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El AVARO todo esto, para que no te tomes el trabajo de decírmelo, ya que mi

amor nada quiere escuchar, y te pido que no me reprendas.


ELISA: ¿Te has comprometido, Cleanto, con la que amas?
HARPAGÓN, padre de Cleanto y de Elisa, y pretendiente de
CLEANTO: Aún no, pero bien dispuesto estoy a hacerlo, y te ruego
Mariana.
una vez más que no me presentes razones para disuadirme.
CLEANTO, hijo de Harpagón, enamorado de Mariana.
ELISA: ¿Crees acaso, que soy una persona extraña?
ELISA, hija de Harpagón, enamorada de Valerio.
CLEANTO: Claro que no, pero el caso es que no estás enamorada,
VALERIO, enamorado de Elisa.
desconoces la dulce turbulencia que provoca en nosotros un tierno
MARIANA, enamorada de Cleanto y amada de Harpagón.
amor y temo tu discreción
ANSELMO, padre de Valerio y de Mariana.
ELISA: Terminemos primero tu asunto y dime de una vez quién es la
FROSINA, mujer intrigante.
amada.
MAESE SANTIAGO, cocinero y cochero de Harpagón.
CLEANTO: Una joven que hace poco tiempo vino a vivir a estos lares
FLECHA, paje de Harpagón.
y que parece haber sido hecha para enamorar a cuantos la ven. Se
BRIZNAVENA, sirviente de Harpagón.
llama Mariana y vive bajo la tutela de una madre muy anciana a
COMISARIO.
quien ella idolatra. Todo lo hace con encanto y ligereza y, en
PRIMER ACTO síntesis, deberías verla con tus propios ojos.
ESCENA UNO ELISA: Muchas cosas veo por tus palabras; por lo demás, me basta y
CLEANTO Y ELISA sobra que la ames.
CLEANTO: Según pude averiguar, no tiene grandes bienes de
CLEANTO: Estoy muy contento de hablarte a solas Elisa. Mi deseo fortuna. Fíjate, qué alegría podría ser mejorar la condición de una
era hacerlo cuanto antes para poder revelarte mi secreto. persona amada aportando alguna ayuda para sus necesidades,
ELISA: Dime hermano ¿Cuál es tu secreto? puedes imaginar el contratiempo que me significa ver que por la
CLEANTO: Lo define una sola palabra: amo. avaricia de nuestro padre no puedo hacer nada.
ELISA: ¿Amas? ELISA: Sí. Comprendo tu pesar.
CLEANTO: Sí, amo. Pero antes de avanzar, no desconozco que CLEANTO: Quise hablar contigo para que me ayudes a sondear a
dependo de nuestro padre, ya que el nombre de hijo me hace estar nuestro padre. Si nada afloja, he decidido partir con esta amable
a merced de su voluntad; que no debemos comprometernos sin el persona hacia otras tierras para gozar de la fortuna que el cielo
consentimiento de aquéllos a quienes debemos la vida. Te digo quiera ofrecernos.
ELISA: Es cierto que cada día que transcurre nos da motivo mayor HARPAGÓN: Cierro bajo llave lo que me parece y cuido lo que me
para lamentar la muerte de nuestra madre. Pues te diré Cleanto place. ¿Es tan descabellado pensar que hay espías que vigilan mis
que el pesar también es mío. Amo a Valerio al igual que tu a movimientos? (Aparte.) Tiemblo de sólo pensar que sospeche algo
Mariana. Y el me corresponde. acerca de mi dinero. (En voz alta.) ¿Serías un hombre capaz de
CLEANTO: ¿Cómo? ¿Valerio? Oigo la voz de nuestro padre; hacer correr el rumor de que tengo dinero escondido?
apartémonos para terminar de intercambiar nuestras confidencias. FLECHA: ¿Tiene dinero escondido?
HARPAGÓN: No, pícaro, no estoy afirmando eso. (Aparte.)
ESCENA DOS ¡Desespero! (Aparte.) Te estoy preguntando si no harías correr el
HARPAGÓN Y FLECHA rumor a propósito de que tengo dinero.
FLECHA: Vamos, ¿qué importa si tiene o no tiene dinero si me da lo
HARPAGÓN: ¡Fuera de aquí de inmediato, y no me respondas! mismo?
¡Vamos, rápido, bribón, verdadera carne de horca! HARPAGÓN: ¿Te atreves a razonar? ¡Te voy a dar argumentos a las
FLECHA: (Aparte.) - No he visto en mi vida nada más malvado que patadas! (Levanta la mano para darle un golpe.) Ya mismo, sal de
este maldito viejo. Creo, Dios me perdone, que tiene el diablo en el aquí.
cuerpo. FLECHA: Bueno, ya me voy.
HARPAGÓN: ¿Qué estás murmurando? HARPAGÓN: Momento. ¿No te llevas nada?
FLECHA: ¿Por qué me echas? FLECHA: ¿Qué me voy a llevar?
HARPAGÓN: ¿Tienes la insolencia de pedirme razones, tramposo? HARPAGÓN: Ven aquí, donde pueda verte. Muéstrame las manos.
¡Retírate o te mato! FLECHA: Aquí están.
FLECHA: ¿Qué hice? HARPAGÓN: Las otras.
HARPAGÓN: Lo que me hiciste es que quiero no verte. FLECHA: ¿Otras?
FLECHA: Amo, su hijo me ha dado orden de esperar. HARPAGÓN: Sí.
HARPAGÓN: Entonces espera en la calle y no aquí en mi casa como FLECHA: Aquí están.
un poste, acechando para sacar algún provecho de lo que ves y HARPAGÓN :(Le señala los bolsillos.) - ¿No te has metido nada allí?
oyes. No quiero tener ante mi vista a un espía de mis asuntos, a un FLECHA: Véalo usted mismo.
traidor que asedia mis negocios, devora cuanto poseo y revuelve HARPAGÓN: Es lo que pienso hacer. (Registra los bolsillos de
por todas partes buscando algo para robar. FLECHA.)
FLECHA: ¿Cómo haría yo para robarle? ¿Es un hombre robable FLECHA: (Aparte.) - ¡Cuánto se merece un hombre así recibir lo que
cuando pone todo bajo cuatro llaves y monta guardia día y noche? teme, y cuánto me gustaría robarle!
HARPAGÓN: ¿Qué murmuras? CLEANTO: ¿Qué, padre?
FLECHA: Digo, la peste se lleva a la avaricia y a los avaros. HARPAGÓN: Si han oído lo que acabo de decir.
HARPAGÓN: ¿De quién hablas? CLEANTO: No.
FLECHA: De los avaros. HARPAGÓN: Claro que sí.
HARPAGÓN: ¿De que avaro hablas? ELISA: Discúlpenos.
FLECHA: Hablo ... hablo de mi gorra. HARPAGÓN: Entonces algo han oído. Estaba hablando conmigo
HARPAGÓN: Cállate. Te castigaré si hablas. Vamos, entrégamelo sin mismo de lo mucho que cuesta hoy día encontrar dinero y pensaba
que te registre. en voz alta que debe ser muy feliz el que puede tener en su casa
FLECHA: ¿Entregarle qué? diez mil soles.
HARPAGÓN: Lo que te has robado. CLEANTO: Nosotros no nos metemos en sus asuntos.
FLECHA: Nada le he robado. HARPAGÓN: Ojalá tuviera yo esa suma.
HARPAGÓN: ¿Estás seguro? CLEANTO: No lo creo.
FLECHA: Seguro. HARPAGÓN: Sería un buen negocio para mí.
HARPAGÓN: Retírate de una buena vez. ELISA: Son cosas que ...
HARPAGÓN: Me vendrían de mil maravillas.
ESCENA TRES ELISA: Es ...
HARPAGÓN, ELISA Y CLEANTO HARPAGÓN: Y no me andaría quejando de estos tiempos tan
miserables.
HARPAGÓN: No es poca dificultad encontrar un escondite fiable en CLEANTO: Dios mío, padre, no tiene motivos de queja, ya que bien
una casa, porque desconfío de las cajas fuertes. Creo que son el sabe que posee bienes.
mejor cebo para los ladrones. Pero no sé si he hecho bien en HARPAGÓN: ¿Qué dices? ¿Que yo poseo bienes? Miente quien dice
enterrar en el jardín los diez mil soles que me devolvieron ayer. así. Nada más falso. Son unos bribones los que hacen correr esos
Diez mil soles en casa, en fin ... (Aparecen los hermanos rumores.
conversando en voz baja.) ¡Oh, Dios mío! Yo mismo me traiciono. El ELISA: No se enoje, padre.
calor me habrá afectado y me hizo hablar en voz alta. ¿Qué sucede? HARPAGÓN: Pero hablemos de otro asunto. (En voz baja, aparte.)
CLEANTO: Nada, padre. Creo que se hacen señas entre ellos para robarme mi bolsa. (En voz
HARPAGÓN: Hace mucho que están ahí? alta.) ¿Qué significan esos gestos?
ELISA: Acabamos de entrar. ELISA: Mi hermano y yo no estamos seguros de quién hablará
HARPAGÓN: Han oído ... primero, ya que los dos tenemos algo para decirle.
HARPAGÓN: Y es también de matrimonio de lo que quiero HARPAGÓN: Me alegro que coincidan con mi parecer, ya que su
hablarles. honestidad y su dulzura han conquistado mi corazón y he decidido
ELISA: ¡Ah, padre mío! desposarla, suponiendo que posea algunos bienes.
HARPAGÓN: Un momento. No se asusten. Yo sé lo que les conviene CLEANTO: ¿Eh? Está decidido, dice ...
a ambos y ninguno tendrá motivos para quejarse por lo que HARPAGÓN: A desposar a Mariana.
pretendo hacer. Empecemos por un extremo, ¿han visto a una CLEANTO: ¿Quién? ¿Usted?
joven, Mariana, que vive cerca de aquí? HARPAGÓN: ¡Sí, yo, yo, yo! ¿Qué está pasando?
CLEANTO: Sí, padre. CLEANTO: Me ha venido un mareo, perdón, me retiro.
HARPAGÓN: (A ELISA.) - ¿Y tú? HARPAGÓN: No debe ser nada grave. Ve a beber un gran vaso de
ELISA: He oído hablar de ella. agua clara. Y bien, hija mía, esto es lo que he resuelto para mí. En
HARPAGÓN: ¿Cómo encuentras a esa muchacha, hijo mío? cuanto a tu hermano le destino cierta viuda de la que han venido a
CLEANTO: Encantadora. hablarme hoy mismo. A ti te entrego al señor Anselmo.
