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Historia dedicada a las personas que aún tienen la certeza del amor en el corazón por sobre

todas las cosas sin importar las condiciones.


Esta historia está basada en los Vastaya desde el principio de la genealogía tal como se
afirma "Los vastaya de Lhotlan tienen lazos culturales y existenciales con Jonia. Al ser una
de las tribus vastayanas más antiguas que existen, tienen vínculos profundos con sus raíces
ancestrales y protegen su patrimonio cultural de la invasión de la población humana del
continente."
Y a los fans de League of Legends.
Y si no lo juegas, muy bien por ti.
La historia sólo está basada un 50% en ese juego. ¿?
Because love is the strongest magic that destroys any barrier.

✦✦✦

Capítulo primero. "El contacto con humanos está prohibido."


Vigésima tercera primavera desde que los colonos Vastayanos Lhotlan pisaron suelo
Joniano...
Las recónditas y retorcidas ramas de los árboles cubiertas de florecillas multicolor se mecían
entre sí gracias al apacible viento que hacía en primavera, al cuarto día en una cálida tarde.
En ese entonces, recién comenzaba a existir un pequeño pueblo ubicado en el corazón de la
foresta. Allí toda la gente compartía alegremente, los niños jugaban a las escondidillas, a
perseguirse y a personificar mosqueteros con ramitas secas que los árboles mudaron desde
el crudo invierno. El más viejo de los Vastayanos emplumados Lhotlan, descendiente de los
antiguos humanos y los Vastayashai'rei "Shikaq" contaba historias a las nuevas generaciones
mientras que los jóvenes bailaban, cantaban o se aventuraban en los alrededores del bosque
para obtener las mejores vistas del terreno y de la naturaleza que les protegía y los
abrazaba. Shikaq era el fundador y el jefe de todos ellos.
En cada primavera, los festivales eran pan de cada día y el anfitrión de cada una de éstas
debía cumplir con ciertos requisitos para ser escogido, tales como el atractivo, su capacidad
de divertir, su gracia y por sobre todo el encanto que podría llegar a transmitir al público. En
ese entonces, en la vieja tarima que hacía de escenario del primer espectáculo de la primera
cosecha, un muchacho Vastayano con un hermoso plumaje azulado era la mayor atracción
del público, otros viajeros y especies mágicas de toda la región, porque su tipo era
simplemente el más atrayente de todos. El nombre del joven combinaba con carnavales,
fiestas y mucha música, pues "Rakan" era llamado. —Pero no, no es el campeón con quién
has jugado, sino su antepasado. —
—¡Vengan todos a disfrutar de este espectáculo! — La animada voz del joven era oída en
compañía de la música y las ovaciones que recibía al enseñar sus plumas azules tan
brillantes como el mismo mar y los rayos de sol las reflejaban cuando él bailaba de forma tan
divertida. Las partículas de magia se sentían como el aire en aquel lugar en conjunto a las
risas que daban vida a la entretenida escena.
Todo en ese lugar reinaba como de costumbre: la felicidad y la diversión entre fiestas,
eventos y momentos familiares, y el mismo Rakan era escogido y nombrado como anfitrión
de los eventos locales como en otras zonas de Jonia. Al Este del Archipiélago, existía otro
continente al otro lado del mar, pero sus habitantes no eran bien recibidos. Pues la
humanidad no era bienvenida, sobre todo en la tribu Lhotlan, porque en las leyendas los
describían como monstruos destructores y sin corazón, unos demonios andantes que sólo
traían dolor, miedo y destrucción a la vida silvestre, por lo tanto, eran odiados en todas las
zonas en donde se podrían encontrar seres mágicos morando. Si un sólo humano osaba a
atravesar el mar para adentrarse en estas tierras y era descubierto, era apresado,
encarcelado, torturado y asesinado para que una vez quemado, sus cenizas fueran utilizadas
por los brujos para trabajar en sus maldiciones y pociones que se vendían en el mercado
negro. Habían distintos tipos de castigos que se realizaban rara vez en público, ya que
tampoco los Vastaya tenían registros de humanos capturados en experiencias pasadas, tan
sólo un par que tuvo esa terrible suerte al ser sorprendidos queriendo apoderarse de unos
infantes para arrancarles las plumas y venderlos luego como esclavos en el país de los
hombres. Los seres mágicos no perdonaban a ninguno ni menos si se atrevían a dañar a las
nuevas generaciones. Cuando ocurrió aquello, los jóvenes adultos eran sólo unos bebés
babeantes y torpes que se escondían bajo la falda de sus madres.
Después de esta pequeña introducción, nos enfocaremos en el protagonista de este capítulo.
Rakan sabía muy bien las reglas al revés y al derecho, porque desde muy pequeño su madre
le inculcó toda la sabiduría de la aldea. Él era obediente y muy amable, asimismo divertido y
enérgico, por ello no decía que no cuando le necesitaban en algún lugar para animar los
carnavales. Un día en el atardecer, el joven tomó su espejo de mano, una colación de fruta
silvestre, una cantimplora de hojas curtidas y todo ello lo envolvió en un género tejido a mano
por su progenitora cuando apenas era un niño. Debía ir a una pequeña aldea cerca de la
tribu Shimon llamada Haims, el lugar de las mariposas, a atender otro trabajo más de los
tantos que se le encargaban cada mes, pero él no parecía disgustado por eso.
— Pues bien ¡Shiman me espera! no, era Shumon...Shimon. . . ¡Sí! Shimon, digo, no
exactamente debo ir a Shimon... — Se decía así mismo mientras cerraba la puerta de su
hogar en donde vivía solitariamente. Observó los alrededores y sus galantes pasos
comenzaban a oírse apenas iban abriéndose camino por las venas de aquel bosque. Debía
llegar al camino principal que conectaba todos los pueblos en donde los letreros clavados en
un viejo tronco avisaban las direcciones de las provincias vecinas. Apenas llegar, Rakan se
volteó a mirar aquel añoso palo seco, junto al que sostenía el letrero de la entrada de su
amada aldea natal "Lhotlan" en conjunto al cartel de las 5 reglas más importantes.
—"El contacto con humanos está prohibido" Bah, he oído mejores cosas, aunque tengo
curiosidad en conocer a uno de esos demonios y hacerlo bailar conmigo. — Con una sonrisa
sarcástica tan sólo continuó su camino. Mientras caminaba en dirección a Haims, sus vivos
ojos turquesa reflejaban cada ápice del anaranjado paisaje que se abría paso frente a él, sus
patas apenas y tocaban el pasto tierno del sendero junto a las florecillas que crecían en las
orillas. Faltaban menos de tres horas para las nueve de la noche.
