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No obstante, aún en los peores tiempos del siglo XIX, todo hace señalar que la
esclavitud fue en el mundo hispano más suave que en otras zonas de América. Esa es la
opinión tanto de José Antonio Saco o de Nicolás Sánchez Albornoz como la de otros
autores que han estudiado el hecho esclavista, y que para evitar susceptibilidades vamos
a limitar a su condición de extranjeros, no sin dejar de señalar que las mayores
barbaridades han sido emitidas por autores españoles de nombre y bastante más que
mediocres de apellido.
Baste para el caso de los autores extranjeros que anunciamos citar a Jane
Landers, Hug Thomas, Leslie Bethell, Frederick P.Bowser, Damian Bayon, Charles
Gibson, Jhon Hemming, Jacques Lafaye, D.C. James Lockart, o Robert Stevenson.
Y como cita que se sale tanto del ámbito de la Hispanidad como del ámbito de
nuestro tiempo, podemos citar al abate Enri Grégoire, que no duda en afirmar que los
españoles y los portugueses son las naciones que mejor han tratado a los negros, y no
duda en afirmar que el cristianismo inspira un carácter de paternidad que coloca a los
esclavos a muy poca distancia de los señores, que no desdeñan unirse en matrimonio
con los negros, facilitando a los esclavos los medios de conquistar la libertad.
También, como muestra, saca a colación la ordenación sacerdotal de personas
negras.
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Datos basados en testamentos y cartas de manumisión en los archivos
notariales indican que durante el período comprendido entre 1524 y 1650 el
33,8 por 100 de los esclavos africanos de Lima fueron liberados sin
condiciones. Las cifras de Ciudad de México ofrecen un porcentaje de un 40,4
por 100 durante el mismo período y en la provincia mexicana de Michoacán el
total entre los años de 1649 a 1800 alcanza el 64,4 por 100. (Bethell 1990:
Bowser: 152)
Ese extremo será puesto en entredicho por aquellos que se dejen influenciar por
la propaganda liberal y que no recuerden que el liberalismo recomienda mentir en
defensa de sus postulados, mientras los principios cristianos nos exigen veracidad y nos
aseguran que la verdad nos hará libres. Pero la verdad exige esfuerzo para que sea
conocida y difundida, por ello es conveniente divulgar lo que escriben quienes lo hacen
con el fin de servirla. Ese es el caso de Frederick Bowser, que a su vez difunde las
investigaciones de terceros, en una cadena que, además de dar solidez a la
argumentación, reconcilia con el mundo anglosajón.
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desafortunada condición secular. El esclavo era un ser humano que poseía un
alma, igual que cualquier persona libre ante los ojos de Dios. La Iglesia
alababa la manumisión como un acto noble, y muchos amos, pensando en su
salvación, la complacían en algún momento de sus vidas. Según Tannenbaum,
esta indulgencia, esta tolerancia, también facilitaba la incorporación de los
exesclavos en una sociedad más tolerante. Curiosamente, casi pasa por alto el
crecimiento, durante el período colonial, del prejuicio racial, tan importante
para la comprensión del desarrollo de la esclavitud. Pero señala otros temas
dignos de destacar: en su opinión, Latinoamérica contrastaba violentamente
con el viejo sur, donde las instituciones de la Iglesia y el Estado se mostraban
inmaduras e indiferentes hacia los esclavos, y donde los ingleses convertidos
en americanos no sabían qué hacer con respecto a la emancipación y el rango
de los negros libres en una sociedad esclavista. (Bethell 1990: Bowser: 147)
Por otra parte, un esclavo que fuese maltratado por un amo cruel tenía
mecanismos legales para conseguir eludir esa crueldad. Particularmente podía llegar a
cambiar de amo, y en casos incluso podía llegar a comprar su propia libertad.
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En este punto parece conveniente señalar alguna cifra a caballo entre los siglos
XVI y XVII que nos ponga en situación también de la iniciativa ajena para apoyar la
manumisión.
