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Miller Pérez
San Buenaventura University
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Universidad Pedagógica Nacional. MA in Book and Digital Media Studies, de Leiden University. Estudiante de
Doctorado en Filosofía en la Universidad de Antioquia. Gestora de Proyectos de Extensión en la Universidad
del Rosario. E-mail: estherjulianava@yahoo.com.ar; estherj.vargas@urosario.edu.co.
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restricción de la educación para la paz como si se tratara de un contenido
que se debe aprender.
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El conocimiento del cuerpo legislativo y del horizonte jurídico-
constitucional de nuestro país es fundamental para entender cómo
funcionamos en términos formales: cuáles son nuestros deberes y nuestros
derechos, cuáles son los orígenes históricos de esos horizontes legislativos y
sus transformaciones, qué herramientas ofrece el Estado para la construcción
de la paz, entre otros. Por ello, no extraña que en muchos espacios de
formación –en el marco de la implementación de la Cátedra de la Paz– los
maestros y directivos hayan optado por este tipo de contenidos, acogiéndose
al primer parágrafo del primer artículo de la Ley mencionada, que promulga
la autonomía de cátedra.
3Carlos Noguera (2012) explica esta distinción juiciosamente, y recapitula la indagación que hacen tanto Michel
Foucault como Pierre Hadot del momento en el que se separaron la intelección (digamos, ”saber cosas”) y el
”dominio o gobierno de sí”.
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detrimento de su íntimo vínculo con el “saber espiritual” –en palabras del
autor francés–; o, dicho de otro modo, parece estar más cerca de los
conocimientos que se enseñan –como asignatura independiente– que del
cultivo holístico del sujeto que sabe hacer la paz.
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los demás, y porque demuestra una apropiación de saberes con los cuales
interviene en el mundo de manera crítica y reflexiva. También decimos que
una persona es educada porque cuando se molesta no reacciona con violencia
física o verbal; por el contrario, cuando alguien dice una mala palabra,
intenta golpear a alguien en una discusión o no permite que el otro se
exprese, es decir, cuando no tiene un dominio de sí mismo en favor de la
relación con los demás, decimos que esa es una persona “mal educada”. Más
aún, podríamos decir que esta diferencia entre una persona “bien” o “mal”
educada supone un eco –consciente o no– de los principios educativos
ampliamente teorizados y defendidos por los pensadores modernos: el
ordenamiento de actos a la razón, la contención del instinto agresivo, la
materialización de un télos en cada acto humano, etc.
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elaborar simbólicamente la experiencia en un marco de reconocimiento y
aceptación del otro. “La educación debe enseñarles a esperar. Es cuestión de
ritos y ritmos. Proceso de maduración progresivo. Descubrimiento de las
virtudes de la separación…” (p. 159).
Para mostrar que ese proceso se produce a través de ritmos y rituales, cita las
estrategias usadas por Janusz Korzack, médico polaco cuyas influencias
pedagógicas cobraron relevancia en el contexto de la Alemania nazi, y
Celestin Freinet, famoso pedagogo francés del siglo pasado. De Korzack cita
el método del buzón, el cual consiste en que los niños escriben solos o con
la ayuda de otro compañero una inquietud, queja o reclamo que deriva de su
relación con los otros, para que el maestro pueda retomarlo luego con los
involucrados. De Freinet cita el famoso consejo de cooperativa que consiste
en la deliberacion individual y colectiva que llevan a cabo los niños en un
día fijo, y a través de un ritual riguroso, sobre las observaciones o
sugerencias que tiene cada uno sobre la relación con sus compañeros, o el
funcionamiento de la escuela. Para el autor, en ambos casos, el común
denominador es la intencion de aplazar una respuesta inmediata para que los
niños puedan sopesar reflexivamente su experiencia y, sobre todo, para que
puedan elaborarla simbólicamente con los otros mientras se ensayan
dinámicas de participación ciudadana.
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de las preguntas que se proponían contestar para que el objetivo no sea
aprender los contenidos de memoria, sino encontrarse e identificarse con
otros seres humanos que enfrentaron obstáculos similares con el fin de
animar la construcción de las propias respuestas y toma de postura. De
acuerdo con Meirieu (2010), “el acceso a lo simbólico es un verdadero
trabajo, y requiere una implicación del sujeto, pues debe enfrentarse a un
mundo que nunca dice nada de antemano, a una realidad opaca, a menudo
caótica” (p. 170).
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mismo, dado que la libertad sólo es posible cuando el hombre se basta a sí.
De esta máxima derivan, para este autor, casi todas las reglas de la educación.
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explorar el mundo, dado que no cuentan con características adaptativas de
otros seres vivos, pero sí con una curiosidad y disposición innatas de explorar
el medio que los rodea4.
