Dirección de Investigación y Postgrado Especialización en Derechos Humanos
ORIGEN DE LA DEFENSORÍA DEL PUEBLO COMO INSTITUCIÓN
Asignatura: Sistema Nacional de Protección de Derechos Humanos
Cursante: Carlos Eduardo Peñaloza García Actividad N°1
San Cristóbal, febrero de 2019
INTRODUCCIÓN Este ensayo persigue brindar un panorama general de la Defensoría del Pueblo como institución antecedentes históricos de la Defensoría del Pueblo como institución, desde sus antecedentes históricos, hasta su configuración actual entre los modelos comparados internacionalmente, incluyendo las directrices generales de la Organización de las Naciones Unidas para el funcionamiento de las instituciones de protección y promoción de los derechos humanos. La institución del Ombudsman propia de Suecia traspasó sus fronteras originales y se extendió por todo el mundo, siendo acogida por cada país de acuerdo a sus necesidades y particularidades propias, y dado que el termino no resulta natural para muchos, las instituciones que se asimilan a la figura reciben la denominación de Defensoría del Pueblo, Defensoría de los Habitantes, Procuraduría de los Derechos Humanos, o Comisión Nacional de los Derechos Humanos. En ese contexto, las Defensorías del Pueblo se erigen como una herramienta de control de la actuación de la Administración Pública con respecto a sus ciudadanos, lo que abarca aspectos tan variados como vigilancia de la buena gestión administrativa, protección y promoción de derechos humanos, e incluso prestación de servicios públicos. El informe presentado responde a la necesidad de conocer la Defensoría del Pueblo como una importante institución de la vida democrática, sus antecedentes, evolución, su autoridad, sus competencias, entre otros aspectos, conocimiento que se hace imprescindible, en el entendido que se hace referencia a un órgano del Estado, a quien corresponde trascendentes atribuciones. Se trata de un aporte a la sociedad en general, a los funcionarios de la institución, al gremio de abogados, y a los estudiosos de derecho, consiste en la intelección del papel de la Defensoría del Pueblo en la vida republicana; con el objeto de entender y emplear esa herramienta institucional con precisión, comprender sus competencias y el régimen jurídico de sus actos, formándose sólo las expectativas sobre su funcionamiento que caben producirse, dentro del ordenamiento jurídico vigente; reduciéndose por esta vía, la posibilidad que se produzca el fenómeno de deslegitimación de ejercicio, al plantearse el colectivo, actuaciones irrealizables por parte de la institución. La figura del Defensor del Pueblo no es de reciente data, acompaña a la humanidad desde sus inicios. La necesidad de desarrollar mecanismos institucionales, que permitan la defensa del habitante frente a los abusos cometidos desde el poder, han inspirado a las distintas civilizaciones a su diseño; para ilustrar esto, podemos enumerar: a los Arcontes en Atenas, los Éforos en Esparta, los Tribunos de la Plebe en Roma, el Justicia Mayor de Aragón en España, el Gran Senescal y el Ombudsman en Suecia, sólo por citar algunos casos de la antigüedad. En relación con este último, el término Ombudsman envuelve la idea de un mandato, una comisión o representación, en palabras de Madrazo hace alusión “a una persona que actúa por cuenta de otra y sin tener interés personal propio en el asunto que interviene” (como se citó en Castañeda, 2011, p.13). Se trata entonces, de una figura que nace como representante de los ciudadanos frente al Estado-Administración, y que tiene como fin último la protección sus derechos, razón por la cual se puede afirmar que lleva en su genética el control del poder. En este sentido, Castañeda (2011) afirma: “La expresión completa en su idioma original, el sentido que nos ocupa, es Justitie-Ombudsman, lo que se puede traducir como “comisionado de Justicia”, el cual (…) fue instituido en Suecia para velar por la legalidad en la actuación de las autoridades administrativas, y es considerado como el antecedente de las instituciones afines que se han extendido a nivel mundial, aunque cada una con características y necesidades propias.” (p. 13-14)
En este orden de ideas, aparece por primera vez de manera formal en la
