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MÓDULO VII

Tema 7
¿EXISTE CRISIS SOCIAL POR AUSENCIA DE VALORES ÉTICOS?

Hay diversos factores que nos pueden llevar a la crisis de valores éticos,
por lo que se abordarán algunos de ellos:

7.1 La violencia de la globalidad1.

Existen los términos mundial y universal una analogía engañosa. La


universalidad es la de los derechos humanos, las libertades, la cultura y la
democracia. La globalización es la de las técnicas, el mercado, el turismo y la
información. La globalización parece irreversible, mientras que el concepto de
universal se consideraría más bien en vías de extinción, al menos tal como se
constituía en sistemas de valores a escala de la modernidad occidental, sin
equivalente en ninguna de las otras culturas. Cada cultura que se universaliza
pierde su singularidad y muere. Así ha sucedido con las que hemos destruido al
integrarlas a la fuerza, pero también es lo que sucede con la nuestra, en su
pretensión por ser universal. La diferencia reside en que las demás culturas
murieron por su propia singularidad, lo que supone una hermosa muerte, mientras
que nosotros morimos a causa de la pérdida de toda singularidad, de la
exterminación de nuestro valores, lo que representa una “muerte horrible”.

7.1.1 La globalización destructora de la universalidad

Nosotros consideramos que el destino de cualquier valor es alcanzar la


universalidad sin tener en cuenta el peligro mortal que conlleva dicho impulso. Más
que alcanzar una cumbre, se trata de conseguir una disminución o una elevación
al grado cero del valor. En la época de la Ilustración, la universalización se lograba
desde lo alto, mediante un progreso ascendente; hoy en día, mediante una

1
BRINDÉ, Jérome. “¿A dónde van los valores?”. Ediciones Unesco. España. 2005. Páginas 43-58.
neutralización de los valores debido a su proliferación y a su extensión indefinida,
la universalización se lleva a cabo desde abajo. Esto sucede con los derechos
humanos y la democracia, entre otros: su expansión responde a su definición más
débil, a la entropía máxima.

En realidad, la universalidad parece en la globalización. La dinámica de lo


universal como trascendencia, como fin ideal, como utopía, deja de existir en su
forma cuando se realiza. La globalización de los intercambios acaba con la
universalidad de los valores. Es el triunfo del pensamiento único sobre el
pensamiento universal. Aquello que primero se globaliza es el mercado, la
promiscuidad de todos los intercambios y de todos los productos, el eterno flujo
del dinero. Culturalmente, es la promiscuidad de todos los códigos, de todos los
valores, es decir, la pornografía. Porque la pornografía es la sucesión, la difusión
mundial de cualquier cosa a través de las redes: no hace falta ninguna obscenidad
sexual, basta con esta copulación interactiva. Al final de este proceso, ya no
existen diferencias entre lo que es mundial y lo que es universal.

Lo propiamente universal, esta mundializado, la democracia y los derechos


humanos circulan como cualquier otro producto mundial, como el petróleo o los
capitales. Ahora podemos preguntarnos si la universalidad ha sucumbido ya a su
propia crítica y si se ha posicionado alguna vez fuera de los discursos y las
morales oficiales. En todo caso, para nosotros, se ha roto el espejo de la
universalidad; en efecto, podríamos ver en él algo parecido al estadio del espejo
de la humanidad, aunque puede que sea una suerte, porque en los fragmentos de
este espejo roto de la universalidad, todas las singularidades vuelven a aparecer:
las que creíamos que estaban amenazadas sobreviven, y las que creíamos que
habían desparecido resucitan.

La situación cambia y se radicaliza con la pérdida de autoridad y de


legitimidad de los valores. En el momento en el que seguían imponiéndose como
valores mediadores, conseguían, más o menos, integrar las singularidades como
diferencias en una cultura universal de la diferencia. No obstante, hoy en día ya no
lo consiguen puesto que la globalización triunfante acaba con todas las diferencias
y valores, e inaugura una cultura o una incultura totalmente indiferente.

