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Tal y como había dicho hace un día y medio atrás, nuestro amigo Rakan se había detenido a
descansar en una posada en Tasherlot, en donde también había hecho presentaciones para
divertir a los huéspedes por pedido del dueño como un favor por un pequeño descuento.
Pues bien, —Ahora te explicaré la fisiología de los Lhotlan— estos encantadores híbridos se
parecían a los humanos en su fisonomía a diferencia de tener unas largas orejas erectas,
puntiagudas y emplumadas, pero desde sus piernas, en concreto sus rodillas hacia abajo, en
vez de tener un par de pies ordinarios, poseían unas marrones pantorrillas muy parecidas a
las de las aves, utilizadas para correr a una velocidad impresionante y unas patas que
parecían garras los ayudaban a dar grandes saltos entre zona y zona sin fallar en lo
absoluto. Pero había una característica en ellos, que cargaban en su espalda desde su
nacimiento: poseían sólo un ala. El pequeño Vastaya varón nacía con su ala al lado derecho
y la Vastaya femenina la poseía al lado izquierdo, pero podían moverla a donde quisieran,
salvo que no podían utilizarla para volar. Al convertirse en adolescentes, esta ala era cubierta
por una capa hecha por ellos mismos haciéndose una con su plumaje y adornada con
cráneos de ave, la utilizaban tanto como para proteger sus plumas como para camuflarlas ya
que también las utilizaban como armas de defensa.
Habían plumas de colores sólidos, moteados, jaspeados o bicolores. Algunos vastaya
especiales que poseían vitíligo eran considerados una rara belleza entre ellos, así como los
albinos. Los ojos de los Vastaya eran rasgados de pupila y de colores vivos tal como su
cabello que iba a juego con su ala. Contaba la tradición de que el romance era muy
importante para ellos a pesar de ser compañeros, pues las parejas al tener el ala en el lado
faltante de su pareja, las extendían dando señal de tener un amor completo y una sincronía
perfecta, simbolizando una sola carne. Algunos vastaya que se quedaban solos de por vida
no tenían la misma integridad de los que sí tenían pareja, pues se dedicaban hasta morir de
lo que les apasionaba y en eso se les iba la vida. Eso pensaba Rakan que estaba idiotizado
observando por la ventana de su cuarto al gentío que se paseaba frente a la posada. Él tan
sólo tenía veinticuatro años y poco pensaba en amores. De vez en cuando se sentía atraído
por las Vastaya más hermosas, pero ellas al analizar su sentido del humor y aparente idiotez,
se alejaban disgustadas.
— Bien, es hora de continuar. — Ya debía partir si quería llegar a Haims a buena hora. —
Espero encontrar a alguien que me lleve en su carreta, caminar tanto es agotador.
Siempre gozaba de la amabilidad de la gente cuando le tocaba viajar, porque su popularidad
se extendía por casi toda Jonia. Cuando abandonó Tasherlot, una carreta por fortuna cruzó
frente a sus narices y lo recibió como una carga más. Por suerte, el viejo conductor le
conocía y no le molestaba ir apretado entre barriles llenos de especias y sacos polvorientos
con salvado, claro que no, lo importante para él tan sólo era llegar.
— La comida en la posada estaba tan buena... ¡Me arrepiento de no haber traído las sobras!
Pero aún tengo frutas. — Hablando de eso, abrió su saco y extrajo su alimento. Sus patas
colgaban en el borde inferior trasero de la carreta que iba dejando polvo cada vez que iba
avanzando en el sendero bordeado de largos pastizales. Cuando le quedó la última grapa de
uva azul, la comió y con la otra mano hurgó por otra fruta: una Manguina. Aquella deliciosa
fruta redonda con textura de naranja, pero con interior de melocotón era tan deliciosa a su
gusto. Cuando se dispuso a morderla, se le resbaló de sus manos, cayendo en el camino.