No había ninguna preocupación en su mente más que llegar al destino que quedaba a varios
kilómetros de donde recién comenzaba su viaje, pero por suerte, el viento estaba calmado,
hacía un sol suave ocultándose tras las colinas y los pajarillos cantaban por doquier antes de
volar a sus nidos, acompañando el paso del joven gallardo. Tomaría unos tres días en llegar,
pero el Vastayano ya estaba acostumbrado a esas experiencias.
— Creo que a mitad del camino tomaré un descanso en la aldea de Tasherlot, no está
demasiado lejos, supongo. — Se intentaba convencer así mismo, pero al final encogió sus
hombros.
El sol tibio de la mañana siguiente le acompañaba en la madrugada, ya que la luna en la
noche anterior había estado con él en una cueva que la generosa naturaleza le había hecho
como refugio. Rakan no se encontraba fatigado, todas las mañanas su despertar tan
vigoroso le daba ánimos para continuar por un motivo, ¿Cuál? Amaba divertir a la gente, ese
era su motivo de vivir mientras estaba en busca de su destino. Por el camino cogió una rama
sin hojas abandonada y la espolvoreó de magia con la diestra para hacer crecer los capullos
de las flores que aún permanecían cerrados, gastando un par de minutos en ello. Pero el
sonido del mar pronto invadió sus puntiagudas orejas, invitándole a acercarse al borde de un
gran acantilado. A la distancia, en el filo en donde el sol del amanecer nació, sus ojos
pudieron divisar el terreno de los monstruos. Una espesa y negra niebla adornaba el cielo de
ellos y una tierra desolada parecía verse, pues esos seres siempre se encontraban en
conflicto con ellos mismos. Soltó un suspiro, descansando la vista después de haberla
enchinado para enfocar mejor su objetivo.
—Humanos. — Murmuró Rakan al cargar su saco y así continuar con su trayectoria hacia
Tasherlot. Al anochecer del primer día y tres horas, una mariposa le avisaría con su revoloteo
cansado que se encontraba cerca y en unos metros más él vería el inicio del pequeño
pueblo en donde pidió un cuarto en una posada para refugiarse de la fría noche, sin
compañía. Tasherlot, una aldea pequeña y humilde que poseía varias moradas y tabernas
para los viajeros le recibió con los brazos abiertos. Su gente era amable pero reservada y a
diferencia de los Lhotlan, tenían una fisonomía más zoológica más parecida a los cervatillos.
De ahí provenía aquella personalidad cautelosa que las madres sobre todo sacaban a relucir
cuando alguien nuevo entraba al pueblo, pero Rakan ya era conocido por la mayoría de
todos ellos. Saludaba y saludaba por todo el camino hacia su refugio pagado en donde
podría descansar después de una larga caminata.
Cuando su espalda tocó la cama y se recostó en ella al fin, la mente del Vastayano
rememoró a sus amorosos padres cuando él apenas era un niño, los que le recordaban
cómo debía ser con su gente y le aconsejaban que nunca debía perder su felicidad, sino que
debía luchar por ella cada día. El grueso libro que le mandaba a leer su padre repleto de
normas de la aldea de Lhotlan era aberrante y recordaba cada letra que había en él. Al final,
el pequeño siempre aprovechaba cualquier circunstancia para escaparse al bosque en vez
de estar con toda su atención puesta en esos aburridos párrafos escritos por el viejo
patriarca.
— Me pregunto cuál será el problema con la población al otro lado del mar. . . aunque según
son seres despiadados ¿no? ... me lo han dicho repetidas veces, pero nunca he visto a uno.
Al fin y al cabo, son solo eso "humanos" criaturas poco amigables que les encanta tirar
basura o eso he oído. — Miles de pensamientos rondaban por su mente pero el sueño lo
abrazó, durmiéndose poco después en esa noche. Pero nadie sabía lo que el destino tenía
preparado para nuestro joven protagonista en lo que le quedaba de travesía.
Capítulo segundo: " Sé sobrio en tus decisiones, pues ellas construyen tu futuro."
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Tal y como había dicho hace un día y medio atrás, nuestro amigo Rakan se había detenido a
descansar en una posada en Tasherlot, en donde también había hecho presentaciones para
divertir a los huéspedes por pedido del dueño como un favor por un pequeño descuento.
Pues bien, —Ahora te explicaré la fisiología de los Lhotlan— estos encantadores híbridos se
parecían a los humanos en su fisonomía a diferencia de tener unas largas orejas erectas,
puntiagudas y emplumadas, pero desde sus piernas, en concreto sus rodillas hacia abajo, en
vez de tener un par de pies ordinarios, poseían unas marrones pantorrillas muy parecidas a
las de las aves, utilizadas para correr a una velocidad impresionante y unas patas que
parecían garras los ayudaban a dar grandes saltos entre zona y zona sin fallar en lo
absoluto. Pero había una característica en ellos, que cargaban en su espalda desde su
nacimiento: poseían sólo un ala. El pequeño Vastaya varón nacía con su ala al lado derecho
y la Vastaya femenina la poseía al lado izquierdo, pero podían moverla a donde quisieran,
salvo que no podían utilizarla para volar. Al convertirse en adolescentes, esta ala era cubierta
por una capa hecha por ellos mismos haciéndose una con su plumaje y adornada con
cráneos de ave, la utilizaban tanto como para proteger sus plumas como para camuflarlas ya
que también las utilizaban como armas de defensa.
Habían plumas de colores sólidos, moteados, jaspeados o bicolores. Algunos vastaya
especiales que poseían vitíligo eran considerados una rara belleza entre ellos, así como los
albinos. Los ojos de los Vastaya eran rasgados de pupila y de colores vivos tal como su
cabello que iba a juego con su ala. Contaba la tradición de que el romance era muy
importante para ellos a pesar de ser compañeros, pues las parejas al tener el ala en el lado
faltante de su pareja, las extendían dando señal de tener un amor completo y una sincronía
perfecta, simbolizando una sola carne. Algunos vastaya que se quedaban solos de por vida
no tenían la misma integridad de los que sí tenían pareja, pues se dedicaban hasta morir de
lo que les apasionaba y en eso se les iba la vida. Eso pensaba Rakan que estaba idiotizado
observando por la ventana de su cuarto al gentío que se paseaba frente a la posada. Él tan
sólo tenía veinticuatro años y poco pensaba en amores. De vez en cuando se sentía atraído
por las Vastaya más hermosas, pero ellas al analizar su sentido del humor y aparente idiotez,
se alejaban disgustadas.
— Bien, es hora de continuar. — Ya debía partir si quería llegar a Haims a buena hora. —
Espero encontrar a alguien que me lleve en su carreta, caminar tanto es agotador.
