Gabriel García Márquez, en su discurso titulado el cataclismo de Damocles,
pretende ilustrar cómo la codicia por el poder conlleva al hombre a destruir todo lo que lo hace esencialmente humano. Es decir, el constante dilema moral y ético acerca de la conservación individual y colectiva, termina siendo desechado de la mentalidad de los hombres poderosos del primer mundo, haciendo de lo no natural e inverosímil (como el instinto de aniquilación) una realidad latente. De tal manera, se desplaza lo inherente a la vida de cada individuo sobre la fas de la tierra, por una tiranía absurda. Cabe destacar, el notable interés del autor al incentivar el pensamiento crítico sobre todas las técnicas de dominación, en especial, la opresión militar Estado a Estado, con el único fin de coaccionar a la población a sumergirse en un pánico intenso acompañado del olvido de los más necesitados, lo cual acrecienta la situación de conmoción mundial.
Al llegar a este punto, es clara la idea de sometimiento general y hasta universal a
un sistema político terrorista, enfocado en invertir cada centavo en su misión neo imperialista. En consecuencia, aquel dinero destinado a la carrera armamentista, genera abismos exorbitantes en el desarrollo de la población más vulnerable, desangrando las bases de su crecimiento personal y nacional a cambio de un control global. Además, una de las verdades ineludibles de esta condición de indiferencia, consiste en que es significativamente menos costoso suplir cada una de las necesidades de la humanidad, que enfocarse en una lucha del poder a través de las armas.
Para tal efecto, la asistencia infantil, que se compone de un cubrimiento integral de
la educación, alimentación, vivienda, higiene, salud y vestido, puede ser solucionada tan solo con apartar del capital mundial, unas 7.100 armas como cohetes y bombarderos. En segundo lugar, es evidente que el mundo se debate entre la vida y la muerte, ¿no sería más humano erradicar enfermedades que a diario matan a miles de personas que seguir aumentando las muertes con el uso de la fuerza? En tercer lugar, la alfabetización y el acceso a la educación en todos sus niveles podría ser posible si la fabricación de las ahora llamadas herramientas de carnicería humana, como cohetes, tridentes, submarinos, tanques de guerra etc., fuera suplantada por la construcción de escuelas, calificación de maestros y más. Al igual que los ejemplos anteriores, para la alimentación se podría crear todo un sistema agrícola que mantuviera no solo un régimen calórico normal, sino que animara una revolución económica. Así mismo, la deuda externa del tercer mundo podría ser pagada con los dineros despilfarrados en el negocio de la guerra. Por último, análogamente a la crisis de valores humanos, también se está en un riesgo inminente de despojarse, y esta vez sin menor discreción, del respeto por la creación y directamente por la vida humana. Tanto así que no bastaran los ríos de sangre derramada para sanar las heridas de los corazones rasgados por la injusticia y el paisaje terrestre que no será nada más que una representación literal de los tormentos del mismo infierno: entre sus estallidos nauseabundos impregnados de muerte acabaran con la vida de cuanto ser exista.
Ahogándose de la sed de poder se ha encontrado siempre la humanidad. Sin
embargo, durante años, paralelamente a ello se ha creado todo un complejo de imperativos morales que tienen la finalidad de canalizar los instintos de subsistencia y protección ¿Pero ¿qué hay de malo si se desea algo más? En principio es un anhelo normal pero lastimosamente la voluntad de atesorar supera al bien. De esta manera, se ha implantado un sistema económico que genere desigualdades, una organización política que gotea de avaricia y desde luego una alienación social que complementa el ciclo de un rígido sistema capitalista encaminado a un neocolonialismo inevitable. En consecuencia, podría decirse que ¿es el instinto de poder propio del ser humano? En respuesta nombro al filósofo alemán Friedrich Nietzsche, este sostenía que: “sólo donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad de sobrevivir, sino ¡la voluntad de poder! Existe en nosotros un feroz dragón llamado tú debes, pero también y en contra de él un superhombre que arroja las palabras yo quiero (una lucha de dominio, de tomar el control, de crear y de interpretar)” 1 Aunque parezca escalofriante, esta es una estrategia de dominación existente, que a su vez es respaldada por planteamientos erróneos. Desplazando la colectividad por la individualidad, dándole prelación a lo accesorio y no lo principal. Hablo de la desnaturalización del hombre, desconociendo su propia humanidad y la de los demás lo que da paso a un infrahumano (a diferencia de Nietzsche) que se arrastra en la decadencia, prostituyendo su dignidad por dinero y poder, para triunfar sobre los adeptos a la paz buscando suprimir a quien sea para que su beneficio fuere el más sólido alejándose de su impulso de conservación. En síntesis, no se trata de aprobar lo que sucede sino repudiarlo y proponer un cambio que valla de lo más profundo de la constitución de la sociedad hasta lo más superficial. Por ende, habrá que desarmar piza a pieza toda una ideología del terror y retomar lo perdido en esta trágica crisis de valores. Si esto se efectúa, seremos por fin, libres del culto a hades.
Finalmente podemos relacionar esta temática con la situación actual de
nuestro país en cuanto a la política de la seguridad democrática que se centra en la compra y venta de arma, y dejando en el olvido cosas que realmente tienen un valor digno de toda persona como son los Derechos a la Vida, a la educación al trabajo, y a la Salud que son derechos prevalentes por encima de la garantía de la seguridad "democrática impulsada por estos últimos gobiernos en Colombia.