Tardó un poco en espabilar al ver que su bocado se hacía más y más pequeño ocultándose
en la polvareda que no cesaba, además ¡Era la única manguina que traía! —¡Oh rayos! ¡Oh
rayos! —
El jovencito valiente debió brincar desde la carreta, tropezándose un par de veces saltando
pasito a pasito manteniendo su equilibrio para no caer de cara al piso, yendo en posición
opuesta para recoger su fruta favorita luego. Cuando tuvo la ocasión de agacharse y recoger
su fruta, algo le llamó la atención a un costado del camino, entre los pastizales: Un bulto
negro que aplastaba parte de la hierba alta que terminaba en un antebrazo descubierto ¿Qué
era? ¿Acaso habían asaltado a alguien? ¿Era un mendigo? ¿Quizá un cadáver? El temor no
estaba entre sus cualidades, así que cuando recogió su manguina, se adentró en el pastizal
para poder descubrir lo extraño que estaba frente a sus ojos. Se agachó, mientras alargaba
su mano y así poder descubrir más ese brazo, hasta la cabeza por lo menos, pero se
encontraba boca abajo.
— ¿Qué es...eso? — Se preguntó, acercando una de sus patas para poder al menos moverlo
un poco. — Oye ¿Estás muerto? ¿Bailaron mucho contigo? — Dijo en tono de broma y de un
buen empuje con su pie logró voltear el cuerpo.
— Pero si es. . . ¡Una vastaya! ¿Qué te han hecho? — Una chica pálida de cabello negro
hasta los hombros estaba inconsciente aún, en su piel se notaban rasguños y picaduras no
muy graves que podría tratar si tan solo hubiera un curandero cerca, pero no tenía aspecto
animal o alguna característica de éstos.
— Oye. . .— Rakan la apoyaría entre sus brazos, las finas facciones de la mujer le hacían
creer que quizá pertenecía a la realeza, el cabello negro no era común a menos que se
tratara de las regiones guerreras de Jonia, pero ella no parecía ser fornida o tener señales de
tener un poder, sino que era pequeña y delicada. — Despierta. . .chica, si tan sólo tuviera
agua...— La movió un poco, pero recordó que había dejado su bolsa en la carreta que ya
había desaparecido. — ¡Mis cosas! — Con brusquedad se levantó dejando caer a la chica de
golpe en la tierra, yendo a perseguir al carro a toda velocidad, pero en el trayecto de cinco
metros que llevaba, se acordó de la chica. — ¡La chica! — No tuvo más remedio que
devolverse. Por el fuerte golpe, ella había conseguido abrir sus ojos, sobar su frente y
quejarse de la gentileza del extraño.
— ¿D-dónde estoy...? — Una dulce voz preguntó: la de la chica siendo atendida de nuevo
por el vastaya.
— Estás de camino a tres ciudades antes de llegar a la zona de la tribu Shimon...oye...— El
mancebo fijó su mirada en las peculiares orejas de la joven quien se sobaba y que sin querer
apartó su cabello a un costado. No eran largas como las suyas o puntiagudas. ¿Qué clase de
criatura era? lo único que sabía es que no podía dejarla ahí abandonada a su suerte.
—¿Sí...? oye...— Inquirió ella, volviendo en sí poco a poco hasta mirar a la cara a nuestro
querido Rakan que estaba asombrado.
—¿Quién eres tú? — Se preguntaron al unísono, pero finalmente una expresión de sorpresa
embargó a ambos rostros quienes se ruborizaron de pena.
— Las damas primero. — Espetó el galante Vastayano a la espera de la respuesta de la
joven a quien cargó como un saco de patatas al hombro sin pedirle autorización. — Vaya lío,
deberemos ir caminando, bueno, yo en este caso. — De pronto se preguntó a sí mismo
"¿Debería de llevarla si no la conozco?" pero su tibio corazón le decía que sí.
La chica continuaba con su capa negra encima cubriéndola del sol.
— Me llamo... Félin ¿y tú? —
— Oh, mi nombre es Rakan, un placer conocerte viva. — En el libro de su mente, a Rakan se
le presentaron las imágenes de las páginas de su infancia, claro que buscaba en sus
recuerdos las características de los humanos, porque debía asegurarse primero de que ella
no era una amenaza. La mujer guardó silencio mientras miraba a la extraña "capa" que
llevaba él, trayendo un racimo de plumas largas, grandes y azules casi arrastrando en la
tierra polvorienta por debajo. — Debo ir a Haims a presentar mi espectáculo cuanto antes,
sólo me queda un día y medio para llegar.
