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Dia de Muertos Mexico Libro PDF
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en el Estado de México)
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Eduardo Andrés Sandoval Forero
CUANDO LOS MUERTOS REGRESAN
Población indígena y festividad de muertos
en el Estado de México
Eduardo Andrés Sandoval Forero
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
Eduardo Andrés Sandoval Forero
ÍNDICE
7 PRÓLOGO
9 INTRODUCCIÓN
16 Antecedentes universales
18 La tradición mexicana
23 Referencia a una práctica tradicional
generalizada en México: el culto a la muerte
29 ACULTURACIÓN EN MESOAMÉRICA
31 Importancia de la festividad
33 Algunas creencias
36 Prácticas religiosas
38 Concepción de la muerte como vida cotidiana
41 Sobre la muerte en el tiempo festivo
Eduardo Andrés Sandoval Forero
73 A MANERA DE CONCLUSIONES
87 BIBLIOGRAFÍA
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PRÓLOGO
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La investigación, en este sentido, aporta una visión
que conjuga el dato de la realidad con la comprensión
conceptual del hecho; interpretando fenómenos sociales
manifiestos en la celebración de l día de muertos en diversas
comunidades mazahuas y otomíes del Estado de México.
Hechos y fenómenos como ritos, ceremonias, cosmogonía,
identidad y cultura, entre otros, constituyen los ejes de
análisis en el presente trabajo; por ello estamos seguros de
que el rescate del presente trabajo, en el Programa de
Investigación Cultural, será valioso no sólo para el estudioso
de esta área del conocimiento, sino para la población en
general, ya que describe otra manifestación de nuestra
cultural que quizás no sea suficientemente conocida y de la
cual formamos parte ciertamente.
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INTRODUCCIÓN
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Cuando se trabaja en la reconstrucción indígena,
participan los más brillantes exponentes de la antropología
de ese tiempo, donde se resalta lo indígena como la cultura
sobreviviente del México pasado. Se crean escuelas de
antropología y diversos organismos como el Instituto
Nacional Indigenista donde fue preocupación del conjunto
de la sociedad y del estado, a recuperación del pasado
indígena.
La lógica del quehacer antropológico desarrolló las
áreas de investigación, la enseñanza y la difusión en torno a
los distintos grupos étnicos ya no del pasado, sino del
presente. El esfuerzo teórico que se ha venido realizando
durante muchos años, ha generado una producción
antropológica fogueada en el análisis de la realidad en las
comunidades indígenas, respondiendo la investigación a los
problemas nacionales.
Podemos entender la producción de la antropología
en México, como todas aquellas teorías que han sido
elaboradas a partir del conocimiento directo, no sólo de lo
indígena, sino de todo el conjunto nacional, correspondiendo
a la concepción de nación y de cultura nacional.
Con las premisas anteriores es posible afirmar que la
disciplina antropológica es pilar central en la construcción de
la identidad nacional y cultural mediante la apropiación y
difusión de sus bienes histórico-culturales. Pero la
antropología, como ciencia totalizante, abarca las
dimensiones temporales del pasado, el presente y el futuro,
estudiando en lo concreto las diversas relaciones que se
establecen entre los hombres. El antropólogo, al investigar
las totalidades sociales, lo hacen abocándose a problemas
particulares que se presentan en el interior de una de éstas.
En este tenor, y fieles al compromiso con la sociedad,
estudiamos a los grupos étnicos del Estado de México como
totalidad social particular, tomando en cuenta su relación con
la sociedad nacional. Sin embargo, delimitamos aún más el
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nivel de los investigado, al definir en la presente
investigación el estudio sobre uno de los más representativos
valores, muestra de una cultura sólida, viva y presente de los
grupos étnicos del Estado de México: la celebración del día
de muertos.
Los motivos, imágenes, creencias, hábitos,
costumbres y celebraciones recorren los siglos gentiles y
cristalinos del mestizaje cultural entre lo nativo y lo
hispánico. Las celebraciones, acompañadas del florido
panorama, pasan a ser un estremecimiento para culturas y
civilizaciones diferentes a la mexicana. Esto es lo manifiesto
de un pueblo que mantiene y revitaliza sus traiciones, siendo
lo latente, no sólo la funciones religiosas, sino también la
cohesión social, son sus respectivas relaciones económicas y
sociales.
El resultado de la investigación presentada en este
trabajo es producto de una doble labor. Por una parte el
trabajo de campo y por otra la comprensión teórica sobre lo
estudiado.
El trabajo de campo fue realizado por los alumnos de
la Escuela de Antropología durante el período comprendido
del 26 de octubre al 5 de noviembre de 1990 en diferentes
municipios del Estado de México con asentamientos
indígenas mazahua y otomí. (Ver anexo de comunidades).
Para el trabajo de campo, el responsable del presente
estudio elaboró una guía dirigida a la obtención de
información sobre la festividad del día de muertos. El
propósito de ésta fue proporcionar, a nivel de instrumento, la
realización de la investigación contando con una
clasificación que permitiera ordenar el material obtenido. Se
clarificó que su uso en el trabajo no era de carácter riguroso
y que, como tal, representaba justamente una guía para la
observación y recabación d información. Esto por lo tanto,
implicaba que se estuviera sujeta a la incorporación de
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cualquier tipo de información no contemplada originalmente.
