Está en la página 1de 5

MOBILIZACIÓN DE LA MANO DE OBRA

La dificultad que tuvieron los caficultores con la obtención de la tierra se manifestó en el problema
de la mano de obra, otro problema que generaba el café era el de no cortarse cuando estaba
maduro, si no se realizaba esto se veían pérdidas muy grandes. Todo resultaba muy a favor cuando
se lograba conservar buena parte de los trabajadores durante varias cortas del grano de café, sin
embargo la problemática se daba de distinta forma en distinta partes del país. Si mencionamos la
costa sur del país se ve que la problemática estaba en que estos habitantes no tenían los recursos
suficientes para poder pagar la mano de obra requerida para la junta de café; caso muy distinto
sucede en Alta Verapaz donde se concentra gran cantidad de indígenas y que por lo tanto hay
suficiente mano de obra, pero estas personas en vez de interesarse por las fincas de producción de
café, se concentran en la producción agrícola para la exportación, estos comercios eran nativos de
esta zona. Llegando al culmen de 1860, se emitió en este departamento un sistema riguroso y
órdenes que se debían cumplir a cabalidad, así como el trabajo forzado, esencialmente para el
beneficio de la producción de café en estas fincas; al igual muchos terrateniente dueños de
grandes fincas recurrieron a la explotación de muchos hombres junto con mujeres, a estos los
reclutaban de áreas muy alejadas para poder aprovechar el tiempo de producción en que se daba
el café. En todo este proceso se lleva a cabo opciones descabelladas hacia los indígenas, como0 en
el caso de que los reclutados recibían pagos por adelantado con el fin de que debían de cumplir
con su mano de obra.

Los dueños de las propiedades daban su buen consentimiento a que el estado les favoreciera con
la implementación de un sistema que se desarrollara a nivel nacional, métodos que ayudarían con
la obtención de la mano de obra a un costo muy bajo, el presidente de la república para ese
entonces, Barrios, logrando salir de problemas que se desarrollaban en el oriente del país y a esto
sumar las contradicciones con los países cercanos, pasó a poseer parte en la problemática. El 3 de
noviembre de 1876 salieron a la luz nuevos mandatos, en el cual el presidente dando órdenes de
que los que poseían terrenos en el departamento de Alta Verapaz, que simplemente hagan saber
cuántos jornaleros necesitan para su empresa personal, número que quedaba fijado de 50 o 100
personas, según las necesidades de cada finquero.

En abril de 1877 los integrantes del partido liberal realizaron regulaciones que tenían que
ver con la mano de obra, una serie de mandamientos sobre los trabajadores agrícolas
reunido en el decreto 177. A diferencia de las distintas leyes que se habían promulgado
por aquellas mismas fechas, esta ley establecía tres momentos para los trabajadores de
mano de obra: como primer punto estaban los dueños de las fincas, o mejor llamados
colonos, en segundo punto estaban los que habían sido sometidos a trabajo por medio de
pagos adelantados o mejor conocidos como cuadrilleros, y en un tercer punto, los
jornaleros que recibían su pago, pero que no lo recibían de una forma adelantada, este
dicho decreto dejaba en claro lo que debían realizar cada una de estas tres clases que se
mencionan.
Los que eran conocidos como colonos integraba a las personas que vivían sin estar baja la
presión de nadie en las fincas, de igual forma a todas aquellas personas que ya vivían
desde un inicio y que por lo tanto ya estaban allí antes de haberse comprado dicha finca,
otras personas pertenecientes a la clase de los colonos eran los que rentaban terrenos,
esta contratación tenía una línea divisoria en la que solo duraba por un período de cuatro
años, ya si uno de estos integrantes decidía abandonar dicha finca tenía dos condiciones
para poder realizarlo, en primer lugar tenía que tener el consentimiento del dueño de la
finca y en segundo lugar tenía que tener pagadas todas sus deudas.

Los conocidos como jornaleros habilitados, que no necesariamente vivían en las fincas,
pero que estos recibían un adelanto por el trabajo que realizarían; por último, llamados
también los no habilitados, estos tenían como rasgo característico de que no recibían
dinero por adelantado, pero que se ofrecían voluntariamente, a los dueños de las fincas,
en los tiempos de las cosechas; todos los agricultores del café fueron expandiendo el
control y el dominio en el área rural, hasta el punto de poder llegar a una escases de
trabajadores asalariados que se ofrecieran libremente, hasta el punto de no poderse
encontrar a estos entre los indígenas. En el decreto 177, se establecía varias cosas que los
jornaleros debían de portar, entre los cuales se contaba hojas con apuntes por los días
que habían laborado, también muy importante que portaran su hoja de que hiciera valer
que eran contratados legalmente, también la lista o control sobre lo que debían a sus
jefes, la forma en que se aplicaba este decreto era por medio de autoridades políticas y
jefes, quienes tenían la obligación de velar que las fincas tuvieran a los mozos, aún cuando
estos rehuían del cumplimiento de este decreto.

