. También poniendo el nombre de «Jesús» a ese Niño que rige todo
el universo, él se inserta en el grupo de los servidores humildes y fieles,
parecido a los ángeles y a los profetas, parecido a los mártires y a los
apóstoles, como cantan antiguos himnos orientales. San José anuncia los
prodigios del Señor, dando testimonio de la virginidad de María, de la acción
gratuita de Dios, y custodiando la vida terrena del Mesías. Veneremos, por
tanto, al padre legal de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 532),
porque en él se perfila el hombre nuevo, que mira con fe y valentía al futuro,
no sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita
misericordia de Aquel que realiza las profecías y abre el tiempo de la
salvación. (BENEDICTO XVI, 19 de diciembre de 2010)
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17. Luz
Ø La fiesta de la Navidad, en nuestro hemisferio, coincide con los días del año
en que el sol termina su parábola descendente y comienza a alargar
gradualmente el tiempo de luz diurna, según la recurrente sucesión de las
estaciones. Esto nos ayuda a comprender mejor el tema de la luz, que vence
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18. María
Ø Debemos contemplar a la persona gracias a la cual se realizó de modo único,
singular, la venida del Señor: la Virgen María. María pertenecía a la parte del
pueblo de Israel que en el tiempo de Jesús esperaba con todo su corazón la
venida del Salvador. (BENEDICTO XVI, 26 de noviembre de 2005)
Ø Esperaba con gran ilusión la venida del Señor, pero no podía imaginar cómo
se realizaría esa venida. Quizá esperaba una venida en la gloria. Por eso, fue
tan sorprendente para ella el momento en el que el arcángel Gabriel entró en
su casa y le dijo que el Señor, el Salvador, quería encarnarse en ella, de ella,
quería realizar su venida a través de ella. (BENEDICTO XVI, 26 de noviembre de
2005)
Ø Se convirtió en “morada” del Señor, en verdadero “templo” en el mundo y
en “puerta” por la que el Señor entró en la tierra. (BENEDICTO XVI, 26 de
noviembre de 2005)
Ø Ella mejor que nadie puede guiarnos a conocer, amar y adorar al Hijo de
Dios hecho hombre. (BENEDICTO XVI, 11 de diciembre de 2005)
Ø Para la venida de Cristo que podríamos llamar “encarnación espiritual”, el
arquetipo siempre es María. Como la Virgen Madre llevó en su corazón al
Verbo hecho carne, así cada una de las almas y toda la Iglesia están
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19. Oración
Ø Al inicio del Adviento, muy oportunamente la liturgia pone en nuestros
labios la invocación del salmo: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos
tu salvación” (Sal 84, 8). (BENEDICTO XVI, 27 de noviembre de 2005)
Ø De una forma que sólo él conoce, la comunidad cristiana puede apresurar la
venida final, ayudando a la humanidad a salir al encuentro del Señor que
viene. Y lo hace ante todo, pero no sólo, con la oración. Las “obras buenas”
son esenciales e inseparables de la oración, como recuerda la oración de este
primer domingo de Adviento, con la que pedimos al Padre celestial que
suscite en nosotros “el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene,
acompañados por las buenas obras”. (BENEDICTO XVI, 2 de diciembre de 2006)
Ø El ofrecimiento vespertino del incienso es símbolo de la oración que elevan
los corazones dirigidos a Dios, al Altísimo, así como “el alzar de las manos
como ofrenda de la tarde” (v. 2). En la Iglesia ya no se ofrecen sacrificios
materiales, como acontecía también en el templo de Jerusalén, sino que se
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20. Palabra
Ø Aquel a quien san Juan llama en griego “ho Logos” –traducido en latín
«Verbum» y en español «el Verbo» – significa también «el Sentido». Por
tanto, la expresión de san Juan se puede entender así: el «Sentido eterno» del
mundo se ha hecho perceptible a nuestros sentidos y a nuestra inteligencia:
ahora podemos tocarlo y contemplarlo (cf. I Jn 1, 1). El «Sentido» que se ha
hecho carne no es simplemente una idea general inscrita en el mundo; es una
21. Paz
Ø Hoy, como en tiempos de Jesús, la Navidad no es un cuento para niños, sino
la respuesta de Dios al drama de la humanidad que busca la paz verdadera.
