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Constituyen las fases iniciales de los trastornos de alteración discal. Los signos y
síntomas clínicos corresponden a alteraciones del complejo cóndilo-disco.
Etiología
Se debe tener en cuenta que es probable que este trastorno comience realmente a
nivel celular y posteriormente progrese y dé lugar a los cambios macroscópicos que se
aprecian clínicamente. En otras palabras, una sobrecarga excesiva y prolongada de los
tejidos articulares supera la capacidad funcional de los mismos, iniciando su deterioro,
es decir, la lesión de hipoxia-reperfusión. Una vez que se superan los límites
funcionales, las fibrillas de colágeno se rompen y disminuye la resistencia de la malla
colagenasa. El gel de proteoglicano-agua se hincha y penetra en el espacio articular,
reblandeciendo la superficie articular. La condromalacia es reversible en sus fases
iniciales si se reduce la sobrecarga. Sin embargo, si las cargas siguen sobrepasando la
capacidad de los tejidos articulares se pueden producir cambios irreversibles. Pueden
empezar a aparecer zonas de fibrilación, que producen una rugosidad focal en las
superficies articulares. Esto altera las características de fricción superficial y puede
provocar una unión de las superficies articulares, modificando las condiciones
mecánicas del movimiento cóndilo-disco.
Historia clínica
Características clínicas
Tratamiento definitivo
Aunque la eliminación del clic no siempre denota una reducción satisfactoria del
disco, sí es un buen punto de referencia clínico para iniciar el tratamiento. Algunos
autores han sugerido el empleo de la artrografía, la tomografía computarizada (TC) o la
resonancia magnética (RM) para facilitar la determinación de la relación cóndilo-disco
óptimo para la preparación del dispositivo.
En los primeros estudios a corto plazo se comprobó que este dispositivo era mucho
más eficaz que el de relajación muscular más tradicional para disminuir los síntomas
intracapsulares. Naturalmente, este hecho llevó a la profesión odontológica a creer que
el retorno del disco en relación adecuada con el cóndilo era una parte esencial del
tratamiento. Sin embargo, los estudios a largo plazo son los que proporcionan una mejor
perspectiva respecto a la idoneidad de una modalidad terapéutica.
Los ruidos articulares son muy frecuentes en la población general. En muchos casos
parecen estar relacionados con un dolor o una reducción de la movilidad articular. Si
todas las articulaciones con clics evolucionaran siempre a trastornos más graves, sería
un motivo claro para tratar todas y cada una de ellas. Sin embargo, la presencia de
ruidos articulares inalterados a lo largo del tiempo indica que algunas estructuras
pueden adaptarse a unas relaciones funcionales que no lleguen a ser óptimas.
En un importante estudio a largo plazo de Leeuw y cols. Observaron que 30 años
después del tratamiento no quirúrgico de diferentes trastornos intracapsulares, los ruidos
articulares persistían en el 54% de los pacientes. Aunque estos resultados revelan que
los ruidos articulares persisten en muchos pacientes, destaca el hecho de que ninguno de
esos pacientes experimentaban molestias ni disfunciones como consecuencia de su
artropatía. Los ruidos articulares no suelen acompañarse de dolor o incluso de
disfunciones importantes de la ATM.
Se pone en cuestión la idea de que todos los ruidos articulares son progresivos y
deben ser tratados. Para que un clínico pueda recomendar con confianza el tratamiento
de los ruidos de la ATM, debe conocer primero el tanto por ciento de éxitos de éste.
Los estudios a largo plazo revelan que los dispositivos de reposicionamiento anterior
no son tan eficaces como se había pensado en la disfunción articular. Sin embargo,
parece que ayudan a aliviar los síntomas dolorosos de los desplazamientos y las
luxaciones discales con reducción en un 75% de los pacientes. Los ruidos articulares no
responden fácilmente al tratamiento y no siempre indican un trastorno progresivo. Sin
embargo, estos estudios nos proporcionan una perspectiva respecto a cómo responde la
articulación ante este tratamiento. En muchos pacientes, el avance de la mandíbula hacia
una posición más adelantada durante el período de tiempo terapéutico impide que el
cóndilo se articule con los tejidos retrodiscales bien inervados y muy vascularizados.