(Ver anexo-guía de trabajo de campo).
Asimismo, se precisaron aspectos tales como el tipo
de población; de comunidad; prácticas religiosas; concepción
sobre la muerte en tiempos festivos; por qué se realiza el
culto a los muertos; dónde se rinde el culto; los espacios del
ritual; la organización; tipos de ofrenda; participación; entre
otros.
El trabajo teórico posibilitó comprender cuáles son
las formas y cómo pueden ser entendidas las comunidades
indígenas en su conjunto social en relación con la festividad
del día de muertos.
Se transitó en el estudio de las formas de
socialización que nos permiten advertir los mecanismos en
los que los grupos familiares se integran a las
normatividades expuestas previamente por el conjunto de la
comunidad. En esta parte se determinan conceptos y
categorías como: cohesión social, ritos, ceremonias,
cosmogonía, identidad y cultura. La familia en el contexto
del estudio, representa una variable en la capacidad de
adaptación de los individuos a los lineamientos establecidos
por la comunidad.
Por último, es necesario expresar un especial
agradecimiento a los alumnos de la Escuela de Antropología,
quienes, gracias a su empeño y entusiasmo en el trabajo,
pudieron llegar a integrarse a los espacios previstos desde el
inicio de esta investigación. Igualmente merecen nuestro más
sincero agradecimiento los indígenas de las comunidades
que nos albergaron, ofreciéndonos su amistad y hospitalidad,
sin la cual no hubiera sido factible la realización de este
trabajo.
Es importante destacar que en la presente
investigación los alumnos y maestros que participamos
convivimos con las comunidades indígenas, observamos
directamente todo lo que acontece en su vida cotidiana y
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fuimos receptores directos de sus comunicaciones y
discursos. Estas es la técnica llamada en jerga antropológica:
observación participante.
Resulta de interés señalar que esta técnica
privilegiada de la antropología, por aplicarse directamente en
el acontecer de os hechos, nos permitió aprender no
solamente del discurso expresado por los indígenas, es decir,
de lo que manifiestan, sino también de los silencios que en
muchas ocasiones son tan elocuentes como la expresión de
las palabras.
Esta otra manera de escuchar la aprendimos en el
trabajo de campo, lo que nos ha permitido entender los
hechos sociales y culturales en una dimensión más amplia y
multifacético, alcanzando la construcción del objeto
científico previa elección de determinados hechos
construidos como fenómenos susceptibles de estudio de la
antropología.
Para la presente reedición, corregida y aumentada, se
ha incorporado un análisis sobre el tema por parte de
Marcelino Castillo Nechar, responsable del Programa de
Investigación Cultural, que sirve como marco de referencia
al problema abordado y que comprende lo relativo al título
de la “Celebración del día de muertos” hasta “Referencias de
una práctica tradicional generalizada en México: el culto a la
muerte”.
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CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS
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Precisamente estas concepciones dan sentido a
nuestra celebración del día de muertos, en la que el culto que
le profesamos a la muerte no está reñido con el desprecio
que de ella sentimos. Tal situación engendra,
paradójicamente, indiferencia ante la vida. Nuestras
canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares
manifiestan de una manera inequívoca, que la muerte no nos
asusta, y es así que el mexicano no solamente postula la
intrascendencia del morir sino la del vivir.
Empero, gracias a las fiestas el mexicano se abre,
participa, comulga con sus semejantes y con los valores que
dan sentido a su existencia religiosa o política.
Antecedentes universales
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enterraban los cadáveres o se quemaban, sin que puedan
explicarse la razón de esta diferencia. También observamos
que se pasa de la incineración a la inhumación, a veces se
emplean ambos ritos de manera simultánea. Por los objetos
encontrados en los poblados y en las tumbas no se puede
precisar un sistema religioso. No se ha descubierto ningún
ídolo, altar o símbolo que represente una divinidad o su
culto; sin embargo han aparecido objetos de rito como
vasijas decoradas con relieves repujados.
Por otro lado, en el antiguo Egipto se creía que
cuando una persona moría, si el cuerpo se conservaba, el
alma seguía viviendo en otro mundo. Así, habían hombres
que se dedicaban a preparar momias, que los deudos
depositaban en sarcófagos rodeados de ofrendas y alimentos.
Los egipcios rendían culto a los faraones muertos y
levantaron pirámides para honrarlos. Muchos participaron en
esa obra: arquitectos que aplicaban sus conocimientos
matemáticos y resolvían complicados problemas de
medición y cálculo; también miles y miles de hombres que
arrastraban enormes losas de piedra, ya que todos esperaban
ganar el favor de los dioses.
En las antiguas representaciones de las tumbas
aparecen seis tipos de habitantes del Valle del Nilo. En los
tiempos faraónicos se conservó la tradición de proveerse de
especias y perfumes que eran de uso litúrgico.
Los egipcios creían en la existencia de dos almas para cada
persona el Ba y el Ka. El Ba era el alma corporal que reside
en el corazón y hay que mantenerla viva con ofrendas,
funerales, preces y fórmulas mágicas. Ka era el espíritu
eternamente inmaterial.