— Eso suena importante...— Comentó la chica, durmiéndose por el vaivén de los pasos del
otro los cuales le relajaban. No sabe cuándo ni dónde se durmió otra vez por la debilidad que
presentaba mientras el habitante de Lhotlan continuaba su camino a cuestas con su nueva
acompañante.
Capítulo tercero: "Ayuda al prójimo, te puede llenar la vida de felicidad."
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Capítulo cuarto: "Vive todos los momentos para tu espíritu, así sean buenos o malos."
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Cuando el carbón se hubo apagado a la mañana siguiente, los rayos de sol atravesaban la
ventana hecha de madera y con un cristal roto. Y por cortesía, ambos huéspedes recibirían
una grata visita de la familia que los acogió para invitarlos a desayunar con ellos, sin más, los
dos comieron con gusto hasta saciarse. Rakan pidió prestado un saco vacío para llevar
provisiones porque le faltaba aún para llegar a Lhotlan con su compañera. —Les estoy muy
agradecido, pero el maravilloso Rakan ahora debe partir, es una pena enorme. — Lamentaba
profundamente, bajando sus orejas al abandonar el hogar con ella y a lo lejos agitó su mano
en señal de despedida siendo correspondido por los cuatro integrantes del lugar.
—Escucha muy bien, en Lhotlan tenemos guardias demasiado... bueno... "No muy
amigables" ¿Sabes? así que ni mirarlos debes, debes seguir a mi lado hasta llegar a mi
hogar y allí prepararte, debo conseguirme un Veqarib para que te movilices. —
—¿Qué es "Veqarib"? — Preguntó con extrañeza a lo que él le explicaba que era una gran
balsa de madera curvada. En idioma humano le llamaban "bote". — Oh, comprendo. Lo
siento. —
—¡No te disculpes! es bueno aprender palabras nuevas. — El paisaje continuaba avanzando
frente a ellos cuando de pronto entre los árboles unos compañeros Vastayanos los
observaban desde las ramas más altas. Rakan no esperaba encontrárselos y por
consecuencia su nerviosismo aumentó. — ¡Qué hay! — Los saludó desde abajo agitando la
mano derecha. La chica tan sólo se ocultó tras él con temor ¿cómo debía actuar? ¿La
descubrirían? Tan solo continuaron caminando como si nada, pero sus compañeros seguían
clavándoles la mirada hasta que se perdieron a lo lejos cuchicheándose entre ellos.
—¿Viste eso? era muy torpe para caminar, quizá se rompió las patas. — Rieron, saltando a
otras ramas para continuar con su trayectoria.
Aliviado por haberse deshecho de ellos, sostuvo a la chica otra vez entre sus brazos y
apresuró el paso. Pues había oído una carreta pasar a unos metros así que corrió tras ésta
con la intención de alcanzarla. — ¡Oiga! ¿Se dirige a Lhotlan? ¿Podría llevarnos? —
—¡Claro que sí! — Contestó una voz de viejito. Por suerte los aceptaron. Al mirar al
conductor notó que era el mismo de la otra vez. — ¡Oh, mis cosas deben estar atrás! —
Cogió a Félin sentándola atrás en el borde inferior del armatoste y él la acompañó, notando
que su bolsa estaba en el mismo lugar tal cual la había dejado. — Mi cantimplora que me
regaló mi padre, si quieres beber, úsala ¿sí? — El arriero no ignoró ningún detalle,
incluyendo la presencia de la pasajera recién llegada, por ello soltó una risa pícara. — Vaya
Rakan, así que has sentado cabeza ¿no? qué chica tan linda llevas contigo. ¿La llevas para
presentarla a tus padres?
Se sintió tan incómodo por las preguntas, pero se las ingenió para contestar. — Oh pues sí,
algo así, y no necesariamente se los presentaré a ellos, vivo solo, ya sabe, mis padres
fallecieron por un problema que no prefiero contar. — Faline le dedicó una mirada rápida al
oír eso.
— Cuánto lo lamento... —Luego de media hora, iban preguntándose los dos varones cosas
sin sentido como por ejemplo ¿por qué se le llama "bebida" a la bebida incluso antes de
beberla?, ¿hasta dónde se lavaban la cara los vastaya calvos? Los que inventaron el reloj,
¿cómo supieron a qué hora ponerlo? Toda esa clase de preguntas le bombardearon la
cabeza hasta marear al pobre vastaya y a la chica que ya estaba durmiendo sobre un saco
de trigo. Demoraron mucho menos en llegar a las compuertas de su aldea natal al ritmo que
llevaba la carreta.