7.2 Preocupa falta de valores en jóvenes a instituciones de educación


superior2

“Apatía, poca solidaridad y escaso compromiso con la sociedad, son las


características más generales de los jóvenes universitarios”

Es parte de una sociedad que adolece de instrumentos adecuados para


formar ciudadanos comprometidos y responsables.

Sólo 10 por ciento de los jóvenes están interesados en la política, cuatro de


cada diez reconocen la importancia de una sociedad cohesionada; apenas 5 por
ciento participan en organizaciones cívicas o de servicio comunitario. Ése es el
rostro de la juventud y el reflejo de sus convicciones.

Y aunque las instituciones se han preocupado por incidir en estos aspectos,


y saben que no son las responsables directas del perfil juvenil ni las instancias
exclusivamente transmisores de valores, expresan su preocupación ante a una
problemática que no las exime de su responsabilidad en la configuración de
ciudadanos.

En ese sentido, coinciden, ya no es suficiente con brindar a los estudiantes


los conocimientos necesarios para su desarrollo profesional. En la actualidad, el
entorno social, la desintegración familiar, los retos de la globalización y las nuevas
tecnologías implican ofrecer a los jóvenes valores adicionales a su formación
académica.

2
Preocupa falta de valores en jóvenes a instituciones de educación superior. http://noticias.universia.net.mx/vida-
universitaria/noticia/2011/06/02/832742/preocupa-falta-valores-jovenes-instituciones-educacion-superior.html. Consultado el día
25 de noviembre del 2015.
Los números hablan

En las encuestas más recientes de valores y de cultura política, sólo la


mitad de los jóvenes se identifica y valora la democracia y sólo 5 por ciento de los
jóvenes participan en organizaciones cívicas o de servicio comunitario.

Este mismo dato, al compararlo con otros países, se observa una marcada
diferencia, con 25 por ciento en Colombia, 33 por ciento en Chile y 50 por ciento
en Estados Unidos. Por ello, Enrique Cabrero Mendoza, director del Centro de
Investigación y Docencia Económica (CIDE), sostiene que esa información llama
la atención porque los jóvenes que nacen en un proceso de democratización, con
todos los problemas relacionados con dicho estado, tampoco están impactados
por ésta.

“Eso llama la atención porque significa que traemos un déficit ahí, sobre todo,
cuando uno compara esos datos con las respuestas de jóvenes en otros países,
donde claramente la identificación y la valoración de la democracia se va más
arriba”, explica.

Precisa que cuando hablan de democracia, únicamente se involucran en


procesos electorales, aunado a que sólo 10 por ciento estarían interesados en
política, entendida ésta como promover causas, valores, transparencia o
reuniones comunitarias.

Sólo cuatro de cada diez jóvenes reconocen la importancia de una


sociedad cohesionada, lo que refleja que hay una crisis de valores global
para los jóvenes.

“En México tenemos un déficit enorme en la capacidad de construir valores en lo


que es solidaridad, valores de involucramiento político y de participación. Creo que
en el sistema educativo, en su conjunto, hemos fallado; desde la familia, pero
claramente el sistema de educación superior todavía tiene una tarea muy grande”,
advierte.

Y es que, como profundiza Cabrero Mendoza, cuestiones como el apego a


la norma, la cultura de la legalidad, deben ser más impulsadas y desarrolladas en
los jóvenes universitarios.

“También ahí hay datos alarmantes. Casi 50 por ciento de la población, y no sólo
de los jóvenes sino de la población del país, considera que cuando las leyes no
sirven no hay que respetarlas, sino transigirlas, porque no sirven. Es decir, nuestra
cultura de la legalidad es muy baja”.

“Eso empieza en todos los medios, ya lo sabemos, en el padre que transmite el


valor, pero le da su mordida al policía; en el profesor que transmite el valor
en el discurso, pero flexibiliza el cumplimiento de los valores cuando se sale
de clase”, señala el director del CIDE.