El 39,8 por 100 en Lima, el 31,3 por 100 en Ciudad de México y el 34 por 100
en Michoacán, o vieron comprada su libertad por terceras partes cuyos
motivos rara vez se aclararon, o compraron su libertad a un precio pactado al
permitírseles trabajar por su cuenta para acumular capital con este fin. (Bethell
1990: Bowser: 152)
Estamos hablando de los siglos XVI y XVII, pero podemos seguir haciéndolo,
con salvedades, incluso del siglo XVIII. Sólo señalar que en 1774 el 40% de la
población cubana, 70.000 personas, eran negros y mulatos, y de éstos, eran esclavos
entre 45.000 y 50.000. Los otros 20 o 25.000 eran libres.
Esto suponía un contraste absoluto con las islas de las Indias Occidentales
inglesas y francesas, donde la población negra libre era insignificante. En
Cuba, los negros libres se concentraban principalmente en las ciudades; había
solamente unos pocos propietarios agrícolas negros, aunque al menos un
ingenio azucarero era propiedad de un mulato, en 1760. (Thomas 1971)
Debemos tener en cuenta que los principios del derecho son la ley, la costumbre
y la jurisprudencia. Y la ley y las costumbres españolas garantizaban a los esclavos una
personalidad moral y legal. Los esclavos no eran sujetos carentes de derechos, sino
sujetos con unos derechos limitados… o limitadísimos si se quiere, pero también lo eran
los del resto de la sociedad, y mucho más si salimos de las fronteras de España a esos
países que criticaban por ejemplo la Inquisición, que tenía unos procesos rigoristas en
extremo, y que por supuesto era intransigente con quienes se saltaban unos principios
sociales que se tenían como bien común… Tan intransigentes como lo eran en otros
lugares, pero en sentido contrario, y con una salvedad: la Inquisición reconocía que era
intransigente, mientras la intransigencia de otros lugares se presentaba como carencia de
la misma.
Y esa intransigencia reconocida, fue germen de justicia y de libertad para toda la
sociedad, porque a la hora de perseguir a los heterodoxos, se hacía con absoluto rigor,
con una investigación metódica; con una aportación de pruebas sin parangón, con una
aceptación del arrepentimiento que tenía carácter de sanción exculpatoria…
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Y en fin, para emitir juicio histórico sobre un hecho es preciso compararlo con
las actuaciones seguidas en otros lugares ante hechos semejantes, y da la casualidad que
quienes levantaron la leyenda negra contra España resulta que efectuaron unas
persecuciones sin cuento que, contrariamente a lo que sucede, por ejemplo con la
Inquisición, no pueden ser evaluadas cuantitativamente, porque mientras que los
procesos de la Inquisición son pormenorizados hasta el tedio, los procesos de esos
lugares son sencillamente inexistentes, y al amparo de “la libertad” segaron la vida de
decenas de miles de personas que, si hubiesen topado con un sistema como de la
Inquisición española, por ejemplo, no habrían sucumbido a la persecución.
Esos principios son también válidos para el tratamiento de un asunto que, como
es la esclavitud, hoy nos parece sangrante e inaceptable, pero que en los momentos que
tratamos era una actividad normalmente aceptada para cubrir determinados ámbitos de
trabajo. Y sí, con todas las cortapisas que se quiera, los esclavos alcanzaban a tener, no
digamos a disfrutar, de algunos derechos, como era comprar su propia libertad o la de
sus familiares directos, derecho que los bozales1 adquirían tras haber transcurrido entre
cinco y diez años desde su arribo.
Esto podía hacerse por medio de la coartación, que era el derecho que poseían
los esclavos de pagar una determinada suma de dinero a sus dueños,
asegurándose así, primero, que no podrían ser vendidos sino a un precio fijo
(normalmente el precio medio para los esclavos en el mercado), y, segundo,
que el esclavo podría comprar su libertad después de haber pagado, a plazos,
la diferencia entre su primera entrega y el precio fijado. Estos derechos,
naturalmente, presuponían otro, es decir, el de poseer o acumular dinero y
posesiones, por medio, por ejemplo, del cultivo de hortalizas en trozos de
tierra que les fueran cedidos, gracias al trabajo extra en las ciudades e incluso
por medio del robo. (Thomas 1971)
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Si la medida parece precaria no vamos a defender lo contrario, pero resultaría
absolutamente injusto callarse la existencia de esta ley, como injusto sería callarse que
en 1685 entró en vigor en las Antillas Francesas el Code Noir, primero que ponían en
uso las potencias europeas, de cuyos sesenta artículos resulta interesante entresacar el
artículo sexto:
Salvo error, ciento cuarenta y cuatro años separan un texto de otro, y sin
embargo, cualquiera que se haya ocupado de dar un repaso a la historia de la esclavitud,
se habrá topado con que España aplicó el Reglamento de esclavos en Cuba el año 1842,
ciento cincuenta y siete años después que Francia aplicase el Code Noir.