Unos pocos estudios a largo plazo respaldan realmente la idea de que la alteración
permanente del estado oclusal puede ser eficaz para controlar la mayor parte de los
síntomas importantes. Sin embargo, este tratamiento requiere un gran número de
maniobras odontológicas y es necesario plantearse su necesidad cuando la adaptación
natural parece funcionar bien en la mayoría de los casos. La reconstrucción dental de la
boca o el tratamiento de ortodoncias sólo deben reservarse para los pacientes con una
inestabilidad ortopédica significativa.
Cuando al dejar de usar el dispositivo reaparecen los síntomas, deben valorarse dos
posibles situaciones:
Tratamiento de apoyo
Debe informarse al paciente de la mecánica del trastorno y del proceso adaptativo,
esencial para el tratamiento. Es preciso advertirle que reduzca la carga de la articulación
siempre que pueda. Debe aconsejarse el consumo de alimentos blandos, una
masticación más lenta y bocados más pequeños. Cuando sea posible, se le ha de indicar
que no permita que la articulación haga un ruido de clic. Si se sospecha una
inflamación, debe prescribirse un antiinflamatorio no esteroideo (AINE). Se puede
utilizar el calor húmedo o el hielo si el paciente nota que alguna de estas medidas le
resulta útil. Por Io general, los ejercicios activos no son recomendables, puesto que
causan movimientos articulares que con frecuencia aumentan el dolor. Los movimientos
mandibulares pasivos pueden ser de utilidad y, a veces, la manipulación de descarga
aplicada por un fisioterapeuta puede facilitar la cicatrización.
Aunque se trata de un trastorno intracapsular, deben ofrecerse al paciente las técnicas de
autorregulación física (ARF). Estas técnicas reducen la carga articular y generalmente
inhiben el sistema nervioso central (SNC). También ayudan a mitigar el dolor y mejoran
la capacidad del paciente para afrontar la situación.
Etiología
Los macrotraumatismos y microtraumatismos son la causa más frecuente de luxación
discal sin reducción.
Historia clínica
A menudo, los pacientes refieren el momento exacto de su inicio. Se produce un
cambio súbito en la amplitud del movimiento mandibular que es claramente evidente
para el paciente. La historia clínica puede revelar un aumento gradual de los síntomas
intracapsulares, es decir, clic y bloqueo, previo a la luxación. La mayoría de los ruidos
articulares no se presentan inmediatamente después de este trastorno.
Características clínicas
La exploración nos revela una limitación de la apertura mandibular (de 25 a 30mm),
con un movimiento excéntrico normal en dirección homolateral y limitado en dirección
contralateral.
Tratamiento definitivo
Tanto en los desplazamientos como en las luxaciones con reducción, los dispositivos
de reposicionamiento anterior restablecen la relación cóndilo-disco normal. Sin
embargo, la realización de este tipo de dispositivo para un paciente con una luxación
discal sin reducción sólo agravará el trastorno, al forzar el disco a una posición aún más
avanzada. Por consiguiente, en este caso está contraindicada la fabricación de un
aparato de reposicionamiento anterior. Los individuos con una luxación discal sin
reducción deben ser tratados de forma diferente.
Cuando la luxación discal sin reducción es un proceso agudo, el tratamiento inicial
debe incluir un intento de reducción o recaptura del disco mediante una manipulación
manual. Esta puede ser muy eficaz en los pacientes que experimentan un primer
episodio de bloqueo. En estos casos, la probabilidad de que los tejidos estén sanos y no
muestren cambios morfológicos es elevada. Los individuos con unos antecedentes
prolongados de bloqueo es posible que tengan discos y ligamentos que hayan sufrido
alteraciones que no permitan una reducción del disco. Como regla general, cuando los
pacientes presentan una clínica de bloqueo durante 1 semana o menos, la manipulación
suele ser muy eficaz. En los pacientes con una historia más prolongada, los éxitos
empiezan a reducirse rápidamente.