En Egipto el entierro era caro, había tras tarifas de
embalsamiento, una de ellas costaba un talento de plata; es
decir, mil pesos, la segunda 300 y la tercera sin precio fijo.
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Para embalsar un cadáver, se extraían las entrañas y
la grasa superflua y todo ellos se encerraba en varios jarros.
El cuerpo, libre de sus partes más corruptibles, era envuelto
con largar vendas de tela entre las que se mezclaban especias
y ungüentos aromáticos. A cada vuelta del vendaje se
pronunciaba una palabra mágica y se colocaban amuletos en
lugares vulnerables. Para mayor seguridad se enterraba con
el cadáver un ejemplar en pairo del llamado Libro de los
muertos que contenía las preces y conjuros enigmáticos.
El hombre creador por excelencia, se ha preocupado
por dar respuesta a infinidad de interrogantes que el límite de
sus conocimientos le impide responder de manera efectiva.
En su búsqueda de explicaciones a los fenómenos que lo
rodean, ha recurrido a su imaginación, creando y poblando el
mundo real e irreal de dioses y demonios, de seres
mitológicos y de elementos mágicos.
De esta manera, los principales mitos que tiene,
comúnmente, todo pueblo son tres:
La tradición mexicana
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Al respecto la leyenda de los soles nos habla de esos
ciclos que son otros eslabones de ese ir y venir, de la lucha
entre la noche y el día, entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl.
Esto es lo que lleva a alimentar al Sol para que no detenga su
y al considerar a la sangre como su elemento vital, generador
de su movimiento, la muerte se manifiesta como germen de
la vida.
Los conceptos de nacimiento y muerte en el hombre
prehispánico se dieron como unidad indisoluble y a su vez
causa efecto uno de otro.
Las raíces del culto a los muertos se pueden encontrar
en la época prehispánica a través de sus esculturas, pinturas
y códices, así como en los relatos de diversos cronistas.
En Mesoamérica el culto a la muerte nos permite ver
antecedentes a través del mito nahua de la bajada de
Quetzalcóatl al Mictlan y la antropogénesis o nacimiento del
hombre como producto del sacrificio de los dioses, lo que
teológicamente está dando las bases para que el hombre
tenga que corresponder con el sacrificio y repartir así lo
acontecido en el tiempo mítico.
El culto a los muertos es una tradición muy arraigada
en nuestros pueblos. Diego Durán, fraile dominico del XVI,
nos ofrece valiosos datos acerca de esta celebración llamada
Miccailhuitontli, o fiesterita de los muertos y Vey
Miccailhueth, o gran fiesta de los muertos.
Miccailhuitontli se verificaba el 8 de agosto y esta
fiesta era en honor a los niños. Los indígenas subían al
monte para cortar y devastar un madero, que era traído a la
entrada del pueblo con grandes ceremonias.
La gran fiesta de los muertos se celebraba el 28 de
agosto y en ella el mencionado madero, que recibía el
nombre de xócotl, era llevado al patio del templo y ahí se le
colocaba en la punta un ídolo, con figura de pájaro, hecho
con masa de tzoalli (semilla de amaranto). Una vez colocado
este ídolo, el tronco era fijado en la tierra, y un grupo de
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jóvenes intentaba trepar por él para arrancar la figura de
tzoalli y derribar después el madero.
En las dos fiestas se ofrecían a los muertos cacao,
mazorcas, aves, frutas, semillas y comida y para agradar a
los dioses encendían el aromático copal.
Sin embargo, las fiestas católicas de Todos Santos y
Fieles Difuntos constituyen una notable mezcla de
tradiciones en nuestra realidad y la adaptación de un nuevo
culto. En la antigua Europa estas fiestas católicas surgieron
con el fin de borrar el culto céltico del Samhain o halloween.
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equinoccios y los solsticios, sobre los que giran el año solar,
ni tampoco concuerdan con las épocas principales del año
agrícola; sin embargo, tanto el 1º de mayo como el 1º de
noviembre señalan momento críticos culminantes de cambio
del año en Europa. El uno es precursor del benigno calor y
de la vegetación espléndida del verano y el otro anuncia el
frío y esterilidad del invierno.
Las dos fiestas estaban asociadas a diversas
supersticiones. En particular, la del 1º de noviembre se
acostumbraba en la Isla de Man ir disfrazados en la víspera
de Todos los Santos (Samhain) y en la antigua Irlanda se
acostumbraba encender un “fuego nuevo” en esta misma
celebración. En los pueblos celtas, se crece, solían fechar el
año a partir del 1º de noviembre, momento propicio para
recurrir a diversas formas de adivinación en el Samhain y
averiguar su fortuna para el año entrante.
No sólo entre los celtas, sino en toda. Europa, la
noche de víspera de Todos Santos, que señala la transición
del otoño al invierno, ha sido –de antiguo- el momento del
año en que se supone que las almas de los difuntos volvían a
sus antiguos hogares para calentarse en el fuego y
confortarse con la buena acogida que sus parientes les hacían
en la cocina o en la sala.