—Con permiso, nos bajaremos aquí, muchas gracias por traernos. Oye, despierta. — Movió
a la humana para despertarla de su letargo.
—Eh... ¿Ya hemos llegado? — Sin perder el tiempo ella bajó de un brinco mal dado casi
cayéndose si no fuera por él que actuó a tiempo. Con bolsa y saco en mano se dirigieron
dentro de la ciudad, tan alegre como siempre a comparación de la expresión de los guardias.
— E-espera un momento. — Con la diestra le detuvo y creó partículas mágicas que añadió a
esas hojas para hacerlas brillantes de forma natural para que parecieran vivas, todo esto a
unos metros antes de pasar por la seguridad.
—Vamos, recuerda lo que te dije, nada de mirarlos. — Cuchicheó el muchacho llevándola
consigo. — ¡Hola amigos! he regresado ¿me extrañaron? — Saludó a los guardias,
escabulléndose enseguida por la zona con la disfrazada quien no sabía caminar aún con
facilidad. — Ven por aquí. — Le llevó a una calle solitaria que le dirigía detrás de la morada
en donde vivía.
Pero una voz los interrumpió a mitad del trayecto, pues una hermosa Vastayana los
interceptó en el camino. Su plumaje era bicolor negro con blanco y sus ojos eran azules,
adornados por unas largas pestañas al igual que su cabello semi-enrulado, era una de las
más codiciadas de la ciudad por los chicos de su raza. — Hola mi querido Rakan~ ¡Te
extrañé mucho! — Se abalanzó sobre él, abrazando al pobre Rakan que se encontraba
disgustado por ser tocado de esa forma, pero por cortesía correspondió al gesto de forma
leve. Félin estaba tras ellos con un gran temor, se había dado cuenta de la mirada de la
recién aparecida que la intimidó indirectamente. — Oh, así que traes compañía. ¿Quién es
ella?
—Pues es una compañera que me encontré en el viaje, Shékin ¿por qué tanta curiosidad? si
no te importa debo irme a casa en este momento urgentemente, un agrado fue verte. ¡Adiós!
— Se despidió con certera rapidez, lo único que quería era llegar rápido a su hogar y refugiar
a la desafortunada Félin allí. Por ello, agarró a ésta por una de sus muñecas y la jaló con él.
El sonido diferente de las pisadas captó la atención de la albina quién fijó su mirada en las
plantas de los pies de la pelinegra notando algo muy extraño. — Esa mujer no es una
vastaya. Te meterás en un gran problema, Rakan. — Sonrió con un extraño misterio,
continuando con su caminar.
Mientras se aproximaban, Félin tuvo un mal presentimiento al seguir a Rakan hasta llegar a
una morada adornada y resplandeciente como el dueño, hecha de materiales rústicos. Con
cortesía el chico abrió la puerta principal para ella. — Adelante, Sueti. — Invitó mientras ella
se adelantaba dentro, admirando cada detalle del interior de la maravillosa casa.
— ¿Vives aquí? es...es muy pintoresco. — Todo le parecía hecho de raíces o algo parecido,
pero sólo buscó sentarse y quitarse esas botas que la estaban matando. — Ah...
—¿Pintoresco? ¡Qué buena palabra! me gusta. — Los sacos descansaron sobre una mesa
hecha de tronco y fueron vaciados de su contenido por él. — Pues bien, te quedarás aquí
hasta que pueda conseguir un Veqarib que te lleve desde la costa hacia la tierra de los
humanos sin peligro alguno. Son muy difíciles de conseguir si no eres un pescador, porque
está prohibido acercarse a los dominios de tu especie, además Veqaribs de guerra rondan
todas las noches por la seguridad de nosotros, será complicado, pero no imposible para el
gran Rakan. — Ella le estaba mirando anonadada por su plumaje, siempre lograba captarla.