“Él mismo será nuestra paz”, dice el profeta refiriéndose al Mesías. A
nosotros nos toca abrir de par en par las puertas para acogerlo. Aprendamos
de María y José: pongámonos con fe al servicio del designio de Dios.
Aunque no lo comprendamos plenamente, confiemos en su sabiduría y
bondad. Busquemos ante todo el reino de Dios, y la Providencia nos ayudará.
(BENEDICTO XVI, 20 de diciembre de 2009)
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22. Renovación
Ø El Adviento es el tiempo en el que los cristianos deben despertar en su
corazón la esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios. (BENEDICTO
XVI, 27 de noviembre de 2005)
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23. Santidad
Ø El deseo es que cada uno sea santificado por Dios y se conserve irreprensible
en toda su persona–”espíritu, alma y cuerpo”– hasta la venida final del Señor
Jesús; la garantía de que esto va a suceder la ofrece la fidelidad de Dios
mismo, que consumará la obra iniciada en los creyentes. (BENEDICTO XVI, 26
de noviembre de 2005)
Ø La santificación es don de Dios e iniciativa suya, pero el ser humano está
llamado a corresponder con todo su ser, sin que nada de él quede excluido.
(BENEDICTO XVI, 26 de noviembre de 2005)
Ø Es precisamente el Espíritu Santo, que formó a Jesús, hombre perfecto, en el
seno de la Virgen, quien lleva a cabo en la persona humana el admirable
proyecto de Dios, transformando ante todo el corazón y, desde este centro,
todo el resto. Así, sucede que en cada persona se renueva toda la obra de la
creación y de la redención, que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo van
realizando desde el inicio hasta el final del cosmos y de la historia.
(BENEDICTO XVI, 26 de noviembre de 2005)
Ø El Adviento nos invita a dirigir la mirada a la “Jerusalén celestial”, que es el
fin último de nuestra peregrinación terrena. Al mismo tiempo, nos exhorta a
comprometernos, mediante la oración, la conversión y las buenas obras, a
acoger a Jesús en nuestra vida, para construir junto con él este edificio
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25. Vigilancia
Ø María santísima, Virgen del Adviento, nos obtenga vivir este tiempo de
gracia siendo vigilantes y laboriosos, en espera del Señor. (BENEDICTO XVI, 27
de noviembre de 2005)
Ø El Salvador nació en el silencio y en la pobreza más completa. Vino como
luz que ilumina a todos los hombres –constata el evangelista san Juan–,
“pero los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 9. 11). Sin embargo, el Apóstol
añade: “A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”
(Jn 1, 12). La luz prometida iluminó los corazones de quienes habían
perseverado en la espera vigilante y activa. La liturgia de Adviento nos
exhorta también a nosotros a ser sobrios y vigilantes, para evitar que nos
agobien el peso del pecado y las excesivas preocupaciones del mundo. En
efecto, vigilando y orando podremos reconocer y acoger el resplandor de la
Navidad de Cristo. (BENEDICTO XVI, 20 de diciembre de 2006)
Ø ¿Cómo prepararnos para abrir el corazón al Señor que viene? La actitud
espiritual de la espera vigilante y orante sigue siendo la característica
fundamental del cristiano en este tiempo de Adviento. Es la actitud que
adoptaron los protagonistas de entonces: Zacarías e Isabel, los pastores, los
Magos, el pueblo sencillo y humilde, pero, sobre todo, la espera de María y
de José. Estos últimos, más que nadie, experimentaron personalmente la
emoción y la trepidación por el Niño que debía nacer. No es difícil imaginar
cómo pasaron los últimos días, esperando abrazar al recién nacido entre sus
brazos. Hagamos nuestra su actitud. (BENEDICTO XVI, 20 de diciembre de 2006)
Ø La justicia es un concepto abstracto: se hace justicia. Nosotros esperamos
que venga concretamente quien puede hacer justicia. En este sentido,
oramos: “Ven, Señor Jesucristo, como Juez. Ven a tu manera”. El Señor sabe
cómo entrar en el mundo y crear justicia. Pedimos que el Señor, el Juez, nos
responda; que realmente cree justicia en el mundo. Esperamos justicia, pero
no puede ser sólo expresión de una exigencia con respecto a los demás.
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