HARPAGÓN: ¿Y en cuánto a su aspecto? ELISA: ¿El señor Anselmo?
CLEANTO: Llena de gracia y de ingenio. HARPAGÓN: Sí, un hombre maduro, prudente y juicioso de unos
HARPAGÓN: ¿SU apariencia y modales? cincuenta años y con bienes ponderables.
CLEANTO: Admirables. ELISA: (Haciendo una reverencia.) - No quiero casarme, padre mío,
HARPAGÓN: ¿No crees que una joven así merece que se la tome en si le place.
cuenta? HARPAGÓN: (Imitando su reverencia.) - Y yo, hijita, quiero que te
CLEANTO: Sí. cases, si te place.
HARPAGÓN: ¿No es un partido deseable? ELISA: Le pido perdón, padre.
CLEANTO: Muy deseable. HARPAGÓN: Te pido perdón, hija.
HARPAGÓN: ¿No tiene aspecto de ser una buena administradora ELISA: Me declaro muy humilde servidora del señor Anselmo, pero
del hogar? con su permiso, no me casaré con él.
CLEANTO: Por cierto. HARPAGÓN: Soy tu humilde criado, pero con tu permiso, te casarás
HARPAGÓN: ¿No estaría un marido enormemente satisfecho con con él esta tarde.
ella? ELISA: ¿Esta tarde?
CLEANTO: Sí, claro. HARPAGÓN: Esta tarde.
ELISA: No, padre, no esta tarde.
HARPAGÓN: Sí, hija, esta tarde.
ELISA: No. HARPAGON: Quiero entregarla por esposa esta misma tarde a un
HARPAGÓN: Sí. hombre tan rico como juicioso, y la muy zorra se ríe en mi cara y
ELISA: No me obligará. dice que no va a casarse. ¿Qué opinas?
HARPAGÓN: Sí te obligo. VALERIO:¿Qué opino?
ELISA: Me mataré antes de tomar tal esposo. HARPAGÓN: Sí.
HARPAGÓN: No te matarás y te casarás con él. Pero ¡qué audacia!. VALERIO: Eh, eh ...
¿Se ha visto semejante insolencia de una hija hacia su padre? HARPAGÓN: ¿Qué?
ELISA: ¿Y se ha visto alguna vez a un padre casar a su hija de esta VALERIO: Digo que en el fondo acato su parecer, pero que en cierta
manera? medida a ella no le falta razón puesto que ...
HARPAGÓN: No veo que tienes que objetar al señor Anselmo. Todo HARPAGÓN: ¿Cómo dices? El señor Anselmo es un muy buen
el mundo vería muy coherente mi elección. partido, un caballero noble, solícito, juicioso y muy acomodado, sin
ELISA: Y yo creo, sin embargo, que no podría ser aprobada por hijos del primer matrimonio. ¿Existe algo más apropiado para ella?
ninguna persona coherente. VALERIO: Es cierto, pero ella podría objetar que están precipitando
HARPAGÓN: Ahí viene Valerio. ¿Quieres que sea el juez de este un poco las cosas y que un tiempo no vendría nada mal para ver si .
litigio? HARPAGÓN: Es una ocasión a la que no se puede dejar pasar; y
ELISA: Lo acepto. además, has de notar que acepta tomarla sin dote.
HARPAGÓN: ¿Aceptarás su juicio? VALERIO: ¿Sin dote?
ELISA: Me atendré a ello. HARPAGÓN: Sí.
HARPAGÓN: Hecho está. VALERIO: Ah, entonces no digo más. Esa sí que es una razón del
todo convincente y hay que aceptarla sin ningún reparo.
ESCENA CUATRO HARPAGÓN: Supone para mí un ahorro considerable.
VALERIO, HARPAGÓN Y ELISA VALERIO: Por cierto, su hija puede argumentar que el matrimonio
es una cuestión más importante de lo que se suele creer; que un
HARPAGÓN: Acércate, Valerio. Te hemos elegido como árbitro para compromiso que ha de ser para toda la vida no debería llevarse a
decidir quién tiene razón en una diferencia, si mi hija o yo. cabo sino con grandes precauciones.
VALERIO: Usted, señor, indiscutiblemente. HARPAGÓN: ¡Sin dote!
HARPAGÓN: ¿Sabes de qué asunto estamos discutiendo? VALERIO: Tiene razón. Eso es decisivo. Hay personas que podrían
VALERIO: No, pero usted no puede equivocarse, porque es la decirle que en una circunstancia así, la inclinación de una hija
razonabilidad en persona.
debería tomarse en cuenta, y que la gran diferencia de edad, hace HARPAGÓN: Al contrario, me encanta y quiero que tengas un poder
que un matrimonio esté expuesto a muchos graves incidentes. total sobre ella. (ELISA.) Sí, le doy la autoridad que el cielo me
HARPAGÓN: ¡Sin dote! otorga sobre ti y ordeno que le obedezcas en todo.
VALERIO: Es cierto. Eso cierra la boca a cualquiera: ¡Sin dote! VALERIO: Señor, voy a seguirla para continuar con las lecciones que
¿Cómo resistirlo? le estoy dando.
HARPAGÓN: (Aparte, mirando hacia el jardín.) - Me parece oír un HARPAGÓN: Sí, ve. Yo me vaya dar una vueltita por la ciudad y
perro que ladra. ¿Será que vienen por mi dinero? (A VALERIO.) No regreso pronto.
te muevas, enseguida regreso. (Sale.) VALERIO: Sí, señor. El dinero es lo más precioso del mundo. Debes
ELISA: ¿Te burlas, Valerio, al hablarle de esa forma? dar gracias al cielo por el padre que te ha tocado. Cuando se ofrece
VALERIO: Lo hago para que no se enoje y así llevar mejor el tema. tomar una hija sin dote, no hay nada más que pensar. Todo está
Oponerse frontalmente es la manera de echarlo todo a perder. contenido en esas dos palabras, belleza, juventud, honor, sabiduría.
Tienes que hacer como que aceptas todo lo que dice y de esa HARPAGÓN: ¡Bien, muchacho! Así se habla. Dichoso quien pueda
manera servirás mejor a tus propios fines. tener un servidor como tú.
ELISA: ¿Qué hay acerca de ese matrimonio, Valerio?
VALERIO: Veremos la forma de deshacerlo.
ELISA: ¿Qué recurso utilizar si ha de hacerse esta misma tarde?
VALERIO: Hay que pedir una postergación y fingir enfermedad.
ELISA: Pronto descubrirán el fingimiento si llaman a los médicos.
VALERIO: Vamos, ¿acaso saben algo? Puedes tener la enfermedad
que quieras, ellos encontrarán la explicación de su origen.
HARPAGÓN: (Aparte, entrando.) - Gracias a Dios, no era nada.
VALERIO: Nuestro último recurso es que la huída nos ponga a buen
resguardo de todo; si tu amor, Elisa, es capaz de firmeza (ve entrar
a HARPAGÓN). sí, una hija debe obedecer a su padre. No importa
gran cosa cómo sea su marido, porque cuando se da la razón de sin
dote, debe estar dispuesta a tomar lo que se le ofrece.
HARPAGÓN: Bien dicho.
VALERIO: Señor, le pido perdón si mi entusiasmo me lleva
demasiado lejos.
SEGUNDO ACTO HARPAGÓN: ¿Será posible?
ESCENA UNO FROSINA: Deberán matarlo; enterrará a sus hijos y a los hijos de sus
HARPAGÓN Y FROSINA hijos.
HARPAGÓN: ¡Tanto mejor! ¿Cómo va nuestro asunto?
HARPAGÓN: (En voz baja.) - Todo marcha como debe. (En voz alta.) FROSINA: ¿Hay que hablar de ello? ¿Se me ha visto mezclarme en
Y bien, Frosina, ¿qué hay? algo que no llegue a buen puerto? Tengo un gran talento para los
FROSINA: ¡Ah, Dios mío, qué buen aspecto tiene! Verdaderamente, matrimonios. Como tengo amistad con ellas, les he hablado a fondo
una cara saludable. acerca de usted, y he dicho a la madre el amor que usted ha
HARPAGÓN: ¿Quién, yo? concebido por Mariana al verla pasear por la calle y al tomar el
FROSINA: Nunca le había visto una tez tan fresca. fresco en su ventana.
HARPAGÓN: ¿Hablas en serio? HARPAGÓN: ¿Y cuál ha sido la respuesta?
FROSINA: En toda su vida ha estado tan lozano como ahora. Hay FROSINA: Ha recibido la propuesta con alegría. Cuando le informé
personas de veinticinco años más ajadas que usted. que deseaba que su hija asistiera esta tarde al contrato de
HARPAGÓN: A pesar de eso, Frosina, tengo sesenta años a cuestas. matrimonio que ha de hacerse para la suya.
FROSINA: ¿Qué son sesenta años? Es la flor de la edad; está HARPAGÓN: Es que estoy obligado a agasajar al señor Anselmo y
entrando en la hermosa estación del hombre. me sería muy grato que ella asistiera al banquete.
HARPAGÓN: Bien dices, pero veinte años menos no me vendrían FROSINA: Bien dicho. Ella debe visitar a su hija para ir a pasear a la
mal. feria y después venir a cenar.
FROSINA: ¿Se burla? Es de los que duran cien años. HARPAGÓN: Irán juntas en mi carro.
HARPAGÓN: ¿Lo crees? FROSINA: Eso estará muy bien.
FROSINA: Seguro, las señas están a la vista. Entre los ojos hay un HARPAGÓN: Frosina, ¿has hablado a la madre sobre la fortuna que
signo de larga vida. puede entregar a su hija? ¿Le dijiste que es necesario que haga un
HARPAGÓN: ¿Entiendes de eso? pequeño esfuerzo, que se exprimiera hasta donde le fuera posible?