Constitución Sueca en 1809, y por razones de proximidad geográfica fue posteriormente acogido en el resto de los países escandinavos, para saltar luego de la Segunda Guerra Mundial a Nueva Zelanda, Australia, los países de la Mancomunidad Británica, y de allí al resto de Europa, siendo abrazado por España y Portugal en el marco de sus transiciones hacia la democracia, de donde saltó a Centro y Sur América, así como a los países del Caribe, convirtiéndose quizás en la más celebre figura extranjera (Villalba, 2003). Ahora bien, a diferencia de los países escandinavos caracterizados por la estabilidad política y por gobiernos democráticos, donde el Ombudsman se centra en el Control de la Administración Pública, la figura adquiere un nuevo matiz al arribar a la Península Ibérica (España y Portugal) y ulteriormente a Latinoamérica, donde se vivieron cruentas dictaduras militares, atribuyéndosele competencias de promoción y protección de derechos humanos. Sobre la base de las consideraciones anteriores, si bien existen tantas configuraciones como países han adoptado la institución, algunos autores distinguen el modelo clásico del Ombudsman, vigente Suecia y el resto de Europa (salvo la Península Ibérica), orientado a velar por la legalidad de las actuaciones de la Administración Pública; en contraposición con el adoptado por España, Portugal y la mayoría de los países de Latinoamérica, cuyo particularidad reside en su vocación hacia los derechos humanos. Cabe agregar que son muchas son las denominaciones que se le han dado a estas figuras que se asimilan al Ombudsman, entre las cuales encontramos la Defensoría del Pueblo, Defensoría de los Habitantes, Procuraduría de los Derechos Humanos, o Comisión Nacional de los Derechos Humanos, las cuales de acuerdo a los Principio relativos al estatuto y funcionamiento de las instituciones nacionales de protección y promoción de los derechos humanos (Principios de París, 1991), adoptados por la Organización de Naciones Unidas (ONU), deben ser absolutamente independientes, enunciado en una norma de rango constitucional o legal, y en cuya designación se garantice una representación plural de la sociedad civil, lo que generalmente se verifica a través de la exigencia de mayorías calificadas en el seno del congreso, parlamento o su equivalente. La Defensoría del Pueblo de la República Bolivariana de Venezuela, es una institución cuya inclusión en el texto constitucional se ubica en el proceso constituyente de 1999, el cual se propuso, en palabras del preámbulo de la carta magna: la refundación de la República, inspirándose para ello, además de las corrientes actuales de la disciplina constitucional, en el pensamiento de Simón Bolívar; quien manejara dentro de su discurso político, el proyecto de creación de nuevos poderes del Estado, entre ellos, el Poder Moral, que finalmente es recibido en la Constitución, bajo la denominación Poder Ciudadano. En el orden de las ideas anteriores, la institución posee un marco de atribuciones, reducibles a tres campos de actuación: derechos humanos, servicios públicos y derechos e intereses colectivos y difusos, ello de conformidad con el artículo 281 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 2000), las cuales se encuentran desarrolladas en la Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo (LODP, 2004). En el primero de los casos, se habla de las consecuencias necesarias de considerar la dignidad del ser humano, como eje fundamental del ordenamiento jurídico; en materia de servicios públicos, recibe la atribución de velar por la correcta prestación de aquellos y, la indemnización consecuente para los usuarios, en caso contrario; por lo correspondiente a los derechos e intereses colectivos y difusos, a ella se encomienda su tutela pública en sede administrativa y la acción en sede judicial. Resulta oportuno recordar que el Defensor del Pueblo es un magistrado de la persuasión; en razón de ello, los recomendaciones y sugerencias, son medios reconocidos para su expresión, aun cuando no gocen de coercibilidad, sobre los funcionarios a quienes se formulan; la autoridad del Defensor del Pueblo es eminentemente una autoridad moral, su poder de convicción no deriva simplemente de la posición que ocupa, dentro de los altos funcionarios del Estado, él se impone en función de sus especiales cualidades: imparcialidad, honestidad, sapiencia; la autoridad aquí, puede entenderse en la distinción entre autoridad y poder, el último, definido como la titularidad de medios de coerción y la autoridad como el influjo derivado del prestigio personal. En este mismo orden y dirección, la Defensoría del Pueblo se ha visto afectada por la actual coyuntura nacional, la opinión pública ha cuestionado el proceder del órgano, al observar omisiones de una parte y actuaciones parcializadas de la otra, todo lo cual genera un proceso de deslegitimación, que puede llevar a preguntarse sobre la necesidad misma