Por esta razón se verifica, los días 1º y 2 de
noviembre, una práctica, que aunque es parecida, difiere en
nuestro contexto de la concepción europea; una vez más es
notable la mezcla de tradiciones cristianas y prehispánicas y
la adaptación al nuevo culto.
La tradición prehispánica aún se conserva en algunos
lugares y, año con año, con la creencia de que los muertos
regresan a convivir con sus familiares por esa sola noche, se
les prepara los altares y las ofrendas para recibirlos.
A la entrada de cada casa se colocan flores de
cempasúchil, signo de que los familiares esperan al ánima.
En un mantel de papel picado o de tela bordada en punto de
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cruz, se depositan las ofrendas constituidas por velas, una
por cada difunto; fruta; pan adornado con canillas y
espolvoreado con azúcar, calabaza con sus cañas y tejocotes;
tamales y atole; la comida que fue la preferida del difunto;
una vasija con agua y otra con aguardiente; cigarros, y los
tradicionales dulces de azúcar de variadas figuras. También
se acostumbra visitar los panteones y adornar las tumbas con
la tradicional flor de cempasúchil, nube, gladiolas y velas y
en algunos poblados es costumbre la velación en los
panteones.
La tradición se enriquece con aportes de los
diferentes pobladores que hacen de cada celebración un rito
muy especial. Entre los mazahuas el Jefe Venado preside la
gran ofrenda alternando oraciones cristianas en español con
mensajes en mazahua. La recordación de los difuntos es una
ceremonia, dirigida por el jefe –quien lee una enorme lista de
difuntos y de hechos ligados a ellos- que entraña un gran
misticismo y es parte de la herencia cultural de este grupo
étnico.
Por otra parte, se han adoptado otras costumbres y es
cada vez más frecuente, sobre todo en las ciudades, ver a
niños disfrazados de brujitas y de gasparines que piden
dulces en las casas, así como los bailes de halloween que
nada tienen que ver con el culto mexicano a los muertos y
con la tradición que nos ha sido legada.
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• La fiesta-ritual en la que el culto es festejo-
devoción con el más solemne de los respetos y
honra a los deudos, inscribiéndose en la órbita de
lo sagrado.
• La fiesta ironizada, de burla, de negociación a
uno mismo, que mezcla el bien con el mal, lo
santo con lo maldito, es ruptura violenta con lo
antiguo o con lo establecido.
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Solemnidad en el ritual. Música para Todos Santos, en memoria a los
familiares fallecidos.
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típico olor del incienso, que se quema a los presentes y,
supuestamente, también a los ausentes.
Esta recepción y agasajo que realiza el mexicano a
sus difuntos, mediante las ricas y diversas ofrendas, es una
muestra del profundo respeto y veneración que por aquellos
profesan, además de que se observan dos actitudes: una de
fascinación ante la trascendencia y otra de nostalgia por la
ausencia.
En contraposición, todo lo alusivo a la muerte, en su
vertiente irónica, -personificación en dulces, alimentos y
artículos- es un mero mecanismo de evasión que, junto con
los ricos manjares de la ofrenda, aún forma parte de la
idiosincrasia mexicana.
El culto a la muerte es una práctica que se ha
conservado desde la época prehispánica, agregado y/o
quitándole ciertos elementos, resultado de sincretismos por
los que ha transitado el pueblo mexicano.
Para los antiguos mexicanos la oposición entre
muerte y vida no era tan absoluta como para nosotros. La
vida se prolongaba con la muerte y viceversa. Podemos
reconocer tres elementos de este proceso cíclico cósmico:
vida-muerte-resurrección; los cuales se repetían
constantemente. La función más preciada y alta de la vida
era desembocar en la muerte, su contrario pero también
complemento. Sin embargo, en nuestra realidad de sociedad
moderna, la muerte no posee aquella concepción; pues en la
mayoría de los casos es, simplemente, el fin inevitable de un
proceso natural. Así aparece y se manifiesta que, en un
mundo de hechos, la muerte es un hecho más.
Empero, la clave de estas tradiciones mortuorias se
halla en la cultura azteca. Por ejemplo, ellos consideraban
que las almas de los difuntos se iban a tres regiones
diferentes:
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• Al Sol, lugar donde se reunían los guerreros, y al
cabo de cuatro años, se convertían en aves de vistoso
plumaje. También las mujeres que fallecían durante
el parte acompañaban al sol en un tramo de su
recorrido.
• Al Tlallocan, que era el “lugar de las delicias”; allí no
faltaba nada y podían arribar quienes morían por
enfermedad como gota, sarna, lepra p los ahogados y
muertos por un rayo.
• Al Mictlan conocido como la “región de los
muertos”. Para llegar ahí había que recorrer un
camino plagado de peligrosos y acechanzas
permanentes.
En la mayoría de las comunidades mexicanas tal
creencia, legada por los aztecas, se ha borrado por la
acción del paso del tiempo aunado a las imposiciones
religiosas hispánicas. Sin embargo, existe una
comunidad, Mixquic, en la parte oriental del Distrito
Federal en la subsiste dicha creencia.
El culto es visión de superación sobre la muerte. La
creencia popular hace notar que l difunto se convierte en
protector sobrenatural que juzga, aconseja, y es
intermediario, con poder para castigar o premiar. En la
creencia, el deudo se convierte en mediador de conducta
de sus familiares y al mismo tiempo es por quien se
sustenta la exterioridad del rito.