FROSINA: Sin duda. Muéstreme la mano. ¡Dios mío, qué línea de No se casa uno con una joven sin que aporte algo.
vida! Vea hasta dónde llega. FROSINA: Sí, en primer lugar está alimentada y educada con un gran
HARPAGÓN: ¿Qué quiere decir eso? sentido de la economía. Es una joven acostumbrada a vivir de leche,
FROSINA: Yo decía cien años, pero aquí dice que pasará de los ensalada, queso, manzanas, no exigirá una mesa bien servida ni
ciento veinte. exquisiteces, ni las mil delicadezas que exigiría otra mujer. Por otra
parte, viste de manera muy sencilla, no le gustan los trajes
soberbios, ni las joyas, ni los muebles lujosos. Imagínese ¿Cuanto HARPAGÓN: No comprendo cómo hay mujeres que tanto gustan de
ahorrara en sólo un año? Aproximadamente unos trescientos soles ellos.
mensuales, un promedio de tres mil seiscientos soles anuales. FROSINA: ¡No puede compararse a un hombre como usted! ¡Esto es
HARPAGÓN: Sí, no está mal, pero estas cuentas no son reales. un hombre! Tiene con qué regocijar la vista; así se debe estar
FROSINA: Perdón, ¿no es algo real aportar al matrimonio una vestido y conformado para inspirar amor.
herencia de una gran sencillez en el vestir y en la alimentación? HARPAGÓN: ¿Me ves bien?
HARPAGÓN: Tendré que verlo. Pero, Frosina, hay algo más que me FROSINA: ¿Cómo? Encantador, y su rostro para pintarlo. Dé una
inquieta. La muchacha es joven, está a la vista, y los jóvenes vuelta así lo veo andar. Es un cuerpo proporcionado, libre y
habitualmente no aman sino a sus iguales. Temo que un hombre de desenvuelto, no afectado por ninguna inconveniencia.
mi edad no sea de su agrado y que esto pudiera provocarme ciertos HARPAGÓN: No tengo grandes padecimientos, gracias a Dios. Sólo
pequeños desórdenes que no me convendrían. mi gripe, que me ataca de vez en cuando.
FROSINA: ¡Ah, qué mal la conoces! Hay una particularidad que FROSINA: Eso no es nada.
ahora voy a comunicarte: tiene un tremendo rechazo por los HARPAGÓN: Y dime, ¿no sabes si Mariana me ha visto al pasar?
jóvenes y no siente afecto sino por los viejos. FROSINA: No, pero hemos hablado mucho al respecto. Le he hecho
HARPAGÓN: ¿Ella? un detallado retrato de su persona y ha visto la conveniencia de
FROSINA: Sí, ella. La hubiese oído hablar. No puede soportar la vista tener un marido como usted.
de un joven, pero nada le gusta más como un hermoso viejo de HARPAGÓN: Hiciste bien, y te lo agradezco.
magnífica barba. Y cuantos más ancianos, mejor. No se le ocurra FROSINA: Tendría, señor, un pequeño pedido que hacerle. (Él
hacerse pasar por más joven. Hace unos meses, estando dispuesta a adopta un aire grave.) Estoy a punto de perder un pleito por falta
casarse, rompió abruptamente el compromiso porque su prometido de dinero. Podría hacer que fácilmente lo gane si tuviera una
hizo ver que sólo tenía cincuenta y seis años y no se puso lentes mínima bondad hacia mí. No puede imaginar cuánto la complacerá
para firmar el contrato. conocerlo. (Él adopta un aire alegre.) La dicha colmaba sus ojos al
HARPAGÓN: ¡Admirable! Y me alegra mucho saber que ése es su anuncio de sus cualidades; y bien impaciente ha quedado al pensar
carácter. De haber sido mujer, a mí tampoco me agradarían los en su casamiento prácticamente convenido.
jóvenes. HARPAGÓN: Me has dado una gran alegría, Frosina, y te debo la
FROSINA: Ya lo creo. Yo no comprendo los encantos que ven mayor de las gratitudes.
algunos en los jóvenes para amarlos. Son unos imberbes y unos FROSINA: Le ruego, señor, que me otorgue el pequeño favor que le
presumidos para envidiarles el aspecto. pido. (HARPAGÓN vuelve a ponerse severo.) Su ayuda me
recompondrá y quedaré eternamente agradecida.
HARPAGÓN: Adiós. Voy a despachar mi correspondencia.
FROSINA: Le aseguro, señor, que mi necesidad es extrema.
HARPAGÓN: Daré orden de que el carro te lleve a la feria.
FROSINA: No lo molestaría si no estuviera impulsada por mis
necesidades.
HARPAGÓN: Y veré de que se cene temprano para que no sufras
hambre.
FROSINA: No me niegue, señor, la ayuda que le pido. No puede
imaginarse el placer que ...
HARPAGÓN: Me voy. Creo que me llaman. (Sale.)
FROSINA: ¡Que te dé la fiebre, hombre de todos los diablos! El muy
avaro ha resistido todos mis encantos; pero no hay que desistir de
la negociación. Me queda una parte por la que estoy segura de
recibir una recompensa.
TERCER ACTO dispuesta a recibir bien a mi señora, que vendrá a visitarte y llevarte
ESCENA UNO con ella a la feria. ¿Me has oído?
HARPAGÓN, CLEANTO, ELISA, VALERIO, MAESE SANTIAGO Y ELISA: Sí, padre.
BRIZNAVENA. HARPAGÓN: Y tú, hijo, no se te ocurra poner mala cara.
CLEANTO: ¿Yo, padre, mala cara? ¿Por qué habría de hacerlo?
HARPAGÓN: Vengan todos aquí para que pueda dar mis órdenes HARPAGÓN: De sobra conocemos el modo de obrar de los hijos
con respecto al trabajo de cada uno. Briznavena., comencemos cuando sus padres vuelven a casarse y cómo acostumbran mirar a
contigo (Ella lleva una escoba en la mano.) Veo que estamos con las la que será madrastra.
armas en la mano. Le encomiendo la tarea de barrer todo, y CLEANTO: A decir verdad, padre, no puedo prometerle estar alegre
cuidado con frotar demasiado los muebles, no se vayan a desgastar. porque se convierta en mi madrastra. Pero puede estar tranquilo de
También debe estar al cuidado de las botellas durante la cena. Si que la recibiré bien y le pondré buena cara.
alguna se rompe la descontaré de su sueldo. HARPAGÓN: Inténtalo al menos.
MAESE SANTIAGO: (Aparte.) - Castigo político. CLEANTO: No tendrá motivo de queja.
HARPAGÓN: Veamos... también debes hacerte cargo de enjuagar HARPAGÓN: Bien harías. Valerio, ayuda. Acérquese, maese
los vasos y dar de beber, pero sólo cuando tengan sed y no como Santiago, ya que lo he dejado para el final.
hacen ciertos sirvientes que dan de beber cuando no se los reclama. MAESE SANTIAGO: ¿Se dirige a su cochero o a su cocinero? Porque
Espera a que te pida más de una vez y acuérdate de llevar mucha yo soy el uno y el otro.
agua. HARPAGÓN: A los dos.
MAESE SANTIAGO: (Aparte.) - Bien dice. El vino puro se sube a la MAESE SANTIAGO: ¿A cuál de los dos en primer término?
cabeza. HARPAGÓN: Al cocinero.
BRIZNAVENA: ¿Me quitare el delantal, señor? MAESE SANTIAGO: Espere entonces un momento. (Se quita la
HARPAGÓN: Sí, cuando llegue la gente; cuiden mucho la ropa. casaca de cochero y aparece vestido de cocinero.)
BRIZNAVENA: Yo, señor, tengo la ropa agujereada por detrás y, HARPAGÓN: ¿Qué ceremonia es ésta?
dicho con respeto, se me ve ... MAESE SANTIAGO: No tiene más que hablar.
HARPAGÓN: ¡Cállate! Te ubicas hábilmente junto a la pared y te HARPAGÓN: Estoy comprometido, maese Santiago, a dar una cena
presentas de frente. (Dirigiéndose a ELISA.) Tú, hija, vigilarás lo que esta noche.
se sirva y controlarás que no se cometa ningún desorden. Está MAESE SANTIAGO: Maravilloso.
HARPAGÓN: ¿Harás una buena comida?
MAESE SANTIAGO: Sí, claro que necesito algún dinero.
HARPAGÓN: ¡Diablos! Siempre el dinero de por medio. Parece que HARPAGÓN: Recuerda escribirme esas palabras. Quiero tenerlas
no conocen otra palabra. ¡Siempre hablando de dinero, dinero, grabadas en letras de oro sobre la chimenea de mi sala.
dinero! VALERIO: Así lo haré. Y yo me encargaré de la cena. Todo será
VALERIO: No he oído nunca dar una respuesta más impertinente ordenado como se debe.
que ésta. Un hombre hábil debe poder hacer una buena comida con HARPAGÓN: Adelante.
escaso dinero. MAESE SANTlAGO: Tanto mejor, menos trabajo para mí.
MAESE SANTIAGO: ¿Buena comida con poco dinero? ¿Cuántos HARPAGÓN: Necesitamos esas cosas que se comen poco y hartan
serán a la mesa? de entrada; algún guiso de carnero bien graso. un guiso suculento.
HARPAGÓN: Seremos ocho o diez, pero hay que calcular para ocho. Eso que sea abundante.
Cuando hay para ocho, hay para diez. VALERIO: Confíe en mí.
VALERIO: Se comprende. HARPAGÓN: Ahora, maese Santiago, hay que limpiar mi carro.
MAESE SANTIAGO: Harán falta cuatro grandes sopas y cinco platos. MAESE SANTIAGO: Un momento, eso es para el cochero. (Se vuelve
Sopa, entradas ... a poner la casaca.) ¿Sí?
HARPAGÓN: ¿Quieres darle de comer a una ciudad entera? HARPAGÓN: Hay que limpiar el carro y disponer los caballos para ir
MAESE SANTIAGO: Asado... a la feria.
VALERIO: ¿Quieres que revienten? ¿Trae invitados el señor para MAESE SANTIAGO: ¿Los caballos? La verdad es que no se
asesinarlos a fuerza de comida? Ve a informarte sobre los preceptos encuentran en condiciones de caminar. No diré que están en cama
médicos y verás que nada hay peor que los excesos de comida. porque carecen de ella, pero las pobres bestias están sometidas a
HARPAGÓN: Tiene razón. ayunos tan severos que ya no son más que ideas, formas de caballo.
VALERIO: Sepa, maese Santiago, que no hay peor verdugo que una HARPAGÓN: ¿Cómo pueden estar enfermos, si no hacen nada?
mesa con excesivas comida, hay que comer para vivir y no vivir para MAESE SANTIAGO: ¿Acaso no hay que comer para no hacer nada?
comer. Les convendría trabajar mucho y comer en consecuencia. Me parte
HARPAGÓN: ¡Qué bien dicho! Acércate y te abrazaré. Es lo mejor el corazón verlos tan extenuados, porque siento amor por los
que he oído en mi vida. Vivir para comer y no comer para vivir ... animales. Todos los días me quito cosas de la boca para darles, y es
no, no era así. ¿Cómo has dicho? ser muy duro no tener un poco de amor por el prójimo.