Técnica de la manipulación manual: El éxito de la reducción manual de una
luxación discal depende de tres factores. El primero es el grado de actividad del
músculo pterigoideo lateral superior. Éste debe estar relajado para permitir una
reducción satisfactoria. Si se mantiene activo debido al dolor o la disfunción, se le debe
inyectar un anestésico local antes de cualquier intento de reducción del disco. En
segundo lugar, el espacio discal debe estar aumentado para que el disco pueda volver a
colocarse sobre el cóndilo. Cuando la actividad de los músculos elevadores es mayor, la
presión interarticular aumenta, dificultando aún más la reducción del disco. Se debe
indicar al paciente que se relaje y evite un cierre forzado de la boca. El tercer factor es
que el cóndilo debe estar en la posición de traslación máxima hacia delante. La única
estructura que puede disminuir activamente una luxación anterior del disco es la lámina
retrodiscal superior y, para que este tejido actúe de modo eficaz, el cóndilo debe situarse
en su posición más adelantada.
Para la primera tentativa de reducción discal se debe pedir al paciente que intente
reducir la luxación sin ayuda. Se le pide que desplace el maxilar inferior hacia el lado
contrario a la luxación tanto como pueda. Partiendo de esta posición excéntrica, se abre
la boca al máximo. Si esto no da resultado la primera vez, el paciente debe intentarlo de
nuevo. Si no se consigue reducir la luxación, habrá que ayudar con la mano. Se coloca
el pulgar del clínico dentro de la boca sobre el segundo molar mandibular del lado
afectado. Se sitúan los dedos en el borde inferior de la mandíbula por delante de la
posición del pulgar. Entonces se ejerce una fuerza hacia abajo controlada sobre el
molar, al tiempo que se aplica una fuerza hacia arriba con los demás dedos. La otra
mano ayuda a estabilizar el cráneo del paciente por encima de la articulación en que se
efectúa la descarga. Mientras se mantiene de esta forma la reducción de la carga de la
articulación, el cóndilo se desplaza hacia abajo y hacia delante, con lo que éste sufre una
traslación hacia fuera de la fosa. También puede ser útil mover la mandíbula hacia el
otro lado durante la maniobra de distracción, puesto que es probable que el disco esté
luxado hacia delante y hacia dentro y un movimiento contralateral desplazará mejor el
cóndilo hacia él.
Una vez alcanzada la máxima amplitud del desplazamiento de laterotrusión, se indica
al paciente que se relaje durante 20-30 segundos, período en que se aplica
constantemente una fuerza de distracción en la articulación. El clínico debe asegurarse
de que la articulación sana no soporta fuerzas excesivamente intensas. Nadie desea
dañar una articulación sana para intentar mejorar la situación de la otra articulación.
Por consiguiente, el clínico debe preguntar siempre al paciente si siente molestias en
la articulación sana. Si es así, debe interrumpirse inmediatamente el proceso y comenzar
nuevamente aplicando la fuerza direccional adecuada. Una manipulación manual
realizada correctamente no debe comprometer nunca la articulación sana.
Una vez que se ha aplicado la fuerza de distracción durante 20-30 segundos, se
interrumpe el proceso y se retiran los dedos de la boca. Entonces, el paciente cierra un
poco la boca hasta la posición borde a borde incisiva de los dientes anteriores y, tras una
relajación de unos pocos segundos, la abre ampliamente y vuelve a su posición anterior
(no a la intercuspidación máxima). Si el disco se ha reducido de modo satisfactorio,
debe ser posible una apertura en toda la amplitud (es decir, sin limitaciones). Se colocan
enseguida un dispositivo de reposicionamiento anterior para impedir que el paciente
apriete los dientes posteriores, puesto que ello podría luxar de nuevo el disco. En este
punto el paciente presenta una relación cóndilo-disco normal y debe tratarse de la
misma forma que se ha descrito para el individuo con una luxación discal con
reducción.