Precisamente, el 1º y 2 de noviembre las santas
ánimas tienen permiso para venir a visitar a los seres
queridos, para reencontrarse en este mundo y hablar con
ellos. En este culto, la concepción de la muerte supera la
idea de extinción de la actividad humana terrenal. Hay un
certeza de la inmortalidad del alma; la muerte física es
una simple mutación, un proceso ineludible que lleva de
ese ciclo físico a otro superior, es simplemente una fase
del ciclo de la vida.
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Los antropólogos han abordado el estudio de la
muerte y la actitud de los diferentes grupos frentes a este
ciclo de los seres humanos. Pero la preocupación particular
de los antropólogos no ha sido exclusiva por la muerte pues,
los estudios comprenden desde el origen mismo del hombre
como ser pensante y los diferentes momentos del desarrollo
humano, hasta llegar a la inevitable fase de la muerte.
Ritos y ceremonias han sido practicados en todos los
tiempos de la existencia humana, diferenciándose de acuerdo
con la forma en que organizan los hombres para la
producción y su organización sociocultural, en
correspondencia con su entorno natural. Los ritos y
ceremonias descritos por los clásicos de la antropología
difieren de los presentados en nuestras “modernas”
sociedades como lo son el nacimiento, el matrimonio o la
muerte.
La explicación sobre los ritos y las ceremonias son
múltiples, de tal manera que en los estudios antropológicos
abundan descripciones etnográficas de prácticas rituales y
ceremoniales de diferentes sociedades primitivas. Unas
muestras la ruptura con el pasado y otras el camino
fisiológico, como los rituales primitivos narrados por
Malinowski, que tenían como propósito la iniciación sexual
a través de los juegos sexuales realizados entre los niños de
las Islas Trobriand, obviamente adecuados a un
comportamiento social acorde con las condiciones culturales
y ecológicas de dichas comunidades. Esto ratifica la
necesidad de entender los estudios a partir del periodo
histórico y sociocultural en el que se presentan. La muerte ha
sido vivida, interpretada y hasta representada de maneras
diferentes en el transcurrir de la vida humana.
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ACULTURACIÓN EN MESOAMÉRICA
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a los nativos. Esta situación permitió que los dominantes
utilizaran, como uno de los tantos mecanismos para el
mantenimiento y reproducción del poder, la labor ideológica
cimentada en la evangelización, en franca lucha contra las
creencias indígenas.
El intenso mestizaje que se produjo tuvo su reflejo y
explicación en la pintura, la escultura, la decoración, las
artesanías, la danza, las fiestas, los trajes, los mitos, las
leyendas, las ofrendas, los credos y en todos aquellos valores
tanto prácticos como de creencias objetivas a través del culto
y socializados por medio de normas religiosas, que unen al
conjunto de personas dentro de un mismo grupo.
La religión aplicada y desarrollada desde la época
colonial es producto de ese mestizaje integrado por lo
prehispánico y el cristianismo, e el que el elemento
hegemónico es este último y el subalterno el primero. La
religión “…envuelve la idea de un poder sobrenatural y de
fuerzas supernaturales personificadas. Ceremonias, rituales y
observancias, se usan para comunicarse con los supernatural
mediante ciertas personas que se piensan que tienen un
mayor acceso”. (Winick, 1968:454).
Pero hoy día, ¿cuál es la función social de los ritos y
las ceremonias en relación con el culto a los muertos, en
México y particularmente en el Estado de México? Éste es el
objetivo del presente trabajo, para el cual se tomó una
situación biológica con interpretación cultural: la muerte.
Presentamos la celebración del día de muertos en las
comunidades indígenas mazahuas y otomíes como una de las
tantas variantes existentes en México, donde el culto
identifica y define a los diversos grupos étnicos, a las
comunidades, tanto urbanas como rurales y a los diferentes
grupos sociales. Lo que para unos es compartir espacios
entre los vivos y los sin vida, justamente “cuando los
muertos regresan”, para otros es la majestuosidad y el
consumismo.
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Importancia de la festividad
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Ofrenda colocada en una casa de Jiquipilco del Viejo.
Municipio de Temoaya
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marco de referencia social y cultural que se encuentra determinado
por símbolos y significaciones compartidas de manera organizada.
Esta interacción produce significaciones, en las personas, producto
de los estímulos compartidos socialmente, que de manera
permanente genera continuos y nuevos significados, lo cual
fortalece los símbolos existentes en una cultura que es nada es
estática.
Algunas creencias
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de animales que pueden hacer maldad a la gente provocándoles
sueño.
La llorona
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Este ser, es considerado como un alma perdida que pregona
por las calles que le devuelvan a sus hijos. Cuentan que sólo se le
aparece a las personas que después de la media noche, salen a la
calle en estado de ebriedad. A los que se les ha aparecido afirman
que de espalda parece ser una mujer hermosa, pero al verla de
frente aterroriza su mirada y su sonrisa malévola. No obstante, la
llorona no hace daño a persona alguna. Quienes no la han visto,
aseguran haber escuchado gritos después de la media noche.