— Hey ¿qué estás mirando? — Acercó su gallarda presencia a su acompañante para
sentarse a su lado. — Verás, también debo continuar con mi trabajo así que te quedarás sola
a veces en este lugar, pero me preocupa. Me gano la vida divirtiendo a la gente en los
festivales que son frecuentes. Ahora que lo menciono habrá uno dentro de la semana...debo
prepararme, ah y ten cuidado con tus pies, nadie puede verlos. ¿Entendido? sería poco
genial que te encontraran y te hicieran cenizas. — Comentó, suspirando y relajándose en el
lugar.
En el transcurso del tiempo de su conversación, un grupo de Vastayas iba aproximándose al
hogar del animador y tocaron la puerta. — Oh, quién podrá ser ahora. — De mala gana se
levantó a atender la visita, abriendo la puerta sólo a treinta grados. — ¡Pero si son ustedes!
Sham, Mikhib, Norlh ¿Qué poesías traen? — Sus amigos patearon la puerta de golpe y se
abalanzaron para abrazarlo y posteriormente palmearle la espalda como de costumbre.
—¡Rakan! ¿cómo estás amigo? — Preguntó el primer vastaya color pardo. — Te avisamos
que haremos una fiesta en la costa esta noche a las nueve. ¿Vienes? sabes que nunca dices
que no a este tipo de cosas.
— Claro que sí, ¡Vamos! — Animó el segundo vastaya color vino quien se fijó en la chica que
yacía sentada en una rústica banca de interior. — Hey amigo ¿quién es ella? —
Rakan agarró a Mikhib por una oreja y lo atrajo a la entrada. — ¡Nadie! ¡Una amiga! ¡Claro
que estaré allí! ¡Nos vemos! — De un portazo los dejó fuera sin malas intenciones, sino
porque tenía que cuidar de ella muy estrictamente, era por su seguridad. — Qué problema...
oye ¿y si vienes conmigo? en la noche todos los pavos son negros ~ tenemos tres horas
antes de que sean las nueve, ¡Cenemos algo! —
A veces la fémina se sentía como una molestia para él al interferir en su alocada vida
mientras intentaba recordar cómo llegó a la tierra Joniana. Debía recuperar sus recuerdos
antes de que se marchara en bote porque si no, terminaría viviendo al aire libre sin tener
conocimiento alguno de su casa o no tendría a dónde regresar una vez pisara de nuevo su
tierra natal. Esperaba, mientras él cocinaba para ambos, pero el cansancio le ganó,
durmiéndose sentada sin poder resistirse a los brazos de Morfeo. Al cabo de una hora, un
toque de dedo índice en su frente la despertó en conjunto con un delicioso olor a frutas y a
algo parecido a la pasta blanca con hongos silvestres que fue lo que vio frente a ella en un
plato hecho de un círculo de madera. — Aquí tienes un shawrukka. — Le entregó en lo que
en idioma humano era un "tenedor."
—¡Gracias Rakan! — Apenas se saboreó, comenzó a comer, devorando todo a su paso a
una velocidad increíble. Jamás había probado una pasta de esa manera, aunque imaginaba
que tendría un nombre extraño como el bote o el tenedor hasta que vio los honguitos. —
¿Eso se come?
—¡Claro! saben delicioso. — Respondió, comiéndose con calma su porción de pasta
vastayana que llamaban "Maekruta". Cuando se saciaron, Félin le ayudó a cepillar los
"platos" para quitar los restos de sazón mientras esperaban a que fuera la hora novena.
Antes de que la hora se cumpliese, Rakan ya estaba vestido con un traje que le hacía ver
más guapo de lo que ya era. Cambió sus bombachos por unos de color rojo y vistió su torso
de un extraño suéter hecho de plumaje de las aves autóctonas de la zona dándole un brillo
metálico. — Nos vamos, lleva tus "patas." — Le recordó, tomándole de la mano de forma
inmediata. Allá arriba la luna les alumbraba el camino a la costa que les esperaba con un
ambiente de fiesta lleno de invitados en una improvisada tarima mediana en donde un grupo
tocaba música rítmica, para hacer a todos bailar al son de flautas y tamboriles, añadiendo
cuerdas, por supuesto. Rakan estaba ya aproximándose con su compañera disfrazada y al
ver que los invitados que le saludaban, sonrió — ¡He llegado! ¡Que la fiesta comience! —Esa
noche sin duda sería fenomenal.