Siempre gozaba de la amabilidad de la gente cuando le tocaba viajar, porque su popularidad
se extendía por casi toda Jonia. Cuando abandonó Tasherlot, una carreta por fortuna cruzó
frente a sus narices y lo recibió como una carga más. Por suerte, el viejo conductor le
conocía y no le molestaba ir apretado entre barriles llenos de especias y sacos polvorientos
con salvado, claro que no, lo importante para él tan sólo era llegar.
— La comida en la posada estaba tan buena... ¡Me arrepiento de no haber traído las sobras!
Pero aún tengo frutas. — Hablando de eso, abrió su saco y extrajo su alimento. Sus patas
colgaban en el borde inferior trasero de la carreta que iba dejando polvo cada vez que iba
avanzando en el sendero bordeado de largos pastizales. Cuando le quedó la última grapa de
uva azul, la comió y con la otra mano hurgó por otra fruta: una Manguina. Aquella deliciosa
fruta redonda con textura de naranja, pero con interior de melocotón era tan deliciosa a su
gusto. Cuando se dispuso a morderla, se le resbaló de sus manos, cayendo en el camino.
Tardó un poco en espabilar al ver que su bocado se hacía más y más pequeño ocultándose
en la polvareda que no cesaba, además ¡Era la única manguina que traía! —¡Oh rayos! ¡Oh
rayos! —
El jovencito valiente debió brincar desde la carreta, tropezándose un par de veces saltando
pasito a pasito manteniendo su equilibrio para no caer de cara al piso, yendo en posición
opuesta para recoger su fruta favorita luego. Cuando tuvo la ocasión de agacharse y recoger
su fruta, algo le llamó la atención a un costado del camino, entre los pastizales: Un bulto
negro que aplastaba parte de la hierba alta que terminaba en un antebrazo descubierto ¿Qué
era? ¿Acaso habían asaltado a alguien? ¿Era un mendigo? ¿Quizá un cadáver? El temor no
estaba entre sus cualidades, así que cuando recogió su manguina, se adentró en el pastizal
para poder descubrir lo extraño que estaba frente a sus ojos. Se agachó, mientras alargaba
su mano y así poder descubrir más ese brazo, hasta la cabeza por lo menos, pero se
encontraba boca abajo.
— ¿Qué es...eso? — Se preguntó, acercando una de sus patas para poder al menos moverlo
un poco. — Oye ¿Estás muerto? ¿Bailaron mucho contigo? — Dijo en tono de broma y de un
buen empuje con su pie logró voltear el cuerpo.
— Pero si es. . . ¡Una vastaya! ¿Qué te han hecho? — Una chica pálida de cabello negro
hasta los hombros estaba inconsciente aún, en su piel se notaban rasguños y picaduras no
muy graves que podría tratar si tan solo hubiera un curandero cerca, pero no tenía aspecto
animal o alguna característica de éstos.
— Oye. . .— Rakan la apoyaría entre sus brazos, las finas facciones de la mujer le hacían
creer que quizá pertenecía a la realeza, el cabello negro no era común a menos que se
tratara de las regiones guerreras de Jonia, pero ella no parecía ser fornida o tener señales de
tener un poder, sino que era pequeña y delicada. — Despierta. . .chica, si tan sólo tuviera
agua...— La movió un poco, pero recordó que había dejado su bolsa en la carreta que ya
había desaparecido. — ¡Mis cosas! — Con brusquedad se levantó dejando caer a la chica de
golpe en la tierra, yendo a perseguir al carro a toda velocidad, pero en el trayecto de cinco
metros que llevaba, se acordó de la chica. — ¡La chica! — No tuvo más remedio que
devolverse. Por el fuerte golpe, ella había conseguido abrir sus ojos, sobar su frente y
quejarse de la gentileza del extraño.
— ¿D-dónde estoy...? — Una dulce voz preguntó: la de la chica siendo atendida de nuevo
por el vastaya.
— Estás de camino a tres ciudades antes de llegar a la zona de la tribu Shimon...oye...— El
mancebo fijó su mirada en las peculiares orejas de la joven quien se sobaba y que sin querer
apartó su cabello a un costado. No eran largas como las suyas o puntiagudas. ¿Qué clase de
criatura era? lo único que sabía es que no podía dejarla ahí abandonada a su suerte.
—¿Sí...? oye...— Inquirió ella, volviendo en sí poco a poco hasta mirar a la cara a nuestro
querido Rakan que estaba asombrado.
—¿Quién eres tú? — Se preguntaron al unísono, pero finalmente una expresión de sorpresa
embargó a ambos rostros quienes se ruborizaron de pena.
— Las damas primero. — Espetó el galante Vastayano a la espera de la respuesta de la
joven a quien cargó como un saco de patatas al hombro sin pedirle autorización. — Vaya lío,
deberemos ir caminando, bueno, yo en este caso. — De pronto se preguntó a sí mismo
"¿Debería de llevarla si no la conozco?" pero su tibio corazón le decía que sí.
La chica continuaba con su capa negra encima cubriéndola del sol.
— Me llamo... Félin ¿y tú? —
— Oh, mi nombre es Rakan, un placer conocerte viva. — En el libro de su mente, a Rakan se
le presentaron las imágenes de las páginas de su infancia, claro que buscaba en sus
recuerdos las características de los humanos, porque debía asegurarse primero de que ella
no era una amenaza. La mujer guardó silencio mientras miraba a la extraña "capa" que
llevaba él, trayendo un racimo de plumas largas, grandes y azules casi arrastrando en la
tierra polvorienta por debajo. — Debo ir a Haims a presentar mi espectáculo cuanto antes,
sólo me queda un día y medio para llegar.
— Eso suena importante...— Comentó la chica, durmiéndose por el vaivén de los pasos del
otro los cuales le relajaban. No sabe cuándo ni dónde se durmió otra vez por la debilidad que
presentaba mientras el habitante de Lhotlan continuaba su camino a cuestas con su nueva
acompañante.
Capítulo tercero: "Ayuda al prójimo, te puede llenar la vida de felicidad."

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8 P.M. del día tercero — Haims.


Cuando al fin habían llegado después de un largo trecho, él la mantenía cubierta hasta los
pies con la misma capa que ella traía — los que le resultaron extraños de sobremanera—
porque no eran como los suyos. Las luces del carnaval adornaban la entrada y la gente
disfrutaba del evento que recién comenzaba. Apresurado, Rakan se dirigió detrás del
escenario, y por un espacio debajo del mismo, él dejó a la chica, donde nadie más la pudiera
ver ni tocar hasta que estuviera desocupado para llevarla a un curandero. Ya era la hora de
la actuación y no podía decepcionar a su querida gente de Haims.
— Me pregunto cómo estará mi viejo amigo Sham... hace tiempo que no le veo. — De
inmediato se fue a presentar al patriarca del pueblo, quien le entregó la autorización para
presentar su concierto y allí, sin perder tiempo, se subió al encendido escenario. Toda la
gente se encontraba aglomerada frente a su presencia, gritando por él para llamar su
atención ¿Quién no lo haría? si encantaba a todos con su sola presencia.