En el año de 1893, se desató una polémica, sobre la ruptura que se integraba en el


sistema de mandatos en vistas con el vínculo con la libertad que todos los guatemaltecos
gozaban, todo esto produjo fuertes discusiones, y la solución que se había encontrado
hasta ese momento, era la manera de cómo educar de una mejor manera a la persona
indígena. Pocos políticos tenían la concepción de que se trataba de una muy dura
interrogante, en la que había de mezclarse varios puntos de vista, así como la libertad de
cada individuo, teniéndose esto por sagrado, también tomar en cuenta el progreso de la
agricultura y las diferentes tradiciones de la persona indígena. Muchos concordaban que
era muy justo que la forma de trabajo no fuera coercitiva, incluso que afectaba
económicamente al país, por lo tanto había que abolir lo más pronto posible el decreto
177.
LAS FINCAS DE CAFÉ

Los territorios donde se producía el café pertenecían a empresas que cultivaban a gran
escala, con una complicación sin antecedentes en el área rural guatemalteca, en la que
ocasionaron un fuerte golpe. No obstante sus extensiones no podían compararse con las
enormes extensiones de las grandes haciendas de otras partes del Continente, las
propiedades de café que se fundaron en Guatemala a partir de 1870 generaron una
increíble demanda de tierra y de mano de obra, incorporaron escondidas y amplias zonas
del país a la economía nacional y al comercio internacional. Por lo que estas empresas han
sido desatinadamente calificadas de capitalistas. No lo fueron completamente, porque, si
bien estaban altamente atesoradas y dadas de avanzada tecnología, y unidas en el
mercado mundial por una eficaz y cada vez más amplia gama de medios de comunicación,
proseguían ayudándose por medio de una mano de obra obligada que dependían para
poder sobrevivir de la mediación del Estado. En esta combinación de modernidad y
pobreza, propia de las economías marginal en casi la mayor parte de todo el mundo
concluyendo el siglo XIX, que tuvo en el caso exclusivo de Guatemala uno de los ejemplos
de más atacada oposición

LA TIERRA COMO FACTOR PRODUCTIVO

En contraste a otros tiempos, terratenientes y virtuales agricultores del café buscaban las
formas de obtener las tierras por motivos económicos, es decir como mecanismo
productivo y de un capital a corto o largo plazo, e inclusive como medio para la reflexión,
no a un estatus social importante. La tierra era un bien que podía adquirirse y venderse
con facilidad, sin las excesivas y artificiales restricciones que imponían antes las leyes y
prácticas precapitalistas. Se necesitaba tierra suficiente en las fincas, no sólo para
mantener y extender las plantaciones de café, sino también para generar un flujo
adicional y más rápido de dinero en efectivo mediante la producción de ciertos artículos
para el mercado, como azúcar, cacao y alimentos. Asimismo se requería disponer de áreas
para pasto de animales de trabajo y transporte, reservas de leña (para cocinar, para la
maquinaria de vapor y secadoras) y madera para construcción. Además, los colonos
necesitaban tierras para sus milpas. El que un finquero pusiera a disposición terrenos para
la siembra del maíz era el mejor atractivo para conservar su mano de obra y hacerse de
nuevos trabajadores. Por eso era común entre los grandes terratenientes adquirir
propiedades enteras sólo con el propósito.

LAS NUEVAS FINCAS

Desde comienzos de1860 el provecho de los agricultores del café se concentró


en las sublimes tierras del área conocida como Costa Cuca, en el Departamento de
Quezaltenango. Pero se instauró que la mayor parte de dichos terrenos era reclamada
como propia para muchos indígenas de esta área, pueblos de la zona, incluyendo también
el Altiplano de los pueblos cercanos, como San Martín Sacatepéquez y Concepción
Chiquirichapa. Ninguna de las fincas había sido medida convenientemente, al punto que el
Regidor expuso que todos los inquilinos ponían dicho pretexto para utilizar la tierra sin
comprarla ni pagar renta. Para evitar mayor desconcierto y un próximo crimen, y con la
mira de avivar la caficultura, de aumentar los entradas del Estado y en el confianza de que
es conveniente la propiedad privada, en 1873 la jefatura resolvió este complejo problema.
Expuso la mayor parte del plano en altercado, al menos unas 2,000 caballerías, como
tierras sin ocuparse y se pusieron a la venta en terrenos, por una cuota de 500 dólares por
caballería. De esta forma se trataba de suscitar el desarrollo de grandes territorios
caficultores en lugar de propiedades pequeñas.