El aguizote
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Algunas creencias persisten: cuando un perro ahulla o
cuando un cuervo canta, la muerte pronto se aparecerá. La
descripción que hacen de la muerte, quienes aseguran haberla
visto por algún panteón o casa, corresponde a la de una mujer
esquelética con risa burlona. Las personas que han padecido
enfermedades graves, aseguran haberla visto mientras dormían.
Para alejar a la muerte, solicitan al sacerdote del pueblo la
celebración de misas; en donde se rezan oraciones por las personas
muertas, cuya alma, creen, anda vagando y no encuentran reposo.
Prácticas religiosas
Las misas
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Panteón previo a la visita de los familiares de los difuntos
Los rezos
Coronación y floración
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La música
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La muerte, dicen los mazahuas “es buena para todos, se
llega después de realizar la misión que Dios nos encomendó. Al
terminarla, Dios nos llama para rendirle cuentas”. La muerte es
concebida como un fenómeno lógico en el que el hombre desde
que nace empieza a morir.
Los muertos ¿quién sabe dónde van?, nadie sabe, dicen los
otomíes, porque hasta ahora nadie ha regresado de la muerte para
contactarnos. Es más, los muertos no espantan y éstos regresarán
el día del juicio final para ser juzgados por Dios.
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Los otomíes y mazahuas coinciden en que la muerte es
designada por Dios, pues para ellos existe un ser supremo que sabe
cuándo y cómo va a morir determinada persona, por designación
suprema, lo cual no es controlable por el ser humano. Esta
autoridad suprema, tiene como una de las atribuciones
primordiales, la regulación del nacimiento, la vida y la muerte en
este mundo.
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psicorreligiosos y mágico, amalgaman un conjunto de oraciones y
rezos de la religión católica con un elenco de conjuros, oraciones a
seres u objetos, espirituales y divinos –plantas, animales o
minerales- y un intenso activar ritualesco. Propio de éste son las
limpias, las mandas, los soplos, las innovaciones y las
extracciones.
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¿POR QUÉ EL CULTO A LOS MUERTOS?
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Entender el mito, en su relación vida y muerte, se torna un tanto
complejo puesto que el mito presenta una serie de creencias
disgregadas, difíciles de ser coherentemente puestas en un solo
cuerpo.
Preparación para velar a los seres ya fallecidos la noche del día 1º
para amanecer el 2 de noviembre. Capultitlán, México.
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muchos mitos que abordan la creencia de los tiempos pasados y de
los venideros ya sean en relación con la vida o la muerte. Estos
cambios del tiempo producen las modificaciones que muchos de
nosotros llamamos historia.
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quiénes fueron sus antecesores y qué hicieron en su vida, uniendo
una relación entre el hombre y lo diviso que corresponde a una
actitud propiamente cultural, puesto que al recordarlos de esta
manera los hace presentes en el mundo de los vivos, de tal forma
que el pensamiento humano se remonta hacia el pasado en el
momento de la celebración. A través de esta reflexión, el grupo
adquiere la capacidad de relacionarse nuevamente, como un hecho,
con sus antecesores, mediante una serie de actividades en su honor
traducidas en ritos en diferentes espacios, dependiendo de cada
comunidad.
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Los otomíes y mazahuas coinciden en que tal celebración
se efectúa por costumbre, por creencias y por herencia. Estas tres
palabras para algunos serían suficientes, pero significa mucho más
que eso, si tomamos en cuenta que el individuo forma parte de un
grupo con determinadas normas culturales como son las
actividades y expresiones del pensamiento reflejadas en su actuar
común, donde se comparten las mismas ideas y las expresiones
mentales recaen dentro de un marco general de la vida social que
permite una serie de repeticiones del curso de vida. De esta manera
los grupos tienen normas que determinan las condiciones para que
los individuos formen parte del conjunto social con un
comportamiento muy parecido, que define la diferencia con otros
grupos.
Un camino de flores sirve para conducir el alma del difunto hasta
la casa y lugar donde ha de sentarse a comer la ofrenda
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En Cabecera de Indígenas –primer cuartel- los mazahuas
reafirman que la celebración del “Paa e añimas” es en honor a los
muertos. Guardan dentro de su conducta, ideas sobre el lugar que
ocupan en este mundo y después de éste, entendiéndose la
preocupación constante de querer saber cuál es el destino del
hombre al morir. Creen que después de la vida los muertos pasan a
otro mundo caracterizado por tener un orden similar al terrenal,
con autoridades que les conceden permisos semejantes a los actos
sociales del hombre y su sociedad, por lo que si a los muertos les
es concedido el permiso de estar con sus familiares “es justo que
se les reciba como ellos se lo merecen”.
Formas de participación
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la mujer indígena interviene en ésta como en todos los procesos de
socialización e instrumentación de la cultura.
Mujeres trabajando para sostener su hogar durante la
celebración de día de muertos
Eduardo Andrés Sandoval Forero
En las celebraciones del día de los muertos, al igual que en
otras, no elude su responsabilidad, al contrario, es marcada su
participación, representando la base de la continuidad de las
tradiciones de la familia y del grupo con la realización y
reproducción de estos actos religiosos-culturales, siendo hilo
conductor de tales actividades, ocasionando una integración
familiar y cohesión social a través de estas ceremonias.