VALERIO: Que hay que comer para vivir y no vivir para comer. HARPAGÓN: Ir hasta la feria no será tanto trabajo.
HARPAGÓN: Sí, oyes, ¿quién es el gran hombre que lo ha dicho? MAESE SANTIAGO: No tengo valor para sacarlos. Apenas pueden
VALERIO: Ahora no lo recuerdo. arrastrarse a sí mismos como para poder cargar a alguien.
VALERIO: Haré que la conduzca el vecino Picard, quien también será VALERIO: ¡Cómo! ¿Un bastón? (VALERIO lo hace retroceder.)
de utilidad para preparar la cena. MAESE SANTIAGO: Bueno, bueno, no hablaba de eso.
MAESE SANTIAGO: Sea. Prefiero que mueran a causa de otro. VALERIO: ¿Sabe usted que podría ser yo el que le dé una golpiza?
VALERIO: Maese Santiago gusta hacerse el polemista. MAESE SANTIAGO: No lo dudo.
MAESE SANTIAGO: Y el señor intendente gusta hacerse el VALERIO: ¿Sabe usted que no es más que un pícaro cocinero?
imprescindible. MAESE SANTIAGO: No lo dudo.
HARPAGÓN: ¡Basta ya! VALERIO: ¿Y que no me conoce aún?
MAESE SANTIAGO: Señor, yo no podría aceptar las alabanzas. MAESE SANTIAGO: Disculpe, pero...
Después de mis caballos, es usted la persona que más aprecio. VALERIO: ¿Dice que va a darme golpes?
MAESE SANTIAGO: Es una broma.
ESCENA DOS VALERIO: A mí no me gustan sus bromas. (Le da bastonazos.) Debe
MAESE SANTIAGO Y VALERIO saber que soy un muy mal bromista.
MAESE SANTIAGO: (A solas.) - ¡La peste se lleve a la sinceridad! Es
VALERIO: Por lo que puedo apreciar, se paga mal su sinceridad. un mal oficio y en lo sucesivo renuncio a este trabajo. No quiero
MAESE SANTIAGO: ¡Váyase al demonio! Recién llegado y con esos decir más verdades. Mi amo vaya y pase, tiene cierto derecho a
aires de importancia. No es su asunto. pegarme, pero este intendente... me vengaré en cuanto pueda.
VALERIO: Maese Santiago, no se enoje, le ruego.
MAESE SANTIAGO: (Aparte.) - No contesta. Me haré el valiente, y si
es lo suficientemente bobo como para tenerme miedo, le daré unos ESCENA TRES
golpes. (En voz alta.) ¿Sabe que yo no me río y que si me hace MARIANA Y FROSINA
enojar lo haré reír de otra forma? (MAESE SANTIAGO empuja a
Valerio hasta el borde del escenario, amenazándolo.) MARIANA: ¡Ah, Frosina! En qué situación tan extraña me
VALERIO: Bueno. ¡Despacio! encuentro. La verdad es que temo mucho a esta entrevista.
MAESE SANTIAGO: No se me da la gana de hacerlo despacio. FROSINA: ¿Por qué? ¿Cuál es la inquietud?
VALERIO: ¡Por favor! MARIANA: ¿Y me lo preguntas? ¿No imaginas la angustia de una
MAESE SANTIAGO: Es un insolente. persona a punto de empezar el suplicio al que se la quiere someter?
VALERIO: ¡Señor maese Santiago! FROSINA: Veo que Harpagón no es el suplicio que quieres para
MAESE SANTIAGO: ¡Nada de señor maese Santiago! Si agarro un morir agradablemente. Me da toda la impresión de que te acuerdas
palo le daré golpes de lo lindo. un poco de ese joven de quien me habías hablado.
MARIANA: Sí, Frosina, y es algo de lo que no quiero defenderme. ESCENA CINCO
Las respetuosas visitas que ha hecho en casa me han producido ELISA, HARPAGÓN, MARIANA Y FROSINA
ciertos efectos en mi alma.
FROSINA: ¿Y sabes quién es? MARIANA: Mucho he tardado en recibir su visita.
MARIANA: No sé quién es, pero sé que su apariencia inspira amor. Y ELISA: Has hecho lo que yo debía hacer, y era mi deber anticiparme.
si yo pudiera elegir, lo pondría por encima de otros pretendientes. HARPAGÓN: Ya ves que es alta, pero la hierba mala siempre crece.
FROSINA: Dios mío, esos mocitos son muy agradables y saben hacer MARIANA: (En voz baja, a FROSINA.) - Qué hombre tan
sus cumplidos, pero suelen ser más pobres que una rata. Más te desagradable.
vale tener un marido viejo que te dé una gran fortuna. No te casas HARPAGÓN: ¿Qué dice la bella?
con él, sino con la condición de ser viuda pronto. Ése debe ser uno FROSINA: Que lo encuentra admirable.
de los puntos del contrato. ¡Sería una insolencia de su parte no HARPAGÓN: Me haces demasiado honor, preciosa.
morirse en el término de tres meses! Aquí está él en persona. MARIANA: (Aparte.) - ¡Animal!
MARIANA: ¡Ah, Frosina, qué aspecto! HARPAGÓN: Agradezco esos sentimientos.
MARIANA: (Aparte.) - No puedo soportarlo más.
ESCENA CUATRO HARPAGÓN: Aquí viene también mi hijo a presentar sus respetos.
HARPAGÓN, FROSINA Y MARIANA MARIANA: (En voz baja, a FROSINA.) - ¡Frosina, qué encuentro! Es el
mismo de quien tanto te hablé.
HARPAGÓN: No te ofendas, amada mía, si me acerco con anteojos. FROSINA: La aventura es extraordinaria.
Sé que tus encantos saltan a la vista y son lo suficientemente HARPAGÓN: Veo que te sorprende que tenga hijos tan mayores,
visibles por sí mismos, y que no hacen falta lentes para verlos, pero pero pronto me habré deshecho de ambos.
en fin, es con lentes como se observa a los astros, y yo sostengo
que eres un astro. El más bello de los astros. (A FROSINA.) Frosina,
nada responde ni da ninguna muestra de alegrarse. ESCENA SEIS
FROSINA: Es que aún está muy sorprendida. Las jóvenes tienen CLEANTO, HARPAGÓN, ELISA, MARIANA Y FROSINA
vergüenza de demostrar lo que realmente sienten.
HARPAGÓN: Puede ser. (A MARIANA.) Aquí está, hermosa, mi hija, CLEANTO: Ésta es una aventura que, a decir verdad, ya no esperaba.
que viene a saludarte. No ha sido poca la sorpresa que me dio mi padre al comunicarme
sus propósitos.
MARIANA: Yo puedo decir lo mismo. Éste es un encuentro HARPAGÓN: Es muy bondadoso de tu parte querer disculparlo de
inesperado, y a mí también me ha sorprendido. No estaba esta forma. El tiempo lo volverá más juicioso y ya verás cómo
preparada. cambia de parecer.
CLEANTO: Es cierto que la elección de mi padre es inmejorable y CLEANTO: No, padre, no sería capaz de cambiar. Le ruego, señora,
que tengo un gran honor al verla. Pero no podría asegurar que me que me crea.
alegro de que vaya a convertirse en mi madrastra. Me resulta difícil MARIANA: ¡Vean qué extravagancia! Sigue aún peor.
porque es un título que, a decir verdad, no le deseo. Es un CLEANTO: ¿Quiere que traicione mi corazón?
casamiento que, como puede imaginar, señora, me repugna. No HARPAGÓN: ¿Otra vez? ¿Por qué no cambias de tema?
ignora, además, que perjudica mis intereses y tendré que decir, en CLEANTO: Bueno, ya que deseas que hable de otro tema, acepte,
definitiva, con permiso de mi padre, que si las cosas dependiesen señora, que me ponga en el lugar de mi padre y confiese que no he
de mi deseo, este matrimonio no se realizaría. visto nada más hermoso que usted en mi vida, que el título de
HARPAGÓN: ¡Vaya un cumplido más insolente! ¡Vaya confesión que esposo suyo sabe a gloria, una felicidad que yo preferiría por
le has hecho! encima de cualquier excelso destino.
MARIANA: He de decir por mi parte que estoy de acuerdo con estas HARPAGÓN: Despacio, hijo, te lo ruego.
palabras. Si siente aversión de verme como su madrastra, lo mismo CLEANTO: Es un cumplido que hago por usted a la señora.
me sucede al verlo como mi hijastro. No soy yo quien busca HARPAGÓN: Dios mío, tengo lengua para explicarme por mis
producirle esa inquietud. No quiero disgustarlo a menos que me propios medios. Vamos, traigan asientos.
vea forzada por un poder absoluto, y doy mi palabra de que no FROSINA: No, más vale que nos vayamos ya mismo a la feria.
consentiré el matrimonio que tanto lo apesadumbra. Regresaremos antes y tendremos más tiempo para solazarnos.
HARPAGÓN: Tiene razón. A cumplido tonto, una respuesta HARPAGÓN: Entonces, que alisten el carro. Te pido disculpas si no
semejante. Te pido perdón, hermosa mía, por la impertinencia de te he ofrecido una merienda antes de salir.
mi hijo. Es un joven estúpido que aún no mide las consecuencias de CLEANTO: Yo lo he previsto, padre.
sus palabras. HARPAGÓN (En voz baja a VALERIO.) - Valerio.
MARIANA: Juro que lo que ha dicho no me ha ofendido en absoluto. VALERIO (A HARPAGÓN.) - Ha perdido la cabeza.
Me siento complacida, por el contrario, de que me haya revelado CLEANTO: ¿Le parece, padre, que no alcanza? La señora tendrá a
sus verdaderos sentimientos. Estimo una confesión en esos bien excusarlo.
términos y lo estimaría menos si hubiera hablado de otra forma. MARIANA: No era necesario.
CLEANTO: ¿Ha visto alguna vez un diamante tan bello como el que
lleva mi padre?
MARIANA: En verdad, brilla mucho. CLEANTO: Va a hacer que se enferme. Por favor, no se resista más.