4 Esta condición se conoce como neotenia (Virno, 2005), y radica en una inmadurez biológica al nacer que hace
indispensable el cuidado como condición de supervivencia. “La neotenia explica la inestabilidad de nuestra
especie, y también la necesidad de un aprendizaje ininterrumpido. A una infancia crónica le corresponde una
inadaptación crónica, que deberá ser mitigada en todo momento mediante dispositivos sociales y culturales”
(Virno, 2005, pp. 202-203).
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buena disciplina en pro del desarrollo de la autonomía y el ejercicio de la
libertad5. Phillippe Meirieu (2010) también se pronuncia en este sentido6.
5“Es con ella, con la autonomía, que se construye penosamente, como la libertad va llenando el "espacio" antes
"habitado" por su dependencia. Su autonomía se funda en la responsabilidad que va siendo asumida” (Freire, 2004,
p. 89).
6 Este autor argumenta que, al nacer, los niños son un manojo de pulsiones que deben aprender a direccionar,
contener y aplazar con el fin de ganar un control y enriquecimiento de sí mismos, lo cual les permite vivir con
otros en un espacio en que la violencia pueda ser reemplazada por las palabras. Para ello, la educación debe
plantear hoy una alternativa a la demanda de satisfacción inmediata de las pulsiones, en un mundo sitiado por
la oferta de bienes y servicios que prometen la felicidad como entrega inmediata.
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aprenda. Tercero, se le tiene que probar que se le impone una coacción
que lo lleva al uso de su propia libertad, que se lo cultiva para que
alguna vez pueda ser libre, es decir, para que no tenga que depender
del cuidado de otros (Kant, 2003, p. 48).
Biesta (2016), por su parte, afirma que la educación implica una serie
de decisiones sobre los contenidos y procesos, que se orientan por aquello
que se aspira lograr, lo cual compromete al maestro con los fines y medios
de la educación.
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El carácter teleológico de la educación sugiere entonces una posición
diferente por parte del maestro, no como el facilitador del aprendizaje
o el ejecutor de directrices formuladas en otros lugares, sino como
alguien que desempeña un papel central en la definición de aquello
que es deseable desde el punto de vista educativo en cada situación
concreta, en lo que respecta a los propósitos y a los medios de la
educación (Biesta, 2016, p. 123).
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humanas y principios axiológicos que orientan relaciones a no
hacer daño, respetar los derechos, no agredir a los otros, regular
las emociones, fortalecer el razonamiento moral, y desarrollar
habilidades para tramitar de manera directa las diferencias y los
conflictos (Arias, 2016, p. 244).
c. Legado e identidad
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inmediatos, como los otros “históricos”, los que se encuentran en la memoria
histórica–.
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pero también se espera que lo sea para la trasmisión de valores y reglas
sociales” (2004, p. 2). Ante los hechos de violencia política que se han
experimentado en nuestro país, es necesario pensar la educación como un
acontecimiento ético que permita “generar un debate pedagógico que ponga
el acento en la capacidad de aprender de la historia a través de los relatos y
narraciones de aquellos que fueron víctimas” (Bárcena & Melich, 2000, p.
93).
Identidad y legado
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Al mismo tiempo, ese alguien que aprende o recibe el legado está
viviendo sus propias constituciones de identidad que entran en juego a la
hora de apropiar el legado. Las resignifica, no sólo en el plano del discurso
colectivo, sino también y especialmente, en la forma personal de encarnar el
legado. Esto sucede a partir de unos referentes identitarios que en parte están
definidos y en parte están en construcción –cuando se trata de estudiantes,
por ejemplo, de básica secundaria–. ¿Cómo podemos comprender la
identidad y su potencialidad como canal de apropiación y resignificación del
legado?
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autorreflexivo) por el que los sujetos definen su diferencia de otros
sujetos (y de su entorno social) mediante la autoasignación de un
repertorio de atributos culturales frecuentemente valorizados y
relativamente estables en el tiempo (2007, p. 61).
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y vivencial. Estas interacciones en el proceso constitutivo de la identidad
pueden aportar a la constitución de una sociedad que permita a los sujetos
reconocerse en su identidad y en su pasado con una perspectiva de futuro.
7La fenomenología es una vertiente filosófica fundada por Edmund Husserl a comienzos del siglo XX en
Alemania. Es tanto método como doctrina. Tiene como base la idea de que la experiencia de los seres humanos
no es sólo una tarea del sujeto –que cree conocimiento sobre el mundo–, ni sólo una tarea del mundo –que
imprima su huella en el sujeto–, sino que se trata del encuentro, de la correlación entre ambos ámbitos. En este
parágrafo nos valdremos de algunas herramientas conceptuales de la fenomenología para delinear lo que
entendemos por identidad.
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hallamos con que, aún en la idea más desnuda y aislada de la identidad
personal, el yo no se puede afirmar sin que, con ello, tenga que afirmar lo
que constituye. Y ¿qué le constituye? Los otros: las experiencias de los otros
que han dejado su huella en ese sujeto que se afirma.
