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LA POBREZA:

Podemos decir que la pobreza es la carencia de recursos necesarios para


satisfacer las necesidades de una población o grupo de personas específicas.

La Organización Internacional del Trabajo manifiesta: Que el trabajo infantil es


básicamente, uno de los síntomas de un problema subyacente de pobreza
generalizada y desigualdad social. Pero es también una causa de ella y, en ese
contexto, se perpetúa así mismo.

La pobreza es un mal con profundas raíces y las catástrofes naturales, los


desastres provocados por el hombre (la guerra y los conflictos civiles), el
analfabetismo, la falta de poder y la ausencia de opciones viables, exacerban aún
más las privaciones a las que se ven sometidas familias necesitadas que se ven
obligadas a hacer trabajar a los niños”.

Por otro lado se menciona “Que la pobreza aunque no se pueda concebir como
una condición aislada, se convierte en una de las variables que necesariamente
aparece en el escenario de las familias con niños, niñas y adolescentes
trabajadores.

La inserción temprana de las personas menores de edad en el mundo del trabajo


sigue siendo una estrategia familiar para resolver la insuficiencia de recursos
económicos que logren generar los adultos. Aun cuando los niños, niñas y
adolescentes trabajadores lo hagan con el objetivo de resolver sus “propias
necesidades personales”, lo que denota la incapacidad de la familia para resolver
estas necesidades”.

Por esta razón las familias en condiciones de pobreza y con presencia de mano de
obra infantil y adolescente en promedio presentan características como: Familias
numerosas (un promedio de 4 o 5 miembros), presencia de sub empleo,
desempleo y bajos salarios (adultos ocupados en actividades de baja exigencia en
cuanto a experiencia y capacitación), Los ingresos de los adultos ocupados son en
promedio inferiores a los de las familias que no tienen niños, niñas y adolescentes
trabajadores; los jefes de familia y adultos en el hogar tienen un nivel educativo
marcadamente menor en comparación con las otras familias.
Así también la unión interparlamentaria, 96ª Conferencia menciona que las causas
del trabajo infantil se arraigan principalmente en la pobreza creada por la
desigualdad social y económica, así como en las insuficientes posibilidades
educativas”.

Por otro lado, en el Perú; un país con profundas brechas de inequidad social,
afectan a los sectores más vulnerables de la sociedad, entre los que se
encuentran las niñas, niños y adolescentes. La pobreza en nuestro país alcanza
el 54 % de la población, y la pobreza extrema a un 15.5 %, que se encuentra
principalmente en las zonas rurales del territorio nacional.

Pese a los avances registrados, la mortalidad infantil en nuestro país es de 23%


por cada mil nacidos vivos, pero en zonas andinas de pobreza crítica como Cusco
y Huancavelica llega a 84 y 71, respectivamente. Asimismo, el 25,4 % de los
menores de 5 años padecen de desnutrición crónica y tres de cada cuatro
menores de dos años sufre de anemia por deficiencia en consumo de hierro. (9)

En este contexto de pobreza y exclusión social de grandes sectores de la


población, no resulta extraño que el trabajo prematuro en nuestro país alcance
niveles alarmantes.
La Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO – IV) del 2001 reporta que en el Perú
hay un millón 987 mil niñas, niños y adolescentes entre 6 a 17 años inmersos en el
mercado laboral. Esta cifra equivale al 29 % del referido segmento poblacional.
Dicho de otra manera, uno de cada tres de nuestros niños, niñas y adolescentes
trabaja.

La población infantil y adolescente inmersa en el mercado laboral se ha


incrementado dramáticamente en los últimos años, con una marcada tendencia a
la inserción a edad cada vez más temprana. El 61. 5 % de la población infantil y
adolescente ocupada está compuesto por niñas y niños de 6 a 13 años. El otro 39
% está integrado por adolescentes de 14 a 17.

Como puede apreciarse, dos tercios de las niñas y niños que trabajan están por
debajo de la edad legalmente permitida. Esta tendencia no es nueva, las
estadísticas del INEI indican que entre 1993 y 2001, la actividad laboral infantil se
multiplicó nueve veces. En cambio, la tasa de trabajo adolescente sólo se elevó
algo más de dos veces.

Esta percepción implica una negación de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes, y denota desconocimiento de las consecuencias negativas que la
temprana dedicación al trabajo tiene para la población involucrada y para el país
en general.