Por ello, uno de los grandes retos para una institución de educación
superior es encontrarse con jóvenes que modifiquen sus opiniones sobre la vida
pública, en general como ciudadano.

“Nosotros, como instituciones de educación superior, hay que decirlo y


reconocerlo, somos estructuras y cultura institucional en la cual no estamos, en
principio, preparados para la formación de ciudadanos responsables, solidarios y
comprometidos con un sistema democrático transparente”, comenta.

Se trata, dice, de instituciones que acarrean vicios de la sociedad de la cual


están queriendo escapar. Es decir, no pueden presentarse como instituciones
puras, capaces con su ejemplo de contagiar a los jóvenes tan desencantados de
dichos valores.
“Debemos reconocer como instituciones que se nos impone una transformación
profunda, la cual empieza por una reflexión en términos de la responsabilidad de
la enseñanza, aprendizaje y del papel que la institución educativa está jugando en
la sociedad.

Una situación, en suma, que parte de un país que adolece de todo lo que
permea en los jóvenes, pues se trata de una “sociedad apática, poco
responsable en términos de ciudadanía y por ello es muy complicado para
las instituciones educativas transformarnos”.

Cuando menos, apunta el director general del CIDE, las universidades


deben ser capaces de crear las condiciones para generar un aprendizaje entre los
jóvenes, para que dicho proceso consolide poco a poco algunos de estos valores.

7.3 Las limitaciones y la responsabilidad3

Mario García Valdez, rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí


(UASLP), afirma que si bien las universidades públicas no pueden pensar en
un método formal para establecer la enseñanza de valores entre los jóvenes
universitarios, debe haber un propósito más claro de transmitir aquellos
compromisos que deben permear a la sociedad.

“A nuestros egresados se les da mucha prioridad al tema del conocimiento, y


luego ese egresado, que puede ser muy bueno, cuál comportamiento social
tendrá, cuál es su desempeño ante a los grandes temas de actualidad a través de
la pluralidad o la diversidad, si tiene una conciencia clara del respeto a las formas
diferentes de pensar o de ser”, explica.

3
Idem.
Por ello, comenta García Valdez, hace falta mayor énfasis, pues se requiere
de un trabajo más estructurado en el ámbito de la educación superior de lo que
hasta ahora se ha hecho.

No es que no existan los valores, sino que la percepción de éstos


entre los universitarios no es tan clara y contundente.

“Creo que es una de las cosas que nos está faltando; eso debe ser materia de
preocupación y ocupación”, comenta el rector de la UASLP.

Por su parte, Mario Alberto Ochoa Rivera, rector de la Universidad


Autónoma de Coahuila y presidente del Consorcio de Universidades Mexicanas
(Cumex), dice que para impulsar de manera más decidida los valores entre los
universitarios, en principio, se debe plantear de qué manera la globalización ha
impactado en la formación de éstos y cómo se inculcan en los estudiantes.

“Los valores difícilmente los podremos incorporar como parte de una curricula.
Los valores hay que vivirlos, por ello, debemos incorporarlos a programas
integrales en las instituciones, para que permitan a los estudiantes entrar en
contacto con una realidad social y esto nos ayude a formar en ellos valores que
nos interesan”, explica el rector de la UA de C.

Incluso, el presidente del Cumex habla de incorporar a los padres de familia


en este proceso, aun cuando se trate del nivel superior en el cual, aparentemente,
ya no hay una participación directa de la familia en el desarrollo académico de los
universitarios.

“Hasta hace muy poco era raro encontrar en las universidades públicas reuniones
con padres de familia. Hoy, creo que muchas instituciones lo estamos haciendo
porque vemos la necesidad urgente de apuntalar esos valores de la familia y
orientarlos ante una problemática social de violencia, de inseguridad, que existe
en el país”, asevera.