—¡Damas y caballeros! damos comienzo al carnaval de primavera número 2 de esta bella
tierra de Haims en donde se encuentran las vastaya más hermosas ¡De la región! — Y eso lo
decía en todos los lugares en donde iba a actuar, ¿Quién se iba a dar cuenta? Como era su
rutina diaria comenzó a danzar, extendiendo su ala bajo su capa la cual retiró, destellando
sus hermosas plumas en suaves aleteos que acompañaba con brincos y movimientos con
gracia. La gente le ovacionaba. Mientras tanto, debajo de la tarima el alboroto era
insoportable. Si antes Félin tenía dolor de cabeza, ahora tenía fiebre. Los golpeteos de los
pasos del Vastaya justo sobre su cabeza amenazaban con romper la madera pero ella no
podía soportarlo más. Su paciencia y curiosidad llegaron a un límite en el que, dejando su
escondite, asomó su cabeza por el costado izquierdo trasero del escenario, maravillándose
por lo que estaba viendo. Esas plumas destellantes y la gracia con la que él se desenvolvía
terminó captándola por completo.
—¿Q-qué tipo de ser eres tú?... ¿Eres parte de los bien llamados Vastaya...? — Se hablaba
así misma viéndolo bailar y cantar muy divertido frente a su público.
Cerca de tres horas de diversión le regaló a la gente la cual finalmente le lanzó flores en
signo de gratitud cuando súbitamente se acordó de su acompañante.
—¡Mierda, mierda! — Bajó de inmediato a verla, encontrándose con ella durmiendo para su
alivio. — Investigaré qué clase de criatura eres. —Las estrellas titilaban sobre su cabeza en
el oscuro manto de la noche mientras la contemplaba antes de ir a la biblioteca del lugar por
un momento. Buscando entre libros sobre humanos encontró lo que jamás pensó o al menos
creía que fuese una muy pequeña posibilidad. Una ilustración en las primeras páginas del
libro le reveló la verdad: orejas pequeñas y semi-ovaladas, piernas proporcionadas con los
muslos anchos en chicas y rectos para los chicos. Los pies se apoyaban desde los talones
en adelante, a comparación con las extremidades de él que parecía que andaba siempre en
puntillas. — Ella es...una humana... ¿ahora qué se supone que haré? si la descubren me
podrían culpar de algo que no he hecho, me ejecutarían como su cómplice. — Miles de
cosas llenaron su cabeza, sin embargo, todas estas desaparecieron en cuanto cerró ese libro
tan polvoriento.
A paso rápido fue bajo el escenario, debía sacarla de allí si no quería que la descubrieran y la
mataran allí mismo. Tan pronto como llegó, la cubrió bien con esa andrajosa manta y la sacó
sin dirigirle palabra alguna encaminándose al bosque próximo que se encontraba a unas
millas al Este de Haims, aquel lugar era conocido por el mullido follaje y por la casi nula
ausencia de habitantes que solo iban a recoger leña en invierno. Rakan miraba a todos
lados, despidiéndose nervioso de las chicas que le saludaban en el camino, no quería ser
descubierto ni mucho menos ser cuestionado por lo que llevaba sobre el hombro a cuestas.
Al cabo de veinte minutos de caminata intensa, el apuesto ser se había internado en el
bosque con la desvalida chica que yacía colgada sobre su hombro.
— Hemos llegado, aquí suelo construir un refugio cuando las posadas están llenas en Haims
y no tengo a donde ir cuando ya es de muy noche. — No fue demasiado gentil con ella al
aterrizarla al suelo en donde ella despertó con mala cara.
— ¡Joder! ¡Sé más gentil! — Bufó la fémina, sentándose sobre la verde alfombra del lugar
adornado por un claro de luna tenue viendo cómo su salvador se sentaba frente a ella para
mirarla de forma detallada como si se tratara de un extraterrestre, claro que sí. — ¿Qué...?
— Eres una humana... dime ¿Qué haces aquí? ¿Sabes lo peligroso que es? digo, ¿sabes lo
peligrosa que eres para mí? — Intentó obviar su bienestar propio pero esos ojos tan bellos y
brillantes color ámbar lo miraban sin entender nada de lo que él decía. — Me estás
escuchando ¿no? dime cómo llegaste aquí ¿Por qué no te han capturado?, no debes seguir
aquí, debes abandonar Jonia cuanto antes si quieres vivir, muchacha, aquí los humanos no
son bienvenidos desde lo que provocaron hace años. —
Félin tan sólo le escuchaba, su mente trataba de deducir en la situación en la que se
encontraba, pero no pudo recordar nada de lo sucedido sino hasta que vio el rostro de él al
apenas despertar a la orilla del camino.
— Pues...yo... no lo sé...— Le frustraba no saber cómo llegó a Jonia, había oído acerca del
odio que se tenían ambas razas, pero él no parecía alguien bárbaro o con intenciones de
hacerle algún daño. En cambio, ella para él tampoco, es más, le parecía tan delicada como
una muñeca rellena de algodón.
— Comprendo, Sueti. . . ¿entonces qué deberíamos hacer? No se me ocurre algún plan
peeero supongo... podría ayudarte, vas a venir conmigo a Lhotlan y desde allí te enviaré de
regreso a la tierra de los humanos. Y no voy a aceptar un no de respuesta, el problema es tu
apariencia, tenemos que ocultar esas orejitas cortas tuyas y cubrir esas piernas. — Señaló,
aunque por dentro se remordía al deber utilizar su cerebro lleno de música para pensar en un
plan para ella si quería tenerla sana y salva para regresarla por donde vino, además su
decisión era altamente arriesgada.
—¿Sueti? Está bien, confiaré en ti entonces...— Contestó, mirándole con resignación
mientras se levantaba. Vestía con un suéter de lana de oveja hilado artesanalmente y una
falda rasgada por desgaste color café. Sus pies calzaban un par de botas de suela de
madera con piel de venado recubriéndola a media pantorrilla. — ¿Qué harás? —
Rakan le quitó esa andrajosa manta de sus espaldas y la rasgó por la mitad. — ¡Oye! ¡Esa
era mi manta! — Reclamó ella, enfadada por la acción.
— Oh, tranquila. — Dejando los trozos sobre un tocón de árbol, Rakan se adentró por un
estrecho sendero recubierto de hojas y flores con un aroma agradable. Las mariposas
revoloteaban alrededor mientras recolectaba un racimo de hojas color verde moteadas con
negro del largo de la estatura completa del individuo Vastayano. De su bolsillo sacó un
cuchillo curtido en piedra para poder cortar lo sobrante de las hojas porque la chica era
pequeña, a comparación de él que medía uno con ochenta y medio. — Con esto estará bien.