CLEANTO (Se lo quita a su padre del dedo y se lo entrega a FROSINA: ¡Dios mío, basta de titubeos! Acéptelo ya que el señor lo
MARIANA.) - Tiene que verlo de cerca. quiere.
MARIANA: Es muy hermoso, y lanza notables destellos. MARIANA: Por no hacer que monte en cólera lo acepto. Ya veré la
CLEANTO (Se antepone a MARIANA, que quiere regresar el ocasión de devolvérselo.
diamante a HARPAGÓN.) - No, señora. Queda en bellas manos. Es
un regalo que le hace mi padre. ESCENA SIETE
HARPAGÓN: ¿Yo? HARPAGÓN, MARIANA, CLEANTO, ELISA, FROSINA, VALERIO Y
CLEANTO: ¿No es verdad, padre, que quiere que ella lo guarde por BRIZNAVENA
amor?
HARPAGÓN (En voz baja, a su hijo.) - ¿Qué estás haciendo? BRIZNAVENA: (Viene corriendo y hace caer a HARPAGÓN.) - Señor .
CLEANTO: Claro que sí. Me dice que lo acepte. HARPAGÓN: ¡Ah! ¡Muerto soy!
MARIANA: No quisiera. CLEANTO: ¿Qué sucede, padre, se hizo daño?
CLEANTO: Por favor, no tiene intención devolverlo a tomar. VALERIO: No es nada.
HARPAGÓN (Aparte.) - Me da ira. BRIZNAVENA: Le pido perdón, señor. Creía obrar bien al venir
MARIANA: Sería ... corriendo.
CLEANTO (Siempre interponiéndose.) - No, por favor. Lo ofendería. HARPAGÓN: ¿A qué viniste?
MARIANA: Por favor ... BRIZNAVENA: A decir que los caballos están desherrados.
CLEANTO: No hay más que hablar. HARPAGÓN: Que se los lleven enseguida al herrador.
HARPAGÓN (Aparte.) - La peste lo lleve ... CLEANTO: Mientras esperamos a que sean herrados voy a hacer por
CLEANTO: Vea cómo se escandaliza por su rechazo. usted los honores de la casa. Conduciré a la señora al jardín, donde
HARPAGÓN (En voz baja, a su hijo.) - Traidor. haré servir la merienda.
CLEANTO: Ya ve cómo desespera. HARPAGÓN: Valerio, vigila todo esto un poco y ten mucho cuidado.
HARPAGÓN (En voz baja, a su hijo.) - Verdugo. Trata de salvar algo para devolver al tendero.
CLEANTO: Padre, no es mi culpa. Hago lo que puedo para que lo VALERIO: Así lo haré.
acepte, pero es muy obstinada. HARPAGÓN (Solo.) - Hijo desvergonzado ¿por qué quieres
HARPAGÓN (En voz baja, arrebatado.) Maldito. arruinarme?
CLEANTO: Ya ve, por su culpa me reprocha.
HARPAGÓN (En voz baja, con grandes gestos.) - ¡Ladrón!
CUARTO ACTO actuase lo bastante bien como para interpretar un drama de buena
ESCENA UNO calidad, yo haría creer a tu padre que es una persona muy rica, y
CLEANTO, MARIANA, ELISA Y FROSINA que está perdidamente enamorada de él y que por ser su esposa
estaría dispuesta a darle toda su fortuna en el contrato
ELISA: Mi hermano me ha confiado la pasión que siente por ti. Sé matrimonial. No dudo que prestaría mucha atención a la propuesta,
los pesares y dolores que pueden causar estos obstáculos y me porque si bien te ama a ti, admitamos que ama un poco más a su
intereso en tu suerte con todo afecto. dinero. Cuando, deslumbrado por el engaño, hubiera consentido
MARIANA: Es un dulce consuelo recibir tal muestra de interés. Te este matrimonio, poco importaría después que sufriera un
pido que conservemos esta amistad. desengaño al enterarse de la poca fortuna de la mujer.
CLEANTO: Bella Mariana, ¿cuál es tu decisión? CLEANTO: Está todo muy bien pensado.
MARIANA: ¿Me encuentro en posición de tomar decisiones? FROSINA: Dejen todo en mis manos. Acabo de acordarme de una
¿Puedo tener algo más que deseos? amiga que puede ser nuestra solución.
CLEANTO: ¿No tengo más apoyo en tu corazón que simples deseos? CLEANTO: Cuenta, Frosina, con mi agradecimiento desde ya. Pero,
¿No hay bondad y compasión? ¿No hay afecto? Mariana, comencemos por ganar el corazón de tu madre. No es
MARIANA: ¿Qué podría decir? Es muy poco lo que puedo hacer. nada fácil romper este compromiso. Te pido que hagas los mayores
Aconseja, ordena tú mismo. En ti confío porque te considero esfuerzos posibles. Utiliza todo el poder del afecto y la ternura.
demasiado razonable como para querer exigir de mí más de lo que Despliega todas tus gracias, los encantos con los que el cielo
se me permite. Te autorizo a hacer y decir todo lo que quieras, y si todopoderoso te ha engalanado, y, sobre todo, no olvides esas
fuera preciso sería capaz de confesar todo lo que siento por ti. caricias y conmovedores ruegos a los que nadie, estoy persuadido,
CLEANTO: Frosina, pobre Frosina, ¿querrás servimos? podría resistir.
FROSINA: Ni qué decirlo. Lo deseo desde lo más profundo de mi MARIANA: Haré todo lo posible, y no olvidaré tus consejos.
corazón. Sepan que soy humanitaria por naturaleza. ¿Qué se puede
hacer? ESCENA DOS
CLEANTO: Piensa un poco, te lo suplico. HARPAGÓN, CLEANTO, MARIANA, ELISA Y FROSINA
MARIANA: Ilumínanos.
ELISA: Busca algún medio de deshacer lo que has hecho. HARPAGÓN (Aparte.) - ¡Bueno! Mi hijo besa la mano de su supuesta
FROSINA: Eso no es nada sencillo. (A MARIANA.) Escuchen: si madrastra y la supuesta madrastra no se defiende demasiado. ¿Hay
tuviéramos alguna mujer de cierta edad con mi talento y que algo misterioso?
ELISA: Aquí llega mi padre.
HARPAGÓN: El carro esta listo. Pueden irse cuando quieran. HARPAGÓN: A ti, claro.
CLEANTO: Iré a llevarlas, padre. CLEANTO: ¿En matrimonio?
HARPAGÓN: No, quédense. Estarán bien solas, y yo prefiero que te HARPAGÓN: Claro.
quedes aquí. CLEANTO: Bueno, es cierto que ella no es muy de mi gusto, pero si
lo desea me apuro a complacerlo casándome con ella.
ESCENA TRES HARPAGÓN: Yo soy mucho más razonable de lo que crees. No
HARPAGÓN Y CLEANTO querría forzar tus inclinaciones.
CLEANTO: Perdón, pero haría ese sacrificio por amor hacia usted.
HARPAGÓN: Madrastra aparte, ¿qué te parece la persona en sí? HARPAGÓN: No, no, no puede haber un matrimonio si no hay amor.
CLEANTO: ¿Qué me parece? CLEANTO: Quizás eso venga después, con el tiempo. Se suele decir
HARPAGÓN: Sí, su aspecto, su belleza, sus talentos. que el amor es fruto del matrimonio.
CLEANTO: Más o menos. HARPAGÓN: Un hombre no debe arriesgarse. Si tuvieras alguna
HARPAGÓN: ¿Algo más? inclinación hacia ella, habría hecho que la desposaras en mi lugar,
CLEANTO: Hablando con franqueza, no la encontré como lo pero al no ser así, llevaré adelante mi plan original.
esperaba. Tiene un aire de altiva coquetería, su talle es torcido, su CLEANTO: Entonces, padre, ya que las cosas son así, es preciso que
belleza es mediocre y sus talentos, de los más comunes. No crea, le revele mi secreto, abriéndole mi corazón. La verdad es que la
padre, que hablo así para causarle un disgusto, porque madrastra amo desde el día en que la vi en un paseo. Iba a pedirla por esposa
por madrastra, lo mismo me da. y sólo me detuvo la declaración de sus sentimientos y el temor de
HARPAGÓN: Sin embargo, le decías ... que usted iba a disgustarse.
CLEANTO: Le he dicho cosas cariñosas en su nombre, pero era para HARPAGÓN: ¿La has visitado?
complacerlo. CLEANTO: Sí, padre.
HARPAGÓN: Entonces, ¿no sentirías inclinación por ella? HARPAGÓN: ¿Muchas veces?
CLEANTO: ¿Yo? En absoluto. CLEANTO: Unas cuantas, sobre todo para tan poco tiempo.
HARPAGÓN: Estoy enojado, ya que ella ha dado por tierra una idea HARPAGÓN: ¿Te ha recibido bien?
que se me había metido en la cabeza. Al verla me puse a pensar en CLEANTO: Muy bien, pero sin saber quién era yo. A eso se ha
mi edad y pensé que se me va a criticar por desposar una mujer tan debido la sorpresa de Mariana.
joven. Así que decidí abandonar mi propósito y te la habría cedido si HARPAGÓN: ¿Le has declarado tu amor y tus intenciones de
no fuera por lo que acabas de manifestarme. matrimonio?
CLEANTO: ¿A mí? CLEANTO: Por cierto, y además había tratado algo con su madre.
HARPAGÓN: ¿Ella ha oído tus proposiciones de matrimonio?
CLEANTO: Sí, con mucha amabilidad. MAESE SANTIAGO: Epa, señores. ¿Qué ocurre? ¿En qué están
HARPAGÓN: ¿Y la hija corresponde a tu amor? pensando?
CLEANTO: Si me dejo guiar por las apariencias, padre, puedo decir CLEANTO: ¡Me burlo de esto!
que tiene inclinación hacia mí. MAESE SANTIAGO (A CLEANTO.) - Señor, por favor.
HARPAGÓN (En voz baja, aparte.) - Me alegro de haberme enterado CLEANTO: No renunciaré.
de este secreto, porque es la confirmación que buscaba. (En voz MAESE SANTIAGO (A CLEANTO.) - ¿Cómo? ¿A su padre ... ?
alta.) Vete, hijo mío. ¿Sabes qué ocurre? Puedes ir pensando en HARPAGÓN: Déjame hacer.
olvidar tu amor, en cesar en tus intentos en lo que se refiere a una MAEE SANTIAGO (A HARPAGÓN.) - ¿Cómo? ¿A su hijo? Conmigo
persona a la que pienso desposar. vaya y pase ...