El otro aspecto a trabajar, añade Ochoa Rivera, es fortalecer los valores


cívicos de los estudiantes universitarios, porque las instituciones de
educación superior deben acercar a los jóvenes a esa realidad y a esa
diversidad social que no pueden hacer a un lado y caer en la indiferencia.

“No le puedo enseñar al muchacho las necesidades que tiene una familia para
sobrevivir en este país si no lo llevo a que conozca, conviva y viva la realidad
social de la cual le hablo. Por eso, los programas de servicio social y las prácticas
profesionales deben promover patrones que tienen relación con la convivencia,
con la democracia y que éstos incidan directamente en valores para el desarrollo”,
considera.

Sin embargo, apunta el rector de la UA de C, los esfuerzos hasta ahora son


pocos, aunado a que de nada sirve explicar a los jóvenes la necesidad de médicos
que tiene el país, por ejemplo, en muchas áreas rurales, indígenas, si los alumnos
que estudian medicina piensan trabajar en las grandes concentraciones urbanas.

Desgraciadamente, explica, son valores relacionados con el éxito, con la


superación personal, pero que no establecen correspondencia con la falta de
compromiso e interés de los jóvenes universitarios y que no quieren asumir.

7.4 Solo parte de la solución

Rafael López Castañares, secretario general ejecutivo de la Asociación


Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES),
enfatiza que si bien en este nivel educativo se transmiten conocimientos y
habilidades para la solución de problemas, así como ciertas pautas de conducta y
comportamientos ligadas básicamente a la ética profesional de cada uno de los
egresados, no transfieren valores en esencia.

“La educación superior no se puede asumirse plenamente como una


instancia transmisora de valores, pues cuando los jóvenes llegan a cursar
estudios de nivel superior ya cuentan con una gran cantidad de valores,
principalmente del hogar”, explica.

Sin embargo, dice, sí son fundamentales y tienen una responsabilidad muy


importante porque la educación superior, en el tema de valores humanos y
sociales, debe ser pertinente, pues la sociedad, lejos de la retórica, necesita
de profesionistas capaces de transformar y construir escenarios con
equidad y justicia.

“Esto —como parte de la identidad institucional que forma al individuo en el


respeto a la tolerancia y la diversidad de ideas — es algo fundamental que a veces
la vorágine les llega a través de la televisión, los periódicos, etcétera; los
desconcierta una situación que nos lleva decir ‘dónde quedan los valores ’, esa
ética a la cual generalmente estamos acostumbrados”, sostiene.

Para López Castañares la principal tarea de las instituciones de educación


superior es asumir esa realidad y buscar las alternativas para reforzar, desde ese
nivel educativo, los valores y retomarlos.

“Las instituciones estamos hechas para salir adelante ante los problemas, gracias
a los diferentes niveles de educación; gracias a la participación; gracias a que
somos iguales, públicas, privadas o tecnológicas, y buscamos el mismo objetivo:
formar cuadros de calidad para sacar adelante a nuestro país”, comenta.

A manera de conclusión, podemos preguntarnos ¿Existe crisis social por


falta de valores? Sí, si existe y no porque no existan, sino que la falta de actitud
para afrontarlos cada vez se hace más notoria. Si bien se habla de una crisis
social, como todo en lo que desarrollamos a lo largo de nuestra vida, debemos y
podemos empezar por uno mismo, para realizar el cambio.

Realizado por Yadira Guzmán Rivera.


BIBLIOGRAFÍA

Doctrina

 BRINDÉ, Jérome. “¿A dónde van los valores”?. Ediciones Unesco.


España. 2005.
Fuentes consultadas

 Preocupa falta de valores en jóvenes a instituciones de educación


superior. http://noticias.universia.net.mx/vida-
universitaria/noticia/2011/06/02/832742/preocupa-falta-valores-jovenes-
instituciones-educacion-superior.html. Consultado el día 25 de
noviembre del 2015.

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