Si no se ha logrado una correcta reducción del disco, será necesario un segundo e
incluso un tercer intento. El no conseguirlo puede indicar una disfunción de la lámina
retrodiscal superior. Cuando el tejido ha perdido ya su elasticidad y su capacidad de
retraer el disco, la luxación pasa a ser permanente.
Si el disco sufre una luxación permanente, ¿qué tipos de tratamiento están indicados?
Con anterioridad se pensaba que el disco debía estar en su posición correcta para que
existiera un estado de salud. Por consiguiente, cuando no se podía restablecer la
posición discal correcta se consideraba necesario recurrir a la reparación quirúrgica de
la articulación. Esta ha sido una solución incorrecta en muchos casos. Numerosos
estudios han demostrado que con el paso del tiempo muchos pacientes pueden
conseguir una función articular relativamente normal, incluso en caso de luxación discal
Permanente. Teniendo en cuenta estos estudios, parecería lógico adoptar una actitud
más conservadora que favoreciese la adaptación de los tejidos retrodiscales. A los
individuos con una luxación discal permanente se les debe aplicar un dispositivo de
relajación muscular que reducirá las fuerzas ejercidas sobre estos tejidos retrodiscales
(por ejemplo, reduciendo el bruxismo). Sólo cuando esto y los tratamientos de apoyo no
logren reducir el dolor, deben contemplarse las intervenciones quirúrgicas
Tratamiento de apoyo
El tratamiento de apoyo de una luxación discal permanente debe empezar con una
educación del paciente sobre el trastorno. Un gran número de individuos intentan forzar,
a pesar de la limitación, una apertura más amplia de la boca. Si se realiza con demasiada
fuerza, sólo agravará la lesión de los tejidos intracapsulares y se producirá más dolor. Se
les debe indicar que no abran demasiado la boca, sobre todo en el período inmediato
después de la luxación. Con el paso del tiempo y la adaptación tisular podrán recuperar
una amplitud de movimiento más normal (en general, superior a 40 mm). Se les ha de
informar de que esto requiere un cierto tiempo (que puede ser de hasta un año o más,
para alcanzar una amplitud de movimiento completa).
También debe advertirse al paciente que no muerda cosas duras, no mastique chicle
y, en general, evite todo aquello que agrave el trastorno. Si existe dolor, puede aplicarse
calor o hielo. Los AINE están indicados para el dolor y la inflamación. La distracción y
la fonoforesis sobre el área articular pueden ser útiles.
Consideraciones quirúrgicas en los trastornos de alteración del complejo
cóndilo-disco: Los desplazamientos y las luxaciones discales se deben a alteraciones
de la integridad estructural del complejo cóndilo-disco. Un tratamiento definitivo para
estas alteraciones puede ser la corrección quirúrgica. El objetivo de la cirugía debe ser
restablecer una relación funcional normal del disco con el cóndilo. Aunque este
planteamiento parece lógico, también es muy agresivo. Por ello, sólo debe contemplarse
cuando el tratamiento conservador no logre resolver de modo adecuado los síntomas y
la progresión del trastorno. Hay que explicar al paciente los posibles resultados de la
cirugía y los riesgos médicos, y éste deberá sopesar estos factores con su calidad de
vida. El paciente debe tomar la decisión de someterse a la cirugía después de haber
recabado toda la información necesaria.
Cuando parece que el clínico debe ser más agresivo respecto a la alteración discal, la
primera intervención que se ha de considerar es la artrocentesis. Consiste en introducir
dos agujas en la articulación y hacer pasar una solución salina estéril para un lavado
articular. Esta técnica es muy conservadora y los estudios realizados sugieren que ayuda
a reducir los síntomas en el 50-88% de las articulaciones. Se cree que el lavado elimina
gran parte de las sustancias algogénicas y los productos de degradación que causan el
dolor. Los efectos de la artrocentesis a largo plazo son favorables, y permite mantener al
paciente relativamente libre de dolor. Sin duda, es la intervención quirúrgica más
conservadora que puede ofrecerse y, por tanto, es posible que en el futuro tenga un
papel en el tratamiento de estos problemas.