CLEANTO: Bien, padre, así es como juega conmigo todo el tiempo. Y HARPAGÓN: Quiero, maese Santiago, que seas juez de este asunto
ya que hasta aquí llegamos, le digo que no hay extremo al que no para demostrar que la razón está de mi parte.
pueda alcanzar para disputarle la conquista, y si usted cuenta con el MAESE SANTIAGO: Acepto. (A CLEANTO.) Aléjese un poco.
consentimiento de la madre, yo tendré otras asistencias de mi HARPAGÓN: Amo a una joven y quiero desposarla. Este bribón tiene
parte. la insolencia no sólo de amarla, sino también de pretenderla, contra
HARPAGÓN: ¿Cómo, bribón? ¿Tienes la audacia de pisar mi mis órdenes.
territorio? MAESE SANTIAGO: ¡Ah!
CLEANTO: Es al revés. Yo llegué primero al territorio. HARPAGÓN: Se equivoca. ¿No es tremendo que un hijo quiera
HARPAGÓN: Pero soy tu padre. ¿No me debes respeto? competir con su propio padre? ¿Acaso no debe respetarme, no
CLEANTO: No son asuntos en los que los hijos estén obligados a interfiriendo en mis decisiones?
ceder ante los padres, porque el amor no reconoce dueño. MAESE SANTIAGO: Tiene razón. Déjeme hablar con él. (Se acerca a
HARPAGÓN: Yo haré que me reconozcas a los bastonazos. CLEANTO, que está en el otro extremo del escenario.)
CLEANTO: Nada conseguirá con amenazas. CLEANTO: Ya que él te ha elegido como juez, no voy a retroceder.
HARPAGÓN: Renunciarás a Mariana. Prefiero tratar contigo de nuestro litigio.
CLEANTO: En absoluto. MAESE SANTIAGO: Me hace un gran honor.
HARPAGÓN: ¡Quiero un bastón, de inmediato! CLEANTO: Estoy prendado de una joven que no me rechaza, y a mi
padre se le ocurre venir a perturbar nuestro amor queriendo
ESCENA CUATRO desposarla.
MAESE SANTIAGO, HARPAGÓN Y CLEANTO MAESE SANTIAGO: Se equivoca.
CLEANTO: ¿No le da vergüenza casarse a su edad? ¿No debería MAESE SANTIAGO: No hay nada que agradecer.
dejar esas actividades a los jóvenes? HARPAGÓN: Me has complacido, maese Santiago, y tendrás tu
MAESE SANTIAGO: Tiene razón. Se burla, déjeme ir a decirle unas recompensa por ello. Lo recordaré, te lo juro. (Saca un pañuelo del
palabras. (Vuelve junto a HARPAGÓN.) Su hijo no es tan terco como bolsillo, lo que hace creer a maese Santiago que le va a dar algo.)
lo pinta y entiende razones. Dice que sabe el respeto que le debe y MAESE SANTIAGO: Le beso las manos.
que se ha dejado llevar por un arrebato. No ha de rechazar
someterse a su decisión siempre que usted acceda a tratarlo de
mejor manera y a concederle en matrimonio a alguien con quien ESCENA CINCO
pueda conformarse. CLEANTO Y HARPAGÓN
HARPAGÓN: Bueno, muy bien. Dile que puede esperar de mí
cualquier cosa y que está en libertad de elegir a quien quiera con CLEANTO: Le pido perdón, padre, por mis arrebatos.
excepción de Mariana. HARPAGÓN: No es nada.
MAESE SANTIAGO: Yo lo arreglo. (Se acerca a CLEANTO CLEANTO: Estoy en extremo arrepentido.
nuevamente.) Su padre no es tan obcecado como cree. Me ha dicho HARPAGÓN: Y yo me arreglo de verte razonable.
que sus arrebatos lo han encolerizado. Sólo está resentido por su CLEANTO: ¡Qué bondad de su parte olvidar mi falta!
manera de dirigirse a él, y está dispuesto a concederle lo que quiera HARPAGÓN: Las faltas de los hijos se olvidan pronto cuando se ve
siempre que se comporte correctamente, con la deferencia y la que retornan a la obediencia.
sumisión que un hijo le debe a su padre. CLEANTO: ¿No me guarda resentimiento por mis extravagancias?
CLEANTO: ¡Ah, maese Santiago! Puedo asegurarle que todo será HARPAGÓN: A ellos me obligas con la sumisión y el respeto que
como lo pide si me concede a Mariana. juras tener.
MAESE SANTIAGO (A HARPAGÓN.) - Ya está hecho: acepta sus CLEANTO: Le prometo, padre, que conservaré en el corazón hasta la
condiciones. tumba el recuerdo de sus bondades.
HARPAGÓN: Así todo irá de maravillas. HARPAGÓN: Y yo prometo que no habrá nada que no puedas
MAESE SANTIAGO (A CLEANTO.) - Asunto terminado, sus promesas obtener de mí.
lo satisfacen. CLEANTO: Nada más le pido; es suficiente haberme dado a Mariana.
CLEANTO: ¡Gracias al cielo! HARPAGÓN: ¿Cómo dices?
MAESE SANTIAGO: Señores, sólo tienen que arreglar sus asuntos CLEANTO: Digo, padre, que estoy feliz de su bondad por haberme
personalmente. Iban a pelearse sin entenderse. concedido a Mariana.
CLEANTO: Mi buen amigo, te estaré agradecido toda la vida. HARPAGÓN: ¿Quién dijo que yo iba a hacer semejante cosa?
CLEANTO: Usted. padre, el más malhumorado de los hombres, me echó a pesar mío y
HARPAGÓN: ¿Yo? corrí el riesgo de ser apaleado.
CLEANTO: Así es. CLEANTO ¿Cómo va nuestro negocio?
HARPAGÓN: ¡Eres tú quien prometió renunciar a ella! FLECHA – Venga señor, sígame pronto.
CLEANTO: ¿Yo, renunciar? CLEANTO: ¿Qué sucedió?
HARPAGÓN: Sí. FLECHA: Sígame, le digo, todo va bien.
CLEANTO: Ni pienso. CLEANTO: ¿Cómo?
HARPAGÓN: ¿No renunciaste a querer desposarla? FLECHA: Aquí está la solución.
CLEANTO: Al contrario, lo quiero más que nunca. CLEANTO: ¿Qué?
HARPAGÓN: ¡Otra vez, traidor! FLECHA: He estado todo el día pendiente de él.
CLEANTO: Nada puede hacerme cambiar de parecer. CLEANTO: ¿Qué es?
HARPAGÓN: Te prohíbo que vuelvas a verme. FLECHA: El tesoro de su padre, y yo lo he atrapado.
CLEANTO: Mucho mejor. CLEANTO: ¿Y cómo lo has hecho?
HARPAGÓN: Te abandono. FLECHA: Pronto lo sabrá todo. Pongámonos a salvo. Ya lo oigo
CLEANTO: Abandóneme. gritar.
HARPAGÓN: Reniego de ti.
CLEANTO: No me importa.
HARPAGÓN: Te desheredo. ESCENA SIETE
CLEANTO: Como quiera. HARPAGÓN
HARPAGÓN: Te maldigo.
CLEANTO: No necesito sus regalos. HARPAGÓN (Grita Al ladrón desde el jardín y entra sin sombrero.) -
¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al asesino! ¡Justicia, por Dios! ¡Estoy
ESCENA SEIS perdido, me han matado! ¡Me han cortado la garganta, me han
FLECHA Y CLEANTO saqueado el dinero! ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién fue? ¿Dónde se
CLEANTO : ¡Ah, qué traidor eres! ¿Dónde has ido a meterte? ¿No te esconde? ¿Cómo podré encontrarlo? ¿No está allá? ¿No está por
había dado orden...? allí? ¡Alto! (Se toma el brazo a sí mismo.) Devuélveme mi dinero,
LA FLECHA (Con un arca pequeña en las manos.) - Sí, señor, y me ladrón. ¡Ah, si soy yo! Mi mente está obnubilada; ignoro dónde
había dirigido aquí para esperaros a pie firme; pero vuestro señor estoy, quién soy y lo que hago. ¡Mi pobre dinero, mi querido amigo,
me han privado de ti! Y contigo he perdido mi apoyo, mi consuelo y
mi alegría; todo ha terminado, ya nada tengo que hacer en este
mundo. No puedo vivir sin ti. ¡Estoy muerto y enterrado! ¿Nadie
quiere resucitarme diciendo que tiene mi dinero o que lo ha
encontrado? ¿Eh? No oigo a nadie. Quien ha dado el golpe ha
estado siguiendo mis movimientos y la hora con cuidado, ya que
sabía que estaba hablando con el traidor de mi hijo. Vamos afuera.
Voy a querellarme y a dar tormento a toda la casa; a los criados, a
mi hijo, mi hija y a mí mismo. ¡Cuánta gente reunida! No miro a
nadie sin creerlo sospechoso. Todos me parecen el ladrón. ¿De qué
están hablando ahí? ¿Qué susurran? ¿Hablan del ladrón? Por favor,
si saben algo de mi ladrón, suplico que me lo digan. ¿No estará ahí
mezclado con ustedes? Todos me miran y se echan a reír. Todos son
cómplices en el robo que se ha cometido. Vamos, todos, jueces,
comisarios, verdugos, torturadores. ¡Quiero hacer colgar a todo el
mundo, y si no encuentro mi dinero, yo mismo me colgaré después!
QUINTO ACTO tuesten los pies, que lo metan en agua hirviendo y lo cuelguen del
ESCENA UNO techo.
HARPAGÓN, EL COMISARIO . HARPAGÓN: ¿A quién? ¿Al ladrón?
MAESE SANTIAGO: Hablo de un lechoncito que su intendente acaba
COMISARIO: Déjeme a mí. Conozco mi oficio, a Dios gracias. No es de enviarme y que voy a preparar a mi manera.
la primera vez que dejo al descubierto un robo. HARPAGÓN (Al comisario.) - No hable de nuestro asunto delante de
HARPAGÓN: Todos los magistrados tienen interés en tomar este éste.
asunto en sus manos. Si no se encuentra el dinero, exigiré justicia a COMISARIO: No se asuste, nada haré que lo comprometa. Las
la justicia. preguntas se harán discretamente.