— Salió de entre los matorrales con el hato atado con unas lianas de hierba en el extremo
superior. — Ven acá y voltéate. —
— ¿Qué es eso?... —Se volteó como él le había mandado con total confianza y así ese
racimo de hojas descansó en el lado izquierdo de su espalda, amarrándolo por delante de
sus clavículas para tener una buena sujeción. Ella se dejaba arreglar, aunque no tenía ni la
menor idea de lo que él estaba haciendo cuando cogió la mitad del manto oscuro y le cubrió
su espalda, atando dos extremos por debajo su garganta. El otro pedazo lo usó en forma
vertical para cubrir a lo largo esas hojas que serían su "ala" postiza. La chica se volteó a
verle para preguntar pero el joven se agachó con el cuchillo rompiéndole su falda hasta por
encima de sus rodillas. Las pálidas mejillas de la humana se sonrojaron como nunca y se
enfadó por el atrevimiento. — ¡Oye! —
Él no dijo nada, mientras usaba el trozo para cubrir las pantorrillas de la chica y apretarlas.
Seguidamente le pidió quedar descalza para esforzarse en cubrirle bien sus tobillos y
dejárselos ajustados. — Esto molestará un momento en tus piernas, déjame tus ... a lo que
los humanos llaman... "zapatos" extraños ¿sí? — La chica asintió y se los entregó para que
Rakan pudiera llevárselos y así hacerles un par de modificaciones. Con unas cortezas de
árbol hizo unas garras falsas con ayuda del cuchillo, con el cual también retiró la punta de las
botas para encajar esas garras y ajustarlas. Quitó los tacones con la intención de crear unos
talones levantados y modificó la suela delantera para hacerla más alta, pegando unos trozos
de madera con una sustancia viscosa que se endurecía al contacto con el aire, compuesto
que se encontraba bajo la corteza de un árbol llamado Silok. — Pues bien, creo que con esto
bastará. — Se acercó a ella luego de terminar sus nuevas "patas". — ¿Qué tal? póntelas
para poder ver cómo te quedan. —
—Gracias...— Aunque extrañaría sus botas originales, se puso su nuevo calzado. El pie
acomodó perfecto, pero parecía que andaría siempre en puntillas sin soporte. — ¡Me voy a
caer con esto! — No se podía acostumbrar aún. — Vamos a ver...uno, dos. — Dio sus
primeros pasos y se tambaleó, tropezándose con una enredadera que le atrapó un pie.
Rakan reaccionó de inmediato y la sujetó por sus antebrazos para evitar que se cayera de
bruces al suelo.
—¡Cuidado! ya te acostumbrarás. — Ambos se miraron a los ojos, pero la curiosa mirada de
Rakan se enfocó en esas orejas. — Necesitamos algo más antes de partir hacia Lhotlan
¿sabes? — Dejándola de pie, recogió unos restos de corteza y quitó toda la rugosa piel hasta
dejar el corazón de la madera expuesta pero fina en forma de triángulo isósceles. Pero no
estarían del todo listas, así que debió despojarse de la perfección de su ala y se arrancó dos
plumas para poder adherirlas a las orejas de madera. — Ya está, aunque vas a tener que
acostumbrarte a tener algo de corteza de Silok sobre tus. . . orejitas. — Aplicó un poco de
pegamento en la superficie externa de los oídos de Félin para poder fijar las orejas falsas, las
cuales se pegaron con total éxito. — Listo, sólo trata de mantener tu cabello en su lugar ¿sí?
— Advirtió él, llevándosela sin perder el tiempo por el Este del bosque para rodear los
pueblos aledaños a Haims y así tomar un atajo para llegar a Lhotlan. — Nos tocará un largo
camino que recorrer.

Capítulo cuarto: "Vive todos los momentos para tu espíritu, así sean buenos o malos."

✦✦✦

Al amanecer del día siguiente después de pasarse la mitad de la noche trabajando en el


camuflaje de la apariencia de la muchacha, la extraña pareja estaba ya caminando por el
sendero que se encontraba cerca del mar.
— ¡Vamos! ¡En marcha! ¡En marcha, Félin! — Animaba el joven emplumado a la chica que le
seguía varios metros atrás con sus párpados cansados y con la lengua fuera jadeando de
cansancio.
—¡E-espera! Aaaaay. — Reclamó ella, deteniéndose y respirando profundo para poder
descansar un poco, pues ya habían caminado unos dos kilómetros sin parar. — Haa... —
Afinando su oído a través de las cortezas adheridas a su piel, oyó el sonido de las olas del
mar a lo lejos y se emocionó. Pues en el ligero sueño que había tenido recordaba algo
parecido pero la voz ajena le sacó de sus pensamientos.
— ¿Qué tal si... te quitas esos zapatos extraños y vamos al mar? — Ofrecería el Vastaya
quien corrió por los matorrales hasta que el paisaje se abrió frente a sus ojos. El pasto y los
bosques se convirtieron en arena y agua salada que iba y venía en suaves ondas. La chica le
siguió detrás con sus botas en la diestra observando el gran océano. — ¡Qué buena vista!
¡Me gusta el mar! — Comentó, extendiendo su ala para poder relajarse justo cuando el sol
nacía en el horizonte. — ¡Qué hermoso amanecer! pero no tanto como yo. ~ — Bromeó
Rakan sonriéndole a la brisa.
— Ah...— En cambio ella, con tan sólo sentir los pies en la arena le hizo sentir feliz, así que
corrió hacia el agua para poder mojarse sus adoloridos pies. — Me encanta...— Cerró sus
párpados y aspiró la brisa marina que la envolvió mientras que el agua mojaba las puntas
inferiores de esas hojas que le hacían el trabajo de ser ala sintética. Rakan se acercó por
detrás de la chica, mirando hacia el filo que unía el mar con el cielo hacia la tierra que era el
verdadero hogar de la dama que estaba a unos pocos metros delante de él.
— Hey...— El emplumado llamó su atención con una sonrisa, esperando a que la chica se
volteara a verle. Con la zurda en su propia espalda y la diestra extendida hacia ella con una
ligera reverencia y su pata derecha por delante de la izquierda; le miró con determinación. —
¿Bailamos?
Por unos segundos la jovencita se le quedó viendo perpleja sin saber qué decir pero aceptó
aquella mano de inmediato. Con timidez posó la suya, pequeña y delicada sobre la grande y
acogedora que la sujetó y envolvió entre sus dedos. Fue jalada hacia él para poder sujetarla
por la cintura. La señorita iba a decir algo, pero Rakan comenzó a moverse, llevándosela
consigo a pasos galantes sobre la arena. De forma torpe los pies de la más pequeña
intentaban seguir sus pasos, pero se tropezaba con él.