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En el grupo otomí, se observó la participación de los
ancianos, considerándose importantes ya que ellos indican cuáles
son los elementos requeridos y cómo deben ser colocados en la
ofrenda. Al igual que explican el porqué se lleva a cabo la
celebración. En las comunidades mazahuas asisten al panteón y a
la iglesia a rezar.
Las ofrendas
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Ofrenda en la casa de una familia mazahua
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limpiado detenidamente para después colocar el petate o la mesa
que usualmente utiliza la familia. El espacio es el que
generalmente se emplea para recibir a cualquier huésped en vida o
el que frecuentemente utilizaban los difuntos. Establece la relación
respecto a la convivencia que ofrece la familia de la casa con los
visitantes vivos o muertos, brindando con esto un lugar de
descanso que proporcione al mismo tiempo disposición absoluta
sobre el mismo, pues “consideramos que es lo menos que podemos
hacer, por el gusto de tenerlos entre nosotros”. Por lo tanto, es
importante contar con un altar familiar porque esto permite
establecer una relación más estrecha con los parientes y amigos
fallecidos.
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Ofrendas en el cementerio. San Pedro de abajo, Municipio de Temoaya
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de los muertos y la necesidad de compartir con ellos,
recordándolos y atendiéndolos es afín a los dos grupos, en el
entender de que cada año sus muertos vuelven a estar reunidos con
ellos.
Las ofrendas están conformadas principalmente por las
frutas de la temporada, los alimentos predilectos de los muertos,
sus bebidas preferidas, dulces, velas, veladoras, imágenes de
santos, la cruz, copal, flores y pan de muerto.
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El humo que despide el copal es el que acompaña al
espíritu del difunto, es la vía por la que viaja el alma.
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Todas las sociedades establecen relaciones con la
población de acuerdo con la edad o con el estatus que determina
una posición concreta. Niño, joven, adulto, casado, soltero,
sacerdote, brujo, médico, curandero, comerciante, obrero,
agricultor, etc. Desempeñan roles específicos en la familia y en la
sociedad. En la mayoría de la sociedad simples o complejas, cada
una de las fases del ciclo vital constituyen etapas del desarrollo
social del individuo que son ritualizadas señalando el paso de una
situación a otra, cambiando de estatus lo cual modifica la posición
de la persona no sólo dentro de la familia sino también en la
sociedad.
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Por lo tanto, el ritual tiene su razón de ser a partir de las
creencias, es decir, de los que piensa la gente no solo de su mundo
real sino también de ideal, fantástico imaginario. Definido de una
manera simple, el ritual se caracteriza por la acción que implica un
modo de creer y de decir algo mediante una realización, siendo
evidente el elemento expresivo en esta forma de comportamiento.
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Venta de flores a la entrada del cementerio San Gregorio
Mecapezco. Otomíes
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de las personas más no una muerte social, teniendo en cuenta que a
los difuntos los invocan y los mantienen en su contexto social.
Malinowaki demostró en sus estudios de los nativos de las
Islas Tronbriand, que el ritual sirve para coordinar y regular la
cooperación del comportamiento humano en el contexto social. El
ritual es por lo tanto muy importante para las personas y
sociedades que lo respetan y practican.
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Tanto los mazahuas como los otomíes llevan la ofrenda a la
tumba del muerto porque consideran que es el lugar donde más
cerca están de ellos. En el grupo otomí se observa, con mayor
frecuencia, una reverencia hacia los cuatro puntos cardinales por
medio del movimiento del sahumerio, ejercitándose como una
manera de evitar la pérdida del espíritu y propiciando una
invitación a este mundo.
Floración de una tumba en el día de muertos. Aculco (Tixhiñú)
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Estas prácticas son el producto de un conjunto de creencias
y experiencias derivadas de una concepción acerca de la relación
entre el mundo natural y el sobrenatural, abarcando diferentes
aspectos de la vida religiosa y cotidiana de las comunidades.
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Desestructuración en las comunidades
Otras religiones
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mazahua y otomí ha tomado fuerza, y resulta manifiesta la
alteración de la participación total de las comunidades en los
rituales públicos religiosos y civiles.
La escuela
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de penetración de la cultura hegemónica donde los proyectos de
educación denominados bilingües –que pretenden “incorporar” al
indio al desarrollo nacional –alfabetizan en lengua materna, pero
terminan castellanizando.
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Los migrantes
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sus comunidades, refuerzan festividades determinadas en la
cohesión social como la celebración del día de muertos, es decir,
que la migración respecto a las incidencias culturales en las
comunidades, presentan un doble papel; por un lado proporciona
elementos ajenos y por otro refuerzan con su presencia,
participación y aportación económica alas tradiciones indígenas.
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Dimensión económica de la festividad
El hombre se encarga de buscar los ingredientes y vigilar el
cocimiento del pan
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ofrendas y adornan las tumbas, realizan gastos mayores en relación
con el efectuado por el resto de la comunidad.