COMISARIO: Hay que hacer todos los interrogatorios. ¿Decía que en MAESE SANTIAGO: ¿El señor va a cenar aquí?
ese cofre había... ? COMISARIO: Es preciso, amigo, no ocultar nada a su amo.
HARPAGÓN: Diez mil soles bien contados. MAESE SANTIAGO: A fe mía, haré todo lo que sepa y lo trataré lo
COMISARIO: ¿Diez mil soles? El robo es considerable. mejor que me sea posible.
HARPAGÓN: El peor suplicio; si semejante crimen queda impune, ni HARPAGÓN: No es ésa la cuestión.
las cosas más sagradas estarán a salvo. MAESE SANTIAGO: Si no preparo una comida tan buena como
COMISARIO: ¿De quién sospecha? quisiera, es por culpa del señor intendente, que me ha recortado las
HARPAGÓN: De todo el mundo; quiero que detenga a la ciudad y a alas con la tijera del ahorro.
sus alrededores. HARPAGÓN: Traidor, no se trata de la cena; quiero que me des
COMISARIO: Es preciso, si me permite, no llamar la atención de noticias del dinero que me han robado.
nadie e intentar obtener las pruebas que culpen al ladrón, con la MAESE SANTIAGO: ¿Le han robado?
mayor discreción, a fin de proceder después al descubrimiento del HARPAGÓN: ¡Sí, pícaro! Y voy a hacerte colgar si no me lo
dinero que le han robado y así recuperarlo. devuelves.
COMISARIO: Dios mío, no lo maltrate. Por su semblante veo que es
ESCENA DOS un hombre honrado y que lo ayudará sin necesidad de meterlo en
MAESE SANTIAGO, HARPAGÓN, EL COMISARIO Y EL ALGUACIL la cárcel. Sí, amigo mío, si confiesa no se le hará ningún daño y será
recompensado como merece.
MAESE SANTIAGO: (Al fondo del escenario, volviéndose al lado MAESE SANTIAGO (Aparte.) - Es la gran oportunidad para vengarme
desde el que entra.) - Ya vuelvo. Que lo degüellen enseguida, que le del intendente. Desde que ha entrado en esta casa es el favorito.
No se escuchan sino sus consejos y, además, estoy harto de sus HARPAGÓN: El que robaron era pequeño.
bastonazos. MAESE SANTIAGO: Ah, sí, bien mirado era pequeño, le digo grande
HARPAGÓN: ¿Qué estás murmurando? por el contenido.
MAESE SANTIAGO: Señor, si quiere que le diga todo, creo que fue COMISARIO: ¿Y de qué color?
su intendente quien ha dado el golpe. MAESE SANTIAGO: Era de una cierta tonalidad... ¿no puede
HARPAGÓN: ¿Valerio? orientarme?
MAESE SANTIAGO: Sí. HARPAGÓN: ¡Oh!
HARPAGÓN: ¿Él, tan fiel al parecer? MAESE SANTIAGO: ¿Rojo?
MAESE SANTIAGO: Creo que es el ladrón.: HARPAGÓN: No, gris.
HARPAGÓN: ¿Y por qué lo crees? MAESE SANTIAGO: Ah, sí. Gris rojo. Eso es lo que quería decir.
MAESE SANTIAGO: ¿Por qué? HARPAGÓN: Ya no hay duda. Se trata del mismo cofre. Escriba,
HARPAGÓN: Sí. señor, su declaración. ¿En quién podré confiar de aquí en más?
MAESE SANTIAGO: Lo creo ... porque lo creo. Nadie diga de esta agua no has de beber. Después de esto creo que
COMISARIO: Es preciso que nos diga cuáles son los indicios, las soy capaz de robarme a mí mismo.
pistas. MAESE SANTIAGO: Señor, ahí regresa. Por lo menos no le diga que
HARPAGÓN: ¿Lo has visto merodear por el lugar donde pongo mi fui yo quien lo ha descubierto.
dinero?
MAESE SANTIAGO: Sí, sí, ¿dónde estaba su dinero? ESCENA TRES
HARPAGÓN: En el jardín. VALERIO, HARPAGÓN, EL COMISARIO Y MAESE SANTIAGO
MAESE SANTIAGO: Precisamente: lo he visto merodear por el
jardín. ¿Cómo estaba guardado su dinero? HARPAGÓN: Acércate. Ven y confiesa el atentado más horrible que
HARPAGÓN: En un cofre. jamás hombre alguno haya cometido.
MAESE SANTIAGO: Más claro imposible. Lo he visto con un cofre. VALERIO: ¿Qué desea, señor?
HARPAGÓN: ¿Y cómo era? HARPAGÓN: ¿Cómo, traidor? ¿No te avergüenzas de tu crimen?
MAESE SANTIAGO: ¿Que cómo era? VALERIO: ¿A qué crimen se refiere?
HARPAGÓN: Sí. HARPAGÓN: ¿Qué a qué crimen me refiero? ¡Infame! Como si no
MAESE SANTIAGO: Era, bueno... como un cofre. supieras de qué estoy hablando. No podrás ocultarlo. Acaban de
HARPAGÓN: Sí, ya sé, pero descríbela un poco. revelarme todo. ¡Abusar así de mi bondad e introducirse a
MAESE SANTIAGO: Era un cofre grande. propósito en mi casa para apuñalarme por la espalda!
VALERIO: Señor, ya que se lo han hecho saber todo, no voy a dar VALERIO: Es un tesoro. Realmente lo es. Y sin dudas el más precioso
rodeos ni negarlo. que tiene, pero le aseguro que dármelo no será perderlo. Le pido de
MAESE SANTIAGO (Aparte.) - ¿Habré dado en el clavo sin saberlo? rodillas ese tesoro lleno de encantos. Para obrar correctamente es
VALERIO: Era mi deseo hablar de ello y buscaba una ocasión más necesario que me lo conceda.
favorable. Le pido que no se irrite y trate de entender mis razones. HARPAGÓN: No lo haré. ¿Cómo puedes decirme semejantes cosas?
HARPAGÓN: ¿Y cuáles son tus razones, infame ladrón? VALERIO: Sí, nos prometimos ser el uno para el otro de aquí a la
VALERIO: Señor, no merezco esos calificativos. Es verdad que eternidad.
cometí una ofensa en su contra, pero después de toda mi falta es HARPAGÓN: Juro que lo impediré.
disculpable. VALERIO: Sólo la muerte podrá separarnos.
HARPAGÓN: ¿Cómo disculpable? ¿Una emboscada, un asesinato HARPAGÓN: Es estar muy metido con mi dinero.
semejante? VALERIO: Ya le dije que no ha sido el interés lo que me impulsó a
VALERIO: Por favor, no se ponga así. Cuando me haya oído verá que obrar de esta manera. Mi corazón no ha obrado por los motivos
el mal no es tan grande como cree. que cree. Una razón más noble me ha inspirado.
HARPAGÓN: ¿Qué el mal no es tan grande, traidor? ¡Mis entrañas, HARPAGÓN: Ahora resulta que es por cristiana caridad que quiere
mi sangre! quedarse con mi fortuna. Pero la justicia, ladrón, me dará la razón.
VALERIO: Su sangre no ha caído en malas manos, señor. Mi VALERIO: Úsela como le plazca, estoy dispuesto a sufrir lo que
condición está lejos de provocarle un daño. No hay nada que no se quiera hacerme, pero le pido que acepte al menos que si hay un
pueda reparar. mal es sólo a mí a quien hay que acusar y que su hija no tiene nada
HARPAGÓN: Dime, ¿qué te ha llevado a cometer esta acción? de culpa.
VALERIO: ¡Ay! ¿Todavía me lo pregunta? HARPAGÓN: Claro que lo creo. Sería muy extraño que mi hija
HARPAGÓN: Por supuesto que quiero saberlo. hubiera participado de este crimen. Quiero recuperar lo mío y que
VALERIO: Un dios que lleva en sí las disculpas por todo lo que confieses dónde lo has llevado.
manda hacer: el amor. VALERIO: No me la llevé. Todavía está en esta casa.
HARPAGÓN: ¡Amor valiente!¡El amor por mi dinero! HARPAGÓN (Aparte.) – Mi querido cofre esta todavía en casa. (En
VALERIO: No, señor, no son sus riquezas las que me han tentado. voz alta.) ¿No ha salido de mi casa?
Aseguro que nada pretendo de sus bienes, sino que me deje el que VALERIO: No, señor.
tengo. HARPAGÓN: Entonces, ¿no la has tocado?
HARPAGÓN: Claro que no lo haré. ¡Nada te dejaré! Pero miren qué VALERIO: Es muy injusto con ella y conmigo. Me consumo por ella
insolencia. ¡Querer quedarse con lo que me ha robado! con un ardor puro y respetuoso.
HARPAGÓN (Aparte.) - ¡Consumirse por mi cofre! HARPAGÓN: ¡Ah, hija criminal, indigna de su padre! Así aplicas lo
VALERIO: Mis deseos se han limitado a complacerme mirándola. que te he enseñado. Te dejas enamorar por un infame ladrón, y te
Nada deshonesto ha mancillado la pasión que me han inspirado sus comprometes sin mi consentimiento. ¡Están todos equivocados! (A
hermosos ojos. ELISA.) Cuatro paredones me responderán por tu conducta. (A
HARPAGÓN (Aparte.) Habla de mi cofre como un enamorado de su VALERIO.) Y una buena horca dará cuenta de tu audacia.
amada. VALERIO: No será su pasión la que juzgue este asunto, por lo menos
VALERIO: Sí, señor, su hija me ha dado y ha recibido la mia. se me escuchará antes de condenarme.
HARPAGÓN (Aparte.) - ¿Acaso el miedo a la justicia lo está haciendo HARPAGÓN: Me engaño al decir una horca. Serás descuartizado.
delirar? (A VALERIO.) ¿A qué viene ahora meter a mi hija en esto? ELISA (Arrodillándose delante de su padre.) - ¡Ah, padre! Tenga
VALERIO: Digo, señor, que me ha costado gran trabajo hacer que su sentimientos más humanos, se lo ruego. No lleve las cosas hasta los
pudor cediera a lo que mi amor deseaba. extremos de la patria potestad. No se deje arrastrar por los
HARPAGÓN: ¿El pudor de quién? impulsos más primitivos de la pasión. Desee tiempo para decidir lo
VALERIO: De su hija. Hasta ayer no aceptó firmarnos mutuamente que quiere hacer. Vea con claridad lo que cree una ofensa. Es
una promesa de matrimonio. diferente de lo que sus ojos juzgan. Verá menos extraño que yo me
HARPAGÓN: ¿Mi hija te ha firmado una promesa de casamiento? entregue a él cuando sepa que, de no ser por él, no me tendría. Sí,
VALERIO: Sí, señor, y yo también lo hice. padre, él es quien me salvó de aquel gran peligro que corrí en el
HARPAGÓN: ¡Santo cielo! Otra desgracia. agua.