— L-lo siento...—Murmuró la fémina mientras estaba apoyada en el pecho del galán quien
obvió esas disculpas. — ¡E-espera!. . .
Las plumas del joven destellaban contra sol al dar vueltas con su compañera en la danza. De
vez en cuando la soltaba de una mano para volverla a atrapar, haciéndola girar al compás del
mar para luego hacer que regresara a él. La mirada de ella se iluminó tan dulcemente como
el reflejo de los rayos del sol en el mar, atreviéndose a sonreír por primera vez mientras su
corazón palpitaba como miles de furiosos caballos galopando en manada hacia un volcán a
punto de hacer erupción, y el corazón del Vastaya no se encontraba muy diferente, tanto por
el baile como al ver la felicidad de la chica que, a pesar de no ser una de su especie lo
estaba cautivando. Al terminar de danzar, el joven la atrapó entre sus brazos y la inclinó
hacia atrás, observando esos ojos con detalle, a comparación de los suyos que eran más
claros y con la pupila rasgada. Evitando la mirada del varón, la mujer se soltó de él con
suavidad y agradeció por el momento con una vocecilla apenas audible, pero su pena fue
mayor cuando un sonido de rugido proveniente de su panza se oyó.
—Vaya, ¡Yo también tengo hambre! Qué descuidado soy. ¡Espera aquí! — En cambio, él lo
tomó como algo normal, así que armaría una fogata entre las piedras a la orilla de la playa,
pero se quedó ella a cargo de encender el fuego voluntariamente con hierba seca y unos
cerillos artesanales que el hombre Vastayano llevaba consigo y le proporcionó. Al instante, él
se encontraba en el mar usando su larga de tres plumas — No todos los Vastaya de Lhotlan
tenían cola— como carnada para un gran pez que andaba rondando por ahí. — ¡Auch! — En
cuanto picó el anzuelo improvisado, correría fuera llevándose consigo un gran pez a la
superficie que serviría de alimento para los dos. Con el cuchillo lo fileteó y atravesó con unos
palitos finos dejándole cerca del fuego. — Tenemos suerte, podremos almorzar algo
delicioso. —
En el transcurso de las horas, después de almorzar juntos ese desafortunado pescado y
descansar satisfechos, Rakan miraba el cielo con ambas manos tras su nuca. Su diestra se
removió de la zona y viajó hacia el bolsillo de su pantalón extraño que parecía un bombacho
color azul petróleo, encontrándose con su manguina que ya estaba casi pudriéndose toda
aplastada. — Oh cielos, mi deliciosa manguina. — Pero de todos modos le dio un mordisco,
sabía igual de buena que cuando la traía en el saco. — Mmmm... oye, creo que ya es hora
de irnos, ¿Quieres? — Le ofreció de su manguina y ella tomó la fruta mordida para darle una
probada por el otro extremo.
—Mm... sabe extraño, pero no es igual a la fruta que tenemos allá... — Comentaba Félin
guardando el resto de la manguina en su suéter de lana.
— ¿Qué clase de cosas tienen allá? cuéntame...— La curiosidad del Vastayano crecía, el
querer saber de cosas que no estaban presentes en su tierra natal, sino al otro lado del mar
lo hacían preguntar, porque era simplemente fascinante.
— Pues... lo que recuerdo...tenemos unas frutas diferentes... — Recordaba ella, visualizando
en su mente las manzanas, los plátanos, los melocotones y las naranjas. — Hay una fruta
parecida a la que me diste, pero es color naranja y se llama naranja.
—¿Cómo? se llama naranja... ¿por...la fruta o por el color? — Interrogó, sentándose en la
arena para poner toda su atención en su compañera quien estaba confundida por lo que oyó.
Finalmente ella soltó una risa nerviosa porque no sabía qué decir por la lógica de la pregunta
que le formuló su salvador.
— Eh, pues... dejemos eso de lado ¿sí?, también hay diferentes tipos de vegetales. —
Mencionaba, mientras le miraba con un gesto de apreciación. — Oye...realmente tus
características son únicas, me han contado de tu especie... sobre todo de las plumas de tu
capa, valen mucho en mi tierra natal... y tus orejas son un buen trofeo, pero no entiendo la
necesidad de capturar y asesinar a tu especie sólo por diversión...ustedes tienen
sentimientos... son como nosotros y jamás terminaré de comprender aquel odio...— Mientras
pronunciaba aquellas palabras, se atrevió a tomar la mano derecha de Rakan para sentirla
junto a la suya tal cual como cuando bailaron. — Ya es hora de irnos. — La muchacha
acercaría las botas para ponérselas y emprender la marcha, esperándole. Mientras tanto, él
se encontraba meditando en lo que ella le decía, ¿Ella también sabía sobre eso? porque
tenía razón, él tampoco sabe el motivo verdadero del odio, tan sólo se ha adoctrinado con lo
que le han contado como a todas las generaciones, pero finalmente se puso en pie.
— Andando. —
Por el trayecto, Rakan le enseñaba a caminar adecuadamente, comenzando un mini
entrenamiento para que ella pudiese pasar desapercibida cuando llegaran a Lhotlan —
Primero que todo debes caminar con gracia... ¡Imítame! ¡Imítame! — Abriendo camino
delante de ella se paseaba para que la chica pudiese admirar cada uno de sus pasos,
aunque intentaba copiarlos, todos terminaban en estampadas de cara contra la tierra. —
¡Hey! ¿Te dolió? —
— No, cómo crees. — Escupiendo tierra se dejó ayudar por él sosteniéndose de su mano.
Ahora vendría otra etapa de entrenamiento que se trataba de trepar árboles. ¡Cuánto le iba a
doler! El emplumado dio un brinco llegando a las ramas medias de un árbol añoso y así
saltaba de rama en rama ayudándose con sus manos para la sujeción. Entretanto, Félin
apenas y se estaba subiendo a un tronco abrazándose a la corteza con todo el esfuerzo
posible. Al ver eso, Rakan debió regresar para poder ayudarla extendiéndole una mano.
—¡Ven aquí! — Cuando consiguió ponerla de pie sobre una rama, le dejó sola. En ese
momento Félin sintió el verdadero terror porque las alturas no eran lo suyo. Tan sólo mirar
hacia abajo le provocaba náuseas y escalofríos. — Sólo debes seguirme. — Animaba Rakan
desde la distancia de dos árboles más adelante.
—¡N-no puedo! ¡No puedo! — Gritó la frágil chica temblando de miedo, el que se acrecentó
cuando oyó un "crack" antes de que la rama se partiera por su peso. — ¡Rakaaaan! — Su
linda carita recibió otro golpe contra los matorrales, pues Rakan lamentablemente llegó tarde
para salvarla.