Por supuesto se puede seguir analizando la legislación francesa, inglesa,
holandesa… o musulmana, por ejemplo… y compararlas con la legislación española
oportuna, pero ese es un ejercicio que aquí y ahora no vamos a realizar. Lo dejamos para
un estudio detallado.
Sí vamos a sacar a colación un documento generado a finales del siglo XVIII,
cuando la actuación de España ya se acercaba más a las formas ajenas que a las propias.
Puede deducirse del propio texto que el asunto no es generado por la administración del
tiempo que fue redactado, sino que viene a pulir instrucciones generadas con bastante
anterioridad.
Lo que sí parece cierto es que los esclavos en Las Españas podían ser liberados
por una serie de circunstancias, fuese de forma unilateral por decisión del amo, por la
intervención de un tercero que podía ser un amigo o un alma caritativa, o por la auto
compra de la libertad como queda ya señalado… y no era extraño que eso llegase a
suceder. No hablamos de excepciones cuando, por ejemplo en México, a mediados del
siglo XVII había unos ochenta mil esclavos, y a finales del siglo XVIII el número no
superaba los diez mil.
Y es que ya a finales del siglo XVII, un número significativo de esclavos que
habían atravesado el Atlántico como bozales o sus inmediatos descendientes eran libres,
y había llegado a la libertad por diversas causas que iban desde la manumisión
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voluntaria por parte del amo, hasta la compra de la libertad por parte del esclavo
concreto, o la acción de terceros que de forma altruista compraban esa libertad.
Pero las leyes también favorecían la manumisión. Hay que tener en
cuenta que el esclavo que quería comprar la libertad no siempre tenía el efectivo
requerido por el amo, quién, si accedía a cobrar a plazos, debía dejar en libertad al
manumitido desde el momento del pago del primer plazo. No vamos a comentar la
medida ni compararla con lo acaecido en otros lugares; mejor dejaremos que sea un
historiador inglés quien lo haga.
Tan pronto como el primer plazo era pagado por el coartado a su amo, un
esclavo podía abandonar la casa y trabajar por su cuenta en condiciones casi
iguales a las de los negros libres…/… No tenía equivalente en América del
Norte, donde, si los plantadores a menudo ni siquiera reconocían a sus hijos
ilegítimos, mucho menos los emancipaban. La coartación parece haber tenido
su origen en Cuba hacia 1520, habiéndose introducido luego, con algunas
variaciones, en las demás colonias españolas. Otros derechos poseídos por los
esclavos en Cuba y en las colonias españolas incluían el de cambiar a su amo
por otro, si era posible encontrarlo, y, además, los hijos tenidos por una
persona esclava con otra persona del sexo opuesto, pero libre, se convertían
automáticamente en seres libres. (Thomas 1971)
Como en todas las situaciones de la vida, unos tenían más posibilidades que otros en
alcanzar la manumisión; así por ejemplo, aquellos esclavos que eran arrendados por un precio
convenido, normalmente entregaban al amo una parte del salario, quedando ellos con otra parte
que, acumulada en el tiempo, y máximo cuando podían realizar con su parte actividades
económicas propias, les facilitaba poder comprar su libertad. Y es que los esclavos tenían
propiedades que no eran del amo, y podían realizar labores, prestar servicios a terceros y
obtener beneficios privativos que con el tiempo podían ser utilizados para comprar su libertad.
Es de señalar además que la legislación española procuraba atender siempre el
derecho del más débil, por lo que la manumisión estaba a la orden del día. Pero no todos
los esclavizados salían beneficiados de su manumisión; y no todos los esclavos
deseaban la libertad, siendo que como esclavos, muchos de ellos gozaban de una
posición económica mucho más cómoda que otros libres, negros o blancos.