MAESE SANTIAGO (Al comisario.) - Escriba, señor, escriba. HARPAGÓN: Eso nada significa. Más me hubiera valido dejar que te
HARPAGÓN: ¡El mal se agrava! ¡Aumenta la desesperación! (Al ahogaras que hacer lo que ha hecho.
comisario.) Vamos, señor, cumpla con los deberes de su cargo e ELISA: Padre, le suplico por el amor paterno que ...
instruya una demanda por ladrón y por seductor. HARPAGÓN: No, no. No quiero oír nada más. Que proceda la
VALERIO: Esos son nombres que no merezco. Cuando sepa quién justicia.
soy ... MAESE SANTIAGO (Aparte.) - Ahí van de vuelta tus bastonazos.
FROSINA (Aparte.) - He aquí un gran enredo.

ESCENA CUATRO
ELISA, MARIANA, FROSINA, HARPAGÓN, VALERIO, MAESE ESCENA CINCO
SANTIAGO Y EL COMISARIO. ANSELMO, HARPAGÓN, ELISA, MARIANA, FROSINA, VALERIO,
MAESE SANTIAGO Y EL COMISARIO.
VALERIO: Debe saber que mi corazón es demasiado orgulloso como
ANSELMO: ¿Qué sucede, señor Harpagón? Lo veo muy alterado. para apoderarme de lo que no me pertenece, y que todo el Perú
HARPAGÓN: ¡Ah, señor Anselmo! Soy el más desgraciado de los puede dar testimonio de mi nacimiento.
hombres. ¡Aquí me tiene perdido en el más grave de los enredos ANSELMO: Cuidado con lo que va a decir. Se arriesga más de lo que
para el contrato que viene a formalizar! Se me asesina en la cree, porque está frente a un hombre que conoce todo el Perú y
fortuna, se me asesina en el honor. He ahí un traidor, un asesino puede juzgar con claridad la historia que cuente.
que ha mancillado los más sagrados derechos. Se ha metido en mi VALERIO (Se pone orgullosamente el sombrero.) - Nada temo. Si
casa bajo el título de sirviente para robarme el dinero y seducir a mi conoce todo el Perú, ha de conocer quién es don Tomás de Alburcy.
hija. ANSELMO: Sin dudas, pocos lo han conocido mejor que yo.
VALERIO: ¿Quién piensa en su dinero, con el que ha armado HARPAGÓN: A mí me importa un cuerno don Tomás y don Martín.
semejante galimatías? ANSELMO: Por favor, dejémoslo que hable.
HARPAGÓN: Sí, se han dado promesa de matrimonio. Esta afrenta VALERIO: Lo que tengo para decir es que es el mi padre.
le concierne, señor Anselmo, y es usted quien debe pedir cuentas y ANSELMO: ¿Él?
vengar su insolencia. VALERIO: Sí.
ANSELMO: No es mi deseo desposarla a la fuerza ni pretender un ANSELMO: ¡Vamos! Se burla. Busque otra historia más eficaz. No
corazón que no se me entregaría, pero por su interés estoy pretenderá salvarse mediante este disparate.
dispuesto a hacer de cuenta como si fuesen los míos. VALERIO: Procure hablar mejor. No es un disparate, ni digo nada
HARPAGÓN: Aquí tiene un honrado comisario que según ha dicho, que no pueda comprobar.
no olvidará las funciones de su oficio. (Al comisario.) Haga los ANSELMO: ¿Osa decirse hijo de don Tomás de Alburcy?
cargos que correspondan, señor, y que todo sea extremadamente VALERIO: Sí, y puedo sostenerlo ante quien sea.
riguroso. ANSELMO: ¡Qué audacia! Debe saber que el hombre de quien habla
VALERIO: No sé qué cargo se me puede hacer por la pasión que hace dieciséis años por lo menos que murió en el mar con su esposa
siento por su hija ni a qué suplicio puedo ser condenado por y sus hijos queriendo salvar sus vidas. Después de un accidente.
nuestro compromiso cuando se sepa quién soy ... VALERIO: Sí, y debe saber que su hijo de siete años, junto con un
HARPAGÓN: Me burlo de tus cuentos. El mundo está lleno de esa criado, fue salvado de ese naufragio por un navío peruano y que
clase de ladrones; falsos nobles; de esos impostores que sacan este hijo salvado es quien le habla. Sepa que el capitán de ese
ventaja y se revisten con el primer nombre ilustre que les viene a la navío, impresionado por mi condición, me tomó afecto y me hizo
cabeza. educar como a un hijo suyo; que las armas fueron mi ocupación
desde que tuve edad para ello; que supe después que mi padre no
había muerto como siempre había creído; que yendo a buscarlo, tras agotadores viajes, a buscar en el himeneo con una dulce y
una casualidad me hizo encontrar a la encantadora Elisa; su visión prudente joven el consuelo de una nueva familia. Una vez que
me ató a su belleza y la violencia de mi amor tanto como la encontré el medio de liquidar mis posesiones me establecí aquí, con
severidad de su padre me hicieron tomar la resolución de el nombre de Anselmo, para alejar de mí la pesadumbre que me
introducirme en su casa y enviar a otro en busca de mi padre. invocaba el otro nombre.
ANSELMO: ¿Qué testimonios que no sean su propia palabra pueden HARPAGÓN: ¿Es éste su hijo?
dar fe de que todo esto no sea una fábula? ANSELMO: Sí.
VALERIO: El capitán, un sello de rubíes que pertenecía a mi padre, HARPAGÓN: Pongo pleito por los diez mil soles que me ha robado.
una pulsera de ágata que mi madre me había colocado en el brazo y ANSELMO: ¿Él, robarle?
el viejo Pedro, el criado que se salvó del naufragio conmigo. HARPAGÓN: Sí, señor.
MARIANA: ¡Ay! Por tus palabras puedo responder que no eres un VALERIO: ¿Quién le ha dicho eso?
impostor; todo cuanto acabas de decir demuestra que eres mi HARPAÓN: Maese Santiago.
hermano. MAESE SANTIAGO: Nada digo.
VALERIO: ¿Cómo? HARPAGÓN: Y aquí está el señor comisario, que le ha tomado
MARIANA: Sí, mi corazón se ha emocionado al escucharte hablar. declaración.
Nuestra madre me ha narrado las desgracias de nuestra familia. El VALERIO: ¿Puede creerme capaz de acción tan ruin?
cielo no nos hizo perecer en aquel triste naufragio, pero no nos HARPAGÓN: Capaz o no capaz, quiero recuperar mi dinero.
salvó la vida a cambio de la libertad. Fueron piratas los que nos
recogieron a mi madre y a mí de los restos del barco. Después de ESCENA SEIS
diez años de esclavitud, una feliz casualidad nos devolvió la libertad CLEANTO, VALERIO, MARIANA, ELlSA, FROSINA, HARPAGÓN,
y regresamos a Perú, donde encontramos todas nuestras ANSELMO, MAESE SANTIAGO, FLECHA Y EL COMISARIO.
posesiones liquidadas y sin noticias de nuestro padre.
ANSELMO: ¡Cielos, cómo son tus designios! ¡Sólo a ustedes les CLEANTO: No se atormente, padre, ni acuse a nadie. Tengo noticias
corresponde obrar milagros! Abrácenme, hijos míos. de lo sucedido, y vengo a decirle que si deja que despose a
VALERIO: ¿Pero es usted nuestro padre? Mariana, su dinero será devuelto.
MARIANA: ¿Es por usted por quien mi madre tanto ha llorado? HARPAGÓN: ¿Dónde está?
ANSELMO: Sí, hijos míos, yo soy don Tomás de Alburcy, a quien el CLEANTO: No se preocupe, respondo del lugar donde se encuentra;
cielo salvó de las olas, con todo el dinero encima, y al haberlos todo depende de mí. Usted debe decirme qué decide, puede
creído muertos a todos durante más de dieciséis años, se disponía, escoger entre darme a Mariana o perder su dinero.
HARPAGÓN: ¿No han sacado nada del cofre? MAESE SANTIAGO: ¡Ay! ¿Qué hay que hacer entonces? Me dan
CLEANTO: Nada. Vea si es su designio acceder a este matrimonio y bastonazos por decir la verdad y se me quiere colgar por mentir.
unir su consentimiento al de su madre, que le ha dado libertad para ANSELMO: Señor Harpagón, hay que perdonarlo.
elegir entre nosotros dos. HARPAGÓN: ¿Pagará usted al comisario?
MARIANA: Sabe bien que ese consentimiento no basta y que el ANSELMO: Sí, lo haré. Corramos a compartir nuestra alegría con su
cielo, junto con un hermano acaba de darme un padre y de ese madre.
padre puede obtenerme. HARPAGÓN: Y yo, a recuperar mi querida cofre. ¡¡Mi dinero!!
ANSELMO: El cielo, hijos míos, no me los ha devuelto para que esté ….FIN….
en contra de sus sentimientos. Señor Harpagón, aceptará que la
elección de una joven debe recaer en el hijo antes que en el padre.
Consienta, como yo.
HARPAGÓN: Para buscar consejo, necesito mi dinero.
CLEANTO: Lo encontrara sano y salvo.
HARPAGÓN: No tengo dinero para casar a mis hijos.
ANSELMO: Yo tengo suficiente. No se preocupe.
HARPAGÓN: ¿Se compromete a correr con todos los gastos de
ambos matrimonios?
ANSELMO: Sí, me comprometo. ¿Está satisfecho?
HARPAGÓN: Sí, si además me encarga un traje para la ceremonia.
ANSELMO: De acuerdo. Vamos a disfrutar de la alegría que este día
nos ha deparado.
COMISARIO: Momento, señores, de a poco, si les place. ¿Quién va a
pagarme mis escritos?
HARPAGÓN: Ya no los necesitamos.
COMISARIO: Así será, pero no pretendo haberlos hecho a cambio
de nada.
HARPAGÓN (Señalando a MAESE SANTIAGO.) - Como honorarios
aquí le entrego un hombre para que lo ahorque.

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