—Parece que seguiremos con el entrenamiento después, es demasiado duro para ti. — La
debió cargar en brazos para continuar con el trayecto. Con su zurda, la fémina apartó los
trozos de matorral y pequeños palitos que se quedaron atascados entre sus cabellos. Se
había ganado unos rasguños por experiencia pero se prometió dar su mejor esfuerzo la
próxima vez.
Durante todo el tiempo que estuvieron haciéndose compañía en el camino, hacían unas
paradas para recoger frutas silvestres comestibles y beber agua de un cristalino riachuelo
que los seguía. La naturaleza sabía muy bien lo que necesitaban.
Cuando la noche del tercer día se extendió sobre ellos, se refugiaron en el cobertizo de una
cabaña de una humilde familia lince vastaya y la única que vivía por el atajo que llevaba a
Tasherlot. — Bueno, me cobraron un espectáculo para los niños, pero con tal de que no
pasemos frío haría cualquier cosa. — La chica le estaba agradecida con un rubor notable,
preparándose ya para dormir junto al fuego de una pequeña hoguera enlatada con carbón
dentro mientras que el otro se quedó contemplando las diminutas llamaradas del tenue fuego
antes de caer rendido al sueño.

Capítulo quinto: "El respeto es parte de la integridad personal, cuídalo."

✦✦✦
Cuando el carbón se hubo apagado a la mañana siguiente, los rayos de sol atravesaban la
ventana hecha de madera y con un cristal roto. Y por cortesía, ambos huéspedes recibirían
una grata visita de la familia que los acogió para invitarlos a desayunar con ellos, sin más, los
dos comieron con gusto hasta saciarse. Rakan pidió prestado un saco vacío para llevar
provisiones porque le faltaba aún para llegar a Lhotlan con su compañera. —Les estoy muy
agradecido, pero el maravilloso Rakan ahora debe partir, es una pena enorme. — Lamentaba
profundamente, bajando sus orejas al abandonar el hogar con ella y a lo lejos agitó su mano
en señal de despedida siendo correspondido por los cuatro integrantes del lugar.
—Escucha muy bien, en Lhotlan tenemos guardias demasiado... bueno... "No muy
amigables" ¿Sabes? así que ni mirarlos debes, debes seguir a mi lado hasta llegar a mi
hogar y allí prepararte, debo conseguirme un Veqarib para que te movilices. —
—¿Qué es "Veqarib"? — Preguntó con extrañeza a lo que él le explicaba que era una gran
balsa de madera curvada. En idioma humano le llamaban "bote". — Oh, comprendo. Lo
siento. —
—¡No te disculpes! es bueno aprender palabras nuevas. — El paisaje continuaba avanzando
frente a ellos cuando de pronto entre los árboles unos compañeros Vastayanos los
observaban desde las ramas más altas. Rakan no esperaba encontrárselos y por
consecuencia su nerviosismo aumentó. — ¡Qué hay! — Los saludó desde abajo agitando la
mano derecha. La chica tan sólo se ocultó tras él con temor ¿cómo debía actuar? ¿La
descubrirían? Tan solo continuaron caminando como si nada, pero sus compañeros seguían
clavándoles la mirada hasta que se perdieron a lo lejos cuchicheándose entre ellos.
—¿Viste eso? era muy torpe para caminar, quizá se rompió las patas. — Rieron, saltando a
otras ramas para continuar con su trayectoria.
Aliviado por haberse deshecho de ellos, sostuvo a la chica otra vez entre sus brazos y
apresuró el paso. Pues había oído una carreta pasar a unos metros así que corrió tras ésta
con la intención de alcanzarla. — ¡Oiga! ¿Se dirige a Lhotlan? ¿Podría llevarnos? —
—¡Claro que sí! — Contestó una voz de viejito. Por suerte los aceptaron. Al mirar al
conductor notó que era el mismo de la otra vez. — ¡Oh, mis cosas deben estar atrás! —
Cogió a Félin sentándola atrás en el borde inferior del armatoste y él la acompañó, notando
que su bolsa estaba en el mismo lugar tal cual la había dejado. — Mi cantimplora que me
regaló mi padre, si quieres beber, úsala ¿sí? — El arriero no ignoró ningún detalle,
incluyendo la presencia de la pasajera recién llegada, por ello soltó una risa pícara. — Vaya
Rakan, así que has sentado cabeza ¿no? qué chica tan linda llevas contigo. ¿La llevas para
presentarla a tus padres?
Se sintió tan incómodo por las preguntas, pero se las ingenió para contestar. — Oh pues sí,
algo así, y no necesariamente se los presentaré a ellos, vivo solo, ya sabe, mis padres
fallecieron por un problema que no prefiero contar. — Faline le dedicó una mirada rápida al
oír eso.
— Cuánto lo lamento... —Luego de media hora, iban preguntándose los dos varones cosas
sin sentido como por ejemplo ¿por qué se le llama "bebida" a la bebida incluso antes de
beberla?, ¿hasta dónde se lavaban la cara los vastaya calvos? Los que inventaron el reloj,
¿cómo supieron a qué hora ponerlo? Toda esa clase de preguntas le bombardearon la
cabeza hasta marear al pobre vastaya y a la chica que ya estaba durmiendo sobre un saco
de trigo. Demoraron mucho menos en llegar a las compuertas de su aldea natal al ritmo que
llevaba la carreta.
—Con permiso, nos bajaremos aquí, muchas gracias por traernos. Oye, despierta. — Movió
a la humana para despertarla de su letargo.
—Eh... ¿Ya hemos llegado? — Sin perder el tiempo ella bajó de un brinco mal dado casi
cayéndose si no fuera por él que actuó a tiempo. Con bolsa y saco en mano se dirigieron
dentro de la ciudad, tan alegre como siempre a comparación de la expresión de los guardias.
— E-espera un momento. — Con la diestra le detuvo y creó partículas mágicas que añadió a
esas hojas para hacerlas brillantes de forma natural para que parecieran vivas, todo esto a
unos metros antes de pasar por la seguridad.
—Vamos, recuerda lo que te dije, nada de mirarlos. — Cuchicheó el muchacho llevándola
consigo. — ¡Hola amigos! he regresado ¿me extrañaron? — Saludó a los guardias,
escabulléndose enseguida por la zona con la disfrazada quien no sabía caminar aún con
facilidad. — Ven por aquí. — Le llevó a una calle solitaria que le dirigía detrás de la morada
en donde vivía.