de su existencia. Según se ha visto, debe entenderse que la institución es fundamental para el desarrollo democrático, cuya efectiva actuación debe estar en armonía con las exigencias contenidas en la Constitución de la República, que prevé el Estado Social y Democrático de Derecho y de Justicia, a fin de ocupar el puesto correspondiente entre los poderes del Estado, hacer efectivo y evidente su proceder, y que en los actuales momentos tan convulsos, puede ubicarlo en los anales de la historia nuestra República como un valiente defensor de los derechos de los ciudadanos, o simplemente un tristemente célebre demagogo. CONCLUSIONES La figura del Ombudsman traspasó sus fronteras originales para extenderse a lo largo y ancho del mundo, lo cual la ha llevado a que la institución haya sido adoptada formalmente (establecida en la Constitución o en ley) en casi toda Europa y América Latina. Se trata de una institución garantista que viene a intervenir en las complicadas relaciones entre Administración y administrados. En este sentido, si bien existen tantas configuraciones como países han adoptado la institución, algunos autores distinguen el modelo clásico del Ombudsman, vigente Suecia y el resto de Europa (salvo la Península Ibérica), orientado a velar por la legalidad de las actuaciones de la Administración Pública; en contraposición con el adoptado por España, Portugal y la mayoría de los países de Latinoamérica, cuyo particularidad reside en su vocación hacia los derechos humanos. En el avance hacia la consolidación de las sociedades democráticas, el Defensor del Pueblo se erige como una figura de especial importancia dado su vocación como mecanismo de control del poder, cuyo afianzamiento va a depender, en una importante proporción, de la voluntad política de los gobernantes, quienes tienen la obligación de una efectivo respeto de los derechos humanos, además de no obstaculizar el funcionamiento de las instituciones democráticas en general. En este fin, se debe tener siempre presente que el Defensor del Pueblo carece de poder coactivo por lo que su actuación se enmarca dentro de su capacidad de persuadir efectivamente a la Administración en cualquiera de sus manifestaciones, por lo que se corre el riesgo de que la figura sea percibida por la sociedad civil como una institución inoperante, esperándose de ella actuaciones irrealizables, fuera de sus límites competenciales. Resulta importante la realización de todo tipo de actividades de educación, divulgación y difusión, dirigidas a la promoción y protección de los derechos humanos, así como de las competencias y régimen jurídico de la Defensoría del Pueblo, a fin de que los ciudadanos tengan un panorama claro de los derechos que les asisten y los mecanismos con los cuales cuentan para su efectiva su vigencia. Si bien su distinción reside en sus dotes de mediación persuasiva, también se encuentra dotado de legitimación activa en sede administrativa y judicial, siendo recomendable e incluso hasta imperativo, que se agoten, en primer lugar, todos aquellos mecanismo que no impliquen su inmersión en procesos judiciales, cuyo formalismo es contrario a la informalidad y sumariedad que debe primar en su actuación. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Castañeda, M. (2011). La protección no jurisdiccional de los Derechos Humanos en México. [Libro en línea]. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. Ciudad de México. Recuperado de https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/4885-la- proteccion-no-jurisdiccional-de-los-derechos-humanos-en-mexico-coleccion-cndh [Consulta: 2019, febrero 13] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (2000). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. N 5453 (Extraordinario), Marzo 24 de 2000. Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo. (2004). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Nº 37.995, Agosto 05 de 2004. Naciones Unidas. (1991) Principios de París. Principio relativos al estatuto y funcionamiento de las instituciones nacionales de protección y promoción de los derechos humanos. Recuperado de https: http://hrlibrary.umn.edu/instree/Sparisprinciples.pdf [Consulta: 2019, febrero 15] Villalba B., L. (2003). La tutela de los Derechos Fundamentales y el Defensor del Pueblo. Estudio comparativo de la Institución del Defensor del Pueblo en España y Paraguay. [Versión en línea] (Tesis de Maestría, Instituto Nacional de Administración Pública (INAP), Alcalá de Henares, España). Recuperado de https: http://www.corteidh.or.cr/tablas/26606.pdf [Consulta: 2019, febrero 15]