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ARNÒLD Y SU CAPARAZÒN

Había una vez una tortuguita muy joven e inexperta llamada Arnold. Él era bastante temerario
y pensaba que por tener su caparazón era casi indestructible,

-con este hermoso, grande y fuerte caparazón no hay nada ni nadie que pueda dañarme, soy
uno de los animales más poderosos de todo el mundo.

-siempre decía muy animado.

Cuando Arnold fue mayor se convirtió en la tortuga grande de la casa y por lo cual era necesario
que empezar a trabajar y dónde más que en la fábrica donde trabajaba su papá, ya llevaba
muchos años en lo mismo y él ya la conocía desde que era muy pequeño. Era una fábrica donde
se realizaban muebles metálicos, la cual era de unos conejos y ellos tenían mucho dinero pero
una de las cosas que más importaba siempre la fábrica era que se tenía que hacer un gran trabajo
en equipo además eran todos muy responsables, todos tenían que ser además de responsables
con su trabajo tener sentido de pertenencia con todas las cosas de la fábrica y sobre todo con
ellos mismos

Arnold en sus primeros días quiso aprender a manejar el torno una máquina algo complicada y
de mucho peligro

-no va a pasar nada papá- le dijo Arnold muy seguro a su papá. -Todo va a estar perfecto, yo
soy muy inteligente y no me va a pasar nada, además soy un animal muy fuerte y mi piel y mi
caparazón me van a proteger de todo-.

El padre le dice en muchas ocasiones y también a muchos de sus compañeros de trabajo que
debía utilizar los equipos de protección como su casco y aún más un hermoso par de guantes
especiales para poder manejar las máquinas para que no tuviera ningún tipo de daño a nivel de
sus pequeñas garras, Arnold fue muy testarudo y no quiso utilizar absolutamente nada, el
primer día no pasa ningún tipo de incidente y así pasó, toda una semana Y cómo se dio cuenta
que no pasaba nada entonces pretendió hacer más cosas pensó que podía trabajar sin menos
luz y podía trabajar más que el resto, porque él era joven y podía hacer muchas más cosas el
pobre Arnold no se dio cuenta como ponía en riesgo su vida y en su segunda semana de trabajo
Se descuidó y sin querer su pequeña garra terminó atrapada en el torno, empezó a llorar gritar
y patalear muy muy fuerte y todos sus compañeros de trabajos fueron haberlo incluido su papá.

Su padre muy angustiado salió llorando a conseguir una ambulancia el problema era que la
fábrica estaba tan lejos pero tan lejos de la ciudad y no había nadie para poder sacar la pequeña
garra de Arnold del torno que tuvieron que hacer muchos esfuerzos y salió la pobre garrita
sangrando fueron corriendo al hospital y cuando llegaron donde el doctor Oso. El doctor le dijo
que la pobre tortuga había tenido una fractura, Arnold lloró muy triste y desolado.

Lloró y juro que nunca más iba a ser desobediente y utilizar todos sus equipos siempre y cuando
le ayudarán a salvar su pobre Patita, entonces el doctor Oso tuvo que ponerle un yeso por un
mes y así sano su pobre pata un mes después de que cuando llegó Arnold a trabajar todo lo
recibieron muy afectuosamente, él se disculpó con todos porque se dio cuenta que todo lo que
le decían era por su bien y así aprendió la importancia de utilizar los equipos de protección y
hacer caso aquellas personas a sus mayores

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