Pero una voz los interrumpió a mitad del trayecto, pues una hermosa Vastayana los
interceptó en el camino. Su plumaje era bicolor negro con blanco y sus ojos eran azules,
adornados por unas largas pestañas al igual que su cabello semi-enrulado, era una de las
más codiciadas de la ciudad por los chicos de su raza. — Hola mi querido Rakan~ ¡Te
extrañé mucho! — Se abalanzó sobre él, abrazando al pobre Rakan que se encontraba
disgustado por ser tocado de esa forma, pero por cortesía correspondió al gesto de forma
leve. Félin estaba tras ellos con un gran temor, se había dado cuenta de la mirada de la
recién aparecida que la intimidó indirectamente. — Oh, así que traes compañía. ¿Quién es
ella?
—Pues es una compañera que me encontré en el viaje, Shékin ¿por qué tanta curiosidad? si
no te importa debo irme a casa en este momento urgentemente, un agrado fue verte. ¡Adiós!
— Se despidió con certera rapidez, lo único que quería era llegar rápido a su hogar y refugiar
a la desafortunada Félin allí. Por ello, agarró a ésta por una de sus muñecas y la jaló con él.
El sonido diferente de las pisadas captó la atención de la albina quién fijó su mirada en las
plantas de los pies de la pelinegra notando algo muy extraño. — Esa mujer no es una
vastaya. Te meterás en un gran problema, Rakan. — Sonrió con un extraño misterio,
continuando con su caminar.
Mientras se aproximaban, Félin tuvo un mal presentimiento al seguir a Rakan hasta llegar a
una morada adornada y resplandeciente como el dueño, hecha de materiales rústicos. Con
cortesía el chico abrió la puerta principal para ella. — Adelante, Sueti. — Invitó mientras ella
se adelantaba dentro, admirando cada detalle del interior de la maravillosa casa.
— ¿Vives aquí? es...es muy pintoresco. — Todo le parecía hecho de raíces o algo parecido,
pero sólo buscó sentarse y quitarse esas botas que la estaban matando. — Ah...
—¿Pintoresco? ¡Qué buena palabra! me gusta. — Los sacos descansaron sobre una mesa
hecha de tronco y fueron vaciados de su contenido por él. — Pues bien, te quedarás aquí
hasta que pueda conseguir un Veqarib que te lleve desde la costa hacia la tierra de los
humanos sin peligro alguno. Son muy difíciles de conseguir si no eres un pescador, porque
está prohibido acercarse a los dominios de tu especie, además Veqaribs de guerra rondan
todas las noches por la seguridad de nosotros, será complicado, pero no imposible para el
gran Rakan. — Ella le estaba mirando anonadada por su plumaje, siempre lograba captarla.
— Hey ¿qué estás mirando? — Acercó su gallarda presencia a su acompañante para
sentarse a su lado. — Verás, también debo continuar con mi trabajo así que te quedarás sola
a veces en este lugar, pero me preocupa. Me gano la vida divirtiendo a la gente en los
festivales que son frecuentes. Ahora que lo menciono habrá uno dentro de la semana...debo
prepararme, ah y ten cuidado con tus pies, nadie puede verlos. ¿Entendido? sería poco
genial que te encontraran y te hicieran cenizas. — Comentó, suspirando y relajándose en el
lugar.
En el transcurso del tiempo de su conversación, un grupo de Vastayas iba aproximándose al
hogar del animador y tocaron la puerta. — Oh, quién podrá ser ahora. — De mala gana se
levantó a atender la visita, abriendo la puerta sólo a treinta grados. — ¡Pero si son ustedes!
Sham, Mikhib, Norlh ¿Qué poesías traen? — Sus amigos patearon la puerta de golpe y se
abalanzaron para abrazarlo y posteriormente palmearle la espalda como de costumbre.
—¡Rakan! ¿cómo estás amigo? — Preguntó el primer vastaya color pardo. — Te avisamos
que haremos una fiesta en la costa esta noche a las nueve. ¿Vienes? sabes que nunca dices
que no a este tipo de cosas.
— Claro que sí, ¡Vamos! — Animó el segundo vastaya color vino quien se fijó en la chica que
yacía sentada en una rústica banca de interior. — Hey amigo ¿quién es ella? —
Rakan agarró a Mikhib por una oreja y lo atrajo a la entrada. — ¡Nadie! ¡Una amiga! ¡Claro
que estaré allí! ¡Nos vemos! — De un portazo los dejó fuera sin malas intenciones, sino
porque tenía que cuidar de ella muy estrictamente, era por su seguridad. — Qué problema...
oye ¿y si vienes conmigo? en la noche todos los pavos son negros ~ tenemos tres horas
antes de que sean las nueve, ¡Cenemos algo! —
A veces la fémina se sentía como una molestia para él al interferir en su alocada vida
mientras intentaba recordar cómo llegó a la tierra Joniana. Debía recuperar sus recuerdos
antes de que se marchara en bote porque si no, terminaría viviendo al aire libre sin tener
conocimiento alguno de su casa o no tendría a dónde regresar una vez pisara de nuevo su
tierra natal. Esperaba, mientras él cocinaba para ambos, pero el cansancio le ganó,
durmiéndose sentada sin poder resistirse a los brazos de Morfeo. Al cabo de una hora, un
toque de dedo índice en su frente la despertó en conjunto con un delicioso olor a frutas y a
algo parecido a la pasta blanca con hongos silvestres que fue lo que vio frente a ella en un
plato hecho de un círculo de madera. — Aquí tienes un shawrukka. — Le entregó en lo que
en idioma humano era un "tenedor."
—¡Gracias Rakan! — Apenas se saboreó, comenzó a comer, devorando todo a su paso a
una velocidad increíble. Jamás había probado una pasta de esa manera, aunque imaginaba
que tendría un nombre extraño como el bote o el tenedor hasta que vio los honguitos. —
¿Eso se come?
—¡Claro! saben delicioso. — Respondió, comiéndose con calma su porción de pasta
vastayana que llamaban "Maekruta". Cuando se saciaron, Félin le ayudó a cepillar los
"platos" para quitar los restos de sazón mientras esperaban a que fuera la hora novena.
Antes de que la hora se cumpliese, Rakan ya estaba vestido con un traje que le hacía ver
más guapo de lo que ya era. Cambió sus bombachos por unos de color rojo y vistió su torso
de un extraño suéter hecho de plumaje de las aves autóctonas de la zona dándole un brillo
metálico. — Nos vamos, lleva tus "patas." — Le recordó, tomándole de la mano de forma
inmediata. Allá arriba la luna les alumbraba el camino a la costa que les esperaba con un
ambiente de fiesta lleno de invitados en una improvisada tarima mediana en donde un grupo
tocaba música rítmica, para hacer a todos bailar al son de flautas y tamboriles, añadiendo
cuerdas, por supuesto. Rakan estaba ya aproximándose con su compañera disfrazada y al
ver que los invitados que le saludaban, sonrió — ¡He llegado! ¡Que la fiesta comience! —Esa
noche sin duda sería fenomenal.

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