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Las actividades de construcción conllevan una condición peligrosa inherente, debido al permanente
movimiento de materiales y a la interacción con personas y equipos de construcción. Los
constructores han venido estudiando a través de todas las civilizaciones formas para mejorar el
transporte, el izaje y la manipulación de piezas de mayor tamaño, lo que implica naturalmente, una
exposición a caídas, golpes, aplastamientos, atrapamientos, y otra serie de consecuencias productos
de los accidentes que se pueden producir en obra.
Las herramientas para el izaje tienen tres partes, el punto de contacto con el objeto a izar, la
herramienta de ajuste y la transmisión hacia el cable o eslinga de carga. En la construcción de los
acueductos romanos se utilizaron unas herramientas tipo pinza, que se introducían en una cavidad
de la piedra a transportar, luego se colocaba un mecanismo de bloqueo y se iniciaba con el proceso
de izaje a través de máquinas de poleas.
Todo el sistema de izaje va acumulando mayor energía potencial conforme se eleva la carga,
creando una zona de peligro (daño potencial) bajo el material en proceso de maniobra.
Fig. 2 La energía potencial va modificándose en función de la altura de izaje de carga
A mayor energía, las consecuencias del peligro serán mayores, por lo que se puede concluir
conceptualmente con lo siguiente:
Determinación de controles.
Una vez determinados los peligros, se realiza la evaluación para determinar los controles que se
implementarán durante las actividades de construcción para minimizar el riesgo de ocurrencia de
accidentes.
Fig. 3 Controles para reducir el riesgo laboral
Los controles están orientados a mejorar el nivel de protección y otorgar confiabilidad a las
medidas de control.