¿Cómo es que “llevo a los otros en mí”? ¿Cuál es el lugar que ocupan
‘los otros’ en mi ‘yo’? ¿Dónde está el lindero entre lo que es ‘mío’ –mi
identidad- y lo que es, digamos, prestado, esto es, lo que los otros han dejado
en mis formas de comprensión del mundo que, empero, parecen mías? Para
abordar estas cuestiones, quizá sea útil una distinción que hace Husserl entre
el “yo de las tendencias” y el “yo libre” o autodeterminado.
Pero con esta constitución del yo, de esa parte de la identidad personal
que tiene fuerte dependencia de las aprendizajes pasivos, también está el “yo
superior, autónomo, que actúa libremente, en particular conducido por
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motivos racionales, que no es meramente sometido” (Iribarne, 2002, p. 107).
Este “yo libre” es el que halla en su propia razón la potencia para modificar
sus prejuicios, para conservar algunos de sus aprendizajes pasivos, así como
para poner en cuestión lo que antes daba por supuesto. El “yo libre” es una
identidad que se decide, que se autrorregula. Esa es la auténtica “identidad
personal”, puesto que no contiene este o aquel precepto, sino que tiene la
potencia de decidir lo que le motiva, lo que le es propio. “Frente al yo de las
tendencias surge el yo libre, el de la identidad personal. (…) En el yo
personal el movimiento reflexivo comienza por volverlo sobre sí mismo”
(Iribarne, 2002, p. 109).
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comprender, a partir de estos elementos, la potencia de la constitución de la
identidad personal como horizonte de actualización del legado –digamos–
de arriba hacia abajo (del que entrega hacia el que recibe); pero, sobre todo,
de abajo hacia arriba: el que recibe el legado lo hace, en el ejercicio educativo
y en posición reflexiva frente a su propia identidad, como oportunidad de
transformación personal hacia el “mejoramiento”, tanto de sí mismo, como
de la construcción colectiva de sociedad hacia el futuro (de aspiración).
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También a abordar las apuestas colectivas (la aspiración), desde lo que cada
quien está construyendo de sí mismo: un “sí mismo” abierto y en deuda con
“los otros”.
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algunas ocasiones son motivo de conflicto, de controversia e incluso de
enemistad. ¿Cómo podemos hacer de la diferencia una auténtica posibilidad
de aprendizaje? Sobre eso se trabaja en esa sesión.
Cuando se trabaja la sesión 4, se recoge el trabajo de las sesiones
anteriores en las que se discute sobre las construcciones identitarias y las
tensiones que entrañan. La identidad puede ser un escenario de
reconocimiento, pero también de rechazo y distanciamiento del otro. En la
sesión 4 se analiza cómo esto puede conducirnos a conflictos fuertes e,
incluso, a la confrontación violenta; derivada de la dificultad de reconocer y
aceptar las diferencias como forma de construcción dinámica de la identidad.
Como ejemplo de ello, trabajamos en torno al juego de roles sobre
situaciones sociales imaginarias, relacionadas con la violencia política que
ha experimentado nuestra sociedad, desde hace décadas, a partir del cual se
podrán plantear escenarios alternativos al dolor y al sufrimiento propios de
la confrontación y la guerra. Se invita a los estudiantes a pensar sobre las
siguientes cuestiones:
¿Qué es lo que hace que un ser humano decida no actuar
violentamente cuando las circunstancias parecieran conducirlo a ello?
La exclusión, la violencia, el terror pueden evitarse si somos capaces
de vivir nuestras diferencias y enfrentar nuestros conflictos cotidianos
de manera sensible y pacífica.
La opción de la paz es una responsabilidad de todos y cada uno de
nosotros en tanto ciudadanos y seres humanos.
Las diferencias nos constituyen y nos desafían a aprender
permanentemente de los otros y de nosotros mismos.
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de aprendizaje?, ¿podemos explorar finales alternativos a nuestros
conflictos, que no sean la agresión o la violencia?
Cerramos el itinerario de las secuencias didácticas (sesión 6)
estableciendo una relación entre quiénes somos; cómo nos relacionamos con
los demás y con sus diferencias; las formas alternativas de ver y comprender
el conflicto y nuestros aportes a su superación. Se hace un énfasis especial
en el compromiso y papel de cada estudiante en la construcción de escenarios
de paz y de reconciliación.
Como puede verse, cada una de las intencionalidades formativas hace
eco de las construcciones conceptuales que se exploraron en este texto.
Esperamos haber traducido las ideas de mejoramiento, legado e identidad,
en vínculo íntimo con la formación y la paz, en las secuencias didácticas.
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Bibliografía
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Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid, Siglo XXI de España
Editores.
Ricoeur, P aul. (1996) Sí mismo como otro. Siglo XXl, Madrid, España.
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Woodward, Kath (ed). (2000). Questioning Identy: Gender, Class, Nation.
New York, Routledge.
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