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Dentro y fuera de los cementerios la festividad del día de
muertos se constituye en verdadera feria popular. Por ejemplo, el
cementerio de San Bartola Morelos –zona otomí-, se encuentra
ubicado en una pequeña loma al frente del poblado y en su parte
rodeante se establece un tianguis donde venden diferentes
productos alimenticios como tacos, carnitas, papas, refrescos,
pulque, cerveza, pescado frito, quesadillas y demás antojitos
mexicanos. También venden productos relacionados con la
festividad como flores de nube, terciopelo, cempasúchil, cruces de
madera, botes de hojalata para poner las flores del difunto, elotes
hervidos y camotes.
A la 1:30 de la tarde se reúne todo el pueblo en el panteón para
escuchar la misa dedicada a sus difuntos
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El cementerio presente un aspecto distinto al cotidiano
siendo reluciente su limpieza; la presencia masiva de la comunidad
con hombres, mujeres, niños y ancianos; colocación de ofrendas,
velas y flores en las tumbas. Se convierte en un espacio de
socialización del gran conjuntote la comunidad. Los niños son
involucrados en esa cosmovisión y práctica, los jóvenes reafirman
su pertenencia al grupo con su presencia, los adultos son los
encargados de transmitir las costumbres junto con los ritos y los
ancianos son los que mantienen viva la memoria histórica de la
familia y del grupo a través de la tradición oral. Esta socialización
que cohesiona al grupo familiar permite que se estrechen los
vínculos parentales y que trasciendan a otras familias con la
reunión de todos los familiares y amigos, incluyendo a los que
retornan para esas celebraciones.
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A MANERA DE CONCLUSIONES
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posibilita su transformación en la medida que son portadores de
elementos culturales ajenos a sus comunidades.
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intercambio de ofrendas genera nexos de solidaridad entre los
indígenas, que parten de una afinidad étnica al posibilitar esa
relación de intercambio en la comunidad.
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ANEXOS
ANEXO No. 1
Comunidades abordadas
COMUNIDAD MUNICIPIO
Zona mazahua
1. Loma de Juárez Villa de Allende
2. San Pablo Malacatepec Villa de Allende
3. San Felipe Santiago Villa de Allende
4. Cabecera de Indígenas Villa de Allende
5. San Antonio la Laguna Donato Guerra
6. Guadalupe Cote San Felipe del Progreso
7. Sta. María Cancheada Temascalcingo
Zona otomí
8. San Cristóbal Huichochitlán Toluca
9. San Pablo Autopán Toluca
10. San Lucas Totomaloya Aculco
11. El Mogote Aculco
12. Barrio de Solapan Temoaya
13. San Pedro Abajo Temoaya
14. Jiquipilco el Viejo Temoaya
San Gregorio Mecapezco San Bartolo Morelos
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ANEXO No. 2
Ofrenda mazahua
Adultos
Niños
Frutas Igual que las utilizadas en la ofrenda para los adultos.
Comida Vaso con agua bendita, jarro con sende, vaso con
leche, chocolates, pan de conejo, quedadillas, pan
con figuras de niño, arroz, dulce de calabaza, algunos
juguetes y dulces variados.
Flores Flores de nube, cempasúchil, coronilla y flor de
muertos.
Otros Imágenes similares a las de la ofrenda para los
adultos. Incluye cuadros de angelitos y foto de niños
muertos.
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Ofrenda otomí
Adultos
Frutas Variadas al igual que en el grupo mazahua.
Comida Además de lo registrado en la ofrenda mazahua
incluye tequila, cerveza, pescado, charales, berros,
acociles, carpas, nopales, papas, refresco y panes.
Flores Gladiola, flor de terciopelo o pata de león, alelí y
cempasúchil.
Niños
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ANEXO No. 3
1.1 Nombre
1.2 Municipio
1.3 Localización
1.4 Urbana – rural
1.5 Indígena – mestiza
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2.3 Concepción sobre la muerte en la vida cotidiana.
4.- El ritual
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5.2.1 Institucional
5.2.2 Comunal
5.2.3 Familiar
5.2.3.1 Formas de participación de la mujer,
de los hombres, niños y ancianos.
5.2.3.2 Distribución del tiempo en las
ceremonias, cementerios, hogar,
etcétera.
3.3 Vestuario, música, implementos, simbolismos.
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7.-Dimensión económica
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ANEXO No. 4
Cera Y
Flor Dni
Fruta Ichi
Cepasúchil Rde dni
Veladora Yo ya vaso
Cruz Ponti
Sahumerio Ntusi
Pan Tjmi
Bolillo Tjmi ya tey
Papas Roca
Mole Y ga
Pulque Tsi
Charales Charale
Hongos Nyuni
Tortillas Mji
Copal Gitjoni
Tamales Tjidi
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ANAXO No. 5
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BIBLIOGRAFÍA
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Gobierno del Estado de México. Acerca de los mazahuas del
Estado de México, vol. II.
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Gobierno del Estado de México. Día de muertos, Series de
Identidad Estatal, no. 11, 1988.
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“Cuando los muertos regresan”, se termino de imprimir en el
mes de Octubre de 1997, en los talleres de Editora López
Maníes, S.A. Av. Morelos Oriente 300, Col. Centro. Tel: 15-21-
90. El tiraje fue de 500 ejemplares. Edición a cargo del
Programa Editorial de la UAEM.
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