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Durante los últimos tiempos, nuestra sociedad ha idealizando un aspecto muy preciso de

los seres humanos donde lleva lugar a la inteligencia personal, pues es la capacidad para
conocerse de una manera apropiada, entenderse y manejar la información interna.
Usualmente, se consideraba que alguien era inteligente cuando retenía de memoria ciertos
contenidos técnicos y científicos. Actualmente, se ha relacionado a alguien inteligente
con su capacidad para obtener una puntuación elevada en los test de inteligencia. El
coeficiente intelectual llamado también cociente intelectual se ha trasformado en el
referente de este ideal y este argumento se sostiene en la relación positiva que existe entre
el Cociente intelectual y el rendimiento académico.
Esta visión ha entrado en crisis, porque la inteligencia académica no es suficiente para
lograr el éxito profesional. Los profesionales más exitosos no son esencialmente los más
inteligentes de su clase, son los que supieron conocer sus emociones y cómo
administrarlas convenientemente para que colaboraran con su inteligencia. Son los que
cultivaron las relaciones humanas y los que conocieron los mecanismos que motivan y
mueven a las personas. Son los que se interesaron más por las personas que por las cosas
y que entendieron que la mayor riqueza que tenemos es el capital humano.
Además, la inteligencia no garantiza el éxito en nuestra vida habitual. La inteligencia no
facilita la felicidad siendo así que personas inteligentes como científicos dejan de lado
sus relaciones familiares y el tiempo que deberían darle a sus hijos lo brindan a sus
investigaciones científicas. El coeficiente intelectual de las personas no contribuye a
nuestro equilibrio emocional ni a nuestra salud mental. Son otras habilidades emocionales
y sociales las responsables de nuestra estabilidad.
El manejo efectivo de las emociones es muy importante en liderazgo de la empresa para
tomar decisiones objetivas frente a los negocios que estemos atravesando pues en muchos
momentos cuando estamos efusivos o temperamentales no nos damos cuenta de lo que
decimos o pensamos solo actuamos por simple impulso.

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