Pero entre quienes no salían beneficiados de la manumisión, sino directamente
perjudicados, eran los ancianos, los enfermos y los niños, aspecto que, curiosamente, es
recogido en la Cédula Real de 1789 que liberaliza el comercio de negros, y que
comentamos en otro lugar.
En la Real Cédula queda señalado:
Los esclavos que por su mucha edad o por enfermedad no se hallen en estado
de trabajar, y lo mismo los niños y menores de cualquiera de los dos sexos,
deberán ser alimentados por los dueños, sin que éstos puedan concederles las
libertad por descargarse de ellos, a no ser proveyéndoles del peculio suficiente
a satisfacción de la Justicia, con audiencia del Procurador Síndico, para que
puedan mantenerse sin necesidad de otro auxilio. (Real Cédula 1789...)
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Datos basados en testamentos y cartas de manumisión en los archivos
notariales indican que durante el período comprendido entre 1524 y 1650 el
33,8 por 100 de los esclavos africanos de Lima fueron liberados sin
condiciones. Las cifras de Ciudad de México ofrecen un porcentaje de un 40,4
por 100 durante el mismo período y en la provincia mexicana de Michoacán el
total entre los años de 1649 a 1800 alcanza el 64,4 por 100. (Bethell 1990:
Bowser: 152)
Una característica significativa es que el 92,2 por ciento eran mujeres y niños
menores de quince años.
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barcinos, coyotes, lobos, etc., que no era en absoluto inamovible y por la cual era
posible desplazarse.
Y el trato predominante, evidentemente no exclusivo, no dejaba de ser humano
si atendemos a lo que sobre el mismo nos relata Frederick P.Bowser:
a las faenas salen poco antes de que salga el sol, y se mantienen en ellas
una hora, que luego se retiran a almorzar hasta las ocho de la mañana en
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que se les reparten sus tareas tan cómodas que las acaban a las doce del
medio día y cesan en el trabajo hasta el siguiente [día] [...] Que a las
esclavas no se les da iguales tareas que a los hombres, pues si a éstos se
les dan cincuenta surcos, a aquellas sólo se les reparten veinte y cinco.
Que a las muchachas pequeñas só1o se les ocupa en desenllervar las
canas, concluyendo todos su trabajo a una misma hora que es el de las
doce, y cesan hasta el día siguiente, quedándoles siempre medio día de
descanso [...] Que las esclavas preñadas trabajan con demasiada
proporci6n, pues atendiendo a su robustes sólo se les dan diez o doce
surcos pero en faltándoles tres meses para el parto, cesan de todo
trabajo y se les suministran dos pesos de socorro [...] Que es falso les a
los enfermos tan solo un día para que se curen, pues hay esclavos que se
están quince y un mes conforme lo necesitan sus dolencias, en cuyo
tiempo les da para que compren gallinas de alimento y también para las
medicinas como consta de las quentas que anualmente tiene producidas
(Motta 2003: 36-37)
Nos hemos estado refiriendo al esclavismo en América, por ser donde más
negros fueron transportados y por el peso específico que ha tenido la raza negra en el
esclavismo de los siglos XV a XIX, pero ni todos los esclavos negros fueron a América,
ni todos los esclavos eran negros.
No debemos olvidar que también en la España peninsular estaba vigente el
régimen esclavista, si bien el mismo estaba destinado casi en exclusiva al servicio
doméstico y al servicio de galeras.
Era este destino el principal de la esclavitud peninsular, que compartía destino
con los penados por la justicia.
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La recluta de estos esclavos destinados a galeras se realizaba predominantemente
en alta mar, en combate, y estaban compuestos por moros que generalmente
desarrollaban acciones de piratería y sabotaje en las costas españolas. Eran los
conocidos como “moros de presa”, que podían compartir bancada con los condenados
por la justicia.
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BIBLIOGRAFÍA
Grégoire, Enri. 1808. De la litterature des negres, ou Recherches sur leurs facultés
intellectuelles. En Internet https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k844925/f96.item.r=pou
%20le%20dr%20Keppel Visita 14-10-2018
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