PATRONES CULTURALES:
Condicionan el trabajo prematuro pues están muy arraigados en la sociedad: Entre los
patrones culturales tenemos a las concepciones populares, costumbres, y tradiciones locales
que llevan a concebir a niños y adolescentes como potencial fuerza de trabajo, todo ello
hace más probable que estén disponibles para un trabajo de mayor o menor peligrosidad,
los niños de determinadas familias, zona y países. Por ejemplo:

La tradición de que los niños deben seguir los pasos de sus padres en un oficio
determinado, aprendiéndolo y practicándolo desde muy tierna edad.

Las tradiciones que llevan a las familias pobres a endeudarse mucho para cumplir con
ceremonias sociales o religiosas, contando con el trabajo de los niños para saldar las
deudas.

El fenómeno del Trabajo en régimen de servidumbre por deudas reconocido como una de
las peores formas de Trabajo Infantil y está todavía muy extendido a raíz de la
vulnerabilidad de las familias pobres ante tales pretensiones. La opinión generalizada de
que las niñas no necesitan el mismo nivel de educación que los niños hacen que se las retire
de la escuela para hacerlas trabajar en la casa o se las vende para el servicio doméstico o la
explotación sexual.

Así, El Trabajo Infantil puede estar arraigado en los usos y costumbres locales hasta tal
punto que los padres y los propios niños ni siquiera consideran que vaya en contra de los
intereses del niño y que sea ilegal.

Por otro lado las probabilidades de que los niños trabajen son mayores en las familias
numerosas que en las familias pequeñas, simplemente porque los ingresos de los padres de
las primeras no alcanzan para sustentar a la familia. Los niños se convierten en trabajadores
no remunerados de las empresas familiares que dependen de la mano de obra familiar para
Sobrevivir. Muchas leyes y reglamentos nacionales, así como varias normas
internacionales, entre ellas el Convenio núm. 138, prevén excepciones en estos casos.

Sin embargo, incluso en las empresas familiares, los niños puedan estar expuestos a graves
riesgos para su salud y su seguridad. (Oficina internacional del trabajo).

EDUCACIÓN DE MALA CALIDAD:

Para los niños que no han ingresado a la escuela y para todos los que entran pero no
terminan la educación básica (ni siquiera los cinco años de la primaria) no hay alternativas
de educación. Se ha propuesto desarrollar, en varios países, “jornadas alternas” para
actividades lúdicas y recreativas de los niños, tanto del grupo de escolarizados como de los
que no asisten a la escuela, que han demostrado ser útiles para evitar el trabajo de los niños,
ya que por unas horas adicionales en el día, están en actividades extra-escolares. Sin
embargo, para que una medida como esta resulte eficaz para erradicar el trabajo infantil se
requiere un fuerte apoyo del sector estatal de la educación; es preciso, primero, vincular a
los maestros; segundo, establecer los estímulos y programas necesarios; tercero, procurar
los espacios adecuados (puede ser una escuela) y por último, convencer a los mismos niños
y adolescentes del beneficio que la jornada alterna puede aportarles. Pero mientras tanto, el
Proyecto puede tener un efecto de demostración con las jornadas alternas en cuanto éstas
por lo menos evitan una parte del empleo infantil y desarrollan otras aptitudes, destrezas y
valores que a veces ni la escuela ni la familia posibilita.

La mala calidad y la escasez de las infraestructuras escolares, los planes de estudios


inadecuados, una disciplina violenta y una insuficiente preparación de los maestros hace
poco atractiva y poco viable la escuela como alternativa al trabajo.
Para muchos niños y niñas y para sus familias ir a la escuela supone un esfuerzo
grandísimo. La instrucción pública aunque sea gratuita es, en realidad, demasiado cara para
una familia pobre que debe adquirir los libros y los otros materiales escolares, los
uniformes, la ropa, el transporte y muchas veces contribuir a pagar de manera extraoficial a
los maestros que, después de los "ahorros" estatales, muchas veces no pueden llegar a fin
de mes con su sueldo.

En muchos lugares el mantenimiento de un hijo en la escuela puede llegar a representar un


tercio de los ingresos totales en efectivo de las familias y muchas de estas tienen más de un
hijo en edad escolar.

También las tradiciones y los modelos sociales influyen mucho en la decisión de los padres
de enviar a trabajar a sus hijos en lugar de proporcionarle una educación. Aunque a veces
no sería tan necesario el aporte económico para la familia se piensa que el trabajo pueda
enseñar a los niños y niñas valores y comportamientos mejores que cualquier otro tipo de
educación. Se asegura así también la transmisión a través de las generaciones de las
costumbres locales.

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