En los casos de luxación discal sin reducción, puede introducirse una sola aguja en la
articulación y forzarse la entrada de líquido en el espacio para liberar las superficies
articulares. Esta técnica se denomina bombeo de la articulación, y puede mejorar los
resultados de la manipulación manual en casos de bloqueo cerrado.
Se ha comprobado incluso que la artrocentesis puede ser de utilidad para aliviar a
corto plazo los síntomas de la artritis reumatoide.
Otro enfoque quirúrgico bastante conservador para el tratamiento de estos trastornos
intracapsulares es la artroscopia. Con esta técnica, se coloca un artroscopio en el espacio
articular superior y se visualizan las estructuras intracapsulares en una pantalla. Pueden
identificarse y eliminarse las adherencias articulares y movilizarse de modo
significativo la articulación. Parece ser muy eficaz para reducir los síntomas y mejorar
la amplitud del movimiento. Es interesante señalar que la artroscopia no corrige la
posición del disco, sino que obtiene sus resultados mejorando la movilidad discal.
En los casos en que esté indicado, puede ser necesario abrir la articulación para una
intervención reparadora. La cirugía articular abierta se suele denominar artrotomía, de la
que pueden realizarse diversas técnicas. Cuando un disco se encuentra desplazado o
luxado, la intervención quirúrgica de elección es la plicatura. Durante la misma, se
extirpa una parte del tejido retrodiscal y la lámina inferior, y se retrae el disco hacia
atrás fijándolo con puntos de sutura.
Las dificultades surgen cuando está lesionado y no puede ser mantenido en la
articulación de manera funcional. Entonces, el tratamiento de elección pasa a ser la
extirpación o sustitución del disco. Su extirpación se denomina discectomía (o a veces
meniscectomía). Ello deja una articulación de hueso con hueso, que es muy probable
que produzca algunas alteraciones osteoartríticas. Sin embargo, es posible que éstas no
produzcan dolor. Otra posibilidad es extirparlo y reemplazarlo por un implante
sustitutivo.
Entre los implantes discales que se han sugerido se encuentran los de silastic médico,
que han tenido un éxito limitado. En la década de 1980 se utilizaron implantes de
Proplast-teflón; sin embargo, produjeron muchos problemas debido a la desintegración
del material y la producción de reacciones inflamatorias. También se han utilizado
colgajos dérmicos de aponeurosis del temporal e injertos de cartílago auricu1ar. Por
desgracia, los profesionales de la odontología no han podido encontrar un buen sustituto
permanente para el disco articular y, cuando es necesario proceder a su extracción, suele
quedar bastante comprometida la capacidad funcional.
En la actualidad, una de las opciones con más partidarios consiste en resecar
simplemente el disco (es decir, discectomía) y permitir que el proceso de adaptación
natural restablezca la función articular. Ésta parece una alternativa mejor que intentar
sustituir el disco por algo que puede comprometer realmente el proceso de adaptación
natural.
La cirugía de la ATM no debe aplicarse nunca sin considerar detenidamente sus
consecuencias. No cabe esperar que ninguna articulación a la que se haya accedido
quirúrgicamente vuelva a funcionar de manera normal. Casi siempre se produce un
cierto grado de cicatrización que limita el movimiento mandibular. También existe un
alto grado de adherencias posquirúrgicas (quizá secundarias a la hemartrosis). Además,
no deben ignorarse los riesgos de lesión del nervio facial. Estos son importantes, por lo
que la cirugía debe reservarse para los pacientes que no responden de manera adecuada
a los tratamientos más conservadores. Es probable que esto corresponda a no más de un
5% de los individuos que solicitan un tratamiento por trastornos intracapsulares.