RECURSOS FINANCIEROS Y SISTEMAS DE CRÉDITO

La práctica comenzada en los años de 1860 manifestó la necesidad de iniciar con unos
sistemas de consideración y financiamiento convenientes que los trabajadores
normalmente en el país, porque éstos no respondían a lo característico del café. Una
importante ejemplo de tal intranquilidad fue el programa favorecido a finales de dicha
década por la Sociedad Económica, para recompensar el excelente punto de vista sobre
cómo desenvolver el crédito de la agricultura a grandes períodos de tiempo con caución
hipotecaria, en vez del método establecido de anticipos a corto plazo con garantía
comercial o personal.

En un inicio los liberales no tuvieron en mente estas iniciativas, pero pronto se insistió en
la necesidad de provenir, mediante varios estudios, darles cambio a las leyes hipotecarias.
El Banco Agrícola Hipotecario, se inició en 1873, iniciado con los fondos que procedían de
la expropiación de los bienes pertenecientes a la iglesia, y propuestos a otorgar anticipos a
bajo costo, extenso además la propiedad agrícola contenía garantía. En el siguiente año,
dicho organismo se mudó por el Banco Nacional de Guatemala, y el ingreso que tuvo
inicialmente de dos millones de pesos. La duración de este banco fue corta, pues cayó
causado por el desconcierto financiero que prosiguió a la guerra de 1876 con El Salvador,
no obstante también afectaros, según se sabe, los préstamos dados al Presidente Barrios y
a sus camaradas. Ante esta caída, los liberales impidieron el financiamiento directo
privados, con fe puesta de que éstos ayudaran al mejoramiento la al café y, en contraste,
promovieron el establecimiento para que los bancos fuesen bancos disponibilidad de
crédito los trabajos de la agricultura. El régimen puso más alto las cuotas de interés, que
contenían límites legales establecidos en la década de 1840 bajo el poder de la iglesia, los
cuales habían resultado erróneos. También, se inició el sistema de registro de la propiedad
inmueble, que tenían como objeto alentar la concesión de préstamos, que se
desarrollaban con más seguridad, con una garantía hipotecaria.

No importando las iniciativas mencionadas, se ve muy favorable que en realidad se dio un


paso agigantado a partir de 1871, relacionado con el financiamiento del café. A pesar de
que la idea era dificultar, los caficultores se sometieron a problemas muy grandes.
Prosiguió sin resolverse el problema de desembolsar las inversiones del plantío, y lo que
implicaba un gasto para el mantenimiento de las propiedades, sin fijarse en ninguna
utilidad en tanto los primeros cuatro o cinco años, también la necesidad de poseer
fuentes seguras y económicas de financiamiento. Las tierras que no se habían utilizado
aún no eran consideradas importantes, y los bancos y casas comerciales se negaban
prestar dinero. El sistema hipotecario fallaba en este punto, por lo que los primeros
agricultores, y quienes entraban en fincas no usadas, se esforzaban por tener un capital de
familiares, de excedentes correspondientes a productos que no fuesen de la agricultura,
de una interminable serie de préstamos a corto plazo y, por último, con dicha asociación
con quien tuviera fondos disponibles. Con esta forma, varias personas que obtenían fincas
por primera vez, quedaban con muchas deudas, quedaban tan limitados de recursos que
difícilmente podían liberarse después. En un año bueno como en uno malo, siempre era
necesario recurrir a préstamos sucesivos para ampliar la producción, y en algunos casos
también para mantener el estilo de vida de un gran finquero. Cualquier revés podía
destruir al caficultor, que corría con la mayor parte de los riesgos y aprovechaba la menor
parte de las ganancias. Un finquero podía obtener créditos fácilmente, aunque con
intereses muy altos y casi siempre a corto plazo. Podía acceder a préstamos para un
período determinado, los cuales garantizaba con la finca, las mejoras que introdujera y la
cosecha anticipada. La amortización del capital y los intereses se hacía obligadamente en
efectivo o con cantidad equivalente de café.

También podría gustarte