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CORRIENTES FILOSÓFICAS

Una escuela con fuertes connotaciones ecológicas fue la pitagórica, cuyas ideas

preconizaban el respeto a toda forma de vida. Los pitagóricos u órficos se abstenían de la

caza y de consumir carne procedente de sacrificios. Orfeo era su profeta quien proponía

el cuidado de cuerpo y mente a través de la perfecta armonía del hombre con el medio

natural. Con similares parámetros encontramos a Hipócrates (460-370 a.C.), el padre de

la medicina, señalando la importancia del medioambiente en el desarrollo y tratamiento

de enfermedades. Pero así como el medio repercute sobre la configuración física y

espiritual de las comunidades humanas, éstas inciden igualmente sobre el medio,

según Platón (427-347 a.C.). El filósofo describió en su obra Crítica las causas

antrópicas que convirtieron el Ática en un páramo “semejante a los huesos de un cuerpo

enfermo”: la deforestación y erosión de sus suelos.

Un enfoque completamente discordante con los anteriores supuestos filosóficos nos la

da Aristóteles: “Las plantas existen para los animales, y los demás animales para el

hombre”. Una visión muy alejada de la moderna ecología científica que no reconoce

ningún estatus jerárquico entre los seres vivos, sino que observa la naturaleza como una

compleja trama en la que los organismos dependen unos de otros.

La valoración aristotélica tuvo un efecto negativo en la gestación de una conciencia

ecológica desde la antigüedad. Su teoría de la naturaleza al servicio del hombre ha

estimulado la explotación despiadada de los recursos en pro del progreso. El

supremacismo del ser humano sobre la naturaleza ha calado en la psique contemporánea.

Incluso los abanderados de la causa ecologista, los eco socialistas, han fracasado con

desastres como el de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin (Chernobil) o la

desertización del Mar de Aral en la antigua República Soviética de Kazajistán, con una

reducción de agua de un 60% y una salinización del 10 al 23% entre 1961 y 1991. En
cambio en ciudades como Londres, donde impera el capitalismo, hacen gala de la

reducción de dióxido de azufre de 180 ug/m 3 en los 80 a 20 ug/m3, pero eso no es debido

a medidas conservacionistas, también a que el grueso de la producción industrial se ha

trasladado a países fuera de Europa.

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